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Hernandia, triunfos de la fe, y gloria de las armas españolas

Francisco Ruiz de León




ArribaAbajoS. C. R. M.

Señora



El que atender al Sol derechamente
No pudo, en el Cristal ya más templado
Le mira fijo: el mismo es, que el pintado
Más luce en el Cristal templadamente.
Sol es mi Rey, sin verle, reverente
En Vos le adoraré, que bien mirado,
Aunque el mismo es en Vos quien se ha copiado,
Luce en tal pecho más benignamente.
Desalumbrado no, ciego resisto
Tanta luz; pero no, serán despojos
Suyos, Alma, y ofrenda, en lo que insisto:
Porque no puede recelar enojos,
Quien por ver a su Rey, y ser bien visto,
Ha puesto en Vos con atención los ojos.




ArribaAbajoAl Exc.mo Señor D. Fernando de Beaumont,

Silva, Álvarez de Toledo, Haro, Sotomayor, Guzmán, Fernández, Manrique, Acebedo, Fonseca, Zúñiga, Viedma, y Ulloa, Henríquez de Rivera, y de Cabrera, Sandoval, y Rojas; Conde de Lerín, Condestable, y Canciller Mayor del Reino de Navarra; Duque de Alba, y de Huéscar, etc. Caballerizo Mayor de las Reales Caballerizas de Córdoba; Alguacil Mayor de dicha Ciudad, y de la Inquisición de ella; Alcaide Perpetuo de los Reales Alcázares de Sevilla, Córdoba, Carmona, y Mojácar, y de los Reales Alcázares, Puertas, y Puentes de la Ciudad de Toledo: Grande de España de Primera Clase; Caballero del Insigne Orden del Toisón de Oro, del de Calatrava, y del el del Espíritu Santo; Teniente General de los Reales Ejércitos; Gentil-Hombre de Cámara de Su Majestad con ejercicio; Decano de su Consejo de Estado, y su Mayordomo Mayor, etc.


Señor.




ArribaAbajoSoneto


En busca voy, Señor, desde Occidente,
Por crespas ondas, por infieles Mares,
A dar adoraciones a millares
Al Sol de España en su feliz Oriente:
Mas ¿Cómo podré hallarle reverente,
Sin que Tú la fortuna me prepares?
¿Quién pudo registrar rayos solares,
Sin ver primero al Alba refulgente?
En los brazos del Alba el Sol nos sale:
La blanca luz al Sol le hace la salva:
Del Sol al Mundo el Alba es primer vale:
Ella de la tiniebla al Mundo salva:
¿Quién habrá que a mi Hernandia en dicha iguale,
Si a la Casa del Sol entra por Alba?




ArribaAbajoSegundo soneto


Bien es verdad (Señor) que al sol no intento
Mirar derechamente, y de hito en hito:
En un noble Parhelio facilito,
Lo que fin él juzgara atrevimiento.
Tal vez la Luna al Sol en lucimiento Isai. 30 v. 26 Erit lux Luna sicut lux Solis.
Pudo igualar; y no será delito
Mirar de un Sol en otro lo infinito,
Dando un Sol para el otro valimiento.
Parhelio, que al Rey Sol nos representa
Siempre la Reina fue Nuestra Señora,
Y en la Reina mirar mi Hernandia intenta
Las luces, que el Rey Sol en sí atesora:
¿Luego una Alba a dos Soles me presenta?
Sí: que es tal Alba a dos Soles Aurora.




ArribaAbajoCensura de Don Joaquín de Buedo y Girón, Bachiller en Cánones por la Universidad de Alcalá, y Capellán de la Real Capilla de San Isidro de esta Corte

Obediente a los preceptos de V. S. empecé a leer la Hernandia, Poema Heroico, que ha compuesto Don Francisco Ruiz de León, natural de la Nueva España, y a pocas Octavas me robó dulcemente la atención, y aún la libertad; ni he podido recobrarla, aún para otra cosa, que para suplicar a V. S. conceda su licencia, con la que saliendo tan digna Obra a la luz pública de entre los humos de la prensa, verifique su discreto sonoro castizo, y superior numen, que su Autor es de aquellos alabados Poetas, de quienes dijo Horacio:


Non ex fulgore fumum,
Sed ex fumo fulgorem dare tentat.


In Art. Poet.                


Él es un Poema, a quien no faltando parte alguna esencial, ni adorno alguno de aquellos, que sabe dar el primor de el Arte, tiene para mí la apreciabilísima calidad de contar clara, y fielmente la Historia que promete.

La heroicidad de la Conquista de México subió a la cumbre del valor, y de la honra; y aún la altura de ser gloria, y triunfo de la Fe, y del Imperio Español, en la singularísima persona de Hernán Cortés. Logró también el verse colocada en la mayor elevación de la elocuencia Española, cuando Don Antonio de Solís la dejo eternizada en las esmeradas, puras, castizas voces, con que dio leyes a los Historiadores Españoles su lúcida pluma. Pudiera no obstante (al parecer) echar menos un valor (que no cupo en el Mundo, y por ello intentó, y consiguió conquistar otro) aquel contrapunto, a que sobre lo dicho sube el valor de un Héroe en lo cantado. Ya ni aún esto tiene este glorioso Héroe que echar menos; en el mismo suelo feliz de la Nueva España, en que el valor de un Hernán Cortés en sus hazañas nace, también nace el poeta, que tan dignamente los canta; y cierto que esta vez puedo decir (sin incurrir en la lisonja) que al Héroe famoso, a hazañas tan heroicas, y a un País antes de su Conquista tan desconocido, y ahora en los dos Mundos tan celebrado, les vino un poeta tan heroico, como nacido.

Por todo lo dicho, y porque en todo este sonoro, dulce, y verídico Poema no he hallado expresión alguna opuesta a la pureza de la Fe Católica, ni a las buenas costumbres, soy de sentir se le debe dar la licencia que a V. S. pide, para que la Nación vea resucitada en nuestros tiempos aquella carta de Poetas Españoles, que florecieron en los pasados siglos. De mi estudio. Madrid Noviembre 10 de 1754.

Don Joaquín de Buedo y Girón.




ArribaAbajoLicencia del ordinario

Nos el Licenciado Don Tomás de Najera Salvador, del Orden de Santiago, Capellán de Honor de su Majestad, y Vicario de esta Villa de Madrid, Y su Partido, &c. Por la presente, y lo que a Nos toca, damos licencia para que se pueda imprimir, e imprima el Libro intitulado: Hernanadia. Triunfos de la Fe, y Glorias de las Armas Españolas. Poema Heroico, sobre la Conquista de México, que da a luz Don Francisco Ruiz de León, vecino de esta Corte: atento, que de nuestra orden ha sido visto, y reconocido, y no contiene cosa opuesta a nuestra Santa Fe, y buenas costumbres. Dada en Madrid a 18 de Noviembre de 1754.

Lic. Nájera.

Por su mandado,

Joseph Fernández.




ArribaAbajoAprobación de Don Joseph Joachin Benegasi y Luján,

Señor de los Terreros, y Valdelosielos, Regidor perpetuo de la Ciudad de Loja, y Patrono de la Capila, que en el Real Monasterio de San Gerónimo de esta Corte fundó la señora Doña María Ana de Luján, etc.


M. P. S.

Con todo el cuidado, que debe mi respeto obedecer los órdenes de V. A. y con la mayor complacencia, he leído, más de una vez, el Poema intitulado: La Hernandia: compuesto por Don Francisco Ruiz, Ingenio Americano, y hallo en muchas de sus Octavas (aún siendo muchas) profundos conceptos, no pocas sentencias, reflexiones discretísimas, y ciertos ofrecimientos de aquellos, que, no sin propiedad, podemos llamar Originales. Estos, y otros primores que omito, (por no parecer más Panegirista que Aprobante) encuentro en esta Obra; y de consiguiente nada que se oponga (ni remotísimamente) a nuestros Católicos Dogmas, rectas costumbres, y regalías de S. M. Por todo, es tan digna de ser impresa, como acreedor a ser compadecido el que la compuso; porque publicar Versos en este siglo, y exponerse a servir de blanco a los tiros de la envidia, y la ignorancia, no sé yo, que sean dos cosas.

Creeré, que sólo sobre la voz Poema, quieran, y hagan de las suyas; pero tan suyas, que no podrán impedir consiga este Libro todo el aplauso que merece (y no merece poco) entre los Críticos Juiciosos, capaces, eruditos, y desapasionados; que todo esto necesitan cuantos lo sean, para saberlo ser.

Así lo siento: Salvo, etc. Madrid y Diciembre 30 de 1754.

Don Joseph Joachin Benegasi y Luján.




ArribaAbajoLicencia del Consejo

Don Pedro de la Vega, del Consejo de S. M. su Secretario, y Oficial Mayor de la Secretaria del Consejo, y Cámara de Indias, de la Negociación de las Provincias de la Nueva España: Certifico, que habiéndose visto por los Señores del expresado Consejo un Libro intitulado: Hernandia, Triunfos de la Fe, y Glorias de la Armas Españolas, en un Poema de Verso heroico, sobre la Conquista de México, escrito por Don Francisco Ruiz de León, vecino de Nueva España, por su Acuerdo de veinte y tres del presente mes, concedieron licencia al nominado Don Francisco Ruiz de León, para que pueda imprimir al enunciado Libro, como consta del citado Acuerdo: Y para que lo referido conste, doy la presente, en virtud de lo mandado por los mencionados Señores. Madrid 31 de Octubre de 1753.

Don Pedro de la Vega.




ArribaAbajoSuma del privilegio

Tiene privilegio del Rey nuestro Señor Don Francisco Ruiz de León, vecino de la Nueva-España, para poder imprimir, y vender este Libro, intitulado: Hernandia, Triunfos de la Fe, y Gloria de la Armas Españolas, Poema Heroico, Conquista de México, por tiempo de diez años, sin que ninguna persona le pueda imprimir, ni introducir de otros Reinos, so pena de incurrir en las penas impuestas por las Leyes, y Pragmáticas de su Real Majestad: como más largamente consta de su original, a que me remito.




ArribaAbajoFe de erratas

Página 107, línea 5, despena, lee despeño. Página 180, línea 31, Cansonancia, lee consonancia. Página 190, línea última, Ta, lee tal. Página 219, en el reclamo, Animo, lee Ni. Página 302, línea 8, tu suerte, lee su suerte. Página 310, línea 30, precio, lee presto. Página 317, línea 25, despachada, lee despechada. Página 341, línea última, la, lee lo. Página 351, línea 7, afrenta, lee afronta. Página 364, línea 27, Pompa, lee trompa. Página 381, línea 3, Conquistadres, lee Conquistadores.

He visto este Libro en cuarto, cuyo título es: Hernandia, Triunfos de la Fe, Y Glorias de la Armas Españoles, en un Poema de Verso heroico, sobre la Conquista de México, su autor Don Francisco Ruiz de León, vecino de Nueva-España: y con estas erratas corresponde con su Original. Madrid, y Abril tres de mil setecientos cincuenta y cinco.

Lic. Don Manuel de Licardo de Rivera,

Corrector General por su Majestad.




ArribaAbajoTasa

Don Joseph Antonio de Yarza, Secretario del Rey nuestro Señor, su Escribano de Cámara más antiguo, y de Gobierno del Consejo: Certifico, que habiéndose visto por los Señores de él el Libro intitulado: Hernandia, Triunfos de la Fe, y Gloria de la Armas Españolas, en un Poema Heroico en Verso, sobre la Conquista de México, su autor Don Francisco Ruiz de León, vecino de Nueva España, que con licencia de dichos Señores, concedida al susodicho, ha sido impreso, tallaron a ocho maravedís cada pliego: y dicho Libro parece tiene cuarenta y ocho, sin principios, ni tablas, que a este respecto importa trescientos y ochenta y cuatro maravedís; y al dicho precio, y no más, mandaron se venda, y que esta Certificación se ponga al principio de cada Tomo, para que se sepa el a que se ha de vender. Y para que conste, lo firmé en Madrid a diez de Abril de mil setecientos cincuenta y cinco.

Don Joseph Antonio de Yarza.

En aplauso de esta obra escribía Don Joseph Joachin Benegasi y Luján este




Soneto


¡Oh! ¡Ingenio ameno, célebre, y profundo!
¿En Siglo tan fatal con Versos vives?
Pero en el otro Mundo los escribes,
Que para Versos ya no está este Mundo.
Singular es tu Numen, y fecundo,
Tanto, que en lo que dices, y describes,
Produces los conceptos, que concibes,
Con un acierto, en todo, sin segundo.
El Insigne Solís tu Norte ha sido,
Y en mucho (que no es poco) le imitaste;
¡Oh! ¡Cuánto esto sólo has conseguido!
Ya es ocioso decir te remontaste:
Porque no siendo así, ¿quién ha podido
Seguir al que seguiste, y alcanzaste?

Previniendo las repetidas, y rigorosas críticas, a que se expone en el presente

tiempo toda producción Poética, escribía él mismo las siguientes




Décimas


¿Al público y sin excusa,1
Octavas (y tantas) das?
¡Pobre ingenio! Ya verás
Lo que te va por la Musa:
¿No ves que ahora se usa?
¿No ves al Mundo al revés?
¿No ves lo que un Lector es?
¿No ves cuál muerde, y cuál gira?
¿No lo ves? Pues mira, mira,
Que han de decir que no ves.

Han de decir (maldiciendo
De hazañas, que tanto alabas)
¿Un Indiano con Octavas
Se viene a mí que las vendo?
Bien que a hombres tales, riendo,
Con desprecio has de escuchar,
Porque no hay que recelar
En obras tan especiales;
Ni por picos de animales
Se ha de dejar de sembrar.




ArribaAbajoRomance heroico en elogio de Don Francisco Ruiz de León,

natural de la Nueva España, Autor de la Hernandia, Poema Heroico, sobre la Conquista de México: Lo escribía el P. Juan de Buedo Girón, de la Compañía de Jesús.



De el Nuevo Mundo peregrina fama,
Que a Hernán Cortés llenó de inmortal gloria,
Con el Clarín de Mexicana plata,
Se hace escuchar admiración de Europa.
Del Pindo Indiano Americana Musa,
Porque a la España se creyó deudora,
Sólo en Solís de una memoria eterna
Le paga en Verso, lo que le dio en Prosa.
Apolo extraña el temple de la Lira,
Y entre curioso, y admirado entona
Doradas cuerdas de su Lira sacra,
Como quien quiere acompañar la otra,
No suena acorde, la levanta un punto,
Pero aún la Indiana suena más sonora:
De acompañar desiste, y de envidioso
No sabe Apolo ya lo que se toca.
Oye impaciente; pero a poco tiempo,
Todo embebido en la canción gustosa,
Que de la Lira al son hace escucharse,
Aún Apolo parece que se arroba.
Allí ve un nuevo Pindo Mexicano,
Oye Décima Musa más heroica,
Y casi, casi llega a tener celos,
Si habrá allí Apolo de mayor estofa.
El metro grave, el número cadente,
Puro el estilo, la expresión rumbosa,
Hacen que el Padre de la luz gradúe
Por hija de su luz tan grande Obra.
Si Príncipe jurado en los Poetas
El grande Ulises en Homero logra,
También Cortés, que no cedió en lo grande
Su Hernandia, con la Ilíada confronta.
Grande fue el hijo de la hermosa Venus,
Atlante honroso de paternas glorias,
El que salió de las Troyanas ruinas
A ser triunfante Fundador de Roma.
Grande fue Eneas, no lo niego, grande
Por sus hazañas grandes; pero todas
¿Dónde lograron inmortalizarse?
¿Quién duda fue del Mantuano en boca?
Pues suponiendo que el valor de Eneas,
Ni a las empresas, dignas de su Tropa,
En nada ceden las del grande Hernando,
Antes exceden, si en rigor se notan:
No será arrojo, que a la Eneida iguale
La grande Hernandia: Tanto se equivocan
Los Héroes de las dos en las hazañas,
Y en los que cantan, lo que los dos obran.
Si el gran Solís a números oyera
Su culta, sabia, incomparable prosa,
Tan grandemente reducida al metro,
Se envaneciera, y no con vanagloria.
Tal vez del Cielo de la Luna al Bosque
Bajó Nemeo de un León furiosa
La rugiente braveza a ser ruina
De cuanto avista, y en el Bosque topa.
Siendo al pavor de su feroz rugido
Piedras inmobles de él las fieras todas,
Y a ser, pasando de su voz al eco,
Vivientes sólo en el temblar de las rocas.
Bien al contrario en nuestra Nueva España
De Cielo superior, parece ahora,
Baja un León, que trae acá la Lira,
Que hace aún las piedras fábricas sonoras.
Viva Cortés, pues en su Hernandia eterno
Nombre consigue: eclíptica gloriosa,
Donde si es Cortés Sol, que a ella la ilustra,
El Signo de León a él le corona.
Háganse allá de los Poetas grandes,
En el Parnaso, las Estatuas todas;
O estréchense, si no, que el nuevo Mundo
A Ruiz León entre ellas pone otra.
Y si bien en el Pindo Americano
Ocupa vivo el Trono que le toca,
Como su Héroe Cortés hinchó dos Mundos,
En los dos Pindos de Indias, y de Europa.
La Nueva España ya puede gloriarse,
Restituyó a su antiguo honor, y pompa,
Sólo en la Hernandia, que León compuso,
La siempre augusta Poesía heroica.
Verán las dos Españas (¡Oh! y que tarden
En verlo mucho) lo que en Sacra Historia
Mira Sansón; y es, que un León, aún muerto,
Sabe dejar de sí dulces memorias.




ArribaAbajoOctavas jocoserias, al mismo asunto, y del mismo Autor



Mundo, Remundo, siempre Mundo nuevo,
Aunque tan viejo como nuestro Mundo;
¿Qué, ahora, me envías, por lo que te llevo,
Que por poco de asombro no me hundo?
Mucho antes me debías, ya te debo,
Te dí a Cortés, un Héroe sin segundo,
Y en la Hernandia le vuelves de tal modo,
Que con exceso me lo pagas todo.

España nueva, que en el ser de barro
Eres tan vieja, como nuestra España,
Más antigua que el año del catarro,
Si la Historia de Garibay no engaña:
México, que al Cristal hiciste carro,
En que en lo antiguo fuiste sin patraña
Paseada, o mecida en tu Laguna,
A Venus emulándole la cuna.

Pindo, y Repindo, por Americano,
Pindo, a pesar del nuestro hecho, y derecho,
Donde de regadío, y de secano
Una Helicona hay de trecho en trecho:
Hay un Pegaso grande, y otro enano,
Y hay unas Ninfas de color de afrecho,
De quien nació un Poeta ahora, ahora,
Que canta Hernandias de color de aurora.

México, Mundo, España, nuevo Pindo,
No me diréis, para excusar debate,
Si para ver tan nuevo pie de guindo,
¿Dio Helicona por riego chocolate?
Desde luego mi pobre juicio rindo,
Y a no rendirlo hiciera un disparate:
Hernandia tal, tan nueva, y peregrina,
Cosa de Indias es, pero divina.
Ya no he de hacerme Cruces, ni Calvarios,
Aunque escuche de Indias cosas tales,
Que para que entren sean necesarios
Tragaderos de bocas de costales:
¿Qué noticiones más extraordinarios
Pudieran traer de allá los Naturales,
Que decirnos, que el Pindo allá en sus Vetas
Del Siglo de Oro daba ahora Poetas?
Pues si los doctos, y la gente lega
Toman a Ruiz León en una mano,
En otra a Garcilaso, y Lope de Vega,
Y en otra al Solís, nuestro Mantuano:
Y en fin, si a tomar tantos Poetas llega,
Que se haga cada pobre centimano,
¿No dirá, sin que a nadie haga desdoro,
Que su Hernandia es también del Siglo de Oro?
¡Oh gran Ruiz de León, que haces felices
Con tu Hernandia los hechos inmortales
De Cortés, cuya fama echó raíces
En la vaga región de los Corales!
¿Cuándo a la Nueva España en las narices
Volverá a dar de Poesías tales
El suave olor, que cuando así le eleva,
Tras si Musas, y Sátiros se lleva?
¿Y qué esperanza quedará en las vetas
De Nuestra España, aún cuando lleven netos
Como granos de Oro los Poetas,
Si a ti te echasen por los vericuetos?
Si las Hernandias, siendo tan perfectas,
Y trayendo de Indianas los respetos,
No alcanzan premio, honor, séquito, estima,
¿A qué Poeta no causará grima?
¡Oh España! ¡España! Al fin es dura cosa,
Que hayas venido a ser la Monarquía,
Que tiene sólo entendimiento en prosa,
Sin querer entender en Poesía:
¿Son los Poetas gente contagiosa?
¿Pues por qué les tenéis antipatía?
Pero no lo digáis ya, lo barrunto,
De México, aún allí, les falta el unto.
De esto a la Hernandia, no se le dé nada,
Que venir de Indias, sin traer dinero,
Clara es señal de ser predestinada;
Llevárase la gloria por entero:
Si tu moneda ver bien empleada
Quieres, Lector de asiento, o pasajero,
Compra la Hernandia, emplea tus pesetas,
Que es de honrados dar honra a los Poetas.

Hernandia

Poema heroico




ArribaAbajoEpílogo

Después de los descubrimientos del Adelantado Cristóbal Colón, y del Capitán Francisco Fernández de Córdoba: pacificadas las Islas del Mar Atlántico, convoca Diego Velázquez en la de Cuba los principales de ella para el propio fin, y con los Vasos, que tenía prevenidos, sale Juan de Grijalba a la empresa. Habiendo descubierto varias Costas, llega al Río de Banderas, donde estuvo a pique de perderse uno de sus Capitanes en batalla: después de otros accidentes, por reclamo de su Gente, vuelve a Cuba, y halla desabrido a Velázquez, porque no hizo la Población. Con mejor disposición envía éste a Hernán Cortés por Cabo de ella: dase noticia de quien era, su calidad, valor, y el estado en que se hallaba. Sale de Cuba, engruesa su Ejército en las Villas de la Trinidad, y de la Habana, y padece persecución de sus émulos, que consiguen descomponerlo con Velázquez. Sosegadas éstas, hácese a la Vela, padece un fuerte temporal, y arriba a la Isla Cozumel, donde empieza a sembrar la semilla de la Fe, hasta dejar en un Templo colocada una Imagen de María Santísima, nuestra Señora.






ArribaAbajoCanto primero




Argumento


Sigue Velázquez el Descubrimiento
De las Indias: Suceso en que tropieza:
Da la suerte a Cortés: su nacimiento,
Su inclinación, sus partes, su nobleza.
Sale de Cuba, corre el Mar violento,
Arriba a Cozumel, en donde empieza,
Con desprecio de Lete, a quien da espanto,
A introducir el Evangelio Santo.



1 No canto Endechas, que en la Arcadia umbrosa,
Al vasto son de la Zampoña ruda,
Lamenta a la Zagala desdeñosa
Tierno Pastor, para que a verle acuda:
Delirios vanos de pasión odiosa,
Que a la Alma ciega, y a la lengua muda
Dejan, cuando explicados, o sentidos,
Roban el corazón por los oídos.

2 No los ocios de rústica Montaña,
Donde de Albogues al compás grosero
Guarda su sencillez, y su Cabaña
De asechanzas, y lobos el Cabrero:
No de la Vid, o Mies, Pámpano, y Caña:
No de la Abeja, laborioso esmero,
Dan aliento a mi voz, pues hoy con arte,
Estragos canto del sangriento Marte.

3 Las Armas canto, y el Varón glorioso,
Que labrando a sus manos su oportuna
Suerte, constante, diestro, generoso,
Sobre los Astros erigió su cuna:
Héroe Cristiano del valor Coloso,
Que triunfó del destino, y la Fortuna,
De sus Proezas blasón, de España gloria,
Campeón insigne, de inmortal memoria.

4 Aquel, que al Quinto Carlos, que venera
El Sol, a costa de un afán profundo,
Porque en un Mundo solo no viviera,
Le hizo Monarca de otro Nuevo Mundo:
Como diciendo en sí: Desaire fuera
En mi Rey, y en mi aliento sin segundo,
Si teniendo un Cortés la ardiente Zona,
No se enlazara en ambos su Corona.

5 Acción heroica, que en rara empresa,
A cada paso muestra prodigiosa
Una Proeza gentil, que más la expresa,
Y una Facción en cada punto honrosa:
Todo fue fruto fiel, con que embelesa
La atención, su lealtad pundonorosa,
Donde obraron, con émulo ardimiento,
Tanto su Espada, como su talento.

6 Sangrientas Guerras, canto de terribles
Generosas Cuchillas Españolas,
Cuyos cortes veneran invencibles,
Iguales las Campañas, y las Olas:
Arduos Encuentros, Cóleras horribles,
Que competirse pueden ellas solas,
Cuando la furia desprendió sus manos
Entre Españoles, y entre Americanos.

7 Cese ya del Mantuano la Quimera,
Que en la Épica, con docta fantasía,
Pintó; pues hoy admira verdadera,
Serie mayor de intrépida osadía,
Cuyos ecos la Fama vocinglera
Dio a sus Clarines, porque su armonía,
Difundida al ambiente en nueva Pompa,
Fuese animado aliento de su Trompa.

8 Borren desde hoy los Julios, y Escipiones,
Alejandros, Pompeyos, y Aníbales
De Roma, y de Numancia los Blasones,
De Cartago, y Farsalia los Anales:
Que más heroicos célebres Campeones
Obscurecen sus Timbres inmortales,
Cuanto va de vencer lo que es factible,
A reducir al Acto lo imposible.

9 Calle también la envidia, cuya saña
Perder intenta las plausibles glorias
De la siempre feliz triunfante España,
Por usurparle al tiempo sus memorias:
Y su orgullo voraz por justa hazaña,
Transformando en Padrón de estas Victorias,
Contra sí vuelva, y en venganza grave,
Nuevo Perilo con su industria acabe.

10 No eran, como los finge, desvalidos
Miserables los Indios, y desnudos,
Pues la malicia los halló advertidos,
Si acaso fueron al cultivos rudos:
Ni hizo falta otro estudio, que entendidos,
Sin él salieron para el Mundo agudos,
Que siempre al mal, que al hombre se adelanta,
Sobra Doctrina: ¡Así no hubiera tanta!

11 Ardides raros, choques rigorosos,
En Militares fieras invasiones
Pensaron sabios, dieron animosos,
Dejando envidia, y Fama a sus acciones:
Y excediéndose en artes belicosos
Unas a otras, astutas sus Naciones,
No echó menos en ellos la Milicia,
Ni la ferocidad, ni la pericia.

12 A tanto Asunto, Numen más canoro,
Inflamado en los raptos de la mente,
Era debido, que con cuerdas de oro
Cantase asombros de su continente:
De la docta Hypocrene al sacro Coro
Precisaba su número cadente,
Y aún fuera corta Lira en esta parte
El mismo Apolo, para el propio Marte.

13 Empeño grave, mas honroso empeño,
Que aunque Gigante oprima débil hombro,
No ha de privarle su robusto ceño
De la Oliva, que emprende justo asombro:
Negar podrá su Lauro al desempeño,
Mas el mérito no, y así le nombro,
Porque no siempre se halla al alcanzarlo,
Alguna vez se logra al intentarlo.

14 Sólo impedir pudiera la osadía,
El admirarlo escrito con esmero,
De pluma, que venera la Fe pía
De culto Patrio, y émulo Extranjero:
Lo que descubrirá en su simetría,
Con torpe pulso su buril sincero,
Será en un rasgo su mayor grandeza,
Pues lo estará tratado aún con bajeza.

15 No de vil interés ciega codicia
Mueve en la mano fatigado vuelo;
La razón, la verdad, y la justicia,
Le dan impulsos a escalar el Cielo:
A las Orlas, que sigue la pericia,
Aspira humilde, cuando más su anhelo,
Quedando bien premiada su fatiga,
Si grata cumple, lo que amor obliga.

16 ¡Oh! En honor ceda del Autor Divino,
Y de la Fe su triunfo, en alabanza
Del Católico Atlante peregrino,
Blasón, que él sólo merecer alcanza:
Y en loor de la Nación, cuyo destino
En ser Escudo de su Ley se afianza,
Venciendo con arrojo, y bizarría
La cautela, la envidia, la herejía.

17 Tu Piéride sagrada, heroica Clío,
Cuya voz es Imán dulce del viento,
Con tu furor inflama el labio mío,
Haciendo menos bronco su concento:
Y pues me ofreces para el Canto brío,
A mi tibieza vístele ardimiento,
Esté al influjo, con que tu Aura inspira,
Para Héroe tanto, más capaz la Lira.

18 Vos, Católico, Excelso, Sacro, Recto,
Sexto Fernando, de la Fe robusto
Gran Defensor (que en Gótico Dialecto
A esto equivale vuestro nombre Augusto)
Mostrad serena frente al noble afecto,
Que en metro rinde reverente susto:
Atended en el plectro repetido,
Lo que mejor en Bronce está esculpido.

19 Entre amor, y respeto la fatiga,
Ni omitir, ni olvidar puede el indicio,
Que la aparta una vez, muchas le obliga
Al estudio, que ofrece en Sacrificio:
¿Qué en esta Historia nuevo habrá que diga,
Si de aquella no logra el desperdicio?
Más Víctima pequeña, si se alienta,
Con repetir el voto se contenta.

20 Escuchad, pues, benigno, si al cuidado,
De cuya alta atención dos Orbes penden,
No impiden leves plumas, que al sagrado
Afán, hasta escalar el Sol ascienden:
Por Vos, Señor, emprenden vuelo osado,
Ansias, que por serviros no se entienden;
Y pues ellas animan las memorias,
Oíd de los vuestros inmortales glorias.

21 En aquella feliz Era dichosa,
En que el Cielo apagó las turbaciones;
Que en Europa, imprudente sed celosa
Forjó en cizañas, y limó a traiciones:
Cuando la paz con inquietud gozosa,
Rebosando festiva a las facciones,
Hizo, a pesar de hidrópicos respetos,
En los rostros visibles los afectos.

22 Cuando el Pimpollo de Austria, el Poderoso,
El Quinto Carlos, triplicó adorado,
Mural, Cívica Grama, al generoso
Regio Laurel, de España proclamado:
Contando Delio al giro presuroso,
Que el primer Moble en curso ha devanado,
Del Sol, que en Virgo disfrazar promete
Años mil y quinientos diez y siete.

23 Cuba, Isla fértil, que Pensil hibleo
El Atlántico Mar con Perlas ata,
Y al apacible arrullo del mareo
Mece entre cunas de coral, y plata:
Sujeta al yugo, que Español emplea
Impuso a su cerviz con mano grata,
Adoró nuevo Sol en su recinto,
Con el aspecto del Planeta quinto.

24 Diego Velázquez (luego adelantado)
Con blanda Paz la Fuerza gobernaba,
Que ató Colón, Caudillo celebrado,
A quien la Fama con razón alaba:
Aplauso justo, por haber hallado
Un Mundo Nuevo, donde el otro acaba,
De cuyo rumbo le dejó las huellas
Impresas a Cortés en las Estrellas.

25 En ésta, más que entre las tres restantes
Islas, que entonces eran conquistadas,
Santo Domingo, Portorrico, y antes
La de Jamaica, todas ya repobladas:
Se difundió el rumor de las distantes
Tierras, primero creídas, que miradas,
Pues no es nuevo en los hombres el arrojo
De creer, no a la verdad, sino al antojo.

26 En tal sazón Velázquez, asentado
El crédito común, en Pensamientos
De mayor Jerarquía va esforzado,
Al asunto, que elevan sus intentos:
Ya en sus progresos se haya embarazado
De tener Superior; que los aumentos,
Una vez que empezaron la grandeza,
Fuerza es que sigan su naturaleza.

27 Para este fin, los Deudos, los Amigos,
Los Cabos principales solicita,
Deseando hacerlos cómplices, testigos
En la empresa, que activo facilita:
De la felicidad son enemigos
Los ocios, (dice) y tanto se limita,
Que cuanto a los sudores acercando,
Se va de la Pereza retirando.

28 Nada de valde ha dado, aunque absoluta
De pródiga la acusan vanos celos,
Que sus bienes avara los permuta
A precio de fatigas, y Desvelos:
Más tal cual vez se hechiza sin disputa,
Enamorada de atrevidos vuelos,
Dejándose robar; que, aún con los Reyes;
La Fortuna también tiene sus Leyes.

29 ¿Qué ha hecho famosos tantos Capitanes?
¿Qué Héroes el Mundo mira Soberanos
Sino haberla comprado con afanes,
O haberla arrebatado por sus manos?
De los Marciales rojos Tafetanes
La memoria, que buscan los humanos,
Es la más singular, porque atrevida,
Se compra a desperdicios de la vida.

30 ¿Cuántos se han entregado a Golfo incierto,
Por descubrir la altura a su destino?
El náutico Gabeoto rompió experto
Al Sur ignoto, Rostro cristalino:
Emerico Vespuchi encontró el Puerto,
Que Véneto a su Quilla le previno;
El Genovés Colón entró triunfante,
Con el Argos mejor, más adelante.

31 Pues ¿qué esperamos, cuando el Cielo ofrece
Campo más dilatado a nuestra Espada?
El alto fin es siempre, el que ennoblece
La acción, que por sí sola es atentada:
Notorio es el rumor, con que encarece
Esa nueva Región tan decantada;
A conquistarla, cuando allí asegura
Vida mejor, labrada a la Ventura.

32 Para esto, pues, dispuestas prevenciones
Tengo, de Bergantines, y Bajeles,
Con Pertrechos, Sustentos, Municiones;
Sólo pretendo Confidentes fieles:
Con vuestro acero ganaré Pendones,
Que orden de nuestro César los Laureles;
Ni en la respuesta puedo poner duda;
Cada uno es fuerza, que a quien es, acuda.

33 Encendidos los ánimos aquietan,
E impacientes las órdenes aguardan,
A Grijalba por Cabo se sujetan,
Y sin más detenerse, creen que tardan:
Montejos, y Molinas, Vasos fletan,
Los Alvarados menos se acobardan,
Que como es a medrar, en tal estrecho
Suple las fuerzas de la mano, el pecho.

34 Júntase un Escuadrón proporcionado,
Si fuera para el País, en que se intenta,
Pues del diestro Piloto, hasta el Soldado,
A trescientos no llega, si se cuenta:
Corto parece, más multiplicado,
Otro guarismo su extensión aumenta;
Pues cuando España su furor reparte,
Cada Español Ejército es a parte.

35 Así a la Empresa corre la fatiga,
Hasta dejarla con cabal apresto;
No hay cosa que Velázquez no consiga,
Cuando hecha Leal con su caudal el resto:
Y aunque no falta voz falaz, que diga
Que no fue suyo todo lo dispuesto,
No le debe borrar la Gloria en suma,
Informe fácil, u odio de la Pluma.

36 Al fin, por el aliento, que convoca
A la esperanza, con mayor fortuna;
Unos a otros se impelen, pues provoca,
A pocos la Ansia, y a los más la Cuna:
Ya el Ferro levan de la dura Roca,
Y a la Espuma entregándose importuna,
Vuelven la Popa, que a la Mar anhela,
Y pierden la Isla, con el Remo, y Vela.

37 Por seguir de Fernández la Jornada,
Desde Cotoch, a Cozumel descubren,
Cobran el Rumbo para la deseada
Costa de Yucatán, que luego cubren:
Aquí la propia Sangre derramada
Vierten, con la venganza, que la encubren;
Que Llaga, que al enojo se convida,
Siempre está fresca por su misma herida.

38 Llegan, vueltos al Mar, al caudaloso
Río de Tabasco, que por dos Gargantas
Vomita al Golfo, su ímpetu espumoso,
Ya que hollarle no puede con sus Plantas:
En él sus Buques cortan el undoso
Margen, y en sus Riberas, Villas tantas
La vista finge, que su Fe importuna,
Más de sí aguarda, que de la Fortuna.

39 No tan alegres, que no encuentren luego
En los dos Elementos diferentes
Prevenidas Cuadrillas, que el sosiego
Bebiendo están a entrambos Continentes:
Y con tal aparato en su despego,
Que en las manos las Armas impacientes,
Antes que lleguen al horrible estrago,
Ya están chorreando sangre en el amago.

40 Mas el Caudillo, consiguiendo aquella
Admiración, que juzga cobardía,
La Playa doma, tanto con la huella,
Como con respetable Artillería:
Ordena cauto, que no se use de ella,
Hasta ver de los otros la osadía,
Cuya acción recatada al ir llegando,
Viene el mismo silencio publicando.

41 Por un Bárbaro, diestro en el lenguaje,
Saber les hace lo que allí pretende
Mas como es sujeción, y vasallaje,
Aunque bien se percibe, no se entiende:
La Paz quieren al fin, y no el ultraje;
Porque ¿a quién pueden (si en razón se atiende)
Por más que la cultura le despoje,
Darle a escoger, que lo mejor no escoge?

42 A la siguiente Aurora, con festivo
Rumor, la solemnizan, y aclamando
Al Rey Don Carlos, sólo su expresivo
Eco, se escucha de uno, y otro Bando:
Despídese Grijalba; y a su arribo
Otra costas el gusto va mirando,
En que el engaño dulces finge Escenas,
Y los Peñascos pasan por Almenas.

43 Prosiguen su derrota, satisfechos
De que al recurso dejan sus Aliados;
Mayores Islas ven, y en los Repechos,
Por Capiteles corren los Nublados:
Así los sueños al amor derechos
Dejan a los sentidos engañados;
Y así el afán, en cuanto ansioso busca,
Con voluntaria ceguedad se ofusca.

44 De las Banderas en el Río (apellido,
Que tomó de las muchas, que tenía)
Más que a las Armas, deben al pulido
Esmero de extranjera Bujería:
De los Indios el Oro desprendido,
Pasa después a Cárcel más impía,
En que equivoca el culto adoraciones,
Y Víctima, y Deidad une en prisiones.

45 Otras Isletas luego, en los indicios
De poco nombre, tales se divisan,
Y a la inmediata de los Sacrificios
Saltan apenas, cuando penas pisan:
Muestra el horror sangriento desperdicios
De humanos Holocaustos, que precisan
A la Parca severa esquivos plazos,
Y están más vivos, cuando en más pedazos.

46 No así veloz la Planta se retira
Del precipicio, que la Cima ofrece,
Cuando por el Relámpago, que admira,
La misma luz le asombra, y desvanece:
Como la Escuadra de la infame Pira
Se aparta del pavor, que la enmudece,
Que el de la muerte pavoroso filo,
Es otro idioma, que habla en otro estilo.

47 Del terreno se mudan detestable,
No entiendo si se hacen a la Vela,
Aquel acento, que por formidable,
Al más dormido siempre más desvela:
Un Islote descubren, que expectable
Se hizo después a la Marina Escuela,
Por seguro, y no grande, que a un empeño,
Suele ser memorable lo pequeño.

48 Breve espacio su Cala (retirada
De aquella Tierra firme) Surgidero
Capaz enseña, próvida Ensenada,
Al tardo Buque, y al Timón velero:
A aqueste, por la voz mal pronunciada
De un Isleño, en la Costa, que primero,
En frase de quien reta, habló Culúa,
La llamaron después San Juan de Ulúa.

49 Aquí tienen los Nuestros lisonjera
Noticia, que equivoca lo dudoso,
Al escuchar, que su Región impera
Un Supremo Monarca Poderoso:
Señor de todo el Orbe le venera
Su Occidental Imperio numeroso,
Y entre Oro, y Ámbar, con que se perfuma,
Es Deidad en sus Dioses Moctezuma.

50 Bien a poblar quisiera detenerse
El Español; mas viendo limitada
La Orden, por ella llega a suspenderse,
Cuando pudiera hacerlo con la Espada:
Vuelve Alvarado a Cuba, por rehacerse
Para la Población ya destinada;
Y él dando al Golfo sus ligeras Proas,
Surge veloz al Río de Canoas.

51 Este nombre le dio la valerosa
Resolución de aquellos Naturales,
Descargando en los nuestros numerosa
Lluvia de Plumas, y de Pedernales:
Con tal intrepidez, que su fogosa
Ira ya los juzgó Triunfos fatales;
Pues a un Vaso pudieron (fuertes garras)
Anudar Cables, destrozando Amarras.

52 Hazaña prodigiosa, si Fortuna
Les hubiera ayudado; pero luego
Los Españoles vuelven oportuna
Carga, y los ciegan con metralla, y fuego:
Sacuden invasión tan importuna,
Y siguiendo el alcance con sosiego,
Tanto ardor ponen, que quedó indeciso,
Entre fuego, y espumas, tanto viso.

53 Aún sin ver apagado su coraje,
Levan las Anclas, toman las derrota,
Hasta que el paso corta del paraje
Un Peñol, que es del Mar verde Garzota:
Promontorio soberbio, que su ultraje
Venga en el Golfo, cuando más le azota;
Como que embates fuertes solicita
Cobrar, lo que usurpado aquel le quita.

54 Por doblar este Cabo, la paciencia
Toca el extremo de fatiga impía;
¡Qué mucho si le hace resistencia
Escollo rico, que por tal porfia!
Previendo del peligro la evidencia,
Que apuró con esfuerzos la osadía,
Sus protestas renuevan los Pilotos;
Bien que inducidos con ocultos votos.

55 Con acuerdo de todos, impaciente
El General, al disimulo atento,
Reservando la queja interiormente,
La vuelta manda publicar violento:
Discurre desabrida aquella Gente,
Y en los Buques escaso el alimento,
Con que por no rogar a presumidos,
Pone las Quillas en sus propios Nidos.

56 Pocos días antes Alvarado había
Soldados, y noticias derramado;
El despecho Velázquez reprimía,
Siendo lo mismo, que él había mandado:
¡Quién en sus obediencias se confía,
Contra un poder celoso, y obstinado,
A salir bien, si quiere su imprudencia
¡Calificar delito la obediencia!

57 Nadie, mirando tales veleidades,
Podrá acertar, aun cuando más sirviere,
Pues el mayor en sus felicidades
Reserva el fin que manda, y que más quiere:
Sólo conseguirá seguridades
El que a una de dos cosas se atreviere;
Que es, esperar gustoso su tormento,
O adivinar de aquél el pensamiento.

58 Por no hacerlo le acusa negligente
Velázquez, en acción tan importante,
Y mirándolo activo, y obediente,
En impaciencias tiñe su semblante:
A su primer designio prontamente
Mira, enmendando lo que ve constante,
Porque nadie de su hecho satisfecho
Está, hasta que a su gusto sale el hecho.

59 Diez armados Bajeles en el Puerto
Están para la empresa prevenidos;
Sólo el temor no encuentra Jefe experto,
A cuyo cargo vayan conducidos:
En la nueva elección vacila incierto,
Temiendo hacer quejosos, o sentidos;
Mas ¡cómo no ha de estar, si una tardanza,
Aún al que es más cobarde da esperanza!

60 Amador de Larez era allegado;
¿Qué es lo que pudo hacer? Lo que hizo Duero;
Ver a Velázquez, hasta que arrestado
Fiase a Cortés, lo que pensó primero:
Consigue la estrechez, que declarado
El Voto, por aquel, le halle el esmero,
Aún sin juzgarlo; porque así se vea
Como sube, quien menos lo vocea.

61 Era Cortés, ¡oh Musa! ¿Qué irritado
Numen, que opuesto a sí genio Divino
Tuvo tanto Héroe, para que penado,
Los rigores probase del destino?
Esto es delirio, pues si fue envidiado,
Era fuerza correr este camino;
Que aunque vence el virtuoso, siempre lidia
Contra odio, contra engaño, contra envidia.

62 Sabio el Cielo permite desiguales
Sucesos, que ejerciten los humanos,
Porque en la unión de bienes, y de males,
En nuestro bien se cumplan sus Arcanos:
Su providencia los dispone tales,
Que viviendo conformes los Cristianos,
El dichoso no quede envanecido,
Ni el infeliz, por serlo, perseguido.

63 Así Hernando Cortés, en este caso,
Ambos extremos toca, porque asombre,
Ver perseguido un hombre al primer paso,
Que Fortuna le erige alto renombre:
A la Aura popular sigue el fracaso,
Con que la envidia le marchita el nombre;
Pues en lo activo le halla delincuente,
Y lo ingrato le nota en lo paciente.

64 Medellín, Villa noble (ya famosa)
De Extremadura, mereció oportuna,
Con ilustre ascendencia generosa,
Prevenirle Blasones a su Cuna:
Martín Cortés Monroy, casta su esposa
Catalina Pizarro, a su fortuna
Principio dieron; fiando a su entereza
Educación, virtud, celo, y Nobleza.

65 En la flor de la edad, cuando borrados
Del Bosquejo los índices pueriles,
Naturaleza deja retocados,
Con sazones de Eneros, los Abriles:
Halló los suyos bien iluminados
De aquellas buenas Letras, que sutiles,
Son ingeridas al Entendimiento,
Vida del Alma, y Alma del talento.

66 Por fuerza oculta, que en su pecho ardía,
Y a Marciales estruendos le llamaba
Un no sé que, que el Alma le decía:
A la Guerra, a la Guerra se inclinaba:
¡Oh impulso grande de la simpatía!
¡Cómo ya el corazón le adivinaba,
Que en la escuela de Marte había su acero
De ganar a su Rey un Mundo entero!

67 Con este fin sus Padres, diligentes,
A Indias le enviaron, donde gobernando
La Isla Española, y otras adyacentes,
Se hallaba un deudo suyo con el mando:
Sus verdes años fueron tan prudentes,
Estimaciones, y opinión ganando,
Que, como Deudo no (¡o fuera el primero!)
Le atendió Ovando como Caballero.

68 Pero viendo aquesta Isla sosegada,
No pudo superior impedimento,
Ni la Fama a sus manos alcanzada,
Desvanecerle de su noble intento:
A proseguir la Guerra comenzada
Le llevó a Cuba su Marcial aliento;
Pues pechos como el suyo, no apetecen
Más honor, sino aquel que ellos merecen.

69 En breve aquí su Brazo, y su cordura,
Le acreditaron del mayor en todo,
Fiando de su conducta la ventura,
Que su prudencia consiguió con modo:
En su mano el acierto se asegura,
Sin que la emulación le encuentre apodo:
¡Tanto puede Fortuna, cuando intenta
Ensalzar al Alumno, que alimenta!

70 Galán, sin los melindres de adornado;
Valiente, sin alarde presumido;
Liberal, sin jactancia de envidiado;
Cortés, con atenciones de entendido:
Discreto, que habla puro, y no afectado;
Afable, que no adula por rendido;
Sobre talle gentil, denuedo airoso;
Joven edad, y aspecto generoso.

71 Tanto aplauso ganaron, que ya ufano
En Nudo Conyugal (no sin empeño,
Que venció cuerdo) pudo de la mano
De Catalina Suárez verse Dueño:
Fue del Gobernador asunto vano;
Pero cediendo a la razón el ceño,
Discreto, hasta en amar, dispuso Sabio
Retornarle en Servicios el agravio.

72 Noble estrechez, y fiel correspondencia,
Hizo en aquel después, que fervoroso
Le ofreciese, con grata confidencia,
Entre los Grandes puesto ventajoso:
Y bien que fuese premio, o conveniencia,
A que aspira gentil afecto airoso,
Más que el uno premió con ofrecerle,
Hizo el otro con sólo merecerle.

73 Éste era, y así estaba, cuando el Cielo,
Por sus ocultos juicios, le previno
Para la acción mayor, que pasmó al Suelo,
En los arrojos de un feliz destino:
Y entonces en Velázquez el recelo
Introduce la Envidia; que es camino
Trillado el denigrar, cuando se encona,
Antes la Fama, luego la Persona.

74 Pluma afirma, que alzado con la Armada,
Le niega en este Estado la obediencia;
Júzguelo la razón, cuando enlazada,
Sin queja en ambos, hay correspondencia:
No satisfecha, quede despreciada
Su presunción, pues cuando no hay congruencia,
Se debe recelar borrón sangriento,
Si no de la Conquista, del Talento.

75 Doraba el Sol al Escorpión helado,
Que si es Casa de Marte belicoso,
Pudo, quedando de Oro iluminado,
Lucir benigno influjo más piadoso:
Con tal aspecto el ánimo alentado
Del Héroe, en todas partes oficioso,
Quisiera hallar los brazos de Briareo,
Y aún fueran pocos para aquel empleo.

76 Unos aquí de Víveres cargados,
Otros con Lanzas, otros con Fusiles,
Llegan a bordo, cuando desalados
Embarcan los demás sus Escaupiles;
Allí con Municiones fatigados
Sudan, aún los alientos juveniles,
Hierbe el afán, el gusto, hierbe la obra,
Y si no es el descanso, todo sobra.

77 Así un Bajel, y otro Bajel se mece,
Apartada la Quilla de la Arena,
El Cristal se divide, o se estremece,
Cuando el timón su tez salada enfrena:
Ya a Cuba de la vista desparece
El humo denso, que en el Golfo truena,
Al pronunciar la Pieza embravecida
Con retumbante voz la despedida.

78 Responden los Clarines en la Playa,
Y de todos la ronca vocería,
Hasta los Cielos el contento ensaya
Al buen viaje, que grita su alegría:
Con Viento en Popa las Espumas raya
La Armada, cuando el Leste la desvía:
Ya nada se divisa, y su desvelo
El Camino del Agua ve en el Cielo.

79 Corta felice, Capitán glorioso,
El Mar, que domas hoy Colón segundo,
Cuando vas a ganarles valeroso
A Dios un Reino, y a tu Rey un Mundo:
¡Oh grande España! Mas ¿adónde ansioso
El Numen se enardece furibundo?
Arrebató al amor la Fantasía,
Creyendo que miraba, y no escribía.

80 Llegan a Trinidad, y en rimbombantes
Ecos, la Caja da de Marte señas;
Alístanse, Gonzalos, Escalantes,
Portocarreros, Dávilas, y Urueñas:
Los Alvarados cuatro, los Infantes;
Hernández, Sandovales, Mejías, Peñas;
Los Velázquez de León, con más concurso,
Que a dudar más, no deja ya recurso.

81 Con aquellos esfuerzos, el contento
A los semblantes brota su confianza,
Dando la aclamación, y el ardimiento
Albricias del acaso a la esperanza:
Cuando fatal un raro movimiento
De Velázquez revienta la asechanza,
Pretendiendo en la Habana su porfía,
Cortar los vuelos al que ya subía.

82 Apenas, pues, del Puerto de Santiago
Huyen las Popas, cuando la cizaña
Clava sus puntas al primer amago,
Porque siempre al ausente más empaña:
Ya le llama Traidor, ya juzga estrago,
El que nació designio para hazaña,
Y no encontrando la razón indicios,
Forma el engaño delincuentes juicios.

83 Violento, porque estaba apasionado,
Sin buscar la verdad con furia insana,
Revocó el nombramiento antes firmado,
Y despachó por él Vela tirana:
Al fin su intento todo murmurado
Se vio de los Soldados, y la Habana:
Que es candidez pensar, que los arrojos
Puedan cegar la luz de muchos ojos.

84 ¡Qué no sufrió de injustas presunciones!
¡Qué no sintió de osadías insolencias,
Poniendo su prudencia en opiniones,
Dejando su opinión en imprudencias!
Mas con el pecho igual a las acciones,
Venciéndose, venció torpes violencias:
¡Oh grandeza! ¡Oh constancia! Y cuanto encierra
Aquella, en que os vencéis, honrosa guerra.

85 ¿Cómo tan al principio (generoso
Caudillo) vuelas con cordura cana,
Adonde llega apenas perezoso
Afán, cansado de la edad anciana?
Mucho es lo que promete el portentoso
Fondo de una refleja, que temprana,
Atrás deja más célebres destrezas:
¡Oh! ¡Cuál acabarás, cuando así empiezas!

86 Y ¿cómo ha de poder vuelo grosero
De pluma tan pequeña remontarse
A Región Superior, donde altanero,
Del Tonante el Garzón llegó a cegarse?
Si a tus hechos no alcanza dulce Homero,
¿Ella qué hará? ¿Dejarlo? No. Alentarse:
Si aquel no acierta, forma el Silogismo,
Pues para errar, cualquiera hará lo mismo.

87 España, tú, mi Rey, hacen factible
Copia, que fue imposible a mis bosquejos;
Porque ¿quién retrató lo inaccesible,
Donde, en vez de colores, ve reflejos?
Mas al Amor, ¿qué cosa fue imposible?
Al mayor tiene tal, sólo a lo lejos:
Tengo en sus plumas, si él me da sus alas,
Lienzo, pincel, matices, luces, galas.

88 Mano al Retrato, que si suave inspira
Apolo el Numen, no ha de andar escaso,
Si al tiento Tabla, si al concento Lira,
Pulso, y Voz van por cuenta del Parnaso:
Que en Proezas de Cortés, que el Mundo admira,
Aunque pasmado están a cada paso,
Debe aquel de tributo, dando pruebas,
Canoro hacerlas en el Metro nuevas.

89 Desvanecidos los impedimentos,
Que en cobarde aprehensión el susto abraza,
Y embarcados copiosos Parlamentos,
Otras disposiciones cuerdo traza:
A los nueve Bajeles nombra atentos
Cabos, la Nobleza no embaraza,
Porque distingue bien la conveniencia,
Que a la Sangre le dan ira, y prudencia.

90 Mientras el plazo llega a la partida,
Pasan muestra, ocupando sus oficios,
Con la Espada al manejo les convida,
Para adiestrarlos en sus Ejercicios:
Aquí el Mosquete, más allá la Brida,
A la ofensa, y resguardo dan indicios:
Quinientos sólo son: ¡valor profundo!
¿Quinientos hombres a ganar un Mundo?

91 No cuente Atenas como acción extraña,
Que venciesen diez mil, con osadía,
A trescientos mil Persas, que en Campaña,
En la Batalla Maratonia había:
Si es uno para treinta, no es hazaña:
Ésta sí es admirable bizarría,
Pues a cada uno la India dio valiente,
A dos millones, y sobró la Gente.

92 A aquestos, pues, les llega el venturoso
Día de dar los Vasos a la Vela;
Del Cielo imploran el favor piadoso,
Que en causa suya su cuidado cela:
Alzando Cables, bogan el undoso
Piélago, en donde dura Lona vuela
Tan veloz, que sus Quillas juzgó graves
Neptuno, tal vez Nubes, tal vez Aves.

93 Ufanos doman la robusta espalda
Del Seno Mexicano, que apacible
Muestra en los rizos Copos de su falda,
Que aún el Diamante sabe ser flexible:
Mas pasando su Armiño a verde Gualda,
Y entumeciendo poco a poco horrible
Su faz rugosa, túmido se alienta,
Adelantando el susto a la tormenta.

94 Eolo desata de su Gruta opaca
El voluble Escuadrón, que en silbos roncos
Rompe los Montes, con que más lo atraca,
Y Escollos parte, cuando vuela Troncos:
Retirase el Alción de la resaca,
Busca el Echeneis los Peñascos broncos,
Y los mudos Delfines testifican
El tiempo, que, avisados, pronostican.

95 Brama helado Aquilón, y con Nublados
Densos, manchando la Región vacía,
Deja con negras sombras anegados
La Tierra, el Mar, el Mundo, el Cielo, el Día:
Al estruendo vacilan desquiciados
Ambos Ejes a tanta batería,
Y en ellos el Celeste Pavimento,
Ya titubeante, disputó el asiento.

96 Al Atlántico enviste proceloso
A trasegar en sus ocultos senos
De Amphitrite el Palacio Cavernoso,
Donde Ovas lame, si fulmina truenos:
Éste, encrespando rizos espumoso,
Diáfanos Montes mueve de ira llenos,
Y por tragarle, cuando lo sofoca,
De Cristal abre la cerúlea boca.

97 Volcán de Plata, que a la ardiente llama,
Con que el Bóreas el vientre le alimenta,
Preñado del ardor en que le inflama,
Por bocas mil intrépido revienta:
Cuanta Concha, Coral, Ova, y Escama
Guardó en sus Lamas, al Impíreo avienta,
Siendo la Nieve, que en sus Ondas riza,
De espuma cana cándida ceniza.

98 No sólo ya las gotas, y Corales
Al Huracán colérico le arroja,
Al ver que desgajado en sus raudales,
Su Cerviz trunca, si su Espalda moja:
Con erizadas Picas de Cristales,
Las Nubes y los Vientos desaloja,
Y cuando Aguas con Aguas se conmueven,
Llueven los Cielos, y los Mares llueven.

99 El Golfo brama, y entre los Moncayos,
Que forma hinchada tanta dura Roca,
Del Aire anega los flamantes rayos,
Que ráfagas de Luz su ira provoca:
El reflejo, que bebe en sus desmayos,
Relámpago brillante le sufoca,
Y del trueno ominoso el estallido
Le responde con ecos de bramido.

100 Así turbado el Seno Mexicano,
En undoso Sepulcro sumergido,
Dejar presume del valor Hispano
El Velamen, dos veces oprimido:
Ya deshecha la Armada mira en vano
Cortés, su celo, su fervor perdido,
Y entre Sirtes, vaivenes, y asechanzas,
Anegadas en flor sus esperanzas.

101 Como suele veloz Pirata errante,
Calzando Velas de ligera Pluma,
Escalar el Cenit tras la volante
Garza, y bajarse con violencia suma:
Tal en las Ondas tanta Naufragante
Popa, con alas de salobre espuma,
Mide impelida, sin Timón, ni Entenas,
Del Cielo Signos, de la Mar Arenas.

102 De Ordaz la Aguja, con el Mástil roto,
Del Abismo registra las Centellas,
Mientras Morla, sin Vela, ni Piloto,
Con los Escollos parte sus querellas:
Sube el Buque de Olid el alboroto,
Hasta herir del Zodiaco las Estrellas,
Cuando Escalante, sin Bauprés, ni Quilla,
Ruina es del Noto, si de la Agua astilla.

103 Saucedo allá, con el costado abierto,
Rendido del Mastelero, está anegado;
Ginés desarbolado mira cierto,
Que no hay ramas a asirse el desdichado:
Buscando aquí por Arrecifes Puerto,
Se arrojan los de León al Mar a nado,
Echando al fallo, que el destino fragua,
Si no el aliento, vida, y pecho al Agua.

104 Quéjanse al desprenderse con crujidos
Del Vaso fatigado los fragmentos;
Pero no es mucho, no, que den gemidos,
Que hay también insensibles sentimientos:
A las Tablas los Náufragos asidos
Mezclan sus quejas con Espuma, y Vientos,
Que mal, o apenas del dolor, se escuchan,
Y brazo a brazo con la muerte luchan.

105 Ceden al Temporal, Bajos trasiegan,
Sin navegarlos, ni esperar bonanza,
Cuanto proejando al Suerte se despegan
De tanta Sirte, que irse a pique afianza:
Viran a un lado, y otro, y no sosiegan
Las Faenas, engañando la esperanza;
Y cuando estre las Escilas no se ahogan,
En Vergas nadan, y en Obenques bogan.

106 Sólo la Capitana voltejeando,
Ni a sí se olvida, ni a los otros deja;
Aquí acude al que mira zozobrando;
Allí al remolque trae al que se aleja:
Allá la Entena a los que están nadando
Arroja, y con el tiempo se aconseja,
Hasta que ve de todos la alegría
El Mar sereno, como claro el día.

107 Cual confusos, pasado el terremoto,
Que asoló las Almenas, y Colinas,
Se levantan los Hombres de su roto
Edificio, que lo es sólo de ruinas:
Y acudiendo con uno, y otro voto
A celebrar piedades peregrinas,
Parabienes se dan, y discursivos
No se ven muertos, y se dudan vivos.

108 Alzando así los ojos, y los brazos
Al Cielo, dan albricias de su suerte:
Convalece el temor, y en los pedazos
De rotos Leños, surta está la muerte:
De Faenas mudan, enmendando a trazos,
Con que el gusto en trabajo se convierte;
Mas no es fatiga, no, ni aún repetida,
La que vale no menos, que la vida.

109 Aquí suda el afán con el Trinquete;
Allí en la Bomba la pujanza gime;
Allá aferran la Gavia, y el Juanete;
La mayor adelante a otros comprime:
Acá del Espolón al Gallardete
Concluyen otros, y lo que redime
La mano, no es la vida que alimenta,
Sino el darle que hacer a otra Tormenta.

110 Decayendo, por fin, algunos grados,
Con el impulso de la gran corriente,
En poco tiempo llegan avanzados
De Cozumel al tosco Continente:
Nombre, que, entre otros Dioses celebrados,
Dio a la Comarca Cozumel valiente,
Cuyas arenas nuestra Armada toca,
Antes que con la planta, con la boca.

111 Ya estaba allí Alvarado, que impelido
Del furioso Brumal llegó primero,
Y por haber sus senos inquirido,
En fuga puso todo el País guerrero:
Acusale Cortés lo inadvertido
Con un mirar no más, que lo severo
A aquel, que de sus frases se halla ducho,
Con la acción más pequeña dice mucho.

112 Suelta los Prisioneros con el Oro,
Que trajeron del Templo los Soldados,
Y con esto les crece más decoro,
Si hacerlos quiere desinteresados:
Ellos, viendo el amor, donde el desdoro
Tan poco antes los tuvo derramados,
Repiten obsequiosos rendimientos,
Y a ver los suyos pártense contentos.

113 En el Pueblo a la Costa más vecino
Hacen Alojamientos, entretanto
Que del Naufragio grande, y del camino,
El ocio disminuye su quebranto:
Y antes que vuelvan al embreado Pino,
Discreto entre el desprecio, y el espanto,
Cuando más la atención su voz espera,
Los alienta sagaz de esta manera.

114 Bien, Amigos parciales, Compañeros,
El Mundo nos notará temerarios,
Si los empeños, que nos traen guerreros,
Se gobernasen por sus juicios varios:
Del Cielo Santo próvidos esmeros
Nos conducen por rumbos tan contrarios,
Que vemos en su aliento claramente,
Toma por instrumento a nuestra gente.

115 Así lo dicen las persecuciones,
Que a gotas del sudor quedan vencidas,
Por más que lisonjeras impresiones
Quieran honra, y empresa deslucidas:
Si alto Brazo dirige las acciones,
En las dificultades ya corridas,
Creer que disipe las demás debemos,
Cuando la gloria suya defendemos.

116 Su Causa, pues, y la del Sol Iberio,
Nuestro Augusto Monarca, nos alienta
A tan grande Conquista, que al Imperio
Romano ha de causar pasmo, o afrenta:
Llamarla fácil fuera un improperio
De hazaña tanta, que el arrojo intenta,
Cuando por mucha, que la juzgue el Sabio,
Cabrá en la Espada; pero no en el labio.

117 Combates nos esperan rigorosos,
Asfaltos, y Batallas desiguales,
Graves Lides, Ejércitos copiosos,
Y de sed, y hambre no pequeños males:
Nosotros a nosotros valerosos
Nos necesitaremos, como tales,
Y aún a todo el valor será terrible
Después, lo que pasado vio posible.

118 Acostumbrados a vencer valientes
Estáis en esas Islas conquistadas,
En donde están brillando relucientes
Las Cuchillas, de Púrpura bañadas:
Pero hoy es menester armar ardientes,
Con esfuerzo mayor, nuestras Espadas;
Que para tanto empeño no es extraño,
Que esté la prevención a su tamaño.

119 Pocos somos, mas no hace consecuencia
El número al valor, cuyos crisoles
Afinados se ven a otra experiencia,
Que ya paró del Cielo los Faroles:
La unión nos multiplica, y la prudencia;
¿Y qué? ¿No basta seamos Españoles,
Cuyo acero veneran reverentes
Del Orbe todo sojuzgadas Gentes?

120 Uno será el consejo, que eligiere;
Una la mano, que lo ejecutare;
Igual la adversidad, que se sufriere;
Común la aclamación, que se ganare:
Seguro el todo de uno sólo espere,
Y cada uno lo más, que otro alcanzare;
Esté fatal la suerte, u oportuna,
Una ha de ser en todos la Fortuna.

121 Vuestro Caudillo soy, mas el primero
Seré en aventurar noble le vida,
En la facción, y en el asalto fiero,
Hasta dejar la gloria conseguida:
Más que en mis voces, que tengáis, espero
En mis manos el Orden, que convida;
Pues si a pensar, y a obrar llegare el plazo,
Será eco propio de la Frente el Brazo.

122 No parezca confianza lisonjera,
Que hace la presunción siempre engañada;
La certidumbre, que hago verdadera,
Es tener a mi lado vuestra Espada:
En ella sólo mi arrogancia espera,
Para verla del todo asegurada;
Empeñado contemplo vuestro brío,
Pues dél aguardo más, que de mi fío.

123 Aquí llegaba, cuando a breve rato
Los Isleños, en tropas divididos,
Asegurados del afable trato,
Hasta el Cuartel se acercan comedidos:
¿A quién no da valor un rostro grato?
Estos lo afirman, porque reducidos
Probaron, que a rendir el Mundo todo,
No hay modo más seguro, que el buen modo.

124 Así pasó, pues oficiosamente
Pareció, con bizarro lucimiento,
Su Régulo, o Cacique (así su Gente
Le llama) a celebrar su cumplimiento;
Común carácter de su Continente,
Si de Indios es a la verdad violento:
El Indo en la Oriental da con decoro
Piedras, y Aromas; éste Plata, y Oro.

125 Entre el confuso estruendo, y algazara,
Con que el vulgo sus gustos acaudilla,
En un Isleño la atención repara
Idioma extraño, por ser de Castilla:
Así se supo, con fortuna rara,
De un Español cautivo, que en la orilla
Opuesta, en Yucatán, tiraba apenas
Presa su libertad en sus cadenas.

126 Con parecer del Régulo discreto
Apresta a Ordaz, con prevención, y Gente,
A ver si efecto puede hacer secreto,
Que mejore el destino en un ausente:
Sus Vasallos el Príncipe sujeto
Da, porque lo consigan cautamente,
Y pretextando va a un Templo vecino,
Toma lengua, y se avanza en su camino.

127 En un Cuadro, que a docta Arquitectura
Labró un Cincel con tarda simetría,
En donde lució fiera la hermosura,
Que en uno, y otro Jaspe parecía:
Con rostro humano la mortal Figura
Del fatal Cozumel se descubría,
Tan feroz, que el más necio, el insensato,
Sacó el Original por el Retrato.

128 Con un blando desprecio el Héroe afea
Ara, Templo, Deidad, y Sacrificio;
Y aunque aquel su amistad sólo desea,
Teme dar a los suyos tal indicio:
El Sacerdote entonces, que se emplea
En su culto, temiendo más perjuicio,
Al Español intima fin sangriento,
Si el Simulacro ve su atrevimiento.

129 Enardecido con cristiano celo,
Hace seña a los suyos, y a su arrojo,
El Ídolo en fragmentos por el suelo,
Fue mayor triunfo, cuando fue despojo:
Unos a otros se admiran de que el Cielo
Mudo, no dé señales de su enojo,
Y viendo lo que tarda, con baldones
La adoración trasladan a irrisiones.

130 Soberbio Lucifer, irás bramando,
Al irse sus Estatuas deshaciendo,
Se estrelló en el profundo, reventando
Porque su Majestad iba perdiendo:
A sus Legiones asombró, anunciando
El exterminio de su Imperio horrendo,
Al ver que España, que sus fuerzas doma,
En causa de la Fe las armas toma.

131 Esta piadosa acción fue la lumbrera,
Que en su barbarie desterró su muerte,
Y ellos mismos de la Ara hasta la hoguera,
Dieron Deidad, que en humo se convierte:
Purificado ya, fue la primera
Casa, que mejoró feliz su suerte,
Cuando en lugar del Ángel homicida,
En él triunfó la Madre de la Vida.

132 Festivos todos, cuando Febo dora
El matutino albor, que tierno avisa,
A la del Sol increado pura Aurora,
Devotos cantan la primera Misa:
Aquí la Fe su protección implora,
Pues en benignidades se divisa,
A oblación, que le da temprano fruto,
Como Primicia de mayor tributo.



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