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631

Bernis a Vergennes, 7 de setiembre.

 

632

Este Breve, expedido el 26 de marzo de 1771, originó diferentes reclamaciones, que satisfizo por fin el Papa en tiempo de D. José Moñino. Solo empezó a estar vigente el año de 1774. Suponga V. E. que esta audiencia me costó trabajo, porque el ánimo del Santo Padre era de no darla hasta que lloviese, y entonces pensaba irse a la villeggiatura de Castel-Gandolfo para repararse. Así, pues, el Papa me recibió por una especie de particular demostración de gratitud, con motivo de lo que el Rey acaba de hacer sobre los negocios de nunciatura. Floridablanca a Grimaldi, 28 de agosto.

 

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Tanucci a Grimaldi en carta que le había escrito con fecha de 3 de mayo.

 

634

THEINER, Hist. del pontif., etc., t. II, págs. 504 y 505.

 

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Cartas del cardenal Orsini al marqués de Tanueci, de 13, 15, 16, 20 y 23 de setiembre. Según testimonio del cardenal de Bernis, en despacho al conde de Vergennes de fecha del 26 de octubre, no hizo el Papa la promoción de cardenales porque, mientras Malvezzi y el confesor salieron a buscar a los purpurados palatinos, se quedó acompañando al ilustre agonizante un fraile franciscano que, temeroso sin duda de que el Padre Montempi no fuera promovido, le hizo entrar en escrúpulos sobre algunos de los sugetos creados cardenales, citándole el ejemplo de Benedicto XIV, que se negó a declarar la promoción en su lecho de muerte. Añade Bernis que esta era la explicación más natural de un hecho tan extraño. No lo parece a la verdad, porque, si el religioso franciscano que acompañaba a Clemente XIV le pudo infundir escrúpulos sobre algunos de los creados cardenales, es evidente que le reveló el Papa sus nombres, en cuyo caso no podía estar temeroso, sino ser sabedor de si Buontempi iba o no a obtener el capelo. Más verosímil es que el que le retrajo de declarar la promoción obrara así con el objeto de que no se aumentara en el Sacro Colegio la parcialidad de las coronas.

 

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Todo esto lo trae CRETINEAU JOLY, Clemente XlV, etc., cap. 5.º Según dice, consta en el proceso de canonización de San Alfonso Ligorio que, siendo éste obispo en Santa Agata dei Goti y hallándose en Arienzo, lugar de su diócesi, le acometió el 21 de setiembre una especie de deliquio semejante a epilepsia, y estuvo dos días sentado en un sofá y sumido al parecer en dulce y profundo sueño: le quiso despertar uno de sus criados, y su vicario general mandó que no le molestaran, aun cuando sin perderle de vista. Por fin despertó sin la menor novedad ni extrañeza, y, tirando de la campanilla, acudieron sus sirvientes, y como notase en todos cierta admiración y sorpresa, les preguntó: ¿Qué hay de nuevo? Y le contestaron: Lo que hay, señor, es que hace dos días que ni habláis, ni coméis, ni habéis dado hasta ahora señales de vida. A lo que repuso: ¡Vosotros me creísteis dormido! Pues no es así, ni hay tal, sino que he ido a asistir en sus últimos instantes al Papa, quien ya ha muerto a estas horas. No quiero cuestionar sobre la verdad de este suceso, ir sobre la circunstancia de ver sin sentido al prelado sus familiares y no apelar para que lo recuperase a los auxilios de la ciencia: prestando asenso a Cretineau Joly, no dudo que así conste en el proceso de canonización de San Alfonso Ligorio, y aun supongo que se reconociera y aprobara allí como auténtico este milagro; pero, ¿dónde constan las especies que M. Cretineau Joly deduce? ¿Dónde que el Papa Clemente XIV no estaba reconciliado con el Cielo ni aun después de recibir los últimos Sacramentos de la Santa Madre Iglesia? ¿Dónde que se iba a condenar porque había extinguido a los jesuitas? ¿Dónde que la aparición de San Alfonso Ligorio fue para librarle de las llamas del infierno? ¿Dónde, en fin, que, al operarse el tal prodigio, velaba más la Providencia por el honor de la Santa Sede que por la salvación del alma de un cristiano? A M. Cretineau Joly toca satisfacer tales preguntas.

 

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Entre los escritores de nuestros días, Cretineau Joly y el Padre Theiner opinan que no fue envenenado Clemente XIV: lo contrario aseguran Saint-Priest en la Historia de la caída de los jesuitas, y Gioberti en El Jesuita moderno. Bernis dijo a Vergennes en despachos del 28 de setiembre y del 26 de octubre: «El género de la enfermedad y las circunstancias de la muerte del Papa hacen creer generalmente que no ha sido natural... Entre los facultativos que hicieron la autopsia del cadáver, los médicos se explican prudentes y los cirujanos menos circunspectos: vale más creer lo que aseguran los primeros que echarse a esclarecer una verdad harto aflictiva, y cuyo descubrimiento fuera quizá inoportuno y peligroso... Las circunstancias que han precedido, acompañado y seguido a la muerte del último Papa inspiran horror y compasión a un mismo tiempo... No se pueden encubrir al Rey ciertas verdades, que, por tristes y amargas que sean, quedarán consagradas en la historia.» -Tanucci escribió a Centomani el 8 de octubre: «La recibida confidencial con que V. S. I. me ha favorecido el 4 del corriente concluye lo que yo ercia del decantado veneno; esto es, que no es veneno criminal, sino veneno dialéctico, el origen del deplorable suceso.»-A Carlos III el 11 de octubre: «Moñino habrá referido las conjeturas y la fama del veneno por obra, de los jesuitas. Sería sumamente prolijo el discurso con el cual, después de haber considerado y leído muchas cartas y minutas voluminosas de Roma sobre el asunto, he venido a la opinión de que ningún otro veneno han dado los jesuitas y tantos agentes suyos en aquella corte al buen Papa sino el de hacerle creer que estaba envenenado. Los esfuerzos y los remedios que hizo para salvarse han sido su muerte. Gusta a aquellos zorros que se crea haber muerto envenenado el Papa que extinguió el cuerpo: es más seguro el juego con creerse por los poderosos que los jesuitas quieren y pueden tomar esta venganza sin peligro.» -A Grimaldi el 1.º de noviembre: «Aquí nunca hemos prestado fe a las baladronadas jesuíticas del veneno. Si el buen Papa no hubiera concebido tantos temores, no matara en sí mismo con la violencia de los contravenenos un Padre de la Iglesia que no tiene quien lo reemplace.»

 

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Carlos III a Tanucci, 18 de octubre. Entre las razones alegadas para demostrar que no murió envenenado Clemente XIV, ninguna me parece de menos peso que la de suponer que, ya extinguidos, no tenían los jesuitas interés en acabar con la existencia del Papa. Sin entrar en consideraciones que están al vulgar alcance, ocurre que no se consideraron extinguidos los jesuitas que en Rusia y Prusia desobedecieron al Papa, y que todos ellos fiaron en no haber acabado por siempre. Así consta hasta en una sátira ingeniosa que divulgaron con el título de La Pasión de los jesuitas, o diálogo entre el Papa y los príncipes de Europa, cuya sátira dice de este modo: EL PAPA (presentando los jesuitas a los soberanos de Europa): Ecce homo--EL REY DE PORTUGAL:Tolle, tolle, crucifige eum.-EL REY DE ESPAÑA: Reus est mortis.-EL REY DE FRANCIA: Vos dicilis.-EL REY DE NÁPOLES Y EL DUQUE DE PARMA: Habemus leyem, el secundum hane legem, debel mori.-LA EMPERATRIZ REINA DE HUNGRÍA: Quid enim mal fecit?-EL EMPERADOR: Non inveni in eo causam.-EL REY DE CERDEÑA: Innocens ego sum a sanguine justi hujus.-EL REY DE PRUSIA: Quid ad me?--LA REPÚBLICA DE VENECIA: Non in die festo, ne forte tumultus flat in populo.-LA EMPERATRIZ DE RUSIA: Non novi hominem.-EL PAPA: Flagellabo eum, et castigatum advos dimillam.-EL GENERAL DE LOS JESUITAS: Post tres dies resurgam.-LOS GENERALES DE LAS DEMÁS ÓRDENES (al Papa): Jube ergo custodire sepulchrum, ne reniant discipuli ejus el furentur eum, el dicant plebi: SURREXIT A MORTUIS; et erit novissimus error pejor priore.-EL PAPA ( a los frailes): Ite ergo, et custodite Sicutscitis.

 

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Carta escrita por el Sacro Colegio a los monarcas el 23 de setiembre de 1774. THEINER, Hist. del pontif., etc., t. II, págs. 517 y 518.

 

640

Palabras textuales de la relación hecha por Floridablanca sobre el cónclave de 1774 a 1775, de la cual tomo todos estos datos. Se halla en documento de que haré mención oportuna.