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ArribaAbajoCapítulo XXIII

Método el mas practicable para la primera entrada de un Misionero en aquellas tierras de Gentiles, de que trato, y en otras semejantes


Dos intentos consigo en este capítulo: el primero, satisfacer á muchas personas, que han deseado y desean saber lo que contiene el título propuesto: el segundo será, deshacer al mismo tiempo un agigantado monte de dificultades, que al oír nueva entrada á Gentiles incógnitos, se forma aun en la mente del Misionero mas fervoroso; porque por mas que lo sea, es hombre, y como tal, aunque el espíritu esté pronto, vigoroso y ágil, no así la carne, que es enferma y flaca, tanto,   —303→   que en semejantes ocasiones se llena de sudor frio, no sin congojas; porque el conocimiento de la infidelidad é inconstancia de los Gentiles, en cuya busca toma el viage, le representa el peligro de su muerte, como próximo, y muy factible, no sin pavor y tédio; pero la firme confianza en Dios lo vence todo.

Fuera de esto, quedarán instruidos tambien muchos Varones Apostólicos, cuyo amor de Dios y del próximo, les hace abandonar sus Patrias, para salvar aquellas almas destituidas de todo cultivo espiritual. Estos Operarios, llevados del ímpetu de su espíritu (aun desde la Europa) se imaginan en aquellos bosques, selvas y playas de los rios con un Crucifixo en las manos, ponderando á los Gentiles: las finezas de aquel Divino Señor etc. y no ha de ser así á los principios.

Con un símil me daré á entender: los aguaceros recios, que suele haber en el Verano con aparatos de truenos y relámpagos, caen sobre la tierra árida, y sobre las plantas marchitas por los rigores del Sol, y al punto aquella se refresca, y éstas reverdecen; y como que resucitan á nueva vida, muestran en su lozanía y verdor lo oportuno del beneficio; y á pocos dias que prosigue el Sol haciendo su oficio, queda la tierra casi tan árida, como estaba, y los árboles y plantas tan marchitas, ó poco ménos que ántes. Al contrario, las aguas que reparten las nubes en el Invierno, son de ordinario ménos recias y menos ruidosas; pero aunque mansas, son permanentes, y van poco á poco embebiéndose en la tierra: los árboles, plantas y sembrados muy poco, ó casi nada, se dan por entendidos, ni aquellos se visten de hojas, ni se coronan   —304→   de flores, ni estos dan mas muestras que de estar vivos, aunque marchitos al rigor de los hielos: esto es á lo que se ve por defuera; pero allá en sus raíces van acaudalando el vigor, los sembrados, para dar copioso grano; las viñas, generoroso vino, y los árboles, segun su variedad, abundantes frutas. No de otro modo sucede en las Misiones, que llamamos circulares, entre Cristianos viejos; ¿qué de confesiones generales? ¿qué escándalos quitados? ¿qué de casamientos necesarios no se contraen? ¿quántos se revalidan? ¿qué devociones no se entablan etc.? pasó la Mision: ¿y qué sucede? sucede casi lo mismo que en los campos á los quince dias despues de las lluvias del Verano; sí bien es, y debe ser muy apreciable la práctica y la cosecha de dichas Misiones circulares.

Pero en las Misiones entre Gantiles insisten una y otro año, regando con sudores copiosos el terreno, cultivan con afán aquellas plantas, siembran á tiempo oportuno el grano del Evangelio, despues de haber gastado mucho tiempo en desmontar, limpiar y arar aquel campo lleno de malezas; y con todo, ni la tierra se da por entendida, ni la semilla nace, ni las plantas florecen, ni aun dan señas de reverdecer, para que el Misionero se consuele con la esperanza del fruto; pero no importa, porque es tiempo de Invierno: buen ánimo, y nadie descaezca, ni abandone el campo, aunque todas las señas sean de estéril: Non fiat fuga vestra in hyeme179. Tiempo y paciencia es menester, y esperar con sufrimiento (como del Labrador   —305→   dice Santiago)180, que llegará su propio tiempo, y tendréis tan abundante cosecha, que apénas tendreis manos ni fuerzas para recogerla toda, y os vereis obligados á clamar á los Superiores, que envien nuevos Operarios, porque la mies es mucha, se cae de puro madura, y se pierde porque los Operarios son pocos181; de modo, que al paso que tardó el terreno en fomentar la semilla que ocultaba, á ese paso es despues la abundancia del fruto en las Misiones de Gentiles, y no fruto transeunte, sino fixo y permanente: porque, ¿qué otra cosa es fundar una Colonia de mil familias, que estaban dispersas por aquellos bosques, que establecer una finca perpétua, que ha de fructificar el rédito de innumerables almas, así de párvulos, como de adultos (mediante la bondad de Dios) hasta el fin del mundo? La esperanza de este grande y permanente fruto alivia, y hace tolerables los muchos afanes, que deben preceder, ántes de empezar á recogerlo. Yo os elegí, dixo Christo á los tales Misioneros, para que emprehendais ese largo y árduo viage, (y viages sin parar: ut eatis)182 y recogais mucho fruto, y para que ese fruto sea permanente: Et fructus vester maneat. Así sucede, por la misericordia de Dios; ni ésta es especulacion fantástica, sino una séria y verídica relacion de lo mismo que sucede en las Misiones de que trato; y me persuado (por ser los Indios casi de un mismo calibre en toda la América)   —306→   que sucede lo mismo en las demás Misiones; en estos desiertos reparte el Señor á manos llenas el Maná del Cielo: en ellos ostenta su Magestad la liberal magnificencia de su poderoso brazo, como altamente lo expresó San Ambrosio183.

Ahora, supuesto lo dicho en general, descendamos á lo particular, y á lo que ha enseñado la experiencia. Los mismos Neófitos de un Pueblo nuevo dan la primera noticia de la Nacion, que hay en aquellos contornos, cerca ó léjos. ¿Se averigua si son sus amigos ó enemigos? ¿se informa de su génio, si son pacíficos ó bravos y guerreros? ¿si estables en un Lugar, ó si son andantes y vagabundos? y recogidas todas las noticias necesarias, no conviene que el Misionero trate desde luego de ir á verse con ellos; porque la misma novedad les hace echar mano á las armas, pensando que el Padre llega con mal fin, y no para su provecho. Si tira á quedarse entre ellos, lo llevan á mal, y se retiran á otra espesura impenetrable: si se retira á vista del mal recibimiento, los dexa en peor estado de lo que estaban para poderlos tratar, y ganarles la voluntad; esto es, si al mismo llegar no le han atravesado con muchas flechas, como ha sucedido, sin mas fruto que el de aquella su buena intencion y caridad, que á la verdad no la hay mayor184, que la que expone su vida por el bien de los próximos.

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La práctica es instruir bien dos ó mas Indios de los Neófitos, que saben la tal lengua, y bien aviados de regalos para el Cacique; y los viejos, enviarlos como embaxadores, y con el encargo de que entren con sus armas baxo el brazo, y con las demás ceremonias que ellos usaren en señal de amistad; y con mayor cuidado á no insinuar, ni que ellos insinúen á los tales Gentiles, que el Padre quiere ir á visitarlos; pues ha sucedido, que con sola esta insinuacion se han ahuyentado á tierras muy remotas. La embaxada solo ha de ser: Que el Misionero, que les está cuidando, es su amigo, y que les envia, v. gr. aquellos cuchillos, abujas y otras vagatelas, en señal de que es verdad; no han de añadir ni una palabra mas, sino responder fielmente á innumerables preguntas que les han de hacer: de ¿cómo vino el Padre á vivir con ellos? ¿por dónde, y con quién vino? ¿qué hace? ¿qué pretende con su venida? ¿cómo los trata, y en qué se ocupa etc.? Si los mensageros lo hacen bien, desde luego vuelven con ellos dos ó tres Indios principales, mas por curiosidad, que por otra cosa. Si la tal Nacion es de génio altivo y natural terco, es preciso repetir con intervalo de tiempo algunas embaxadas; y en la última (quando ya se reconoce blandura) se envia á decir: Que si no estubiera tan ocupado en cuidar de su gente, que fuera á visitarlos; pero que etc. la respuesta ordinaria á este aviso suelen ser muchas muestras de deseos de que el Padre vaya, con lo qual se les envia á decir la Luna en que irá (esta Luna se demarca por las frutas, que en ella maduran; porque para todos los meses del año hay frutas propias de   —308→   aquella Luna). Si el viage es largo, como de ordinario acontece, es preciso dar forma de que otro Misionero supla su ausencia, para que nadie muera sin instruccion y Bautismo, ni pierda lo cierto, para lograr lo incierto.

Sea el viage por los bosques, ó sea embarcado por los rios, ya está averiguado, que la misma necesidad ha de tener, si lleva algunos Indios cargados de maíz tostado, y otros semejantes bastimentos, como si no los llevara; porque aunque lleve la dicha prevencion, á mas tardar, á los quatro dias se la han comido los Indios que la cargan, para aliviar la carga, y por su natural voracidad. Lo mismo con poca diferencia sucede, si el viage es con embarcacion por algun rio; y así, mejor es que como de los quatro dias para adelante no falta la Providencia Divina, dando ya aves, ya pescado, frutas y raíces, solo se saque prevencion para el primer dia; porque de ordinario, en la cercanía de los Pueblos tienen ya los Indios destruidas las Aves, Monos, Javalíes etc.; y de ahí para adelante no falta, ni uno ni otro para vianda, ni frutas ó raíces para pan, á veces mas, á veces ménos de lo que es menester; ni hay peligro de morir de hambre, aunque no dexa de suceder tal qual desmayo, especialmente en llanos rasos, que de ordinario son estériles.

Lo que se debe llevar son avalorios, cuentas de vidrio, cuchillos, anzuelos y otras buxerías, que para los Gentiles son de mucho aprecio. Se procura que los que van de guia, nivélen las jornadas de modo, que la noche se pase junto á algun arroyo ó rio, así por la pesca, que   —309→   es segura, como porque siempre cerca de los rios se halla mas volatería y montería para el sustento. Fuera de doce ó catorce Indios fieles que lleva consigo, es bueno que le acompañen uno ó dos Soldados, así por la multitud que hay de fieras, como por el buen gobierno de las noches, en las quales debe siempre arder fuego, para que los Tigres no se acerquen, como lo hacen luego que se apaga. Remúdanse las centinelas de dos en dos horas; y para eso, y para mayor resguardo del Padre, quando llegue á la tal Nacion, conviene que lleve los dos hombres con sus armas. Luego que á buena hora se llega al sitio donde se ha de hacer noche, unos limpian el sitio, y arrojan toda la maleza, otros buscan y amontonan leña, otros se aplican á pescar, y los demás salen á buscar algun Javalí, Monos ú otros animales, y no vuelven vacíos. La noche de ordinario se pasa en vela, á causa de la multitud de Mosquitos que hay en todas aquellas partes todo el año; y de este modo, y con este método se prosigue el viage, sin mas que el Breviario, la caxita del ornamento, y la red ó amáca, que para dormir ó descansar de noche se cuelga de un árbol á otro.

Es muy conveniente, que un dia antes de llegar se adelanten dos Indios, y dén el aviso, de como el Padre llegará el dia siguiente: con eso no les coge de repente la llegada; y los que están dispersos, se juntan en los ranchos del Cacique, y previenen sus menesteres.

Veamos ahora como sucede en casi todas aquellas Naciones, la entrada y las ceremonias del recibimiento. Tienen generalmente todos los Caciques   —310→   gentiles, no léjos de su casa, otra abierta por los quatro vientos, y solo con techo de paja ó palma para recibir forasteros; via recta á esta casa se va el Misionero con sus compañeros, cuelga su amáca ó red de uno á otro palo, que para el caso están siempre clavados en el suelo, y descansa buen rato, sin que parezca Indio alguno, ó porque se están pintando, ó porque dan lugar á que descansen los huespedes: á su tiempo llega el Cacique, y á buena distancia dice sola una palabra, ¿que en los Guaneros es Menepúyca? ¿en los Caribes Guopuri? ¿en los Jiraras Majusaque etc.? ¿que es decir: ya veniste? y en quanto el Misionero responde Marrusa, ya vine; se retira el Cacique, se asienta, y se siguen los Capitanes y todo el resto de la gente, haciendo la misma pregunta, y retirándose á su asiento. Luego está allí la Cacica y las mugeres de los Capitanes, y sin hablar palabra, ponen cerca del Padre cada qual una tutúma, que es un vaso de chicha, un plato de vianda y pan del que usan: lo mismo hacen las demás mugeres del Pueblo; de modo que se llena de platos y vasijas casi toda la casa, y á todo esto nadie chista, ni se oye una palabra. La chicha de las tutúmas cada qual suele ser de su color, blanca, morada ó colorada, segun la fruta ó grano de que se hizo, y no dexa de dar asco á los principios; pide luego el Padre el plato que le parece á uno de sus Indios compañeros, y come lo que ha menester: pero por lo que mira á la bebida, (aquí es el aprieto) ha de beber ó probar, ó hacer como que bebe, de todas las tutúrnas; so pena de que la muger que la traxo, y su marido se han   —311→   de dar por sentidos, y aun por enojados, si no prueba algo de su tutúma. Es á la verdad funcion penosa para el Padre, y muy alegre para los Indios de su comitiva: los quales, luego que el Padre probó algo de la última chicha, sacan afuera todo aquel aparato, comen y beben á todo su gusto, y quiera Dios que no les parezca corto el desempeño.

Luego que el Misionero volvió á su amáca ó red, se levanta el Cacique, y acercándose á él, empieza su arenga, que ellos llaman Mirray: ésta la aprenden desde pequeños, y así la recitan seguidamente, añadiendo al principio y al fin de ella algunas circunstancias propias de aquella bienvenida; v. gr. «Que él dias ántes habia visto pasar sobre su casa un páxaro, de singulares plumas y colores; ó que habia soñado, que estando sus sementeras muy marchitas, habia venido sobre ellas una lluvia muy á tiempo etc.; y que todo aquello eran avisos de que el Padre habia de venir á verlos etc.» El cuerpo del Mirráy contiene varias lástimas y aventuras sucedidas á sus mayores; y todo lo refieren en tono lamentable, rematando la mayor parte de las cláusulas (cada Nacion con las suyas); y la Achagua con estas dos palabras, dos veces repetidas, en tono mas alto: Yaquetá, nude yaquetá; que quiere decir: es verdad, sobrino, es verdad. Concluido su Mirráy, se retira al lugar de su asiento, y luego se asienta el Padre en su amáca, (y lo mas usado es en cuclillas) y corresponde con otra arenga, que contiene el grande amor que les tiene; lo qual robora con las mejores pruebas que le ocurren, ó trae pensadas; y la última   —312→   es el haber tomado aquel viage, y les cuenta lo principal, que en él ha sucedido; y concluye protestando, que solo quiere y busca su amistad, su bien y el defenderlos de sus enemigos etc. Luego reparte los donecillos que trae prevenidos, primero al Cacique y su muger ó mugeres; luego á los Capitanes; y ha de tantear, que aunque les toque á poco, alcance á todos; porque es un gran sentimiento para ellos y ellas no recibir, aunque solo sea un alfilér, para sacar las niguas de sus pies; es consuelo saber que se contentan con poco, y con buenas esperanzas para despues.

Toda esta primera batería ha de ser oculta de parte del Misionero; porque si se aclara, pierde el viage. Los Indios compañeros son los que abren la brecha, y mas si están bien instruidos; porque los Gentiles les están preguntando de noche y de dia, y las respuestas de los Neófitos les van ablandando los corazones, y abriéndoles los ojos: por ellas saben que los Misioneros solo buscan su amistad para defenderlos de sus enemigos; que cuidan mucho de sus enfermos; que les buscan herramientas para trabajar en sus campos; que quieren mucho, y enseñan á sus hijos á que miren el papel: (es su frase y para decir que les enseñan á leer todas éstas y otras noticias les causan grande novedad y admiracion, como cosa para ellos ni vista ni oida: en especial se admiran de que el Misionero haya dexado sus padres y parientes para vivir entre ellos, y de todo esto tienen largas conferencias.

Entre tanto el Misionero con uno de aquellos Indios va á visitar á los enfermos; les da sus donecillos; los agasaja, y ve si están ó no de peligro.   —313→   Raro viage de estos hay, ó ninguno, en que no se logren muchos Bautismos de párvulos y adultos moribundos, y así jamás se malogra el trabajo: como el Padre va de casa en casa, viendo los enfermos, le van siguiendo los muchachos; á estos se les dan alfileres y anzuelos, y se les muestra grande amor, á fin de ganar á sus padres: ellos como inocentes corresponden, y no aciertan á dexar ni apartarse del Misionero; y despues en sus casas cuentan á sus padres todo lo que le han oido; y de ordinario les dicen, que no permitan que el Padre se vuelva etc. la mejor industria es, que quando al otro dia y en los restantes va á ver á los Indios en sus casas, y á visitar á los enfermos, tome en sus brazos alguno de aquellos párvulos, le acaricie y haga fiestas á su modo; esto aprecian grandemente las Indias, y á sus maridos les parece muy bien. Es cosa de ver que en quanto el Padre tomó un chico en sus brazos de los de su madre, luego concurren las demás mugeres que crian, y le ofrecen sus párvulos á porfía (¡y quién podrá explicar las ganas que tienen aquellos Cazadores de almas, de que se compongan bien las cosas, y se llegue la hora de poder bautizar aquellos inocentes, sin peligro de que sus padres se remonten! todos los clamores del corazon se dirigen á sus Angeles de Guarda, para que alcanzen de Dios este favor.) Es preciso que para estas funciones reserve el Misionero sartas de avalorio, las de mejor color, para ponerles á los chicos en el cuello, siquiera una á cada uno. Ya está repetidas veces experimentado, que las mugeres son las que abiertamente rompen el nombre, primero   —314→   entre sí, y luego con sus maridos, para que, ó no permitan que el Padre se vuelva, ó para que se vayan todos en su compañía; que aun entre los Gentiles es mayor la piedad en aquel sexô.

Muy poca necesidad hay de prevenir aquí de ante mano à los que el Señor destina y prepara para tan Apostólicas correrías: que si un Rey de la tierra da todo quanto ha menester à un Embaxador, solo por que va en su nombre á otros Reynos; mucho mejor y con mayor liberalidad el Rey de la Gloria avía y previene con sus dones y abundante gracia á los Embaxadores Evangélicos, que envia á dilatar su Santo nombre entre aquellos que redimió à costa, de su propia Sangre y Vida. Con todo es bien que sepan de antemano lo que les puede acontecer, para que no les coja de susto, y prorrumpa alguno sorprehendido con la novedad, en algunas palabras que disgusten al Cacique y á los principales Gentiles; y es el caso, que de ordinario hacen al Misionero la oferta, que segun su bárbaro estilo usan hacer á los demas forasteros: la que tambien notó Herrera185 en los primeros descubrimientos de aquel Nuevo Mundo; y es ofrecerle una muger que le asista y sirva: aquí el Padre, con la mayor modestia, (y aun sin querer, bien sonroseado el rostro) responde: «Que todo su amor tiene colocado arriba en el Cielo; y que de ellos no quiere cosa alguna en este mundo, sino mirarlos como á hijos, y cuidar de su bien etc.»   —315→   ¡No sabré decir quánta novedad y espanto causa en aquellos hombres silvestres ésta ó semejante respuesta! éste es para ellos un lenguage inaudito, y que jamás llegó á su pensamiento: de aquí nace en ellos una gran veneracion, y empiezan á mirar al Padre como cosa muy superior á ellos; no se contentan con esto: van á sus casas á ponderar lo que han oido: llaman á los Indios compañeros del Padre, y preguntan y repreguntan mucho sobre la materia, hasta quedar satisfechos de lo que no acaban de creer. En fin, nadie se perturbe, que como dixe, Dios nuestro Señor tiene mucho que dar; pero tambien digo, que ántes de entrar en estos ministerios: Probet autem se ipsum homo; y como la vocacion sea de Dios, vaya seguro entregado en las manos de su Divina Magestad: mas no sin recelo de sí mismo; que aquí importa mucho desconfiar totalmente de sí, y confiar enteramente en Dios, por cuyo amor entra tan cerca del fuego del horno de Babylonia, en donde su Magestad le defenderá con tanto cuidado, que no le llegará el fuego á tiznar ni un hilo de la ropa. Y entre tanto, á quien el Señor no llamare (que no faltan señas seguras para conocerlo) siga mi parecer, y no se intrometa donde no le llaman; pues para nuestra enseñanza, ni el mimo Hijo de Dios186 se fué al Desierto por su propia eleccion: dexóse llevar: Ductus est; exâmine bien el Misionero, ¿qué espiritu es el que le inclina al Desierto? que así lo aconseja San Juan Evangelista.

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Despues que los Indios principales quedan satisfechos de la multitud de preguntas que han hecho al Misionero, y á los Neófitos sus compañeros, empiezan á pedir: unos piden hachas para sus menesteres: otros piden machetes para desmontar sus campos; y el sufrir y dar buena salida á estas demandas, es pension necesaria, y pide destreza para dar buena salida. Se responde: «que no ha traido sino dos, ó tres, (que así conviene) que esas son para el Cacique, á quien ruega las dé emprestadas, ya á unos, ya á otros: que como viven tan léjos, es muy dificil cargar herramientas: que si se animasen á buscar un buen sitio cerca del otro Pueblo, que tubiese buenas pesquerías, (como tal, y tal puesto, que han de llevar ya pensado) que entónces, con ménos trabajo los visitaria con freqüencia, les socorriera con herramientas, cuidaria de buena gana de sus enfermos etc.» De esta respuesta depende ordinariamente el éxîto de la empresa; porque algunos Caciques responden, que irán con sus Capitanes á ver si hallan sitio á propósito para mudarse cerca del otro Pueblo; y así se exeuta, previniendo con tiempo sementeras, y al tiempo de coger el fruto, se mudan con todas sus familias, ó con la mitad, y fabrican casas etc. otros Caciques piden espera, y tratan el punto largamente con sus gentes ántes de resolverse. También suele suceder, que en el Pueblo de los ya catecúmenos no hay muchas familias, y hay terreno para que estos puedan juntarse con ellos; en este caso los mismos del Pueblo ya empezado, y el Padre, les dan palabra de prevenirles sementeras y algunas casas, con lo qual se facilita mas   —317→   el transporte de la gente nueva. Sucede á veces que la gente que se tira á domesticar, ó sus mayores, han tenido guerra con alguna Capitanía de las que ya están pobladas, y entónces se añade la fatiga de agenciar de una y otra parte las amistades; y ya que están compuestas, las sellan á su modo bárbaro con unos quantos palos que se dan unos á otros, que son paga universal de todas las querellas pasadas: al modo que al amistarse los Indios Filipinos, el último sello de paz es, romperse la vena del brazo, y que la sangre de ambos cayga y se mezcle en una misma vasija; lo qual sirve de una firmísima escritura; en fin, hay entradas, en que los Indios principales se tienen firmes en no dexar su sitio por ameno y fértil; y lo que es mas, por ser su Patria: y por otra parte se cierran en que el Padre se ha de quedar con ellos. Entónces consigue que el Cacique y algunos de aquellos Gentiles le acompañen al Pueblo de que salió, desde donde avisa á los superiores, y con su beneplácito vuelve, y ya es recibido sin ceremonias y con notable júbilo de toda aquella gente, que en todo esto solo ha mirado su interés y conveniencia propia; y este mismo rumbo debe seguir el Misionero, que de veras desea la salvacion de aquellas almas: lo qual doy por muy cierto; porque en aquellos destierros no hay otra cosa que buscar: Vamos con la suya, que es su interés, y salgamos con la nuestra, que es asegurarlos y domesticarlos para enseñarles la Santa Doctrina. Y ésta es la regla que nos da San Pablo Apóstol187: Non prius quod spirituale   —318→   est; sed quod animale, deinde quot spirituale. Con los beneficios, suavidad y muestras prácticas de amor se ganan aquellas voluntades terrenas: ni cabe á los principios otra cosa; porque como el mismo Apóstol de las Gentes nos advirtió188, el hombre animal terreno, y que está todavía por desbastar, aunque se las digan y expliquen, no percibe las cosas espirituales; la señal fixa de que perseverarán quietos, entre otras es ver, que han trabajado buenas sementeras y buenas casas; que envian de buena gana sus hijos á la Doctrina y á la Escuela etc. Hasta tener esta moral certidumbre solo se bautiza en peligro de muerte; quando hay la tal seguridad, ya se bautizan los chicos instruidos en la Doctrina, que se debe entablar desde el primer arranque de la fundacion; que en la crianza de estos está la ganancia; y el mayor mérito, en tolerar la férrea tosquedad de los adultos.



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ArribaAbajoCapítulo XXIV

Fertilidad y frutos preciosos, que ofrece el terreno del rio Orinoco y el de sus vertientes


Habiendo fixado la vista y la atencion desde aquella empinada cumbre, en que estubimos, solo en la copiosa abundancia de peces, Manatíes y Tortugas de Orinoco, en la copia de Javalíes y otras carnes, resinas y aromas, que sacan los Indios de los bosques, quedara desayrado el terreno, sino fixaramos en él los ojos para registrar la virtud que encierra en sus estrañas, para dar á manos llenas frutos de mucho valor y aprecio para la Europa, fuera de los aceytes, bálsamos y lo demás que llevo referido; y fuera de lo que actualmente da á sus moradores en frutas y frutos del Pais, cuya relacion reservo para un paséo que hemos de hacer ácia sus huertas y sembrados en la segunda parte de esta Obra; omitiendo lo que arrebató la atencion de los Estrangeros; esto es, que las playas del Orinoco, especialmente donde el rio forma remolinos, pintan en arenas de oro y de plata señal fixa de los minerales por donde pasa; voy solamente á tratar de los frutos que da y puede dar para el Comercio con España.

Corre el gran rio Orinoco, como ya dixe, y se ve en el Plan, al pié de unas altas Serranías, desde que nace hasta que se sepulta en el Golfo Triste; de aquellas elevadas cumbres descienden   —320→   caudalosos rios y multitud de arroyos, que de industria no demarqué en el Plan, para que no saliera á luz con demasiadas sombras. La humedad que aquellas corrientes difunden por los valles, tiene á estos hermoseados con mucha y fresca arboleda: los rios, por la altura de que baxan, pudieran ser sangrados fácilmente con repetidas acequias: el migajón del terreno, que sin cultivo alguno prorumpe en bosques, cuyos árboles son de notable corpulencia, ya se ve que obedeciera al cultivo, y mantubiera fecundos los árboles del Cacao: poco he dicho: diré lo que vi repetidas veces en las vegas del rio Apure, Tame y otros, que corren al Orinoco; y lo mismo, creo de los bosques de éste, si se registran con cuidado, por ser uniforme el temperamento y clima en éste y aquellos. Digo que ví en dichas vegas arboledas de Cacao silvestre, cargadas de mazorcas llenas de grano, que ofrece aquel suelo espontáneamente para pasto de inumerables Monos, Arditas, Papagayos, Guacamayas y otras aves, que a porfia concurren á disfrutar las cosechas, que de suyo se perdieran; y si aquel fecundo terreno así produce el Cacao de suyo, ¿qué arboledas, y qué cosechas diera al favor del cultivo y del riego? yo he visto los valles mas afamados de la Provincia de Caracas, que son el Tuy y el Oritúco, donde se da el mejor Cacao; y cotejándolos con los de la vanda del Súr del Orinoco, hallé en estos mas campo, mejor migajón en la tierra, mas fácil y mas abundante el riego para inmensos plantages de Cacao. Por otra parte ví en la Guayana, en la huerta de Don Gerónimo de Roxas, un árbol de Cacao tan frondoso   —321→   y tan cargado de bellísimas mazorcas, que no tenia que envidiar á quantos ví en el Tuy y Oritúco. ¡oh y qué Pais, si se lograra su fertilidad!

Ni es de omitir la Canela, que á modo de la de los Quixos de la Provincia de Quito, halló el citado ya Fray Silvestre Hidalgo en su entrada á los Andaquies189, y otras Naciones cercanas á la parte superior del Orinoco: me aseguró dicho R. Padre, que halláron una vega entera de árboles de Canela, y que las hojas (de que cargáron mucha cantidad) eran mas fragantes que la corteza; y lo creo, porque la corteza allí, como la de los Quixos y Mocóa, retiene aquella baba por ser antigua, y cortada fuera de tiempo; pero pódense las ramas de dichos árboles silvestres al modo que lo hacen en Ceylán (que es el mismo con que en Murcia y Valencia podan las moreras), y despues que el renuevo tiene ya la corteza hecha, tengan la economía190 de rajarla al contorno y de alto abaxo, para que crie cuerpo; y después corten y pongan aquellas varas, no al Sol, sino en cañizos dentro de casa, para que se sequen, y la experiencia les mostrará, que la tal Canela no es de otra ni de inferior especie que la del Oriente, en donde tambien parte de los árboles aromáticos son silvestres, como dicen Guillermo y Juan Bleau191. Como tambien es silvestre la arboleda de Canela192, que se halla en Samboangán   —322→   de nuestras Islas Filipinas; y es de notar, que aunque silvestre, á todos los Europeos, que se aplican al uso de aquella Canela de Samboangán, la de Ceylán193 les parece insulsa y sin espíritu, como realmente lo es en gran parte; porque los Holandeses suelen extraerle para vender no tanto el alma, quanto el cuerpo de la Canela; de modo, que así este quantioso renglón de las especies, como otros muy considerables, que desprecia nuestra Monarquía, no es por via de letargo, como Monsieur Rouset clamoréa en su Mercurio de Enero de 1741, que no faltan Ministros, muchos y muy despiertos, y argos vigilantes, que comprehendan lo mas oculto de los caminos y rumbos mas intrincados de la economía y del comercio; sin que les hagan falta ni194 las alas, ni el caducéo de Mercurio, para saber y comprehender lo mucho que importan las migajas que caen de la dilatada y espléndida mesa de la Monarquía Española; y que solo con beneficiar la Canela y la demás Especería de Filipinas, vastaba este leve golpe para que perdiera su ala derecha el elevado vuelo que ha tomado el Comercio de Holanda; pase ésta por breve, pero importante digresion.

Fuera de esto, de la caña dulce, que casi todas aquellas Naciones siembran para golosina y entretenimiento de sus hijos, del tamaño de ella y del intenso dulce de su jugo se infiere con evidencia, que todos aquellos inmensos y despoblados territorios dieran no ménos útil con el azúcar, que con el grano de cacao; y mas quando   —323→   la pendiente de los rios dieran á poca costa copiosos caños de agua para el movimiento de los ingenios y máquinas con que en otros Paises se beneficia la caña á excesivo costo, por falta de agua. No se hallará en las Provincias de Tierra-Firme terreno ni temperamento195 mas al propósito para copiosas y apreciables cosechas de tabaco, como está ya visto y comprobado en el que siembran y cogen aquellos Indios para su gasto.

El café, fruto tan apreciable, yo mismo hice la prueba: le sembré, y creció de modo, que se vió ser aquella tierra muy á propósito para dar copiosas cosechas de este fruto. Por lo que mira al añil, le brota aquel terreno, al modo que en otros nace y crece de suyo la maleza; y ya se ve quánto diera, y con qué abundancia, sembrado y cultivado. El salsafrás, tan apreciable, tanto por lo saludable y aromático del palo, como de su corteza, se halla con abundancia en los contornos de la boca del rio Caura en Orinoco, donde sin buscarle, se ha encontrado; y á causa de la uniformidad del temperamento, es muy creible que le hay abundante en otras muchas de aquellas vegas: esto es por lo que mira á los valles por donde por la vanda del Súr y del Oriente baxan las aguas de aquella inmensa cordillera.

Por la vanda del Norte y del Poniente, por donde tambien entran tan copiosos rios, como ya dixe, y demuestra el Plan, despues de haber cruzado aquellos dilatados Llanos, que empezando desde las raíces de la Serranía, que desde Quito camina mas de ochocientas leguas hasta las costas de Caracas, terminan dichas llanuras en los dilatados márgenes del rio Orinoco. Las vegas de éste   —324→   y de los rios que recibe, pudieran dar abrigo á muchas y grandes Villas y Lugares de Españoles, y sus fértiles egidos y campañas rasas dieran pasto abundante á innumerables cabañas y atos de ganado: todo está pronto, todo convida al cultivo, y por todas partes ofrece el Pais larga correspondencia en ricos y abundantes frutos: entre los quales no es de menor importancia aquella fruta ó especie aromática, que vulgarmente se llama baynilla: ésta de su propia naturaleza y condicion es silvestre (sí bien ya se ha hallado modo fácil y método al propósito para cultivarla) nace de suyo en las mayores espesuras de los bosques y vegas; si halla arrimo, sube, y se enreda entre los arboles con multitud de sarmientos (de color verde, y las hojas de la hechura y forma que tiene la lengua acerada de la lanza) se aferra de los troncos y ramas, no ménos que las parras, que acá suben y se apoderan de los álamos; pero si la semilla que cae, quando ya madura se abre la baynilla, tiene la desgracia de nacer donde no halla arrimo, se sigue la misma desdicha de aquellos hombres, que por mas que lo merezcan, no hallan quien les dé la mano, y se queda como estos pegado aquel débil vástago contra la tierra, sin dar ni aun la esperanza del fruto que diera abundante, con algun arrimo que tubiera, aunque fuera corto. No me detengo en apuntar quánta utilidad diera solo el renglón de esta cosecha, en la suposicion de que se poblara aquel inmenso territorio; lo qual se puede intentar, con el seguro de que no fuera en daño de aquellos Indios, por ser tan espacioso y dilatado el terreno, que comparado con las gentes que mantiene, se puede y debe llamar   —325→   desierto; y se ve claro, porque desde Orinoco á los Llanos de Cumaná hay ocho dias de camino por tierras despobladas; desde el mismo, tomado mas arriba hasta los Llanos de Orituco, hay nueve dias de llanos y rios sin habitadores, á excepcion de tal qual vecino, que no léjos de la Serranía cuida sus ganados: desde el Orinoco á Guanare, y desde él mismo, en mas altura, hasta Varinas, hay veinte dias largos de tierras desiertas: desde la boca del rio Meta en Orinoco hasta las Misiones altas de Casanare gastó el Teniente de la Escolta de nuestras Misiones Francisco Grillo veinte y siete dias de camino, el año pasado 1738, por llanos enteramente habitados de fieras, y no mas; y en fin, del mismo modo se dilata aquel llano hasta el Ayrico (esto es bosque grande) por muchos centenares de leguas, sin mas habitadores, que algunas Tropas andantes de las Naciones Guagiva y Chiricóa, que como ya dixe, á manera de Gitanos andan en perpetuo movimiento, sin tener casa ni hogar en parte alguna; de modo, que sin daño de las Naciones ya domésticas, y con mucho útil de éstas, y grande esperanza de domesticar otras muchas, se pudieran fundar muchas y grandes Colonias, con evidente útil del Comercio de España, y grandes ventajas de la Real Corona: fuera de la principal y máxîma utilidad que se siguiera (como apunté) en la conversion de nuevas Naciones, la qual precisamente se facilitara mucho á la sombra y abrigo de las poblaciones de Españoles: esto es así.

Y como fiel y leal vasallo de nuestro invicto, y católico Monarca Felipe V, á quien Dios guarde y prospere para el bien de su Monarquía y de la universal   —326→   Iglesia Católica, debo añadir, que de no ponerse remedio, dando eficaz providencia para reprimir el empeño con que los Portugueses del rio Marañón, atravesando hasta las riberas de Orinoco, empezáron á molestar y cautivar los Indios de ellas, desde el año 1737, en que estaba yo en el Orinoco, y prosiguiéron en 1738, como me consta por cartas del Padre Superior Manuel Román, que recibí ántes de embarcarme para España en Caracas; y prosiguiéron el año 1739, por aviso que acabo de referir en esta Corte por cartas del Padre Bernardo Rotella: digo, que así como los dichos Portugueses molestan gravísimamente á las Misiones y Misioneros de la Compañía de Jesus de la Provincia de Quito, con notable daño y atraso de la conversion de los Gentiles de la parte superior del Marañón: del mismo modo dañaran (como se ve dañan hoy) e imposibilitaran las Misiones que mi Provincia del Nuevo Reyno con tanto afán y costo, así de vidas de sus Misioneros, como de caudales, que en tan apostólica empresa ha gastado y gasta, y quedarán frustrados los piadosos deseos de nuestro piadoso Monarca y de mi Apostólica Provincia: claro está, que estas correrías y las de Marañón, internándose mas de lo que conviene, no habrán llegado á la noticia del Serenísimo Rey de Portugal, cuyo piadoso y christiano celo, á saberlas, es cierto que ya las hubiera remediado con la mayor prontitud y eficacia; pero de lo insinuado se infiere, que á no atajarse los daños por parte de nuestra Monarquía, á poco tiempo que corra, aunque despues se procure, será mas difícil el remedio.

Añado, que si dichas correrías y entradas á los   —327→   territorios, pertenecientes al rio Orinoco y Marañón, fueran con Misioneros Apostólicos, á fin de formar reducciones pacificamente, al modo que dexo referido en el capítulo antecedente, fueran tolerables, y solo hubiera lugar á una quexa civil y política en órden á los linderos demarcados por el Señor Alexandro VI.; pero no es así, como ya es notorio; porque éstas recogidas de gentes solo tienen por norte el particular interés de tal qual sugeto, sobre quien predomina la codicia y su interés particular, sin reparar en los daños espirituales, que en tantas almas se siguen; ni en el terror que se infunde aun en los Gentiles mas distantes de que se origina la dificultad de su conversion, y el miedo y horror que tienen á los que los buscan como verdaderos Pastores, pensando que no buscan el bien de sus almas como Padres, sino la sujecion y servicio de sus personas: ésta sí que es circunstancia verdaderamente sensible, y digna de remedio.

Y volviendo á coger el hilo que interrumpimos arriba acerca de la fertilidad de los valles y riberas del Orinoco y de sus vertientes, junta aquella con la exôrbitante abundancia de peces y Tortugas de dicho rio, aceytes, resinas y aromas, y los frutos y frutas propias del Pais: todo este conjunto mudamente clama, y ofrece desentrañarse para sustentar á muchos pobres, que no tienen en España ni un palmo de tierra de que mantenerse; y les promete abundantes cosechas, en recompensa del cultivo que recibiere.



  —328→  

ArribaAbajoCapítulo XXV

Y último de esta primera parte, en que se trata del famoso Dorado, ó Ciudad de Manóa



ArribaAbajo§. I

Al tiempo de inclinar la pluma á esta plana, me pareció estar viendo á Diógenes entre el confuso gentío de la Plaza de Atenas, forcegeando y rompiendo para hacerse paso, con una vela encendida en la mano en lo mas claro del dia: ¿Qué buscas, Diógenes? le preguntaban ya unos, ya otros: Busco un hombre, respondía á todos el sábio Filósofo, quando la multitud de ellos le impedian el paso; y es el caso, que buscaba un hombre, no de los que vehia, sino tal qual en su idéa se lo habia figurado, y segun lo deseaba.

Volvamos la vista al capítulo primero de esta Historia, y preguntémosle a Keymisco, Inglés, y otros Gefes, sus Paysanos: amigos, ¿qué viages son estos? ¿para qué tanta repeticion de peligrosas navegaciones? ¿tantas pérdidas de caudales, de navíos y de tripulacion? preguntémos en el Perú y en Quito á uno y otro Pizarro: en Santa Fe de Bogotá á uno y otro Quesada: en el Marañón á Orellana; y en Meta á Berrio y á otros muchos famosos Capitanes: ¿Para qué os afanais? ¿á qué fin tantas levas, marchas y viages árduos, dificiles e intolerables? «buscamos (dicen) el famoso y riquísimo Dorado; y así nadie se admire de nuestra   —329→   resolucion y árduo empeño, que lo que mucho vale, es preciso que haya de costar mucho».

Los Atenienses soltaban las carcaxadas de risa al oir y ver á Diógenes, buscando un hombre entre ellos; pero se reían sin razon; porque el Filósofo buscaba entre ellos un hombre de verdad, tal, que la profesase de veras; y ántes debieran correrse que reirse los de Atenas, al ver que tan gran Filósofo no le hallaba; pero nosotros no errarémos, si nos reimos del empeño de aquellos nobles Conquistadores. ¡Notable asunto! ir aquellos Gefes Españoles tropezando á cada paso en un Dorado de tesoro inagotable, qual realmente es todo el Nuevo Reyno de Granada y Tierra-Firme, tan lleno de fecundas minas de oro, plata y esmeraldas, quantas se conocen en las jurisdicciones de Pamplona, Mariquita, Muso, Neyva, de los Remedios, Antioquía, Anserma, Chocó, Barbacoas y otras muchas, y muchas mas, que aunque ocultas, en las arenas de oro, que por los rios y arroyos deperdician, indican los deseos de que las desentrañen, y salgan á luz sus caudales. Pues si hay tantos Dorados, y tan ricos y abundantes, que solo falta quien los labre, ¿para qué tanto afán, costos y viages en busca de un Dorado? ¿y qué necesidad tenia el Perú de empeñar sus Milicias á que padeciesen y pereciesen al rigor de los trabajos en tierras incógnitas, en demanda de un Dorado, teniendo en su seno el singularísimo mineral de oro de Caravala, con otros muchos? ¿y el imponderable manantial de plata del Potosí, con otros casi innumerables, aunque no tan fecundos? ya se ve quán raro fué un empeño tal, que buscaba con grandes costos y pérdidas, á gran distancia   —330→   de sus casas, aquello mismo que ya tenian asegurado de puertas adentro.

Esto es cierto, hablando así del Perú, como de Tierra-Firme y del Nuevo Reyno; pero fixando la atencion en solo éste, ni ha necesitado, ni ha menester Dorados, quando todo está no solo dorado (que es un mero relumbrón superficial) sino lleno y recargado por todas partes de oro, plata, esmeraldas y otras piedras preciosas: no tiene que envidiarle al Perú ni á la Nueva España, sino la dicha de estar poblados aquellos dos vastos Imperios, que se arrebatáron la atencion de los Españoles; que á estar poblado, como requeria y requiere para la labor de sus innumerables minas el Nuevo Reyno, compitiera en riqueza, sino con ambos, á lo ménos con qualquiera de los dos Imperios. No digo esto, porque sea aquel Reyno el que me cupo en suerte, quando el Señor por su bondad me envió á evangelizar su santo Nombre, aunque indigno de tan alto empleo: digo ingenuamente lo que hay, y lo mucho que hubiera, si aquellas riquísimas tierras estubieran tan pobladas como la Nueva-España y el Perú; y si le pareciere á alguno que digo mucho, vea al Ilustrísimo Piedrahita en su Conquista del Nuevo Reyno196, y á Fr. Pedro Simón197, y hallarán mucho mas de que maravillarse. El Ilustrísimo, como práctico dice: que quanta tierra bañan el rio grande de la Magdalena y Cauca, es de minas de oro198; y un199 poco   —331→   despues añade gran número de rios, entre cuyas arenas se pierde el oro: nombradamente aquel que por sus inmensas riquezas se llama rio del Oro, porque todo el que se entresaca de sus playas, es de veinte y quatro quilates200; y afirma dicho Ilustrísimo: que en solo el Nuevo Reyno hay mas minerales de oro y plata, que en todo el resto de las Américas; y añade mas: que en las minas de Antioquía y otras, dentro de las puntas de oro se hallan diamantes pequeños, pero muy finos. Afirma que en las minas de esmeraldas de Muso se hallan pantáuras201 finas de todos colores: que en las minas de Antioquía abundan los jacintos y las piedras de cruz, que son de gran virtud contra muchos achaques; y que hay tantos granates finos, que la abundancia les quita el valor: que la pesquería de perlas de la boca del rio del Hacha, así en la multitud del criadero de ellas, como en su calidad, excede á todas con mucha ventaja. Timaná abundó y fué famoso por las muchas202 amatistas y pantáuras. Pamplona, Susa y Anserma, por las turquesas, girasolas, gallinazas y mapúlas; esta multitud de minas no se ha hundido: donde se encontráron, permanecen; todas las riquezas deseables sobran; solo faltan pobladores que las saquen de los ricos minerales.

Ojalá la Magestad de nuestro Católico Monarca vuelva sus piadosos y apacibles ojos ácia aquel pobre Reyno, solo pobre por falta de habitadores, y opulentamente rico por sobra de abundantes minas: que una vez reforzado con oportuna providencia,   —332→   dirá la experiencia, y mostrará, que el Páramo rico de Pamplona, y la Naríz de Judío de la misma jurisdiccion tienen tantas Caravalas de oro fino, quantos son los picachos de que se componen; y que tiene Mariquita tantos potosies, quantas son las muchas minas de plata ligada con oro, que por falta de gentes ha muchos años que no se labran. Las minas de Simiti, Caracolí, Antioquía y otras casi innumerables no tienen que envidiar á los reales de minas Mexicanas de Guanajuato, de Zacatécas, de Tolúca, Sombrerete, de San Luis y del Monte, sino que allá hay hombres, que quieren trabajar por el jornal tasado de quatro reales de plata, y en las minas del Nuevo Reyno no los hay, y los pocos peones que hay, no se dignan de aplicarse al trabajo.

De paso para España le dixe á un Cavallero de Pamplona203 en el Nuevo Reyno, que se animase á trabajar su mina de oro, que á su exemplo se animarian otros etc. y me respondió, que ya lo habia intentado muchas veces, y que agenciando jornaleros, les ofreció la paga tasada de quatro reales de plata cada dia; y que la respuesta que diéron, mezclada con muchas risadas, fué esta: «estamos buenos: en una ó dos horas que gastamos lavando oro en qualquiera rio ó arroyo, sacamos quatro tomines de oro, que son ocho reales, ¿y trabajarémos por el interés de quatro? buena necedad fuera la nuestra, quando lavando la arena del rio dos horas por la mañana, y dos por la tarde, á lo ménos cogemos ocho tomines de   —333→   oro, que son dos pesos de plata». Aquí se ve clara la imposibilidad de que los mineros labren sus minas; y se reconoce lo que parece increible; y es, que la suma riqueza del Nuevo Reyno da ocasion á los pobres para que no quieran trabajar ni servir á otros en útil del bien comun; y esto no solo sucede en Pamplona, sino en otras muchas Provincias del Nuevo Reyno, donde la gente ordinaria lava y entresaca de la arena sola aquella cantidad de oro en polvo, que ha menester, ó para vestirse de nuevo, ó para comprar el sustento necesario, lo qual consiguen con gran facilidad; y no trabajarán mas, aunque les dupliquen el jornal.

Quando acaba de caer un recio aguacero, luego que las quebradasradas quedan secas, y los arroyos con poca agua, salen los que debian ser jornaleros, á recorrer las playas con notable interés; porque al baxar las aguas precipitadas de las cumbres, descarnan las barrancas del cauce, y desleida aquella tierra, va dexando puntas de oro (y no pocas veces considerables) en dichas playas. Lo mismo me aseguró el Padre Cárlos de Anisón, de la Compañía de Jesus, que corrió el Valle de Somondoco en Misiones, que vió practicar á las gentes204 de aquel Valle, que salen á los rios y arroyos á recoger las esmeraldas, que pasada la creciente quedan en las playas, como despojos extraidos de las Serranías, por el arrebatado golpe de las crecientes; y añadía una cosa muy singular dicho Padre; y es, que las aves domésticas, saliendo como acostumbran á picar por todas partes, y á escarbar quanto pueden, tragan muchas esmeraldas toscas, ideando que es otra cosa; y que retenidas largo tiempo en sus   —334→   buches (porque su mismo peso les impide el tránsito) con la actividad del calor natural de las gallinas y pollos, se gasta en parte lo tosco y queda algo limpio el fondo de ellas: de modo que el que compra un pollo por medio real de plata, suele hallar en el buche una esmeralda ó dos de mucho valor; y dicho Padre me aseguró, que uno de los Curas de aquel territorio, un dia, sobre mesa, despues de haber comido, puso sobre ella un papel con muchas esmeraldas, y dixo haber sido todas halladas en los205 buches de las aves, que se habian muerto en su cocina.




ArribaAbajo§. II

Reflexion y noticia fundada de los tesoros del Nuevo Reyno de Granada


Ha causado novedad á no pocos aquella proposicion, que poco ántes dí por cierta; y es: «que el Nuevo Reino de Tierra-Firme no tiene que envidiar al Perú ni á la Nueva-España la abundancia y riqueza de sus Minas, sino la dicha de que aquellos dos Reynos se arrebatáron la atencion de los Españoles para poblarlos, y establecerse en ellos»; y aunque roboré éste mi parecer con la autoridad e Historia del Ilustrísimo P. Fr. Pedro Simón en su Conquista del Nuevo Reyno; y con el apreciable voto del Padre Acosta, de la Compañía de Jesus; y pudiera haber alegado muchos pasages de las Decadas del Señor Herrera, que á la verdad sosegaran al mas escrupuloso Crítico; tube por suficiente la de los   —335→   tres dichos Autores. Pero supuesto que me es preciso darle mayor fuerza á mi dictamen por otro rumbo, vea el que gustare al dicho Herrera en su Descripcion de la América206, miéntras voy descubriendo los tesoros imponderables de la Tierra-Firme; y nótese de paso, que en medio de las grandes riquezas que los Conquistadores hallaron en ambas Américas, á solo el Reyno de Tierra-Firme le diéron el singular renombre de Castilla del Oro, nombre ya antiquado, pero puesto con mucha razon.

Los Autores con quienes he de confirmar ahora mi conclusion, son muchos de los mas prácticos cargadores de las dos carreras de Cadiz á la Vera-Cruz y á Cartagena, con quienes ya navegando, ya en tierra, he conversado, y aun controvertido este punto muchas veces: ellos, alegando lo que sabian por su práctica: yo, por lo que he oido á otros no ménos experimentados, y por lo demás que ya voy á decir, lo mas en breve que pueda.

Para lo qual supongo lo que es notorio en todas las Naciones; y es, que el índice mas cierto, y que mas evidencia la riqueza de qualquier Reyno, es su comercio; de modo, que por lo pingue ó débil del comercio, se conoce claramente el mayor ó menor fondo de qualquier Reyno, sea el que se fuere.

Sírvanos por ahora, la que no siéndolo, dan en llamarla decadencia del Perú; la qual quieren inferir, de que en años pasados baxaban de Lima   —336→   á la Feria de Portovelo veinte millones, y aun mas, de pesos fuertes; despues baxaron solos quince millones; despues doce, y á veces diez; y en fin, por carta del Comercio de Lima á los Diputados207 de los últimos Galeones de 1738, protestó dicho Comercio: «que si los obligaban á baxar luego á la Feria, solo podian llevar cinco millones de pesos; pero que si daban espera hasta el Agosto siguiente, baxarian á la Feria ocho millones». Dixe que ésta se llama, y no es decadencia del Reyno del Perú, sino sobra de industria en las Naciones estrañas para introducir mercancías á precios muy moderados, y demasiado atrevimiento y arresto en los Marchantes de aquellas Provincias, arriesgando el capital y los gananciales, (como sucede á muchos) por lograr el barato, y enriquecerse presto. En este mismo sentido se reconoció, no la decadencia do la Nueva-España, sino del Comercio de ella con la nuestra, por causa de los muchos Géneros de la China, que de Filipinas se transportaban al Puerto de Acapulco; y por eso se moderó y tasó aquel Comercio; pero siempre que en la Vera-Cruz hay algun descuido y falta de vigilancia en la Ensenada de Campeche, Provincia de Yucatán, reconocen los Cargadores Españoles el daño del Comercio furtivo. La dicha y fortuna de la Nueva-España, ó por mejor decir, de los Flotistas Españoles, es, el que son pocos y contados los boquetes por donde pueden introducirse Géneros estrangeros. Mas hay en el Perú, aunque mas distantes y dificiles, como son montar el Cabo de Horn, y correr las Costas del Mar Pacífico: de la Colonia de los Portugueses, hasta internarse al Potosí, hay mucho que andar y   —337→   que208 vencer; ni hay menor dificultad en la introduccion por la Costa de Bastimentos, por el Escudo de Beragua, Provincia de este nombre, y el de Costa Rica, jurisdiccion de Guatimala. No obstante, mas de dos veces se han reconocido vencidas estas distancias y arduidades por las ansias de acaudalar dinero. No sucede así en las Costas de Tierra-Firme; ellas abundan de Ensenadas y Puertos desiertos, que miran en derechura á la Jamáyca y á Curazaó.

La Isla de Curazaó es totalmente estéril; de modo, que solo el trato mantiene la Opulencia, Fortalezas, Guarniciones y una continuada serie de comboyes de Navíos que van y vienen de Olanda. Jamáyca da algun Azúcar y Tabaco: renglón, que él solo no pudiera mantener su Guarnicion ordinaria: su fondo, como el de Curazaó, son grandes Almagacenes de Mercaderías, así de los Judíos, como de Ingleses, de que tienen una ganancia exôrbitante; tanta, que callando mucho, y tanteando lo ménos, no reusan209 los Ingleses confesar, que el Comercio de Jamáyca les da anualmente seis millones de pesos.

Pongo las palabras de uno de los mejores Juicios del Parlamento de Inglaterra210 que dice así: «El mas considerable ramo de nuestro Comercio en la América es el Contravando que nosotros hacemos en los Dominios del Rey de España. Nosotros envidiamos á Jamáyca los Géneros propios, que se consumen en las Colonias   —338→   Españolas, y nuestras Embarcaciones las llevan furtivamente á los parages, donde tenemos nuestros correspondientes: nosotros les vendemos allá por plata de contado, ó á trueque de preciosos Géneros, como la Tinta fina y la Grana, que nos producen muchas y gruesas ganancias; y aunque no se conoce radicalmente este producto, es cierto, que por lo ménos llega á seis millones de pesos cada año, donde recibimos las tres partes en moneda ó en barras de plata; de suerte, que entra mas en Inglaterra por la via de este Contravando, que por Cádiz ú otra parte de los Dominios de España etc.» Quanto adquiere Inglaterra por el Comercio de Cádiz, lo dice el capítulo tercero211 con estas palabras: «El Comercio de España para nosotros, es lo que el Perú, y la Nueva-España para la misma España». Y mas abaxo se explica con estos términos: «la quinta parte de esta ganancia, que son quatrocientas mil libras esterlinas, que hacen mas de dos millones de pesos, sale de los Géneros que vendemos en España: y en el capítulo 10. añade212: es fuera de duda, que nos viene mayor suma por sola la via de Jamáyca».

Los Holandeses guardan en un profundo secreto el quantioso producto de su Curazao; pero no pueden ocultar aquellas señas, que lo equipáran al de Jamáyca: la opulencia y fuerzas de su Colonia, los Comboyes de Marchantes Holandeses, que llenan su Puerto, la multitud de   —339→   Balandras con que trafican, todas son señales de que no saca Curazao ménos millones de la Tierra-Firme, que Jamáyca; y mas quando nadie ignora que el genio mercante de los Holandeses es todo su modo de subsistir; pues hasta el suelo de la Patria que pisan, se le han usurpado al mar, y gastan grandes sumas anuales de dinero atajando la porfiada competencia con que el Golfo quiere tragarse el terreno que Holanda le arrebató: no quiero decir, que las restantes Islas de Barlovento, que están sujetas á los Estrangeros, sacan mayor producto que estas dos; porque algunas dan muy buenos frutos: pero el tráfago de Navíos marchantes de ellas, que están en continuo movimiento, piden otro primer móbil, de mas jugo, que la Caña Dulce, Añil y Algodón; y así, no será juicio temerario creer firmemente que el resto de dichas Islas Antillas Estrangeras saca cada año tantos millones de pesos de la Tierra-Firme como cada una de las dos de por sí: y veis aquí una extraccion anual de dies y ocho millones de pesos, que aun despues de tan bien fundada y evidenciada, todavía se hace casi increíble; pero este es un cómputo muy parecido al que ohí en Cartagena de Indias á Don Diego de Or, Fator del Real Asiento de Negros de Inglaterra, año 1738. Me admiré yo mucho (por mi ninguna inteligencia en esta materia) de que el Contador de las Reales Caxas de aquella Ciudad me asegurase, que en aquella Feria, que apénas llevaba seis meses, hubiesen ya salido registradas por la Aduana mercancías de aquellos Galeones, hasta el importe de tres millones y medio de pesos fuertes; entónces el dicho Fator Inglés con una claridad   —340→   y expedicion notable, me hizo ver que es quatro veces mayor la suma de millones que sacan los Estrangeros mediante la introduccion prohibida.

Ya es hora que hagamos la reflexîon, que ella de suyo se viene á los ojos; y que digamos con admiracion grande: ¿qué Pais, qué Reyno, y qué Provincias son éstas de Tierra-Firme, que tales manantiales de tesoros tiene? si su Comercio fuera activo y pasivo, todavía causara admiracion su producto; pero ya vimos que las tres partes de este considerable producto reciben los Estrangeros en barras y en moneda corriente; y ahora á esta admiracion doy una respuesta, que causará otra mucho mayor, y es: que este Reyno de Tierra-Firme es un Pais, que si comparamos sus Ciudades y Poblaciones de Españoles con las del Reyno del Perú, y las de la Nueva-España, se puede llamar casi despoblado. Es un terreno, en donde la mayor parte de las minas de oro, plata y esmeraldas que tiene descubiertas, no se labra; es un Reyno en el qual, con ser tantas las dichas Minas, de las quales unas se labran, otras se han abandonado, y otras, aunque ya conocidas, no se cultivan; con todo son incomparablemente mas las que se insinúan con señas evidentes de oro, ya por la pinta de la Tierra, ya por el relumbrón de los arroyos, rios y quebradas que se arrebatan insensiblemente el tesoro de las riberas que descarnan con sus crecientes: en fin, todo el Reyno de Tierra-Firme es un imponderable tesoro escondido, del qual las estúpendas sumas que llevo insinuadas, no son sino unas meras señales y muestras de los inmensos minerales que en sí contiene: y si las señas palpables que da, y los   —341→   desperdicios de que se aprovechan las Naciones, las pone opulentas, y les da armas contra nuestra España; ¿qué fuera si España lograra estos poderosos productos por entero? ¿pero qué fuera, si puesta la mira en aquellas casi despobladas Provincias, se labrasen todas sus minas, y se cultivasen sus campos, prontos á dar la Grana, el Cacao, Tabaco, Azucar y otros importantísimos frutos?

Vuelvo á coger el hilo que me interrumpió el amor de la Patria, del Rey y de Dios nuestro Señor: de Dios, porque en las costas se ven ya señales de algunas Sectas estrangeras: del Rey nuestro Señor, porque con su dinero se arman los enemigos; y de la Patria, por lo mismo, y porque no se recatan los Estrangeros ya en motejar nuestro descuido.

De lo arriba dicho resulta este fuerte reparo: por tales y tales contravandos que entran en el Perú y en la Nueva-España, se siente grave quebranto en los Comercios de las dos carreras: ¿pues qué fuera si aquellos dos Reynos tubieran unas Costas tan abiertas como las de la Tierra-Firme? ¿y qué, si estubieran tan á mano los Almagacenes de Géneros de las Islas dichas, y pudieran extraer su dinero con la facilidad que lo hacen en las Costas de Tierra-Firme? no quedaria fondo para el Comercio de Cádiz.

Y ahora será fuerza confesar, lo primero, que en tal suposicion los Comercios de los dos Reynos se volvieran inútiles: lo segundo, es preciso conceder, que aun en el estado de abandono en que está el Reyno de la Tierra-Firme, da mas tesoros al Comercio en general que ambos á dos   —342→   Reynos; pues sufriendo tan exôrbitante extraccion furtiva anualmente, no descaece; que es mucho mas que lo que afirmé en mi citada proposicion.

Pero conviene que la reflexîon se estienda al cúmulo de riquezas que produxera este Reyno: lo primero, si se poblara: lo segundo, si labrasen sus minas; y lo tercero, si se desarraygase el Comercio con los Estrangeros. Bien lo insinúa la carta que recibí del Padre Ignacio de Meaurio, de la Compañía de Jesus, sugeto el mas calificado de mi Provincia del Nuevo Reyno, fecha 27. de Enero de 1741. en las cláusulas siguientes.

«En medio de que la Guerra ha embarazado el pronto establecimiento de este Virreynato, ha convenido mucho la demóra del Señor Virrey en Cartagena, para pleno conocimiento de lo que aquellas Costas necesitan, para embarazar Ropas y Comercios de Estrangeros, que era lo que tenia mas perdido este Reyno; como ya lo va egecutando con muy singulares y eficaces providencias; y para lo interior del Reyno ha dado desde allí entre otras, la de haber mandado, que todos los oros vengan á labrarse irremediablemente, y con pena de perdimiento, á esta Casa de Moneda, saliendo fundicion cada quince dias, con que adelanta el Rey nuestro Señor el Señoreage sobre los quintos, y el Derecho de Cobos, y se evitan los fraudes que se hacian en las barras... dándoles á los Estrangeros el oro en polvo las ganancias que ellos adelantaban; y con esta providencia ha concurrido en breves dias á labrarse medio millon de oro, que es solamente el principio de lo que despues adelantarán estas labores; todo estaba perdido,   —343→   porque cada uno echaba el oro por donde queria y le daba gana; esto es, sin haber pasado todavía el nuevo Gobernador al Chocó, que está actualmente aviándose para ello; y sin haberse empezado á trabajar las minas de Mariquita, Muso, Pamplona, Cañaverales y otras, hasta que su Excelencia venga á esta Cuidad, y lo disponga como conviene; y no le será tan dificultoso como algunos piensan, principalmente los que sienten el yugo del Virreynato. Solo en el Valle de Neyva se ha empezado á trabajar nuevas minas, con tan buenas pintas, que empieza Dios á manifestar lo que siempre hemos juzgado: que toda la tierra que hay (siendo tanta) desde Tocayma hasta la Plata, toda pinta en oro. Fuera de la providencia que se ha dado para las minas de Antioquía, mandando su Excelencia pase un Contador mayor á visitar y poner en regla aquellas Caxas; y otras providencias, que ha dado muy buenas para la Provincia de Quito».

De todo lo qual infiero, que si estas pocas providencias, dadas solo para evitar los urgentes daños, producen tan bellas y útiles conseqüencias; si se toma el negocio de aquel Reyno de hecho y con empeño, será sin duda admirable y quantioso su producto.



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ArribaAbajo§. III

Infiérese el gran tesoro que se sacara, si se poblase bien el tal Reyno


Estas, noticias, que ya tienen algunos visos de digresion, prueban eficazmente, y evidencian el inmenso tesoro que el Nuevo Reyno tiene patente en sus minas abiertas y desiertas; y por lo que desperdician las crecientes de los rios y arroyos, indican lo mucho que aquellos Paises retienen oculto; y quan imponderables riquezas darán, si su Magestad se digna repartir en aquellos terrenos tantas familias, que en Cataluña, Galicia y Canarias están en la última pobreza, por no tener tierras propias en que emplear su trabajo. Por otra parte se infiere de lo dicho la ceguedad de aquellos insinuados Gefes, que á vista y con noticia cierta (aunque no de todos) de muchos de aquellos copiosos minerales, tanto afanáron para descubrir aquel singular monte de oro ó Dorado, que la fama comun habia fabricado en sus idéas; y se ve de paso, quan cortos son los tesoros de todo el Orbe, para saciar el corazon humano, íncapáz de llenarse y satisfacerse, sino con la pacífica posesion de todo un Dios.

Pero recojamos ya las noticias del célebre Dorado ó Ciudad de Manóa, separando al mismo tiempo las cosas fabulosas de las probables, reteniendo éstas, y despreciando aquellas. El que recorriere las Historias que tocan á Tierra-Firme y al Nuevo Reyno, verá que esta voz Dorado   —345→   tuvo su orígen en la Costa de Cartagena y de Santa Marta213: pasó á la de Velez, y de ésta á la de Bogotá, que es la Capital del Nuevo Reyno. Puestos allí, corrió que el Dorado estaba en el ameno y fértil Valle de Sogamoso; y llegado que hubiéron á él, halláron que el Sacerdote, que en un gran Templo presidia para ofrecer su oblacion, se untaba á lo ménos las manos y la cara con cierta resina, y sobre ella le soplaban con un cañuto polvos de oro, que con facilidad (como dixe) se laban y entresacan de las playas de muchos rios; y de aquí tomó su denominacion el famoso Dorado, segun esta opinion.

Es verdad214 que Fray Pedro Simón en su Historia del Nuevo Reyno quiere que este nombre Dorado se excitase en Quito, donde el Teniente Velalcázar llamó así á todo el Reyno de Bogotá; y que Pedro de Limpias estendiese despues la fama de él en la Provincia de Venezuela, de donde se excitó el viage de Felipe de Utre; pero poco le hace saber el lugar del orígen del nombre, que fué y es hasta ahora célebre: mas no era este Dorado el que estaba ideado en la mente de los que le agenciaban: lo que con ansia y á todo costo buscaban, era un valle y un territorio con peñascos y guijarros de oro; y tantos quantos se podian desear, y nada menos ofrecian los Indios que iban conquistando; porque estos, viendo que lo que mas apreciaban aquellos forasteros era el oro, á fin de que dexando sus tierras se ausentasen á otras, pintaban con muy vivos   —346→   colores la copia de oro del País, que les parecia mas á propósito para estar mas libres de sus huespedes; y permitia Dios que los Españoles creyesen tan sériamente dichas noticias, para que se descubriesen mas y mas donde rayase la luz del Santo Evangelio, como por su bondad rayó, creció y llegó á claro y perfecto dia, mediante la predicacion de muchos Varones Apostólicos, que reputáron el oro por lodo á vista de la presiosidad de tan innumerables almas. Entre tanto se excitó y tomó cuerpo la fama, de que vencida y pasada aquella gran Serranía, coronada de eminencias, que mantienen todo el año y perpetuamente la nieve, estaban unos dilatados llanos muy poblados, en donde estaba el Dorado tan ansiosamente deseado, y luego salió Quesada con doscientos Soldados para el descubrimiento. Dia del Apóstol Santiago descubriéron desde una alta cumbre aquellas llanuras, cuyo aspecto (á lo léjos) es como el Occeano al pié de aquella gran cordillera de Serranías fundáron los dichos exploradores la Ciudad de Santiago, llamada de las Atalayas, para dexar memoria del dia en que avistáron los llanos, y del fin á que se enderezó su árduo viage, que fué atalayar y descubrir el Dorado: la qual Ciudad hasta hoy persevera en el sitio que demarca el Plán, como memorial perpetuo, y reclamo que con el tiempo excite y llame nuevos Atalayadores y Exploradores de aquel incógnito tesoro215; el dicho Quesada   —347→   con increibles trabajos penetró los bosques del Ayrico; y perdida casi toda su gente, salió á Timaná el año 1541.

En este año con horrendo viage desde el Perú por el rio Marañón salió á la Costa, y no paró en busca del Dorado el animoso Orellana; pero en vano. Al mismo tiempo Felipe de Utre con ciento y veinte hombres, ansioso de que Quesada no fuese solo en el interés y honor, salió en su seguimiento desde Coro, Ciudad de la Provincia de Venezuela; y con el aviso que un Cacique le dió de la gran pérdida y muertes de los Soldados de dicho Quesada, tomó el rumbo al Sudueste216, siguiendo al rio Guabiari; y segun concuerdan así el Reverendísimo Fr. Pedro Simón, como el Ilustrísimo Piedrahita, llegó Utre á vista del primer Pueblo de los Omeguas, Enaguas ó Manoa, donde saliéndole como unos quince mil Indios, los rechazó Pedro de Limpias con treinta y siete Soldados. Utre y el Capitan Artiaga estaban heridos desde el dia ántes, y así no saliéron al Cuerpo; allí supieron por mayor las muchas Ciudades y tesoros de aquella Provincia, por lo qual saliéron á buscar mas gente para volver á la empresa, pero Caravajál, Gobernador intruso en Coro, quitó cruelmente la vida á Felipe de Utre, y cortó enteramente esta gloriosa empresa año 1545, que no hay fiera tan sangrienta como la envidia.

En el Perú, el Marqués de Cañete dispuso la entrada al Dorado, á cargo de Pedro de Ursua, siendo guias unos Indios del Brasil, que se obligáron á ello; á la mitad del viage sus Soldados matáron á Ursua; y eligiéron en su lugar á Don Fernando de Guzmán. Aguirre tomó el nombre   —348→   de Tirano, mató á Guzmán y á otros muchos: vió señas vastantes de los Omeguas; y no hizo caso, porque ya tenia ánimo de tiranizar la Tierra-Firme y el Perú; y viendo los Indios Brasiles, que ya dexaba á las espaldas los Pueblos del Dorado, se huyéron á sus tierras. Aguirre tiranizó la Margarita, y en Tierra-Firme prosiguió217 haciendo crueldades, hasta que infelizmente murió en la Provincia de Venezuela año 1557.

Despues Pedro de Silva consiguió del Rey Título de Adelantado, y con tres Naos, con mas de seiscientos hombres salió de San Lucar año 1569, y llegado á la Provincia de Venezuela, allí por falta de gobierno desertáron todos. Volvió segunda vez á España, consiguió volver con un Navío y ciento y sesenta hombres, y hecho á la vela llegó á la Costa de Paria, entró por las bocas de los Dragos al Golfo Triste, tan triste para él y su gente, que todos pereciéron á manos de los Indios de Guarapiche, y á fuerza de hambre, ménos el Soldado Martin, de quien hablé en el capítulo diez y siete.

Con el mismo fin del Dorado (aunque baxo del Título de Fundador de la Guayana en Orinoco) salió en el mismo año el Capitan Serpa del Puerto de San Lucar, y tuvo tan lastimoso fin, como Silva, con poca diferencia; omito los intentos de otros, á quienes el famoso Dorado inquietó mucho, aprovechó nada, y les costó la vida.

Ahora importa que entresaquemos el grano de la paja, y exâminemos si hay algo sólido en el   —349→   referido epílogo de noticias, en que los Autores citados gastan muchos pliegos. Mr. Laet despues de recopilar las diligencias, costos, pérdidas de Navíos, Soldados y tripulacion, que en busca del Dorado consumiéron los Ingleses, de que hablé en el capítulo primero de esta Obra, concluye diciendo218: «¿Y después de todo esto se duda si hay tal Dorado en el mundo, ó no?»

Yo veo el viage de Felipe de Utre, referido con tanta individualidad por terrenos, en gran parte reconocidos por los Padres Misioneros de mi Provincia, y por mis ojos mismos, y hemos hallado señas tan fixas del tal viage, que no me es factible negarlo (ni los Autores le niegan; aunque el Reverendísimo Fr. Pedro Simón da vastantes señas de tener por mera aprension dicho Dorado) Fuera de esto, he visto en la jurisdiccion de Varinas, en las Misiones que en la Serranía de Pedraza cuidaba el Reverendo Padre Fray Miguél Flores, de la esclarecida Orden de Predicadores, en que murió á manos de los Indios: vi, digo en el año 1721 los falconetes de bronce de á dos en carga, que Utre entre otras cosas había prevenido para su viage, que sin falta hubiera hecho, si la envidia de sus émulos no le hubiera quitado la vida: vi y traté al Venerable Padre Joseph Cabarte, que gastó treinta y nueve años en Misiones en el Ayrico, Guaviari, Ariari y Orinoco derrota (que siguió Utre) el qual Venerable Misionero estubo firme siempre, en que aquel era el rumbo para ir al Dorado: vi y aun dexé vivo   —350→   á un Indio, agregado á la Mision nuestra de Guanapalo, en el río Meta, al qual catequizó y bautizó dicho Padre Cabarte; el qual protestaba, que fué cautivo de edad como de quince años; y que en la Ciudad de Manóa ó Enaguas había sido esclavo otros quince años; y que á instancias de otro Indio esclavo, que sabía el camino, se huyó con él y otros tres; y con ser así que el tal Indio que en el Bautismo se llamó Agustin, no sabia palabra de la lengua Española, nombraba los sitios donde durmieron los veinte y tres días, que desde el Dorado gastáron hasta las márgenes del Orinoco, dándoles los nombres Castellanos que solo Utre en su derrota les pudo imponer, y eran: el Ormiguero, el Almorzadero y los demás á este tenor. Mas el tal Indio Agustin referia las mismas grandezas de los tesoros, y multitud de gente, que el Cacique de Macatóa contó á Utre, persuadiéndole que trahia poca gente para tan grande empeño: fuera de esto, dicho Agustin pintaba muy por menor el Palacio del Rey, los Palacios y Huertas para su diversion en el campo; y tales individualidades, que un bozal no es capáz de fingir, ni tenia motivo para ello; y así creo que de todos los que buscáron el Dorado, el que mas cerca estubo de él, fué Utre; y que sus noticias roboradas con las que dixe y diré, no son despreciables.

En las otras noticias que los Indios del Brasíl diéron al Virrey de Lima, Marqués de Cañete, no hallo los motivos que noté en los demás Indios, para engañar y echar de sus tierras á los Españoles con el relumbrón del Dorado; porque dichos Brasiles siguiéron en su modo de informar   —351→   el genio de todos los Americanos naturales; porque estos son en sumo grado vengativos; y quando por sí no pueden vengar los agravios recibidos, se ingenian, y con buen pretexto buscan quien los vengue. De aquí nace en los Jueces prácticos, que quando oyen la acusacion que hace un Indio contra otro, se ponen á pensar; y ántes de responderle, pasan á averiguar, ¿qué agravio hizo el acusado al acusador? y ciertamente hallan que el acusado hizo algun daño al que acusó. Digo pues, que como los tales Indios Brasiles, por no tener buen terreno, saliéron á buscar fortuna en gran número, y fuéron los mas de ellos, ó casi todos, muertos por los Omaguas del Dorado: viendo que el único metal, de que fabrican sus herramientas, es oro, y que las estatuas de sus templos eran de oro etc.; y sabiendo la buena voluntad con que los forasteros buscaban este noble género, saliéron al Peru, buscando despique á sus agravios, so capa de los tesoros de los Omeguas; y creo que si Ursua hubiera vivido, no hubiera omitido el entrar por aquellos anchos y trillados caminos, por donde Aguirre no quiso entrar, por estar ya encaprichado en su Reynado fantástico de la Tierra-Firme y del Perú; y el haberse los tales Indios Brasiles retirado, luego que viéron que Aguirre, sin hacer caso de su aviso, tiró rio abaxo, es para mí prueba efiicaz, de que el denuncio del Dorado era sério y verdadero, á trueque de vengarse los denunciantes; el que ha vivido algunos años con Indios, conocerá bien la fuerza de esta reflexîon.

Del mismo principio infiero, que toda la relacion   —352→   acerca de los tesoros y multitud de gente del Dorado que el Cacique de Macatoa dió á Felipe de Utre, fué verdadera en todo; porque por lo que mira al gentío, luego al punto tuvo Utre sobre sí quince mil Omeguas solo de aquella primera Ciudad, y fué menester todo el valor de tan corto número de Soldados, para resistir, desbaratarlos, y hacerlos retirar. Por lo que mira á las muchas riquezas del tal Pais, concuerda la declaracion del tal Cacique, con la que los Brasiles diéron al Virrey de Lima, y con la fama comun, que tan válida y estendida estaba ya.

Ahora, considerando yo lo que sucede á los Padres Misioneros (y me ha sucedido muchas veces) que despues de ganadas las voluntades de los principales Indios de una Nacion recien descubierta, si la Nacion que se sigue está de guerra con ésta, ó la da mal vecindario, luego al punto dan cuenta de la tal Nacion, dónde viven, y por qué camino se puede ir; pero si son amigos de la dicha Nacion, nadie avisa; y aunque el Misionero pregunte, todos niegan, hasta que con el tiempo reconocen que el Padre solo busca su bien espiritual, y entónces dan noticia de la Nacion vecina. Supuesta esta verdad tan experimentada, concedo que Utre daria al Cacique de Macatoa muchos regalos para ganarle la voluntad; pero este medio no vasta para que avisen la verdad; porque tambien los Misioneros dan semejantes regalos, y como vimos, no avisan, sino es para vengarse, ó para sacudir el yugo; de que se sigue, que este Cacique, aunque por tener ménos vasallos, no estubiese en guerra con los Omeguas; á lo ménos por ser estos los dominantes, estaba mal con ellos; ó porque tal vez   —353→   era su tributario, ó porque le hacían daño á sus sembrados, ó porque les llevaban por fuerza las mugeres, (como con muchas Naciones del Orinoco lo practican los Indios Caribes) ó por otros motivos; y creyendo el tal Cacique, que podrían aquellos forasteros, si volvian con mas prevencion de Soldados, vengar sus injurias, y sacudir el yugo de su pesado vecindario, abrió su pecho, y dixo á Utre todo quanto sabia, y le rogó encarecidamente, que con tan pocos Soldados no se empeñase: le asistió con bastimentos, le dió guias para su vuelta, y otras finezas usó tales, que á no estar mal con los Omeguas, estoy cierto que no las hubiera hecho.

Por otra parte no cabe el decir, que como Indio, todo lo hizo por miedo de las armas de Utre; porque con mostrarle á éste buena voluntad, y avisar de secreto á los Omeguas (cosa muy usada entre los Indios Gentiles) de un solo asalto, hecho de noche, quedaba Utre destruido, y el Cacique de Macatoa con mucho mérito para con los Caciques ó Régulos del Dorado; y así él declaró la verdad, por lo que ya llevo dicho.

Ahora, juntando la declaracion del Indio Agustin, que fué tantos años esclavo en la Ciudad Capital del Dorado, con la de los Indios Brasiles, con la del Cacique Macatóa, y con lo que219 viéron, padeciéron y declaráron Utre y sus treinta y nueve Soldados: los quales, como dice el Ilustrísimo Piedrahita220, Fr. Pedro Simón, y la tradicion que dura hasta hoy, viéron desde un alto competente   —354→   gran parte de aquella primera Ciudad, y no toda; porque la misma extension de ella impidió la vista: la qual extension concuerda con el numeroso Exército, que prontamente salió contra Utre. Digo que estos testigos y circunstancias, juntas con el dictámen constante del P. Joseph Cabarte, fundado en su larga experiencia de Misionero, en casi quarenta años de tratar y trabajar entre aquellas Naciones, por donde fué el derrotero de Utre; este agregado de cosas constituye un fundamento grave á favor de la exîstencia del Dorado, y una probabilidad no despreciable: la qual, si viviera hoy Monsieur Laet, y la tanteara, depusiera su duda, y el R. P. Fr. Pedro Simón depusiera su incredulidad á vista de estos sólidos fundamentos.

Yo hallo una gran disparidad entre las declaraciones que hacian los Indios en sus Patrias acerca del Dorado, y las que dexo notadas de Agustin de los Indios Portugueses etc. Las primeras (como muy bien nota Fr. Pedro Simón) eran á fin de apartar de sí á los Españoles; estas otras, como dixe, eran á fin de vengar sus agravios, y buscar su conveniencia: fuera de que no hay razon para que se desprecie, y se dé por nula la declaracion de Utre, y los demás Gefes y Soldados de su Compañía, y mas roborándola mucho aquella ansia de volver segunda vez á emprehender con mas prevencion la jornada, que atajó la muerte de Felipe de Utre á manos de la envidia; mas, la copia y multitud de Indios Omeguas, Omaguas ó Enaguas, que se dice haber en aquel Pais, no la estrañará quien supiere, que todo el Nuevo Reyno de las Provincias de Quito y de las del   —355→   Perú, viendo aquellas Naciones, que no tenian fuerza para resistir á los Conquistadores, gran número de gentes de ellas se retiráron á los Andes y á aquella cordillera de Serranías, que divide los Llanos inmensos (de que hablé ya) de los Reynos de Bogotá, de Quito y del Perú; y pasados los Andes, formáron sus poblaciones tan numerosas, como de lo dicho se infiere: fuera de que, como lo restante de aquel Pais está poblado, tambien hallarian Pueblos antiguos aquellos Indios forasteros, á que se irian agregando.

En fin, la riqueza y tesoros que la fama publicó del Dorado, es ménos de estrañar; porque aunque no hemos de creer que los cerros son de oro, vasta que se halle tanto como en el Chocó, Antioquía, Valle de Neyva y en otras muchas Provincias del Nuevo Reyno; la qual riqueza, junta con el tesoro, que los muchos Indios, que se retiráron, precisamente lleváron consigo, hace un buen equivalente á lo que se dixo, y dice del famoso Dorado221. Todo lo qual he querido apuntar, porque tal vez con el tiempo moverá Dios nuestro Señor algun corazon magnánimo á descubrir aquellas Provincias, y se abrirá puerta para que entre en ellas la luz del Evangelio, con la felicidad con que nuevamente ha entrado cerca del Nuevo México, en la Provincia de la Nueva Sonóra, terreno que une la Tierra-Firme con las Californias, hasta hoy demarcadas y tenidas por   —356→   Islas, y no son sino una Península. Los habitadores de dicha Sonóra son muy dóciles, y los tesoros de plata de sus minas, quantiosos é ignorados hasta el año de 39 de este siglo. No repugna que algun dia conste lo mismo, y se publiquen las mismas ó semejantes noticias, ya verificadas del famoso Dorado y de sus gentes: ojalá sea quanto ántes, para bien y salud eterna de aquellas almas.

Dos palabras debo explicar ántes de pasar adelante: la primera es Manóa, nombre que dan los Mapas á la Ciudad principal del Dorado; y digo, que Manóa es en lengua Achagua tercera persona del verbo negativo Manoayúna, que es no derramo, cuya tercera persona Manóa quiere decir, no derrama, nombre que dan á todas las lagunas, no sin propiedad; y así, Ciudad de Manóa es lo mismo que Ciudad de la Laguna. He dicho varias veces, que con facilidad se lava oro en las playas de muchos rios del Nuevo Reyno; y así debo explicar, qué modo de lavar es éste. Digo que de un tablón competente forman como un sombrero, que puesto boca abaxo, tiene las alas caidas; y puesto boca arriba, echan arena, y luego agua, con que la revuelven: arrojan poco á poco la agua turbia, y echan segunda agua limpia para volverla á enturbiar con la arena; y á pocas aguas que remudan, sale toda la arena, y en el fondo de aquel como sombrero quedan las arenas de oro puro, que con su peso natural se afondan, y no salen entre la arena. Vasta ya de jornadas y viages: hagamos pié ántes de emprehender la segunda Parte de esta Historia.








ArribaAbajoTomo II

Portada del tomo II


ArribaAbajoAdvertencia

El P. Ignacio Obregón, que se había encargado de la correccion de esta Obra, por su indisposicion, solo pudo ocuparse en la del Tomo primero; y por esto se encargó de la del Tomo segundo el Dr. en A. D. D. Antonio Juglá y Font, quien suplica al Lector disimule los errores que notáre en él, baxo el concepto de que la impresion del año 1745, que ha servido de exemplar, sobre las muchas equivocaciones que tiene, sigue una Ortografia muy diversa de la que ha adoptado posteriormente la Real Academia Española, y se usa al presente; á mas de que á la precipitacion con que se ha procedido en la Impresion del dicho segundo Tomo, concurre, para su disculpa, la suma dificultad que comunmente se reconoce en los Catalanes, para la perfecta inteligencia, así del dialecto, como de la Ortografia Castellana.



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ArribaAbajoIntroduccion á la segunda parte

Aunque esté bien tendida y fabricada á toda costa y gusto la escalera de un Palacio; con todo, el arte, la conveniencia ó la costumbre han introducido el descanso y plan en su medianía, para tomar resuello, y subir con mas brio ó ménos fatiga lo restante de ella. Es así; pero si no me engaño, creo que los pasos y capítulos con que hemos venido hasta aquí subiendo contra las corrientes del Orinoco, no han sido tan árduos ni fastidiosos, que requieran este descanso ó division de segunda Parte. Fuera de que, de las novecientas leguas que ya por via recta, ya en repetidos semicírculos creemos que corre el Orinoco, tenemos vistas y navegadas quatrocientas y cinqüenta, desde   —2→   el Golfo Triste hasta la boca del rio Ariari; no podemos ahora pasar adelante, sino por las señas de varios rios, que por la parte Occidental baxan al Orinoco de los Páramos de Popayán y Pasto; y careciendo casi enteramente de noticias, por lo que mira á la vanda del Súr y Provincias, donde desde las primeras conquistas se ideó el famoso Dorado ó Ciudad de Manóa, (como se indica en los Mapas antiguos y modernos) es preciso que del Plán que debiera ser un mero descanso para volver á subir y registrar lo restante del Orinoco, hagamos término, dexando á los Operarios que la Divina Providencia destináre para el cultivo de aquellas incógnitas Naciones el cuidado de registrar y avisar á los venideros los genios de aquellas gentes, y lo singular de aquellos Paises.

Entretanto la materia de esta segunda Parte que coincide con la de la primera, se reducirá á responder á varias preguntas y dudas curiosas, originadas de lo mismo que llevo ya referido, y dar satisfaccion á otras, que de las mismas respuestas han excitado personas de literatura; y como tales, ansiosas de saber mas y mas, me han preguntado: ¿Si entre aquellas Naciones hay idolatría y trato con el Demonio? ¿Si tienen alguna luz y conocimiento de Dios? ¿Las causas de sus guerras, arte militar y armas? ¿La variedad, orígen y derivacion de sus lenguas? ¿La de sus venenos, y modo de fabricarlos? ¿Quál es la fertilidad de aquellos Paises? ¿Quáles y quántas sus plagas y enfermedades especiales, y qué remedios usan? ¿Si va en aumento, ó descaece el número de los Indios? y otras curiosidades no vulgares: y supuesto que el ánimo es responder á todo, basta de preámbulo, y prosigamos con el mismo estilo lacónico y claro.



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ArribaAbajoCapítulo I

¿Si entre aquellos bárbaros se halla alguna noticia de Dios?


Llevó Dios á la cumbre del honor al hombre que crió: adornóle con las coronas de suma gloria y honra las sienes, colocándole en tal altura, que se podia gloriar de que era poco menos que los Angeles, y que tenia á su mando y disposicion todo el resto de las criaturas sublunares; pero en medio de tan sublime excelencia, le precipitó al abismo de la mayor desdicha su misma ignorancia: Non intellexit: y con caida mas fatal que la de Icaro (aunque ésta no fuera fabulosa) se halló equiparado con las bestias, y semejante á ellas, el mismo que fué formado á imagen y semejanza de todo un Dios. ¡Notable desgracia y manantial de otras innumerables! ignorancia detestable, madre, fuente y raíz de todas las sombras y errores que llenáron el Mundo, y aun dominan en tantas partes de él, quantas apunté en el Prólogo de esta obra. Pero llegando á nuestro propósito: si à los Mahometanos, Paganos y Negros Africanos les conviene con especialidad la dicha similitud con los brutos, por su especial ignorancia, no les es ménos propia, ni conviene ménos á las ciegas y bárbaras gentes del Orinoco y sus vertientes, en que son comprehendidas tambien con especialidad otras muchas Naciones de las dos Américas.

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Ello es cierto que la falta de enseñanza, derivada y heredada de padres á hijos, no es otra cosa que pasar las gentes de uno á otro abismo de ceguedad y tinieblas, sea en la Religion del Mundo que se fuere, como se evidencia en las Aldéas retiradas, y en el vulgo de las Ciudades, aun en aquéllos Reynos donde mas florece, y mas se cultiva nuestra Santa Fe. ¿Pues qué dirémos de aquellas gentes, cuyo total ahinco es, retirarse mal y mas del comercio humano, é internarse en las selvas y afectando, ó por mejor decir, imitando el genio de las bestias mas silvestres é indómitas?

Diré que fué gravísimo error el de los que á la primera vista pensáron que no eran racionales; porque á la verdad, luego que se van desbastando aquellas que parecen piedras, se ve por la Divina gracia, que pasan á verdaderos hijos de Abrahán; y á repetidos golpes del cincél de la doctrina, se descubren los brillos de aquellos diamantes, cuya exterior tosquedad los hacia despreciables.

Diré222 que aquellas Naciones, no solo están poseidas, sino tambien sepultadas entre las tinieblas de su misma ignorancia; pero afirmo, y debo afirmar al mismo tiempo, con el torrente de los Doctores y Theólogos católicos, que en medio de aquellas tinieblas resplandece alguna luz, algunos destellos (aunque cortos) de aquel Divino Sol de Justicia, que alumbró y alumbra á todo hombre, de quantos vienen á peregrinar á este Mundo,   —5→   alentando y fortaleciendo con su Divina gracia el espíritu de los Sagrados Apóstoles y de los Varones Apostólicos, para que se oyesen los écos de sus voces Evangélicas desde el Oriente al Ocaso, y desde el Aquilón al Austro, segun el vaticinio del Real Profeta223.

Diré lo que ya dixo S. Próspero224: «que hay algunas Naciones en los últimos ángulos del Mundo, á quienes no alcanzó todavía á dar de lleno la luz de la Divina gracia; á las quales jamás se les niega aquella luz general, y aquella medida de auxîlios suficientes, que para todos los hombres viene de lo alto». Lo mismo pudiera decir con las palabras de San Agustin, con las del Concilio Senonense225, de Orosio y de otros Santos Padres y Concilios; pero no obstante todo esto, diré también lo mismo que en dilatados años y largas peregrinaciones, entre gentes bárbaras he palpado y experimentado; y es, que aquella corta luz que entre ellos se dexa divisar, al mismo tiempo que se dexa ver como luz, se reconoce empañada con muchas sombras. ¡Pobres almas! ¡O y qué lástima! Si aquella luz que tienen, se parece tanto á las tinieblas, ¿quál será el horror de la ceguedad en que viven? ¿Y quién habrá que no se mueva á lástima y compasion de aquellas   —6→   pobres Naciones? Tienen poca luz y obscurecida, y así ven muy poco; y si no hay quien vaya á alumbrarlos, no hay esperanza de que se les aclare la vista. Hay notable diferencia en el modo de no ver, quando una nube ó niebla opaca cubre la superficie de la tierra, y quando otra nube (digámoslo así) doméstica cubre casi toda la superficie de los ojos: á aquella el tiempo la disipa, y todo queda claro: ésta se congela y crece mas con el tiempo; y al modo de ésta es la que ofusca á aquellas gentes infelices.

Digo en fin, viniendo á lo particular, que las Naciones de que trato, conocen la malicia del homicidio, del adulterio y del hurto; y los delinqüentes, ó se huyen, ó esconden quanto pueden sus delitos: no se hallan casamientos entre hermanos y hermanas; y en algunas gentes hasta mas allá del quarto grado no se casan. En sus desgracias ó pesares levantan los ojos al Cielo con exclamaciones propias de sus lenguages; v. gr. ¡Ayaddí! ¡Acayá! ¡Ayó! ¡Páya! ¡Guayamijideyá! y otras semejantes, con que naturalmente recurren á lo alto á implorar el favor y amparo, aunque no tienen otras voces ni términos para explicarse mas; siendo éste un movimiento con que recurre la criatura afligida á su primera Causa, segun el sentir expreso del Padre de la eloqüencia Ciceron226. En la Nacion Achagua viene de padres á hijos la tradicion del Diluvio Universal, que explican con estos términos muy genuinos: Catena Manóa, que   —7→   á la letra es: Sumersion general de la tierra, ó laguna general.

Con toda claridad, segun Herrera227, retenian esta noticia los Indios de Cuba, y uno de los mas ancianos reconvino á Gabriél de Cabrera con estas palabras ¿Que por qué le reñia etc. pues todos eran hermanos? ¿Vosotros le decía no procedeis de un Hijo, de aquel que hizo la Nao grande para salvarse del agua, y nosotros del otro? de modo, que esta tradicion, segun se ve, estaba muy asentada y corriente de generacion en generacion. En dicho lugar cuenta el mismo Herrera, que tenian aquellos Indios noticia de la creacion del Cielo y de la Tierra, y que habia sido fabricada toda esta gran -máquina por tres Personas, aunque al explicarlas deliraban. Una y otra noticia se halláron en el Perú y en México228.

En otras tres Naciones que luego nombraré, tienen palabra con que expresar (á su modo) y nombrar á Dios, (esperamos que el tiempo y la práctica lo descubrirá tambien en otras, que hasta ahora no han dado señal de conocerle, por frase ó palabra destinada para ello,) pero en dichas Naciones no se ha reconocido ceremonia alguna exterior para el Culto Divino; ni las voces con que segun la variedad de lenguas nombran á Dios, son tan individuales y positivas, que nos hayamos asegurado ya de su cierta y fixa significacion. Por esto en la Doctrina Christiana, que traducimos en sus Idiomas, usamos de la palabra Dios, y de las demás palabras Españolas necesarias para   —8→   la explicacion de los Misterios de nuestra Santa Fe: asi como los Latinos tomáron del Griego muchos términos facultativos de que carecian, para explicar muchas dificultades Escolásticas.

Los Caribes, Nacion dominante por muy numerosa, llama á Dios Quiyumocón; es decir: Nuestro Padre Grande; pero aun no está bien averiguado si estas voces tienen por objeto la Causa primera, ó si se refieren al mas antiguo de sus Abolengos; y por esto no usamos de dicha palabra.

Los Salivas dicen que el Púru hizo todo lo bueno: que Púru vive en el Cielo: que el Hijo de Púru mató aquella Serpiente que destruia las gentes etc. (éstas son sombras y vestigios borrados de la verdad).

Los Betoyes decian ántes de su conversion, que el Sol era Dios; y en su lengua al Sol y á Dios llaman Theos; voz Griega, que tambien significa á Dios; pero ninguna de estas tres Naciones da la menor muestra de culto ni de adoracion á su Púru, Theos ó al Quiyumocón.

En ninguno de aquellos vastos Paises hemos hallado hasta hoy muestra de idolatría; y asi hay este obstáculo ménos que vencer para su enseñanza. No obstante esto, en la Nacion Betoya hubo que vencer algo; porque pusimos en el Catecismo esta pregunta: ¿Theodá, Diosoqué? ¿El Sol es Dios? y al punto respondian que sí: la respuesta que se les enseña, es: Ebamucá, futuit ajajé Diosó abulú, ebadú, tuluebacanutó: no es, porque es fuego que Dios crió para alumbrarnos.

Viendo pues, que pasaban muchos meses sin acabar de creer que el Sol era fuego, me valí de   —9→   la mecánica de una lente ó cristal de bastantes grados, y junta toda la gente en la plaza, cogí la mano del Capitan mas capáz, llamado Tunucúa. Preguntéle: ¿si el Sol era Dios? luego respondió que sí: entónces en voz alta que oyeron todos, dixe: ¿Day dianu obay refolajuy? Theodá futuit ajaduca, may mafarra. ¿Quándo acabaréis de creerme? ya os tengo dicho que el Sol no es sino fuego. Y diciendo y haciendo, interpuse la lente entre el Sol y el brazo del dicho Capitan, y al punto el rayo solar le quemó y levantó una ampolla considerable en el brazo: clamó luego él con voz amarga, diciendo: ¡Tugaday: tugaday: fatuit ajacudacá!

Es verdad: es verdad: fuego es el Sol. Corrian de tropel los hombres y mugeres á ver el efecto del Sol y de la lente: veian la quemadura, y el Capitan les explicaba con eficacia la operacion que miraban con espanto correlativo á su nativa ignorancia: entretanto rompí por entre el gentío, y llegué á la turba de muchachos, deseosos de ver y saber lo que pasaba: hice la misma pregunta al mayorcillo de ellos, erró la respuesta, y lo desengañé con la quemadura de la lente. Aquí fué mayor la bulla, todos querian experimentar (aunque á costa suya) si el Sol era fuego, ó no; díle la lente al Fiscál de la doctrina, para que fuese dando gusto á todos, y yo me retiré á mi choza: el efecto de esta maniobra fué qual se deseaba; porque de allí en adelante ningun Betoy dixo jamás que el Sol era Dios: luego respondia que el Sol era fuego.

No puedo omitir aquí lo que me pasó con un Gentíl Betoy, llamado Cagiali al principio de la   —10→   conversion de esta Nacion: insistí en tina de las pláticas, que el que no creyese la doctrina que yo de parte de Dios les enseñaba, le llevarian á ser quemado perpetuamente á la casa del fuego, donde viven los Demonios. (ésta es frase propia de aquel lenguage). Vino despues el Cagiali á informarse mas de espacio de la materia: expliquésela de varias maneras, y con símiles materiales; (que son los que mas sirven para su rudeza) y quando se hizo cargo de esta tan importante verdad, se alteró todo, encendiósele el rostro, soltó las lágrimas, y con voz lamentable dixo: ¡Ayaddí, Babicá! ¿Day ma ebá Diosó? ¿Dayque ojabolá, obay reoje afocá, arreacabi, dusuque arribica? ¡Ay, Padre mio! ¿Cómo ha hecho Dios esto? ¿Conque mis mayores se han perdido, y están ardiendo, porque Dios no les envió Padres que les enseñasen? Confieso que me enternecí, y que me costó mucho trabajo el consolar al Cagiali, y mucha dificultad el hacerle entender, que la causa de la perdicion de sus mayores no estubo en Dios sino en los pecados de aquellos Gentiles, por los quales se hicieron indignos de que su Magestad les enviase Predicadores. Este Cagiali fue un gran Indio, sirvió mucho para aquella fundacion; y quando le bautizé (que fué in articulo mortis) le llamé Fortunato, porque logró la fortuna que lloraba perdida en sus mayores.

Pero por el mismo caso que reynan las tinieblas en los entendimientos de aquellas gentes, quando al abrir los ojos de la razon, perciben la luz de las verdades eternas, les da mayor golpe la novedad, y se reconoce por los efectos, que entónces derrama Dios á manos llenas su misericordia,   —11→   segun la mayor ó menor disposicion de los Neófitos; entre los quales vemos y advertimos la mutacion que en ellos hace la diestra del Todo-Poderoso. Y aun los mismos Indios al cotejar su vida racional y christiana con su antiguo desconcierto, se regocijan, se admiran y dicen repetidas veces á sus Misioneros: Diosó fausucajú, Babicá, ujuma afoca, ubadolandó maydaitú: esto es: Dios te lo pagará, Padre; pues por tu medio vivimos, ya racionalmente; y veis aquí aquel maná escondido, que endulza, suaviza y hace llevaderos los mayores trabajos presentes; y que dispone, da brio y ánimo para los venideros.

¿Qué consuelo podrá compararse con el de un Operario entre aquellos Neófitos que se fatiga para que sus Indios no freqüenten tan á menudo los Sacramentos de la Confesion y Comunion, como los de la Nacion Achagua, que la desean y piden hasta ser molestos?

¿Qué mayor señal se puede hallar de que han abrazado sériamente nuestra Santa Fe, ni qué mayor gusto para el que se la predica, que reconocer en los Neófitos temor de Dios, deseos de salvarse, y gran miedo de la eternidad del Infierno, con la moderacion, recato y buena conducta debida que requieren las tales señas? y á la verdad de esto pudiera decir mucho.

Solo diré para gloria de Dios y confusion de muchos Christianos, que se precian de serlo229, que me ha sucedido estar muchas mañanas seguidas oyendo confesiones de Indios Neófitos, sin hallar en alguno de ellos materia para la absolucion: y me consta que á otros Misioneros les ha sucedido lo mismo; eso no, Padre (responden) desde que   —12→   supe que Dios se enoja por los pecados, y como los castiga, no hago cosa mala. Por otra parte se evidencia la sinceridad y verdad que profesan en la confesion, con muchas señales ciertas, especialmente por la brevedad, ansia y susto con que recurren al Tribunal de la Penitencia, si caen en algun lazo de los que arma el enemigo: en cuya prueba solo digo, que á deshora de la noche, y lloviendo reciamente se entró un Indio Neófito en mi rancho, y puesto de rodillas á mis piés, todo asustado, me pidió las diciplinas: se las dí, y empezó á descargar recios azotes sobre sus espaldas, y á llorar. Díxele atónito, ¿que por qué era aquella penitencia? respondió que le habia engañado el Demonio, y que venia á desenojar á Dios, y á confesarse, como lo hizo: añadiendo despues otros azotes sobre sus espaldas: ¿quién no alabará á Dios por estas señas de Fe viva y santo temor suyo, que su Magestad infunde en los que poco ántes no le conocian?



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ArribaAbajoCapítulo II

Singular piedad y especial providencia de Dios, que resplandece en Bautismos al parecer casuales de Indios ancianos, Indias y Párvulos


Dixe en el capítulo antecedente, que aunque ofuscada, no falta luz, ni á los mas bárbaros, para discernir lo bueno de lo malo, y lo lícito de lo prohibido (sentencia seguida por los Doctores Católicos en tanto grado, que el Padre Presentado Fray Gregorio García y otros Autores230 notáron, que en México y el Perú habia ántes de las conquistas noticia de los Preceptos del Decálogo; y que unos en unas Provincias, y otros en otras, tenian señalado castigo contra los transgresores.

En la Vida del V. Padre Joseph de Ancheta, vemos que este Apostólico Varon perdió el camino que seguia; y después de varias vueltas y revueltas por un desierto, fué á dar á una choza donde estaba usa Indio anciano, hecho una imágen viva de la muerte, y exâminándole, halló el Padre, que habia guardado exâctamente la Ley natural: instruyóle, bautizóle, y luego murió; como quien solo vivia de la esperanza del bautismo, para pasar á mejor vida.

En la Historia de Cinalóa de las Apostólicas   —14→   y numerosas Misiones, que la Compañía de Jesus tenia en la Nueva-España, se lee un caso totalmente semejante al que acabo de referir, de dos Padres, que permitió ó dispuso Dios que perdiesen el camino, para que por el bautismo pusiesen en el camino del Cielo á un anciano Indio que halláron (después de bien exâminado) que no tenia otra culpa que la contraida en la original, fuera de las leves que de su cosecha trae la fragilidad humana. Este tal no esperó para morir sino el tiempo necesario para su instruccion y bautismo.

De estos casos y otros admirables en materia de la Fe, del culto Divino y de grandes penitencias de los Indios, está llena la Historia de Cinalóa ya citada, donde el curioso hallará mucho en que alabar la piedad del Altísimo. Y á la verdad, por lo que los Padres Misioneros me refiriéron231, y por lo que yo mismo experimenté en esta materia, es para mí indubitable, que en los demás partidos de Misiones se ve con freqüencia esta especial providencia y misericordia de Dios; y se verifica la verdad de aquel axîoma Theológico, que facienti quod est in se, Deus non denegat gratiam: y aqui me cito á mí mismo, al capítulo doce de la primera Parte, donde escribí un caso de un bautismo muy singular.

En este punto me enterneció mucho lo que me refirió el Padre Juan Rivero al retorno de su viage al Ayrico, de doscientas leguas de ida, y otras tantas de vuelta: habia hecho tan árduo y largo viage á pie, y por desiertos estériles en busca de Achaguas Gentiles; y viendo yo que traia muy pocos, traté de consolarle del mejor modo que pude, y me interrumpió, diciendo: «no Padre   —15→   mio, tan consolado vuelvo por haber bautizado un Achagua, que al llegar allá encontré moribundo, que si supiera habia de lograr otro bautismo semejante, ahora sin descansar emprendiera y repitiera este mismo viage»: y prosiguió refiriendo el caso, que por muy parecido á los dos antecedentes puedo dar por referido. Este es aquel denario diurno y paga sobreabundante, con que quedan satisfechos aquellos Operarios, y por él dan por muy bien empleadas todas sus fatigas.

En el año 1716, despues que puse los primeros Gentiles Lolacas, que Dios me dió, entre los dos rios Tame y Chicanóa, se me ofreció un viage muy urgente y dilatado en bien de las almas; y luego que de retorno llegué á mi rancho, vino un Indio mozo con tal priesa, que de puro fatigado, apénas podia hablar, y dixo como mejor pudo estas palabras en su lengua: Padre, ha tres dias que mi madre te está esperando, y dice que no quiere morirse sin ser Christiana; pasé luego á ver la enferma, halléla muy descaecida, la instruí en los mas principales misterios de nuestra Santa Fe; y ya dispuesta, la bautizé: la choza en que estaba era tan estrecha y baxa, que para resollar un poco de ayre puro, salí fuera de ella: ¡cosa rara! apénas me habia limpiado el sudor, quando oí que decian adentro: ya espiró; entré, y era así, que para morir solo habia esperado el agua del Santo Bautismo; y alabé á Dios con el Profeta David232, diciendo: Separaste, Señor, tu lluvia   —16→   voluntaria para tu heredad, que tú mismo perficionaste.

Todavía resplandecen mas los arcanos de la Divina Providencia, y los caminos (á nuestro corto entender) casuales, de que su Magestad se vale para salvar á los que están escritos en el libro de la vida, en el caso que voy á referir. Para que el Misionero antiguo de una de las nuevas Misiones que mi Provincia tiene en Casanare, entrase á los bosques á domesticar Gentiles, para aumentar su grey, entró á suplir el Padre Miguél de Ardanáz, natural del Reyno de Navarra, recién llegado á dichas Misiones, empeñado con un Intérprete á estudiar y aprender aquella lengua. En el año 1717, un dia, fastidiado de aquel estudio, que en los principios es amargo, llamó al Intérprete para ir á divertirse algo en las sementeras de los Indios; no le halláron, y así tomó por guia un Indio bozal, que no sabia palabra de la lengua Española: dió vuelta espaciosa por las vegas en donde trabajaban los Indios; y ya tarde, al volver ácia el Pueblo, vió un pobre rancho apartado de la senda, y por mera curiosidad fué á ver, qué cosa era, y si en él habia algun Indio: y veis aquí que se quedó asombrado al ver una India moribunda: armazón funesta, que solo tenia la denegrida piel sobre los huesos: tenia en vano colgada de sus pechos una criatura, tan flaca y y moribunda como su madre; dió la India muchas muestras de alegría luego que vió al Padre, y esforzando la voz, le decia: Babica, rosaca, dojacarrú, oculiba fu; que es: Padre mio, echame el agua del bautismo sobre mi cabeza.

No entendia aun el Padre la lengua: volvióse   —17→   al Indio que le guiaba á preguntarle; mas éste no sabia ni entendia el lenguage en que le hablaba el Padre, y así le respondia en el suyo: la India enferma clamaba, pero el Padre ni entendia á ésta, ni al otro; y así se halló muy afligido y en gran confusion: y he aquí la especial providencia de Dios; porque viendo la moribunda que el Padre no la entendia, calló un rato, como quien estudia ó piensa, y llamándole despues por señas, le dixo sola esta palabra, que ó sabia, ó le inspiró Dios; agua; y tocando con la mano su cabeza, repetidas veces, decia: agua, agua: con esto conoció el Padre que pedia el bautismo; buscó agua, y no hallando ni una gota en el rancho, corrió al rio, traxo agua, y siéndole imposible otra diligencia ni instruccion, la bautizó: y aquí fué donde brilló mas la piadosísima providencia del Criador; pues luego que recibió el bautismo, cruzó sus brazos, y espiró la dichosa India. Omito aquí el Consuelo del Padre Ardanáz, que le duró muchos dias: quiso bautizar la criaturita, que también agonizaba, pero se lo estorbó el Indio con las señas que le dió de que ya lo estaba. La mencionada India estaba ya instruida con otras por su Misionero, que las habia dexado dispuestas para hacer un bautismo con la mayor solemnidad posible, á fin de que los Gentiles que esperaba domesticar y sacar al Pueblo, viesen aquella funcion, y se fuesen aficionando á vida civil, con éste y otros medios que se practican; y así el consuelo del Padre que la bautizó, fué mas completo quando supo la buena disposicion con que tan casualmente (por lo que toca á nuestro corto entender, que para Dios no hay casualidades,) habia conseguido el   —18→   bautismo aquella pobre y mil veces dichosa India.

De todas las Tribus, Pueblos, Naciones y lenguas, vió el Evangelista San Juan predestinados innumerables, que cantaban himnos y alabanzas al Divino Cordero, que con su preciosa sangre los habia redimido y conducido al dichoso puerto de una feliz eternidad: profecía que desde el principio de la Iglesia se empezó á verificar en el Eunuco de la Reyna Candace, para cuya enseñanza y bautismo llevó un Angel á San Felipe Diácono, y despues que le instruyó y bautizó, él mismo ú otro Angel le arrebató de la vista del Eunuco, y se halló de repente el Santo Diácono en Azoto, y prosiguió allí evangelizando á Jesu-Christo. Y aunque no con tan manifiestos favores; no con ménos oportunas providencias ha proseguido y aun prosigue Dios nuestro

Señor socorriendo con la oportuna luz de su santa ley y con el santo bautismo á muchos que de su parte no han puesto voluntario obstáculo de culpa grave, con que hacerse indignos de esta celestial gracia y favor.

A las riberas del rio Cravo llegué en el año de 1724, á tiempo que una Capitanía de Guajivas, vagos y andantes, habia hecho pié, porque estaba muriéndose una India anciana de su comitiva: instruíla, con la brevedad que la urgencia requeria, la bautizé, y espiró luego. Con la misma casualidad, en el rio Duya, que entra en el rio Meta, encontré otra tropa de Chiricoas, tan vagos y andantes como los antecedentes, quienes acababan de llegar del Ayrico, que es viage de ducientas leguas; llegóse á mí el Capitan, que ya era anciano, y me dixo en lengua achagua: Nu saricaná ribarinaú matata: esto es: Mi padre se muere aprisa: el   —19→   hijo era viejo, ¿de qué edad seria el padre? fui al punto, y me encontré no tanto con una imágen de Matusalén por su abanzada vejéz, quanto con un esqueleto medio vivo, por lo flaco y desfallecido. Mas de una hora trabajé en instruirle en la Santa Fe, pero en vano, porque no respondia al intento; de manera, que formé juicio de que el moribundo deliraba. Pregunté á su hijo, si le habian dado de comer, y me respondió que ni en aquel dia ni en el antecedente habia probado cosa alguna: tráxele al punto un pescado asado, y luego que le vió, se animó: comióselo todo, quedó capaz de instruccion, (que la hambre si es fuerte, también priva del juicio,) y respondió bien á todo lo que le iba explicando y preguntando; y luego que reconocí estaba dispuesto, le bautizé, y me retiré á descansar de la funcion, que fué larga y algo molesta. No habia caminado cien pasos, quando vino corriendo el Capitan su hijo, diciendo: Padre, Padre, ya murió mi viejo. ¡Dichoso él á quien Dios nuestro Señor miró con tan gran misericordia, despues de tan larga vida!

Mas larga y dilatada edad mostraba por todas sus coyunturas y artejos de su cuerpo una India Guajiva, que no sin especial providencia de Dios encontré en las vegas del rio Cravo, entre la tropa de aquellas gentes que viven de puro caminar. Muchos años habia que la cargaban dentro de un canasto, porque no se podia tener en pié sus ojos de puro hundidos eran ya extrañamente pequeños, y habia mucho tiempo que habia perdido la vista: sus uñas parecian de águila real: las arrugas de todo aquel pellejo tostado á los rigores   —20→   del Sol, remataban con unas como escamas ó callos duros etc. No me causó tanta armonía este espectáculo, quanto la resistencia que mostró á la instruccion y al bautismo: tres dias gasté en vano, y otros tantos estuvo aquella gente violenta, porque no podia, ni yo la dexaba proseguir su incierto y vago viage: por otra parte la anciana no estaba enferma, sino de sus años, cuyo peso no podia ya aguantar; y se mantenia siempre firme en que ni queria creer cosa de quantas yo le decia, ni ser Christiana; porque luego que me bautizes (decia ella) me moriré. Muy buenas congojas me costó su terquedad: en fin fui á verla, rogándole al Santo Angel de su Guarda que le ablandase aquel terco corazon; y creo que oyó mi súplica, pero de un modo raro: llegué al canasto, (jaula de aquella vejéz,) y sin preámbulo alguno le dixe: ¿por qué no quieres ser Christiana? respondió: porque luego que lo sea, me moriré. Volvíla á preguntar, ¿si habia estado en algun Pueblo de Christianos algunos dias? díxome que sí: preguntéla ¿si habia visto como allá bautizaban á los párvulos pocos dias después de nacidos? respondió, que sí: ¿y por qué los bautizan tan pequeños? la repliqué yo: eso no sé, respondió ella: pues sábete, la dixe, que para que vivan, y para asegurarles una vida que no se acabe, por esto los bautizan: pues si es por esto, replicó la anciana, yo tambien quiero que me bautizes. Alabé á Dios al ver que nadie se cansa de vivir, por trabajosa que sea su vida, y porque ya se ablandaba aquel terco corazon, aunque con motivo terreno: pasé á explicarle el fin para que Dios nos crió, y luego los   —21→   demás misterios que oyó y abrazó muy bien la catecúmena; y hechas todas las diligencias delante de su gente que habia concurrido, la bautizé; y volviéndome á los circunstantes, les estaba rogando, que dexada aquella vida andante y trabajosa, formasen un Pueblo, quando levantó uno el grito, y dixo: ya murió la vieja. ¡Caso verdaderamente singular! por el qual debemos ensalzar la misericordia de Dios y admirar los caminos ocultos con que procura el bien de las almas; y si se hace reflexion, se hallará que todos quantos estábamos allá, quedamos contentos; porque la anciana salió con la suya, de que luego que la bautizase habia de morir; los Gentiles se libráron de cargar aquel estorbo en su canasto; y yo quedé mas consolado que todos, por haber encaminado aquella alma al Cielo: solo el Demonio, quien es de creer que le habia puesto en la cabeza que se habia de morir si recibia el bautismo, salió despechado y confundido de aquella ranchería.

Omito otros muchos casos, semejantes con poca diferencia á los referidos; pero no puedo ménos que hacer mencion de un Indio de setenta años y mas, segun las señas que daba de la destruccion de la Ciudad de Pedraza con la violenta irrupcion de los Indios. Hallé á este anciano, llamado Seysere, en el centro de los vastos bosques de Apure, que tendrán ciento y cinqüenta leguas de travesía: era Régulo de su Nacion Guanera, y obedecíanle otras Naciones, que se le habian agregado: tenia una casa mucho mas suntuosa que las que usan los Gentiles; y tenia otras dos casas destinadas para recibir á los huéspedes y pasageros, á quienes cuidaba y regalaba con franqueza: recibiéronme   —22→   con las armas en las manos; pero luego se desvaneció el susto: el anciano tenia un peligroso cáncer en el pié; el qual despues de varios dias, que tratábamos sobre que saliese con los suyos á mejor poblado, era el único impedimento de la marcha; porque era preciso caminar casi veinte dias á pié por aquellas espesuras: quiso Dios que con algunos remedios eficaces sanase Seysere, y así salió con su gente; y despues de bien instruidos, se bautizáron todos, siguiendo el buen exemplo de su Régulo.

Fué este Indio muy singular: jamás tuvo ni conoció otra muger que la primera; jamás asistió, ni en su gentilidad, ni en ocho años que vivió despues de bautizado, á combites, ni á casas de bebida, donde de ordinario hay muchas embriagueces; y quando no podia excusarse, en brindando á los combidados, se volvia luego á su casa. Lo principal de Don Ventura Seysere (que este nombre le puse) es, que despues de un largo y sério examen, hallé que habia guardado exâctamente la Ley natural desde que tuvo uso de razon: en los ocho años que vivió dió grande exemplo á los Neófitos: cooperó personalmente á la conversion de muchos Gentiles; y recibidos en su última enfermedad los Santos Sacramentos, estando ya muy descaecido le dispuse una substancia; y rogándole con instancia que la tomase, me dixo con notable alegría de rostro: déxame ir al Cielo, y espiró.

A un Indio Saliva (que sobresalia en capacidad y en bondad á todos los de Duya, y despues de bautizado era tan dado á la penitencia, que era menester irle á la mano,) le pregunté ¿si   —23→   allá en su Gentilidad habia tenido alguna noticia ó pensamiento de Dios? Estuvo un rato pensativo y respondió: «no, Padre, solo una noche muy clara y despejada me estuve contemplando la Luna y las Estrellas, y reconociendo su movimiento, pensé que serian hombres: despues hice reflexîon sobre las plagas, que acá sufrimos, de mosquitos, tábanos, culebras etc.; y dixe, allá están bien aquellas gentes, libres de estas plagas y peligros: el que puso aquella gente allá, ¿por qué no me pondria á mí también?» ésta fué á la letra su respuesta, de que colegí el recurso de aquellos toscos pensamientos á su primera causa, que es Dios; cuya magnífica luz por entre las mismas tinieblas se insinúa, por mas que los ciegos Gentiles añadan sombras á sus ojos.




ArribaAbajoCapítulo III

¿Si aquellas Naciones tienen idolatría? ¿Si tienen noticia del Demonio, y se valen de el, ó no?


Aquí es preciso se angustie el corazón humano, y vea lo que de suyo es: si le falta la luz de la Fe, ¡á qué caos le precipitan su misma ignorancia, y la malicia del comun enemigo! Este, como es y se llama Príncipe de las tinieblas, domina de asiento entre las sombras de aqúellos ignorantes; y de tal modo se insinúa entre ellos, que en todas aquellas Naciones le conocen por el nombre propio que cada una le da, segun la variedad de sus Lenguas. Los Indios Achaguas le   —24→   llaman Tanasimi: los Betoyes y Jiraras Memelú: los Guajivas Duati: los Guaraúnos Jebo etc.: pero al mismo tiempo tenemos el consuelo de que no ha permitido Dios que aquellas gentes dén culto alguno, ni adoracion á tan cruel enemigo; ántes bien generalmente es tenido por malhechor, y á él le atribuyen todos sus males, como ya diximos. Los IndiosGuamos, le atribuyen sus enfermedades; los Mapoyes, los daños de sus sementeras; los Guayquiries, le tienen por autor de pleytos y riñas. Los Betoyes le atribuyen la muerte de todos los párvulos, y dicen que el Demonio les rompe el pescuezo con gran secreto, para no ser sentido; y á este modo en todas aquellas Naciones tiene malísima opinion: y esta basa tan asentada entre ellos, ayuda mucho á los Misioneros para explicarles la doctrina, y aumentarles el horror á tal enemigo.

No se puede negar que entre estas Naciones hay Indios taymados y parleros, de quienes se dice que tratan con el Demonio; pero tambien es cierto que los mas de los que tienen esta fama, (que ellos mismos hacen creer quanto pueden) como apunté ya233, son embusteros, se precian de lo que no hay, se fingen muy amigos del Demonio, por su interés, por sobresalir y ser temidos del resto del gentío, para que no les nieguen cosa alguna de las que se les antoja, como realmente sucede; y viven respetados, atendidos y con abundancia de todo lo que en medio de su gran pobreza se puede desear: á los tales en unas   —25→   Naciones llaman Moján; en otras Piache; en otras Alabuqúi etc.

De las máquinas fantásticas con que aturden al vulgo ignorante, solo contaré un caso, que sirva por muestra de los muchos que omito. Es el caso: que en una selva, llamada Casiabo habia un Moján muy afamado entre los Indios, pero muy oculto á los Misioneros de todos aquellos Partidos: su nombre era Tulujáy, que despues se convirtió, y le puse por nombre Cárlos; y á mi ver murió con muchas señas de predestinado. A su escuela concurrian Indios de todos aquellos Paises; mas no todos aprendian, ni se sujetaban á su enseñanza, porque les costaba muy cara; pues fuera de la paga competente, era tan riguroso el ayuno de quarenta dias á que les obligaba, que pocos se atrevian á emprenderle; y de los que se animaban, los mas dexaban al Maestro, enflaquecidos de los ayunos: al que cumplia su fatal quarentena, preparado en ella con varias yerbas, por último le hacia tragar sin mascar tres píldoras del tamaño de una pepita de guinda; y le decia que aquel antídoto era contra todo género de veneno, y que ya quedaba seguro de todos sus émulos y enemigos.

En la simple credulidad de los Indios basta y sobra esta noticia, para que nadie se meta con los tales Curados, y aun para que les tengan mucho miedo y respeto; y no repugna que haya yerbas de tal virtud, que sean antídoto preparativo contra aquellos venenos, como despues diré.

Un Indio fiel y sincéro me descubrió todo lo dicho, con ocasion de preguntarle yo, ¿quál seria la causa de andar N. tan descolorido y macilento?   —26→   Yo te lo diré, si no descubres mi nombre, me respondió el Indio: díle mi palabra, y dixo: «la causa de su palidéz es, porque está ayunando para curarse y recibir las píldoras etc.», mostréme incrédulo, y realmente lo estaba; mas el Indio confirmó toda su relacion, añadiendo: «y N. nuestro Indio principal y de buen vivir, y á quien tú quieres tanto, tambien está curado, y tomó las píldoras; y si no estuviera curado, ya le hubiera muerto.» Disimulé y despaché al declarante: despues en buen sitio y con gran secreto, me vi con el Indio principal y denunciado, á quien yo quería mucho, por lo que obraba en la conversion de los Infieles, (aquí pido la atención curiosa del Lector,) y sin preámbulo alguno, ni afectacion de novedad, sino como quien habla de cosa muy sabida, le dixe: «¿y como tú, siendo buen Christiano, eres uno de los Curados en Casiabo, y cargas píldoras en tu estómago?» No se turbó ni demudó el Indio; y me respondió con esta otra pregunta: «¿y como los Españoles, aun los que son muy buenos Christianos, traen sobre su cuerpo pistolas y espada?» no las cargan para hacer daño, dixe yo, sí solo para su defensa: á que respondió el Indio: «ni yo traygo estas píldoras para dañar á alguno, sino para que sabiéndose que estoy curado y armado, nadie se meta conmigo:» confieso que luego mudé de conversacion, y traté con él de otras materias; y por ahora dexo la respuesta del Indio al exâmen de los curiosos.

En otros casos cogí en la trampa á los otros Mojanes, que llaman Médicos. Estos curan ó quieren persuadir que curan los males, á puro chupar:   —27→   si duele, por exemplo á alguno el estómago, previenen en la boca algunas raices de yerbas; y despues de chupar terriblemente sobre el estómago del paciente, escupen aquellas raices, y dicen que aquello le mataba: reciben su paga, y quando despues muere el enfermo, se excusan diciendo: que si no hubiera comido pimiento, ó esto ó aquello, no hubiera muerto. Los Médicos de la Nacion Otomaca chupan á sus enfermos con tal fuerza y pertinacia, que no descubren la boca sin sacar sangre del paciente, luego la escupen en lugar limpio, y de entre la sangre y saliva apartan unas piedrecillas menudas, que á prevencion traían en la boca, y hacen creer, que ellas eran la causa de la enfermedad: y en muriendo el enfermo, se valen de un desatino, para que quede en todo su vigor el buen crédito de su medicina.

Pero por lo que mira á la cura arriba expresada hecha á fuerza de ayunos, y radicada despues de ellos en yerbas salutíferas, no puedo ménos que tenerla por factible.

Y mas con la cierta ciencia de la cura, con que queda burlado el veneno de las culebras en el Guayaquil, Provincia de Quito situada á dos grados y cinqüenta minutos despues de la línea equinoccial, donde son tantas las culebras ponzoñosas que hay en aquellas haciendas, á causa de la humedad del terreno y del calor activo de la zona torrida que apénas se puede dar paso sin pisar alguna: mas el Sapientísimo Autor de la Naturaleza previno en aquellos territorios cierto bejuco, (esto es un sarmiento, que enredándose por los árboles crece,) para remedio universal contra los venenos de culebras. La práctica de los   —28→   trabajadores es ésta: luego que se levantan, la primera tarea es mascar cantidad de aquel bejuco, y con aquella masa y la saliva tinturada con sus qualidades se untan los piés y las piernas, las manos y los brazos: preparados con este antídoto, salen sin miedo ni sobresalto á su ordinario trabajo, con la experiencia de que los que salen con este preservativo admirable, no solo no son acometidos de culebra alguna, sino que las que, ó casualmente pisan, ó al arrancar la yerba cogen á veces entre sus manos, quedan como adormecidas é incapaces de dañar: efecto singular de aquel raro bejuco, que precisamente ha de causar novedad á los curiosos Botánicos de nuestra Europa: no así en aquel Pais por ser cosa de todos los dias divertir su trabajo los Negros, manejando y enroscando en sus brazos las culebras mas ponzoñosas.

Pero lo mas admirable, y lo que hace á nuestro propósito, es que quando alguno de aquellos campesinos quiere librarse del trabajo y molestia diaria de mascar el bejuco nada sabroso, busca un Práctico, (que los hay, y de ordinario los mejores son los Negros,) y en sana salud se pone en sus manos para curarse, ésta es su expresion, contra toda especie de culebras.

El Curandero (nombre que dan á los tales Médicos) le impone cierta dieta, le da á ciertos tiempos agua tinturada en la infusion del dicho bejuco en determinado número de dias, y al fin de ellos le saja, mas que levemente, en distintas partes de los piés y piernas, de las manos y brazos, de los muslos, pecho y espaldas, hasta correr sangre; y exprimida y recogida ésta en paños,   —29→   le empapa las cisuras con el jugo extraido del bejuco fresco; y he aquí curado ya al tal, fortificado y armado para toda su vida contra los venenos de las culebras. Con esto pasa á ser entretenimiento y juguete de los que se han curado, aquella bestia, que solo en el Paraiso se mostró halagueña, para difundir con mas seguridad su ponzoña entre los hijos de Eva; porque los que se han curado, por grande y horrible que sea la culebra, la cogen y manosean, y se la enroscan en la cintura, sin el menor sobresalto, ni temor de daño alguno: lo que en Guayaquil es notorio.

Vuelvo ahora á lo referido de los Indios, que se curaban contra todos los venenos en Casiabo, con el ayuno y preparativos de yerbas saludables; y no encuentro repugnancia en que aquellos cuerpos secos al rigor del ayuno, teniendo preparados por el espacio de quarenta dias sus humores con el jugo de yerbas medicinales, se saneasen y fortaleciesen contra la maligna actividad de las ponzoñas.

Ni hay que extrañar en ello, quando en sola una pepita, (que la devocion de los Misioneros jesuitas llamó de San Ignacio,) epilogó Dios, y halláron los Indios Filipinos no solo un remedio universal contra el tósigo y veneno ya recibido, sí tambien un antídoto cierto y preservativo admirable, con solo traerla consigo: cosa tan de hecho, y tan notoria, que ni aun necesita de este leve apunte. ¿Qué mucho pues, que el Divino Autor de la Naturaleza haya depositado en el bejuco de Guayaquil, y en las yerbas de Casiabo aquella gran virtud, que estrechó al brebe círculo de una Pepita en Filipinas?



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