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Homenaje a Eugenio María de Hostos: pensador hispanoamericano

Ramón-Darío Molinary



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Representantes del Homenaje

Presidencia del Acto de Homenaje en la Escuela «María Díaz Jiménez»: Don Ángel Oliveros, don Antonio Moreno, vicerrector Benjamín Fernández, doña Isabel Gutiérrez Zuloaga y don Ramón Darío Molinary.



Hostos

«Antes que nada, el maestro debe ser educador de la conciencia infantil y juvenil; más que nada, la escuela es un fundamento de moral. Si educa la razón, ha de ser para que se desarrolle con arreglo a la ley de su naturaleza y para que realice el objeto de su ser, que es exclusivamente la investigación y el amor de la verdad; si educa los sentimientos, es porque son el instrumento más universa! de bien, en cuanto son instrumento de la atracción universal entre los hombres; si educa la voluntad, ha de ser para enseñarla a conocer el bien como el único modo en esencia y el mejor en práctica de ejercitar la actividad; en suma, si educa lo que debe y como debe, ha de ser con el supremo objeto de educarla conciencia, de formar conciencias, de dar a cada patria los patriotas de conciencia, y a toda la humanidad, los hombres de conciencia que les hacen falta. A este fin, la escuela tiene que satisfacer tres condiciones; ha de ser fundamental, ha de ser no-sectaria, ha de ser edificante».


(HOSTOS, Obras completas).                





ArribaAbajoPrólogo

por Gustavo Villapalos Salas



Rector Magnífico de la Universidad Complutense

La Universidad Complutense se ha propuesto valorar y distinguirá las personas que han hecho una contribución meritoria a la ciencia, al arte y a la cultura, así como difundir con especial atención los valores de los miembros destacados de la comunidad hispánica, muy en especial ante la inminente celebración del V Centenario del Descubrimiento de América y del «encuentro entre las dos culturas».

En este sentido, el homenaje al ilustre polígrafo, educador y político puertorriqueño Eugenio María de Hostos tiene una significación modélica. En efecto, en él se dan la integración de las actividades intelectuales y políticas, teóricas y prácticas. Hombre de acción, como lo proclaman sus repetidos viajes y sus contactos con personas e instituciones de varios, países, no rehuirá el lanzarse a la publicación de obras teóricas en los campos del derecho, la sociología y la educación. Enamorado de su tierra borinqueña y fiero luchador por su causa, llevará, sin embargo, con él la huella de España, en la que transcurrió su adolescencia y juventud y en la que encontró tan buenos amigos.

Su imagen quijotesca y atormentada es un reflejo de esta personalidad inquieta, que se mueve entre la crítica manifiesta a aquello que en lo íntimo de su entraña siente como consustancial y el deseo vehemente de realizar cambios, de avanzar soluciones en el mundo vacilante y caduco que le tocó vivir. ¿No es este, en el fondo, el esquema medular de la vida universitaria, anclada en el tesoro cultural del pasado, pero abierta a un futuro mejor mediante la crítica del presente?

Hostos amó intensamente a Puerto Rico y a España. Vivió con sus amigos de uno y otra momentos fundamentales de su trayectoria vital. Mas, lamentablemente, por ambas partes será dado de lado; postergado y olvidado por aquellos en quienes más confiaba. Las críticas sinceras que, para uno y otro país, surgen de su pluma llevan el sabor amargo del desengaño y la desilusión. Porque hemos de reconocer cuánto afecto profundo y cuánta objetividad hay en dichas críticas. Hostos es un español enamorado de América y un americano que lleva en lo profundo de su corazón el sello de la España en la que vivió, estudió e inició su carrera literaria.

La Universidad Complutense, primordial yunque en el que se fragua la personalidad juvenil del prócer puertorriqueño, se satisface en fomentar su recuerdo mediante esta publicación, reflejo del homenaje académico que, en su día, tuvo lugar en la Escuela de Formación de Profesores «María Díaz Jiménez».

Mi agradecimiento a este centro de la Complutense que ha tenido la iniciativa del gesto; al director de la Casa de Puerto Rico en España, don Ramón Darío Molinary; a los dos distinguidos profesores de esta Universidad, doctores Isabel Gutiérrez Zuloaga y Ángel Oliveros Alonso -directora del Instituto de Ciencias de la Educación y catedrático de la Escuela de Formación del Profesorado de EGB, respectivamente-, que han analizado el sentido de la aportación de Hostos en el mundo educativo y cultural de su época, y a cuantos han participado en las jornadas de homenaje y en esta publicación.

Que el ejemplo de Hostos, con sus altos ideales y su permanente insatisfacción crítica, nos incite a los universitarios españoles e hispanoamericanos a no regatear esfuerzos en la promoción de nuestras instituciones para el logro de una sociedad más libre y más humana.




ArribaAbajoPresentación

por Antonio Moreno González



Director de la Escuela de Formación del Profesorado de EGB «María Díaz Jiménez»

La Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB «María Díaz Jiménez», y con ella la Universidad Complutense, se han sumado, gustosamente, a los actos de homenaje al ilustre pedagogo puertorriqueño Eugenio María de Hostos, con motivo del 150 aniversario de su nacimiento.

Los centros docentes que, como esta Escuela, están destinados a la formación de los profesores tienen un deber de correspondencia y reconocimiento con quienes han dedicado su vida académica y en algunos casos, como el que nos ocupa, su vida social y política al mejoramiento de la enseñanza. Nos ha sido, por tanto, fácil aceptar el ofrecimiento recibido del director de la Casa de Puerto Rico en España, Ramón Darío Molinary, para que fuera la Escuela de Formación del Profesorado «María Díaz Jiménez» sede del homenaje complutense.

Dispuestos a organizar este acto académico de merecido recuerdo, nuestra preocupación fue no estar a la altura de los merecimientos de Hostos. Pero pudimos contar con el entusiasmo de quienes aceptaron participar, tanto en las conferencias como en las tareas de organización, y con el decidido apoyo del Rectorado, a través del vicerrector de Departamentos y Centros, don Benjamín Fernández Ruiz. Sólo así adquirimos la confianza suficiente para embarcarnos en tan grata y estimulante empresa.

A la vista de los resultados y la acogida que el homenaje ha tenido en los ámbitos universitarios español y puertorriqueño, así como en la prensa de ambos países, podemos sentirnos gratificados de haber participado en tal celebración.






ArribaAbajoHostos: Reformador de la educación hispanoamericana

por Isabel Gutiérrez Zuloaga



Directora del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE-UCM)

Estimados señores:

Con motivo del 150 aniversario del nacimiento del prócer hispanoamericano EUGENIO MARÍA DE HOSTOS, la Universidad Complutense de Madrid, decidida a honrar dignamente su memoria, ha organizado esta SESIÓN ACADÉMICA. He aceptado con sumo gusto el participar en el homenaje, porque deseo sinceramente contribuir al recuerdo de este magno educador -que se hace bachiller en Bilbao y estudia Derecho en las aulas de nuestra Universidad-, aunque bien consciente de la modestia de mi aportación, escasamente proporcionada a la grandeza de su obra.

Ante todo, deseo comenzar reconociendo en el reformador Hostos a un sobrio y erudito pensador, a un convencido pedagogo y a un admirable maestro. Para demostrarlo, esta intervención se va a desarrollar en tres apartados: el primero, dedicado a descifrar su significado personal y cultural; el segundo, un intento de esbozar su ideología de base, su pensamiento ético, social y sociológico; y el tercero, el delineamiento de su proyecto pedagógico como promotor de una educación popular y adecuada a las necesidades de su momento histórico y del estadio de desarrollo de la sociedad hispanoamericana.

Concluiremos definiendo a nuestro eximio profesor portorriqueño como MAESTRO INTEGRAL DE AMÉRICA.


Significado personal y cultural de Hostos


El recuerdo de su persona y de su obra

Al producirse (en 1939) el primer centenario del nacimiento del gran reformador y educador de Puerto Rico, varios países americanos celebraron actos de homenaje. Además de su país natal, en Argentina, en Chile, en Cuba, en Santo Domingo y hasta en USA se oyeron voces que celebraban la gran personalidad y la destacada obra de Eugenio María de Hostos. La vida entera de un profeta de la transformación social, de la verdadera, de la auténtica reforma, la que se produce desde el interior de los corazones y de las voluntades humanas; la que sólo se logra por medio de la serena, constante y profunda labor de educación de las conciencias y de instrucción de las mentalidades. Con tal motivo se editaron sus Obras completas1.

Aunque ya a la muerte de Hostos aparece la apología de su gran obra en la prensa de Europa y de Hispanoamérica. Recordemos aquellas frases:

«Hostos, Betances y Ruiz Belvis fueron los puertorriqueños que aparecerán como aquellos que más desearon la libertad para su país. Eran tres soberanos y cerebros imantados constantemente hacia un mismo polo magnético: el resurgimiento de su país. Los tres son fundadores de la patria puertorriqueña. Cuando quieran investigar de qué esté formado el cerebro y el corazón de la nueva ciudad, verán en el fondo de ella los corazones de Hostos, Betances y Ruiz Belvis, que reposan allí, hermosos y lucientes en la plena expansión de su amor»2.



Y Hostos desea y proclama esta libertad desde su primera gran obra, su primer grito utópico: «La peregrinación de Bayoán -ha dicho el mismo Hostos- es un grito sofocado de independencia por donde empecé mi vida pública, en aquella época en que lo imposible se ve posible en la imaginación y el ensueño»3. Por su parte, A. Pedreira, en su obra América y Hostos declara: «Esos tempranos trabajos patrióticos y humanitarios, cristalizados en 1863 en la Peregrinación de Bayoán, que atacan el modelo de régimen colonial español y gritan libertad para los esclavos, lo lanzaron al republicanismo español, restándole, naturalmente, la amistad de los conservadores y trayéndole la ojeriza del Gobierno»4.

Hostos no fue un político en el sentido de la palabra. Nunca estuvo afiliado a ningún partido político, que sepamos, aunque tomó parte activa en el movimiento republicano en España en unión de Emilio Castelar, Pi y Margall, Salmerón y otros notables políticos españoles de ideas antimonárquicas; fue miembro activo del Club Revolucionario Cubano en Nueva York, defendió siempre con su pluma y su palabra la independencia de Cuba y le preocupa el status político de Puerto Rico, la liberación de las Antillas y de toda Hispanoamérica.

Además, al intentar abordar su obra y su pensamiento, sin duda resulta imprescindible contemplar las distintas facetas a las que se dedica nuestro autor, y que de manera indisoluble se funden en su persona. Nos referimos al sociólogo-moralista-educador y político que el Hostos multifacético abarcó a lo largo de su trayectoria vital. Sin olvidar que nuestro personaje es considerado, además, uno de los más grandes prosistas de la lengua española del siglo decimonónico.

Pues bien, al igual que nos hemos referido al centenario de su nacimiento, al recordar que en este acto conmemoramos el 150 aniversario de tal acontecimiento, no puedo dejar de hacer constar aquí que recientemente, y para preparar esta conmemoración, se decidió en Madrid, conjuntamente por los Gobiernos de Puerto Rico y España, la erección de un monumento en la propia capital para honrar la memoria de nuestro ilustre pedagogo. Con tal motivo se esculpe en piedra una inscripción de amplio y profundo significado: «A EUGENIO MARÍA DE HOSTOS, PRÓCER PORTORRIQUEÑO, REFORMADOR ESCOLAR, MAESTRO INTEGRAL DE AMÉRICA»5.

Claro está que para entender el pensamiento y la obra de este autor debemos introducirnos en el contexto histórico-social que le tocó vivir y que, sin lugar a dudas, le sirvió como telón de fondo para el desarrollo de su pensamiento y de su acción.

Se trata de una obra escrita en las postrimerías del s. XIX: Hostos nace en Puerto Rico en 1839 y muere en 1903. Y responde a las exigencias de una sociedad cuya prioridad primordial es la independencia de los Estados latinoamericanos con el fin de erradicar los colonialismos establecidos.

Las ideas avanzadas que Hostos vierte en toda su obra sobre la reforma que predica para América y los beneficios que habían de seguirse en su reestructuración socioeconómica una vez lograda la descolonización de España, nos lleva a descubrir en Hostos tres etapas distintas.

En LA primera etapa o de autonomía aboga por mayores libertades administrativas en convivencia con España, que abarca desde 1863 hasta 1869.

La segunda etapa, cuando rompe con España y los republicanos españoles, con su célebre discurso del 20 de diciembre de 1868; se hace independiente, en parte antimonárquico y antiespañol; comprende desde 1869 hasta 1898. Es su gran época de reformador de la enseñanza, sobre todo en Santo Domingo y en Chile.

La tercera etapa, desde 1898 hasta su muerte, en que se manifiesta decidido defensor de la libertad de Puerto Rico (1899-1903), donde funda los Institutos municipales de Juana Díaz y de Mayagüez.




Un verdadero hidalgo español

No cabe duda de que desciende de una familia española hidalga. En 1436, el 23 de agosto, Juan II de Castilla reconoce la hidalguía al apellido OSTOS. En el s. XVII un Ostos se instala en tierras americanas, donde transforma su ortografía, ampliando el apellido con una decorativa y muda letra inicial H.

Como auténtico hidalgo se entrega intensamente a un ideal, al cual sabe sacrificar la dedicación de su vida. Por eso leemos en su Diario frases como éstas: «Pongo, según mi precepto, todas las fuerzas de mi alma en todos los actos de mi vida»6; y más adelante: «Se trata de hacerme posible dos cosas: primera, la propaganda incesante en favor de las Antillas; después, la vida»7. Además, al renunciar a la oferta de una cátedra de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires confiesa: «He venido a la América latina con el fin de trabajar por una idea; todo lo que de ella me separa, me separa del objeto de mi vida»8. No es, pues, extraño que dos escritores norteamericanos le hayan dedicado artículos bajo el título de «El Quijote de la Libertad»9.

Por su parte, Elías de Tejada, en su obra Las doctrinas políticas de Eugenio María de Hostos, dedica un apartado a analizar en los escritos del político americano su «moral de hidalgo», su clara hidalguez10.




Encuentro con los krausistas

El trasfondo intelectual de la obra de Hostos se caracteriza por la influencia del krausismo y del positivismo. Influencia que recoge de su estancia en la metrópoli durante casi dieciocho años. Viene ya a España a la edad de trece años (1852) y comienza los estudios de Bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Bilbao, como consta en sus archivos. Luego se traslada a Madrid para cursar estudios de Derecho. Y es en este periodo de su vida donde se forja su formación cultural y sus principios revolucionarios11.

Se matricula en la Universidad Central de Madrid en las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras, en 1861. Se hace socio del Ateneo madrileño, se dedica con tesón a la lectura de las obras maestras del pensamiento y de la literatura. Colabora en numerosas revistas, como El Museo Universal, La Soberanía Nacional, La Iberia, La Nación, El Progreso...

Es este un momento español en el que se producen una serie de avatares políticos que desembocan en constantes enfrentamientos entre conservadores y liberales. El estado de España durante este período oscila entre la anarquía y la descomposición. Y Hostos opta por luchar al lado de los liberales. Participa con los sectores más progresistas de la burguesía española, insertos en la ideología del krausismo español, introducido por don Julián Sanz del Río. Y desde allí intenta luchar contra los males endémicos de la sociedad española: el absolutismo, el oscurantismo, el autoritarismo, el clericalismo.

Estos krausistas creen en la mayor suma de libertad individual, compatible con la seguridad y el bienestar de la comunidad, lo que les lleva a preferir los gobiernos de carácter democrático, ya sea bajo la forma monárquica, ya bajo la forma republicana, donde el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, tienda a ser cada día una realidad más tangible. Y confían en que todo esto es posible, además de deseable, si se crea por medio de la educación la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos.

Aunque hemos de reconocer que de los tres movimientos filosóficos que arraigaron en España para esa época -positivismo, neokantismo y krausismo-, ninguno pudo cautivar a Hostos de un modo absoluto, pero todos dejaron más o menos su influencia en él. Lejos de toda especulación metafísica, ya que según él afirma, el hombre no necesita para realizar sus fines otros conocimientos que no sean el de la naturaleza y el de sí mismo, Iba a sacar de la ciencia positiva la dirección cardinal de su pensamiento filosófico.

Moralista de envergadura socrática, se inspiró en la ética de Kant y en las ideas sociológicas de Augusto Comte. Siguiendo a éste proclama que la humanidad es el principio y el fin de todo conocimiento, y podría organizarse mejor para cumplir sus fines. Dotando al individuo de las aptitudes necesarias para servir plenamente a la sociedad, a través de una educación integral. Y con los medios de trabajo, desarrollar en él la capacidad de conocer y juzgar para que sea propietario exclusivo de su conciencia.

Pero donde se hace más palpable el Positivismo es, sin lugar a dudas, en la reforma educativa que llevó a cabo en estos países latinoamericanos. Esta reforma parte del hecho de que a cada cambio en la sociedad corresponde un cambio en la educación. Por lo tanto, al producirse en América una total renovación de su sistema jurídico, que transformó por completo su vida social, había que ir sin pérdida de tiempo a la reforma de los principios y métodos pedagógicos vigentes y adaptarlos al nuevo orden social que gozaban las naciones después de las guerras de la independencia.

Se propone luchar contra el escolasticismo establecido, ideología de los sectores conservadores, que hombres como Hostos, Betances y Martí querían sustituir por uno de corte republicano y democrático. Pretende darle al sistema educativo una base científica y una organización positiva, cuyo jefe fuera la razón y el método racionalista.

Estas influencias positivistas y krausistas confieren a la ideología hostosiana un sincero carácter progresista y democrático.

Sus aportaciones más destacables durante este período son: la publicación de su primer libro, La peregrinación de Bayoán, y la pronunciación de su célebre discurso en el Ateneo de Madrid (1868), que Galdós describe en el episodio nacional Prim12.

De los círculos krausistas aprende: austeridad personal, pensamiento filosófico e interés por los problemas pedagógicos.




Le duele la América hispana

Todo su legado ideológico lo intenta llevar Hostos en su peregrinación por tierras americanas. Aunque el injerto krausista que fructificaría en el suelo español debería adaptarse a aquellas latitudes donde las relaciones de producción distaban mucho de ser las imperantes en la Europa decimonónica. En las Antillas y la América Latina era necesario elaborar una teoría que estuviese en consonancia con sociedades coloniales, emergidas recientemente del colonialismo.

En 1869, Hostos abandona Europa por pensar que no era factible la renovación antillana sin antes separar las islas del dominio español, y comienza su andadura incansable por una gran parte de América. Cinco años duró su peregrinación ansiosa, repleta de sensaciones y experiencias. Recorre Panamá, el Perú, Chile, La Plata, Río de Janeiro y Cuba, países visitados con el afán de conocer sus instituciones, su vida, aquilatar su progreso y cultura y, sobre todo, fomentar la lucha por la independencia de las Antillas. Llega a diseñar una federación de estados hispanos. Como escribe A. Pedreira, defiende el «sistema en que la unión es hija de un pacto entre soberanos iguales y se mantiene por las conveniencias mutuas, hasta que las mutuas conveniencias la disuelva»13.

Le podemos comparar con otra figura clave del pensamiento político antillano del s. XIX: el conquistador José Martí. Su visión del mundo es fruto del compromiso con «esa América a cuyo porvenir he dedicado el mío», según palabras de Hostos.

Su formación intelectual es de base europea con influencia norteamericana, pero tamizada por un fuerte sentido crítico y voluntad de contribuir a la solución de los problemas de Hispanoamérica.

Se queja de que tras la independencia, los pueblos americanos plagiaron sin criterio modos de vida extranjera, intentando aplicarlos a su sociedad. Así se expresa nuestro portorriqueño:

«Totalmente desposeídas de las nociones y del hábito de la organización. Mientras que se constituían de prestado con leyes constitucionales que no tenían fuerza ni aun para resistir las protestas del caudillaje amotinado, se acomodaban buenamente a las leyes civiles y penales de la sociedad metropolitana de donde procedía, o se ponían de prestado, íntegros o mal recortados, los códigos belgas o los franceses. Prueba ha habido de esta falta de conciencia jurídica tan fehaciente de la enfermedad del Derecho en estos pueblos, que uno de ellos se puso todo entero, ni siquiera recordando, el Código de Napoleón con letras y todo, porque no ha venido a traducirlo sino años después de habérselo encasquetado»14.



Por eso le duele profundamente el desfase cultural y la falta de adecuación política y social de los pueblos latinoamericanos. Realmente le duele Hispanoamérica. Como escribe Maldonado-Denis: «Tenía una gran vocación latinoamericana». De aquí que, movido por esta gran pasión, elabore una serie de propuestas que, según él, resultan elementos imprescindibles para el desarrollo de este bloque de países que preparan su digno porvenir. Son las siguientes:

  • Establecer un régimen social en los principios fundamentales de un «estado de derecho»;
  • Sólo si se establece un estado de derecho puede Latinoamérica superar su inestabilidad política;
  • Admiración por las instituciones constitucionales de USA;
  • La forma más perfecta de gobierno es la democracia representativa.





Ideario ético-social y sociológico


No hay progreso material sin progreso moral

Concibe su labor política relacionada intrínsecamente con una teoría de los valores. Cree firmemente que no pueden separarse la ética y la política, por lo que se muestra profundamente antimaquiavélico.

Cree firmemente en la razón. El método racionalista abre amplias perspectivas al desarrollo humano. Pero está convencido que no puede haber progreso material sin progreso social. Por ello, en su Moral social afirma:

«Después de emancipada la razón, y cuando un método seguro la guía en el reconocimiento de la realidad y en el conocimiento de la verdad; después de emancipada la conciencia, y cuando tiene por norma infalible la fe en su propia virtud y potestad; después de emancipado el derecho, y cuando tienen en sus nuevas construcciones sociales la prueba experimental de su eficacia; después de la emancipación del trabajo, y cuando hasta su reciente libertad para fabricar un nuevo mundo industrial que todos los días se renueva, surgiendo todos los días de la fecunda, la prolífica aplicación de las ciencias positivas, y cuando a la ciega fe en los poderes sobrenaturales ha sucedido la fe reflexiva y previsora en la potencia indefinida de los esfuerzos industriales, multiplicados por los esfuerzos de la mente; en suma, después de la conquista de todas las fuerzas patentes de la naturaleza, y cuando nos creemos, y efectivamente estamos, en el primer florecimiento de la civilización más completa que ha alcanzado en la Tierra el ser que dispone del destino de la tierra, la divergencia entre el llamado progreso material y el progreso moral es tan manifiesta, que tiene motivos la razón para dudar de la realidad de la civilización contemporánea»15.






Hacia un «estado de derecho»

Hostos nos dice, en Moral social, que podemos considerar el derecho desde tres puntos de vista: como relación entre los hombres, como conciencia colectiva y como medio para un fin humano.

«Desde el primer punto de vista -escribe-, el derecho sirve para relacionar a los hombres con los hombres, porque manifestando, por medio de él, la fuerza de la justicia natural, facilita la unión y armonía de los hombres. Desde el segundo punto de vista, el derecho tiene también virtud y eficacia para ligar a los hombres con los hombres, porque expresa no ya el sentimiento de justicia individual del que hablamos poco, sino aquel sentimiento de justicia colectiva, y mejor se dirá, aquella noción y conciencia colectiva, de la justicia que se manifiesta organizada en funcionarios públicos y en corporaciones sustituidas por la ley. Desde el tercer punto de vista, el derecho se reconoce como una condición para un objeto o como medio necesario para un fin humano, porque de ningún modo pueden hacerse en la vida social una porción de actos necesarios si el derecho no los legitima. De aquí su fuerza orgánica, o lo que es lo mismo, la fuerza natural para organizar que tiene el derecho; pues si, efectivamente, él es lo que da legitimidad a actos que sin él no lo tendrían, es claro que la sociedad no sería el conjunto orgánico que es si el derecho no relacionara, en relación de sus medios y sus fines, los componentes todos de la sociedad»16.






Trabajo y desarrollo social

Atribuye una crucial importancia al trabajo humano en el desarrollo de la sociedad. Señala como función primaria de la sociedad la función del trabajo social.

«No hay ninguno de los cien mil actos de carácter individual y colectivo de carácter biótico e histórico -expone- que diariamente realiza el hombre congregado con el hombre que no sea un acto de trabajo. En la menor aldea y en la mayor ciudad, los mil actos industriales en el hogar, en el taller, en la labranza, en el movimiento de mercaderías, en la locomoción de individuos, en los cambios de moneda, en las especulaciones azarosas de las Bolsas, en las combinaciones de! ahorro, en los cálculos de la cooperación, en los esfuerzos del colectivismo, en las esperanzas del socialismo, en los tranquilos pasos del productivismo, en las guerras de tarifas, en la amplia libertad del comercio, en la calculada guerra a los productos exteriores hecha por el proteccionismo nacional en todos los fenómenos de su distribución, cambio y consumo; lo que se ve cada día en mayor o menor escenario y en estado de mayor o menor excitación, es la función del trabajo social, función primaria de la sociedad, equivalente en su vida colectiva a la función de la nutrición en la vida individual»17.






Sociología e historia

Su Tratado de Sociología se publica con carácter póstumo (en 1904), pero sus ideas sociológicas las había expuesto en conferencias y en exposiciones (recordemos las de Santo Domingo en 1888). Podemos afirmar que Hostos es uno de los fundadores de la sociología latinoamericana.

Para él, el estudio sociológico se asienta sobre el análisis histórico. De aquí que al cuestionarse sobre cómo se presentan los hechos sociales en la historia explica:

«Esta, que es una verdadera serie de hechos, se puede completar por otra y más servir, con sólo consultar la actividad cotidiana de cualquier grupo social; pero como el estudio más completo de la vida de los hombres corresponde a la historia, y como de la historia es de donde efectivamente surgió en la mente de los pensadores la ciencia social, completemos esta busca de hechos llamados a patentizarnos la realidad de la vida, de las sociedades, con el examen del movimiento de la historia en la evolución general de los conocimientos humanos. De ese modo, a la par que veremos consagrada en la historia la indudable existencia del ser uno y vario que llamamos sociedad, veremos también los cambios de métodos en la historia que han servido para sugerir la realidad de la ciencia social»18.



Su visión sociológica es tan amplia, que abarca la antropología y la historia de la civilización, es decir, supone una «suma de todos los esfuerzos y actividades, hechos y desplegados por la sociedad humana en el desarrollo de su vida».

Influido por la teoría comtiana de los tres estados señala el tránsito de la humanidad, del salvajismo a la barbarie y a la civilización. La llegada a ésta supone el fin de un proceso civilizatorio:

«En realidad, y por dos razones, la civilización no es positivamente un estado social: primera razón, porque nunca llega a ser un estado definido; segunda razón, porque todo el proceso de la vida de las sociedades humanas, desde el punto de partida hasta el punto de termino, es un proceso ascensional en que se elevan desde el bajo nivel del salvajismo hasta el alto nivel del industrialismo, del intelectualismo y del moralismo que debía caracterizar los períodos de civilización completa»19.



Como vemos, forma parte del optimismo ingenuo que cree en el progreso lineal y continuo de la sociedad humana. Propio, por otra parte, del pensamiento de su época20.






Proyecto pedagógico reformador


Revolución educativa y cultural

Hostos forma parte de la tradición del pensamiento político que se preocupa por el problema de la educación como algo indisolublemente ligado a la naturaleza del sistema político. Desde el gran tratado de Pedagogía que es la República de Platón, hasta El Emilio de Roussseau. Lo cual es perfectamente comprensible, puesto que la moral, la política y la pedagogía forman parte del entramado social que difícilmente pueden ser tratados de una forma aislada sin repercutir en los demás. Además, sólo adquieren sentido a través de la estrecha interrelación existente entre estos tres grandes quehaceres.

Porque deseaba crear una nueva sociedad hispanoamericana y en ella un nuevo HOMBRE, sentía la necesidad de generar en este hombre nuevo una conciencia ciudadana indispensable para mantener los gobiernos democráticos tan ansiados por él.

Pero la transformación de este nuevo ciudadano no se podía llevar a cabo con el sistema educativo clásico imperante: el escolasticismo, tan conservador como limitado. Era una educación dogmática, rutinaria y verbalista, difundida mayormente por instituciones particulares. Había que reformar este sistema educativo, heredado del viejo continente, anclado en los métodos centenarios que en la misma Europa habían cumplido ya su misión histórica. Por eso al fundar, por ejemplo, la Escuela Normal en Santo Domingo, Hostos sigue la tradición de la Ilustración española decimonónica que llevó a la creación en España de la ILE.

Toda esta experiencia acumulada, todo el profundo malestar social del Continente, minado de ignorancia y fanatismo, le van empujando hacia una revolución todavía no hecha en América: la revolución educativa. Y es en la República Dominicana donde logró su mayor productividad, porque los dominicanos habían probado todas las revoluciones: lucharon contra los franceses, españoles y haitianos para lograr su independencia y, a pesar de sus heroicos sacrificios, la república continuaba presa de la anarquía. De aquí que se pudiera pensar que lo único que podía devolverle la salud fuese la revolución educativa y cultural.

He aquí la gran fórmula revolucionaria desarrollada por Hostos después de su larga peregrinación por el mundo de habla española: a través de esta reforma se podrá formar la conciencia social de los ciudadanos.

Se abre, por tanto, un período en el que Hostos se dedica a la enseñanza, a la reforma pedagógica. Funda escuelas para maestros y maestras, lo proclaman director del Liceo de Chillán, en Chile; más tarde, de un Liceo de la capital, sin contar el desempeño de la cátedra de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago, etcétera.

Aunque en los últimos años de su vida y hasta su muerte (1903) tuvo que dejar su vocación pedagógica para seguir luchando por la causa independentista de los países latinoamericanos (Puerto Rico y la República Dominicana), al sobrevenir graves conflictos que pusieron en peligro la independencia por la que tanto había luchado.




Su aportación a la teoría pedagógica

En sus Obras completas, recopiladas por Juan Bosch en 1939, hay cuatro volúmenes dedicados a cuestiones pedagógicas. Si queremos hacer una síntesis reducida de su mensaje pedagógico debemos recordar su lema: «educar la razón según la ley de la razón»21.

Recordemos dos de sus escritos más completos: Nociones de ciencia de la Pedagogía y la Historia de la Pedagogía.

La esencia de su doctrina se recoge en estas dos obras inéditas. En su primer libro comienza con una exposición histórica de los sistemas educativos de la Edad Antigua en China, India, Asia y Europa, Era Cristiana, Renacimiento hasta nuestros días (sus días). A esta última época, en que se descubrió el método experimental y en que surgió el valor teórico y práctico de las ciencias y florecieron las artes y las letras, debe Hostos su inspiración y su orientación pedagógica. También refleja en su libro ser un gran conocedor de los grandes reformadores de la educación y de las orientaciones filosóficas que han marcado rumbos diversos a la Pedagogía.

Pero quizá los educadores que más influyeron en Hostos son Froëbel, Pestalozzi y Rousseau: la escuela materna, la escuela inductiva y la enseñanza intuitiva y objetiva.

De Rosseau parte la tendencia hostosiana de poner al niño en contacto con la naturaleza, dejando en libertad su iniciativa para encontrar la verdad.

De Pestalozzi recoge sus métodos pedagógicos: 1.°) conocimiento positivo de la naturaleza humana; 2.°) descubrimiento de medios racionales para dirigir el entendimiento de la infancia; 3.°) tener en cuenta que la educación debe tender a formar hombres y buenos ciudadanos antes que ingenios o prodigios.

De Froebel, discípulo de Pestalozzi, toma las ideas que dieron origen y desarrollo a la escuela intuitiva de la primera infancia. El Kindergarten, que fundó en Santo Domingo y que defendió contra la oposición tradicionalista, tuvo su inspiración en este gran pedagogo.

Toda la orientación educativa hasta aquí señalada no es en la obra de Hostos sino un apoyo para basar un sistema original, que no llegó a exponer de una manera completa. Sobre la colaboración recibida de los grandes reformadores de la pedagogía, actuó también como reactivo su posición filosófica, de donde arranca su concepto filosófico de la educación.

En su segunda obra, Nociones de Ciencia de la Pedagogía, considera a ésta como ciencia:

«La aplicación de las leyes naturales del entendimiento humano al desarrollo de cada razón individual o entendimiento».



Y como arte:

«El conjunto de recursos para transmitir los conocimientos»22.



Hostos antepone la ciencia al arte pedagógico, porque para enseñar con arte es necesario tener los conocimientos que suministra la ciencia pedagógica acerca del organismo de la razón.

Para enseñar, primero hay que preestablecer los conocimientos que han de comunicarse: Ciencias Positivas, teniendo en cuenta la edad, desarrollo y condiciones generales del educando. Hay que conocer las actividades de la razón y seguir el orden natural de sus funciones. Es necesario seguir un método (racionalista) de acuerdo con la aplicación de sus varias facultades a los objetos que se le presentan, y luego prefijarse un sistema filosófico en el cual haya margen para la aplicación de modos, medios y métodos particulares.

Al contrario de Pestalozzi, cuyas teorías fueron puestas en práctica por sus discípulos, Hostos practicó él mismo las ideas que concibió. Era un pensador militante, con plausible capacidad creadora y ejecutiva.




Educación integral de la persona

El proyecto pedagógico de Hostos era educar, pero educar del único modo que consideraba válido en el momento actual: hacer que el hombre lograra su desarrollo, su plena realización, en armonía con la situación actual de los países, y especialmente de los países hispanoamericanos.

La educación quedaba constituida como el factor del progreso, en tanto era ella la encargada de facilitar el desarrollo humano. Por la misma razón era no sólo una función natural de la vida, sino también un deber que se le imponía a las sociedades. Educando al individuo, la conciencia social afloraría, puesto que el hombre llevaba en sí los gérmenes que harían posible una convivencia armónica fundamentada en la libertad.

Pero, sin duda, para Hostos el fin último de la educación era formar hombres en el completo sentido de la palabra: desarrollo de las potencialidades físicas, intelectuales y morales, unido al valor máximo que caracterizaba la esencia humana: el sentimiento de la libertad. Esta nueva educación gradual e integral sustituía a la mera enseñanza de forma nemotécnica que imperaba en los sistemas educativos de estos países latinoamericanos.

Hostos, al convertir la educación en el factor más importante y decisivo de la vida nacional, la desligaba por completo de su aspecto sectario, proclamando que la instrucción pública, antidogmática, era la función más importante del Estado.

De ahí que uno de los objetivos de la educación sea la preferencia de las lenguas vivas sobre las muertas. Las llamadas Ciencias Positivas tienen por base el estudio de la naturaleza, física y humana. Constituyen los conocimientos que logran despertar la inteligencia, además enseñando al individuo a pensar e interpretar los fenómenos naturales de los cuales forma parte y conociendo sus leyes, podría prever sus modificaciones y cambios, llegando a dominar la naturaleza en beneficio de la colectividad.

Otro de los objetivos en los que se sustenta su teoría pedagógica hostosiana es que sobre la imaginación tenia que predominar la Razón; sobre la fe de carbonero, la ciencia; sobre la erudición clásica que formaba sabios, la reflexión social que formaba ciudadanos. En definitiva, el fin de la enseñanza no era para Hostos impartir conocimientos, sino desarrollar la Razón.

«El objetivo de la enseñanza es contribuir al desenvolvimiento de las fuerzas intelectivas, poniendo a funcionar los órganos de la razón, según la ley de la razón, a medida que van manifestándose y habituándose a intuir, inducir, deducir y sistematizar. En una palabra: se enseña para enseñar a ejercitar la razón»23.



El método hostosiano, por tanto, es el método racionalista, opuesto al sistema tradicional escolástico, sustentado por entonces en las instituciones educativas vigentes en España y América Latina. Este método suyo contempla las cuatro funciones de la Razón: intuición, inducción, deducción y sistematización, que deben ser preferentemente ejercitadas en la era primaria, secundaria, bachillerato y universitaria.

Además, Hostos concibe la Pedagogía o Ciencia Educativa como un quehacer profundamente relacionado con la moral humana. El autor no pierde nunca de vista esta realidad, y en su gran obra sobre la moral busca precisamente dejar bien claro que la educación existe para el mejoramiento progresivo de la condición humana. Por eso, de igual manera que no puede separarse la moral de la educación, tampoco puede desvincularse a la ética de la política. Toda su teoría sobre la educación moral se recoge en su libro, ya citado, escrito en 1888, Moral social.




Una vocación que diseña el futuro social: el profesorado

Para nuestro pedagogo, la función humana de más trascendencia es la del magisterio, la de la enseñanza, la de transmitir saberes y claves, tanto naturales como sociales, por lo que esta labor supone de iluminación y guía para los nuevos miembros de la sociedad, para las sucesivas generaciones.

Por ello no nos permitimos dejar de comentar su escrito sobre «La dignidad del Magisterio», en que expone la grandeza de la función docente, de la misión del maestro y de las condiciones que debe poseer una escuela. Comienza afirmando el papel destacado, por su especial trascendencia, de la transmisión informativa. En especial juzga que toda sociedad democrática debe incluir como función social primera y muy digna de respeto la que se propone el guiar a las futuras generaciones. Por ello lamenta el que muchos de los que dicen cumplir tan noble función no sean conscientes de su responsabilidad, de la grandeza y del fin social que ésta comporta. De aquí que la institución escolar no sea lo que debe «cuando el maestro no sabe lo que debe ser».

Y aquí aparece la cuestión central, ¿cómo tiene que ser el maestro? Ahora Hostos explícita un magno mensaje sobre la labor educadora de la razón, del sentimiento, de la voluntad, de la conciencia: «Antes que nada -escribe-, el maestro debe ser educador de la conciencia infantil y juvenil». Se trata de analizar el cómo hacerlo, por ello continúa nuestro pedagogo: «Si educa la razón, ha de ser para que se desarrolle con arreglo a la ley de su naturaleza y para que realice el objeto de su ser, que es exclusivamente la investigación y el amor de la verdad; si educa los sentimientos, es porque son el instrumento más universal de bien...; si educa la voluntad, ha de ser para enseñarla a conocer el bien como el único modo en esencia y el mejor en práctica de ejercitar la actividad; en suma, si educa lo que debe y como debe, ha de ser con el supremo objeto de educar la conciencia, de formar conciencias, de dar a cada patria los patriotas de conciencia, y a toda la humanidad, los hombres de conciencia que les hacen falta».

Pero dado que la relación educativa se establece dentro de un ámbito concreto que es la institución escolar, ¿qué piensa de ella nuestro escritor? Está claro que, según él, para que una institución educativa sea aceptada como tal debe reunir varias condiciones, entre las que enumera tres: fundamental, no sectaria, edificante. Dice fundamental a la transmisión de los fundamentos coordinados de toda verdad: no sectaria, es decir, sin dogmatismo de ninguna clase, ni económico, ni científico, ni literario, porque toda realidad es progresiva, en especial cuando dice relación al «ser de razón, de conciencia y de sociabilidad reflexiva». Finalmente, edificante, porque la escuela ha de educar «en vista y previsión continua de su propio objeto moral» y del objetivo que el niño tiene en la vida y en la humanidad. Se trata de establecer los cimientos de una sociedad mejor, es decir, no corrupta. Porque afirma expresamente Hostos: «Las sociedades más sanas son las compuestas por individuos menos corrompidos». Pero la moralidad de una sociedad requiere la formación moral de todos y cada uno de sus ciudadanos y que ésta conduzca a una actuación en todo tiempo honrada y coherente.




Formación y actualización del profesorado

Hostos comienza su revolución educativa con la reforma de la formación del profesorado. En 1879 funda la célebre Escuela Normal para formar al docente de la enseñanza oficial, en Santo Domingo24. Justifica esta creación:

«Para que la República entrara en convalecencia, era indispensable formar un ejército de maestros que combatieran la ignorancia, la superstición, el cretinismo, la barbarie»25.



Este ejército de maestros era el que se tendría que encargar de hacer una revolución moral en el alma de los ciudadanos de la República para que prevalecieran en ésta la conciencia y la Razón contra la injusticia y la pasión.

Hostos diseña un sistema pedagógico en el sentido etimológico de lo que es el pedagogo, es decir, «el que conduce», «el que lleva de la mano». Educar es, por lo tanto, «conducir», por eso los sistemas de pedagogía son:

«Las opiniones, fundadas, ordenadas y dispuestas en serie, por cuyo medio han creído los maestros de la humanidad que se podía y debía interpretar el método seguido por la naturaleza y transmitir a otros el conocimiento de verdades generales o particulares»26.



Para contribuir al intercambio de ideas y actualización científica de docentes y pedagogos hispanoamericanos, organiza y dirige un Congreso Pedagógico en 1890 y un Congreso Científico en 1894.




Educación científica de la mujer

Desde 1881 luchó Hostos por la fundación de otra Escuela Normal para mujeres, es decir, fue el primero que ofreció estudios superiores a la mujer dominicana. Otorgaba a la mujer iguales potencialidades y derecho que al hombre, porque consideraba que el desarrollo pedagógico reafirma el papel de la mujer en la educación de los hombres:

«La condición moral de un pueblo (garantía segura en favor de la seguridad social y del progreso...) depende sobre todo de la educación de la familia, resultando que la educación de las mujeres debe ser considerada como una cuestión de importancia nacional. Instruir a la mujer es instruir al hombre, elevar el carácter de la una es elevar el del otro; ensanchar la libertad de la mujer, es asegurar la de toda la comunidad, porque las naciones no son más que el producto de los hogares»27.



Los principios en que se basa esta faceta de su actividad los expone en cuatro trabajos, como «Actualidad y educación científica de la mujer»; dos conferencias que expone en la Academia de Bellas Artes y Letras de Santiago de Chile, y una carta contestación a Luis Rodríguez de Velasco. Todo escrito en 1873.

Se preocupa por su preparación profesional y social. Para ello, en 1881 abre en Santo Domingo un Instituto de Señoritas con carácter de Escuela del Magisterio Femenino, ofreciendo así a la mujer la profesión docente.

Pero ya en 1872 había promovido en Chile una campaña en favor de la elevación del nivel cultural de la mujer. Recordemos el discurso pronunciado en la Academia de Bellas Artes de Santiago: «No me esforzaría tanto... la necesidad de educar científicamente al ser a quien la naturaleza...».




Otras actividades educativas

Hostos funda escuelas, forma maestros, escribe textos para la enseñanza, etc.28 Además es urgente su labor de política y organización educativa, promoviendo instituciones, elaborando legislación, etc. Veamos los dos países en que su labor pedagógica es más destacada: Chile y Santo Domingo.

Recordemos de su actividad en Chile: reorganiza toda la enseñanza oficial; reforma la Facultad de Derecho; preside el Ateneo Cultural; dirige Congresos, etcétera. Sobre nuestro educador dirá el senador chileno S. Matta: «Hostos es el extranjero de más alta cultura intelectual que ha venido a Chile después de Bello».

El diputado afirma: «El Liceo Miguel Luis Amunátegui está dirigido por un notable pedagogo, que se ha dedicado a la enseñanza con una constancia verdaderamente rara, como lo hacen muy pocos hombres: sólo los hombres que merecen el dictado de apóstoles de la enseñanza»29.

De su enorme actividad pedagógica en Santo Domingo podemos recordar, en primer lugar, la creación de la Escuela Normal para preparar a los maestros de la escuela pública.

Además, ya en 1879 funda la Escuela Educadora, dedicada a la educación cívica del pueblo, y crea varias instituciones: Escuela de Agricultura Práctica; Colonias Agrícolas «La Vega»; Escuela de Comercio; Instituto Profesional, etc. Aquí publica muchas de sus obras, entre ellas dos fundamentales: Lecciones de Derecho Constitucional (1887) y Moral social (1888)30.

Además, es desde 1900 inspector general de Instrucción Pública y elabora varios proyectos de ley. Desde 1902 es director general de Enseñanza Pública.

Sobre el alcance de su labor en este país dominicano escribe Alfaro Morales: «El programa educativo de Hostos, sus métodos, procedimientos y tendencias informativas, todas de una ideología renovadora, puso a vivir a la República toda, días de una fuerte revolución en el campo de la enseñanza»31.






Hostos, maestro integral de América

En definitiva, se puede decir que Hostos fue uno de los emancipadores civiles que supo ver con claridad hacia dónde debía dirigirse la reconstrucción de Hispanoamérica. Comprendió perfectamente que para el establecimiento o consolidación de las colectividades que se abrían a la autodeterminación y al autogobierno, lo más urgente era la formación de ciudadanos capaces de mantener sociedades democráticas. Para esta formación del ciudadano procuró, por todos los medios, organizar y potenciar los sistemas educativos nacionales surgidos en Europa a principios del siglo, fundar centros para elevar el nivel cultural de la mujer y elaborar métodos y textos para dignificar la actividad enseñante. Estaba convencido de que sólo una buena calidad en la EDUCACIÓN podía contribuir a una adecuada y progresiva convivencia en la sociedad.

De aquí que tengamos que reconocer que HOSTOS fue, ante todo, MAESTRO. Como Sarmiento para Argentina, Bello para Chile, Varela para Uruguay, Hostos lo fue para todo el ámbito continental de habla hispana. En su trayectoria vital nos lega un cuarto de siglo de intensa y hasta podemos calificar de frenética actividad educadora (1878-1903). Admirablemente lo reconoce A. Pedreira cuando declara sin ambages que Hostos era maestro «cuando hablaba, cuando escribía, cuando enseñaba y cuando callaba». Lo fue siempre, porque dio a todas las misiones de su vida, y especialmente a ésta, el sentido admirable de una misión apostólica.

¿No es, pues, una estricta labor de justicia el recordar la memoria del «maestro hispanoamericano»? Sí, pensamos que es justo que al celebrar el primer centenario de su nacimiento se destacara de su personalidad la cualidad de profeta de la transformación social, de la verdadera y auténtica reforma, la que se produce desde el interior de los corazones y de las voluntades humanas; la que sólo se logra por medio de una serena, constante y profunda labor de educación de las conciencias y de instrucción de las mentalidades. Y lo es también, con toda razón, el que, ante el 150 aniversario de su arribada a la vida, España ofrezca a sus ciudadanos, grabada en piedra, la inscripción antes aludida: EUGENIO MARÍA DE HOSTOS, PRÓCER PORTORRIQUEÑO, REFORMADOR ESCOLAR, MAESTRO INTEGRAL DE AMÉRICA.






ArribaAbajoMarco político, cultural y educativo en la trayectoria vital de Hostos

por Ángel Oliveros Alonso



Catedrático de Pedagogía (UCM)

Me es muy grato acceder a este reencuentro con la persona y la época de Eugenio María de Hostos, Conocí por primera vez esta figura en la forma en que debieran conocerse todos los hombres y mujeres destacados: por sus obras. En 1978 trabajaba como asesor internacional de la UNESCO, cerca del secretario de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos de la República Dominicana. En el gratísimo y cálido ambiente de la ciudad quisqueyana encontré, una y otra vez, las huellas de la impronta que el puertorriqueño había ido dejando de aspectos sustanciales de la educación y de la cultura. No fue desdeñable, en esta actividad de descubrimiento, mi continuo contacto con la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, que conserva entre sus tradiciones fundacionales la entrañable amistad que unió al patrono de la alta casa de estudios y al exiliado de la vecina isla.

Los dos últimos tercios del siglo XIX, en los que transcurre la vida de Hostos, vienen caracterizados por el esfuerzo político de los países europeos e hispanoamericanos por acercarse a formas de convivencia interna más justas, superando viejas barreras, por un lado; más libres, permitiendo la expresión de los anhelos y aspiraciones de las capas sociales desprotegidas y de las minorías, por otro. Concretamente vamos a asistir a lo largo de la vida de Hostos a diferentes etapas del largo proceso de abolición de la esclavitud. Junto a ello se presenta, en ciertos países europeos, la aspiración a formar nacionalidades unidas y fuertes de lo que los acontecimientos históricos habían convertido en un mosaico de pequeños estados, principados minúsculos y ciudades-república.

Paralelamente, en la América hispana se da la profunda necesidad de afianzar la personalidad de cada estado, de cada una de las repúblicas que emergen del proceso de independencia que se ha logrado a lo largo del primer tercio del siglo.

No parece ocioso citar como ejemplificación dos hechos históricos que enmarcan la vida de nuestro personaje; los dos referidos a esa América Central tan cercana y tan presente siempre en las Antillas: en 1838, el año antes de su nacimiento, la antigua Capitanía General de Guatemala se divide definitivamente en cinco pequeñas Repúblicas: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En 1903, año de su muerte, Panamá se separa de Colombia y se convierte en República independiente.

Ambos procesos fundamentales, el de las aspiraciones sociales y el de los nacionalismos, no se logran sin dolor ni forcejeo. La dinámica entre los que no quieren ceder y los que tratan de avanzar hacia posiciones nuevas dan a todo este largo período el tono violento de luchas políticas, pronunciamientos, cuarteladas, guerras intestinas y saltos de una a otra forma de Estado y de Gobierno. Esta parece ser la característica del siglo: la inestabilidad. Con la única excepción de Inglaterra, que transita con paso seguro por la etapa victoriana, los avances liberales después de la disolución de la Santa Alianza y las reacciones conservadoras constituyen el panorama de fondo de las naciones europeas y americanas.

Hay, tal vez más que en otras centurias, un sentimiento universal que corre por encima de las fronteras y -paradójicamente- generaliza y universaliza lo que en este siglo de encendidos nacionalismos individualistas pudiera ser característico de solo un país. Así, la revolución de 1848, que afecta con rigurosa sincronicidad a la mayor parte de los países europeos. Así, también, esta trashumancia de intelectuales, políticos, militares, que pasan de uno a otro país llevando con ellos sus inquietudes, intercambiándolas y tornando con otras nuevas.

No quisiera, sin embargo, que la nota única de esta primera caracterización de su siglo fuese la de una inestabilidad estéril o una violencia anuladora. Son características dominantes, sí, pero no únicas. Por debajo del tráfago político, más allá de las controversias callejeras, de los golpes, de los movimientos, de los cambios de dinastías o de Estados, hay una labor sutil pero efectiva. Más evidente, tal vez, en el campo de las letras y de las artes, del pensamiento y de la ficción; más callada en los sectores de las ciencias y de su aplicación a la técnica, que alcanza en este siglo logros fundamentales que, perfeccionados, reforzados, enriquecidos, llegan a nuestros días y son acompañantes cotidianos de nuestro existir.

Sobre este telón de fondo voy a tratar de presentar algunos rasgos concretos de la circunstancia que rodeó al hombre que fue don Eugenio María de Hostos. Para precisar y aproximarme a la objetividad del tiempo y el personaje que pretendo enmarcar, dividiré la exposición en períodos de diez años, correspondiendo con las décadas de su vida, que comienza en 1839.

En esta fecha ven también la luz Cézanne y Moussorgsky; Sthendal publica La Cartuja de Parma y Chopin compone los Preludios (opera 28); Faraday realiza y publica sus investigaciones sobre la electricidad; Darwin el Viaje de la Beagle y Daguerre perfecciona su técnica fotográfica: el daguerrotipo.


1839-49

En el período que va hasta que cumple los diez años se han sucedido en España el Pacto de Vergara, que pone fin a la primera guerra carlista; el abandono de la regencia por la reina viuda María Cristina, y el juramento de la Constitución por Isabel II, que empieza, a los trece años y en un difícil ambiente, su tormentoso reinado. En Puerto Rico se mantiene vivo el recuerdo -a pesar de los años transcurridos en el absolutismo del «rey deseado»- de la actuación de Ramón Power, diputado por Puerto Rico a las Cortes de Cádiz en 1812, y se disfruta de la Cédula de Gracia que permite el libre comercio con otras naciones. En América, Andrés Bello ha publicado (1847) su Gramática y Alamán (1849) su Historia de México. En Europa, la revolución de 1848 se ha extendido a Francia, Italia, Austria, Hungría y Alemania. En ese mismo año, Marx y Engels publican el Manifiesto comunista. En el campo de la educación, Horacio Mann publica sus Lecciones sobre educación y la Asamblea de maestros de Berlín consigue una serie de mejoras para la independencia y profesionalización de los docentes, que serán modelo, en los años siguientes, para el resto de los países.




1849-59

En la década que va desde 1849 a 1859, es decir, de los diez a los veinte años de Hostos, aunque él la pasa en su mayor parte en España, se producen varios acontecimientos que van a mejorar las circunstancias sociales de Puerto Rico: se crean la Academia de Buenas Letras (1851), el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza y varias escuelas primarias en zonas rurales apartadas. En 1859 se inaugura la primera línea telegráfica en la isla.

Esta es una década de exaltado romanticismo: Dumas, La dama de las camelias (1852); Flaubert, Madame Bovary (1857); Baudelaire, Las flores del mal (1857), en lo literario. Litz compone sus Rapsodias húngaras (1853). Ese monumental documento que es la Historia de Roma de Mommsem aparece en 1853. Desde el punto de vista científico, Armand Fizeau mide la velocidad de la luz (1849) y Chevichev publica (1850) su tratado sobre Los números primarios. El mundo se ensancha: Livingstone descubrirá las cataratas Victoria (1855) y Burton las fuentes del Nilo (1856). También se hace más cómodo: Singer inventa en 1851 la máquina de coser. En Uruguay, Alejandro Magariños Cervantes publica (1854) Caramurú. En Argentina cae el tirano Rosas (1852). En México, Juárez llega a la presidencia (1858).

Por lo que respecta a la educación va consolidándose mediante leyes la idea del Estado como factor importante en el desarrollo de la educación. Ciertamente, estas leyes serán un tira y afloja, de acuerdo con los grupos que tienen el poder en cada momento. En medio, el Magisterio, todavía poco profesionalizado, sin conciencia clara de su poder, sufre estas alternativas de signo contrario y va consiguiendo lenta, pero pacientemente, ligeros avances en su dignificación. En España, dentro del período que venimos considerando, aparece (1857) la Ley promulgada por Claudio Moyano, obra de Antonio Gil de Zárate, que viene a sintetizar, con criterios moderados y realistas, disposiciones anteriores como la ordenación de la educación primaria del duque de Rivas (1838) y la de las enseñanzas media y superior del marqués de Pidal (1845). En Francia, la ley del ministro Falloux (1850) viene a sustituir con criterio conservador la ley Guizot, moderadamente liberal de 1833. El mismo criterio de reacción frente al 1848 revolucionario opera en Alemania: las Regulativas de Ferdinand Stiehl vienen a restringir las aspiraciones del congreso de maestros alemanes de Berlín. Más impresionante aún es la prohibición de los froebelianos Jardines de la Infancia. En Inglaterra se consolida algo que será una aspiración de los educadores de todos los países, pero que sólo se logrará al final del siglo: conseguir un ministerio exclusivo para los asuntos de la educación. Efectivamente, en 1856 se crea el Departamento de Educación en el Gobierno inglés, que viene a ser la culminación del Comité del Consejo Privado para la Educación, constituido en 1839 e integrado por tres ministros del Gabinete. En 1859 se publica la Idea de la Universidad, del que unos años más tarde sería cardenal Newman, que marca unas notables directrices de pedagogía universitaria.




1859-69

Desde 1859, Hostos camina a la madurez que le dan los treinta años que cumplirá en 1869. Casi al final de este período mueren, con poca diferencia, los generales O'Donnell y Narváez, que, alternativamente, habían regido los gobiernos de Isabel II. Unidos los «demócratas» de Sagasta, la Unión Liberal de Serrano -tan unido otrora a la vida sentimental de la reina- y el partido progresista de Prim, fuerzan la sublevación de parte del Ejército y la reina abandona España el 30 de septiembre de 1868. El Gobierno provisional da lugar a una Constitución, la de 1869, de carácter liberal, con la monarquía como forma de Estado. El decenio se cierra en España en lo político con la búsqueda de un rey.

En Puerto Rico, Prim promulga, dentro de esta década, el Código Negro, que fija severos castigos para las faltas y delitos que cometa la población de color. El conde de Cheste derogará unos años más tarde esta disposición. Desde 1860 surgen en la isla los primeros movimientos de petición de reformas legislativas. Acosta, Quiñones y Belvis figuran a la cabeza de los que piden la abolición de la esclavitud, la descentralización administrativa y mejoras en las condiciones de vida del pueblo. Esto llevará, unos años más tarde, el 68, a la revolución separatista de Lares, que conducirá a la presencia de una representación puertorriqueña en las Cortes españolas al año siguiente, 1869. Todo este ambiente de descontento llega a Hostos, que está absorbiendo las doctrinas krausistas y el malestar de la sociedad española, que no acaba de encontrar fórmulas de convivencia política, ni alcanza seguridad acerca de la modalidad de organización del Estado que pueda ayudar a superar sus males. A este generalizado sentimiento de insatisfacción que se respira en los ambientes culturales y políticos madrileños se unen las noticias que llegan de las provincias americanas, Cuba y Puerto Rico, y conducirán a ese momento decisivo en la vida de Hostos en que se manifiesta públicamente en el Ateneo -foco y crisol entonces de la vida pública española- en su famoso discurso de diciembre de 1868.

En esta década, el romanticismo literario alcanza una de sus cimas con la aparición de Los miserables de Víctor Hugo (1862) y se consolida la presencia de la novelística rusa con La guerra y la paz de Tolstoy (1864) y Crimen y castigo de Dostoiewsky (1866). Los temas sociales tienen también puntos claves de referencia: El capital de Marx aparece en 1867; Herbert Spencer publicará su Educación moral, intelectual y física, máxima expresión del positivismo pedagógico, en 1861. En el mundo científico cabe reseñar -entre otros muchos logros- la aparición de la espectroscopia de la mano de Bunsen y Kirchhoff (1859) y Mendelejeff establece la tabla periódica de los elementos (1869). Por lo que toca a las ciencias biológicas y de la salud, Darwin publica en 1859 El origen de las especies y Claude Bernard su Introducción a la medicina experimental, auténtico catecismo de la concepción científica y racional del progreso. En 1869 se abre el Canal de Suez.

En Iberoamérica, además de obras literarias tan merecedoras de mención como Tradiciones peruanas de Ricardo Palma y la famosísima María de Jorge Isaac, se da una veta histórica de la que voy a apuntar algunos hitos. Dijérase que estas jóvenes Repúblicas sienten impaciencia por fijar el devenir de sus primeros pasos. Así, Vicuña McKenna, en Chile, publica la Historia de Valparaíso; el colombiano José María Groot, la Historia de Nueva Granada, ambos en 1869. Gutiérrez (1868), el Origen y desarrollo de la enseñanza pública superior en Buenos Aires.

El ambiente educativo en España resulta especialmente movido en estos años. Al publicarse, en 1860, la traducción de la obra de Krause se constituye un grupo de profesores universitarios en torno a Sanz del Río. La ideología liberal y laicista que representaban vino a chocar con las autoridades eclesiásticas, que reclamaban, apoyadas en la Encíclica «Quanta Cura» y en el «Syllabus» de Pío IX, mayor influencia de la Iglesia católica en la enseñanza. La guerra abierta entre ambos sectores extremados viene a producir la ley de 1868, promovida por el marqués de Orovio, pero firmada, como ministro de Fomento, por Severo Catalina. Esta ley duró sólo unos meses, pero es significativa de la dureza que habían tomado las dos corrientes encontradas.

La ley Duruy, moderada, de 1867 reforzó la educación pública en Francia. Aunque se pedía que, con ella, se implantasen la obligatoriedad y la gratuidad de la educación primaria, no fue posible alcanzar este fin. En Inglaterra, el informe del duque de Newcastle conduce a la «ley de resultados», por la que las subvenciones públicas a los centros docentes estarán en función de los resultados obtenidos (1861). En 1868 se aprueba la Ley de Educación Secundaria. Por estos años se da por primera vez en la historia de los Estados Unidos el grado de doctor en Filosofía (1861).




1869-79

Hostos pasa de los treinta a los cuarenta años. Entra en su etapa de madurez productiva y de actividad internacional. Desengañado de los amigos españoles para conseguir la asociación federativa, con amplia autonomía para las Antillas, que tan fervorosamente ha defendido (recordemos su famoso discurso del Ateneo madrileño), inicia su periplo por varios países iberoamericanos pronunciando conferencias y estableciendo relaciones para interesar a los políticos continentales de las nuevas Repúblicas en la independencia de Puerto Rico y de Cuba. Recorre Colombia, Perú, Chile (donde permanecerá dos años, 72-73), Argentina, Brasil, Estados Unidos, República Dominicana y Venezuela, en la que iniciará (1876) su carrera docente con ciertas dificultades. En todos estos viajes tratará de conocer las causas del atraso y las injusticias económicas que otros países o empresas extranjeras hacen sufrir a cada una de las naciones hermanas y se pronunciará ardiente y continuadamente, con la palabra y con la pluma, contra ellas. Publica, en Chile, varias obras y en 1876 su Manifiesto de Independencia. En 1877 se casa con la joven venezolana María Belinda de Ayala y Quintana.

En este tiempo se han producido en España la breve monarquía de Amadeo de Saboya (1871-73); la brevísima Primera República, y la restauración de la dinastía Borbón en la persona de Alfonso XII (1855). Se logra una cierta estabilidad por la alternancia pacífica de los partidos: conservador, con Cánovas al frente; y liberal, que cuenta con Sagasta como líder.

En Puerto Rico continúa la situación de descontento ante la indiferencia de la metrópoli -demasiado absorta en sus propios problemas-, aunque se produce en 1873 la tan solicitada abolición de la esclavitud. En 1870 se inaugura el servicio de cable.

El mundo cultural va pasando suavemente del romanticismo a otras formas: en pintura se produce en 1874 y en París la primera exposición impresionista: Cézanne, Degas, Pissarro y otros están presentes. En música estrenan simultáneamente en 1874 Grieg, Peer Gynt; Mussorgsky, Boris Godunov, y Strauss, El murciélago. Bécquer publica (1871) las Rimas y don Benito Pérez Galdós inicia, en 1873, la serie de sus Episodios nacionales, en uno de los cuales (Prim) se hará una referencia a Hostos como «un antillano... de ideas muy radicales, talentudo y brioso». Ibsen nos ofrece en 1879 su Casa de muñecas y Rimbaud (1874) las Iluminaciones.

El año 1873 es un hito importante en la historia de la ciencia: Maxwell enuncia su teoría electromagnética de la luz; Van der Waals formula la ecuación de los gases reales, y Wundt publica su Psicología fisiológica. Edison inventa (1879) la lámpara incandescente.

En las ciencias sociales, Spencer edita sus Principios de ética (1879) y Fernando Buisson su Diccionario de Pedagogía (1878), que será durante décadas referente obligado de cuantos piensan o actúan en educación.

En este último campo culminan en España las actividades y el ideario del grupo de pensadores agrupados en torno a Sanz del Río, con la fundación, en 1875, de la Institución Libre de Enseñanza, que tanta importancia va a tener durante este siglo y parte del siguiente, como revulsivo de la inerte, pasiva y anticuada enseñanza oficial. Un poco antes, en 1872, se promulgan en Alemania las Disposiciones Generales del ministro Falk, que van a introducir una línea de renovación y avance en la educación germánica. En Inglaterra, el Gabinete liberal de Gladstone produce la Ley Foster (1870), que establece un compromiso entre la educación privada y la pública; pocos años después, 1876, Disraeli, conservador, establecerá la obligatoriedad, y aunque sea anticiparnos al primer año de la década siguiente, en 1880 se institucionaliza la escolaridad mínima de diez años.

Había señalado, en la década anterior, la corriente de estudios históricos que surge en la América hispánica al rondarse el medio siglo de su independencia. Dentro de la misma aparecen los Precursores de la independencia de Chile (1870) de Miguel Luis Amunátegui; la Historia de la esclavitud de los indios en el Nuevo Mundo (1875) de José Antonio Saco, y aunque sea un autor portugués, vale la pena destacar la Historia de la civilización ibérica (1879) de Oliveira Martins. El esfuerzo por valorizar los aspectos autóctonos aparece en la ópera El Guaraní del brasileño Gomes (1870) y en el Martín Fierro de José Hernández (1872).




1879-89

Hostos pasa en la República Dominicana en una intensa actividad educadora la mayor parte de estos diez años. Ya dejé constancia en mis primeras palabras del recuerdo que de la obra del borinqueño queda en Quisqueya. Sólo al aproximarse a los cincuenta cambia su residencia a Chile, que será su hogar en la década siguiente. En la que ahora vamos a considerar produce alguna de sus mejores obras y se afirma en su americanismo y en su fe en la educación como proceso racionalizador y generador de nuevas posibilidades para la humanidad.

En la metrópoli se ha producido (1885) la muerte de Alfonso XII, el nacimiento del que será Alfonso XIII y la regencia encargada a la reina viuda doña María Cristina. En Puerto Rico se han inaugurado el ferrocarril (1880) y la carretera central de la isla (1886). La situación política se va agravando día a día. Frente a los llamados «incondicionales», españoles que mantienen una actitud conservadora, los criollos se dividen en reformistas que propugnan cambios sociales; «asimilistas» que piden ser tratados en el mismo nivel social que cualquier otra provincia española, y autonomistas que abogan por una federación con amplia autonomía.

La década se inicia en América con la guerra del Pacífico de Chile contra Perú y Bolivia y con la declaración de capitalidad de Buenos Aires. La preocupación de los pueblos de América de volver sobre sí mismos y procurar su identidad histórica y cultural continúa: Orozco y Berra, con su Historia Antigua y de la Conquista (1881), y Joaquín García Icazbalceta, con su Bibliografía mexicana del siglo XV (1886), ambos en México. En Uruguay, Carlos María Ramírez, con su Bosquejo histórico de la República Oriental del Uruguay (1882). En 1883 aparecen simultáneamente Conflicto y armonía de las razas de América de Sarmiento y la Historia de la República Argentina de Vicente Fidel López. También argentino, Bartolomé Mitre publicará, unos años más tarde (1887), la Historia de San Martín y de la emancipación americana. Del chileno Barros Arana aparece (1884) la Historia general de Chile.

El mundo hispanoamericano aporta a las letras los Siete tratados del ecuatoriano Montalvo (1882); la Filosofía del entendimiento (1881), obra póstuma de Andrés Bello; Ismaelillo del cubano Martí (1882); Tabaré del oriental Juan Zorrilla de San Martín (1886), y Azul del nicaragüense divino, Rubén Darío (1888).

Europa ha pasado a un segundo plano como marco de la vida de Hostos. No obstante, sigue en contacto con amigos, y a él llegan las referencias, no siempre directas, del movimiento político, cultural y educativo del Viejo Continente. La unificación de Italia bajo una monarquía y la fundación del Imperio alemán, hechos políticos que tienen lugar en 1871 como expresión de aspiraciones nacionales, debieron repercutir en el patriota exiliado. En el terreno cultural, posiblemente la influencia mayor sea la de los Principios de ética (1879) de Spencer, casi diez años antes de que el propio Hostos edite su Moral social. Hay que suponer que los Elementos de sociología de Durkeheim (1889) llegaran también a su conocimiento. El grupo de los cinco maestros rusos sigue dominando el horizonte musical: El príncipe Igor de Borondi es de 1881. Los Cuentos de Hoffmann de Offenbach aparecen el mismo año.

Por estos años, Cantor elabora y publica (1883) su Teoría de los conjuntos; Golgi estudia el sistema nervioso central (1883), y Pasteur (1881) comprueba el principio de la inmunidad.

La técnica empieza a ocupar en la vida de los hombres de esta época el lugar destacado que hoy nos es tan habitual y cotidiano. En estos años no se trata tanto de las aplicaciones inmediatas cuanto de grandes realizaciones que marcan el estilo de la época: en 1861 ha comenzado la construcción del Canal de Panamá; en 1889 se construye la torre Eiffel.

Una influencia más directa tienen para Hostos, entregado estos años a su labor pedagógica, los ecos de los movimientos educativos europeos. En España, fuente siempre la más directa e inmediata, ha tenido lugar en 1882 el Primer Congreso Nacional Pedagógico, de honda trascendencia por presentar a los más altos niveles (el Congreso fue inaugurado por el rey) las aspiraciones del magisterio. Este mismo año se reforma la Escuela Normal Central y se crea el Museo Pedagógico Nacional.

La ley Jules Ferry, de 1880, marca un punto a favor de la enseñanza pública en Francia. Una nueva ley, en la misma línea, consagra como principios la obligatoriedad y el laicismo (1882). Aún se insiste más en el laicismo en la ley Goblet de 1886.




1889-99

El tramo de la vida de Hostos que va desde sus cincuenta a sus sesenta años (1889-1899) lo pasa en Chile dedicado a tareas educativas, aunque sin olvidar su preocupación política, y sólo al final va a volver a las Antillas para fundar la Liga de Patriotas. En Borinquen se inauguran los primeros teléfonos (1897), y ese año el Gobierno liberal de Sagasta va a conceder, ¡por fin!, el régimen autónomo a Cuba y a Puerto Rico. ¡Tardío remedio, por cuanto al año siguiente van a quedar fuera del dominio de España! La actividad revolucionaria del líder de la independencia cubana, José Martí, y su muerte en 1895, la abolición de la esclavitud en Brasil (1888) y el paso de este gran país a la forma republicana (1889) son hechos destacados de la circunstancia americana. Pero, posiblemente, el que más influye en Hostos, hasta el punto de hacerle regresar a su tierra nativa, es la derrota española ante los Estados Unidos, que marca el comienzo de una etapa de presión política y cultural de los poderosos vecinos del Norte sobre los países de la América no sajona. Efectivamente, en 1889 se celebra la Primera Conferencia Panamericana en Washington y al año siguiente se fundará la Unión Panamericana (hoy Organización de los Estados Americanos) como instrumento de la política expansiva del tío Sam sobre sus vecinos.

En la línea cultural histórica que he venido glosando se da otra aportación notable: la del uruguayo Andrés Lamas, Génesis de la revolución e independencia de la América española.

En Europa tenemos la fundación de la II Internacional Socialista en París (1889), en la que se fija el día 1 de mayo como Día Universal del Trabajo. Desde el punto de vista católico, León XIII aborda la cuestión social con la encíclica «Rerum novarum» (1891). La aportación literaria de los países nórdicos se afirma con Knut Hamsum (Hambre, 1890) y Selma Lagerlöf (Gösta Berling, 1891). Quo vadis?, de Sienkiewicz, aparece en 1895. Sigue la explosión pictórica impresionista y se inician nuevas líneas de aportación musical: la Sinfonía en re menor de César Frank es de 1890; la Siesta del fauno de Debussy, de 1892, y la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, de 1894.

El mundo se ensancha y se comunica mejor: la expedición de Nansen a las regiones polares (1895) y la primera comunicación inalámbrica de Marconi (1899) son resultados alcanzados en esta etapa. Los esposos Curie descubren el radio (1898); Becquerel, la radioactividad (1896), y Roentgen, los rayos X (1895). Ramón y Cajal publica (1899) la Textura del sistema nervioso del hombre y los animales. Los hermanos Lumière hacen, en 1895, las primeras demostraciones de cine en París.

En el campo educativo se promulga la ley que establece la gratuidad de la educación en Inglaterra (1891), y en 1899 aparece la Pedagogía social de Paul Natorp.




1899-1903

La vuelta a las Antillas de Hostos, a punto de cumplir sus sesenta años, para integrar y entusiasmar a sus paisanos mediante la Liga de Patriotas le deja falto de fe en sus correligionarios y de esperanza en su propia participación en el desarrollo del futuro de su patria. Regresa a Santo Domingo, y allí donde tantas muestras de afecto y hospitalidad ha recibido muere.

No debió ser, ciertamente, halagüeño para el viejo luchador por el derecho de los pueblos el panorama que ve a su alrededor. Hay un resurgir del colonialismo: acaba de producirse el acuerdo entre Inglaterra, Francia y Portugal para repartirse las colonias africanas (1899). Alemania, Inglaterra y Estados Unidos se distribuyen, por otro lado, las islas de Oceanía (1899). Panamá (1903) se separa de Colombia y, una vez constituida en República soberana, cede a Estados Unidos la administración a perpetuidad de la Zona del Canal. De las promesas liberales, reformistas, generosas que se le hicieran cuando su viaje a Nueva York no ha quedado nada.

Con él mueren, en 1903, los pintores Paul Gauguin y Camille Pissarro; el gran historiador alemán Theodor Mommsem y el que inspirara muchos de sus pensamientos educativos, Herbert Spencer. Un nuevo siglo se abre.

Ahora que estamos a punto de liquidar este siglo -para nosotros ya viejo- vale la pena hacer un balance de esa eterna dialéctica, tan apreciable en la vida de Hostos, entre las aspiraciones sociales hacia una vida mejor y más digna que él encarnó en su actividad política, intelectual y docente y su propio drama individual como hombre desgarrado entre dos culturas, dilacerado entre sus ilimitados anhelos y las limitaciones reales y concretas de su yo y de su circunstancia.

Porque en la vieja frase de Ortega «[...] el ser es, en el hombre, mero pasar y pasarle: le "pasa ser" estoico, cristiano, racionalista, vitalista. El hombre no se adscribe a ninguna de esas formas: las atraviesa -las vive- como la flecha... El hombre se inventa un programa de vida, una figura estática de ser que responde satisfactoriamente a las dificultades que la circunstancia le plantea. Ensaya esa figura de vida, intenta realizar ese personaje imaginario que ha resuelto ser».

Después, cuando esa vida sea analizada -cuarenta, cincuenta, ochenta años por medio-, lo que encontraremos en el fondo de las informaciones, de las lecturas, de las referencias será, ante todo, la gracia existencial de su trashumancia, la lealtad hacia esa figura de vida que un día soñó y trató de representar en el tiempo que le tocó vivir.

Hay dos acontecimientos tangenciales a la vida de Hostos que, no obstante, me parecen un símbolo de su discurrir, porque entre ellos se encierra, como la frase aclaratoria entre paréntesis, la trayectoria vital del borinqueño. En 1839, año de su nacimiento, Louis Jacques Mandé Daguerre perfecciona su técnica fotográfica, el daguerrotipo. En 1895, ocho antes de su muerte, los hermanos Augusto y Luis Lumière presentan sus primeras demostraciones de cine. De la imagen estática al movimiento de las figuras va la misma distancia que de la sociedad isabelina al mundo que produce la generación del 98.

Ese mundo, a la par tan lejano y tan entrañablemente próximo, se nos queda entre los dedos cuando pretendemos aprehenderlo, como el leve, irisado polvillo de las alas de la mariposa: un trasunto, una intuición que se nos desdibuja y se escapa a nuestro afán definidor y clasificatorio.

Y si esto es difícil, ¿qué decir del intento para pasar y adaptarse a él?

Lo que sí nos queda de su trama existencial es la nitidez de su perfil de luchador al servicio de lo que él, en su momento, creía las más dignas causas.

Esta es, a mi entender, la última, definitiva lección de Hostos educador.






ArribaHostos desde Puerto Rico

por Ramón Darío Molinary



Director de la Casa de Puerto Rico en España

Excmo. vicerrector, Excmos. e Ilmos. señores, señoras y señores, compatriotas:

Ante todo debo expresar mi satisfacción por la brillantez de este acto, con el que culminan las celebraciones en Madrid del sesquicentenario de una de las figuras cimeras de América, Eugenio María de Hostos, sin duda el más excelso intelectual que haya nacido en Puerto Rico. A lo largo de un año hemos logrado motivar a instituciones del prestigio de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), el Ayuntamiento de Madrid, el Instituto de Cooperación Iberoamericana, el Ateneo de Madrid y, finalmente, a esta Universidad Complutense, Alma Mater de Hostos -donde prendieron en él las semillas del saber y del pensar que germinaron en su vastísima obra ciclópea- para que con nuestra colaboración se sumasen a la conmemoración del 150 aniversario de su nacimiento.

La OEI, en su sala «Andrés Bello», con la participación de todos los países miembros y la intervención oratoria de los representantes diplomáticos de Argentina, Chile, Venezuela y Puerto Rico, desarrolló un emotivo acto académico, en que el profesor Antonio Lago Carballo, ex subsecretario de Educación y Ciencia de España, glosó la figura del ilustre antillano en una conferencia lúcida que desearíamos ver publicada. Y, posteriormente, la OEI colaboró con la Casa de Puerto Rico en la entrega de premios del Concurso de Redacción sobre Hostos, celebrado entre más de mil colegios madrileños a finales de 1989.

El Ayuntamiento de Madrid hace una década sumó su esfuerzo al nuestro y al de los Ministerios de Educación de la República Dominicana y de Cultura de España para erigir un monumento a Hostos en pleno Parque del Oeste de Madrid, casi frente al del libertador Bolívar, cuando regía los destinos de la Corporación el llorado «viejo profesor» Enrique Tierno Galván. Este estudioso de la obra hostosiana hizo posible entonces nuestro objetivo de dar el nombre del gran polígrafo al Colegio Público de la Ciudad de los Poetas de Madrid y estuvo presente con una brillante ceremonia ante dicho monumento. En aquella primaveral mañana, los representantes de los países hostosianos, encabezados por los embajadores de Argentina, Chile, República Dominicana y Venezuela, plantamos en torno al busto esculpido por Laiz Campos varios madroños como símbolo de que el cultivo intelectual que Puerto Rico y España sembraron en Hostos sigue fructificando en las nuevas generaciones de iberoamericanos. Ese mismo Ayuntamiento de Madrid, más recientemente, facilitó la realización de nuestro proyecto del ya citado Concurso de Redacción, cuya ganadora, precisamente una alumna de 8.° de EGB del Colegio Hostos, de Madrid, viajó a nuestra isla acompañada de su madre para participar en los actos culminantes del sesquicentenario, conocer a fondo nuestra geografía y sus gentes, y compartir experiencias escolares con jóvenes puertorriqueños.

En el transcurso de ese homenaje del pueblo de Madrid le sugerimos al vicerrector de Centros de la Universidad Complutense, Benjamín Fernández Ruiz, quien hoy nos preside -a las pocas semanas de un viaje oficial a Puerto Rico, del cual ha regresado muy gratamente impresionado-, la conveniencia de que la centenaria institución universitaria española en que estudió Hostos rindiese homenaje a su figura y a su obra ejemplares. Y hoy, con la entusiasta acogida del profesor Antonio Moreno González, director de esta Escuela de Formación de Profesores, quien ha sabido canalizar sabiamente los deseos del rector Villapalos, vemos hecho realidad nuestro objetivo. Por tanto, nuestra honda gratitud al rector Villapalos, quien circunstancialmente ha renunciado al cargo, en espera de las elecciones que, sin duda, le confirmarán como rector de la más grande Universidad española; nuestro especial agradecimiento para el vicerrector, Fernández Ruiz, por haber apoyado la idea y por el respaldo moral que nos brinda con su frecuente participación en sesiones académicas del Seminario de Cultura Puertorriqueña, que dirijo en el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Y nuestro reconocimiento al director de esta Escuela Normal, por su hospitalidad y por haber prometido en su discurso realizar nuestra propuesta de dedicar una aula de este centro universitario a la memoria de Hostos, gran reformador escolar americano.

Capítulo aparte merece nuestra felicitación, colmada de gratitudes, a los profesores Isabel Gutiérrez Zuloaga y Ángel Oliveros, por las estupendas monografías que han preparado para este acto y que nos han permitido conocer a fondo al hombre Hostos y a su circunstancia. Monografías que merecen ser ampliamente difundidas, por lo que ruego al vicerrector, Fernández Ruiz, que transmita al Excmo. y Magfco. Señor Rector nuestra petición para que la Complutense culmine este homenaje con la publicación de estos interesantes trabajos, Deseo que, sin duda, secundarán el delegado del Gobierno de Puerto Rico, profesor Elías López, y dos bisnietos del prócer, Gloria y Ramón Alvear de Hostos, quienes nos acompañan en esta sala.

Repetía Hostos que es imprescindible, como pueblos civilizados, que vivamos la moral. Hoy, cuando se ha trastocado la escala de valores de nuestras sociedades, bueno sería acercarnos al meollo de su pensamiento. Hurgar en el hondón de nuestro cristiano ser. Sacudirnos de materialismos sin meta. Huir de frivolidades y hedonismos. Enfocar nuestro inmediato futuro con responsabilidad y valentía. Y viene esto a cuento, principalmente, porque Puerto Rico enfrenta la próxima celebración de un plebiscito para determinar la evolución hacia la soberanía de su estatuto jurídico-político, una de las más caras aspiraciones de Hostos, quien murió defraudado por no conseguirla. Ni de España, de la que partió amargado y sacudiéndose las zapatillas, como Santa Teresa de Ávila, tras verse traicionado por los líderes de Madrid, con quienes luchó codo a codo hasta lograr instaurar la I República; ni de los Estados Unidos de Norteamérica, a quienes llegó a ver como dadivosos repartidores de libertades para un pueblo, el puertorriqueño, que aún tiene pendiente la asignatura de su soberanía.

Sólo si mediante el plebiscito, previsto para el año próximo, logramos preservar nuestra puertorriqueñidad, o sea, nuestra identidad de pueblo, nuestro idioma y nuestra cultura, y obtener el máximo gobierno propio para dirigir nuestros asuntos económicos, sociales y culturales, conseguiremos evitar que Hostos, redivivo, nos eche en cara haber nacido puertorriqueños. Nuestro concepto de la dignidad así lo exige.

No debo terminar sin anunciar que antes de comenzar esta sesión, la representante del Ayuntamiento de Madrid nos ha hecho entrega de una carta del concejal Ricardo Peydró, en que se nos confirma que la Corporación madrileña ha aprobado dar el nombre de Eugenio María de Hostos a una plaza de la Ciudad Universitaria de Madrid, que linda con la calle Isaac Peral y frente a las instalaciones de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. Queremos expresarle nuestra satisfacción por cuanto Hostos ingresa en el callejero de una de las zonas nobles de Madrid, dentro de los terrenos de «su» Complutense y en contacto directo con otra prestigiosa institución universitaria que lleva el nombre de otro gran polígrafo. ¿Qué más podíamos desear que haber concluido este homenaje con tal generosidad de los ediles madrileños?





 
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