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Hostos, Martí y Albizu: su crítica del imperialismo

Carlos Rojas Osorio



Albizu, Martí y Hostos





En fechas recientes conmemoramos los cien años de la muerte de Martí y pronto conmemoraremos el centenario de la muerte de Hostos. Hace pocos años celebramos el centenario del nacimiento de Pedro Albizu Campos. Por esta razón quisiera aprovechar esta magnífica oportunidad para rememorar a estos líderes caribeños, los cuales trabajaron por la liberación política y mental de Cuba y Puerto Rico. El foco de mi atención va a ser la crítica del imperialismo que tanto Martí como Hostos llevaron a cabo, pero me servirá de guía en esta presentación Don Pedro Albizu Campos. Pues, como veremos, fue este gran líder quien tuvo una conciencia más amplia del fenómeno imperial, llegando a una serie de importantes generalizaciones que aplicó al caso norteamericano en Puerto Rico.

Martí como Hostos fueron observadores y críticos del fenómeno imperial en dos de sus manifestaciones históricas: el imperio español y el imperio estadounidense. En ambos casos el imperio dejaba sentir su poder tanto sobre Cuba como sobre Puerto Rico, y es por ello que ambos revolucionarios dedican especial atención y cuestionamiento a dichos imperios. En este punto Albizu se distingue de ambos líderes por dos razones. Una, porque Albizu presenta generalizaciones importantes sacadas de la inducción histórica y que supone válidas para todos los casos de imperialismo en la historia. En ese sentido el valor teórico de las generalizaciones albizuístas es de capital importancia. Sin embargo, y esta es la segunda diferencia, Albizu calla casi por completo con respecto al imperio español. La razón de este silencio radica en el conocido hispanismo albizuísta. El foco concreto de su análisis es el efecto del imperialismo yanqui sobre Puerto Rico, mientras que para ejercitar dicha crítica Albizu reagrupó valores y por ello hizo un retorno a los viejos valores de la hispanidad. La crítica violenta contra el imperio español que se encuentra tanto en Martí como en Hostos no se halla en Albizu. Sólo una vez adujo estas severas palabras: «Del Castillo dijo en España que las colonias se tenían para ser explotadas, una gran verdad». (Acosta, 136)1.

Abordemos ahora el análisis que nos dejó Martí. Quince largos años vivió Martí en la entrañas del «monstruo», según sus propias palabras. De ahí que su análisis del imperialismo ponga especial atención a la realidad económica de los Estados Unidos. En 1889 se reunió el Congreso Panamericano y este hecho significativo constituyó un motivo de profunda reflexión por parte de Martí. Atiende en especial a los intentos de neocolonialismo económico y observa agudamente: «De nada menos se trata que de ir preparando, por un sistema de tratados comerciales, o convenios de otro género, la ocupación pacífica y decisiva de la América Central e islas adyacentes por los Estados Unidos» (Almanza, 301)2.

Se percata Martí del poderío monopolístico que, según Lenin, es lo que lleva al imperialismo. Afirma el líder cubano: «La tiranía acorralada en lo político, reaparece en lo comercial. Este país industrial tiene un tirano industrial» (Almanza, 306). Anota un estudioso de Martí que éste se refiere muy especialmente al aspecto de la circulación, es decir, al comercial, mientras que el leninismo destaca la esfera productiva. La tiranía industrial no es otra cosa que el gran poder de los monopolios. Pero Martí hace también referencia al surgimiento del capital financiero y su correspondiente oligarquía. «Corporaciones invencibles -dice Martí- formadas por la asociación de capitales desocupados» (Almanza, 306). Martí está hablándonos de la formación de monopolios a través de la red bancaria. La emergencia de una oligarquía bancaria estuvo claramente presente en el análisis martiano del imperialismo. «Todo un sistema está sentado en el banquillo... La congregación cada vez más descarada y alarmante de las grandes empresas e industrias en "ligas" que aquí llaman trusts... En esas ligas agresivas de los industriales... la magistratura, la representación nacional, la iglesia, la prensa misma, corrompida por la codicia, habían llegado, en veinticinco años de consorcio, a crear en la democracia más libre del mundo la más injusta y desvergonzada de las oligarquías» (Almanza, 307). Y en otro texto señala: «Ya es de los ferrocarriles y millonarios el Senado. Mucho de la casa de Representación es de ellos, bien por elección hecha con sus fondos, bien por compra parcial». Y luego agrega: «Se desean tratados rapaces de comercio que equilibren el desarrollo mantenido para provecho de la oligarquía industrial del norte con los precios impuestos en los países mínimos de América a las productos yanquis de compra forzosa» (Almanza, 308).

La exportación de capital es otra característica de la fase monopolista del capitalismo, es decir, del imperialismo. Martí señala que en la Conferencia Internacional Americana -1888- se propuso la creación de una unión aduanera, de un Banco Panamericano y de un ferrocarril continental que uniera todos los países del continente americano. Martí comenta: «Lo primero, por supuesto, que recomendó la secretaría de Estado al Congreso, de todo lo que se acordó en la conferencia, fue el proyecto de ferrocarriles, donde están los Carnegie y Davis» (Almanza, 309). Martí estuvo muy consciente del problema que allí se planteaba para nuestra América.

Rafael Almanza califica el análisis económico de imperialismo llevado a cabo por Martí de proyecto posliberal. Liberal en sus raíces pero consciente de sus limitaciones y de la necesidad de ir más allá, sin llegar a la solución socialista. Almanza escribe: «su mérito mayor no está en constituir una anticipación cronológica al enfoque leninista... -sino en que decidió, y sostuvo su antimperialismo político, y reestructuró, reorientó y amplió su iniciativa al proyecto de progreso económico para Latinoamérica» (Almanza, 317). para Martí el fenómeno imperialista no es una ley histórica, como si lo será para Albizu. Para el líder cubano el imperialismo yanqui es más un desvío, una falta de lógica de la propia democracia e incluso un fenómeno reversible. También para Hostos el imperialismo estadounidense contradice los principios democráticos y federativos de esta nación. Hostos y Martí, imbuidos de los principios democráticos, no podían menos que ver en el hecho imperial norteamericano una falta de lógica con esos mismos principios. No así para Albizu quien recorre la historia percibiendo claramente en ella el hecho imperial. Se ha escrito que el pensamiento económico de Martí es compatible con una república de pequeños propietarios al modo de la propuesta de Juan Jacobo Rousseau. Constatación ésta que sin duda puede aplicarse a Hostos e incluso a Albizu Campos.

Martí no se hizo ilusiones con el capitalismo, no hay lisonjas para este sistema económico. Como dice un autor: «Fue en su concreción histórica el ideólogo de un frente multiclasista pro liberación nacional y desarrollo en el que la hegemonía política -y por tanto ideológica- estaba en manos de las clases medias, pero que, gracias a la gestión de su líder, recogía como fundamental la aspiración proletaria a la liberación» (Almanza, 434). Por eso Fernández Retamar ha podido afirmar el carácter tercermundista del pensamiento de Martí. «Para Martí la América Latina era la vanguardia histórica de los pueblos pobres y colonizados del planeta». Asimismo, «Martí es el primer hombre en descubrir y promover la unidad de los pueblos que años más tarde darían en llamarse Tercer Mundo». Y otro estudioso concluye: «A medida que Martí deviene partidario del frente antimonopolista de izquierda en Estados Unidos deviene también líder antimonopolista latinoamericano» (Almanza, 304).

Hostos fue durante casi toda su vida un profundo admirador de los ideales y las instituciones democráticas estadounidenses. Pero ello no fue obstáculo para no darse cuenta que en la forma en que se hizo el mal llamado cambio de soberanía no fue en realidad sino un acto de imperialismo y que mientras no se llegase a una solución jurídicamente válida la presencia norteamericana en Puerto Rico seguía siendo simple y llanamente imperialismo. Afirma Hostos: «Puerto Rico ha sido anexada por la fuerza. Ya está rota la tradición jurídica: ya está violado el principio federativo» (Obras completas, 1939, V, 251).

Durante algún tiempo Hostos estuvo esperanzado en que podría llegarse a una solución jurídica y que Estados Unidos aceptaría un gobierno civil y un plebiscito para resolver las cosas con la participación voluntaria de Puerto Rico. «La unión habrá violado el principio en que descansa ese sistema, que requiere en absoluto la voluntad del pueblo para organizar instituciones representativas. El hecho consumado ha sido la sujeción violenta de Puerto Rico a una dominación que, por salvadora que sea, para nada ha contado con Puerto Rico» (Ibid., 250). Pero una vez que vio la intención del gobierno norteamericano, la continuación del gobierno militar y la ausencia de plan alguno para salir del estado de fuerza al estado de derecho, Hostos no temió declarar que se trataba claramente de un caso de imperialismo. La descripción que hace Hostos está pintada con vivos colores y soberbia fuerza crítica:

«Son fuerzas ciegas, que movidas en una dirección se mueven implacablemente, arrollando lo que arrollen, caiga quien caiga. Algunos admiran eso en la historia escrita y en la historia hecha: yo no creo digno de admiración la fuerza bruta, ya la vea en la historia de cada día, ya me la presenten adornada y admirada en la historia escrita»... Luego agrega: «Es una convicción inconfesa de los bárbaros que intentan desde el Ejecutivo de la federación popularizar la conquista y el imperialismo, que para absorber a Puerto Rico es necesario exterminarlo».


(Ibid., 301)                


Hostos no se limitó a señalar el hecho del imperialismo en el caso de Estados Unidos frente a Puerto Rico, señaló también el interés económico detrás del hecho de la conquista. «Mckinley y el sindicato político republicano en el poder, no vieron otra cosa en Puerto Rico que el campo de explotación que creían dar a la codicia de sus parciales o a la vana gloria del vulgo americano» (Ibid., 302). Este interés económico puede llegar hasta el exterminio si fuere necesario. «Para absorber a Puerto Rico es necesario exterminarlo; y naturalmente, ven, como hecho que concurre con su designio, que el hambre y la envidia exterminen a los puertorriqueños, y dejan impasibles que el hecho se consume» (Ibid., 301). También Albizu destaca el interés económico imperialista. «Es una insensatez creer que los invasores tengan otro interés que no sea la explotación de Puerto Rico» (Albizu, I, 196)3.

Albizu hace otras importantes generalizaciones sobre el imperialismo:

1. «Es ley histórica que se repite. Las naciones intervenidas como la nuestra sumarán la riqueza a la del poder que las domina para beneficio exclusivo de éste» (I, 193). Se reafirma la estrecha relación entre poder político imperial y su propósito económico.

2. «Todo poder imperial realiza sus atropellos invocando siempre los principios de la justicia» (I, 192). Y reafirma: «Los estados tienen forma de amparar sus propósitos más nefastos con dulces palabras de igualdad, fraternidad, libertad y democracia» (I, 192). La moral utilizada como ideología.

3. Como Hostos, Albizu insistió en el rechazo de la fuerza bruta. «Los imperios ocupan pueblos indefensos a cañonazos, a metralla, con gases venenosos o con vacuna, la cuestión es posesionarse de la riqueza del país y matar a sus habitantes» (Acosta, 123). De hecho Albizu pensaba que había una voluntad de exterminio de la población isleña y denunció la política malthusiana del gobierno federal en Puerto Rico.

4. «Los imperios combaten su enemigo natural, la causa nacionalista, pero siempre la respetan. Los opresores desean medirse con la dignidad y el valor que representan los hombres que encarnan el patriotismo de la nación intervenida» (I, 268). Se recordará que el coronel que dio sepultura a Martí en Dos Ríos dijo:

«Señores: Cuando pelean hombres de hidalga condición, como nosotros, desaparecen odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos debe ver en estos yertos despojos un enemigo... Los militares españoles luchan hasta morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para los muertos».


He ahí el reconocimiento del poder opresor a la altísima dignidad del hombre contra quien combatía. Una de las características más sobresalientes de la serie de discursos y pronunciamientos que hizo Hostos en la coyuntura del 98 es precisamente ese constante llamado a la dignidad, esa insistente voz al justo reclamo de derechos, pues le entristecía la pasividad con que la mayoría tomaba la grave situación por la que atravesaba el país y la politiquería personalista que veía en otros. Por eso pudo exclamar: «el abandono de nuestra soberanía sin protesta alguna, ni la armada ni la jurídica, ha deshonrado a los puertorriqueños» (V, 303). O también:

«Ya sé que a los puertorriqueños les escandaliza que haya quien pida a los americanos la independencia de su patria; y por lo tanto, ya sé que hay una masa difícil de mover que es necesario poner en movimiento. Pero es tan absolutamente necesario empezar por ahí la obra con que Puerto Rico puede desde su Asamblea Legislativa justificarse de su incapacidad de dolerse de su esclavitud, que no hay justicia para ella, si no empieza por pedir lo que es suyo. Hay que insistir todos los días en decir y repetir que Puerto Rico ha sido robado de lo suyo, de su libertad nacional; de su dignidad nacional; de su independencia nacional, que ni los españoles ni los americanos podrán ni han podido poner en mercería».


(Ibid., 304-305)                


Es también necesario destacar la aclaración que hace Hostos con respecto a la bienvenida que le dieron los puertorriqueños al ejército estadounidense. Para él tal acogida radicaba en la creencia del pueblo de que Estados Unidos, al liberar a Puerto Rico del yugo español, lo dejaría libre para su propio gobierno y libre desenvolvimiento histórico. Escribe Hostos:

«Todavía más... ellos se fundaron para todo eso en una seria equivocación. Los puertorriqueños se imaginaron que el propósito de los Estados Unidos era, primero, asestar a España un golpe militar; y segundo, aprovechar la oportunidad de poner fin para siempre al desgobierno de España en las Antillas, erigiendo en la Isla un gobierno libre e independiente».


(Ibid., 349)                


Si se reconoce la dignidad del patriota que lucha por la liberación nacional, en cambio, el imperio desprecia a quienes usan como cómplices. «Como ningún imperio puede mantenerse sin la cooperación de los naturales del país ocupado por la fuerza, se sirve de ellos pero los desprecia» (Albizu, I, 268).

El pensamiento antiimperialista caribeño tiene en Martí, Hostos y Pedro Albizu Campos tres exponentes de primera magnitud. Sin duda Albizu, que vivió más tiempo bajo el régimen imperial que cuestionaba, tuvo oportunidad de ir más lejos y profundizar mucho más en esa crítica. Hostos es más violento en su crítica del imperio español que del imperio norteamericano. Pero como hemos registrado en el día de hoy, dejó meridianamente claro que sin el recurso al derecho la presencia estadounidense en Puerto Rico era mero imperialismo. Martí no condescendió ni con el imperio español, contra el cual ofrendó su vida, ni contra el naciente imperio estadounidense, del cual alertó con anticipación profética a todos los pueblos latinoamericanos y tercermundistas. Hostos y Martí cuestionaron el imperialismo desde una posición democrática y latinoamericanista. Albizu desde una posición estrictamente nacionalista, latinoamericanista, pero con una base en la historia universal, que el veía como historia de imperios que subyugan a otras nacionalidades. Albizu fue más universalista en detectar el fenómeno imperial, y no lo vio como una excepción, o un desvío o una falta de lógica, sino como lo que es, una ley histórica no refutada aún. Para Hostos y Martí era trágica su crítica al imperio yanqui, pues compartían la ideología democrática e incluso admiraban sus instituciones jurídicas. En ese sentido, Albizu dirigió su mirada al legado hispánico estableciendo una confrontación entre éste y el imperio que le tocó sufrir.

Hostos

Hostos, Martí, Albizu: sus análisis teóricos del imperialismo siguen teniendo validez porque la historia no deja de registrar el paso de una dominación a otra y porque, en consecuencia, los seres humanos tienen que levantarse contra esos poderes subyugantes. Cambian muy poco las cosas de una dominación a otra porque los métodos de ejercicio del poder no dejan de ser desconcertantemente parecidos y hasta idénticos. Hoy no tenemos ya la confianza en el liberalismo que tuvieron Martí y Hostos ni el apoyo en el hispanismo catolizante de Albizu. Pero eso no les quita el valor práctico a los enfoques de nuestros tres líderes caribeños. Consenso entre los afectados para confrontar al imperio. Confrontación más racional e inteligente que bélica, a pesar de tener el derecho al uso de la fuerza. Como decía Martí: «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra. No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados» (Martínez Bello, 81)4.





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