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Entre estas tendencias pueden citarse la literatura fantástica y metafísica, creada por Borges y por Leopoldo Marechal (1900-1970), el realismo crítico en las narraciones de Juan Carlos Onetti (1909) y Carlos Fuentes (1928); el existencialismo y la corriente onírica en Ernesto Sábato (1911); la fantasía y el absurdo en Adolfo Bioy Casares (1914-1999) y la narración psicológica en Eduardo Mallea (1903-1982). Sin embargo, enfatiza Ángel Rama que más allá de estas tendencias, el elemento fundamental es la pluralidad de orientaciones narrativas, definida metafóricamente como «el jardín de senderos que se bifurcan». Véase: Rama, Ángel: La novela en América Latina. México, Universidad Veracruzana, Fundación Ángel Rama, 1982, pp. 140-144.

 

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Ángel Rama sostiene que el boom operó un reduccionismo de la narrativa hispanoamericana, pues no la abordó como un proceso global ni enfatizó en la dimensión estética como elemento clave para valorar las obras. Ibid., pp. 237-238.

 

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Ángel Rama señala que en 1964, con motivo de la celebración del veinticinco aniversario del semanario uruguayo Marcha, él publicó dos suplementos dedicados a la narrativa más reciente que se estaba produciendo en Hispanoamérica; en ellos destacó las pluralidad de líneas estéticas y la notable tarea creadora impuesta por los autores. También, la revista Casa de las Américas ese mismo año publicó un número que reunía textos de Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato, Julio Cortázar y Alejo Carpentier, los cuales constituían una muestra muy clara de un nuevo tipo de narrativa. En 1969 Carlos Fuentes escribe su conocido libro La nueva novela hispanoamericana donde se da por un hecho la existencia de una narrativa sustancialmente diferente a la que había predominado en las décadas anteriores. Véase: Rama, Ángel: Novísimos narradores hispanoamericanos, México, Marcha Editores, 1981, pp. 9-11.

 

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Hago referencia a la novela hispanoamericana porque considero que la novela centroamericana no puede interpretarse como un mundo cerrado en sí mismo. Los autores, además de ser representantes de las literaturas nacionales, se vinculan a las orientaciones estéticas y transformaciones que ha experimentado la novela hispanoamericana en el transcurso del tiempo. A pesar de la heterogeneidad lingüística y cultural de los países hispanoamericanos, es posible establecer una serie de relaciones entre los autores y las obras que permiten una integración dinámica.

Se produce así un interesante diálogo donde cada literatura mantiene su especificidad, pero transita por caminos semejantes a los de otros países. Por ejemplo, en la primera mitad del siglo veinte, las obras de Rafael Arévalo Martínez (Guatemala, 1884-1975), las de Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974) y en un grado menor, las de Yolanda Oreamuno (Costa Rica, 1916-1956), tuvieron una proyección significativa en la novela hispanoamericana, así como en los años recientes lo han hecho Joaquín Gutiérrez (Costa Rica, 1918), Augusto Monterroso (Guatemala, 1921-2003), Carmen Naranjo (Costa Rica, 1930), Roque Dalton (El Salvador, 1933-1975), Manlio Argueta (El Salvador, 1935), Roberto Armijo (El Salvador, 1937-1997), Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942), Julio Escoto (Honduras, 1944), Alfonso Chase (Costa Rica, 1945), Mario Roberto Morales (Guatemala, 1947), Gioconda Belli (Nicaragua, 1948), Roberto Quesada (Honduras, 1962) y Gloria Guardia (Panamá, 1940), para citar algunos de los más representativos. Las novedades temáticas y estilísticas introducidas por ellos han contribuido a conformar una visión más integral de la novela hispanoamericana, y a la vez, esta influye en el desarrollo que ha tenido la novela centroamericana.

 

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Acevedo, Ramón Luis: «Orígenes de la nueva novela centroamericana», en La Torre, vol. 8, núm. 29, 1994, p. 148. En su ensayo «El boom en perspectiva», Ángel Rama aborda el boom como un fenómeno literario y mercantil, y aunque reconoce las grandes dimensiones publicitarias del mismo, destaca, como lo hace José Donoso, que en general las obras de los autores del boom como Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Ernesto Sábato, José Lezama Lima y Mario Vargas Llosa, entre otros, representan una renovación de las estructuras narrativas y del lenguaje de la novela hispanoamericana. Véase: Rama, Ángel: «El boom en perspectiva», en Rama, Ángel (editor): Más allá del boom: literatura y mercado, Buenos Aires, Folios Ediciones, 1984, p. 65.

 

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Sergio Ramírez manifiesta su preocupación de crear una literatura que sin dejar de referirse a la identidad centroamericana, adquiera una connotación amplia y universal. Véase: Ramírez, Sergio (1974): Antología del cuento centroamericano, 3.ª edición, San José, Costa Rica, EDUCA, 1982, pp. 57-58.

 

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Esta afirmación no implica obviar el renombre que Rubén Darío y Miguel Ángel Asturias le han dado a la literatura centroamericana. En cierta medida, estos escritores han sido considerados como excepción.

 

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Augusto Roa Bastos se refiere básicamente a la exploración del mundo interior de los personajes. Para él, las obras realistas habían concedido mucha importancia al contorno y en la nueva narrativa se incorpora «la caótica y oscura condición humana». Véase: Roa Bastos, Augusto: «Imagen y perspectivas de la narrativa latinoamericana actual», en Loveluck, Juan (editor): Novelistas Hispanoamericanos de hoy, Madrid, Taurus, 1976, pp. 60-61. Luis Sáinz de Medrano también ha observado esta transformación y subraya que la nueva novela huye de la presencia omnipotente de la naturaleza y se caracteriza por la creación de personajes incompletos y ambiguos, como los de Juan Rulfo, Juan Pablo Castel de El túnel de Ernesto Sábato, Oliveira de Rayuela, de Julio Cortázar y los Buendía de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Véase: Sáinz de Medrano, Luis: Historia de la literatura hispanoamericana (Desde el modernismo), Madrid, Taurus, 1989, p. 333.

 

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Becerra, Eduardo: Pensar el lenguaje, escribir la escritura, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1996, p. 37. Becerra alude a la necesidad que sintieron los nuevos narradores de trascender la referencialidad histórica y geográfica con que se caracterizaban las obras realistas y regionalistas, ya que restringían sus niveles de connotación y su potencial semántico.

 

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Críticos como Ramón Luis Acevedo y Donald Shaw afirman que Rafael Arévalo Martínez constituye un antecedente notable en la superación del realismo y la incorporación de la vanguardia a la novela centroamericana. Arévalo Martínez escribió las novelas Una vida (1914), Las fieras del trópico (1915), Manuel Aldano. La lucha por la vida (1922), La oficina de paz de Orolandia, novela del imperialismo yanqui (1925) y Hondura (1959); así como los libros de relatos El hombre que parecía caballo (1914), El señor Monitot (1922) y Viaje a Ipanda (1939). Véanse: Acevedo, Ramón Luis: La novela centroamericana, Puerto Rico, Editorial Universitaria, 1982, pp. 271, 272 y 385 y Shaw, Donald (1983): Nueva narrativa hispanoamericana. Boom. Posboom. Posmodernismo. 6.ª edición ampliada, Madrid, Cátedra, 1999, p. 250.