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Juan Cousin, verdadero descubridor de América, según el capitán inglés Gambier R. N.

Cesáreo Fernández Duro





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Dicho sea con todas las reservas de costumbre y con aquellas más que mi intervención en anteriores cuestiones americanas requiere: la obra literaria del capitán de la marina real británica J. W. Gambier, cuya lectura se ha servido encomendarme la Academia1, me ha parecido que no responde á las protestas de escrupulosidad histórica con que el autor la encabeza.

Es su objeto proclamar que Juan Cousin, capitán de mar de Dieppe, descubrió el río de las Amazonas en 1488 y fué despojado de la fama que le pertenece en la más vergonzosa de las conspiraciones, urdida por los reyes Fernando é Isabel, el papa Alejandro VI y Cristobal Colón. La serie de reflexiones morales, políticas y religiosas (no católicas), con que desarrolla el tema, pueden dejarse sin inconveniente á un lado; la esencia es lo que á este cuerpo importa conocer, advirtiendo por principio que, amigo como se dice el autor de la verdad, no pretende hacer un héroe del tal Cousin, ni mucho menos.

El marino normando era, en su juicio, de superiores condiciones; más instruido, más ilustrado que el genovés: habiéndose lanzado al Océano con un navío, evidentemente arriesgó más que el que llevó tres; si bien desde que se ha sabido que el hombre es capaz de atravesar la extensión de las aguas saladas solo, en un botecillo, la admiración de aquellas empresas, ha perdido, con el examen frío de la razón, la poética aureola del primer momento. Cualquiera de los balleneros que van hoy de Dundee hacia los mares polares, aventura mucho más que Colón ó que Cousin, cuyo heroismo no excede, ni acaso llega al de Cameron, pasando á través del África, de mar á mar.

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Jean Cousin, discípulo del P. Descelliers2, según tiene investigado, era muy hábil en la construcción de cartas de marear y en la de globos ó esferas terrestres y celestes. Durante la guerra de su país con Inglaterra en 1487, mandó un navío corsario con tanto acierto que se hizo grato á los comerciantes de Dieppe; eligiéronle por ello para regir otro buque armado con que se proponían tentar el camino de los descubrimientos marítimos iniciado por los portugueses y los españoles, ensanchando límites de sus transacciones especulativas.

Pusiéronle los armadores por lugarteniente á Vicente Pinzón «persona familiar á todo el que haya leído dos líneas acerca del descubrimiento de América»3; en edad y servicios naúticos mucho más antiguo que el capitán4; buen marinero, aunque rutinariamente formado.

Cuando estuvieron en la mar, el carácter díscolo y voluntarioso del español proporcionó muchos disgustos á Cousin, blanco continuo de la envidia en el otro despertada por la superioridad del saber, sobre todo desde el momento en que notó que dejando atrás la costa se internaba la nao en el Océano. Pinzón amotinó entonces la gente contra el jefe de la expedición, que hubo de imponerse, y que siguió navegando hacia el O. dos meses, al cabo de los cuales se encontró eventualmente en la boca de un gran río, que nombró Marañón, por llamarlo así los naturales.

De allá hizo rumbo al África; llegó al extremo del Continente; dió vista al Cabo de Buena Esperanza, al que puso nombre de Las Tres Agujas (Les Trois Aiguilles); pero en este particular cree Mr. Gambier que es necesaria más detenida investigación. Lo seguro es haber arribado á la costa del Congo, donde Pinzón se portó como canalla que era. Con nimio pretexto buscó querella á los negros por apoderarse de sus efectos y produjo naturalmente reyerta, obligando á Cousin á romper el fuego desde á bordo para   —151→   proteger el reembarco de los marineros. Atemorizados los salvajes huyeron hacia el interior, siendo inútiles cuantos esfuerzos se emplearon para atraerlos de nuevo: Cousin tuvo que dar la vela, perdiendo considerable parte del cargamento que se prometía.

Volvieron á Dieppe á fines de 1489, dos años después de la salida, y dieron cuenta de la expedición sin que los armadores, los que constituían la Cámara, Asamblea de Comercio ó Almirantazgo, juzgaran de importancia el hallazgo del río de Occidente: atribuyeron en cambio mucha á la refriega contra los negros, que les había cerrado una mina mercantil, é indignados contra el miserable autor del daño, sometiéronle á un Consejo de guerra, que por insubordinado y cabeza de motín, además, le sentenció á perpetuo destierro de Francia.

Furioso Pinzón, «guardando en el alma el implacable espíritu de venganza que siempre ha distinguido á sus compatriotas», marchó á Génova y seguidamente á Palos, donde confió, sin duda, á sus hermanos lo ocurrido.

Por ellos lo supo Colón, llevado por el azar á la Rábida; por ellos ó por Fray Juan Pérez debió llegar á conocimiento de los Reyes, y en la noticia reside la clave de las pretensiones insistentes del genovés, del armamento de las carabelas, del proceder de los marinos de Palos durante el viaje, y de muchas ocurrencias que no han tenido hasta ahora explicación.

A vuelta de viaje, Vicente Pinzón, que había hecho cuanto pudo para robar á Cousin la gloria, revelando á Colón el descubrimiento, trató de robarlo á Colón igualmente, corriendo á Barcelona para anticipar la noticia á los monarcas y declarar, como lo hizo, que sin su persona nada se hubiera hallado5.

Qué nuevos documentos, qué autoridades, qué descubrimientos hechos por su parte hayan servido al capitán Gambier para el concepto de los personajes citados, no indica; limítase á expresar que le ha informado en lo que á Juan Cousin atañe, un escritor local que debió conocer y copiar el diario de navegación antes   —152→   que el archivo de Dieppe pereciera en el incendio ocurrido el año 1694; un cronista nombrado Desmarquets, cuyo manuscrito se ha perdido ó anda oculto sin haberse nunca publicado.

Esta declaración única de fuentes es errónea: la obra de Desmarquets, titulada Mémoires chronologiques pour servir à l'histoire de Dieppe et de la navigation française, se publicó en 17856. Ignorándolo Mr. Gambier acredita conocerla de segunda mano y no saber que por las invenciones de que está plagada no tuvo en Francia la mejor acogida. Aceptaron, sin embargo, el cuento de Cousin, por lo que alhagaba al amor patrio, los historiadores modernos de la costa7, habiendo alguno más general, M. Paul Gaffarel, que sin acordarle entero crédito, lo ha repetido en cuatro de sus libros8 porque á favor de la idea tradicional supuesta algo deje en el levantado espíritu de los franceses, y al efecto, conocedor como es de la historia, ha procurado vestir racionalmente la novela infantil de Desmarquets, explicando cómo podía buenamente admitirse por segundo de un bajel normando á un español, que sería Martín Alonso Pinzón (no Vicente); por qué razones guardaría aquel el secreto de la expedición al Amazonas, y cómo no transcendió desde Dieppe, sabiéndolo la población entera.

Pero todo esto no parece que haya llegado tampoco á conocimiento del capitán de la Marina inglesa que, al defender á su modo los fueros de la verdad y atacar á lo que pasa por autoridad de cosa juzgada, retrocede hasta la primitiva sencillez de la conseja imaginada por Desmarquets sin procurarse otras informaciones, con lo cual hasta del atractivo de la novedad priva á su narración, cargándola de errores inexcusables.

Podrá serlo de imprenta la afirmación de haber descubierto   —153→   Bethencourt las islas Canarias hacia el año 1302, ya que llegó á ellas un siglo después á conquistarlas9; acaso lo es de inadvertencia asentar la llegada de Pinzón á la costa del Brasil con posterioridad al portugués Cabral10; el de atribuir á Cousin el nombre Marañón, porque así llamaban al río sus ribereños11, no tan fácilmente se justifica.

Pinzón, al reconocer la embocadura, lo denominó Río grande de Santa María de la mar dulce12, y también Marañón, al decir de Juan de Castellanos13, en memoria de ciertos marineros apellidados Marañones. Bien pudiera ser porque pueblo de tal nombre hay en la jurisdicción de Estella, provincia de Navarra; un arroyo en término de Valdepeñas y un caserío en el de Manzanares. No obstante, pensaba Fr. Pedro Simón14 que fué Lope de Aguirre quien este nombre puso á sus soldados y al río, hasta entonces llamado de Orellana ó Amazonas, por los enredos y marañas que en él fraguó su maldad; opinión que acogió D. José de Oviedo y Baños15 sin conocer las noticias acopiadas por un misionero de la Compañía de Jesús, inéditas hasta nuestros días16, y que con lata investigación consignan deberse tal nombre al del capitán Marañón, que anduvo por las bocas algunos años después de verlas Vicente Yañez, advirtiendo que los indios lo designaban con las voces Paraná-Guazú.

Menos aún se comprende que dando el capitán inglés por familiar á niñas y muchachos la vida de Vicente Yañez, él la tergiverse sin respeto á la lección de documentos existentes, en su número, la declaración prestada en Sevilla en 1513, que es de   —154→   dominio público17, reconociendo la primacía de los descubrimientos de Colón y especificando los suyos. Con el descuido coloca al favorecido Cousin en situación comparable con la del Capitán de quince años, de Julio Verne, si bien con desventaja del primero, porque más verosímil parece en la novela que un marinero machucho engañara á la inexperiencia de un rapaz, haciéndole doblar el cabo de Hornos sin saberlo, que no aprender en la historia verdadera que el rapaz engañara al marinero, conduciéndole á los dos más sorprendentes descubrimientos de la época, el Brasil y el cabo de Buena Esperanza, con los ojos vendados.

Vicente Yañez Pinzón tenía más de 50 años al prestar la declaración antes citada; contaria por consiguiente 25 en 1487 al embarcar como segundo de la nave normanda. Si por considerable diferencia se acepta una decena18, resulta que el capitán Cousin andaba, como insinuado queda, en los 15, edad portentosa para hacer cartas de mar, transformar huevos de avestruz en esferas celestes que simulaban los movimientos de los astros19; batir con su buque á los veteranos ingleses20, lanzarse al Océano desconocido, dominar motines é imponerse.

¿Cuál será mayor debilidad, la de Desmarquets novelando con supina ignorancia de los sucesos, de las costumbres, de las condiciones de los hombres del siglo XV de que trata, ó la de aquellos que acogen y patrocinan en el siglo XIX su leyenda inocente?

Agreguemos con alguna detención objeciones á las que se han hecho antes21.

Estriba principalmente el crédito de la invención en el incendio del Archivo de Dieppe el año 1694; allí estaban ó debían de estar   —155→   los diarios de Cousin irremisiblemente perdidos. ¿No hubo en los dos siglos pasados, desde el descubrimiento del Amazonas, persona que copiara los papeles ó dijera al menos que los había visto? No, porque los directores del Comercio y el Almirantazgo de Dieppe, celosísimos de los intereses del puerto, guardaban en profundo secreto cuanto pudiera contribuir á la vulgarización de los viajes y cambios.

Perfectamente. Sistema era éste que seguían por entonces todas las naciones. Sabido es que el rey D. Juan II de Portugal, después de la firma del tratado de 1479 con España en que se le reconoció el señorío absoluto de Guinea, queriendo desviar de aquel camino á los aventureros, propaló voces misteriosas, llevando á tanto extremo la reserva de los derroteros, que habiéndose disgustado un piloto y huido hacia Castilla, hízole perseguir y que le cosieran la boca con anzuelos á fin de que no pudiera hablar en el tránsito hasta Evora, donde fué descuartizado22. En España se cuidaba también con exceso y con severidad del secreto que pudieran utilizar los extraños; esto es, en lo relativo á cartas, portulanos é itinerarios; mas no se impedía la narración histórica de los descubrimientos, ni la enumeración de los productos de las tierras nuevas, ni la particular comunicación de los trabajos, de las hazañas, de las aventuras de los conquistadores.

¿Se concretaría Cousin á escribir el parte destinado al Almirantazgo sin conservar copia ó borrador? ¿Dejarían los que le acompañaron de referir los acaecimientos á los deudos y amigos, y no habría en Dieppe persona que por curiosidad los apuntara? Ni es probable la omisión absoluta, en el momento, ni que dejara de subsanarse, ya cuando por Europa corrió como el relámpago la nueva de las islas por Colón halladas, ya al propagarse las de los viajes de Pinzón, de Cabral, de Lepe, de Vespucio y de Solis, ó bien cuando repetidos los de los navegantes franceses al Brasil, establecieron las factorías de Genevre, Paraguazú, Paraiva y otras varias, y á su vez trazaron cartas, escribieron derrotas y reunieron precedentes que han servido á la historia de las expediciones23.   —156→   El incendio del Archivo de Dieppe no fué, por otro lado, de efectos tan desastrosos que privaran á la ciudad de todos sus documentos; no há mucho se han publicado colecciones de los que importan á la marina24.

Es que en Dieppe no se concedió importancia al hallazgo de un río en que sólo pájaros desconocidos en Europa volaban, y el mismo Cousin no se persuadió de que la tuviera la vista de la extremidad africana buscada con tanto afán por los portugueses.

Compaginen como puedan los modernos cronistas normandos la contradicción en que incurren alegando esta excusa, que corre pareja con la aseveración de girar las ideas de los armadores y comerciantes sobre el punto céntrico del mantenimiento de su reputación de probidad25.

¿Qué iban á hacer en el Congo con el bajel despachado? La expedición clandestina dispuesta contra los derechos y las pragmáticas de Portugal, no podía tener otro objeto que el embarco de esclavos, comercio á que los portugueses mismos, los españoles y los ingleses, con ejemplar de los dignísimos John Hawkins y Francis Drake, se dedicaron por largo espacio de tiempo sin que la probidad les empachara mucho. Ingenua es, por consiguiente, la fábula de Pinzón originando refriega con los desdichados negros y haciéndose causa del cierre para los franceses de un mercado para todos los osados abierto en el continente entero; sorprendente la indignación del Almirantazgo al enterarse de tamaño crimen; magnánima, grandiosa en aquel tiempo, por compensación, la benignidad del Consejo de Guerra al imponer destierro simple al amotinador insubordinado.

Verdad es que no leve castigo sufría llevando en la conciencia el remordimiento; así se explica que una vez en Palos ocultara cuidadosamente lo pasado; que teniendo medios para armar cuatro naves á su costa é ir al río Marañón, robando á Cousin la iniciativa,   —157→   como lo hizo corriendo el mes de Enero de 1500, aplazara la expedición hasta el regreso de aquella otra en que iba de buen grado por auxiliar de Cristobal Colón; así, con claridad, se demuestra, porque al prestar declaración en el proceso de los descubrimientos confirmó la primacía de los del Almirante de las Indias, contentándose con la honra de haber seguido sus huellas. «No quiso que se divulgara su despedida ignominiosa de Dieppe; no quiso, sin duda, exponerse á la afrenta de ser públicamente desmentido si reclamaba para sí la gloria de inventor de la tierra nueva»26, con lo que se evidencia que era un canalla vergonzoso, especie hoy rara que existiría corriendo el siglo XV.

En Dieppe estaba domiciliado el cartógrafo notable, Juan Cossin, autor de un mapamundi en proyección curiosísima semielíptica que original se guarda en la Biblioteca nacional de París con esta leyenda:

CARTE COSMO. OU UNIVERSELLE DESCRIPTION DU MONDE, AVEC LE VRAI POURTRAICT DES VENS. FAICT EN DIEPPE PAR JEHAN COSSIN, MARINER, EN L'AN 1570.

Lo ha reproducido M. Gabriel Marcel, jefe de la sección geográfica de la misma biblioteca y en el texto dice27: «Desmarquets, cuyas Mémoires chronologiques pour servir à l'histoire de Dieppe carecen de crítica, confunde á Cossin con cierto capitán Cousin que, en 1488, según él, habia descubierto el Brasil y montado el cabo de las Agujas». De este portentoso viaje no hay otro rastro que la aserción de Desmarquets. El capitán Cousín que presenta como hechura de Descelliers, estaría difícilmente en 1570, es decir, ochenta y dos años después de la expedición, en aptitud de trazar la carta de referencia. Si el Juan Cossin, marinero, fué realmente (y en esto no cabe duda), discípulo de Descelliers, patriarca de la hidrografía dieppense, nada tenía de común con el capitán Coussin de 1488. Es de saber que la variante   —158→   Coussin ó Cousin es común y que Asseline, cronista28, refiriéndose evidentemente á nuestro autor la usa, expresando que «el capitán Coussin era muy hábil en la construcción de globos».

M. Marcel, digno Correspondiente de la Academia, entendido en cartografía como el que más, sostuvo posteriormente sin contradicción, ante la Sociedad normanda de Geografía, su creencia de ser el fabuloso capitán Cousin de Desmarquets, el cartógrafo Cossin verdadero29 creencia que el tiempo ha robustecido, pues, organizada por el mismo M. Marcel en París, en 1892, una exposición de documentos geográficos para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de América ni entre los que se reunieron había trabajos originales de descubridores franceses en el Amazonas30, ni resultó vestigio del hallazgo31, ni entre tantos estudios dados á la prensa en ambos mundos con motivo de la solemnidad, á favor de los cuales muchos puntos oscuros de la historia se han dilucidado, se encuentra al capitán de mar de Dieppe, presente tan sólo en las páginas de Desmarquets, sentenciarlas por la seriedad.





Madrid, 26 de Enero de 1894.



 
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