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ArribaAbajoEl director de orquesta

Es otro de los juegos que siempre gustan y de los que más espontáneamente ocurren a los niños para descansar de otros que exigen más ejercicio corporal. Tampoco requiere gran movimiento; pero, en cambio, divierte con tanta variedad, que absorbe completamente la atención de los jugadores.

Todos los que toman parte en él forman una rueda cogidos de las manos, excepto uno, por turno, o designado por suerte, o elegido   —6→   por los demás. Este hace de director y ocupa el centro del círculo, con la batuta en la mano para llevar con más o menos garbo y acierto el compás. Bajo sus órdenes comienza la rueda a girar en derredor, y en cuanto designe el oficio que han de representar cantan todos, girando siempre con alegría, las estrofas correspondientes al oficio señalado.

Al terminar el canto se detienen, sueltan las manos, y, conforme a las condiciones establecidas, comienzan a hacer la acción que más cuadre a cada uno, propia de aquel oficio. El director recorre los puestos y castiga con el zurriago, así a los malos oficiales como a los que no cumplan las condiciones. Estas suelen ser muy variadas: por ejemplo, que ninguno pueda reírse, que canten a boca cerrada una cosa conocida, estar silbando, etc. Cualquiera de ellas, por sencilla que sea, no es fácil de observar, ya porque con tantos gestos, la mayor parte ridículos, se excita fácilmente la risa de todos sin que puedan contenerla, ya porque cada cual puede hacer cuanto quiera para que los demás falten, con tal que él cumpla con su oficio, y el director también puede valerse de cuantos medios le ocurran con el mismo fin; preguntarles, por ejemplo, mientras están silbando, para que contesten, etc.

Gran parte del interés depende de que haya buen director: por eso los niños escogen casi siempre para desempeñar este cargo a los que manifiestan especial aptitud. A veces los jugadores se proveen de algunas cosillas que a modo de herramientas los ayuden a fingir con más viveza el oficio. Y ciertamente, cuando después de ejercitarse un poco se proponen hacerlo bien, presentan una perspectiva muy agradable.

Cuando ha pasado algún tiempo, o cuando la risa se ha generalizado tanto, que la mayor parte han dejado de trabajar, el director marca un compás de espera, se cogen todos de las manos, giran de nuevo, y, señaladas las condiciones para el oficio siguiente, cantan la letra que corresponda. A continuación ponemos algunas con dos cantos diferentes para que puedan variar los oficios, a su imitación pueden hacerse otras de las ocupaciones que se quiera representar.

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Herreros


    Manchado de la escoria,
más negro que un demonio,
es el carbón mi gloria,
y mi dicha martillar.
    Y si en tanto los chicos
me enredan en la fragua,
con un asperges de agua
los hago pronto escapar.
    Y entretanto con mi fuelle
el fuego ya ha vuelto a hervir,
y me alegra de mi yunque
el dulce repercutir.
       Tan tin, tan tin.






Canteros


   De piedra berroqueña
más dura que el granito
nos manda el marquesito
Su palacio labrar.
    ¡Despacio, compañeros!
Piquemos más despacio,
que el amo del palacio
nos quiere jorobar.
   Me fastidia del martillo
el continuo repicar,
pica, pica, que te pica
pica, pica, sin cesar
      Pi, pi, pi, pi.



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Mineros


    Cava que cava, mina que mina,
los azadones al par alzad;
y a nuestros golpes tiemble la Tierra,
como temíamos del capataz.
    Blande el zurriago con torvo ceño,
que es nuestro jefe jefe brutal,
y al desgraciado que no trabaja
por las espaldas le da el jornal.





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