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La cena de los idiotas: un eficaz mecanismo cómico

Eduardo Pérez-Rasilla



  • Autor: Francis Veber.
  • Dirección y adaptación: Paco Mir.
  • Escenografía: Joan Jorba.
  • Iluminación: Roger Puiggener.
  • Intérpretes: Montserrat Diez, Luis Tosar, Carlos Piñeiro, Pepón Nieto, Fernando Huesca, Maribel Lara, Fermí Herrero.
  • Estreno en Madrid: Teatro Infanta Isabel, 30-1-01.




La cena de los idiotas un eficaz mecanismo cómico.

El título del espectáculo sugiere inmediatamente el éxito de la película homónima. Sin embargo, La cena de los idiotas responde estrictamente a los cánones de la comedia de enredo, incluso del vodevil, con su acumulación imparable de desatinos y de circunstancias imprevistas y torcidas. Una decisión inicial tomada con el propósito de burlarse de alguien resulta equivocada y el burlador queda finalmente burlado, como suele ser frecuente en la comedia. El género exige ingenio, capacidad de provocar el encadenamiento verosímil de situaciones imprevisibles y un ritmo trepidante que no dé tiempo a que el espectador reaccione, sino que se deje arrastrar por ese cúmulo de sucesos lamentables que, paradójicamente, producen la hilaridad en todos, precisamente por lo que tienen de apretada concurrencia de desgracias. En esta función el detonante de la serie de eventos es el pretendido destinatario de las burlas, el idiota, una variante de los tipos clásicos de la comedia, cuyo absurdo comportamiento provoca que las desgracias caigan sobre otros, nunca sobre él. A todos estos mecanismos hay que añadir naturalmente el equívoco, sobre todo en materia sexual, que crea incidentes de probada eficacia cómica y que constituye un elemento obligado en el vodevil.

Paco Mir (Tricicle) ha asumido la responsabilidad de dirigir esta función y de adaptar el texto a la situación española contemporánea. No es la primera vez que se acerca al vodevil. Hace dos temporadas firmaba la dirección y la adaptación de un texto de Ray Cooney en el Reina Victoria. Como cabe esperar de él, Paco Mir ha adaptado el texto con naturalidad, sin estridencias y lo ha dirigido con limpieza y con un ritmo vivo, adecuado al género y conveniente para lograr los efectos cómicos que se pretende. Todo se desarrolla con fluidez y sin distracciones, al servicio de un texto en el que se confía plenamente. La consecuencia es la eficacia, pero posiblemente el espectador advertirá cierta falta de originalidad fuera de unos pocos gags, muy pocos, que llevan el sello Tricicle y que brillan en algunos momentos de la función.

En el trabajo de actores, Mir huido también de las complicaciones y ha dirigido una interpretación sencilla que evita tanto la complejidad psicológica como la sobreactuación el exceso. La interpretación se muestra en conjunto acertada, aunque no se alcance el lucimiento personal en ningún caso, y se advierte un relativo equilibrio entre todo el elenco.

Montaje, en consecuencia, sin demasiado brillo, atonía a la que contribuye una escenografía muy poco lucida, pero acertado y eficiente, ha evitado cualquier atisbo de pretenciosidad y ha conseguido un trabajo de conjunto suficientemente equilibrado que el público del día del estreno agradeció con carcajadas y prolongados aplausos. El mecanismo funciona de manera convincente, lo cual no es poco en una empresa de estas características.

Sin embargo, cabe preguntarse una vez más si la elección de este texto es la adecuada. El teatro, al menos en Madrid, se inclina cada vez más decididamente hacia la intrascendencia, hacia los productos -que no apuestas estéticas- sin demasiado riesgo, tanto en lo que se refiere a la historia que se cuenta desde el escenario como a la manera de expresarla teatralmente, aunque no falte un aceptable nivel de calidad.





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