Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

21

Habrá que esperar hasta 1870, cuando Mansilla publique su Excursión a los indios ranqueles, presentando al ranquel como un «otro» comprensible, productor de cultura y susceptible de ser incorporado al proceso de civilización, cuestionando el estereotipo de civilización y barbarie y respondiendo a la política sarmientiana, que desestima la posible transculturación del aborigen y en consecuencia tiende a su aniquilación y sustitución por nuevos contingentes inmigratorios.

 

22

Pedro Luis Barcia, «Estudio preliminar», op. cit., págs. LXXVI-LXXVII y LXXIX. Para la definición de indianismo e indigenismo véase Antonio Cornejo Polar, «La novela indigenista: una desgarrada conciencia de la historia», en Sobre literatura y crítica latinoamericanas, Caracas (Universidad Central de Venezuela), 1982, e Indianismo e indigenismo en América, edición de José Alcina Franch, Madrid, Alianza (500 años), 1990.

 

23

Evidentemente, la información demográfica del censo es relativa, pues indica los tantos por ciento únicamente de la población que vive en el marco de la sociedad colonial, pero ésta es ahora la que nos interesa. Véase Elena Studer, La Trata de negros en el Río de la Plata durante el siglo XVIII, Buenos Aires, 1958; Guillermo Beatro, La época colonial entre los años 1600 y 1750, Historia Argentina. De la conquista a la Independencia, Buenos Aires, Paidós, 1972; George Reid Andrews, Los afroargentinos de Buenos Aires, Buenos Aires, De la Flor, 1990.

 

24

Para el caso argentino, el fenómeno del criollismo identitario comienza con el Juan Moreira (1880) de Eduardo Gutiérrez, que sube a las tablas con los hermanos Podestá (1886) alumbrando un teatro «argentino» frente a la atónita y escandalizada mirada de la oligarquía. Pero, en la medida en que el criollismo va convirtiéndose en vía de ideas libertarias de procedencia europea -Alberto Ghiraldo difunde en Alma Gaucha (1907) el ideario anarquista-, la elite conservadora y liberal, que había intentado otra literatura nacional, otra forma de identidad, durante décadas, terminará aceptando este dispositivo cultural en tanto resulta apropiado para el discurso nacionalista estatal ofreciendo un sistema de representación aparentemente abarcador y, por ello, semi-totalitario. El criollismo nacionalista conservador sirve a la oligarquía terrateniente como arma ideológica contra una agitación proletaria cuyos dirigentes destacados eran predominantemente inmigrantes europeos. De ahí el auge de la reinterpretación de Lugones del Martín Fierro (1872) como héroe nacional, la recuperación conservadora de la Calandria (1896) de Martiniano Leguizamón o el respetable y aristocrático Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo Guiraldes. Sobre estas cuestiones véase Adolfo Prieto, El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Buenos Aires (Sudamericana), 1988; William Rowe, «El criollismo», América Latina, Palabra, Literatura, ed. de Ana Pizarro, São Paulo, 1992, págs. 703-717.

Indice