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Ejercicios de la palabra


Volvemos a un objeto de la enseñanza completamente distinto del precedente, y sobre el cual hicimos ya algunas observaciones, considerándolo en el estado visible y fijo. Lo consideraremos aquí como cosa que se hace oír y que se extingue: estas dos maneras de considerar el lenguaje, igualmente opuestos entre sí, se completan mutuamente y dependen la una de la otra. La forma, reconocida propia al objeto, esfuérzase en reproducirlo; el lenguaje, por el contrario, esfuérzase, y ésta es su misión, en manifestar el objeto por medio de la imagen. A los ejercicios del lenguaje incumbe el considerar desde luego de una manera juiciosa los objetos del mundo exterior, para designarlos después de una manera clara y precisa; los ejercicios de la palabra sírvense del lenguaje como de un instrumento, como de una sustancia para la manifestación; sírvense de estos ejercicios para llegar al conocimiento y al uso juicioso del lenguaje, utilizando las leyes por medio de las cuales el hombre crea y forma para su uso los instrumentos del lenguaje. He aquí por qué, el ejercicio de la palabra, considera la frase en sí misma, enteramente separada del objeto que se propone expresar.

Así, pues, los ejercicios de la palabra se proponen hacer que el hombre, el joven, conozcan y penetren el lenguaje en sí mismo, en cuanto es instrumento o sustancia. De lo que precede despréndese el enlace ya indicado del lenguaje, en particular de la voz originaria y de sus diferentes partes, con los objetos que se quieran designar y con sus propiedades, o bien la observación de la analogía existente entre el lenguaje y el objeto; el conocimiento de las voces aparece aquí necesariamente como una nueva rama de la enseñanza. La diferencia de magnitud en las voces es lo primero que se ofrece a la observación, y sobre lo cual debe llamarse la atención del alumno. La magnitud de la palabra distínguese desde luego por el número más o menos limitado o extenso de sus miembros; los distintos nombres de los miembros de cada voz son, primero, que el ejercicio de la palabra debe tener en vista para el alumno, que ésta debe enseñarle a conocer y a distinguir las voces de dos, tres, cuatro y más sílabas.

A la observación del número de sílabas únese la de la diferencia de las partes de cada voz o dicción. Hay que señalar la observación importante de que no hay miembro de voz sin el tono vocal. Ante todo, es necesario aprender a conocer los diferentes tonos y las diferentes maneras de tonos. Los tonos aparecen como tonos simples y compuestos, los primeros son los tonos principales, los otros los tonos secundarios. La diferencia de los tonos conduce necesariamente a la observación del empleo variado del instrumento del lenguaje, sobre todo para los distintos movimientos de la boca, y lleva al conocimiento de la manera como la pureza y la exactitud del tono dependen del movimiento de la boca.

Si los tonos se conocen según su ser y su origen, como lo supone este grado de desarrollo, se emprenderá la observación de las partes de voces que forman igualmente los cuerpos de los tonos (consonancias); éstos revisten al punto una diferencia real entre ellos; algunos, considerados de una manera determinada, se hacen oír: tales son los sonidos; otros, existiendo por sí mismos, no se dejan oír, porque cierran igualmente el empleo del instrumento del lenguaje: tales son los finales.

Hallamos a la vez en los sonidos y en los finales lo que constituye el importante enlace existente entre la palabra y los labios, la nariz, la lengua, etc.; el sonido divídese de ahí, en sonido labial, sonido dental, sonido lingual, sonido paladial, sonido gutural y sonido aspirado. Así también, los finales se dividen en final labial, final dental y final paladial.

Los sonidos y los finales, instrumentos del lenguaje, idénticos entre sí, muestran también una diferencia evidente bajo el punto de vista de su existencia, es decir, que emplean con más o menos fuerza, o de una manera diferente, los instrumentos del lenguaje, de modo que resultan de ahí finales y sonidos diferentes y variados.

Así el alumno concibe más y más, no tan sólo la relación de la enunciación pura y determinada de las partes de la voz, la relación de su lengua materna con el uso determinado y cierto del instrumento del lenguaje, mas también llega a concebir la actividad de este instrumento del lenguaje, lo que éste es y cómo conduce cada parte de la voz a la cual da origen; y poco a poco adquiere así el alumno el presentimiento del enlace vivo e interior existente entre la actividad del espíritu, la del cuerpo y la de la naturaleza; así como precedentemente el lenguaje se le presentaba como manifestación del espíritu por la actividad del cuerpo, y como imagen preponderante, representando el mundo interior y el mundo exterior. Esta marcha de la enseñanza del lenguaje, enérgicamente llevada y desarrollada en sus consecuencias, la formación y el desarrollo del lenguaje; en una palabra, la voz misma aparece entonces como un gran todo viviente, como un todo de vida en sí.

Esta enseñanza exigiría un desarrollo mucho más extenso del que el espacio nos permitiría consagrarle aquí.

Para dar al alumno una idea justa de lo que se entiende por el número de miembros de la voz, el maestro escribe desde luego, sobre el encerado, un monosílabo, y después de haberlo escrito, da un golpe con la mano derecha, repitiendo aquel en alta voz.

dice: pie...................uno
El maestro golpea - - al mismo tiempo.
(un golpe) (un golpe)

El maestro: «Busquen Vds. varias voces que no requieran más que un golpe, y que, al nombrarlas, permitan que se diga: uno

dice: luz...........uno
El alumno golpea - - -al mismo tiempo, como lo hizo el maestro.

El maestro renovará este ejercicio tantas veces como lo crea necesario; para llamar la atención de los niños, empleará la voz: ¡Atención! Las palabras halladas por uno de los mismos, serán repetidas por todos los demás, como en los precedentes ejercicios.

Bastón uno, dos
El maestro - - al mismo tiempo.
(golpe, golpe) (golpe, golpe)

Importa mucho dar estos golpes con la mano para hacer visible la magnitud de la voz, porque, en toda enseñanza, conviene demostrar todas las cosas al alumno y hacer que las una con los contrastes de las mismas; así la muerte, el reposo, la forma, pueden unirse a la vida, al movimiento, a la palabra; la voz, la cosa que se oye, la que vive en el espacio, a la que se ve, a la que se mueve; el interior al exterior, y recíprocamente. Cuanto más marcado sea el contraste, con tal de que esté unido al ser que le es opuesto, tanto más segura y clara impresión hace en el alumno. En el caso presente, esos golpes dados con la mano son muy importantes, pues de este modo se oye y es sensible la magnitud de la voz.

Enúnciense, de la misma manera, voces que tengan tres, cuatro y cinco sílabas.

Y una vez que el alumno haya comprendido bien la designación y la determinación del número de sílabas de la voz, el maestro dirá:

«¿Cómo se llaman las voces por las cuales se da un solo golpe, y por las cuales se dice: uno?

«Voces monosílabas.

«Nombrad voces que tengan dos o mas sílabas.»

Preséntanse entonces a los alumnos, voces, sin determinar el número de sílabas, dejando a aquellos el cometido de inquirir el nombre de estas voces y el número de sus sílabas.

La magnitud de la voz fue, hasta ahora, determinada por el número de sílabas; pero el ser, el significado de la voz depende menos de la magnitud, que del género de sus componentes y de su enlace. Y he aquí lo primero que se desprende de la observación de la palabra; no hay miembro de voz en el cual no se encuentre, por lo menos, un tono, y es el tono lo que constituye su alma y su espíritu. El alumno se convencerá de ello por medio de ejercicios peculiares a la lengua en que se instruye, y que todo maestro inteligente se afanará por presentarle.

Mediante estos variados ejercicios, inspirados en el estudio de la misma lengua empleada para instruir al adolescente, la enseñanza conducirá a éste a reconocer toda sílaba según su ser, bien que aquella se deje oír, bien que se deje ver, y le ayudará a comprender la actividad del instrumento de la palabra que crea la sílaba o parte de la voz.

Todos estos ejercicios serán presentados, en un principio en su mayor sencillez; se podrá complicarlos gradualmente y variarlos; cuanto más se esfuerce el maestro por obrar espontáneamente, tanto más gustará y tratará de instruirse a sí mismo, y de extender más y más su enseñanza, que también será más fructífera para el alumno.

Termínase aquí la enseñanza de la palabra para el grado del desarrollo del alumno de esta edad.

Surge, en este momento, una alta necesidad de la enseñanza; es la de unir a signos determinados las diferentes partes de una voz, y apropiarse estos signos, a fin de hacer visible y duradero el lenguaje que se oye y al mismo tiempo se extingue; de ahí la importancia de la escritura.