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La extirpación de la idolatría en el Perú

Pablo Joseph de Arriaga



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ArribaAbajoPrólogo

Venciendo dificultades insuperables hemos dado cima a la publicación de los doce tomos de la «Colección de Libros y Documentos referentes a la Historia del Perú», que iniciamos el año de 1916 confiados en la bondad de la empresa y en la ilustración de los suscriptores a quienes acudimos pidiéndoles su generoso concurso.

Si en algo se ha variado nuestra oferta, ha sido en beneficio de los suscriptores. Las obras publicadas han excedido, por su mérito, a nuestras expectativas. Los hallazgos de relaciones valiosas como las de Ondegardo y Ávila, que yacían empolvados en los anaqueles de la Biblioteca Nacional, han visto, por primera vez, la luz pública, con beneplácito de los hombres de ciencia de la América toda, que han aplaudido nuestra labor, aprovechándose a menudo de las fuentes históricas, con el celo de quien, en muchos casos, halla, por primera vez, confirmado un aserto o expuesta una verdad ignorada.

Hoy vemos con satisfacción muy legítima, reproducirse en las publicaciones de índole histórica, legislativa o literaria de América y Europa, los asertos de nuestros libros, y citarse a cada paso los autores cuyos inéditos hemos publicado, anotando en la bibliografía científica, la «Colección   —VI→   de Libros y Documentos referentes a la Historia del Perú», que se publica en Lima desde 1916.

Así hemos contribuido, en la medida de nuestros esfuerzos, a servir a la patria dando a conocer el valor de su pasado y los méritos de muchos de sus hijos.

Y ya que llega la oportunidad de hacer pública nuestra satisfacción, hemos de aprovecharnos, para agradecer los estímulos y juicios benévolos que por nuestra obra hemos merecido de hombres tan eminentes como son los señores Manuel Vicente Ballivián de Bolivia, Jacinto Jijón Caamaño del Ecuador, el malogrado Ambrossetti, Samuel Lafone Quevedo, y Salvador Debenedetti de la Argentina, Hiram Binham, y Ainsworth Means de los EE. UU. y de otros más amigos y compañeros en la ardua y penosa labor de investigación histórica.

Este éxito alcanzado en la publicación de los doce volúmenes nos ha impulsado a redoblar nuestra tarea, dedicándonos a publicar una nueva serie de otros doce, ya que dos de ellos no habían podido incluirse en la primera por dar preferencia a las valiosas relaciones de Ondegardo, y además nos quedaban muchos más libros inéditos y obras rarísimas que han llegado a nuestras manos posteriormente, y con ocasión de la obra emprendida, y que no hemos de escatimar esfuerzo en publicarlos para bien de la patria y de la ciencia.

Abrimos así la nueva serie con la importante y rarísima obra del padre Pablo Joseph de Arriaga intitulada La extirpación de la idolatría en el Pirú, rica en informaciones y noticias sobre las supersticiones y falsos dioses de los antiguos peruanos, así como ilustrativa en cuanto a los métodos de evangelización, empleados en las colonias españolas por los padres catequizadores.

La obra de Arriaga es citada en todas las relaciones y referencias sobre religión antigua, y era por lo mismo de   —VII→   lamentar su rareza, ya que en el Perú no existían sino dos ejemplares: el de la Biblioteca de la Universidad de Lima y el facsimilar impreso en Buenos Aires por don Pedro N. Arata con motivo del centenario Argentino, facsimilar que fue obsequiado a don Ricardo Palma, y éste lo donó a la Biblioteca Nacional.

El segundo volumen contendrá la Historia del Perú escrita por el padre misionero Miguel Cabello Balboa, traducida del francés de la única edición que existe hecha por Ternaux Compans el año de 1860. La obra de Balboa es también citada con fruto, y reputada como una valiosa fuente histórica, principalmente en algunos de los reinados de los últimos Incas.

El tercer y cuarto tomo contendrán la Historia del Origen y genealogía de los Incas, escrita por el padre mercedario fray Martín de Morúa. Escribió el padre Morúa su historia hacia el año 1590, esto es, después de haberse producido la copiosa información histórica del virrey Toledo; el fraile investigador se hallaba así en posesión de copiosos datos ya vertidos en relaciones oficiales, y de las relaciones de los quipocamayos, reunidos ad hoc, por el diligente virrey.

Su crónica tiene todo el valor de una verídica relación, y está además enriquecida con preciosas noticias, sobre la población antigua del Perú, sobre el origen de los Incas, sobre religión, leyes, usos y costumbres de los naturales. Estamos seguros de que, por lo mismo, ha de servir como preciosa fuente de estudio, enriqueciendo el acerbo de nuestra pasada historia. Ha permanecido inédita 330 años, y aún que principiaron a publicarse de ella los primeros capítulos allá por el año de 1911, la muerte, sorprendiendo a su ilustre editor, doctor Manuel González de la Rosa, interrumpió la notable publicación.

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El tomo quinto contendrá tres informaciones sobre el antiguo Perú: La de los quipocamayos a Vaca de Castro; La de los señores que sirvieron a Pachacútec, Túpac Inca y Huayna Cápac y La de los quipocamayos a Toledo, seguidas de los Himnos a Manco Cápac, conservados por el indio collagua Juan de Santa Cruz Pachacuti, y que no publicó con la relación de éste, don Marcos Jiménez de la Espada, no sabemos por qué razones. Los títulos de estas informaciones y las fuentes de donde proceden, así como el objeto que las motiva, nos excusan de todo relato ponderativo.

El tomo sexto contendrá las idolatrías de los indios yungas, sacadas de la crónica de Calancha, así como la reproducción del Símbolo católico indiano del padre Juan Jerónimo de Oré, valioso libro que contiene como preciosa joya lingüística una serie de oraciones en la lengua aimara y puquina, ésta ya desaparecida.

El tomo séptimo contendrá la Relación de la Conquista del Perú, por Miguel Estete, hallada últimamente en el Archivo de Sevilla, gracias a la diligencia del historiógrafo ecuatoriano señor doctor Carlos Larrea, que nos ha permitido incluirla entre las obras de nuestra Colección. La Relación de Estete, conocida fragmentariamente por Prescott, le sirvió de manera capital, para la composición de varios de los interesantes capítulos de su célebre Conquista del Perú, hoy se podrá apreciar íntegra tan valiosa reliquia histórica, conociendo muchos detalles de esa famosa época, narrados por un testigo ocular y tan verídico como el soldado natural de Santo Domingo de la Calzada. Asimismo contendrá este tomo la valiosa Carta o relación de Hernando Pizarro a la Audiencia de Santo Domingo, noticiándola de la conquista del país de los Incas.

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El tomo octavo lo formará íntegra la valiosa traducción de las Posiciones geográficas de las tribus que formaron el Imperio de los Incas, obra escrita por el eminente americanista sir Clemente R. Marhkam, y cuya versión castellana ha sido ofrecida galantemente para nuestra Colección, por el señor don Manuel Vicente Ballivián, notable hombre de ciencia de la República de Bolivia.

El tomo noveno contendrá la correspondencia sobre Gobierno civil y eclesiástico del Perú, dirigida al Rey de España por el Virrey don Francisco de Toledo y por el Arzobispo de Lima don Toribio Alfonso de Mogrovejo, todos ellos documentos valiosísimos del siglo XVI.

El tomo décimo estará formado por una Historia inédita sobre el corregimiento de Trujillo y descripción de la flora y fauna de dicho corregimiento, manuscrito que se halla entre los muy valiosos que posee la Biblioteca Nacional de Lima.

El tomo undécimo lo formará la Historia de la Compañía de Jesús en el Perú por el padre jesuita Anello Oliva que también se conserva inédita entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional.

El duodécimo tomo contendrá la traducción del alemán de la Introducción y comentarios a la obra «Historia Índica de Sarmiento de Gamboa», por el profesor Pietschmann, uno de los más completos estudios críticos sobre crónicas de Indias, versión hecha por primera vez para la Colección de libros sobre el Perú, seguida de varios documentos históricos sobre el Gobierno de las Indias.

Tal es el plan que nos proponemos seguir en la publicación de la segunda serie de libros referentes al Perú. Como tuvimos ocasión de decir al iniciar esta honrosa tarea «ojalá que la magnitud de nuestro esfuerzo provoque el   —X→   noble sentimiento de estimularlo y contribuir a llevarlo a su objeto». Profundamente errado estaría quien creyera que mezquino interés nos mueve en semejante empresa; muy al contrario, la labor en la descifración paleográfica y en las anotaciones y concordancias es tan enorme y tan penosa, que sólo puede tener como incentivo, los nobles sentimientos del amor a la Patria y a la Historia.

Lima, 4 de febrero de 1920.

Firma de Horacio H. Urteaga



  —XI→  

ArribaAbajoEl padre Pablo Joseph de Arriaga

Vizcaíno y de noble abolengo, el padre Pablo José de Arriaga, de la Compañía de Jesús, era natural de la ciudad de Vergara, donde vio la luz en 1564, según sus biógrafos antiguos, aunque los padres Backer afirman que ingresó al noviciado de la Compañía en su ciudad natal, Ocaña, en 1679 (fue en 1579 que el padre Arriaga entró al noviciado). Contaba sólo 15 años de edad cuando ingresó al noviciado. Siguió sus estudios en el colegio de Madrid, donde recibió las órdenes y sirvió en los de Ocaña y Vergara. Con licencia otorgada por el Consejo de Indias en 6 de septiembre de 1584, se embarcó para el Perú, y después de una navegación próspera llegó a Lima en junio de 1585 junto con otros cinco padres y catorce hermanos enviados por el general Claudio Aquaviva. Venían éstos veinte religiosos a cargo del padre Andrés López, que había sido enviado por procurador a Roma y que falleció a su regreso, en Panamá. Antes de morir, el padre López hizo encargo de los religiosos y de los documentos que traía de Roma al padre Samaniego, que era uno de los que venían al Perú. Tomamos estos datos del Libro de Ingresos de Religiosos de la Compañía de Jesús, documento   —XII→   original valiosísimo que se conserva en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, y donde consta que el padre Arriaga procedía de la Provincia Jesuítica de Toledo.

A la llegada de Arriaga a Lima, el provincial Atienza le encomendó la enseñanza de Retórica en las escuelas de la Compañía. En 1588 se le nombró rector del Colegio de San Martín, fundado en 1582, cargo que ejerció durante 24 años, alternándolo con el de rector del Colegio de Arequipa, que desempeñó de 1612 a 1615. Por esa época el provincial padre Juan Sebastián resolvió enviar religiosos de la Compañía para que hiciesen misiones en los pueblos de indios del arzobispado acompañados de visitadores de idolatría nombrados por el Arzobispo, tocándole una de esas misiones al padre Arriaga. El celoso misionero cumplió su cargo de manera admirable, no limitándose a la catequización y predicación a los indios, sino realizando profundas investigaciones acerca de la religión de los naturales y legándonos impreso el fruto de sus investigaciones. Pero los misioneros y visitadores de la idolatría se dieron cuenta de que cuanto se hiciese para la conversión de los indígenas sería en vano si el mal no se extirpaba de raíz, y que el único remedio era la educación cristiana de los niños y el castigo severo de los adultos idólatras. Puestos al habla el virrey Príncipe de Esquilache, el arzobispo Lobo Guerrero y el provincial de la Compañía, quedó acordada la fundación de dos colegios para hijos de caciques, uno en Lima, que se bautizó con el nombre de El Príncipe, no tanto en honor del de Esquilache, Virrey del Perú, sino del príncipe Felipe heredero de la corona de España, y otro en el Cusco, el de San Bernardo, y de la casa de reclusión de Santa Cruz en el pueblo del Cercado, cuyos planos y fábrica encomendó el Virrey al padre Arriaga, según lo declara éste mismo. Ambos   —XIII→   colegios y casa quedaron listos y funcionando en 1619, a cargo de la Compañía de Jesús.

En 1601 Arriaga regresó a Europa junto con el padre Diego de Torres Bollo, con el cargo ambos de procuradores de la orden, y regresó en 1603 con veinte y cuatro religiosos que el padre Torres Bollo había reunido para traer al Perú, con licencia del Consejo de Indias, fechada en 16 de diciembre de 1602.

El padre Arriaga no sólo compartió su tiempo entre la enseñanza de la juventud, las prácticas piadosas y la catequización de los indios, sino que escribió y publicó varias obras importantes que merecieron el honor de ser reimpresas. Una de esas obras, y la que ha dado universal reputación a su autor, fue la Extirpación de la Idolatría en el Pirú, fuente inagotable de noticias acerca de la religión y costumbres de los naturales de este país para el historiador y fruto de sus investigaciones entre los indios durante las llamadas visitas de idolatría, llevadas a cabo en el arzobispado de Lima por el celoso religioso, en compañía del padre Luis de Tiruel y del doctor Avendaño, y por instigaciones del arzobispo don Bartolomé Lobo Guerrero. En la Revista Histórica (tomo VI, entrega II) hemos publicado un interesantísimo papel que permanecía inédito entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, intitulado Misión de los Indios Huachos y Yauyos, y que, evidentemente, es de la pluma del padre Tiruel. Muévenos a suponerlo así el hecho de que el mencionado religioso andaba por entonces en las misiones de aquella provincia, y que trozos de una carta escrita al padre Arriaga, insertos por éste en su libro, coinciden enteramente con las noticias que acerca de los tratos de los indios con el demonio da el autor del manuscrito a que nos referimos.

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La Extirpación de la Idolatría en el Pirú se imprimió en Lima el año de 1621, en los talleres tipográficos de Jerónimo de Contreras y es de una rareza extraordinaria, pues apenas se conocen unos cuantos ejemplares de este libro en algunas bibliotecas públicas extranjeras, como por ejemplo, las de Londres, París, Santiago de Chile, etc. En Lima no conocemos otro ejemplar que el que posee la Biblioteca de la Universidad de San Marcos, y que fue a enriquecer sus estantes junto con otras joyas bibliográficas que formaban la biblioteca personal del sabio doctor don Leonardo Villar, adquirida por esa institución. El año de 1910 el profesor argentino don Pedro N. Arata hizo en Buenos Aires una reimpresión facsimilar de esta obra, valiéndose de copias fotográficas tomadas del ejemplar existente en la Biblioteca Nacional de París, pero la edición se limitó a 120 ejemplares numerados y fue distribuida entre los amigos del profesor Arata. Uno de esos ejemplares fue dedicado a don Ricardo Palma, quien lo cedió galantemente a la Biblioteca Nacional, que carecía de la edición limeña.

El arzobispo de Lima don Pedro de Villagómez, aprovechó mucho de la obra del padre Arriaga en su Carta Pastoral sobre idolatrías de los Indios, como hidalgamente lo declara. También se han aprovechado del trabajo del ilustre jesuita el padre Calancha y otros muchos.

Durante su permanencia en Roma en los años de 1601 y 1602, el padre Arriaga imprimió en la ciudad eterna un directorio espiritual con el título de Manual de Oraciones y Avisos, libro que tuvo una fuerte demanda. Pocos años más tarde, en el de 1608, se reimprimió en Lima en casa de Francisco del Canto, segundo impresor de la metrópoli peruana. Consta este libro de 3 hojas de preliminares y 28 sin foliar, a dos tintas, y 400 páginas de texto. Ambas ediciones son muy raras. De este Directorio   —XV→   Espiritual se hicieron otras ediciones en Sevilla, una en 1617, en casa de Francisco de Lira, y la otra en 1631. En la primera de estas ediciones se incluyen entre las hojas no foliadas del mencionado volumen, 12 hojas conteniendo un Sumario de las Reglas de las Congregaciones fundadas en el Colegio de San Martín. Existen ejemplares sueltos de este sumario, tal vez de tirada aparte.

El padre Arriaga tradujo del italiano al español, el Tratado de la perfección religiosa y de la obligación que todos los Religiosos tienen de aspirar a ella, del padre Lucas Pinelo, jesuita. Se imprimió esta traducción en Valladolid en 1604 y se reimprimió en Barcelona en 1610, en Madrid en 1611 y en Sevilla en 1751.

Finalmente, en León dio a la estampa el padre Arriaga en 1619, en casa del célebre impresor Horacio Cardón, su Rethoris Christiani dedicada al Real Colegio de San Martín de Lima; consta este librito de 11 hojas de preliminares y 391 páginas de texto y existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional.

Inéditas quedaron del padre Arriaga las siguientes obras:

Libro de Ejercicios espirituales y devociones con instrucciones para aquellos que se educan en nuestros seminarios, manuscrito de 260 páginas citado por los padres Backer, que se conservaba autógrafo en la antigua Biblioteca de Lima.

De Beatae Virgine y de Angele Custode, que existieron también en la Biblioteca de Lima antes de su destrucción por el ejército chileno en 1881, y que los hermanos Backer daban por perdidos; y la Vida del V. P. Diego Álvarez de Paz, que el padre Arriaga llevaba para su impresión en España, y que, según el padre Barraza, se perdió por muerte del autor a bordo del buque que le llevaba a la Península.

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El año de 1622 el provincial de la Compañía, padre Juan de Frías Herrrán, tenía necesidad de comunicar al General de la Orden en Roma, ciertos asuntos de carácter urgente, que no permitían esperar la reunión de la Congregación provincial, que debía tener lugar en 1624, para la elección de procuradores, «y fue la ocasión -dice el padre Nieremberg-, que se ofrecieron a la provincia algunos negocios de alto peso, y de mucha consideración, assí de fundación de nueuos Colegios, como otros en que estaua empeñada no poco su buena reputación; y assí los vnos como los otros pendían del Rey nuestro Señor, y de su Real Consejo de Indias, por lo cual se juzgó ser forçoso despacharse a la Corte Persona de Nuestra Compañía, de prendas y toda satisfacción, para el buen sucesso dellos». El Provincial se fijó para esta misión en el padre Arriaga e interrogado éste si estaba listo para partir, contestó que en el acto. Dos días después se embarcaba el padre Arriaga en el Callao con destino a Panamá, acompañado del padre Claudio Celini, que había obtenido licencia del padre General para regresar a su provincia. El viaje en el Mar del Sur fue enteramente próspero y a pocos días de su salida del Callao llegaba la armada a Panamá.

De esta ciudad pasó nuestro padre a la de Portobello, donde se embarcó para la de La Habana para trasbordarse allí a la flota que salía para la Península. Constaba la Armada de 28 naves y a poco de haber salido de ese puerto fue sorprendida por una violenta tempestad, que causó la pérdida de cuatro galeones, con algunos millones de pesos que llevaban para España. Según Saldamando -Los antiguos Jesuitas del Perú- y Medina -La Imprenta en Lima- fue al aproximarse a La Habana que el temporal sorprendió a la Armada; pero el P. Nieremberg afirma que ocurrió «En saliendo (de La Habana) los galeones y navíos de flota, y a poco trecho que entraron la mar adentro».   —XVII→   El padre Arriaga murió a bordo del buque en que iba durante la tempestad, en la forma que relatan varias cartas de testigos presenciales. Una de estas cartas es del padre fray Pedro del Puerto, religioso jeronimita y grande amigo del padre Arriaga que iba en la misma nave que éste, dirigida al Rector del Colegio de San Martín, y dice así:

«En medio de mi aflicción y trabajos, no eran los menores pensar si había sido la del P. Ioseph alguna de las quatro naos que se perdieron a vista de la mía; llegué a la Habana, y supe le auía cabido la infeliz suerte. Busqué a don Bernardino de Lugo, Cauallero del Ábito de Santiago, y Capitán de la infantería del galeón, que con algunos marineros se auía escapado, y preguntándole por el Padre Ioseph, y por el Padre Celini, su compañero, me respondió lo siguiente:

El Padre Pablo Ioseph, de la Compañía de Iesús1, iva en mi galeón de Santa Margarita en la cámara de popa, con su compañero el Padre Claudio, y otros passajeros vezino de Lima. Quisiera, Padre mío, hazer vna gran relación de esse bendito Padre, pero lo que en breue puedo dezir, que entre sus muchas partes, y grande espíritu, vna fue el don de profecía, porque mediante lo que aquél santo me dixo tengo oy vida. Confesseme con su Paternidad, al tiempo que el galeón estaua perdido y encallado en tierra, y absoluiéndome, me dixo, me confessase después más de espacio; dándome a entender que no me auía de ahogar, y fiado en aquella palabra, hize diligencia para buscar vna tabla en que poder escapar la vida, deparómela el Señor, y escapé, no sabiendo nadar, y fiado como digo en el amparo de aquel santo varón; tuue ventura de que me socorriesse vna nao, que acaso me vio en aquel mar, y me traxo a esta Ciudad. De la muerte del Padre Ioseph sé dezir, q' no se ahogó, porque junto a la chalupa con vn Christo entre sus brazos con el qual   —XVIII→   auía animado toda la gente del galeón, y esforçado a que muriessen como buenos Christianos, después de auerlos confessado, se arrimó, vestido con su sotana, y vn mateo de anascote, a vn camarote, y allí hincado de rodillas, los ojos clavados en el Christo que tenía entre sus brazos, dio su alma a Dios, sin que la aflicción que a los demás atormentaua le tocasse, merced que le hizo nuestro Señor merecida por su mucha santidad y virtud. Todos los demás se ahogaron, fuera de algunos marineros q' les dexó su Magestad para que fuessen testigos deste caso y como a tales les he hablado a todos, y convienen con lo que el Capitán ha dicho, que es lo que tengo escrito».



El provincial de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada daba noticia en otra sentida carta al Provincial de la provincia Peruana de la muerte del padre Arriaga, ocurrida el martes 6 de septiembre de 1622, a las 6 de la mañana, durante la terrible tempestad.

Dice así la carta:

«La triste nueua de la tormenta, y pérdida de los galeones y naos de flota, ha lastimado este Reino, y pienso será lo mismo en esse, pues tanta parte cabe a nosotros, y a essa Prouincia. Nos ha causado muy particular dolor la falta, y muerte de nuestro Padre Ioseph, y su compañero; y esto no solo lo sentimos nosotros, sino q' todos los seglares lloran la muerte de nuestro bueno (y como ellos dizen) santo P. Ioseph, la qual fue después de auer trabajado dos días sin cessar en predicar, y confessar, hincado de rodillas, y abrazándose de vn Crucifixo, antes que el galeón se hundiesse, de manera q' quando llegaron a él lo hallaron auer espirado; y luego q' los pasajeros, y marineros le vieron muerto, dixeron: Pues auía muerto el Padre Ioseph eran perdidos, y luego se fueron a fondo. Huuo cosas particulares, porque al Capitán que entonces corría la misma fortuna que los demás, le profetizó   —XIX→   que no se ahogaría, y auisó se confessase de espacio después, y assí sucedió. Es tan grande el sentimiento que ha auido acá de la muerte de nuestro buen Padre, y es tal la estima de su santidad, que la mayor pérdida que se dize, después de tantos galeones, es la del Padre Ioseph».



En la Habana se realizaron solemnes funerales por todos los religiosos que perecieron durante ese terrible temporal y en la parte del túmulo que correspondía al padre Arriaga se puso un epitafio que decía:

Aqví yaze el siervo de Iesv Christo, y Christianíssimo Padre Ioseph de Arriaga

Firma del Padre Arriaga

Facsímile de la firma del padre Arriaga



Según el padre Nieremberg, el padre Arriaga fue «de pequeña estatura, algo menos que mediana, carirredondo, las mexillas escondidas, la barba poco poblada y entrecano, con aspecto venerable, que espiraua deuoción, y santidad, que sin duda fue muy grande en este santo varón». El mismo biógrafo dice que el padre Arriaga murió a la edad de 60 años, con 45 de religioso en la Compañía de Jesús, y de éstos, 37 en la Provincia del Perú.

No sabemos qué mano bárbara arrancó de la obra inédita del padre Anello Oliva, Historia del Perú y varones insignes en santidad de la Compañía de Iesús que íntegra se conserva en la Biblioteca Nacional de esta ciudad, los cuadernos correspondientes a las biografías, de   —XX→   los padres Arriaga y Menacho. Felizmente el manuscrito anduvo en manos de Felipe Alegambe, quien hizo y publicó un extracto de ella en su Bibliotheca Scriptoribus Societatis Jesu impresa en Madrid en 1644, y así se puede remediar en parte el daño causado en el manuscrito original. Hay que dejar constancia de que la Biblioteca adquirió el manuscrito de Oliva con esta desgarradura en sus interesantes hojas.

El padre fray Buenaventura de Salinas y Córdoba hizo un entusiasta elogio del padre Arriaga en su Memorial de las Historias del Nuevo Mundo, impreso en Lima en 1630.

El americanista Clement R. Markham tiene duras frases para el padre Arriaga por la destrucción de los ídolos de los indios, sin tener en cuenta el espíritu de la época y la misión del padre Arriaga dado su carácter religioso. Para nosotros la acusación es injusta. De nada habría servido conservar las piedras y demás objetos del culto de los antiguos peruanos si no existiese una relación minuciosa del valor y significación de esos objetos entre los indios. Por esto la obra del padre Arriaga es imperecedera.

Lima, 1919.

Firma de Carlos Romero



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ArribaAbajo[Licencias para la publicación]


LICENCIA DEL PADRE PROVINCIAL DE LA COMPAÑÍA DE IESÚS

Yo Iuan de Frías Herrán Provincial de la Compañía de Iesús en esta Provincia del Pirú, por la presente doy licencia para que se imprima la Relación de la Idolatría de este Reyno, y los remedios para extirpalla, que el P. Pablo Ioseph de Arriaga de nuestra Compañía a escrito, attento que a sido vista, y aprovada por hombres graves, y doctos, y experimentados assí de nuestra Religión como de fuera de ella. En testimonio de lo qual di ésta firmada de mi nombre, y sellada con el sello de mi oficio. En Lima cinco de Otubre de mil seys cientos y veinte.

IUAN DE FRÍAS HERRÁN



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APROVACIÓN DEL P. M. FRAY LVIS DE BILBAO DE LA ORDEN DE PREDICADORES, CATHEDRÁTICO DE PRIMA DE THEOLOGÍA EN LA VNIVERSIDAD DE LIMA

Por comisión del Señor Príncipe de Esqvilache Virrey de estos Reynos e leído vn libro intitulado Extirpación de la Idolatría del Pirú, compuesto por el Padre Pablo Ioseph de Arriaga de la Compañía de Iesús Rector del Real Collegio de S. Martín, y no tiene cosa alguna contraria a nuestra santa Fe Cathólica, ni a las buenas costumbres. Antes le juzgo por mvy útil, y necessario en estos tiempos, para el conocimiento de la Idolatría Ritos Gentílicos, y nocivos supersticiones de los Indios, para la buena dirección de los Curas Dotrinantes, y acertamiento de los Visitadores, que a la Extirpación de la Idolatría salieren. Y assí me parece que podrá V. Excellencia (siendo servido) dar licencia para que se imprima. En este Convento de nuestra Señora del Rosario de Lima en 10 de Diciembre de 1620.

FR. LVYS DE BILBAO




LICENCIA

Este Libro tiene Licencia para imprimirse, dada por el Excellentíssimo S. D. Francisco de Borja Príncipe de Esquilache Virrey destos Reynos, en veinte y tres de Febrero de mil, y seiscientos veynte y vno, y refrendada de Martín Salgado de Ribera su Secretario de Cámara.



  —XXV→  
APROVACIÓN DEL PADRE FRAY HIERONIMO VALERA LECTOR IUBILADO DE THEOLOGÍA, Y GVARDIÁN DEL CONVENTO DE SAN FRANCISCO DI LIMA

Por comisión, y mandato del Ilustríssimo Señor Don Bartholomé Lobo Guerrero Arçobispo de los Reyes, del Consejo de su Magestad e visto, y leído con diligencia este tratado intitulado Extirpación de la Idolatría del Pirú, compuesto por el muy Reverendo Padre Pablo Ioseph de Arriaga de la Compañía de Iesús Retor del Real Collegio de S. Martín, en el qual no e hallado cosa que contradiga a nuestra santa Fe, Religión Christiana, y buenas costumbres, antes muy grande vtilidad para los Curas de Indios, y Visitadores, Predicadores, y Confessores, que tratan de la Extirpación de los Ídolos, exaltación, y augmento de nuestra santa Fe Cathólica en los coraçones de los dichos Indios, porque en él no solo se descubre con brevedad, y claridad la variedad, y multitud de los Ídolos, que los Indios an adorado, y adoran, de sus sacrificios, de lo que en ellos les ofrecen, de los Ministros de la Idolatría, sino también del modo con que se an de descubrir, conocer, y extirpar. Trabajo bien importante para este tiempo, y ocasión, de quien se puede esperar muy copioso fruto en las almas de los Indios. Assí lo siento en este Convento de nuestro Padre S. Francisco de Iesús, de Lima, a 4 de Março de 1621.

FR. GERÓNYMO VALERA
Guardián de S. Francisco



  —XXVI→  
LICENCIA DEL SOR. ARÇOBISPO DON BARTHOLOMÉ LOBO GVERRERO

Concedemos Licencia, para que se pueda imprimir el tratado de la Extirpación de la Idolatría, referido en el parecer de arriba, Lima quatro de Março de mil seyscientos y veinte y uno.

EL ARÇOBISPO

Por mandado de su Señoría Illustríssima.

El Dotor Fernando Bezerril



  —XXVII→  
AL REY NO. SOR. EN SV REAL CONSEJO DE INDIAS

SEÑOR:

El amor que tienen todos los vasallos a Va. Mad. y el deseo de servirle en todo, y por todo, a despertado los ánimos de muchos a buscar grandes traças, y dar nuevos arbitrios para acrecentar sus rentas Reales en este nuevo mundo. El año de 1602, estando Va. Mad. en Valladolid, passando yo a Roma, donde iva desde esta ciudad de Lima, por orden de mis superiores, advertí que avían ido desde estos Reynos del Pirú, dos personas que pusieron en grande expectación a toda España con arbitrio de acrecentar en algunos millones la hacienda Real. Otro fue con arbitrio que se pusiesse estanco en la sal: que fuera poner puertas al campo, pues ay acá tanta abundancia della, como de agua y tierra. Otro, con buena intención como Sacerdote, llevó de estas partes por arbitrio, que se pusiesse en cada ciudad vna casa de juego, y se arrendasse como el estanco de naypes. Todos   —XXVIII→   estos arbitrios, y otros tres, o quatro fueron en aquel año, pidiendo mercedes por ellos, todos fueron oydos, y todos se deshizieron, y acabaron, como tesoro de duendes, como sal en el agua, como cosa de juego. Mi arbitrio es de cómo se rescatarán tantas almas, que están en dura esclavitud del demonio, y cómo se augmentará en éstos Reynos la Fe, y Religión Christiana, que es el verdadero tesoro que Va. Magestad pretende, y por el qual, y para el qual le da nuestro Señor tanto Oro, Plata, y Perlas, de estos Reynos por añadidura. El premio que pido del desseo de servir a Va. Magestad en esto, es de que lo oyga. Porque del grande zelo del augmento de la Fe Cathólica heredado de todos sus Progenitores que arde en su Real pecho, estoy cierto que mandará poner los medios convenientes, en cosa de tan grande servicio de nuestro Señor, y bien de su Real Corona, para que después de largos, y felices años la perpetúe en la eterna gloria, como todos los suplicamos, y pedimos a la Diuina Magestad.

De vuestra S. C. R. M.

Indigno y mínimo siervo.

PABLO IOSEPH DE ARRIAGA





  —XXIX→  

ArribaAbajoPrólogo

Al letor


Andando en la visita de la Extirpación de la Idolatría con otros dos Padres de nuestra Compañía, con el dotor Hernando de Avedaño, Cura, que al presente es de la Metrópoli de esta ciudad hize esta Relación. La curiosidad de las cosas, que iva viendo dio el principio, la vtilidad, que podía seguirse para lo de delante, la continuó, la necessidad, que vía del remedio de tanto mal, como se descubría, la acabó. No fue mi intento hazer Historia, aunque se podía hazer muy larga, y muy varia, de las antiguallas, fábulas, ritos, y cerimonias, que tenían, y no acaban de dexar, los Indios des los Reynos en su gentilidad, sino vna breve, y sumaria relación de lo que iva advirtiendo. Para que el libro como dizen de mis yerros, fuesse libro de mis aciertos, y la experiencia de vnos supliesse, la que no pueden tener otros. Bolviendo de la Missión, ley lo que tenía escrito a todos los Padres, que en aquella sazón se avían juntado de tan distantes puestos a capítulo, o como dizimos, a Congregación Provincial, siendo mi intento dalles a entender, que avía tanto mal encubierto, sino es que fuesse más, en materia de Idolatrías, y   —XXX→   Ritos Gentílicos en las partes donde sus reverencias andavan, cuanto se avía descubierto en las de este Arçobispado. Vvo muchos dares, y tomares sobre esto, y porque algunos lo dudaban y otros no lo creýan, para tratallo se hizo particular deputación. No quisiera que el tiempo, que apura todas las verdades, uviera calificado tanto la mía. Tuvo noticia desta relación el Señor Príncipe de Esquilache Virrey de estos Reinos, y, leyola en el mismo borrador, y pareciole a su Excelencia que convenía imprimilla, aunque no la avía hecho yo con este intento. El P. Diego Álvarez de Paz Provincial, que entonces era desta provincia, mandó lo mismo, haviéndolo primero leýdo delante de otros Padres, y mandado quitar algunas cosas que podían ser inconvenientes andar impressas. No obstante que el Señor Licenciado Cacho de Santillana Fiscal que entonces era, y al presente Alcalde de Corte de su Magestad, que también la avía leýdo, fue de parecer, que se imprimiese como estava. Por orden del Padre Provincial sobredicho la vieron otros Padres juntos, y por la del Padre Provincial Iuan de Frías Herrán, que al presente lo es, otros tres. Viéronla los cinco Visitadores de la Idolatría, de quien se haze mención en ella, cada vno de por sí, especialmente el dotor Hernando de Avedaño de cuyos papeles, y advertencias saqué mucho de ella. Y últimamente la vieron. Por orden del Señor Virrey, y del Señor Arçobispo, las dos personas tan calificadas, como lo son, a quien se cometió. Todos convinieron en que se imprimiesse para el fin que se pretende, que es descubrir, y remediar vn mal tan encubierto. Todo lo qual e dicho para que se sepa, y entienda, que se a escrito con toda verdad, y llaneça, y que si se vio con gran cuidado para escriuilla, se a visto, y revisto con mucho mayor para imprimilla.

Aunque no va esta relación dividida en partes se podrá reducir a tres. La primera. Qué Ídolos, y Huacas tienen los Indios, qué sacrificios, y fiestas las hazen, qué ministros y   —XXXI→   sacerdotes, abusos, y supersticiones tienen de su gentilidad e Idolatría el día de oy. La segunda las causas de no averse desarraygado entre los Indios, pues son Christianos, y hijos, y aun nietos de Padres Christianos, y los remedios para extirpar las raýzes deste mal. La tercera la práctica muy en particular, de cómo se a de hazer la visita para la Extirpación de estas Idolatrías.

Servirá este tratado. Para que las Personas, a quien de oficio les toca hagan concepto del mal que pide grandes remedios, y de los remedios convenientes a tanto mal; para que los Curas estén advertidos del cuidado que deven tener de los que estén a su cargo, y de quien Dios nuestro Señor les a de pedir estrecha cuenta. Los Confessores cómo an de confessar. Los Predicadores las verdades que an de enseñar, y los errores, que les an de refutar, y los Visitadores cómo an de cumplir con su obligación. Y lo que más importa, se satisfará a personas graves, y doctas, que no solo an dudado, de lo que aquí verán claramente, sino contradicho en muchas ocasiones, q'ay Idolatrías entre los Indios, diziendo, q' todos son buenos Christianos. Como si en menos de noventa años, que se començó a predicar el Evangelio, en estas partes se uviera hecho más, y tenido mejores ministros que los Reynos de España. Donde al cabo de seycientos años que se avía predicado el Evangelio, por medio de tan santos Prelados y Dotores, y rogado con sangre de tan insignes Mártyres, brotavan con todo eso las Idolatrías, y no se acabavan de desarraygar. Y para que se vea el cuydado que tenían en este particular aquellos santos Padres, y aprendan de ellos los que deven cuydar de lo mismo, pondré a la letra los Cánones del Concilio 3. Toletano national, en el qual se halló entre los demás santos Obispos S. Leandro Arçobispo de Sevilla, preferente el Rey Ricardo hermano de san Ermenegildo. Por los años del Señor de 589, y dize assí el capítulo 12.

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Quoniam poene per omnem Hispaniam Idolatriae sacrilegium inoleuit, hoc cum consensu gloriossisimi Principis sancta Synodus ordinauit, vt omnis Sacerdos in loco suo vna cum Iudice territorij, sacrilegium memoratum studiose per quirat, et exterminare inuentum non diferat: homines vero qui ad talem errorem concurrunt, saluo discrimine animae, qua potuer int animatuersione coerceant. Quod si neglexerint, sciant se vtique excommunicationis periculum esse subituros. Si qui vero Dominiuxtirpare hoc malum a possesione sua neglexerint, vel familiae su aeprohibere noluerint ab Episcopo, et ipsi a communione pel lantur. Lo mismo se mandó en el capítulo onze del duodécimo Concilio Toledano por los años de 681, y en el Concilio Toledano décimo sexto por los anos de 693, en el capítulo segundo, donde entre otras cosas dize. Si qui vero pro tali defensione obstiterint, Sacerdotibus, aut iudicibus, ea nec emendent vt debst, nec extirpent, vt condecet, et non potius cum eis exquisitores, vitores, ieu extirpatores tanti criminis extiterint, sint Anathema in conspectu individuae Trinitates: et in super, si nobilis persona fuerit, auri libras tres sacratiíssimo Fisco exolvat: si inferior centenis verberibus flagellabitur a turpiter decaluabi. Y a penas se hallará Concilio donde no se aya tratado de este punto, como vno de los de más importancia para augmento de la Religión Católica. Procurado e en todo lo que escriviere, no ofender ni lisongear a nadie, servir y aprovechar a todos recibiese mi buena voluntad, y con ella se perdonen las faltas.

VALE.



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