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Uno de estos portugueses fue el anónimo «fidalgo de Elvas» que escribió la Relación verdadera de los trabajos que el gobernador Don Fernando de Soto y ciertos hidalgos portugueses pasaron en el descubrimiento de la provincia de La Florida, el cual desde el título da primacía a los conquistadores portugueses sobre los españoles, aunque esto es más exageración patriótica que apego a la verdad.
12
En III, 20 leemos
esto: «Echaron menos tres esclavos que
se habían huido la noche antes. Los dos eran negros de
nación [...] y el otro era morisco de Berbería [...].
Entendióse que afición de mujeres, antes que otro
interés, hubiese causado la huida de estos esclavos y
quedarse con los indios»
. Oviedo-Ranjel cita a este mismo
esclavo, diciendo que era «berberisco
muy ladino»
(Historia general, p. 169).
13
Fidalgo de Elvas
también cita este caso en su Expedición,
pp. 95-96. En la edición
de La Florida de Carmen de Mora, p. 408, se anota (a partir del estudio de
Varner 1968: 403) que «otra mujer
española, presumiblemente sirvienta de doña Isabel de
Bobadilla, reclamó haber acompañado al
ejército al comienzo de la expedición hasta que
llegó a México»
.
14
Este último
gusta mucho de emplear el término tameme, que
«quiere tanto decir como indio de
carga»
(Historia general, p. 165), pero en cierto pasaje escribe lo
siguiente: «el cacique le había
ya dado cuatrocientos tamemes, o mejor diciendo,
esclavos»
(Historia general, p. 173).
15
Fidalgo de Elvas,
Expedición, p.
61. Más referencias al caso en pp. 65, 74, 83, 84, 89, 111, 142 y 144.
Oviedo-Ranjel también menciona las cadenas (Historia
general, pp. 162 y 170),
apostillando que «era cosa de mucha
lástima verlo; pero no se desacuerda Dios de ninguna cosa
mal hecha ni queda sin castigo, como la historia lo
dirá»
(p.
171).
16
Ver también
Fidalgo de Elvas, Expedición, p. 128: «Luego
los mandó soltar
[a los indios] y
que se fuesen a sus casas. Y uno de ellos no se quiso ir, diciendo
que no quería estar en poder de quien, sin merecerlo, le
había sentenciado a muerte; que a quien lo había
librado quería servir en cuanto viviese»
.
17
Fidalgo de Elvas
menciona el episodio (Expedición, pp. 145-146), pero con sensibles
diferencias respecto del Inca, pues afirma que se embarcaron unos
cien indios y se quedaron en tierra otros quinientos: «entre los cuales había muchos mozos y
mozas que la lengua española hablaban y entendían.
Los más de ellos quedaban llorando, lo que ponía gran
lástima, viendo que todos aquellos de buena voluntad fueron
cristianos y quedaban perdidos»
(p. 146).
18
Repárese por ejemplo en III, 20, cita de la nota 12.
19
Nótese que
Garcilaso dice tratarse del caballero sevillano Diego de
Guzmán, aunque anota que en la relación perdida de
Alonso de Carmona se le llama Francisco de Guzmán (Va, 2);
pues bien, Fidalgo de Elvas menciona el caso, pero insiste en el
nombre de Francisco de Guzmán: «El día que de Chaguate partió,
quedó atrás un cristiano llamado Francisco de
Guzmán, hijo bastardo de un hidalgo de Sevilla; fuese con
los indios, por recelo que no le perdonasen, por deudas de juego
(en una india que por manceba tenía, la cual consigo
llevó)»
(Expedición, p. 131). Más adelante (p. 140) se narra otra tentativa de recuperar
al cristiano huido, pero éste se mantuvo firme en su idea de
quedarse a vivir para siempre con los nativos floridanos. (Sobre
este tipo de vacilaciones entre unos cronistas y otros ver Durand
1966). No fue este Guzmán el único expedicionario que
se separó de los de su raza para arrimarse a los
aborígenes; en III, 23 se cuenta que «en el pueblo de Coza quedó huido un
cristiano, si lo era, llamado Falco Herrado. No era
español»
, y poco más abajo surge otro caso
con nuevos matices: «en el mismo pueblo
de Coza quedó un negro enfermo que no podía caminar,
llamado Robles, el cual era muy buen cristiano y buen esclavo.
Quedó encomendado al cacique»
. Gracias a estudios
posteriores de Andrés González de Barcia (1723,
aunque firma con el seudónimo de Gabriel Daza de
Cárdenas) sabemos que Herrado y Robles permanecieron con los
indios floridanos unos 11 o 12 años (citado por Swanton
1946: 60 y Durand 1966: 50). En el relato de Oviedo-Ranjel se
aportan nuevos nombres, tanto de españoles como de esclavos
que huían en busca de su libertad: «Aquel día se quedaron (dicíase
que con malicia) Mendoza de Montanjes e Alaminos de Cuba; e porque
Alonso Romo traía aquel día la retroguarda y los
dejó, le hizo el gobernador volver por ellos, e los
esperaron un día; y llegados, quísolos ahorcar el
gobernador. En lo de Xalaque quedose un compañero que se
decía Rodríguez, natural de Peñafiel, y
quedó un esclavillo indio de Cuba, ladino, que era de un
hidalgo dicho Villegas, y quedose un esclavo de don Carlos,
berberisco muy ladino, y quedose Gómez, negro de Vasco
González, muy ladino»
; «Un viernes, veinte de agosto, salió el
gobernador e su gente de Coza, e quedóseles allí un
cristiano que se decía Feryada, levantisco»
;
«Se les quedó allí un
hidalgo de Salamanca, llamado Manzano, e no se supo si de su
voluntad o si de desatino, yendo solo a ranchear [...].
También se le fue allí al capitán Joan Ruiz
Lobillo un negro muy ladino, que se decía Joan
Vizcaíno»
(Historia general, pp. 169 y 171).
20
Y lo mismo
cabría decir de otras dos indias que el cacique
Casquín trocó por dos camisas, dato que no aparece en
Garcilaso pero sí en Fidalgo de Elvas: «Vino con mucho pescado y con dos indias que
rescató por dos camisas»
(Expedición, p.
109). Por su parte, Oviedo-Ranjel refiere cómo en el pueblo
de Itaba «rescataron algunas indias que
se las daban a trueco de espejos y cuchillos»
(Historia general, p.
171).