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321

El artículo 20 de la Ley de Reforma de Regulares dijo: «Sin haber cursado teología o cánones conforme al plan de estudios, y acreditado esta aptitud de un modo público, fuera de los exámenes de moral práctica y oratoria sagrada, los Obispos no podrán admitir a órdenes mayores a ningún secular». (N. del A.)

 

322

Más que regalista fue también otro profesor de cánones, el doctor Ramón Miño. Véase nuestro García Moreno y la Instrucción Pública, pág. 190. (N. del A.)

 

323

Párrocos irreprensibles eran, entre otros, aquel realista fogoso de otros tiempos, el doctor Francisco Javier Benavides, que servía a Guaranda; el doctor José María Freile, cura de Riobamba, que años antes había honrado la cátedra de teología en el Seminario de San Luis; el doctor Nicolás Zambrano, de Yaruquíes; el presbítero Justo José Arauz, de Cubijíes; el «celoso y vigilante» doctor Juan José Roca, a quien el Obispo ratificó su plena confianza y exhortó a perseverar «en el santo celo con que mira el culto de Dios y la conservación de su divina casa» en Píllaro; los doctores Manuel Romo y Felipe Valverde de San Miguel y San Felipe; el de Tumbaco, don Ramón Barberán y Álvarez, que sin reparar en gastos cuantiosos había enriquecido su iglesia; el de Otavalo doctor Pedro Valverde, quien dejó satisfecho al prelado por su probidad y fervor; el doctor Juan Antonio Hidalgo, admirable cura de Caranqui desde 1825, cuya devoción y entusiasmo elogió con extraordinario calor y que había introducido asimismo grandes mejoras y abastecido la iglesia con alhajas valiosas; el doctor Antonio Iturralde, que había creado en su parroquia de San Roque de Quito la piadosa práctica de la Escuela de Cristo; etc., etc. Y son muchos más aquellos cuya labor en tal o cual aspecto encarece y aplaude el Obispo.

Mejoras importantísimas en sus iglesias habían introducido los presbíteros Francisco Puyol (Cajabamba), Antonio Saá (Quisapincha), José Anselmo Cuesta (Izamba), Tomás Cevallos (Aláquez), Miguel Pío Jaramillo (Mulaló), José M.ª Melo (Atangasí), Pedro José Nieto (Magdalena), Ramón Benítez (Tulcán), Damián Guarderas (Pomasqui) y Ramón de Andrade (Calacalí). Asimismo satisficieron plenamente por su conducta los doctores Ramón Pizarro (Guanujo), Antonio Yépez (Punín), Manuel Cevallos (Toacaso) y José Ponce, «devoto y fervoroso» cura de Imantag. (N. del A.)

 

324

Profesores notables del Colegio-Seminario fueron los presbíteros Nicolás Cisneros, Francisco Javier Orellana, Manuel Bermeo, Manuel Cortázar e Ignacio Merchán. (N. del A.)

 

325

De 1833-37 estableció canónicamente el Obispo las siguientes en territorio ecuatoriano: Cofradía de la Santísima Trinidad en la iglesia de la Compañía, entonces a cargo de los padres camilos; cofradía de la Santísima Virgen del Carmen (1833) en Chambo; la misma en el Carmen Antiguo de Quito; en el Quinche la de Nuestra Señora de la Presentación; en Machachi, la de la Virgen del Tránsito; en el hospital, la de San Juan de Dios (1834); en la Recoleta Dominicana, la de Nuestra Señora de la Escalera; la del Señor de la Misericordia, en San Roque de Quito; la de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en la misma iglesia de los padres camilos; la de Nuestra Señora de los Dolores en San Francisco de Ibarra (1835); la del Sagrado Corazón de Jesús, en el Carmen Moderno de Quito; la de San Benito de Palermo, en el templo de San Francisco; la de Nuestro Señor del Amor, en Caranqui (1836); la de la Virgen de Dolores en Pujilí; y la de la Santísima Virgen de Agua Santa en San Pablo de Otavalo. (N. del A.)

 

326

«No hay en el día (dice el eminente estadista e historiador doctor Antonio Flores Jijón, en su injustamente olvidado libro El Reino de Quito, según las relaciones de los Virreyes del Nuevo Reino de Granada...) escritor ilustrado que no reconozca los funestos resultados que tuvo la expulsión de estos sacerdotes para la evangelización y conquista de las tribus salvajes, en cuya reducción emplearon un método admirable, acompañado de una constancia igual sólo a su intrepidez e inteligencia. La entereza con que defendieron a los desamparados indígenas contra la cruel rapacidad de los gobernadores españoles, les concitó el odio de éstos y contribuyó no poco a la expulsión del reino», pág. II. (N. del A.)

 

327

La antigua provincia de Quito de la Compañía de Jesús y sus misiones entre infieles, por el reverendo padre José Félix Heredia, Societas Jesu socio correspondiente de la Academia Nacional de Historia de Quito. 1924, pág. 31. (N. del A.)

 

328

En el tomo sexto de su Historia general de la República del Ecuador, pág. 182 y sgts. el ilustrísimo señor González Suárez expone sabiamente las razones por las cuales no podían prosperar las misiones. Véase también sobre todas estas vicisitudes la obra del padre Compte: Varones ilustres de la Orden Seráfica, tomo II, págs. 255 y sgts. (N. del A.)

 

329

El padre Francisco Álvarez Villanueva, vicecomisario de las misiones de Ocopa, en su Memorial dirigido a Carlos III el 28 de mayo de 1781, vislumbró ya los perniciosos efectos que estas modificaciones del régimen misional producían: «Las misiones establecidas en las márgenes de este río (Marañón) y otros muchos de la comprensión de los gobiernos de Maynas y Jaén de Bracamoros, se hallan en la mayor decadencia desde la expulsión de los jesuitas, a cuyo cargo estaban: pues unas veces se entregaron a clérigos, otras a frailes y en tanta variedad de gobierno llegaron al estado más lastimoso que se puede imaginar». Véase: Historia de las misiones franciscanas y narración de los progresos de la Geografía en el Oriente del Perú, por el padre fray Bernardino Izaguirre, Lima, 1923, tomo VI, pág. 43. (N. del A.)

 

330

El reverendo padre Heredia Societas Jesu, en su opúsculo ya citado, trae esta cita que, según nos ha dicho, es del padre Velasco en su Historia moderna. (N. del A.)