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Karl Liebknecht posee las características del aventurero dinámico: conciencia y actos revolucionarios, lucidez intelectual y franco compromiso con la tarea que se reserva. Llegó a declararse antimilitarista en el Parlamento alemán, también se aparta del antiimperialismo aliado. Fundó y dirigió la corriente espartaquista, militando junto a Rosa de Luxemburgo, siendo ambos apresados y ejecutados por sus creencias. Roman Rolland sería fundamentalmente un aventurero pasivo, aunque también encaje en el modelo activo al poner en práctica sus ideas. No obstante, sus huellas responden a su condición de humanista, dejando huellas en el campo de los conocimientos musicales, de la novela y del ensayo.

 

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Las comparaciones que se han llevado a cabo pretenden detectar coincidencias formales y afinidades de sentido, sin caer en las trampas de las plantillas o en engaños de convencido idólatra. Los acuerdos comprenden diferencias que ponen a cada cual en su sitio. Cervantes, en los fragmentos introductorios de su novela, ya entiende de condicionamientos, explica motivos, plantea cuestiones y otorga validez a la naturaleza ficticia del proyecto narrativo, aplicando criterios de objetividad y verosimilitud; Huidobro, introduce La próxima, exponiendo condiciones, dando claves de interpretación, mostrando problemas y rindiendo testimonio de verdadero artificio, sometido a leyes naturales y a reglas de creacionismo. Los dos juegan con el anacronismo de su protagonista, pero invierten el tiempo de la mirada instalada en el presente: uno contempla el pasado, localizando ahí su referencia; el otro anuncia el futuro, adelantándose a los hechos que cuenta, dejando en suspenso la futura comprobación de los mismos.

 

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Tanto la relación de La próxima con la realidad exterior como la necesidad de leer el texto cuidadosamente son detalles que advierte Nancy M. Kason para reconocer de inmediato que el relato es «como una larga metáfora extendida mediante la cual Huidobro novelizó sus ideas estéticas y estableció su arte narrativo» («La próxima, hacia una historia de la novela creacionista», en Prosa hispánica de vanguardia, edición de Fernando Burgos, Madrid, Tratados de Crítica Literaria, Discursorígenes, 1986, pág. 107).

 

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El orden que Huidobro reserva a los elementos de su representación no deja de ser significativo. En primer lugar, sitúa la noticia del regreso expedicionario, añadiendo a continuación las causas de la aventura angoleña; al responsable del proyecto y a sus colaboradores inmediatos; el desarrollo concreto de la idea en el territorio elegido, exponiendo cada una de sus fases; la organización del trabajo allí realizado, señalando a sus responsables; y la tarea de buscar recursos para cumplir los objetivos. Todo ello sin olvidar sus registros publicitarios distribuidos por la prensa periódica o manejados en círculos restringidos. Tampoco renuncia el escritor a dedicar parte de su atención al cine, mundo que conoce de cerca, apreciando las ventajas de una sociedad como la norteamericana, con su agilidad comercial y su apuesta de progreso industrial. Ya en este capítulo inicial se descubren rasgos de valor historiográfico, de carácter anecdótico y de dimensión simbólica, centrando esta última en las figuras de Alfredo Roc, clave de los hechos que se cuentan y pieza fundamental del relato, y Baltazar Doriante, complementario del anterior y portador de una identidad nominal que remite a los textos sagrados que se ocupan de la epifanía: el personaje guarda memoria del tercer rey de oriente, distinto de raza a sus compañeros y portador de mirra al dios niño. La ofrenda no deja de ser relevante, simbolizando la humanidad de quien lo recibe.

 

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Huidobro, Vicente, La próxima, en Obras Completas, ed. cit., vol II, pág. 257.

 

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El juego de identidades ya se inicia en el prólogo epistolar de la novela. Ahí Huidobro (Yo) no sólo manifiesta ser el autor del relato (Él), sino que asume la dirección de un diálogo entrañable con el amigo (Tú), cuyo resultado ha de llegar al lector (Él) tras concluir la composición de esa pieza que identifica a su único responsable (Yo, Tú, Él). Ya dentro del discurrir novelado, verdadero protagonista de La próxima, destacan los personajes que se hacen cargo de la idea original, otorgándose los papeles más destacados de la representación al actor adecuado. Huidobro entrega su parte del libreto a Alfredo Roc, depositando en Él algunos rasgos del propio Yo: «observador atento, dispuesto a emprender aventuras, equilibrado en sus relaciones, distante en su apariencia, es un seductor natural del que también resalta ese amor por lo extraordinario. Los que no comprenden ni saben diferenciar, las gentes superficiales, lo juzgaban un hombre fantástico. Nada más absurdo, nada más lejos de su espíritu. A menudo solía decir: 'Lo extraordinario es admirable cuando empieza a convertirse en realidad en el cerebro'. Este primer paso lo estremecía y lo hacía vibrar hasta las últimas fibras. La realización parecía producirle un goce más tranquilo, más ponderado. Debía haber entre ambos la misma diferencia que hay entre el placer sexual y luego el placer de contemplar crecer al hijo. El uno todo estremecimiento y el otro placidez» (La próxima, cit., pág. 265).

Otra parte del mismo original huidobriano se deposita en Baltazar Doriante, el poeta de personalidad misteriosa y exagerado de gestos, capaz de «...demostrar en cada momento que su imaginación iba acompañada de un raro espíritu realista. Era un hombre orgulloso, con un orgullo tranquilo, sordo y reconcentrado de los verdaderos orgullosos. Desde su infancia se había colocado tan fuera de la atmósfera habitual que ni las palabras ni los actos de nadie, de ningún enemigo, habían alcanzado jamás a conmoverlo. Y Dios sabe si tenía enemigos. Se contaban de él un sinnúmero de leyendas. Él se paseaba entre las leyendas con aire displicente. Se decía que tenía un alma tiránica, una psicología de sultán que había roto las relaciones con su familia por una tontería, por uno de esos reventones de su carácter difícil» (La próxima, cit., pág. 247). Apenas una pincelada descubre a Roberto Suárez, desempeñando en la obra el papel de Alberto Durén, amigos del escritor y del héroe novelesco, respectivamente, desempeñan oficio diplomático. El resto de la nómina actoral son reflejos simpáticos de quienes rigen la acción de la novela.

 

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La próxima, ed. cit., págs. 262-263. La teoría cosmogónica, citada en la novela con tanto cuidado -no deja de incluirse un gráfico que la apoya-, resume los fundamentos de un proceso dinámico universal potente y expansivo, ofreciendo un espectáculo que se contempla desde la perspectiva de un testigo objetivo implicado en ese movimiento. Lo que se observa merece oportunas conclusiones: todos los astros superiores comen y digieren como cualquier ser vivo. Localizada dentro de la novela, la cosmogonía primitiva se ajusta a los principios del creacionismo huidobriano, matizando la exposición del valor de la cultura africana durante el periodo de las vanguardias: no es un producto estético, tiene carácter propio y demuestra acuerdos con el llamado mundo civilizado occidental.

 

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El mismo Huidobro se cita dentro de las páginas de la novela, imponiendo su presencia en la historia, al recordar con ella sus ideas y su labor poética.

 

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La próxima, ed. cit., pág. 268.

 

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El espacio novelesco que Huidobro dedica a París, convenientemente apreciado por la crítica huidobriana en su consideración aislada, rebasa su evidente calidad estética para comprender toda una lección práctica de las teorías creacionistas y del panorama histórico en el que se desenvuelven las diferentes corrientes de la vanguardia, cualquiera que sea su manifestación. También revela simpatías con algunos representantes del vanguardismo, remitiendo a sus aciertos. Puestos a comparar, los aventureros reconocen haber llevado a cabo una tarea de titanes.