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1031

La próxima, ed. cit., págs. 277-278. Revisando el fragmento se detectan ciertas contradicciones: el rechazo de la inteligencia, en favor de los instintos, contrasta con el universo intelectual huidobriano. Este desajuste se resuelve en el mismo momento en que el escritor declara la imposibilidad de renunciar a sus hábitos de pensamiento, que debería ser equilibrado.

 

1032

Ibidem, págs. 279-280.

 

1033

Ibidem, pág. 288. El capítulo tiene relevancia en la medida en que resume los términos del debate huidobriano y descubre la opción del escritor, admitiendo este ser responsable de una empresa utópica y de un ejercicio literario en armonía con sus creencias. El primero depende de la cordura de los hombres; el segundo responde a la solidez de unas creencias y al esfuerzo de quien se compromete en llevar a cabo su misión.

 

1034

Ibidem, pág. 289.

 

1035

Ibidem, pág. 307. Está claro que es el mismo Huidobro quien habla, ocupando por completo el espacio de la narración. Esa ingerencia, tan frecuente en las obras del escritor, aplicando este los recursos adecuados a cada una de ellas, llega a manifestarse ahora en forma diferente. No sólo contempla como la autocrítica, avisando al lector de seguras carencias, sino que viene a destacar aspectos fundamentales de la obra. La distribución de estas cuñas dentro de la narración permite mantener el ritmo de la novela, aliviar los excesos de tensión en el relato y conducir la mirada del espectador cómplice hacia el ámbito de la realidad común, de la conciencia subjetiva o de las imágenes compartidas.

 

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En el último tercio de La próxima, y en forma creciente, Huidobro irá componiendo la novela aumentando el tono profético y las propias referencias. El primero reclamará la presencia de Ezequiel, aplicando los versos que anuncian la destrucción de Jerusalén a la visión del futuro que espera a la colonia angoleña; las segundas insisten en comprender de nuevo el proceso creacionista en la fantasía novelesca, demostrando así la certeza de un testimonio ficticio que ocupa su lugar en la historia y en ella trata de resolver los problemas del hombre contemporáneo; la reunión de uno y otras forman parte de un sueño que debe ser interpretado en su justa medida.

 

1037

La próxima, ed. cit., pág. 318.

 

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El temprano Non Serviam de Huidobro insiste en proclamar la rebeldía que, cuando menos, tiene inmediatos acuerdos con Darío; cuando más, remite a la inicial aventura creadora, vigente en la voz sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, citada en el prefacio de Altazor, sin olvidar que forma parte de Finis Britania, manifiesto antiimperialista huidobriano. Consecuente con esas referencias, el escritor ya había sentado las bases de su teoría estética en «Yo», esbozo autobiográfico que sirve de complemento a Non Serviam, sirviendo de base a posteriores tareas.

El delirio de Roc, en La próxima, hay que entenderlo en el contexto de las consideraciones estéticas del autor de la novela. El delirio poético es sinónimo de superconsciencia, definiéndose como un estado que se logra cuando «...nuestras facultades intelectuales adquieren una intensidad vibratoria superior, una longitud de honda, una calidad de honda, infinitamente más poderosa que de ordinario. En el poeta, este estado puede predecirse, puede desencadenarse mediante algún hecho insignificante e invisible, a veces para el propio poeta». En el estado de superconciencia la razón y la imaginación traspasan la atmósfera habitual, se hayan como electrificadas, nuestro estado cerebral está a alta tensión. La posibilidad de ponerse en ese estado sólo pertenece a los poetas, y no hay nada más falso que aquel refrán que dice: de poeta y loco todos tenemos un poco («Manifiesto de manifiestos», en O. C., ed. cit., vol I., pág. 725).

En armonía con la idea del acto creador, defendido por Huidobro, el delirio poético que éste plantea se enfrenta abiertamente a un surrealismo teórico con el que no comulga el autor de La próxima.

 

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Considerar esta propuesta implica admitir que Huidobro pone en ejercicio una memoria selectiva, organizando sus obras con materiales de la tradición histórica, incluyendo en ella el registro de una experiencia particular. No deja de ser curioso que, en La próxima, únicamente se mencione América como una geografía de tránsito o como simple referencia puntual, situando la aventura de Roc en Europa y África. El primer detalle indicaría el voluntario distanciamiento del escritor respecto a ciertas trampas de rancio nacionalismo, al tiempo que admite las ventajas del dinamismo práctico norteamericano; el segundo dará indicios de un necesario cambio de rumbo para el desarrollo de un proceso colonial despojado de intereses y apartado de vicios, sin ignorar la seductora aventura de Rimbaud.

 

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Maturo, Graciela, «Apuntes sobre la transformación de la conciencia en la vanguardia hispanoamericana», en Prosa hispánica de vanguardia, ed. cit., pág. 49.