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401

Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos ayer, México, FCE, 1985, pág. 166.

 

402

En su carta a Merlin H. Forster, incluida en el libro de éste Los Contemporáneos 1920-32. Perfil de un experimento vanguardista mexicano (México, Ediciones de Andrea, 1964, págs. 118-121), Novo se refiere a ese «cenáculo o grupo» capitaneado por Torres Bodet y favorecido por algunos antiguos ateneístas dejando claro que, en un comienzo, ni él ni Villaurrutia, que constituían un «binomio» aparte, formaron parte del mismo. Sólo hacia 1924, cuenta Novo, Villaurrutia «siguió a aquel grupo», aunque sin descuidar en absoluto su amistad y su afinidad literaria con él. Que Torres Bodet, González Rojo, Ortiz de Montellano, Gorostiza y Pellicer formaban un grupito promocionado directamente por los mayores, es algo que Sheridan ha demostrado con profusión de datos en Los Contemporáneos ayer. Que dependieron en su origen de los antiguos ateneístas lo prueba que llegaron a fundarse como «Segundo Ateneo de la Juventud», a imagen y semejanza del primero. Que Novo y Villaurrutia eran conscientes de esa dependencia intelectual y estética, lo pone de manifiesto el sobrenombre «grupo del cuello torcido» con que Novo bautizó el cenáculo. Y que ambos eran conscientes además de que su promoción dependería de sus contactos con ese grupo justifica que participaran en La Falange, revista ideológicamente marcada por la herencia del Ateneo de México dirigida por Torres Bodet y Ortiz de Montellano desde su fundación en 1922, a pesar de serias discrepancias poéticas. A todo ello habría que añadir las reservas de Novo respecto a Torres Bodet y los suyos, reservas que le llevaron a distanciarse de ellos y aproximarse entre 1922 y 1923 a otro ex-ateneísta, Pedro Henríquez Ureña, que formó otro cenáculo con el que entrañó «una oposición a La Falange» (ibidem, pág. 119). Al final, las relaciones Novo-Ureña se cortaron bruscamente, éste último cada vez más distanciado de Vasconcelos abandonó México, y Novo tuvo que aproximarse otra vez a Villaurrutia y Torres Bodet, aunque siempre mantuvo con respecto al último una considerable distancia.

 

403

Así aparecía tipificado en la ley según consulta legal hecha por Examen y publicada en el núm. 3, pág. 12.

 

404

Enrique González Rojo, «Cómo se hace una antología», Plural, núm. 117, junio 1981, pág. 10.

 

405

Guillermo Sheridan, «Entre la casa y la calle: la polémica de 1932 entre nacionalismo y cosmpolitismo literario», en Roberto Blancarte, ed., Cultura e identidad nacional, México, FCE, 1992, pág. 385.

 

406

Adalbert Dessau, La novela de la Revolución mexicana, México, FCE, 1986, pág. 109.

 

407

Manuel Maples Arce, Soberana juventud, Madrid, Plenitud, 1967, pág. 142. (La cursiva es mía).

 

408

El primer intento de la futura Contemporáneos, emprendido por Torres Bodet, abortó, según Sheridan, por razones económicas (Los Contemporáneos ayer, ed. cit., pág. 182). Quizás habría que contemplar también razones personales como la todavía falta de simpatía entre los dos subgrupos. En cualquier caso, el proyecto debía estar relativamente avanzado ya que, el 3 de junio de 1925, justo después de la polémica sobre la literatura «viril», Torres Bodet escribió a Reyes anunciándole «la próxima aparición de nuestra revista 'Contemporáneos' para el mes de agosto» (en Jaime Torres Bodet, Casi oficios. Cartas cruzadas entre Jaime Torres Bodet y Alfonso Reyes, 1922-1959, ed. de Fernando Curiel, México, El Colegio de México/El Colegio Nacional, 1994, pág. 35). Villaurrutia, que según parece por la carta anterior, iba a colaborar en Contemporáneos, optó un año más tarde por unirse a Novo en la fundación de una revista presumiblemente más moderna y belicosa que la que planeaba Torres Bodet. En 1926 Novo solicitó a Puig Casauranc, su superior en la SEP, la financiación de Ulises; sin embargo, los fondos acabaron destinándose a la publicación de Forma, revista de artes plásticas, acorde al éxito del muralismo como representativo del arte nacional. Como dice Sheridan, «Puig no podía avalar abiertamente la idea de una revista literaria encomendada a Novo y a Villaurrutia, contra quienes buena parte de la polémica pro literatura viril se dirigía, y mucho menos permitir que su propio nombre se viera asociado al de ellos» (Los Contemporáneos ayer, ed. cit., pág. 274).

 

409

José Gorostiza, «Carta a Carlos Chávez», en Correspondencia, 1918-1940, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995, pág. 132. (La cursiva es mía).

 

410

Rufino Tamayo, «Carta a Gorostiza», Ibidem, pág. 129.