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A pesar de que Lily aparece en el escenario, permanece intocable e inalcanzable para Alfonso; es un personaje doblemente irreal: fantaseada por Alfonso y representante de la mujer-clisé tal como aparece en el cine americano o en telenovelas, hablando con acento americano, llamándole «baby» a Alfonso.

 

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Las paredes (1966), a su vez, tiene relación con El proceso: el tema es la arbitraria detención del Joven y su frustrada averiguación del por qué; el Funcionario de la pieza recuerda a los de la novela kafkiana y el Ujier que guarda la única puerta del escenario remite al guardián de la «Türhüterlegende», incluida en la novela.

 

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En la misma escena Luis, mayor, está acompañado por un hermano menor, probablemente él mismo de joven; éste le roba el desayuno a Alfonso que por su invalidez no puede defenderlo.

 

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La obra fue estrenada en enero de 1973 en el Teatro Payró bajo la dirección de Jaime Kogan. El texto, inspirado en The Dumb Waiter de H. Pinter, resulta un alegato tan claro y duro contra la tortura que pronto provocó amenazas y bombas contra el teatro, por lo que las representaciones tuvieron que hacerse clandestinamente en el sótano. En 1975 fue seleccionado para representar a Argentina en el Festival de Teatro de Nancy y, al año siguiente, en el de Caracas.

 

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La obra fue escrita en 1981 y representada en el Teatro Olimpo de Buenos Aires en agosto de 1982. En una entrevista, Gambaro explica el doble sentido del título: «la malasangre que uno se hace, y que nos hacemos todos, y la mala sangre que parece que tuviéramos los argentinos con esta historia nuestra tan terrible» (Gambaro 1983: 30).

 

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El simbolismo es claro: «la mujer manda en casa», es decir, la casa como territorio de poder (y abuso) femenino. En otra obra de Pavlovsky, Telarañas, se establecen las mismas relaciones verticales: en este caso un matrimonio ejerce una auténtica dictadura «microfascista» sobre su hijo, el Pibe.

 

487

Su apellido, de los Campos Dorados, alude claramente al hecho de que el contrato matrimonial es un negocio.

 

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En un diálogo en la escena IV, madre e hija oponen sus ideas acerca del padre como en un duelo: (Dolores) «Hace proyectos con las personas y las personas dicen sí... Nadie puede decir no al señor de la casa... [es] el que corta cabezas»; (Madre): «Ese señor es tu padre... Es bondadoso... Se le oponen y no lo dejan elegir» (I, 83-84).

 

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En la escena I, al ser presentada a Rafael, interrumpe las palabras de su madre: «Dolores es...» «secamente» con la frase lacónica: «Como soy».

 

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Cf. la entrevista en la que la dramaturga habla de «una especie de alarido clarificador» con respecto al drama (Gambaro 1983: 31).