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511

Véase Gutiérrez Girardot, Rafael [1989: XXIV].

 

512

«La utopía de América», op. cit., pág. 7.

 

513

Op. cit., págs. 5-6.

 

514

Alfonso Reyes: No hay tal lugar, vol XI, pág. 339. Esto no quiere decir que Alfonso Reyes sostenga que todas las utopías son positivas, así en ese mismo ensayo añade: «Cabe distinguir entre las utopías atractivas y las repulsivas, las que se ofrecen a guisa de modelo y anhelo, y las que de antemano acusan el peligro a que podemos llegar, si es que nos abandonamos a este o el otro error político: totalitarismo, abuso de los instrumentos de destrucción o de las normas eugenéticas por parte del Estado» (ibidem, pág. 342).

 

515

Sotelo, Ignacio, «Razón de Estado y razón utópica», Revista de Occidente, 33-34 (1984), págs. 8-26, cit. págs. 12-13. También en torno a lo imaginado o realizable de las utopías puede consultarse Aranguren, José L., «Utopía y libertad», Revista de Occidente, 33-34 (1984), págs. 27-35; Stansky, Peter, «Utopía y antiutopía: Willian Morris y George Orwell», Revista de Occidente, 33-34 (1984), págs.79-93. Véanse los estudios más recientes de Ainsa, Fernando, «Modernidad y vanguardia en la marcha sin fin de las utopías en América Latina», Cuadernos Americanos, (Nueva época), 50, (1995), págs. 118-129, y Ceruti Guldberg, Horacio, «¿Fin o Renacimiento del pensar utópico?», Cuadernos Americanos, 50, (1995), págs. 130-136.

 

516

Gómez Tovar, Luis & Delgado Larios, Almudena (ed.), Esbozo de historia de las utopías de Max Nettlau, Madrid, Ediciones Tuero-Fundación Salvador Seguí, 1991, pág. 35.

 

517

El original alemán consta de dos tomos: el primero de ellos apareció en 1918 con el título de Untergang des Abendlandes. Umrisse einer Morphologie der weltgeschichte der gestalt und wirklichkeit (La decadencia de occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal); el tomo II y último, titulado Welthistorische Perspektiven (Perspectiva del hombre y la técnica) se publicó en 1922. A partir de 1923 comenzaron a publicarse partes de la obra en La Revista de Occidente. La versión española se compone de 4 tomos, ed. de Manuel García Morente, Madrid, Calpe, 1923-1932.

 

518

Ortega, si bien fue el introductor de la obra en el mundo hispánico, ello no le impidió mostrar sus discrepancias con el sistema spengleriano, desde el apartado de la filosofía de la historia que aparecen en Las Atlántidas (1924), Obras Completas, t. III, Madrid, Revista de Occidente, 1957, págs. 302-304 y ss.

 

519

No podemos perder de vista que nos encontramos ante la paradoja de una ideología surgida en Europa, que respondía a postulados eminentemente conservadores y que sólo se sentía atraída por cuanto de insólito había en Hispanoamérica. De ahí que cuando proponía un gran porvenir para América, siempre lo imaginaba ligado a la élite, tal como afirma James Maharg: «[...] entre casi todos los destacados europeos que se interesaron por América en estas fechas, existía la característica común de una mentalidad conservadora que se veía atraída por lo exótico de Hispanoamérica, y en la mayoría de los casos fue esta propensión hacia lo exótico la que prefirieron aceptar los hispanoamericanos. En otras palabras, optó el intelectual americano por ignorar lo conservador de estos pensadores, ya que tal actitud encajaba en las corrientes optimistas que contribuían a hacer resaltar el gran porvenir de América», Maharg, James, «Meditaciones americanas sobre Ortega», Revista de Occidente, 118 (1973), págs. 1-15, cit. págs. 2-3.

 

520

Como es bien sabido el método de Vasconcelos es deudor además de Spengler, de filósofos como Plotino, San Agustín o Bergson, así como de influencias de doctrinas filosóficas y teológicas de la India. Su síntesis étnica denominada «quinta raza» tendría su sede en América y se llegaría a ella basándose en las supuestas teorías de la decadencia spengleriana. Vasconcelos fue en este sentido el que más de cerca siguió las teorías spenglerianas y el que construyó todo un sistema en torno a la gran misión reservada para Iberoamérica: «Ya no será la raza de un solo color, de rasgos particulares, la que en esta vez salga de la olvidada Atlántida; no será la futura ni una quinta ni una sexta raza, destinada a prevalecer sobre sus antecesoras; lo que de allí va a salir será la raza definitiva, la raza síntesis o raza integral, hecha con el genio y con la sangre de todos los pueblos y, por lo mismo, más capaz de verdadera fraternidad y de visión realmente universal» (Vasconcelos, J., La raza cósmica, Obras Completas, t. II, México, Libreros Mexicanos Unidos; Tomo I, 1957; Tomo II, 1958; Tomo III, 1959; Tomo IV, 1961).