Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

521

En carta que lleva por fecha 5 de febrero de 1929 expone Pedro Henríquez Ureña: «la cultura alemana actual: es mediocre, no hay ningún pensador que no diga tonterías en cada página padecen de infantilismo presuntuoso, pero dicen cosas de cuando en cuando.[...] con todo lo malo que noto en Spengler y en Keyserling, les encuentro interés. [Pero] me parece lamentable que autores así sean guías de nuestro tiempo [...]. Te confieso que tengo una gran decepción desde hace años porque veo que la humanidad aprovecha muy poco los esfuerzos de su pasado: en cada generación se leen autores que repiten las cosas dichas en la anterior, y la generación nueva cree que las acaban de inventar, porque no ha leído a los anteriores [...] (Epistolario íntimo (1906-1946) Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, edición de J. J. de Lara, Santo Domingo, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1981- 1983, t. III, págs. 364-365.

 

522

La noción de «decadencia» de las culturas presentada por Spengler no era algo totalmente novedoso, dicho enfoque se venía sucediendo desde la Antigüedad. La obra cumbre en este sentido fue The History of the Decline and Fall of the Roman Empire (publicada entre 1776-1788) de Edward Gibbon (1737-1749) sobre la caída del Imperio Romano. El concepto de decadencia ha sido muy utilizado por historiadores y filósofos. A lo largo del siglo XIX cuando el desarrollo industrial trae consigo la idea de progreso, se abandona este tipo de análisis quedando relegado a las sociedades del pasado. El giro se produce de nuevo con la Primera Guerra Mundial síntoma de un mundo en crisis y en este momento le toca la quiebra a la civilización occidental. Por la misma época que La decadencia de Occidente de Spengler tenemos Le Déclín de l'Europe del geógrafo Albert Demangeon. Luego tras la crisis económica de 1929 los historiadores vuelven a proyectar en el pasado el signo de decadencia presente, lo que aparece reflejado en 1932 con la poco acertada traducción de la gran obra de Huizinga, J., El otoño de la Edad Media, que debería traducirse más bien por La decadencia de la Edad Media, que resultaría más fiel al original. Arnold Toynbee se refiere también a la muerte de las civilizaciones (Toynbee, A., A Study in History, 1934). Paralelamente surgen estudios que giran en torno a si es válido o no el término decadencia como objeto de análisis histórico. Véanse Suárez Fernández, Luis, Corrientes del pensamiento histórico, Ediciones Universidad de Navarra (eunsa), 1996; Mitre, Emilio, Historia y pensamiento histórico. Estudio y antología, Madrid, Cátedra, 1997; Corcuera de Mancera, Sonia, Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX, México, FCE, 1997.

 

523

«La cultura de las humanidades», La utopía de América, [1989: 61].

 

524

«Patria de la justicia», Ibidem, pág. 10.

 

525

Última Tule, Obras Completas, Vol. XI, pág. 58.

 

526

Plá, Josefina, «La narrativa en el Paraguay de 1900 a la fecha», Cuadernos Americanos, núm. 231, mayo 1969.

 

527

Conte, Rafael, Lenguaje y violencia. Introducción a la narrativa hispanoamericana, Madrid, Al-borak editores, 1972, pág. 54.

 

528

En el estudio de David Lewis Jones (Paraguay. A bibliography, New York-London, Garland Publising In., 1979) podemos observar la escasez de obras históricas hasta después de la Guerra contra la Triple Alianza (1865-1870). Tras la guerra, lo veremos a lo largo de esta ponencia, la tendencia de este tipo de obras se acercó más a la mitificación que a la historiografía. Sólo a partir de los años ochenta de nuestro siglo, se puede hablar con propiedad de «estudios históricos» en Paraguay.

 

529

Jitrik, Noé, Historia e imaginación literaria. Las posibilidades de un género, Buenos Aires, Biblos, 1995, pág. 84.

 

530

Sobre este tema, considero imprescindible el estudio de Rodríguez Alcalá, Guido, Ideología autoritaria, (Asunción, RP, 1987) y su conferencia «Temas del Autoritarismo», presentada en el Congreso de la Universidad de Maryland (EE. UU.), en abril de 1994, y publicada en Borges y otros ensayos, Asunción, Don Bosco, 1995, págs. 33-49. Estos dos textos fueron fundamentales en la elaboración de los datos sobre historia que aquí se presentan. Además, queremos hacer pública nuestra gratitud a Guido Rodríguez Alcalá por su constante ayuda: fichas bibliográficas, contactos con historiadores y críticos, y aclaraciones sobre su propia obra literaria.