Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

541

Por ejemplo, el 24 de junio de 1868 (año 2, número 64), Cabichuí contenía varios textos conmemorativos del cumpleaños del Mariscal. Uno de esos textos era el anónimo «Canto al glorioso natalicio de S. E. el Señor-Mariscal DON FRANCISCO SOLANO LÓPEZ»:

«¡El veinticuatro de Julio! / ¡Día célebre é inmortal! / ¡Que al mundo por Dios fué dado! / ¡Un héroe sin igual! [...] / Es el día que la Patria / ¡Recibió á su Salvador! [...] / ¡Don Francisco Solano López! / ¡Nuestro Invicto Mariscal! / Los bárbaros enemigos / De nuestra dichosa paz / Pactaron en feroz guerra / La muerte del Paraguay [...] / Las armas del enemigo / Sus legiones y banderas / Están clavadas de suelo / Deshechas y prisioneras [...] / Nuestro honor y nuestras glorias, / Nuestra vida y dignidad, / La fama de nuestra Patria, / Su grandeza y libertad: / Todo, todo lo debemos / ¡A ese Genio tutelar! / ¡A ese brazo de Dios vivo- / Nuestro Invicto Mariscal! [...].

 

542

El censo de 1857 establecía que la población paraguaya era de entre 800.000 y 1.300.000 personas. Sin embargo, Vera Blinn Reber en «The Demographics of Paraguay» (citado por Doratioto, Francisco, «A construçao de um mito», Folha do S. Paulo, 9-11-97, Suplemento Mais!, pág. 6) concluye que la población de Paraguay antes de la guerra no superaba las 318.144 personas, y que el censo de 1857 fue falsificado para disuadir a posibles invasores. Similares son los datos de Diego Abente (Abente, Diego, «The War of the Triple Alliance: Three Explanatory Models», Latin American Research Review, 1982, núm. 2, pág. 56): Paraguay tendría, al comienzo de la guerra, unos 400.000 habitantes (mientras, la población de Brasil era de 9.100.00 habitantes, la de Argentina de 1.737.000, y la de Uruguay de 250.000).

En Historia de América Latina, (Bethell, Leslie (ed.), Barcelona, Crítica, 1985, tomo sexto, pág. 312), se llega a afirmar que «la valoración tradicional que considera que hubo un millón de muertos es un dato gratuito [...] Perdió la mitad de su población, que descendió de las 406.646 personas que había en 1864 a las 231.000 de 1872».

Los datos de estos autores se hacen todavía más verosímiles si consideramos el censo de 1846, donde se da la cifra de 238.826 habitantes (de ellos, 17.212 pardos, de los cuales 7.893 eran esclavos y 523 libertos). No parece probable que, en sólo once años, la población de un país se multiplicase por cuatro.

 

543

Esta «literatura de la consolación», caracterizada más por sus objetivos que por su estilo, tuvo seguidores como Enrique D. Parodi (Asunción, 1857-Buenos Aires, 1917) y Adriano M. Aguiar (Asunción, 1859-Montevideo, 1913).

 

544

Rodríguez Alcalá, Hugo, La incógnita del Paraguay y otros ensayos, Asunción, Arte Nuevo, 1987, págs. 21-22.

 

545

O'Leary (Prosa polémica, Asunción, NAPA, 1982, págs. 152-159) dijo de López: «Esa figura es como el nudo de nuestra historia, principio y fin de nuestra epopeya, clave de nuestro pasado, cumbre y cima, aurora y ocaso, resplandor de luz meridiana, [...] encarnación de todas nuestras grandezas morales y símbolo vivo de todos nuestros dolores. [...] Montaña de patriotismo, en sus entrañas brama el fuego de su amor desmesurado a nuestra tierra y en su alta frente pensativa parece que bullen todos los anhelos de nuestra raza [...] Se habla de sus errores y hasta de sus crímenes. Se dice que fue cruel. Su gran error fue no haber vencido. Su crimen, haber amado demasiado a su patria. [...] Los que hurgan en las intimidades de nuestra historia para encontrar motivos de desaliento [...] para empequeñecer o anular los méritos de nuestros grandes hombres, para disminuir ese patrimonio moral que es nuestro único título al respeto y a la admiración del mundo, más que nuestro odio, deben merecer nuestra compasión. [...] úlceras aún no cicatrizadas, abiertas por la guerra, quieren hacernos creer que no somos sino carne putrefacta; idiotez irremediable que quiere confundirnos con su propio cretinismo, aislémosles en el leprocomio de nuestro desprecio, mientras seguimos cantando el himno de nuestras glorias, seguros de que en los días que vendrán han de ser también para nosotros esa reparación que nos debe Dios en los designios de su justicia inmanente!».

 

546

O'Leary, Juan E., Apostolado patriótico, Asunción, La Mundial, 1930.

 

547

A Eloy Fariña Núñez (Humaitá, 1885-Buenos Aires, 1929), debemos la que se ha considerado la más pura aportación paraguaya al modernismo: el libro de cuentos Las vértebras de Pan (1914), donde, a las características propias del movimiento, une la exaltación del país. La sobrina del mariscal López, Ercilia López de Blomberg (Asunción 1865-Buenos Aires, 1965), reflejó la vida del Paraguay de la posguerra en la novela Don Inca (1920). Ya dentro del realismo, se sitúa la obra de Juan Stefanich (Asunción 1989-Buenos Aires 1979), autor de la primera novela larga publicada en formato libro por un escritor de origen paraguayo: Aurora (1920), en la que critica el estado social y político del país.

 

548

Al costumbrismo se adhirieron, entre otros, Eudoro Acosta (Cuentos nacionales y Corazón raído), Ricardo Santos (El hombre de la selva) y «Rosicrán» (Narciso R. Colmán, autor de los primeros relatos publicados en guaraní). Así mismo, el costumbrismo sirvió de vía a Natalicio González (Cuentos y parábolas, 1923) para verter sus deseos de exaltar lo que él consideró más genuinamente paraguayo; y a Teresa Lamas (Asunción, 1887-1975) para generar la primera obra publicada en forma de libro por una mujer paraguaya en su país: sus relatos costumbristas de fondo histórico, Tradiciones del hogar (dos volúmenes, 1925 y 1928).

 

549

Dentro de esta nueva tendencia se inscriben las obras narrativas de José Santiago Villarejo (Asunción, 1907), como la novela Ocho hombres (1934), donde reflexiona sobre la situación humana en la guerra, y la colección de relatos Hoohh lo saiyoboy (cuentos de la guerra y de la paz). También el ensayista y periodista Arnaldo Valdovinos (Villeta, 1908-Buenos Aires, 1991), se acercó a la Guerra del Chaco a través de la narrativa (Cruces de quebracho, 1934), del artículo (Bajo las botas de una bestia rubia, 1933) y de la poesía (El Mutilado del agro, 1935). Sin embargo, el conflicto chaqueño, que generó en el país perdedor toda una serie de obras literarias sobre el tema, no tuvo más exponentes narrativos en Paraguay.

 

550

En 1937 (aunque su publicación se retrasó hasta 1953), se escribió la primera novela de la tierra en el país (La raíz errante, Natalicio González), en 1938 se publicó un volumen de relatos con evidente crítica social (El guajú, Gabriel Casaccia), en 1940 surgió la novela psicológica con notas existenciales (Mariano Pareda, Casaccia), en 1947 se introdujo la vertiente onírica (El Pozo, Casaccia), en 1948 apareció la novela naturalista (El árbol del embrujo, de Anastasio Rolón Medina), en 1951 se creó la primera novela autobiográfica (La ciudad florida, Jaime Bestard) y en 1952 se denunció la situación del campesino de los yerbales paraguayos (Follaje en los ojos, José María Rivarola Matto). Simultáneamente, continuó la tendencia costumbrista (Acuarelas paraguayas, 1947, Carlos Zubizarreta), el reflejo de la vida cotidiana (El terruño, 1952, Claudio Romero; Polen al viento, 1953, Juan F. Bazán) y la exaltación de lo paraguayo (Ñandé, 1958, Waldemar Acosta).