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791

Se publicó en México, U. A. M. (Azcapotzalco), 1982.

 

792

En la antología preparada por Jorge Iglesias, Donde irrumpe la luz. 18 poetas cubanos (Universidad del Magdalena, Ediciones Diálogo, 1995), sólo son antologados dos poetas de los que comenzaron a publicar sus libros a partir de 1980: Reina María Rodríguez y Ángel Escobar.

 

793

Sánchez Aguilera, Osmar: «Poesía en claro. Cuba, años 80 (long play/variaciones)», segundo prólogo a Poesía cubana de los años 80. Antología, Madrid, Ediciones La Palma, 1993, págs. 33-79; págs. 40-41. La selección la realizó Alicia Llarena, y la obra cuenta con una primera introducción suya. Una apretada síntesis del artículo fue publicada con el título «Poesía cubana de fin de siglo: otra poesía» en La Gaceta de Cuba (noviembre-diciembre de 1993), págs. 42-45.

 

794

Hoz, León de la: «Prólogo», op. cit., pág. 21. Señala entonces cómo «en el empeño por dotar a la Revolución de una poesía revolucionaria se dogmatizó la función cognoscitiva hacia objetivos políticos e ideológicos, en detrimento de otras funciones», con lo que la poesía de los primeros «caimanes» mostró una «marcada tendencia panfletaria» que legitimó la «pobreza expresiva» (pág. 33).

 

795

A propósito de un encuentro de poetas cubanos tanto de la isla como del inmenso territorio del exilio que tuvo lugar en Estocolmo en mayo de 1993, Reina María Rodríguez impugnaba la imposibilidad del diálogo real a causa de «esos extremos dogmáticos y empobrecedores de la polarización». En «Estocolmo: intolerancia, retractaciones, diálogos», La Gaceta de Cuba 4, (1994), pág. 61.

 

796

Con ello no pretendemos negar la fuerte presencia de lo erótico en la obra de Reina, sino más bien situarla en un contexto más amplio en el que hacerla inteligible: «(mi lujo) a la hora del mediodía, con el intenso calor, abrir las piernas y dejar que esa lengua delgada ande otra vez hurgando allí una vía de entrar a la ciudad, de conocer su ruido, saber si yo era cierta a través de una capa de olores puros, o ácidos, mezclados (olores que sobrepasan cualquier ph, tierra, virilidad, femenidad; olores que un perfumista esencial decidió combinar con tonos de rojos, fresa, claro, púrpura) yo pensando qué estaría descubriendo allí bajo el vértigo, qué fórmula se haría de verdad de su saliva conmigo». Pertenece a «luz acuosa» de Páramos, La Habana, Unión, 1995, pág. 24. A partir de este momento seguiremos esta edición.

 

797

Leemos: «busco explicarme la imposible dualidad símbolo-objeto: lo que parece que somos y nos creemos y la realidad. inscribir la memoria de un tiempo en la historia, ser protagónico (agónico) de ese momento, más allá de su representación (sin las parodias de mí misma en el oficio de «lo poético»)» («como las cosas caras», Páramos, pág. 36).

 

798

De Páramos: «hay símbolos que han impedido que tal sustancia al derramarse sea la vida (prefijación alquímica de las cosas), entre el momento en que se produce y el que la escribo, describo en ese espacio, hay una corrupción (como una comida recalentada, o una ensalada mustia que volvemos a rociar con vinagre)» («tutaoille ziguedau», pág. 20).

 

799

Fernández, Teodosio: «La última poesía cubana», loc. cit., pág. 153.

 

800

Como «toda definición es minúscula» («páramos», Páramos, pág. 13), puede que sea por esta razón por la que Reina María Rodríguez prescinde del preceptivo uso de las mayúsculas tras un punto, lo que sin duda dificulta la lectura pero a su vez avisa sobre la imposibilidad de un discurso afianzado en su propia confianza.