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El Congreso Universal de la Poesía


Será preciso que me ocupe por segunda vez -y no a de ser la última- del futuro Congreso de la Poesía en Valencia, única nota azul en medio de las angustiosas notas rojas de la guerra africana?

Este Congreso, que ahora se denomina «Congreso Universal de la Poesía», habrá de celebrarse en la ciudad levantina del 27 de octubre al 3 de noviembre próximos.

A él se invita a todos los poetas «que además de unidos por el sumo vínculo espiritual, lo estén por el de consanguinidad o por el de afinidad a los poetas españoles».

Con tal fin se ha publicado -y sus autores han tenido por cierto la bondad de unir mi firma a la suya- una entusiasta convocatoria, en la que se dicen, entre otras, las siguientes cosas:

«A los nacionales y regionales de la Península, así como a los del Continente e islas de América; a los franceses, incluyendo entre ellos a quienes cultivan las lenguas d'oc y d'oil; a los ingleses del país de Gales; a los italianos que hablen dialectos e idioma; a los portugueses de aquende y allende el mar: a los alemanes, a los escandinavos. a los romanos y los sefarditas se dirige este llamamiento.

»Deseamos, sin reparar en confesiones ni en procedencias, que acudan a la cita los servidores de la Musa académica y los enamorados de la Musa aldeana; los refinados y los ingenuos; los irónicos y los místicos; los cautivos de lo ideal y los andariegos de la vía pública; todos aquellos, en fin, que posean la gracia comunicante de las palabras armoniosas».

Como se ve, nada se quiere de matices exclusivos, nada de hoscos, nada de escuelas inhospitalarias. Todos los poetas caben dentro de la serena amplitud del arte.

Pero sigue diciendo la convocatoria: «Y al convocar a los oficiantes convocamos de igual modo a los fieles, pues que a una sola comunión pertenecen los que administran y los que observan el mismo culto.

»Época de Renacimiento poético es la época actual, no obstante el predominio aparente de los intereses materiales y de las aventuras positivistas. La industria y el comercio han entendido que el arte es su mejor auxiliar; que las grandes empresas e iniciativas no se desarrollan exclusivamente en los libros de caja, y que sin un poco de vapor de alma no funcionan bien las mejores máquinas ni avanzan con segura velocidad las más potentes locomotoras.

»Ya no se considera a la Poesía como el ruido de un viento que, según la frase helénica, pasa desparramando gérmenes por golfos y despoblados. Se la considera como una sembradora que en dondequiera que hay una mota de tierra laborable deposita una semilla generatriz, como una fuerza real que tonifica, embellece y engrandece la vida y el trabajo de los hombres».

Decían los admirables artistas del Renacimiento: «Lo que seas, sélo con toda tu alma»; y antes habían dicho los latinos: Age quod agis.

Convengamos en que estos poetas de la convocatoria que he venido reproduciendo, cumplen, con amor, imperativos tales: Son poetas desde el fondo de las entrañas; creen que esta función de la Poesía sigue siendo, a pesar de los pesares, la más alta de todas; no tienen vergüenza de ser poetas; al contrario, de serlo se ufanan y enorgullecen. ¿Pensarían de otra suerte en un congreso universal de la Poesía? ¿Tendrían de otra suerte ese entusiasmo cálido, contagioso hasta para los más pesimistas? Y por otra parte, ¿a qué escribir convocatorias, a qué organizar congresos, a qué hacer nada en el mundo sin este factor capital del entusiasmo? Todo intento que por él no está animado, lleva en sí mismo su germen de muerte. Imaginad cuanto queráis; proponeos cuanto imaginéis, pero hacedlo con entusiasmo y estáis salvados, porque vuestra noble exaltación contagiará a los demás, y cuando los demás estén contagiados de vuestra santa locura, ni encontrarán nada absurdo ni reputarán nada imposible.

¡Cómo queréis que triunfe el ensueño si lo lleváis vergonzosamente disimulado a las espaldas, como un fardo y no ya como un ala! ¡Cómo pretendéis que la poesía vuelva a enseñorearse de todas las cosas si ante la sonrisa irónica de cualquier troglodita os ruborizáis de escribir versos!

No hay, entendedlo bien, no hay empresa, por práctica que sea, que concebida en un grado eminente por ingenio, así sea un genio del negocio y del libro mayor, no tenga una alta dosis de imaginación y de poesía. Los reyes del acero, del petróleo, de lo que queráis... inclusive del tocino, han necesitado para amasar la suma de poder que tienen en sus manos, una audacia poética, una imaginación exaltada. En la cima -lo mismo en la del negocio que en la de cualquiera otra actividad mental -siempre hay poesía, como en la cumbre de las altas montañas hay siempre nieve...

Volvamos empero todavía a nuestra convocatoria, que sigue diciendo:

«Bienvenidos serán a Valencia los que a este fraternal emplazamiento respondan, y bien hallados se sentirán en la espléndida metrópoli levantina, en donde a vueltas de cuatro centurias se determina un segundo Renacimiento mercantil, artístico y literario, en donde el ambiente moral es tan propicio a la faena de los brazos como al alumbramiento de las imaginaciones y en donde, si se multiplican las flores, no menos se multiplican los frutos».

Ya en otra ocasión, comentando yo algunas palabras de Alfredo Vicenti en El Liberal, hablaba de este renacimiento artístico y literario, no sólo de Valencia, sino de toda España. En efecto, no hay época en que los juegos florales, los certámenes y concursos de todos géneros hayan sido más frecuentes, y es indecible el número de libros de imaginación que se leen. Blasco Ibáñez, a este propósito, me daba cifras que asombran. Existen ciudades españolas, de tercer orden, donde se venden hasta tres mil ejemplares de ciertos libros. Y en cuanto al arte, ¿cuál es la casa que se resigna a no ostentarlo en alguna de sus más amables formas? Se ha visto, por ejemplo, a duques a quienes el chic y el sport parecían alejar enormemente de ciertas manifestaciones artísticas, ayudar de un modo entusiasta, y efectivo sobre todo, a un joven pintor cuyo género de talento no parecía susceptible de impresionar más que a ciertos elegidos.

Ha podido quizá notarse en España, si no decadencia, cierto espíritu retardatario para algunos progresos, que, afortunadamente, se van ya abriendo campo; pero el entusiasmo poético, literario, artístico, nunca como ahora ha estado despierto.

En Portugal también se advierte un activo movimiento literario y poético, y este entusiasmo por las letras es acaso el único que caldea los espíritus en la tierra lusitana. No hace mucho tiempo, en vida del rey don Carlos, un gran poeta: Guerra Junqueiro, la primer figura lírica del vecino reino, fue llevado a los tribunales por asuntos políticos.

Al preguntarle: ¿cuál es vuestra profesión? -«¡Soy poeta!» -respondió serena y reposadamente Guerra Junqueiro; y el juez, sin hacer la menor observación, sin la menor muestra de extrañeza, encontrando que ser poeta era ejercer una noble función social, hizo un gesto al secretario para que constase en el acta esta «profesión» de Guerra Junqueiro.

A don Juan Valera, en cambio, le causaba cierta pena pronunciar la palabra «escritor» cuando se le preguntaba su profesión, y prefería decir que era diplomático retirado; pero nacía la pena de don Juan de una consideración pecuniaria. Parecíale que la profesión de escritor estaba indecorosamente pagada en España, tanto que apenas podía mencionarse como «oficio».

Pero antes de terminar este breve informe, bueno será que sepan ustedes cuáles son los fines «prácticos» (usemos la palabra ya que está tan en boga) del Congreso universal de la Poesía:

«Anhelamos -dice la convocatoria- concretar los esfuerzos de todos los interesados para asegurar las conquistas modernas y ensanchar las acciones futuras de la Poesía; queremos reforzar los lazos de la simpatía con los del recíproco apoyo entre los poetas de España y los de fuera, sostener la fe, alentar la inventiva y agrupar en torno a quien sepa hacer sentir, auditorios cada día más numerosos y varios que le escuchen; es nuestro propósito fomentar y propagar un culto a la vez humano y divino, cuyo influjo sobre las conciencias y las inteligencias supera al que ejercen las otras bellas artes.

»Pero deseamos también que para los efectos de la propiedad intelectual, de la publicidad y de la librería; para el intercambio de la producción nacional y extranjera y para obtener de los Gobiernos protección análoga a la que alcanzan la música, la pintura y la escultura en todas sus derivaciones, presenten, discutan y aprueben los congresistas aquellas fórmulas y reglas que mejor conduzcan a los fines expresados».

Tranquilícense, pues, los utilitaristas: Esta fiesta «de la paz, de la fraternidad y de la cultura» tiene sus fines concretos definidos, prácticos. El tiempo, que diz que es dinero, no se perderá del todo. La cigarra en esta vez ha hecho alianza con la hormiga.