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La Muracinda

Juan de la Cueva



   La horrible empresa, el espantable efecto
de la sangrienta Alecto administrado,
canto, de los dos bandos encontrados:
el uno de los gatos infieles
y el otro de los perros animosos 5
y leales, y cómo fueron muertos
y vengados los gatos de su ofensa
de haber muerto a la gata Muracinda.
   Oh musa, a quien le toca este cuidado
no te desdeñes del sujeto humilde, 10
pues ya cantó de ranas y ratones
el smírneo poeta, y la sagrada
lira de Mantua, en números divinos
nos dejó la memoria de un moxquito.
   Tú (oh celeste Can) que entre los astros 15
tienes tu asiento, envía tu socorro
en favor de tus canes, que la Muerte
los tiene condenados a que mueran,
por el orden fatal que iré contando.
   Tomares, es un agradable pueblo 20
principio del riquísimo Ajarafe
puesto en la altura de una ecelsa cumbre,
famoso por los frutos de que abunda
y por su ilustre fuente esclarecido.
   Este fértil lugar de Baco y Palas 25
por la parte del Euro que le espira
y la Aurora le da la luz primera,
mira a la sacra Hispalis y al Betis
cómo ciñe la vega de Triana,
fértil de vides y árboles frutales; 30
de aquí se ve, volviendo el rostro al Bóreas
de la rica Triana el llano asiento,
do está el Tribunal sacro que defiende
la verdadera fe contra Lutero;
desde aquí, atravesando el pueblo ilustre, 35
que dos millas está nuestro Tomares,
donde esta historia su principio tuvo,
que fue éste su origen verdadero:
   En los tiempos pasados tuvo un cura
de gran dotrina y de virtud ejemplo, 40
que a todo aquel lugar administraba
los divinos oficios, enseñando
las cosas de la Fe a la rudeza
del vulgo agreste que tenía a su cargo.
   Un día sucedió, que entró en su casa 45
cuando el Sol puesto en su mayor altura,
hería la tierra con derechos rayos;
ocupó el padre cura, silla y mesa,
bastecida de frutas y viandas
con moderada cantidad en todo, 50
que la mesa templada desta suerte
huye con menosprecio, y abandona
la gulosa abundancia, que promete
dar de comer a cien epicúreos
y osa a Fabricio convidar en ella; 55
prosiguió su comida, y tomó un hueso
(en que el Hado encerró la dura muerte
que lo había de ser de tantas vidas)
y echóselo a la gata Muracinda
a quien él regalaba con estremo. 60
   Desto se ofendió mucho Tribugena,
una podenca dél tenida en mucho
porque en su ministerio era ecelente;
gimió entre sí, dudando qué haría,
con mil bascas airada, vacilando, 65
dio tres aullidos y escarbó la tierra
de la ira instigada en que vía arderse;
temiendo al cura estaba suspendida,
viendo el agravio, ardía en furor y rabia.
Al fin rompió el enojo la templanza; 70
sin poder más de sí, dejó las dudas
que tan perpleja la tenían dudando,
llena de horror sin recelar ya nada
llegó a la gata, acometió a quitalle
por fuerza el hueso; ella lo defiende 75
con boca y manos, erizado el pelo.
   Tribugena en quitárselo porfía,
y ambos asidos dél, la Muracinda
largó la presa y aprestó las uñas
aferrando la cara a la podenca, 80
que toda se la aró de un cabo a otro
que le obligó a dejar el factal hueso;
sentida del dolor y del agravio,
de los lomos le hizo fuerte presa
saleándola a una y otra parte 85
sin largalla jamás de entre sus dientes,
rindió el vital espíritu a la Muerte.
   Cuando el cura su gata vido muerta
desvía la silla y la mesa arroja,
dando crecidas voces sin concierto 90
maldiciendo la perra y quien la trujo
a su poder. Echando por los ojos
fuego, de la congoja y el enojo,
arremetió con ella, y con un cabo
de una hacha, le dio inhumanos golpes, 95
que la tendió en el suelo, echando sangre
por la boca, los ojos, y narices;
y queriendo acabar con ella, un lazo
corredizo le puso a la garganta,
mandando a dos criados, que en comiendo 100
la llevasen al campo y la ahorcasen.
Amarróla a una reja que tenía
en el zaguán, y vuelve a ver su gata,
que cercada de gatas y de gatos
estaba, que Mardux, un gato amigo 105
como la vido muerta, en los tejados
se subió maullando y dando aviso
del desastrado fin de Muracinda.
   Al lloroso maullar, por los tejados,
por las calles, las puertas, y ventanas, 110
por las bardas, vallados y portillos
acudió tanto número de deudos,
conocidos, amigos, y obligados,
sin que en el pueblo y toda su comarca
quedase por venir un solo gato, 115
que llenaron la casa de alto a bajo.
   Un gato que servía a un hortelano,
llamado Tusicol, de mucha fama,
que había hecho muchos desafíos
y muerto muchos gatos en campaña, 120
era un gato montés, de grande cuerpo,
de cervix gruesa, y de tendidos pechos,
de fuertes brazos, y leoninas garras,
llegó airado con feroz denuedo,
alta la cola y erizado el pelo; 125
los ojos, que del caxco le saltaban,
un grueso troncho de una llanta al hombro
con tres o cuatro clavos a la punta
queriendo así imitar la hercúlea clava,
cubierto el cuerpo de la piel de un perro 130
(que su amo ahorcó de una higuera)
cual de la piel nemea el gran tebano,
diciendo que por éstas sus insignias
habían de conocello como Alcides
por las suyas, pues le era igual en hechos. 135
   Muchos reían de la insignia loca,
otros, de temor dél, se la aprobaban,
que la fuerza tiránica compele
a hacer voluntades a su gusto.
   Lo primero, en llegando, miró al cura 140
haciéndole una grande cortesía
y sin aguardar más, se puso en medio
del concurso de todos, enclavando
los ojos en la muerta, aulló dos veces
que a todos hizo estremecer de miedo, 145
y más cuando esta voz dellos fue oída:
   «¿Dónde puedes estar, oh Muracinda,
que no te pueda yo volver al Mundo
sin que el trabajo ni el temor me rinda
ni cuantas fuerzas hay en el profundo? 150
Si estás allá, verás cómo deslinda
mi brazo, que desvuelta al Sol jocundo,
que, por la Estigie y sus ardientes fuegos
te sacaré, sin música ni ruegos.»
   Prosiguiera adelante en sus razones 155
Tusicol, si un clamor no le estorbara
que entre todos los gatos y las gatas
se levantó, pidiéndole que un riesgo
tan notorio evitase a su persona.
Sosegóse el escándalo, sentóse 160
entre todos, bajando el grueso troncho.
   El rumor que había oído Capirote,
el perro perdiguero del vecino,
lo llevó a la casa conocida
de donde conoció que había salido; 165
entró, y en el zaguán halló amarrada
a Tribugena, en sangre y tierra envuelta;
levantó el pelo en alto de horror lleno;
gimiendo amargamente le pregunta:
   «¡Querida mía! ¡Tribugena mía! 170
¿Qué es esto? ¿Quién te ha puesto desta suerte?
¿Quién ha tenido manos ni osadía?
¿Quién si te conoció pudo ofenderte?
Dime, ¿qué es esto? Que el pavor me enfría
la sangre de las venas y la muerte 175
está comigo ya. ¿Por qué difieres
de contarme tu mal? o, ¿de qué mueres?»
   Levantó la cabeza Tribugena
gimiendo y basqueando con su daño
y esta razón, envuelta en tristes ansias, 180
dejó salir de la sangrienta boca:
   «Qué quieres que te diga Capirote,
si me ves con la soga a la garganta,
aguardando que tuerzan el garrote
o me suspenda la primera planta.» 185
«No te fatigue tanto ni alborote
eso, que tanto con razón te espanta
-respondió el perdiguero-, ten esfuerzo
que tú verás como su intento tuerzo.
   No es tiempo -dice- que hablemos tanto, 190
sino acudir con presta diligencia
a remediar tu vida y tu quebranto,
con deshacer tan áspera sentencia.
Libre te verás luego, deja el llanto,
y advierte que procedas con prudencia 195
en tu huida, y a tu tío Lautaro
vayas, que te asegure y dé su amparo.»
   Esto diciendo, con presteza coge
la dura cuerda entre sus fuertes dientes
y empiézala a roer con tal instancia 200
que la tronchó, y el lazo aflojó luego
dejando la garganta que apretaba.
   Libre de su congoja Tribugena,
guiándola su amigo Capirote,
dejan la casa y toman el camino 205
de Sevilla, do espera su seguro.
   El perdiguero, habiéndola dejado
en Triana, que ya quedaba en salvo,
subió la cuesta y torció el camino
escondiéndose siempre por las viñas 210
y yermos eriazos encubiertos,
porque nadie pudiese dar noticia
que lo vio en el camino y fuese indicio
para que se aclarase su secreto,
en que fue tal su arte y tal su astucia 215
que de nadie entendido entró en su casa,
que parece que le iban ayudando
todas las cosas a su buena obra.
   Habiendo los dos mozos satisfecho
con Baco y Ceres su enojosa hambre, 220
contentos sus estómagos, dejaron
la mesa, y a cumplir la letal suerte
que les mandó su amo en Tribugena
salieron, y llegaron a la reja
donde su amo la dejó amarrada; 225
hallan el lazo roto, sin la perra,
admíranse y no saben qué hacerse,
quedándose mirando el uno al otro;
pavorosos del caso, dieron voces
llamando a su señor a grande priesa, 230
que no con menos diligencia vino,
y viendo la ocasión a que lo llaman
de furor lleno, así habló con ellos:
   «Decí, desmesurados, ¿no os afrenta
que lo que encomendé a vuestro cuidado 235
con tal descuido y con tan poca cuenta
lo hayáis con menosprecio mío olvidado?
¿Qué hombre habrá que desto no se sienta?
¿Qué hombre habrá que evite el ser vengado?
¿Qué prudencia hay que temple un justo enojo? 240
¿Qué razones de un blando desenojo?
   Quiero enfrenar la cólora, y dejaros,
que no faltará tiempo ni ocasiones,
pues me dais tantas que podré pagaros
con obras, como ahora con razones; 245
id por todo el lugar, sin ocuparos
en más que en dar alivio a mis pasiones,
con buscarme, y traerme aquí arrastrando
aquella infernal perra que os demando.»
   No dijo más, y vuelve las espaldas, 250
llevado de su enojo, a su aposento;
los criados tomaron el camino
a cumplir lo que el amo les mandaba.
   Oyendo estaba este despacho Nusco,
un admirable gato que tenía 255
vividos más de cuatrocientos años
con aromas y cosas preparadas
ocultas a los hombres, que él sabía
de los celestes astros e influencias.
   Este, viendo el escándalo que daba 260
la fuga de la perra, en medio puesto
de los llorosos gatos, así dice,
en Tusicol los ojos enclavando:
   «Toda la admiración que así os altera,
el escándalo ciego que os conturba, 265
corregid, y los ánimos quietaldos
lanzando el miedo si en alguno reina.
La perra que huyó, que tanto aflige
al señor de la casa, y a vosotros,
está en Sevilla, convocando perros, 270
con favor de Lautaro, un tío suyo,
que cruda guerra nos promete a todos.»
   Levantóse un clamor entre los gatos,
que no se oía razón, diciendo que ellos,
siendo en cuerpos y fuerzas desiguales 275
con los perros, pues uno solo dellos
a cuatro gatos los haría pedazos;
otros de mejor ánimo pedían
la guerra a voces; otros toman armas
y se salen al campo; otros sosiegan 280
el confuso alboroto con decilles
que ellos no saben más de lo que Nusco
dijo: que despachasen una espía
o al mismo Nusco, y con acuerdo en esto,
Tusicol, puesto en pie, a Nusco dice: 285
   «Esta empresa a ti solo es a quien llama,
que nadie sino tú puede emprendella;
acude a tu gloriosa y clara fama
que nos ilustra el vivo esplendor della.
Mira el temor que en todos se derrama 290
y antes de ver la guerra veo temella;
por eso, amigo, ve, y de ti entendamos
qué es esto, qué hay en esto, o, qué esperamos.»
   Puso fin Tusicol a sus razones,
y Nusco, al punto en una nube envuelto 295
se metió en un revuelto remolino,
de la vista de todos desviándose,
que no los dejó poco pavorosos.
   Llenos de frío temor quedaron todos,
del horrible espetáculo tremiendo 300
de ver a Nusco ir midiendo el aire
y aguardar el suceso de la guerra
que les había declarado a todos,
trayendo a la memoria aquel desastre
antiguo, do murieron tantos gatos 305
yendo a aquella conquista desdichada.
   Dice Panusco, escritor de pauta,
(de novecientos años a esta parte
corriendo del Era de Bambino)
que hubo un gato real en estas partes, 310
de grande esfuerzo, y de mayores hechos;
fue toda su privanza un gato armenio,
que supo más que el sabio Zoroastes
en los secretos de la oculta mágica,
y que también Demócrito sabía 315
todas las maravillas que dél cuentan
de un libro que dejó en su lengua escrito,
y que se la enseñó una gata vieja
en cinco años que le oyó leciones.
   Dicen, que estando un día los dos solos, 320
el rey le preguntó al gato armenio
le dijese si el reino de los simios
podía su potencia conquistallo;
y que le dio el armenio por respuesta
que suyo lo vería en breve tiempo, 325
y al rey Monululi, vasallo suyo.
   Esto le encendió el ánimo sediento
de guerras, y sin más difirir punto,
tocó cajas, enarboló banderas,
señaló oficiales y ministros, 330
pregonando la guerra a sangre y fuego
contra los simios, descuidados desto.
Juntó la más florida soldadesca
que jamás en el mundo se vio junta,
pagada por dos años, desde el día 335
que la flota a la vela se hiciese,
Aderezó gran suma de bajeles
que al mar debajo lo tenían sujeto;
cargáronlos de jarcia y municiones
con variedad de todas vituallas 340
y bastimentos para muchos días.
   Aderezado todo, el rey dio a Gonco
de general de la aprestada flota
la conduta, que usando al punto della
levar anclas mandó, largar escotas, 345
tender al viento las cogidas velas
que un fresco cierzo las levantó luego.
Dejaron las riberas conocidas
y por el ancho reino de Anfitrite
con proas herradas las cerúleas ondas 350
rompiendo, las cubrían de blanca espuma;
navegaron dos lunas sin ver tierra
y al cabo descubrieron a Gambico,
a Gonguz, Manitaya, Cayolinga,
fértil de cañashejas y algarrobas, 355
que parecían un alto promontorio.
Viraron a la diestra, y dieron fondo
en Vayaco, do son los simios verdes,
con lana que le arrastra por el suelo.
   De aquí, torcieron el timón a Lula, 360
huyendo de un hedor de escarabajos
de que infestados se morían los simios;
rayendo tus arenas, Bolicoya,
entre tus altos chopos escondida,
pasó la fuerte armada, y tú, Oliminda, 365
desde tus altas cumbres la mirabas.
Por entre Blinda y Sirna dieron vista
a Nirva, copiosísima de hongos,
tan grandes como está la luna llena,
que en ella menguan, y en menguante crecen. 370
   Todas estas provincias conquistaron
con gran valor los animosos gatos.
Llegaron a Cocumba, donde el llado
les guardaba su fin; aquí se dijo
que era Cocumba el Leteo de gatos. 375
Tiene Cocumba, que la cerca en torno,
un fértil prado de agradable vista
todo de espesos árboles compuesto,
y una peña de cuatro rodeada
que defienden al sol que no caliente 380
una fuente de vino que corría
por el prado, los árboles regando.
   Los gatos, conociendo el fértil puesto
hicieron alto, basteciendo mesas
de viandas y vasos del copioso 385
vino, a que todos luego se aplicaron
con libre destemplanza, de tal modo
que iban cayendo todos, uno a uno,
sin que quedase gato en todo el campo
a quien el vino no rindió y el sueño. 390
   Los simios, todos puestos en celada,
viendo que no podían resistillos,
salieron de repente dando en ellos,
y fue con tal hervor y tal fiereza
que a pocas vueltas, no dejaron gato 395
que no fuese despojos de la Muerte.
   Desto hacían memoria algunos gatos,
y lloraban con tierno sentimiento
de la presente guerra, que escuchando
estaba Nusco entre los perros puesto, 400
en su nube revuelto sin ser visto;
vía la multitud que se juntaba
en el cerro que ciñe el matadero
que llaman vulgarmente el Terremoto.
   En esta altura puesto el gran Lautaro 405
aulló tres veces, y ladró otras tantas;
gimió, escarbó la tierra, miró al cielo
(que el cuidado es estímulo pungiente
y da poco sosiego donde asiste,
cual en Lautaro la ocasión sangrienta), 410
y dejando salir la voz horrible,
así habló con denodado aspecto:
   «No es tiempo ya que punto difiramos
la ejecución de la venganza nuestra,
oh leales amigos, si estimamos 415
el claro honor, que en vos su esplendor muestra.
Este rostro de sangre que miramos
de mi sobrina, a todos nos adiestra
a quitar tantas vidas cuantas gotas
han dejado salir sus venas rotas. 420
   Un agravio de honor no se perdona
ni satisface sin letal castigo,
éste pide mi ofensa, éste baldona
mi nombre, en que esté vivo mi enemigo;
la guerra a voces mi furor pregona, 425
la guerra acabe el justo fin que sigo;
ea, amigos, al arma, al arma mueran,
que ésta ha de ser la redención que esperan.
   Vamos, y nuestro campo alojaremos
en Guadaira, y cuando esté dispuesto, 430
y todo junto, el orden tomaremos
que más convenga que se haga en esto;
síganme todos, vamos, ocupemos
aquel ameno y deleitoso puesto,
de donde ha de salir la fiera muerte 435
a los que nos provocan desta suerte.»
   Levantó en alto la enroscada cola;
todos al mismo punto lo imitaron
con un clamor horrible, de la suerte
que los fieros Gigantes cuando andaban 440
en su mayor ardor contra el gran Jove,
de su asiento los montes arrancando,
y con ellos hiriendo el alto cielo.
   Dejándose bajar del cerro al llano
pasan el fértil llano del glorioso 445
San Sebastián; dejándolo a la diestra
entran en la dehesa de Tablada,
tan abundante en pasto, que sustenta
cien mil reses, y más, en todo tiempo.
En su demanda, los valientes canes 450
llegan a Guadaira y por sus llanos
y espaciosa ribera se alojaron.
   En su revuelta nube estaba Nusco,
mirando todo lo que había pasado,
maravillado del furor y rabia 455
en que todos estaban encendidos,
tan conformes al gusto de Lautaro.
Levantó su vapor, dándole aliento
un blando soplo que lo puso en medio
de los amigos, y dejando verse, 460
con tal razón propone su embajada:
   «Obedeciendo el justo acuerdo vuestro,
oh valientes guerreros, vengo a daros
cunta de lo que vi al contrario nuestro
que al can trifauce jura de acabaros; 465
a sola su arrogancia y brazo diestro
remite el destruiros y asolaros
Lautaro, sin pensar que hay otra suerte
más poderosa que su brazo fuerte.
   Allí tiene consigo a Tribugena, 470
mostrándoles a todos las heridas
que le dio el cura, a quien también condena
con los demás que han de perder las vidas.
Resuelto en esto, en la ribera amena
de Guadaira, tiene recogidas 475
sus fuerzas, con mil fuertes compañeros
con que os piensa asaltar y deshaceros.»
   Levantóse un clamor tan espantable
a la postrer razón que a Nusco oyeron
que en grande espacio no se oyó otra cosa 480
que llorosos maullidos y confusos
llantos, que el aire suspendía con ellos,
cual en la gran Cartago el postrer día
que dio el severo cónsul por respuesta
que la ciudad le diesen, para dalla 485
al fuego, que encendiéndose en clamores,
desesperados de ningún remedio,
a las armas los llantos remitieron
Así los gatos, viéndose perdidos
y amenazados, cual les dijo Nusco, 490
dejaron el lloroso sentimiento
y al rabioso furor se entregaron todos
tomando armas, demandando a voces
que abuscar fuesen luego a su enemigo.
Tusicol, viendo el súbito alboroto 495
puesto en medio, esta plática les hace:
   «Amigos míos, ese ardor y saña
no importa ahora, sino ver primero
quién nos da su favor, o quién nos daña,
qué nos promete o niega el justo agüero. 500
Estar nuestro enemigo en la campaña,
amenazarnos el desnudo acero
de poco sirve, si la suerte nuestra
nos asegura con fortuna diestra.
   Désta nos has de dar, Nusco ecelente, 505
verdadera noticia, consultando
con aquella deidad que te consiente
que rostro a rostro, tú le estés hablando.
Esto ha de ser con priesa diligente,
pues ves el riesgo que nos va apretando, 510
y por tu voz nos sea revelada
la salud, de ti solo confiada.»
   Nusco, sin replicar, se puso en medio
del conmovido pueblo, y miró a Oriente
con sesga vista y con semblante fijo; 515
esto hizo tres veces, y a la última
en el suelo tendió el anciano cuerpo;
volviese a levantar, arañó el suelo
y en los mesmos araños rechinase;
gimió, y dando un maullido se levanta, 520
y comenzó la tierra a estremecerse,
con no poco terror de los presentes;
desquebrajóse aquella sola parte
donde Nusco hincó las corvas uñas,
abrió una boca, y della salió un gato 525
de grande cuerpo y espantable aspecto,
la piel negra, los ojos relucientes,
que dos ascuas de fuego parecían;
púsose en pie, maullando con voz ronca,
deste modo habló generalmente: 530
   «Venceréis, morirán vuestros contrarios
si el consejo seguís de una raposa,
no deis en esto pareceres varios
que no falta la suerte gloriosa.»
   Tres veces los miró con eficacia 535
y otras tantas volvió a mirar la tierra;
dio un gran maullido, enclavijó las manos,
y por donde salió dejó calarse
juntándose la tierra dividida.
   Quedaron todos del estraño caso 540
llenos de admiración y pavorosos,
suspensos, con turbado encogimiento,
mirándose los unos a los otros
sin color ni semblantes de estar vivos.
   Este silencio les rompió Murina, 545
gata noble, querida de Lugato,
que del frío temor le dio un desmayo
que la derribó en tierra amortecida.
   Movió del mismo espanto Murilega
tres hijos, parecidos a su padre 550
Brusco, de ruedas negras en piel parda,
   A ti, oh grave Lisco, te alcanzara
mayor parte, si Nusco no acudiera
a tu querida hija Galatina
viéndola desmayar, con una poma 555
de aromas de Pancaya, que la tuvo
en su entero valor y todo esfuerzo,
corrigiendo la fuerza del desmayo
con que se fue, huyendo aquel peligro,
que visto por Birlonco en el que estaban, 560
y el desmayo que a todos descaecía,
vibrando un asta de acerada punta,
puesto en medio de todos, dice a todos:
   «¿Qué es esto? ¿En todos hay tanta flaqueza
que os amedriente un gato de esa suerte? 565
Oh amigos, ¿dónde está la fortaleza
con que menospreciábades la muerte?
¿No oístes el seguro y la certeza
que os dio?: que venceréis el bando fuerte
del enemigo, si al acuerdo diestro 570
de una raposa remitís el vuestro.
   Esto en voz clara lo espresó, y le oístes
que dejéis de seguir acuerdos varios,
que no temáis la suerte que temistes,
que condena a morir vuestros contrarios. 575
Dejad pues el temor y el estar tristes,
seguídme, y mueran nuestros adversarios,
pues claramente nos revela el cielo
nuestra vitoria y su lloroso duelo.
   Mi fuerte brazo os asegura el hecho, 580
no dudéis, ni os encoja el torpe miedo,
tomad las armas, defendé el derecho
de las vidas y honor que yo os concedo.
Ea, leones, dad el satisfecho
de vos, y de mí entiendan lo que puedo, 585
que este brazo es cuchillo de la muerte
que asolará del mundo lo más fuerte.»
   Cansado Tusicol de oír las vanas
y soberbias razones de Birlonco,
empuñado a su troncho en pie se puso 590
demudado el color, con feroz cuño
acercándose a él, así le dice:
   «¿No entiendes que hay aquí tan buenas manos
como las tuyas? Y a decir mejores
no me alargara con desgarros vanos, 595
como los tuyos son de habladores.»
«Ponte a ti esos títulos livianos
que usurpas de los dioses los honores»,
-Birlonco respondió-, y terció su lanza.
Tusicol fue sobre él con gran pujanza. 600
   Cual llenos de furor dos fuertes toros
criados en las yermas soledades
del carrizal, furiosos se arremeten
el uno contra el otro procurando
quitalle a su enemigo la vitoria, 605
así Birlonco y Tusicol valiente,
el uno contra el otro se embistieron
con golpes y lanzadas rigurosas;
ajustáronse el uno contra el otro
en proporción, midiendo la distancia, 610
y Birlonco le dio un bote en los pechos
a Tusicol, que le pasó al soslayo
porque se perfiló en el movimiento;
al mismo tiempo, Tusicol descarga
un golpe sobre el hombro de Birlonco 615
que le arrancó la lanza de la mano
y sin sentido lo tendió en el suelo
regándolo de roja sangre y huesos.
   Indináronse todos de tal suerte
que contra Tusicol vuelven las armas, 620
y él contra todos con su grueso troncho
los desviaba, y unos sobre otros
iban cayendo sin poder valerse.
   Lanisco quiso con veloz presteza
gozar del regulado movimiento 625
y ganalle la maza en levantando;
mas Tusicol, desgraduando un paso,
le dio entre las dos cejas, que los ojos
de su lugar al punto se cayeron
y el cuerpo se tendió en el duro suelo; 630
tres veces dijo ¡lam!, cuando espiraba;
«vaya contigo ¡lam!, que no te entiendo
o quede con tus deudos a vengarte»,
dijo el valiente Tusicol burlando.
   El atrevido Escaramujo, viendo 635
la muerte de Lanisco, su pariente,
tomó del suelo una rolliza piedra
y puesto cara a cara, se la tira;
Tusicol la recoge, de la suerte
que el diestro jugador de la pelota, 640
y atrás volviendo el vigoroso brazo
se la volvió a tirar con más pujanza
y en mitad de la boca se la encaja,
que al punto las quijadas, hechas piezas,
dientes, muelas, y ojos, y él, cayeron. 645
   Aquí llegó el Furor, libres las manos
del acerado nudo, que en el templo,
en tiempo de la paz le tuvo atado,
y en el revuelto campo se abalanza
con su mortal deseo de que acabe; 650
mas Nusco, de los astros inspirado,
que la fatal raposa se acercaba,
quiso dar fin al áspero combate
que Tusicol lo dio, con dar la vida
cayendo entre los pies de sus contrarios 655
a la Muerte entregada su braveza,
hecho pedazos todo de heridas.
   Los gatos, viendo muerto a su enemigo
Tusicol, arrastrándolo lo llevan
y con dientes, con uñas, y con armas 660
menudas piezas lo hicieron todo,
por el campo esparciendo los pedazos.
   Habiendo dado a su furor sosiego
con la debida muerte a su enemigo,
todos los gatos, en alegres danzas 665
se juntaron, el orden aguardando
de la sangrienta guerra que esperaban.
   Estando desta suerte, un estupendo
trueno se oyó de donde viene el día
y respondió en el último occidente, 670
que era de donde por el aire vino
la raposa; y en medio dellos puesta
con rostro alegre, esta razón pronuncia:
   «Llegado ha el tiempo, en que veréis cumplido
cuanto se os prometió, sin faltar cosa, 675
vuestro enemigo muerto y destruido,
y por vos, la vitoria rigurosa;
conviene al punto ser aquí traído
el cuero muracindo, y en la airosa
punta désta mi lanza lo clavemos, 680
y por insignia y por guión llevemos.
   El cuerpo sin la piel, meté en la tierra,
que le sirva de honrada sepoltura,
y cuando deis la vuelta de la guerra
dad a la humilde huesa más altura; 685
y porque el claro sol su luz encierra,
dando lugar a la tiniebla oscura
que cobije las plantas y animales,
en silencio dejando los mortales.
   En este punto, habemos de ir siguiendo, 690
de la tiniebla oscura rodeados,
a Nusco, que una luz llevará ardiendo
que os será norte para ser guiados.
Las armas todos id apercibiendo,
que ya de la ocasión os veis llamados, 695
y cuando en ella estéis, invocá el nombre
de Cogolula, que al contrario asombre.»
   Así habló la prodigiosa zorra,
y todos muy alegres acudieron
a prevenir las cosas importantes. 700
Quitáronle la piel a Muracinda,
pusiéronla en la punta de la lanza,
dieron el desollado cuerpo al hoyo
que de la propia tierra fue cubierto
levantando las márgenes en alto; 705
juntaron cuanto convenía al viaje
con hervorosa y diligente priesa,
porque ya el carro del luciente Día
a bañarse en Tartesio declinaba,
y luego que la luz faltase al mundo, 710
habían de ponerse en el camino
que Nusco estaba lineando a priesa
con una vara, en que tenía revuelta
una horrible culebra verdinegra
de ardientes ojos y vibrantes lenguas. 715
   Ya a este punto, con oscura sombra
la fría Noche acompañando el Sueño,
cercada de humidades cubría el mundo,
a las cosas poniendo nuevas formas;
largó Nusco la vara, y la culebra, 720
dando silbos, el cuello levantado,
vibrando sus tres lenguas, fue arrastrándose
por el camino en que se puso Nusco
que había de ser por donde fuesen todos,
que viéndolos dispuestos al efeto, 725
prevenidos de todo, así les habla:
   «Con gran silencio mis pisadas sigan
todos, sin desviarse un solo paso,
que el fin veréis de aquellos que os fatigan
antes que el sol nos deje y baje a ocaso. 730
A creer lo que digo, en fe os obligan
oráculos más ciertos que en Parnaso,
que habéis oído que faltar no pueden
o faltarán los que a la edad preceden.»
   Con la razón postrera dio principio 735
al secreto viaje el sabio Nusco
yendo con la encendida luz delante
que le servía al ejército de guía;
detrás de todos iba la raposa,
enarbolada la vibrante lanza 740
en que iba la piel de Muracinda.
   Por este orden, caminando todos,
bajaron el altura de Tomares
y tomaron los llanos de la Vega;
desviándose siempre de poblado 745
llegaron a la falda del famoso
Asnalfarache, margen del gran Betis,
que llegando a sus húmidos cristales
sobre la diestra mano se apartaron,
que en pequeña distancia era el opuesto 750
del enemigo ejército que buscan.
Entró en el Betis Nusco y salió fuera
diciendo a los amigos congregados:
   «El paso que venimos procurando
por las líquidas ondas se os ofrece; 755
pasar podemos sin estar dudando,
que el líquido cristal se os endurece.
Seguidme por do veis que os voy guiando,
despedid el temor si os entorpece,
que la seguridad os acompaña, 760
y mi fe, que ni os miente ni os engaña.»
   Todos, sin aguardar, se arrojan juntos
y caminan por cima de las ondas
como si caminaran por la tierra.
Con no menos firmeza ni seguro, 765
instados de la priesa que llevaban,
llegaron a las márgenes cubiertas
de arenas de oro, y estampando en ellas,
con alegre placer los pies y manos.
   Viendo Nusco que en tierra estaban todos, 770
fuese del Betis desviando un poco,
y acercándose más al enemigo
que teniéndolo ya a la vista, y cerca,
hizo alto, y formó en orden su campo.
Lo primero, hincaron en la tierra 775
el asta con la piel de Muracinda
a la vista del campo del contrario;
y con silencio, se aprestaron todos
aguardando la luz del nuevo día
con algún descontento, aunque animados 780
con las grandes promesas que traían.
   En varios ejercicios se ocupaban.
Unos, en prevenir mortales armas
y tenellas dispuestas en sus puestos
teniendo cierto que vendría el contrario 785
a dar sobre ellos, luego que el Oriente
al mundo diese los primeros rayos;
otros hacían trincheras, levantando
la tierra; otros, llenaban de fajina
los vacíos, de piedra y blando lodo. 790
   Ellos en esto, la hermosa Aurora,
coronada de rosas, dio principio
en su dorado carro al claro día,
restituyendo al mundo la belleza
que la oscura tiniebla le usurpaba. 795
   Al punto que de luz se llenó el aire,
los canes vieron el contrario campo;
sobresaltados del horror, ladrando,
escavando la tierra, dando aullidos,
a dar noticia fueron a Lautaro 800
del caso, y el primero fue Corrusco,
un lebrel islandés de grande estima,
que lleno de furor, así le dice:
   «Paréceme, Lautaro, que entregamos
al descuidado sueño nuestras cosas, 805
y cuando al enemigo procuramos
son nuestras diligencias perezosas;
ayer, a dura muerte condenamos
de los gatos las fuerzas temerosas,
mas hoy, con menosprecio nos procuran 810
y poco de amenazas nuestras curan.
   Mira un formado ejército, que viene
buscándonos, y enfrente se te ha puesto;
mira en qué estima y mira en qué nos tiene,
pues nos busca y se pone por opuesto. 815
No hay que aguardar, ni sé qué nos detiene
en embestillos; vamos, que no es presto
ir luego, pues su vida difirimos
un punto desde el punto que los vimos.»
   Bufó Lautaro, y dio un ladrido, horrible 820
que a todos puso en pavoroso espanto,
aunque indinados y de rabia llenos,
entorno dél, al punto se pusieron
pidiéndole que fuesen asaltados
antes que les viniesen nuevas fuerzas. 825
Mas Lautaro, en voz alta, así responde:
   «Ir, y hacer pedazos esos gatos,
y otros tantos diez veces, ¿qué hacemos?
Deshacelles sus locos aparatos
sólo con que con ira los miremos; 830
es a nosotros propios ser ingratos
y no darnos la gloria que debemos,
si nos ven, que las armas levantamos
y con tan vil canalla peleamos.
   Quiéroos decir, que un hecho tan oscuro 835
lo remitamos a la noche oscura;
no ofendamos con él el aire puro,
ni del día la eterna hermosura.
Apercebíos, que ante todos juro
que esta noche ha de ser su sepoltura, 840
la diligencia y el secreto encargo,
y en dar más advertencias no me alargo.»
   Llenos de orgullo y ufanez quedaron
dando de gozo saltos y ladridos,
juzgando ya por suya la vitoria; 845
y entre todos, Corrusco se la aplica
con más seguridad y confianza,
y queriendo mostrar su grande esfuerzo
una cosa haciendo señalada,
que fuese vista de uno y otro campo, 850
a Lautaro llegó con tal demanda:
   «No me parece cosa conveniente
al honor nuestro, que el contrario tenga
levantada bandera, y puesta enfrente
de ti y de tu campo, la mantenga. 855
Y así, si tu grandeza me consiente
que arrastrándola aquí con ella venga,
irétela a traer, y voy, no entienda
que hay quien te la defienda y nos ofenda.»
   Luego, en diciendo esto, con fiereza, 860
precipitado de un furor rabioso,
su camino siguió, dando ladridos
que en el real contrario los oyeron;
y así, se apercibieron y aguardaron
qué podía ser, y puesto enfrente, 865
junto al guión, con alta voz les dijo:
«Oíd gatos, oíd, si no os ha muerto
el temor de mi vista, que es la muerte
para vosotros; y tened por cierto
que ésta ha de ser vuestra segura suerte.» 870
Nusco le respondió: «tu desconcierto
nos ha dado ocasión a responderte:
di que vivos estamos y te oímos,
no muertos cual dijiste, aunque te vimos.
   Hablá con más prudencia, y menos fieros, 875
llevarás la respuesta que pidieres,
y entiende, que hemos visto perros fieros
y no tan insolentes cual tú eres.»
«Gatillo, ¿contra mí muestras aceros?»
Corrusco replicó. «Sé quién quisíeres, 880
perrón», respondió Nusco, «y no hablemos
tanto, pues ocasión y armas tenemos.»
«Oh triste gato, ¿contra mí te muestras
con tanto brío? Pues escucha atento
a lo que vengo, y ocupad las diestras 885
de armas, en no dándome contento.
Esta bandera y las insignias vuestras
que están en ella abatiré al momento,
porque la tengo de llevar comigo,
que lo manda Lautaro, y yo lo digo.» 890
   Riose Nusco y dijo: «a tu demanda
respondo. Escucha atento la respuesta:
dile a Lautaro, que eso que te manda
que nos digas, oímos con gran fiesta;
que muy errado, y sin acuerdo anda 895
en pedir la bandera que está puesta
por blasón nuestro; y que tenga cierto
que antes que allá la vea, estará muerto.»
   «Yo tengo de llevalla si el profundo
todo junto se pone a defendella», 900
le respondió Corrusco, «y esto fundo
en que es mi voluntad, y he de hacella.»
«Tu voluntad, y la de todo el mundo,
con su defensa puedo deshacella,
que cuatro gatos tiene que la guardan 905
que de diez como tú, no se acobardan.»
   De oír esta razón se airó Corrusco,
y sin responder cosa, asió del asta;
al punto Nusco se le asió a los lomos,
y otros tres juntos, levantando el pelo, 910
cara a cara con él arremetieron.
El asió al uno, y los demás le asieron
de los ojos, y luego largó al gato
por acudir a su defensa, dando
fuertes gemidos, sin poder valerse, 915
que Nusco le iba abriendo por los lomos
y los demás los ojos le arrancaban;
y ya de todo punto estaba ciego,
ambos ojos sacados de sus cuencas
y todo lo demás hecho pedazos, 920
vertiendo tanta sangre, que sin fuerzas,
con un pesado golpe vino al suelo,
el cuerpo, de la vida ya desierto.
   Viendo Nusco sin vida a su contrario
mandó que doce gatos lo llevasen 925
arrastrando, y lo echasen en su campo,
que habiendo visto el áspero suceso
llenaban todo el aire con aullidos,
y más cuando tan cerca lo hallaron
tan otro del que fue, creció el ruido 930
con mayor alboroto y más escándalo.
   Lautaro, porque no le enflaqueciesen
a los demás los ánimos, él propio
hizo hacer un hoyo y enterrallo,
por quitárselo a todos de la vista, 935
y juntando a consejo, mandó a todos
que se aprestasen con secreto apriesa
sin que el contrario oyese un solo aullido.
   Con esto, quedó todo en un profundo
silencio, y luego la factal raposa, 940
viendo ya la ocasión a que venía,
apartándose a solas ella y Nusco,
deste modo razona sobre el caso:
   «Nusco, a gran priesa el Hado me espolea
que vaya a dar principio a la vitoria 945
de nuestros gatos, y que el mundo vea
el triunfo suyo de inmortal memoria;
dispón, cual ya te he dicho, a la pelea
a todos, y asegúrales la gloria
de la batalla, y con esto, amigo, 950
vete, que yo la suerte factal sigo.»
   Diéronse entrambos un estrecho abrazo;
Nusco se fue al ejército, y la zorra
el camino derecho de Tablada
entró por él, ufana de contento 955
de ver tan agradable y fértil sitio,
donde tan grande número de reses
cual vía que por él se apacentaba,
que, admirada, iba a trechos deteniéndose,
sin saber a cuál fuese a dalle cuenta 960
del negocio importante a que venía.
Yendo así, llegó junto a donde estaba
un novillo paciendo, al cual pregunta:
   «Dime, así tengas favorable al cielo,
gallarda y bella res: ¿a quién respeta 965
todo el ganado deste fértil suelo?
o, ¿quién por fuerza o fuero lo sujeta?
Yo vengo a él en un penoso duelo
que con amarga sujeción me aprieta,
a suplicalle que su brazo fuerte 970
a un tirano deshaga y le dé muerte.
   Ponme con él y séme buen tercero,
así jamás el yugo trabajoso
oprima tu cervix, ni tu vaquero
a ensangrentar tu piel sea poderoso; 975
así jamás te llague el duro acero
encerrado en el coso riguroso,
y en pasto abundes siempre y agua clara,
y seas señor de la deidad avara.»
   Admiróse el novillo, y puso en ella 980
(dejando el pasto) la ligera vista,
y condolido de su tierno llanto,
a su razón esta razón responde:
   «La novedad del caso me suspende
y la estrañeza de animal tan nuevo 985
a mis ojos, y cierto que me ofende
no poder acudir a lo que debo;
ir a quien me demandas, que pretende
tu estrecho menester, yo te lo apruebo
por parecer discreto, en quien sin falta 990
hallarás el remedio que te falta.
   Al invencible Carrizal procuras,
que es el más fuerte toro deste prado,
y en la braveza tal, que no hay seguras
fuerzas, ni fue con ellas sojusgado; 995
a éste contarás tus desventuras
y no dudes que veas remediado
tu afán, si en contra el mundo se opusiere,
porque con él no hay más de lo que él quiere.»
   Así dijo el novillo a la raposa, 1000
poniéndose en camino entrambos juntos,
por el yerboso prado, procurando
al fuerte Carrizal, que a pocos pasos
llegaron donde estaba, y el novillo
a la raposa dice desta suerte: 1005
   «En la presencia estás del poderoso
y no vencido Carrizal, que es éste;
despide el sobresalto pavoroso,
que no te ayuda, ni hay de qué te preste
Llega, y dile tu estado congojoso, 1010
y entiende dél, que sin que afán te cueste
negociarás con él, luego que entienda
que buscas su favor que te defienda.»
   Maravillóse la prudente zorra
de la fuerte grandeza y del hermoso 1015
color bayo y de la piel lustrosa,
de la gruesa cerviz y torva frente
cubierta en torno de crecido pelo
(que a modo de corona la ceñía),
que en cualquier movimiento le ondeaba 1020
del recogido rostro y cortos cuernos,
en igual proporción las corvas vueltas,
no desigual en la hermosa vista
que el otro toro robador de Europa.
   Estando así suspensa, cobró esfuerzo, 1025
porque el novillo se lo puso enfrente,
y poniendo en el suelo ambas rodillas,
con esta humilde voz hirió su oído:
   «Si da tu permisión a mi bajeza,
gran Carrizal, de ilustre y clara fama, 1030
licencia, que refiera la braveza
del afecto inhumano que me llama;
éste me corta, y tiene en tal flaqueza,
que con ser tal el ansia que me inflama,
me pavorece imaginar que tengo 1035
de mirarte y pedirte a lo que vengo.»
   El fiero Carrizal alzó a este punto
la barba, de tusar la fresca yerba,
y viéndola postrada en su presencia
mandóla levantar, y que dijese 1040
la causa de venillo procurando;
sin que le anude el frío temor la lengua,
ella, con nuevo espíritu, propone:
«Fácil cosa me fuera darte cuenta
(habida tu licencia), del estraño 1045
caso, que tantos daños representa
nacidos todos de un altivo daño;
éste desplace al cielo, y descontenta
a la tierra, y le ofende el falso engaño
de un arrogante can, que ardiendo en ira, 1050
tiene formado un campo en Guadaira.
   Su horrible intento es a dar la muerte
al hidalgo linaje de los gatos,
confiado que no hay potencia fuerte
que no rindan sus grandes aparatos. 1055
Los gatos, recelosos desta suerte,
teniendo en todo los agüeros gratos,
juntaron su poder, y a procurallos
vinieron, a morir o refrenallos.
   Esto ha de ser mediante el favor tuyo, 1060
oh fuerte capitán, dando tu amparo
a los gatos, que ven el poder suyo
a la dispusión del gran Lautaro;
de la memoria de quién es rehúyo,
porque en braveza y en esfuerzo es raro, 1065
de tal suerte, que dice altivamente
que su ladrido rinde al más valiente.
   Este loco blasón, y otros tan fieros
dice, y con los afetos satisface,
pues no hay en todo lo que ves vaqueros 1070
que al río lleguen, que esto y más no hace.
Ayer hizo pedazos mil carneros,
lo propio hace en tus reses si le place,
que hoy mató tres novillos que llegaron
al agua, y dos huyendo se ahogaron. 1075
   Suplícante por mí, que tu grandeza
muestres en deshacer este tirano,
porque, en faltando al día la belleza
que le da Apolo, y baje al mar oceano,
ejecutando su bestial crueza 1080
sobre nosotros con armada mano
ha de venir a dar, y deste intento
vendrá nuestro total asolamiento.»
   Puso las manos, y arrasó los ojos
de ardiente agua, dando mil suspiros, 1085
mirando al fuerte Carrizal al rostro,
a sus pies se tendió de largo a largo,
que lleno de furor dio un gran bramido
cavando el suelo con entrambos brazos,
echándose la tierra por los lomos; 1090
no quedó res, oyendo que bramaba,
que al bramido espantoso no acudiese,
y, en torno dél, aguardan qué les manda;
y volviendo a bramar, mirando a todos,
mandó a la zorra levantarse, y dice: 1095
   «Aparejaos, amigos, y asolemos
un fuerte can que nos ofende y daña,
y en menosprecio nuestro lo tenemos
con un formado ejército en campaña.
Seguídrne, apriesa, apriesa, no aguardemos, 1100
que probar quiero su braveza estraña,
alabada de tantos, y temida
más que la muerte y por su igual tenida.»
   Diciendo esto, le mandó a la zorra
que se fuese, y dijese en nombre suyo 1105
a los suyos, que el miedo desechasen,
que él iba de socorro a socorrellos
con toda aquella fuerte compañía.
Mandóle a Tarascón, el bravo toro,
a quien dio Guadiana el primer pasto, 1110
y a Rayo, el ferocísimo novillo
(bisnieto delfamoso Caldereta,
que en la plaza del Duque de Medina
en Sevilla, dio muerte a tantos hombres,
sin podello encerrar para corrello), 1115
fuesen con ella, y libre de peligro
la pusiesen en salvo con los suyos.
   La zorra, con humilde reverencia,
se despidió de Carrizal, y en medio
la cogieron los dos que la guardaban; 1120
dando alegre principio a su camino
iban el fértil prado atravesando,
por donde andaba un oledor zorrero
tras de su agudo aliento rastreando;
diole el de la raposa, y al momento 1125
vino a dar donde estaba, y junto a ella
con arrogancia dijo estas razones:
   «Esta vez, madre zorra, iréis comigo
sin que os libren de mí vuestros engaños,
aparejaos, seguid la vía que sigo 1130
si no queréis probar mayores daños.»
La zorra se rió, y le dijo: «amigo,
¿ha que nos conocemos muchos años?
Ese comedimiento le agradesca
Lautaro, o a quien más que a mí apetesca.» 1135
   Enmudeció de cólora el zorrero
y furioso arremetió a la zorra,
mas el fuerte novillo, enfurecido
bajó la barba y levantó la frente
y cogiéndolo en medio de los cuernos 1140
una gran pica y más lo arrojó en alto;
quiso dalle otro bote, y desvióse
por que en el duro suelo se estrellase,
donde quedó tendido como muerto,
echando roja sangre por la boca. 1145
Rió la zorra, y con sus fuertes guardas
a proseguir volvieron su camino,
con tal cuidado, que a la presta vuelta
con presurosa priesa los instaba
y la honrosa ocasión les daba voces. 1150
Llegaron al real de los amigos,
que no poco cuidosos aguardaban
la vuelta de su amiga la raposa,
y viéndola venir entre los toros
llenos de admiración se suspendieron 1155
mirándose y mirándolos turbados.
   La zorra, conociendo el pavoroso
espanto en que vía a todos, puesta en medio,
larga cuenta les dio de su suceso,
refiriendo por orden las razones 1160
de Carrizal, y la promesa suya
de venir en socorro, y destruille
su mortal enemigo. Aquí alentaron
los descaecidos ánimos, alzando
con alegre placer confusas voces; 1165
mas el discreto Nusco, en medio puesto,
sosegar hizo el alboroto, y dijo:
   «Leales y magnánimos amigos
enviados de aquel caudillo fuerte
a corregir los fieros enemigos 1170
que nos conturban y desean la muerte.
¿A quién puedo hacer, si a vos testigos
del bien que por vos canto en nuestra suerte,
levantando la voz en vuestra gloria
que haré eterna en la inmortal historia?» 1175
   Oyendo esto, levantaron todos
tan gran clamor, que el aire suspendían
diciendo: «viva Carrizal, y sea
entre los signos celestiales puesto.»
   Con alegres semblantes, los dos toros 1180
en oyendo estas últimas razones,
agradecidos dellas, demandaron
licencia, y despidiéndose de todos,
a buscar su caudillo dieron vuelta,
quedando todos disponiendo cosas 1185
a la ocasión que aguardan convenientes.
   Ya del golpe mortal volvió en su acuerdo
el zorrero, y cayendo y levantando,
y a veces arrastrando por el suelo,
poco a poco a su campo se acercaba, 1190
cuando marchando vio venir en orden
a Carrizal, con toda su potencia,
encaminando al campo de Lautaro;
aquí con nueva turbación se yela,
y como mejor pudo, aunque sin fuerzas, 1195
por el amigo campo a grandes voces
entró diciendo: «alarma, alarma, amigos,
que nos viene buscando un gran contrario.»
   Llenos de alteración, acuden todos
a un ladrido que dio Lautaro, en viendo 1200
el copioso ejército de toros
que en orden circular venían cercándolo.
Vino el valiente Tártaro el primero,
dando ardientes gemidos de coraje,
Charrazgo el islandés siguió sus pasos, 1205
y tú, oh Canastel, no detuviste
el presuroso curso a tu venida;
Turco y Trabuco no tardaron punto,
imitando a Galfarro y a Celucho,
que a toda priesa fueron tras Moloso. 1210
Nabuco y Tiburón, como dos sacres
en ligereza, llegan a Lautaro,
que como iban llegando, los ponía
en la vanguardia, y ya teniendo juntos
de los perros de presa los famosos, 1215
y aquella parte dellos reforzada,
con el resto, cerró la retaguardia,
cogiendo en medio lo de menos fuerza,
y así dispuesto a Carrizal aguarda,
que con medidos pasos se le acerca 1220
hecho todo su campo media luna;
ya que podían hablarse, el atrevido
Baruquel rompió el orden, y saliendo
de su hilera a donde el fuerte toro
Tarifa estaba, llega y dice fiero: 1225
   «¿Qué nos queréis? ¿Qué nos venís buscando?
¿Qué designos traéis contra nosotros?
¿Qué guerra nos venís representando
sin otra causa que querer vosotros?
Volvéos, no queráis volver llorando, 1230
y esto no lo hiciéramos con otros;
y si no lo hacéis como os lo digo
no tenéis que aguardar sino el castigo.»
   Tarifa, ardiendo en vergonzosa ira
de la loca arrogancia, dio un bramido, 1235
y tras él, arremete con tal furia
que cogiendo al can loco entre los cuernos,
entre sus canes lo arrojó sin vida,
dando con él a Tártaro tal golpe
que sin sentido lo tendió en el suelo; 1240
levantóse turbado, y como pudo
arremetió a Chamorro, un toro hosco
de los campos de Andévalo traído
por el oculto Hado a dar la muerte
a Tártaro, que asiéndole la parte 1245
que le cubre la boca, el feroz toro
se mejoró, cogiéndolo en un cuerno
por la mitad del vientre, abriendo puerta
a las rojas entrañas y a la muerte,
que entró al mesmo punto que salieron. 1250
   Aquí Lautaro arremetió al novillo,
que lo halló tan cerca que no pudo
dejar de asirse dél, y forcejando,
él por tenello, el toro por soltarse,
ambos cayeron en el suelo juntos 1255
sin largar de la presa el fuerte perro.
Vuélvense a levantar, y dando vueltas
a un cabo y otro el bético novillo
lo despidió de sí, dándole un golpe
que le rompió un ijar, aunque al soslayo. 1260
   A Carrizal le acometió Nabuco
y hallólo tan cerca, que le pudo
alcanzar con un brazo un solo golpe
que le hizo pedazos la cabeza
y lo tendió sin más poder moverse. 1265
Turco venía asido de Bayoso,
y Tarascón, asido como estaba,
lo arrancó de la presa, atravesado
por los pechos, rendido ya a la Muerte.
   Los gatos, viendo ya la lid revuelta 1270
acuden, y en los lomos de los toros
se subían, y allí con pies y manos
se agarraban hincándoles las uñas,
que con aquel estímulo incitados
en rabioso furor, hacían gran daño, 1275
sin poder la contraria resistencia
enfrenar su furor desenfrenado.
Aquí rendiste, oh Canastel, la vida,
entre los fuertes cuernos de Bayoso,
y tú, Almanzor, en los del gran Jarama; 1280
no te valió, brioso Mandricardo,
tu ardiente orgullo ni tu fuerte presa,
que en poder de Durango acabó todo;
ni a ti, Zambo, valió ser diestro en armas,
que Tarifa deshizo tu destreza 1285
de un solo golpe que te dio en los pechos,
por donde abrió que entrase en ti la Muerte.
   Viendo Lautaro el gran destrozo y daño
(que sin contraste) padecían los suyos,
aulló y gimió tras esta voz llorosa: 1290
   «A ti, gran can, que el reino tenebroso
donde preside el justo Radamanto
atruenas con ladrido temeroso
y suspendes las almas en su llanto;
a ti suplico en paso tan forzoso, 1295
a ti en tan triste y mísero quebranto
invocan mis gemidos si valieren
contigo, y sus afetos te movieren.
   Ay triste, que deliro en ver mis males,
pues voy tan ciegamente procurando 1300
remedio a mi valor entre infernales,
y al Cancerbero piedad demando.
Lautaro: ¿qué es de ti?, ¿cuatro animales
te van de esfuerzo y de valor privando?
Vuelve sobre ellos, vuelve, y cuando mueras 1305
no mueres, pues perpetuo nombre esperas.»
   No dijo más, y lleno de fiereza,
dando aullidos y saltos de coraje
con que a los suyos a lo propio incita,
que no menos briosos aguardaban 1310
que la ardiente batalla se rompiese,
puestos en sus lugares sin moverse,
Lautaro, andaba requiriendo a todos
y llegó a la vanguardia y reforzóla.
   Andando requiriendo las hileras, 1315
poniendo a unos y quitando a otros,
el novillo lo vio, y rompiendo el orden,
dando bramidos lo venía llamando
a la lid que dejaron comenzada.
No rehusó Lautaro la pelea, 1320
ni se detuvo punto en embestille
por la siniestra parte, y el novillo
con gran presteza revolvió la frente
dándole un golpe, y otro, que no pudo
hacer Lautaro presa, mas dio vuelta 1325
al mismo instante por la diestra banda
y quedóse colgado de la oreja;
el fuerte Rayo revolvió furioso
sobre aquel lado, y por mitad del vientre,
por entre los redaños y asadura 1330
rasgándoselo todo sin defensa,
hasta la frente le escondió el un cuerno;
volvióselo a sacar, y tras él junto
salió el vital espíritu bramando,
lleno de horror, envuelto con el aire, 1335
desamparando el natural albergue;
entregado quedó a la fría muerte
tendido entre los pies de su contrario
que teniéndolo allí, dijo en voz alta:
«Pagado has tu arrogante desatino, 1340
tu loco orgullo y tu atrevido intento;
ya tienes el castigo justo y dino
a tu vano y altivo pensamiento;
puédeste gloriar, que fuiste dino
que te privase yo el vital aliento, 1345
que es el mayor honor que pudo darte
tu suerte, cuando más quisiera honrarte.»
   Dijo el valiente Rayo, y dio la vuelta.
Los canes, viendo a su Lautaro muerto
un espantable aullido levantaron, 1350
y a sus contrarios arremeten fieros,
dispuestos a vengallo o morir todos.
Carrizal envió a que se juntasen
las dos puntas, y en medio los cogiesen
para romper de hecho la batalla. 1355
   Ya la ligera Fama había esparcido
la nueva de la muerte de Lautaro,
y llegado con ella a donde estaba
recogida con guarda Tribugena,
que en oyéndola, dando mil aullidos 1360
sale despavorida a procurallo
muerto, y junto con él, rendir la vida.
   Como la vieron ir los que en su guarda
mandados por Lautaro habían estado,
certificados de su cierta muerte, 1365
recelando la suya por su falta,
Turco, un fiero mastín, así les dice:
   «Faltando el fuerte defensor Lautaro,
que era nuestro gobierno y nuestro muro,
nuestras fuerzas acaban sin reparo, 1370
y de nosotros perro no hay seguro.
Paréceme en un riesgo que es tan claro
(que a todos nos condena a un fin oscuro)
no aguardemos, pues no hay a qué aguardemos
muerto Lautaro, y muertos los que vemos. 1375
   Nosotros no venimos procurando
guerra con tan valientes animales
que nos van destruyendo y apocando,
sin hallar fuerzas que les sean iguales.
La casta Muracinda y su vil bando 1380
nos trujo a ejecutar sangrientos males
en cuantos fuesen della, y pues la suerte
se nos trocó, huigamos de la muerte.»
   De todos fue aprobado el buen consejo
que les dio Turco, y con veloz carrera, 1385
como si a cada uno le pegaran
un ardiente cohete, así huyeron
por el abierto llano de Tablada.
   Tribugena, entre muertos y contrarios
buscando andaba a su querido tío, 1390
hecha otra Guacolda en procurallo
sin dar reposo a la mortal fatiga
ni a su cuidado hervoroso, espacio,
acompañado de mortales ansias
que la traían sin tomar aliento; 1395
mil vueltas dando en torno por el campo,
la diligencia le cumplió el deseo
y la puso con él, donde en llegando
se arrojó sobre el cuerpo dando aullidos
envueltos en gemidos mal formados 1400
y con el muerto se quedó abrazada,
traspuesta del ardiente sentimiento.
   Ya a este punto los airados canes
revueltos con los toros animosos,
trabados todos en cruel batalla, 1405
andaban en sosiego unos y otros.
   Murcilo vido estar a Tribugena
gimiendo encima de su muerto tío;
llamó a Granifo, a Tinelario, y Nicus,
a Turil, Perindongo, y Marramao, 1410
que decendiesen de las reses todos
y la prendiesen, y al real llevasen
por el trofeo de mayor estima
que podían llevar de sus contrarios.
   Al punto que fue dellos acordado, 1415
al mesmo lo pusieron en efeto,
y todos juntos se agarraron della,
y sin dalle lugar, ni oír voz suya,
sobre sus hombros sin tocar al suelo
la llevaron a Nusco y la raposa, 1420
que luego la amarraron fuertemente,
y a la cola la ataron de un becerro,
que Perindongo le saltó en los lomos,
que lastimado de las fuertes uñas
disparó berreando, dando saltos, 1425
a la cola llevando a Tribugena
que a pocos pasos hecha fue pedazos,
que sembrándolos iba por el campo
entre los canes y los fuertes toros
que en su batalla andaban encendidos. 1430
   Ya se habían juntado las dos puntas
como les fue de Carrizal mandado,
encerrando en un círculo los canes,
que en viéndose en aquel estrecho apremio
aullaron todos, conociendo claro 1435
su perdición, si no rompían por ellos,
abriendo el paso estrecho que los cierra,
vuelven la retaguardia y arremeten.
Grifo el primero fue que embistió a Búcar
y le asió de la cuenca del un ojo, 1440
dejándole lugar para alcanzalle
un golpe que le abrió todos los pechos,
y entre sus pies pisándolo, dio el alma.
   El confuso escuadrón viene gritando
apriesa, unos a otros impeliendo 1445
embisten con los toros, y ellos, fieros,
dan en ellos haciendo gran matanza.
Aquí, oh Burón, te despojó de vida
el fiero Algaba, y tú, Vaivén, dejaste
entre los cuernos de Zaudín la tuya; 1450
aquí acabó, Lobuno, tu braveza,
y la tuya, Africano, y tú, Maluco
sin poder defenderte de Montano
hecho pedazos de sus cuernos fuiste.
   Por todas partes el clamor resuena 1455
mayor que tempestad de terremoto;
unos gimiendo, que las vidas dejan,
otros bramando, que las vidas quitan.
   Oyendo Carrizal los espantosos
bramidos de los suyos, y los flacos 1460
aullidos de los canes, dio un bramido
diciendo: «amigos, la sazón es esta
de romper estos flacos enemigos.
¡A ellos!». Y rompió por la vanguardia
desbaratando el orden que tenía. 1465
Acudieron sobre él a resistillo
gran número de canes animosos,
que con rabioso ardor lo amenazaban;
no pudiendo sufrillos ni aguardallos
en medio dellos se abalanza fiero, 1470
y del golpe primero en ambos cuernos
se levantó a Melampo y a Turindo,
al uno atravesado por los pechos
y al otro por mitad de los ijares;
fue dando en ellos y arrojando canes 1475
que volando los vían por el aire
tan altos, que llegaban casi a verse
con el celeste Can que está en la Esfera,
y algunos del calor volvían quemados.
Esparcía a los unos y a los otros, 1480
de la suerte que en Misia revolviendo
la seca parva, el labrador levanta
la paja, que del grano aparta el viento;
no de otra suerte, el invencible toro
iba esparciendo por el aire canes, 1485
que temerosos ya no le aguardaban
y aullando se le iban retrayendo,
derribadas las colas de desmayo
entre las piernas, evidencia clara
del temor que rendidos los tenía. 1490
   Tarifa, por un lado dio tras ellos,
por él, dando a los suyos libre paso.
   Furor, desbarató una gruesa escuadra
que para resistillo la formaron.
   Carrizal, derribando y dando muertes, 1495
por cima de los muertos y heridos
sin defensa llegó a la retaguardia
seguido de los suyos, y en llegando,
a los pocos contrarios que quedaban
acabaron, cantando la vitoria 1500
por el valiente Carrizal a voces,
que las estremidades las volvían,
de Carrizal el nombre repitiendo.
   Sus amigos, ante él arrodillados
celebrando el alegre vencimiento, 1505
al fuerte capitán y a todo el campo
daban las gracias con clamores altos.
   Nusco llegó con la factal raposa,
y habiéndose humillado en su presencia
se levantaron, y en la llana frente 1510
una bella guirnalda le aplicaron
que por entrambos cuernos la ciñeron.
   Deste honor, Carrizal, agradecido
lo sinifica con semblante alegre
y se lo alaba con razones graves. 1515
Pusieron fin a tantos cumplimientos,
demandando licencia para irse;
los unos de los otros se despiden.
   Carrizal, con los suyos, se fue al prado.
Los vitoriosos gatos, donde estaban 1520
sus muertos enemigos, a quitalles
los bélicos despojos que tuviesen;
hallaron adornados de collares
algunos, y quitándolos a todos,
manifestaban su vitoria en ellos. 1525
   Cortáronle a Lautaro la cabeza,
pusiéronla en un asta por trofeo
y un collar de veneras que traía.
Con esto dieron tras de Nusco vuelta
para pasar el Betis, que ya estaba 1530
congelado, de modo que pudieron
a las faldas llegar de Asnalfarache,
de donde comenzaron su camino
la Vega atravesando y a Triana.
Llegaron a la cumbre de Tornares, 1535
donde el sepulcro hecho a Muracinda
levantaron, cercándolo de astas,
en sus puntas poniendo los collares.


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