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«La noche de Morgana», de Jorge Eduardo Benavides

Gabriel Ruiz-Ortega





Se está poniendo de moda la diatriba y el parricidio contra los escritores del boom por parte de la nueva hornada de narradores latinoamericanos, de quienes se dice que ya nada tienen que ofrecer puesto que las tan mentadas novela total y realismo mágico han llegado a su límite y que todo acto de continuismo y asimilación vendrían a ser sinónimos de una falta de propuesta por parte de los que siguen asimilando de lo mejor que dio Latinoamérica en el siglo XX. La gran mayoría de narradores que adoptan esta pose tienen como código de barras la falta de lecturas serias y el afán por caer en el facilismo conceptual que les permita tener un estatus en los canales mediáticos, salvo, eso sí, contadas y respetadas excepciones, como por ejemplo, Fernando Vallejo, Rodrigo Fresán, César Aira y Roberto Bolaño. No más.

Es meritorio lo que Jorge Eduardo Benavides está consiguiendo en el tan difícil mercado español, quien con sus novelas Los años difíciles y El año que rompí contigo ha sabido ganarse el reconocimiento por parte de la crítica literaria y haciéndonos creer que una editorial tan poderosa como Alfaguara no sólo está dispuesta a apostar por narradores que garanticen éxito de ventas, aún así se descuide la calidad literaria, como parece haber sido la veta de esta editorial al ofrecernos publicaciones que han pasado rápidamente al feudo del olvido. Y seamos concientes desde ya que este narrador peruano ha tenido que pagar derecho de piso para ocupar un lugar expectante al que no le ha sido nada fácil llegar. Ya sean en sus dos novelas mencionadas y en el libro que estamos por reseñar podemos notar claramente el crisol narrativo del que ha asimilado con conocimiento de causa de lo que aún el boom puede dar si es que dejamos de verlo como el fenómeno editorial de Carmen Balcells y nos acercamos a él sin la idea del tráfico barato con las que unas cuantas narradoras han sabido incrementar sus cuentas bancarias, léase Marcela Serrano, Laura Esquivel o Isabel Allende. Si las dos primeras novelas de Benavides recogen la influencia vargallosiana, la de Conversación en la Catedral en la primera y Cortázar en la segunda, para ser más preciso; tenemos que sumar la influencia de uno de los autores que preparó el camino de la consagración de los autores de boom en este libro de relatos como lo es La noche de Morgana, pues de quién más, Juan Rulfo tuvo que ser.

Su desempeño como director de Talleres de Narrativa lo lleva a dar el ejemplo de lo que se tiene que hacer en la novela y en un género tan difícil como lo es el cuento. Se ha dicho que este libro recoge el legado cortazariano, lo cual puede ser cierto, y con mayor razón aún cuando leemos o escuchamos por sus propios labios esta aseveración, lo cual nos lleva a entender el proceso en el que descansó al escribir los cuentos como «El Ekeko», «Tigre» y «Deditos», todos estos anclados en la parcela fantástica tanto en estructura y en manejo del lenguaje, ¿y Rulfo?, pues bien, la presencia del entrañable mexicano se hace sentir en la percepción que tienen de la vida cada uno de los personajes que deambulan en los cuentos de La Noche..., ya sea en aquel periodista del cuento «A micrófono abierto», o en la abuelita de «Cosas de niños». También podemos notar el hastío existencial del personaje del mejor cuento de este libro, el Ulysses de Joyce, que nos hace recordar al entrañable relato de Herman Melville, «Bartleby», pero con esa visión tan peculiar de lo latinoamericano con la que abordan la gran mayoría de narradores enquistados en España y Europa.

A este libro de relatos no se le ha tratado con justicia, por no decir que con una solapada mezquindad. Es indudable que los contenidos temáticos de Benavides se repiten desde su primer libro, ya sea desde su visión indignada del gobierno aprista y de la desazón de los primeros años de la dictadura fujimorista. Uno de los componentes en el que se apoya la trama de Benavides es la política, y como buen cazador de historias que es, él sabe bien que no hay crisol más idóneo que lo que este mundo puede representar aprehendiéndolo con una mirada fría en pos de un argumento interesante. Tengo que acotar de que estamos ante un libro regular, no tanto por defecto, esta muestra de Benavides es regular por ambición, y eso vale, ya que son muy pocos los que escriben pensando más en los lectores que en la crítica, son muy pocos los que se preocupan por las historias, y no son pocos los que traicionan sus convicciones por el éxito inmediato. Ante todo ello, Benavides lo tiene muy claro.





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