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La petimetra

Nicolás Fernández de Moratín



     [Nota preliminar. Edición digital basada en la edición de Madrid, Oficina de la Viuda de Juan Muñoz, 1762, cotejada con la de Jesús Cañas Murillo, Badajoz, Universidad de Extremadura, 1989.]



     A la Exc.ª Señora Doña Mariana de Silva y Toledo, Duquesa de la ciudad de Medina Sidonia, Condesa de Niebla, Marquesa de Cazaza en África, Señora de las almadrabas de las costas de Andalucía, y de las villas de Trebujena, Conil, Chiclana, Vejer, Bollullos, Huelva, y las de su partido: San Juan M Puerto y Aljaraque, de la de Jimena y dozava parte de la de Palos, de la de Gausín y sus lugares, y de la de Almonte, Dama de la Reina difunta, nuestra señora, etc. etc.etc.



Señora.

     Conociendo los errores que han advertido los críticos en el teatro español, determiné purgar la Comedia de todas las impropiedades de que comúnmente abundan las nuestras, y así compuse La Petimetra, por el modelo de los más clásicos autores griegos y latinos, italianos y franceses que han merecido el aplauso de toda Europa, y cuyas obras se representan hoy día fuera de España con general aceptación. Sólo me falta una protección poderosa para salir defendido contra la obstinación del vulgo, y así me acojo al auxilio de V.E. suplicando admita este pequeño trabajo con benignidad, que será el último fin de mis intentos. Guarde Dios la vida de V.E. los muchos años que deseo.



Señora

B.L.P. de V.E.

su más humilde y reverente servidor

Nicolás Fernández de Moratín



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Disertación

     Aunque el arrojarse uno a empeños imposibles con razón es vituperado tan de los cuerdos, suele haber pasiones tan vehementes que, ofuscando el entendimiento, no dejan conocer la temeridad. Yo bien conozco la mía; pero el amor de la Patria puede tanto conmigo que, a trueque de vindicarla en lo que pueda de las injurias de los extraños, me expongo evidentemente a las de los críticos y maldicientes de casa. Bien pudieran excusarme esta afrenta muchos doctos españoles que, con más felicidad, más años, y más estudios que los míos, sabrán perfeccionar la Comedia. Solamente esta proposición era empeño de mayores fuerzas, pues parece blasfemia el decir que, habiendo en el mundo Lope, Calderón, Moreto, Solís, Candamo y otros, haya que añadir perfección a la Comedia; pues lo cierto es que los extranjeros, y algunos naturales, se burlan de las nuestras; y aún ha habido quien afirme que no tenemos una perfecta. Lope dice que escribió seis con las reglas que manda la Arte Poética, con que fuera de éstas, que él no señala cuáles sean, ni a mi noticia han llegado, podemos con licencia suya echar a un lado, por desarregladas, y consiguientemente imperfectas, las muchas que produjo aquel insigne varón. La disculpa que da no me parece digna del grande entendimiento suyo, pues dice que escribió sin el Arte por congeniar con el pueblo y dar gusto al vulgo ignorante; pero yo no puedo creer que, aunque al vulgo le agrade una cosa desarreglada (que no niego que sucede), le desagrade otra sólo porque está hecha según Arte. La razón es clara, y no la hay para que al vulgo le disguste una comedia, o tragedia, sólo porque guarda las tres unidades de tiempo, lugar y acción; y aun al mismo vulgo, que él tanto quiso agradar, le he visto yo muchas veces admirarse de que los niños pequeños se hagan hombres en el teatro, en un tan pequeño espacio, como es el de tres horas, que regularmente dura una representación; y no menos admiración es que un vestido dure treinta o cuarenta años, o más, cuando se supone que los dura una comedia, cosa que he visto notada aun de los más ignorantes, sin más noticia del Arte que la razón natural y el descuido de los actores que hacen más visible la impropiedad con no deslucir un traje en tanto tiempo. Algunos juzgan que los Poemas Dramáticos son como los Épicos o Líricos, que refieren lo pasado, o lo futuro, sin que tenga conexión la duración de lo referido con la suya, pues en cortísimo espacio se pueden referir sucesos de muchos siglos; pero la Comedia, o Tragedia, no refiere lo pasado, sino lo presente, y, aunque sean lances muy antiguos, finge que están sucediendo, y cuanta más propiedad tenga la ficción será mejor la comedia, con que siendo inverosímil que en tres horas se vean cosas que se supone que pasan en muchos años, se sigue que la comedia ni está arreglada al Arte ni a la razón natural.

     Así como es impropio que en tres horas se represente una crónica entera, lo es también que se mude la escena veinte, treinta o más leguas de donde se empezó. Esto no necesita de autoridades ni sutilezas para probarse, pues a cualquier hombre de juicio le parecerá imposible ver, sin moverse de un puesto, la fachada del Palacio nuevo, el Capitolio de Roma y la Bahía de Argel. En la unidad de acción se han cometido tantos errores que juzgo que ellos han sido origen de los demás, pues, como han amontonado en las comedias tal multiplicidad de lances, ha sido preciso alargar la duración y alejarse muchas leguas para desatarlos todos. Aquí es donde oigo yo levantarse contra mí la turbamulta de los necios, llamándome atrevido, temerario, sacrílego y blasfemo, enemigo de la Patria, pues digo contra sus hijos semejantes insolencias, habiendo merecido muchos de ellos los mayores elogios de los hombres más insignes del orbe; y, en fin, rematarán diciendo que las comedias, así como están, logran aplauso, y que si querré yo saber más que Lope, ni Calderón, ni otros muchos que levantaron a los cielos las Musas españolas. Pero ni todas esas voces me espantan, ni todos los defensores juntos estiman ni veneran más a nuestros célebres poetas que yo los estimo y los venero. El que le agraden al vulgo las comedias sólo porque estén desarregladas, con licencia del gran Lope, no me parece muy cierto: lo uno, porque el Arte está fundado en la razón natural, y ésta no desagradó a ninguno; y lo otro, además de otras razones, se infiere de la experiencia, porque al vulgo embelesó en la antigüedad el dulcísimo Terencio. No ha mucho que el célebre Molière fue admiración no sólo de los doctos, sino del vulgo de Francia. Hoy día aplaude hasta el vulgo de Alemania, y aun el de toda la Europa, los dramas que da a luz pública el famoso Abate Don Pedro Metastasio. Y el vulgo de toda Italia corre ansioso a los teatros, por ver las comedias que continuamente produce el naturalísimo Goldoni, abogado y poeta cómico veneciano; y, porque no falte ejemplo español, cuenten las alabanzas que han logrado justamente las grandes tragedias de Virginia y Ataulfo del Señor Don Agustín de Montiano, y verán que compiten con sus letras. Aplaudir yo a estos célebres varones es deslucirlos, pues nunca podré hacer más que repetir lo que a una voz pregona el mundo. Sólo digo que escribieron ajustadísimos al Arte y lograron los elogios referidos, con que se infiere de aquí que el Arte no es tan aborrecido del pueblo como le parece a Lope, y que una comedia, por sólo estar según Arte, no será mal recibida. Aquí vuelve otra vez el alboroto, diciendo que, estén o no estén según Arte nuestras comedias, ellas agradan así; pero la respuesta se dará más adelante. Para agradar al pueblo no es preciso abandonar el Arte; y si alguna comedia o tragedia escritas sin él agradan, no es por la precisa circunstancia de que estén desarregladas, pues, si la tal composición tuviera el Arte, sería al doble más aplaudida. No solamente espero impugnaciones de los necios, pero aun de algunos más estudiosos que dirán que yo no escribo nada de nuevo, pues no hago más que repetir lo que dice Aristóteles en su Poética, y lo que han repetido muchísimos comentadores suyos en las más cultas naciones; pero esta impugnación me sirve de defensa contra la que me censure de introductor de novedades, pues nuestros más selectos autores han tocado ya este punto felizmente, y el condenar yo el método de nuestras comedias, no es atrevimiento mío, pues lo confesó primero el mismo Lope de Vega. Cervantes blasfema de ellas. Cascales en sus Tablas Poéticas se ríe. Don Ignacio Luzán, a quien estiman los extranjeros, aun más que los naturales, enseña en su Poética, con admirable doctrina y profunda erudición, todo lo que llevo dicho. Don Gregorio Mayans y Siscar hace lo mismo; y últimamente, el Señor Montiano y Luyando, en el Discurso de las tragedias españolas, hace una severa aunque justísima crítica de los autores españoles que faltaron a estos preceptos; y no es extraño que yo escriba en esta forma, pues no hay enmienda alguna, y las pocas comedias que hoy día salen a luz sacan los mismos defectos, y aun más, que las antiguas, de suerte que parece que ha sido en balde el trabajo de estos grandes hombres, padres de la Patria, y de la española república literaria. Los errores de las comedias españolas son tantos que en algún modo disculpan a los extranjeros, quienes con ridículas mofas y sátiras se han burlado de nuestros grandes autores, sin que les hayan valido tantos y en tan grandes primores como se ven en sus dramas; porque como la obra está mal concertada en todo el cuerpo, no la libra de la crítica alguna parte, por más que no esté dañada. Censura a Plauto Daniel Heinsio porque en el Anfitrión se tarda nueve meses, en los cuales Alemena de Júpiter, su transformado galán, concibe y pare al grande Hércules; y añade, como por burla, que apenas es mayor el período de la Ilíada de Homero que el del Anfitrión de Plauto; y la razón en que se funda es aquella tan sabida de Aristóteles que para la acción dramática sólo concede un día, aunque el Minturno, sin razón, se alarga a conceder dos. Pues ¿qué diría de nuestras comedias este crítico, al ver que se pasan los años, y aun los siglos, sin sentir en el teatro? El célebre Luzán hizo un capítulo aparte de los defectos más comunes de nuestras comedias; y, aunque en algún modo parezca que repito lo que dijo este gran poeta, diré brevemente algunos, sin que por esto se infiera que yo no estimo como debo a nuestros cómicos. La comedia de San Amaro, la de Los siete durmientes, Los trabajos de Adán y Eva, El conde de Saldaña, y otras infinitas, más que comedias se pueden llamar historias representadas, según la duración de sus acciones. La desunión de lugar se nota en las mejores y más bien parladas comedias nuestras, pues hay alguna cuyas tres jornadas se representan en las tres partes del mundo, y me admiro que no hayan puesto cuatro actos para que no quede desconsolada la América; pero ya se acordó de ella el Maestro Tirso de Molina, que en las hazañas de los Pizarros saltó desde Trujilo al Perú, y yo he visto comedia del giro que hizo en el orbe la nave la Victoria, donde es gusto hallarse ya en el Estrecho de Magallanes, ya en las Islas Marianas, ya en las Filipinas, ya en las Molucas y Maldivias, ya en el Cabo de Buena Esperanza, ya en las Canarias, hasta llegar a Sanlúcar, donde se empezó la comedia. En la unidad de acción se puede verificar mejor que en cosa ninguna el gusto estragado del vulgo, que dijo Lope. La culpa de esto, sin duda, la tiene el profundo Calderón, quien con la inmensa fantasía de que pródigamente le dotó naturaleza, amontonó tantos lances en sus comedias que hay alguna que de cada acto, o jornada, se pudiera componer otra muy buena, y el vulgo, embelesado en aquel laberinto de enredos, se está con la boca abierta hasta que al fin de la comedia salen absortos, sin poder repetir toda la sustancia de ella; pero los hombres de juicio, que saben que la Comedia se hizo para corregir las malas costumbres, y que no podemos cumplirlo sin entenderlo, conocen que es superflua e inverosímil toda aquella redundancia, la cual es originada de la libertad, que se toman, en que dure la acción lo que ellos quieren; pues si la redujeran a los límites del Arte, no pudieran en tan poco tiempo desatar tantos enredos, y si alguno lo conseguía, tropezaba con la inverosimilitud, porque es imposible, o, a lo menos, muy extraño, que en un día y en un paraje le sucedan a un hombre tantos acasos. Otras impropiedades, no menores, se notan en nuestras comedias. Sea la primera en la del Cerco de Roma por el Rey Longobardo Desiderio, que estando acampado este pagano a vista de aquella ciudad, ve en sueños a Carlo Magno en Francia, y a Bernardo, que está en España, lo que, aunque no es imposible que pudiera soñar él, lo es que se lo haga percibir visiblemente al auditorio, el cual lo está oyendo todo y viendo desde su asiento tres parajes tan distantes, lo que pudiera haber evitado el autor con hacer referir el sueño en alguna pequeña relación. No es menos duro después aquel paso tan desatento, que sucede en Roma ya acabado de llegar Bernardo, cuyas descorteses fanfarronadas y arrogancias vanas y jactanciosas, impropias en tal lance y en persona de su esfera, más deslucen que acreditan a aquel valiente español. En La Cisma de Inglaterra, el embajador de Francia hace y dice su embajada delante de todas las damas de palacio; y en la de Rendirse a la obligación, otro embajador da su embajada a la Reina en su jardín delante de los jardineros, y uno de ellos (que es un príncipe disfrazado) riñe con el dicho embajador, porque anduvo descomedido con la Reina. Si estos pasos son o no son verosímiles, senténcienlo los desapasionados juiciosos, que yo no quiero cansarme en vano. La altura del estilo sublime de nuestras comedias es censurada también porque hablando, como se supone, los actores de repente, no pueden proferir agudezas tan artificiosas, y sutiles, como se oyen a cada paso, y más debiendo ser personas humildes y plebeyas. Otras impropiedades hay: v. gr. no guardar el carácter del sujeto, de la nación y el siglo en que se supone. Los lances tan frecuentes de las tapadas quiero que los sentencie todo el mundo, y diga cualquiera si no conocería por la voz y por otras mil señales a su hermana o dama o a otra con quien tenga mucha comunicación, y suele haber conversaciones bien largas, y la señora está muy segura, fiada, sólo a la raridad de un manto, sin que la conozca quien continuamente suele estar pensando en ella. La instrucción moral, que es el alma de la Comedia, pocas son las que la tienen, siendo circunstancia esencialísima, porque el fin de la Poesía es enseñar deleitando, y para esto es la Comedia; y hay algunas, que, aunque su asunto principal no es manifiestamente malo, suelen tener algunas cláusulas que pudieran compararse con las de Menandro y Aristófanes, y éste es el motivo por qué han sido perseguidas las comedias tantas veces por varones religiosos, y cristianos, lo que no sucediera si estuvieran según el Arte, que enseña a ultrajar el vicio y a dejar siempre triunfante la virtud. De todo lo arriba dicho se origina una cuestión, y es, si nuestros autores cómicos supieron el Arte, o no. Muchos son de la segunda opinión, y dicen que, si acaso le supieron, ¿cómo no le mostraron en una u otra comedia con distinción, escribiendo alguna en particular para los doctos quien escribió tantas veces para los necios? Pero se acredita de ello quien tal piensa, pues del gran Lope consta que le supo cuando supo distinguir, aun en sus mismas comedias, las unas de las otras. Y aun sin esta razón, ¿quién pudiera persuadirse que un hombre de tan vasta erudición, y doctrina, como Lope, ignorase una cosa tan trivial para quien discurría divinamente en materias más profundas? Una cosa es el capricho y otra la ignorancia, y de ésta no tuvo nada el gran poeta español: él dio en aquel Arte nuevo, y Calderón le siguió como vio la aceptación de las comedias de Lope, que no porque ignoraba el modo de hacer bien una comedia; y lo mismo digo de los demás autores de aquel tiempo, en el cual, aunque no se practicaba, se sabía el Arte en España, pues Cascales le enseña bien. Suelen también decir muchos que si a un poeta le dan por asunto de una comedia la vida de éste, o el otro, que fue larga y de varios lances sucedidos en muy distintos parajes, que es preciso que abandone el Arte para referirlos todos y mude la escena muchas veces; pero a esto responderá el Padre Homero en la Ulisea, y Camoens en la Lusiada, y por todos el gran Virgilio, el cual pone a Eneas en Cartago contando a la reina Dido, por vía de conversación, el incendio de Troya y la causa de sus peregrinaciones, lo que también, como el épico, puede hacer el poeta cómico, y así lo hizo Moreto en El desdén con el desdén, cuando Carlos cuenta a Polilla en aquella relación todas las circunstancias de su amor y la esquivez de Diana, lo que otro poeta no hubiera contado si no lo hubiera hecho ver representado, cansando al auditorio con un año de ingratitudes. Y para que mejor se vea, hagamos un paralelo de dos comedias escritas a un mismo asunto, que es la fidelidad de Temístocles: la una es española, cuyo autor, sin perder de vista la historia (no por seguir la verdad, pues algunas veces que no importa la abandona), considerando que la injuria que le hicieron fue en Atenas, empieza allí la acción, y luego se viene a Persia, en cuyo viaje y sucesos con Jerjes gasta muchísimo tiempo y mil impropiedades y bufonadas del gracioso, violentas en tan serio espectáculo: él hace dos comedias en una, faltando notablemente a la unidad de lugar y a otros primores del Arte; pero el grande Metastasio que los sabe todos, imitando al escultor, que de un tronco de diez varas hace una estatua de dos, arrojando lo inútil, echó por el atajo, y puso a Temístocles en Susa, corte de los reyes de Persia, y en aquel día mismo acaba toda su acción con admirable artificio, informando al auditorio de todo cuanto conduce a aquel intento. Vistas las circunstancias de la historia, y la comedia primera, parece que no se podía componer de otro modo. Pues miren como le halló el Arte para hacerlo más hermoso, más natural y verisímil. Otra perfección encuentro en este drama, y es que Temístocles halla a su hija Aspasia en aquel mismo día en Persia, y admirado la pregunta cómo fue allí su venida, a lo que ella responde en pocas palabras que fue arrojada de una tempestad. Cuya respuesta, si hubiera quedado a cargo de otro poeta, olvidado del lance lastimoso y de la prisa en que se hallaban, hubiera hecho a la muchacha pintar una borrasca tan furiosa, con tales coloridos, que no la compitiera Ovidio, Lucano, Virgilio, Estacio, Séneca, Homero, ni Camoes. No hubiera dejado nombre náutico que no la hiciese decir por ostentarse erudito; pero Metastasio conoció que la mayor erudición era pintar aquel lance como pudiera haber sido, y así le sacó muy natural. Ahora vuelve la pregunta a que ofrecí responder, y es que ¿cómo aunque están sin Arte agradan tanto nuestras comedias? A esto digo sin lisonja: que ¿a quién no ha de agradar y embelesar por extremo aquella prodigiosa afluencia, tan natural y abundante, del profundo Calderón, por cuya dulce boca hablaron suavidades las Musas? ¿Quién no admira la discreción de Solís, de Don Francisco de Rojas, de Don Agustín Moreto, de Candamo, de Montalbán, y otros muchos? Y qué hombre habrá tan idiota, que no admire absorto la facilidad natural, y la elegancia sonora del fecundísimo Lope, el cual fue tan excelente en lo lírico que no cede ventajas al Petrarca. En lo heroico fue sublime. Hable su Jerusalén y callará la de Tasso, pues (exceptuando el orden y disposición) tiene cosas tan altas y divinas que al haberlas escrito un forastero, las trajeran los españoles continuamente en la boca. Allí se ve aquel furor arrebatado y encumbrada fantasía que constituye el numen de los verdaderos poetas y los distingue de los versificantes y coplistas. No es de mi asunto hacer cotejos, pero tiene muchos pasos iguales a la Eneida, y algunos que la exceden; y si le oyera cantar sus divinos versos, le hiciera reverencia el gran Virgilio. Esto que digo ingenuamente es para que se vea el justo aprecio que yo hago del mérito y la virtud, y que yo no he concebido ningún odio ni envidia contra tan insignes hombres, los cuales abandonaron el Arte, que no ignoraban, solamente por capricho y novedad, y esto ha sido lo que les ha quitado la estimación entre los doctos, porque, aunque en las mismas comedias desarregladas se encuentran cosas altísimas, sucede lo que en una ciudad mal dispuesta, que, aunque tenga edificios suntuosísimos, todos se lastiman de verlos mal empleados en semejante paraje; y no son todas las comedias totalmente imperfectas, pues hay muchas que, si no son buenas, lo quedarán con poquísimo reparo; v. gr. Los empeños de un acaso; Antes que todo es mi dama; El amor al uso; También hay duelo en las damas; Mejor está que estaba; No siempre lo peor es cierto; El esclavo en grillos de oro; El tramposo con las damas; y otras, de las cuales hay alguna que, con sólo quitarla o añadirla una palabra, quedaba perfecta. Sólo resta dar un ejemplar y ver si se pueden poner en práctica las reglas de esta teórica. Muchos célebres en ésta no han acertado en aquella: yo no pienso haberlo conseguido en una ni en otra; pero mi intento no es el de enseñar que no me juzgo capaz de eso, sino el de excitar para que algún docto español perfeccione con más juicio lo que yo empiezo. Por ahora presento La Petimetra, de la cual quisiera hacer una desinteresada crítica, pero el miedo de que juzguen apasionado me detiene, sólo advertiré de paso algunas cosas, y así digo que el sujeto me parece propio y el asunto natural para lo cómico. Heme apartado de los comunísimos que tenemos, donde todos son enamorados, duelistas y guapetones; pero tampoco lo he olvidado del todo, por ser del gusto y carácter de la nación. El de la petimetra Doña Jerónima, si no está más exprimido, fue por no alargar la comedia. La instrucción moral está patente, sin que haya multitud de sentencias, por no incurrir en el delito de Séneca. La acción se representa en Madrid; y, aunque algunos autores, y entre ellos Pedro Cornelio, permiten que una comedia se represente en una ciudad y en sus contornos, yo no he querido usar de tanta licencia. Nuestro Luzán dice que en distintos parajes de una ciudad se puede hacer la comedia, porque le parece inverosímil que en uno sucedan todos los lances; pero sin que, a mi parecer, se note inverosimilitud ni violencia, he logrado colocarla no en el ancho circuito de Madrid, ni en una casa, sino en una pieza particular, donde tiene el tocador Doña Jerónima, y de allí no se sale un paso, ni aun al cuarto de más afuera, y esto es lo que con propiedad debe llamarse unidad de lugar. La de tiempo está guardada tan fielmente que no se tarda en la acción más de lo que pueda tardar en representarse, de suerte que su duración no pasará de tres horas; y, aunque pudiera alargarla por todo el giro o período del sol que da Aristóteles, he querido sujetarme a lo que es más natural: y, aunque está ya recibido, si se mira con rigor, no dejará de ser violento que lo que pasa en ocho o diez horas pueda reducirse a tres, pero yo no intento quitar esta libertad. No imagine nadie hallar en mi comedia tantos enredos como en otras, pues el tiempo ni el paraje inmutable no lo permiten, ni fueran verosímiles tampoco. Menos se encontrará aquel estilo sublime y elegante, pues yo nunca le tuve, ni aunque le tuviera le usara en la humildad de una comedia. Todo su contexto me parece verosímil y creíble. Que tenga algunas faltas, ni lo niego ni lo dudo, porque no soy ángel; pero se la pueden suplir por las demás circunstancias que tiene, pues, sin que sea vanagloria, juzgo que pocas comedias observarán los preceptos tan religiosamente. Esto no es decir que yo sea más que Lope, ni Calderón, ni Solís, a quienes venero mucho, y también lo hacen, aunque con disimulo, los de afuera, pues algunos conceptos suyos he notado yo traducidos, con particular gusto mío, en las comedias extranjeras. Para corregirme mis defectos no es menester sátiras ni apodos. Yo le agredeceré infinito a cualquiera que, mejor informado, me advierta mis descuidos, y públicamente le confesaré por mi maestro, pues yo no tengo vergüenza de aprender, y agradézcame la patria mi intención, pues yo por defenderla me expongo: si no lo he conseguido, fue al menos noble el intento, y será feliz, si algún docto compatriota, estimulado, corona con perfección lo que yo empecé toscamente, que lo conseguirá sin duda.





PERSONAJES



                                                 DON DAMIÁN                                    
DON RODRIGO, su tío
DON FÉLIX
ANA, criada
DOÑA JERÓNIMA
MARTINA, criada
DOÑA MARÍA
ROQUE


La escena se representa en Madrid, en el cuarto de DOÑA JERÓNIMA.



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Jornada primera





Sale DON DAMIÁN y DON FÉLIX.



DAMIÁN     Que esperemos aquí un poco      
la criada respondió.
FÉLIX Bien digo, Don Damián, yo
que vos debéis de estar loco.
Cuando acabo de llegar 5
hoy desde Valladolid,
apenas entro en Madrid,
¿y ya me hacéis visitar?
DAMIÁN Presto, Don Félix, veréis
que tenéis que agradecerme. 10
FÉLIX Pues si queréis complacerme,
y si obligarme queréis,
dadme cuenta, Don Damián,
de lo que queréis de mí,
y a qué venimos aquí, 15
¿qué casa es esta, qué afán
es el que tenéis con vos?
DAMIÁN Don Félix, yo os lo diré;
pero primero veré
si estamos solos los dos. 20
FÉLIX Solos parece que estamos.
DAMIÁN Pues atended.
FÉLIX                         Ya os escucho.
DAMIÁN Bien sabéis que habrá tres años
que a Valladolid partisteis,
con harto pesar de entrambos, 25
a estudiar, y bien sabéis
cuan libre yo de los lazos
viví con que amor enreda
los jóvenes descuidados.
Pues no ha, Don Félix, tres meses 30
que una mañana en el Prado,
al pie de un árbol sentada,
del fresco ambiente gozando,
hallé una dama tan bella
que no cabiendo en el labio 35
su perfección no la pinto,
pues, siendo hermoso milagro,
la apoco si la exagero,
la ofendo si la retrato.
Valido de la ocasión, 40
con el sombrero en la mano,
disimulando lo amante
con muestras de cortesano,
la hablé. Respondió discreta
y afable, mas no es extraño, 45
siendo discreta, que huyese
del vulgar grosero trato
de aquellas que encubrir quieren
la necedad con lo ingrato.
Acompañéla a su casa, 50
y inquiriendo y preguntando,
llegué a saber finalmente,
por los vecinos del barrio,
que es la dama por quien muero,
y en cuyos ojos me abraso, 55
Doña Jerónima Pérez,
en cuya casa hoy estamos.
Es tanta su bizarría,
su perfección y su garbo,
que es lo menos su hermosura, 60
con tenerla en sumo grado.
Aquel andar tan airoso,
aquel chiste y desenfado,
aquel primor con que juega
de la basquiña y el manto. 65
Su discreción, su gracejo,
la invención de su tocado,
el buen gusto en el vestir,
y del vestido lo extraño,
admiración de la Corte 70
es, y aun de la España; y tanto,
que ya por antonomasia
(sin hacer cuenta ni caso
de tan bellas damas como
tiene el recinto mantuano). 75
La Petimetra la llaman,
título con que se ha alzado,
y en Madrid es conocida.
Discurre tú por un rato
cuál será la que hace raya 80
en pueblo tan dilatado.
Y aun te aseguro, quisiera
no fuese su primor tanto,
por el peligro que tiene
lo culto con lo afectado. 85
Es su dote, cuando menos,
diez y siete mil ducados,
según ella me lo ha dicho.
Doña María Fajardo
es su prima, y ambas juntas 90
viven en un mismo cuarto;
pero es de Doña María
tan circunspecto el recato,
que ni aunque la hablen permite;
y es su genio tan cerrado, 95
cuanto abierto el de su prima;
y en mí su modestia ha obrado
ocultamente, de suerte,
que, aunque estoy enamorado
de Jerónima, si el dote 100
fortuna hubiera trocado,
me trocara yo también,
que la hermosura echó el fallo
en su rostro, y a gastar
el adorno y aparato 105
de estotra no fuera menos,
pero, pues así los hados
lo quieren, perdone el mundo,
que a Jerónima idolatro.
A las dos las cela un tío, 110
tan ridículo abogado
que, si por algún descuido
nos hallara en este cuarto,
con ambas primas por fuerza
nos casáramos entrambos; 115
y por saber que a estas horas
Don Rodrigo está estudiando,
vengo, porque por de noche
ni a la tarde es excusado,
según la gran vigilancia 120
con que las está guardando,
pues no hay Mercurio que baste
para adormecer tal Argos.
FÉLIX Cierto, Don Damián amigo,
que admiración me ha causado. 125
DAMIÁN Pues aún es más lo callado,
Don Félix, que lo que digo.
FÉLIX Me hace admirar el saber
que es Don Rodrigo su tío.
 
(Sale MARTINA.)
 
MARTINA Usted y este señor mío 130
irse pueden y volver
como de aquí a media hora.
DAMIÁN Pues ¿qué hay de nuevo, Martina?
MARTINA Que mi ama está en la cocina,
y en la cama mi señora. 135
DAMIÁN ¿Tu ama y tu señora?, di,
¿cuál es tu señora y tu ama?
MARTINA Con la cocina y la cama
juzgo que lo distinguí,
pues ¿quién hay que en buena cuenta 140
no saque por conclusión
que todas las amas son
cual la puerca cenicienta?
Y, siendo esto último en casa,
Doña María, a fe, a fe 145
que no hay duda alguna en que
del grado de ama no pasa;
mas a estotra es disparate
el no llamarla señora,
su prima la llevó ahora 150
a la cama el chocolate,
y va a empezarse a vestir.
DAMIÁN Pues adiós, Martina.
FÉLIX                                 Adiós...
 

(Vase.)

 
MARTINA Tengo para entre los dos
una cosa que decir. 155
DAMIÁN Y ¿qué es?
MARTINA                 Una friolera,
si usted no lo tiene a mal.
DAMIÁN ¿Yo? No, por cierto; di, ¿cuál
cosa quieres?
MARTINA                     Yo quisiera
un peso gordo, señor, 160
que tengo de menester.
DAMIÁN Pues ¿qué te quieres hacer?
MARTINA Un delantal de labor,
y aún no se ha cumplido el mes,
y no le quiero pedir. 165
DAMIÁN Pues que tengo que venir,
yo te le daré después.
MARTINA Pues ¿qué mejor ocasión,
si es que tenéis voluntad?
DAMIÁN Estoy de prisa.
MARTINA                        En verdad, 170
que aquellas disculpas son.
DAMIÁN ¿Qué son?
MARTINA                 Ganas de no darle.
DAMIÁN ¿No te he dicho ya que sí?
MARTINA El equívoco entendí.
DAMIÁN No tienes que interpretarle. 175
Adiós, hasta luego.
MARTINA                               En humo
verle quisiera volver.
Y ¡que haya simple mujer
que a galán que no da zumo,
por más que le aprietan, quiera, 180
y por él esté muriendo,
siendo un Don Juan Pereciendo,
sin blanca en la faltriquera!
Y ¡que esta mujer se muera
por aqueste mentecato, 185
paseante y almirantero,
viga derecha y pelmazo!
Sí, señor, mucho galón,
que ayer lo desechó el amo,
mucha vuelta con festón, 190
buena media y buen zapato,
sombrero fino, y la capa
con tanto terciopelazo,
espadín preso al ojal,
cual venera o relicario; 195
y todo esto ¿en qué se funda?,
en que soy Don Damián Pablos,
escribiente de un señor,
con ración de nueve cuartos,
acribillado de trampas 200
a puro pedir prestado
y andar engañando bobas
con fingidos mayorazgos.
Pero, a fe, que de los dos
no sé cuál más engañado 205
será, porque la tal dama,
sin ser juicio temerario,
entre veinte compañeros
valdrá cuatro o cinco ochavos
ella, su dote y su ropa. 210
 
(Sale DOÑA MARÍA.)
 
MARÍA ¿Qué estás ahí, Martina, hablando?
¿Quién era aquel forastero
que con Don Damián ha estado?
MARTINA Yo no se lo he preguntado.
MARÍA Pues yo de su traza infiero 215
que es hombre de calidad.
MARTINA ¿En qué lo conoce usted?
MARÍA En su porte.
MARTINA                    Conoced
quién es él por su amistad.
MARÍA Pues, ¿qué amistad es la suya? 220
MARTINA La del que le trajo aquí.
MARÍA Yo nunca en mi vida vi
libertad como la tuya.
MARTINA ¿Qué es libertad? No, señora,
bien la pura verdad ves, 225
porque cual la amistad es,
tal es el amigo ahora.
Y él será, aunque es tan galán,
siendo de su mesmo estambre,
un Don Rabiando de hambre, 230
como el señor Don Damián.
MARÍA Calla, no lo oiga mi prima,
que sale.
MARTINA               ¡Y con qué alborozo!
MARÍA No me parece mal mozo.
MARTINA Dale.
 
(Salen al tocador DOÑA JERÓNIMA y ANA.)
 
JERÓNIMA         Tengo en mucha estima, 235
Anita, ese pitibú;
anda y búscamele tú.
 

(Vase ANA.)

 
MARTINA ¿No era mejor la cofieta
con cinta del cigarrito?
JERÓNIMA No, que me la puse ayer, 240
y hoy ponérmela es delito.
MARTINA Pues ¿qué importa?
JERÓNIMA                                Mentecata,
¿te has criado en las Batuecas?
Dime, ¿dónde has visto tú
que una mujer de mis prendas 245
use dos veces seguidas
una cosa mesma?, que eso
se estilará en tu lugar,
donde todo el año entero
la propia saya y jubón 250
trae la mujer del Alcalde,
y, si no lo halla de balde,
no se muda ni un cordón.
Mas yo que tal cual me veo,
a Dios gracias, poderosa, 255
¿por qué he de usar una cosa,
como tú dices, arreo?
MARTINA Es que el buen gusto pudiera
ese defecto suplir.
JERÓNIMA No hay gusto en el repetir. 260
 
(Sale ANA.)
 
ANA Juzgué que con él no diera,
según estaba escondido,
pero en fin ha parecido.
JERÓNIMA ¿Y el espejo?
ANA                       Ya está aquí.
JERÓNIMA Oyes, me parece a mí 265
que más limpio puede estar.
ANA Pues ¿cómo le he de limpiar?
JERÓNIMA ¿Cómo has de limpiarle?, así.   (Límpiale.)
¿No ves esas listas anchas?,
¡qué curiosidad tan pura!; 270
así a mí se me figura
que tengo el rostro con manchas.
ANA Yo bien le limpié.
JERÓNIMA                           ¿Qué Altercas?
¡No es cierto, para rabiar,
no poderse bien peinar 275
por el tesón de estas puertas!
¡Que tal necesidad reine,
en un siglo tan contrario,
que he de pagarla un salario
no más de porque me peine! 280
Y está con su habilidad
tan vana la tal criada
que hace esto y no hace más nada;
pues por cierto, y por verdad,
que veinte reales al mes, 285
dos cuartos que almuerzo llama
y los desechos del ama
moco de pavo no es.
Y esto de que es menester
estar por fuera decente 290
es lo que te hace insolente
y te hace ensobebecer.
Ahora digo, y con razón,
habiendo en vestir tal norma,
que las mujeres de forma 295
tenemos gran sujeción.
¿Vamos a peinar?
ANA                             Señora...
Si usted sabe que en peinar
no la pudo contentar
otra criada hasta ahora, 300
y que luego que yo entré,
sin ser esto vanidad,
con mi grande habilidad
toda la Corte admiré,
¿para qué es tanto rigor, 305
por un descuido no más?
JERÓNIMA ¿Cuándo tú refrenarás
el pico tan hablador?
ANA ¿Pues no me has de permitir,
ni hablar con modo debido, 310
habiéndote merecido
(déjamelo ahora decir)
la confianza tan grande
que no a todas se la dan
del amor de Don Damián? 315
JERÓNIMA Ya recelo yo que ande
bien en tu boca mi honor,
mas ¡desdichada de ti!
ANA No receles tal y di,
sin lisonja ni favor, 320
en acertarse a peinar,
y en ponerse el pitibú,
¿hay alguna como tú?
JERÓNIMA No te lo puedo negar.
ANA Ni negarás que tu porte 325
es ya por mi aplicación
envidia y admiración
de las damas de la Corte.
JERÓNIMA Cierto.
ANA            Y si más se penetra,
según todo el mundo vio, 330
desde que te peino yo,
te llaman la Petimetra.
JERÓNIMA Es verdad.
ANA                 Pues si es ¿por qué
al punto te has de enojar,
en oyéndome parlar 335
cualquier cosa?
JERÓNIMA                        Me enojé
no tanto por lo que hablaste
como que, por tu descuido,
lleno de polvo y torcido
el espejo me sacaste, 340
y no es modo de servir
este.
ANA       No me riñas más
y aplaude otras prendas mías.
JERÓNIMA Y tantas habladurías,
¿a qué asunto las dirás? 345
ANA Dígolo, porque pudiera
darme alguna estimación
el tener con perfección
mi habilidad peluquera.
Y no es eso solamente 350
lo que en mí se encontrará,
porque otra ninguna habrá
que pueda poner decente
con menos costa a su ama,
pues de cualquier trapo viejo 355
formado un vestido dejo,
digno de la mejor dama,
que los vestidos de hoy día
no son de coste, señora,
porque sólo se usa ahora 360
hojarasca y policía;
y los pocos que tú tienes
(ahora que solas estamos)
bien sabes que siempre andamos
mudándolos.
JERÓNIMA                    Te entretienes 365
más de lo que es menester.
ANA Porque parezcan distintas
ya guarniciones, ya cintas.
JERÓNIMA ¡Qué habladora estás, mujer!
ANA En la bata.
JERÓNIMA                   Déjalo. 370
ANA En la basquiña y la falla.
JERÓNIMA Vamos a peinarme y calla.
ANA Pero todo lo hago yo.
JERÓNIMA Sí, mas tráeme el peinador.
ANA Ya le tengo aquí, señora. 375
JERÓNIMA Anita, digo que ahora
quitarme el bello es mejor,
antes que venga más gente.
ANA Pues qué, ¿no se quitó ayer?
JERÓNIMA No importa, que da en crecer, 380
y apenas tengo los veinte;
trae el vidrio, si te place,
si no con pez o con cera.
ANA Tengo mi madre vellera,
¿y no sabré cómo se hace? 385
JERÓNIMA Mas calla, que Mariquita
ya con sus ridiculeces
viene aquí.
 
(Sale DOÑA MARÍA.)
 
MARÍA                  ¡Jesús mil veces!
¿Es posible, Jeromita,
que a estas horas sin vestir 390
estés en el tocador,
sin ponerte a hacer labor
ni quererte persuadir
a que tanto señorío
como el tuyo no está bien, 395
ni le corresponde a quien
a expensas vive de un tío?
Ya sabes que la fortuna
hoy me tiene reservados
diez y siete mil ducados, 400
y que a ti más importuna
te miró; no te alborote,
pues no es vileza infamada
el que una doncella honrada
lleve en honor todo el dote; 405
y tú no contenta, prima,
con andar vociferando
que es tuyo, me estás tratando
con desprecio y sin estima.
Ya ves que tú no haces nada, 410
y yo siempre cocinera
te sirvo, como si fuera
la más indigna criada.
Pues no, prima, no es razón,
que la que ha de ser mujer 415
de todo debe saber,
del estrado y del fogón.
Bien sabes que nuestro tío
muy agrio contigo está,
y por eso te habla ya 420
con despego y con desvío.
Todos se burlan de ti,
y tú lo juzgas favor,
que el celebrarte el humor
es chanza que se usa aquí. 425
JERÓNIMA Bueno es eso; tú quisieras
que una puerca fuera yo,
y que me arrastren o no
calandrajos y arpilleras,
arpillera y calandrajos 430
fuesen mi adorno y mi tren,
y que llevara también
por defuera los zancajos.
Quisieras que yo anduviese
con tanto moco colgando 435
y que con los pies andando
hiciera una y otra ese.
Que llevara el delantal
arrastrando por un lado,
y del otro levantado 440
con las rodillas igual.
Quisieras que me peinara
en bolsa, moño o rodete,
o que anduviera el copete
ofuscándome la cara. 445
Que el manto sin punta fuese,
como viuda o alcahueta,
y una cola de bayeta
con que las calles barriese.
Quisieras...
MARÍA                   No quiero nada; 450
entendámonos, mujer,
que un medio se ha de escoger,
y está la riña acabada.
Pues ni tanto ni tan poco
es lo que te pido yo; 455
lo sucio no me gustó,
ni mirar colgando el moco.
JERÓNIMA Una parte la limpieza
es de la buena crianza.
MARÍA Cierto, y merece alabanza 460
de alma y cuerpo la pureza.
JERÓNIMA Pues ¿qué tienes que notar?
MARÍA El exceso.
JERÓNIMA                   No hay exceso
en mí, porque para eso
Dios me quiso destinar 465
buenos padres.
MARÍA                        Pues a mí
¿tan malos me los ha dado?
JERÓNIMA No, pero tú has declinado
al paso que yo subí.
MARÍA ¿Declinar yo?, ¿qué motivo 470
para una razón como ésta
he dado yo?, ¿por ventura
conservarás tu nobleza
con pompa y con vanidad,
sin tener de dónde venga? 475
¿Afrento yo a mi linaje
porque vivo con modestia,
decente, no escandalosa,
bien limpia, y no deshonesta?
¿Tan grande es mi desaseo 480
que, si el tiempo que tú empleas
en tocarte, le gastara
yo en la mesma diligencia,
no hiciera bien mi papel
por cualquier parte que fuera? 485
¿No te corres, prima mía,
de que te traigan en lenguas,
llamándote todo el mundo
a una voz la Petimetra?
Y es lo peor que tú juzgas 490
que es honra para ti inmensa
lo que tuvieran por nada
las loca maravilleras.
¡Qué título tan famoso!
Por cierto, que, si tuvieras 495
juicio y discurso, la cara
de empacho te se cayera;
pues a mí aun el ir contigo
me da temor y vergüenza,
porque todos son fantasmas, 500
poses, visajes y muecas.
Y yo no sé qué interés
tan vano es el que te lleva
por ese hombre vagabundo,
pues si quien es consideras, 505
verás que lo menos malo
que tiene es suma pobreza,
poco dinero, mucha hambre,
y más aire en la cabeza.
El de ti se está burlando, 510
y, como te lisonjea,
entiendes que es discreción
lo que es solapa y cautela.
Y esta criada, que el diablo
trajo porque tú te pierdas, 515
es la que tiene la culpa
de las más de tus simplezas.
Ella con sus embelecos
te embrolla, y...
ANA                             Señora, buenas
noticias, por vida mía, 520
pues no, yo no aguanto de esas
si imagina que en Madrid
me faltará conveniencia;
pues tasadamente en casa
de cuatro o cinco duquesas 525
me están rogando que vaya
con mucho empeño, y, si fuera,
allí me celebrarían
lo que aquí me vituperan
 
(Sale MARTINA.)
 
MARTINA Señora, Don Damián viene 530
JERÓNIMA Pues lo que mi amor te ruega,
Mariquita, es que te acuerdes
que naciste con prudencia.
MARÍA ¿Viene aquel otro también?
MARTINA Sí, señora.
MARÍA                  No, no temas, 535
que una cosa es estar solas
y otra haber gente de fuera.
MARTINA Aprisa, que está esperando.
MARÍA Dile que entre.
JERÓNIMA                          Di que venga.
MARTINA Voy.
 

(Vase.)

 
JERÓNIMA       Al instante, al instante, 540
Anita, limpia esa mesa,
arrima esos taburetes,
corre esa cortina apriesa,
quita de allí aquella jarra
y eso que emporcó la perra, 545
llévate ese candelero
y las despabiladeras,
y venga quien venga ahora.
 
(Dentro MARTINA, DON DAMIÁN y DON FÉLIX.)
 
MARTINA ¿Y aquello?
DAMIÁN                  No has de ser necia.
MARTINA Pues ¿no dijo usted que luego? 550
DAMIÁN Es verdad.
MARTINA                 Pues vaya.
JERÓNIMA                                  ¿No entra
el señor Don Damián?
DAMIÁN                                    Sólo.
 

(Salen.)

 
esperaba esa licencia.
JERÓNIMA Dichosos, señor, los ojos
que os ven.
DAMIÁN                   Muy en hora buena, 555
pues, siendo los vuestros, pido
para ellos dichas eternas.
JERÓNIMA Discreto venís.
DAMIÁN                         Señora,
ya todo el mundo confiesa
que lo soy, no porque en nada 560
mis estudios lo comprueban,
mas por ver cuán acertada
es mi elección, pues venera
vuestras órdenes.
JERÓNIMA                             Mil gracias.
Tomad sillas.
FÉLIX                      La obediencia 565
disculpe la confianza.
JERÓNIMA Y, aunque curiosidad sea,
propia en nosotras, sepamos,
si no hay cosa que lo veda,
quien es este caballero. 570
MARÍA Eso mi atención espera.
FÉLIX Vuestro esclavo.
JERÓNIMA                          Señor mío.
DAMIÁN Es Don Félix de Contreras,
que de Valladolid vino
hoy, y amistad muy estrecha 575
profesamos, y, fiado
yo en la benignidad vuestra,
me tomé el atrevimiento
de traerle.
JERÓNIMA                 Y desde hoy sepa
que es muy suya aquesta casa. 580
FÉLIX Para acudir siempre a ella
a ofrecer mis rendimientos
como debo.
MARÍA                  A poseerla.
JERÓNIMA Y ¿qué os parece la Corte?
FÉLIX No es para mí cosa nueva. 585
JERÓNIMA ¿Habéis otra vez estado?
FÉLIX Señora, si nací en ella.
JERÓNIMA Pues no extrañaréis tampoco
de hallarme a una hora como esta
tan indecente; y es cierto, 590
que así estar yo no debiera,
viniendo a favorecerme
vos.
FÉLIX        De cualquiera manera
estáis digna del aplauso,
del obsequio y reverencia 595
del mundo.
JERÓNIMA                   Es favor que os debo.
FÉLIX No es en mi favor, que es deuda.
MARÍA (Aparte.)   (¡Válgame Dios, qué razones
tan sentadas y discretas!)
JERÓNIMA ¿Os habéis desayunado? 600
DAMIÁN Ya está hecha esa diligencia.
JERÓNIMA Trae, Martina, el chocolate.
DAMIÁN Hablemos de otra materia.
JERÓNIMA De la que gustareis vos.
 
(Sale ROQUE.)
 
ROQUE Buenos días; la lavandera, 605
señor, pide aquellos cuartos.
DAMIÁN ¡Que ahora con eso te vengas!
ROQUE Pues ¿no he de venir si dice
que tiene el marido en pena,
con dos potras y una hernia, 610
y no puede trabajar?
DAMIÁN Anda, ve y dila que vuelva
otro día, y no me enfades.
MARTINA Roque, cuidado si cuentas
a alguien que tu señor viene 615
a ver a mi ama.
ROQUE                         Necia,
tú serás la que lo diga.
MARTINA No, por cierto, no lo creas;
sé yo callar de mis amas
cosas mayores que no éstas. 620
ROQUE Y yo también de mis amos.
MARTINA Secreto eres.
ROQUE                     Tú secreta.
DAMIÁN Si al instante no te vas,
te he de romper la cabeza.
ROQUE Si así dieses los almuerzos, 625
y por las noches las cenas,
no ayunara yo al traspaso
eternamente.
DAMIÁN                     ¿Qué rezas?
ROQUE El pan nuestro dánosle hoy,
y perdona nuestras deudas. 630
DAMIÁN Anda, infame.
ROQUE                        Usted, señor,
quede con Dios.
 

(Vase.)

 
JERÓNIMA                           Gasta flema,
que no hay diablos que le aguanten.
DAMIÁN Que me perdonéis es fuerza
su ignorancia.
FÉLIX                       A vos, señora, 635
os servimos de molestia.
JERÓNIMA ¿Por qué?
FÉLIX                 Porque no os peináis.
JERÓNIMA Fuera ello mucha llaneza.
FÉLIX Pues estotro es despedirnos.
JERÓNIMA Pues, por no perder tan buena 640
conversación, peinaréme,
puesto que me dais licencia.
Anita, vamos.
ANA                       Las flores
de la última moda estas
que traigo son.
JERÓNIMA                        ¿Qué os parecen? 645
DAMIÁN De buen gusto.
FÉLIX                         Son muy bellas.
JERÓNIMA ¿Lo hacéis por no disgustarme?
DAMIÁN No, señora, aunque no fueran
buenas de por sí, es muy cierto
que a ser célebres empiezan, 650
cuando esperan verse ufanas,
siendo airón de tu cabeza.
JERÓNIMA Si en otra acaso estuviesen,
bien sé yo que os parecieran
algo mejor.
DAMIÁN                   Si en el cielo, 655
transformadas en estrellas
las viese resplandecer,
como la Lira y la Flecha,
no las estimara más.
JERÓNIMA Bien sé que otra cosa os queda. 660
DAMIÁN Queda mucho que decir,
que, si explicarlo pudiera,
o hacer mi razón visible,
ciertamente que no oyera
de tu boca lo que escucho. 665
JERÓNIMA Que me picas.
ANA                       Si es que no entra
ese alfiler, y es por eso.
DAMIÁN Porque en mi fe verdadera
no se trasluce mentira
ni ficciones.
JERÓNIMA                  ¡Que me aprietas! 670
ANA Si es que no tienes oyendo
muy segura la cabeza.
JERÓNIMA Pues ¿cómo la he de tener?
ANA Siquiera un instante quieta.
JERÓNIMA ¿Qué os parece a vos, Don Félix, 675
las disculpas, si son buenas,
de vuestro amigo?
FÉLIX                            Señora,
que ni la hay ni puede haberla
juzgo para no estimaros
únicamente en la tierra. 680
JERÓNIMA Pues él no es de esa opinión.
FÉLIX Dudo yo que cierto sea.
JERÓNIMA ¿Por qué?
FÉLIX                 Porque no imagino
que haya en el mundo tan necia
ingratitud que, logrando, 685
no digo correspondencia,
que esto es mucho, sino oídos
de vos, atrevido tenga
ánimo para mirar
en el mundo otra belleza. 690
Yo, a lo menos, si lograra
tal favor, que no lo espera
ni mi indignidad humilde
ni mi encogida modestia,
girasol eterno vuestro 695
arrebatado viviera,
y absorto en contemplación
de cuanto Naturaleza
apuró para formaros.
JERÓNIMA Pues aquí está quien desprecia 700
todo lo que alabáis vos.
DAMIÁN No me apuréis la paciencia,
que eso es ya desesperarme,
con vuestras palabras mesmas
y las de Don Félix tengo 705
de mostrar con evidencia
lo que os amo: vos decís
(bien lisonja o verdad sea)
que soy discreto.
JERÓNIMA                          Y lo afirmo.
DAMIÁN Don Félix que sois perfecta 710
acaba de confesar.
FÉLIX Lo confesará y confiesa.
DAMIÁN Luego siendo yo discreto,
como vos decís, es fuerza
que ame lo que confesáis 715
vos que es perfecto, pues fuera
necia discreción la que
la perfección no quisiera.
JERÓNIMA ¡Qué me tiras!
ANA                       Como estás
embebecida y suspensa, 720
no juzgué que te tiraba.
JERÓNIMA Me das tormento de cuerda,
afloja, por Dios, un poco.
DAMIÁN ¿Es a mí?
JERÓNIMA                No, sino a esta
tonta, que me mortifica. 725
DAMIÁN ¿No me volvéis la respuesta?
JERÓNIMA ¡Ah!, sí; ya no me acordaba.
DAMIÁN ¡Válgame el cielo, qué pena!
¡Que haya de haber siempre acasos,
que mis fortunas alteran! 730
JERÓNIMA Hay argumentos, señor,
que, si sólo a lo que suenan
se atiende, parecen claros,
pero, si se hace refleja,
se experimenta que algunos 735
en la práctica falsean;
y así, señor Don Damián,
aunque la discreción vuestra,
con sofísticos engaños
me persuada que me quiera, 740
más que de favores, lleno
de invenciones y agudezas,
lo que prueba el silogismo
falsifica la experiencia.
FÉLIX (Aparte.)   (Esta mujer habla como 745
si cursase las escuelas.)
MARÍA (Aparte.)   (Nunca vi, por mi desgracia,
a mi prima tan discreta.)
JERÓNIMA ¿No respondéis?
DAMIÁN                          Sí, señora.
Estaréis muy satisfecha 750
de que me habéis convencido;
pues, sólo porque se vea
que no, reparad, señora,
la artificiosa elocuencia
con que me injuriáis, pues cierto 755
es que en cualquiera materia
donde luce el artificio
se trasluce la cautela.
Si el corazón vuestro herido,
como tengo yo, tuvierais, 760
si enajenados tuvieseis
los sentidos y potencias,
no estuvieran tan expertos
para con tanta presteza
persuadir lo que no es, 765
haciéndome a mí que crea
lo que tu boca me dicta,
aunque el alma me lo niega;
y así, de esto inferiremos,
con tu permiso y licencia, 770
que muy discreta anduvistes,
pero no muy verdadera.
MARÍA Grandemente se disculpa.
JERÓNIMA Pues yo no estoy satisfecha.
MARÍA ¿Por qué?
JERÓNIMA                 Muchacha, despacio, 775
que me tiras y repelas.
¡Ay, que mano tan pesada!
Válgame Dios, quien pudiera
ser cualquiera de vosotras,
que de mes a mes se peina 780
y con todo está decente.
Este trabajito lleva
la que tiene obligaciones
como yo.
FÉLIX                Señora, es fuerza
que las mujeres de modo 785
se rindan a la tarea
cotidiana de adornarse
como conviene a su esfera.
JERÓNIMA Es verdad.
DAMIÁN                 Parece que
de nuestra cuestión te alejas; 790
sepamos en qué te ofendo,
que hasta tanto que lo sepa
no estaré yo sosegado.
JERÓNIMA Pues, por ver si te sosiegas,
ya que eres tan importuno, 795
anoche, ¿qué dependencias
tuvisteis, que no os he visto?
DAMIÁN Como contingente sea,
y aun imposible, el hablaros,
según dijisteis vos mesma, 800
no vine anoche.
JERÓNIMA                         Es verdad;
mas bien sabéis que a las rejas
o al balcón suelo estar siempre,
y aquel que adora de veras,
si hablar no puede, con ver 805
lleva el alma satisfecha.
DAMIÁN Es así, pero...
MARÍA                       Mi tío;
¡ay, Jesús!, vamos apriesa,
y buscar dónde esconderse.
JERÓNIMA Meteros en esa pieza, 810
y tú, Martina, con ellos,
para que con maña puedas
impedir si quiere entrar.
MARTINA ¡Y que esto a mí me suceda!
Yo encerrada con dos hombres; 815
por Cristo, que nada sepa
Roquillo.
JERÓNIMA               Nada sabrá.
MARÍA Entrad y cerrad la puerta.
 
(Sale DON RODRIGO pensativo.)
 
RODRIGO Este caso, por mi vida,
me ha de perder la cabeza, 820
no le ha habido semejante
en consejos ni en escuelas,
ni el Vinio me da razón,
ni Cujacio, ni Valencia,
ni toda la turbamulta 825
de los autores que llenan
los estantes de mi estudio,
y quiero ver si en Ortega,
que me le dejé olvidado,
hallo algo de esta materia, 830
¡válgame Dios!
MARÍA                          Tío mío,
¿dónde vais con tan suspensa
admiración?
RODRIGO                  Calla niña,
porque no son cosas estas
para vosotras.
MARÍA                      Si estáis 835
malo o la terciana os entra,
id por Dios a recogeros,
que yo, con la diligencia
que acostumbro, os cuidaré.
RODRIGO No es terciana, ¡ojalá fuera!, 840
que esto es cosa del honor.
MARÍA (Aparte.)   (¡Cielo santo!, ya estoy muerta,
cosa del honor ha dicho.)
RODRIGO Y así, a entrar voy a esta pieza.
JERÓNIMA ¿A qué?
RODRIGO             A que he de menester 845
informarme con certeza.
JERÓNIMA ¿De qué señor?
RODRIGO                        De una cosa.
JERÓNIMA ¡Ay!, ¿qué cosa será esta?
MARÍA No entréis, señor.
RODRIGO                            Pues ¿por qué?
MARÍA Está cerrada la puerta. 850
RODRIGO Pues abridla, porque es
preciso que un libro vea
que me le dejé olvidado.
MARÍA (Aparte.)   (Esto es ya de otra materia.)
RODRIGO Y va mi honor en sacar 855
con lucimiento y presteza
a un litigante que fía
de mi vida, honra y hacienda.
JERÓNIMA Martina, tu señor tiene
que hacer dentro de esa pieza, 860
y quiere entrar.
MARTINA                        ¡Ay, señora!   (Dentro.)
Por San Blas y Santa Elena,
que no le dejéis.
JERÓNIMA                         ¿Por qué?
MARTINA Porque estoy muy deshonesta.
RODRIGO Pues ¿qué haces así, muchacha? 865
MARTINA ¡Ay, señor!, me da vergüenza
de decirlo.
RODRIGO                 Aprisa, acaba;
¿cómo estás de esa manera?
MARTINA Me estoy mirando las pulgas.
RODRIGO Pues que me abras aquí es fuerza, 870
que no quiero verte nada.
MARTINA Si estoy en camisa puesta,
¿cómo lo he de hacer sin que
de empacho me caiga muerta?
RODRIGO ¡Qué bien que a mí me parece 875
el recato en las doncellas!,
pues mira, dame ese libro
por debajo de la puerta,
que está ahí.
MARTINA                    ¿En dónde, señor?
RODRIGO Ahí sobre esa papelera. 880
MARTINA Señor, aquí hay tres o cuatro.
RODRIGO Veremos cuál de ellos sea.
(Bájase a mirar por debajo de la puerta.)
MARTINA ¿Será éste?
RODRIGO                  Dácale a ver.
 
(Entretiénese con los libros y sale ROQUE.)
 
ROQUE Deo Gracias, la lavandera
dice que esperar no puede. 885
JERÓNIMA ¡Maldita sea tu lengua!,
vete al instante.
ROQUE                          No puedo,
que sube por la escalera
el soplón del escribiente.
JERÓNIMA Todo lo perdimos de ésta: 890
si allí le abren, ve a los dos;
si vuelve acá la cabeza,
ve a estotro; aprisa enemigo,
métete bajo esta mesa.
ROQUE Allá voy.
 

(Métese.)

 
RODRIGO               ¡Válgame Dios 895
el pleito y lo que me cuesta!,
pero el Barbosa ha de estar,
juzgo, en esta cuadra mesma.
¡Ah, Martina! ¿un libro grande
no está ahí?
MARTINA                  Porque no le diera 900
el polvo, yo esta mañana
al barrer las agujetas
le até, y muy curiosamente
le metí bajo la mesa
del tocador de mi ama. 905
RODRIGO ¡Y que anden de esta manera
mis libros!   (Va a sacarle.)
MARÍA                   ¿Dónde vas, tío?
RODRIGO ¿Hay alguna otra doncella
también en cueros aquí?
MARÍA No, sino que no es decencia 910
que os arrastréis vos, que yo
puedo sacarle.
RODRIGO                       Pues ea,
despacha.
MARÍA              ¡Virgen del Carmen!   (Búscale.)
RODRIGO ¿Qué sucede? ¿No lo encuentras?
MARÍA No, señor.
RODRIGO                  Quita, que yo 915
le hallaré.
JERÓNIMA                Eso temo.
RODRIGO                                Necia,
aparta, le buscaré.
MARÍA Nadie hará más diligencia
por daros gusto que yo,
ya le encontraré.
RODRIGO                           Si me llega 920
nadie a mis libros, aunque
de polvo no se les vea,
a palos con el bastón
le he de romper la cabeza.
 

(Vase.)

 
ANA Gracias a Dios que salimos 925
de tal confusión y pena.
MARÍA Yo no soy para estos sustos,
Jeromita, yo estoy muerta;
yo no sé qué gusto tienes
en esto.
JERÓNIMA             Vaya, eso deja; 930
en qué poca agua te ahogas.
MARÍA Voyme a esparcir allá fuera.
 

(Vase.)

 
JERÓNIMA Ya podéis salir, señores.
 

(Salen.)

 
DAMIÁN Ya impaciente lo desea
mi afecto.
JERÓNIMA                No hay que temer 935
de que ya mi tío vuelva,
que aquello fue un accidente;
a ver, ese espejo llega,
¿si estaré yo bien peinada?
DAMIÁN Estás, Jerónima bella, 940
transformada en una Venus.
JERÓNIMA Las flores ¿qué tal me sientan?
FÉLIX Mejor que no en tu jardín.
JERÓNIMA ¿Y los polvos?
DAMIÁN                         Te hermosean.
JERÓNIMA ¿Cómo me dice el lunar? 945
FÉLIX Como al cielo las estrellas.
JERÓNIMA Pues tráeme, Anita, abanicos.
ANA ¿Cuál queréis, el de la fiesta
de los toros de Aranjuez?
JERÓNIMA ¡Jesús, qué cosa tan vieja! 950
ANA ¿El del peneque?
JERÓNIMA                            Tampoco.
ANA ¿Del empedrado?
JERÓNIMA                           El que quieras,
como no sea antiguallas.
ANA El de la moda postrera
es este.
JERÓNIMA            Muy bien; las cintas, 955
las sortijas, las pulseras,
el collar, el ramillete,
los guantes, caja y frasquera,
el reloj, las arracadas,
y lo que sabes que lleva 960
una mujer de mi porte.
ANA Todas estas cosas puestas
por su orden tengo en la alcoba.
 
(Vase.)
 
JERÓNIMA Pues voy, con vuestra licencia,
a acabarme de vestir. 965
DAMIÁN Si os faltase camarera,
aquí tenéis quien os sirva.
JERÓNIMA Lo estimo.
 
(Vase.)
 
MARTINA                 Una trampa buena
le armamos al pobre viejo,
mi astucia la paga espera. 970
Voy a mirar mi comida.
 

(Vase.)

 
DAMIÁN Ahora bien, mi atención sepa
qué habéis juzgado, Don Félix,
del mérito de mi prenda.
¿Hela exagerado mucho?, 975
¿ponderé sus excelencias?
¿No respondéis?, ¿que tenéis
encogimiento o vergüenza
de decir que no os parece
tan hermosa y tan discreta 980
como yo os he ponderado?
FÉLIX ¡Plugiera a Dios que eso fuera!
DAMIÁN Pues ¿qué es?
FÉLIX                       Nada.
DAMIÁN                                 No os entiendo.
FÉLIX No es mucho que no me entiendas,
pues yo tampoco me entiendo. 985
DAMIÁN Vamos claros.
FÉLIX                        ¿Y si os pesa
de que os hable claro yo?
DAMIÁN No, de ninguna manera
me pesará, os aseguro
que en amistad verdadera 990
más vale un sentir patente
que un agrado con cautela.
FÉLIX Pues, Don Damián, vos dijisteis
hoy que Jerónima bella
hermosa es.
DAMIÁN                    Sí.
FÉLIX                          Y yo también; 995
luego siendo así, es ya fuerza
que ame yo, aunque no discreto,
toda cosa que es perfecta.
DAMIÁN Luego a Jerónima amáis.
FÉLIX Es clara la consecuencia. 1000
DAMIÁN ¡Que esto escuche yo de quien
traje advenedizo a verla!
FÉLIX Vos no dijisteis que amabais
absolutamente a ella,
sino que entre las dos primas 1005
mostrabais indiferencia.
DAMIÁN Yo no dije cosa que
atrevimiento pudiera
daros de amar a ninguna.
FÉLIX Mucho apuráis la materia; 1010
entre dos, que vos no amáis
puedo escoger la que quiera.
DAMIÁN Si a Jerónima no es,
a Doña María sea.
FÉLIX No me elijáis la mujer, 1015
yo haré lo que me parezca,
que no estáis vos encargado,
Don Damián, de mi tutela.
DAMIÁN Ni tampoco de la mía
tú, para que así pretendas 1020
quitarme el gusto.
FÉLIX                             Yo nada
quito a nadie.
DAMIÁN                      No tan recia
alcéis la voz que nos oigan.
FÉLIX Digo que yo tengo hacienda
y puedo casarme, y vos 1025
es imposible, aunque queráis.
DAMIÁN Así mi afecto se paga,
¿es razón ni amistad ésta?
FÉLIX Nadie más que yo el sagrado
de la amistad fiel venera. 1030
DAMIÁN Pues sabed que he de vengarme
de cualquier suerte que pueda.
FÉLIX No importa, que una traición
no asusta a mi fortaleza.
DAMIÁN Pues de Jerónima huid. 1035
FÉLIX Como me lo mande ella.
DAMIÁN No os ha de querer tampoco.
FÉLIX Bástame el que yo la quiera.
DAMIÁN Perderemos la amistad.
FÉLIX Pues la culpa será vuestra. 1040
DAMIÁN A Jerónima dejad.
FÉLIX Ya eso es machaca y cansera.
DAMIÁN Yo por ella os traje aquí.
FÉLIX Pues yo os mataré por ella.
DAMIÁN ¿Vos a mí?
FÉLIX                   Sí, Don Damián. 1045
DAMIÁN Pues, Don Félix, cuando quieras.
FÉLIX Tal arrogancia merece
con la espada la respuesta;
ahora es buena ocasión.
DAMIÁN No, salgamos allá fuera. 1050
FÉLIX Decís bien, que no es razón
armar aquí una pendencia,
que el tocador de una dama
no es bueno para palestra.
 
(Vanse.)
(Sale ROQUE de debajo de la mesa.)
 
ROQUE Andad con dos mil demonios, 1055
canallas, malas cabezas,
que he estado allí devanado,
rotos brazos, pies y piernas.
No hay que temer que se maten,
pues la cobarde prudencia 1060
de Damián ya hallará modo
cómo evadir la quimera.
Ya lo verá Martinilla
que con los majos se encierra.
Mas voy yo a ver lo que pasa, 1065
hasta que otro rato vuelva
a imitar a San Alejo
debajo de la escalera.

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