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Lima, Callao, Miraflores, Barranco, Chorrillos y Magdalena

Al sur de Ancón y a orillas del Rímac está la capital del Perú. Hállase al centro de la República, pero en sitio detestable respecto a climatología. No hay lugar en la costa que sea más insalubre, más húmedo; que tenga menos días de sol y donde la brisa del mar sople con menos fuerza. Edificada al medio de un llano que cercan los cerros de San Jerónimo, San Cristóbal, Agustino y San Bartolomé, las nubes amontónanse sobre ella en invierno, y en todo tiempo fáltale las corrientes de aire que observamos siempre en las orillas del océano. Si se la hubiera edificado en el sitio donde está el Callao, su crecimiento como ciudad y puerto habría sido extraordinario, y su extensión llegaría por la playa hasta Chorrillos. Fue en 1821 la primera ciudad de la América del Sur: hoy ocupa el séptimo lugar. Un libro entero sería necesario escribir para precisar las causas geográficas, políticas y económicas que la exhiben hoy, en vísperas de celebrar el primer centenario republicano, en el atraso en que se halla. Fue también la primera ciudad de la América Latina que canalizó sus acequias y que tuvo desde el siglo XVIII magnífico servicio de agua potable. Esta es hoy insuficiente, hallándose viejos y en mal estado los tubos de distribución. Respecto a los canales que conducen las aguas excluidas, debemos decir que aún están inconclusos, faltando los colectores terminales.

Fáltale a Lima pavimento, aseo e higiene en las calles y en los hogares. Todo está cubierto de polvo, y por este motivo la mortandad de sus pobladores es horrorosa. No —200→ tiene hoteles higiénicos y los pocos que hay carecen del confort que existe en Norte América y Europa. Los escasos edificios públicos que tiene y que en su mayor parte fueron construidos durante el coloniaje, están en mal estado de conservación. En este mismo estado de desaseo y descuido se encuentra por lo menos el 70% de la edificación privada. La fachada de la Catedral hace 25 años que no se restaura y que ni siquiera se la quita el polvo que la cubre (1920).

Las rentas municipales han sido siempre escasas. Por muchos años nunca pasaron de un millón de soles. Hoy todavía no alcanzan al doble. El producto de los predios rústicos y urbanos correspondientes al distrito de su jurisdicción no le pertenece. La desproporción que existe entre el crecimiento de la ciudad y el pequeño aumento de las rentas municipales es notable.

La acción del Poder Ejecutivo en lo que toca a ornato y embellecimiento fue mediocre hasta 1879 y casi nula después de esa fecha. Los monumentos a Bolívar, al Dos de Mayo, el Palacio y los Parques de la Exposición, la Penitenciaría, la Alameda de los Descalzos y una que otra obra más, fueron hechas en la primera época republicana. Hallándose al presente (1921) en parte destruida y en parte remendada en forma grotesca la alameda de los Descalzos, es interesante saber lo que ella fue cuando la admiró y la describió en 1867 un distinguido viajero chileno.

Precioso paseo de quinientos metros de largo más o menos.

Está situado a la extremidad oriental de la ciudad. Su entrada es de una sencillez agradable; fórmanla columnas unidas entre sí por verjas de hierro, en cuyas extremidades descansan pequeñas estatuas de mármol, sin alusión alegórica alguna correspondiente al objeto.

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En toda la extensión, a uno y otro lado, lo encierra una verja de hierro traída de Europa, de un trabajo magnífico y cuyo importe es crecido. A la parte exterior se encuentran los elevados y preciosos árboles que la forman, en su mayor parte castaños silvestres, y al interior una cenefa de variadas flores, en cuya línea y a distancias iguales, están colocadas sobre pedestales, colosales estatuas de mármol que representan los doce signos del Zodiaco. Entre estas se ven distribuídos gran número de jarrones traídos de Europa y cada cual colocado sobre un pedestal de dos metros de alto; completan el adorno de este paseo doce faroles de gas.

A la extremidad, bajo un dosel de plátanos y otros árboles tropicales, hay una fuente campestre al centro de un estanque circular. Paralelo a esta fuente, en la avenida de la derecha, se encuentra un kiosco, donde se sitúan las bandas de música, que, con sus melodías, dan más atractivo a este delicioso paseo, que ha costado la suma de ciento diez y nueve mil cuarenta y siete pesos, ochenta y siete medio y centavos.


Convaleciente la República de la miseria en que vivió en los primeros treinta años que siguieron a la guerra del Pacífico y ahora con mayores ingresos que los que tuvo antes de 1879, el Gobierno vuelve a dar a Lima las obras que su municipio ni su vecindario le pueden proporcionar. Entre éstas figuran el Palacio Legislativo, la apertura de avenidas, el monumento y la plaza de San Martín y el saneamiento de la capital.

Por estas causas, que más que causas son efectos, pues la falta de dinero no es causa sino efecto, Lima no es ciudad monumental ni notable por el costo de sus edificios. Naturalmente, este motivo no es aplicable al abandono, a lo sucio y a lo terroso en que la ciudad vive y ha vivido desde 1821. Para ser limpio no se necesitan ingentes cantidades de dinero. La escoba, el trapo, el jabón y el agua, están al alcance de las modestas fortunas. Somos sucios por incuria y apatía, y nos abandonamos porque la negligencia es una de las características nacionales. Vecinos y ediles en Lima, —202→ se disputan el triste privilegio de no conservar nada de lo que existe. Lo que se ha hecho en la Alameda de los Descalzos es una prueba de lo que decimos. El municipio compone un desperfecto en la vereda o en la calzada sólo cuando él implica un peligro para el tráfico. Los baches en el pavimento necesitan tener lo menos dos metros de circunferencia para que se piense en taparlos. La decencia urbana no existe. Trabajo cuesta que los vecinos conserven, aseen y pinten sus fachadas.

Otra causa por la cual Lima tiene el aspecto feo y antiguo que le da el 80% de sus viejísimas casas, es la poca tendencia que hay por la obra voluntaria de la reedificación. Grandes incendios nunca los hemos tenido. Antes habían terremotos y Lima fue dos veces reedificada. Hace siglo y medio que ninguno nos visita.

Quienes construyen casas de lujo para vivir, lo hacen en Miraflores y en Barranco, y ahora en San Miguel, Magdalena y La Punta. En 1903 y 1904 algo se mejoraron las fachadas de los edificios de comercio; pero con anterioridad a esta fecha y a contar desde 1879, la reedificación en Lima estuvo casi totalmente paralizada. La guerra primero, y las consecuencias de miseria que trajo la paz de Ancón, ocasionaron este pavoroso estacionarismo, este estancamiento urbano que duró 25 años.

Indudablemente que Lima ha crecido. Una comparación entre el plano de Joany de 1872 y el que lleva por fecha el año de 1919, pone en evidencia que la ciudad tiene por lo menos un 33% más de extensión. Este crecimiento no puede ser motivo de orgullo nacional, habiendo aumentado en el mismo tiempo diez veces el área urbana de Buenos Aires, tres el de Santiago de Chile y seis el de la Habana.

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La Prensa, prestigioso diario limeño, comentando la inconveniencia de celebrar el centenario republicano, dijo de Lima en 1920 lo que va a continuación:

La ciudad principal de una nación debe, según el criterio generalmente profesado, ser el exponente de los progresos y de la cultura alcanzada por todo el país; y de aquí resulta que a pocos meses de distancia de la fecha clásica, nos preguntemos angustiados la opinión que de nuestras energías cívicas y de nuestra capacidad nacional, van fatalmente a formarse los extranjeros que en dicha ocasión nos visiten.

No ha de ser con toda certitud muy halagüeño el concepto que provocaría en los visitantes que recibamos las características de una población que, cualesquiera que sean las condiciones de cultura y de inteligencia de sus habitantes, se ofrece, después de un siglo de vida independiente, en condiciones que poco difieren de las que ostentaba cuando fuera una simple ciudad principal de una colonia española. Los espíritus más optimistas habrán de reconocer con nosotros que los progresos alcanzados por la ciudad de Lima en el curso de estos últimos cien años han sido debidos más a la fuerza avasalladora de las inmediatas necesidades públicas que al esfuerzo consciente y disciplinado de las autoridades y de las instituciones llamadas a procurar, para la capital de la república, todas aquellas ventajas que el espíritu del siglo colocaba al alcance de las asociaciones humanas.

De este esfuerzo desordenado y fatal hacia un mejoramiento que aquí nadie deseaba ni buscaba, ha provenido el carácter defectuoso e improvisado que en Lima ostentan todos los servicios públicos. Ellos se resienten de la falta de reglamentaciones previsoras capaces de presidir a su ejercicio y es por esta circunstancia, por esta falta de previsión y de doctrina en los encargados de orientar la actividad comunal que hoy, pese a todos los dineros invertidos, la capital del Perú se ofrece a la consideración de los extraños como una ciudad dotada de un alumbrado deficiente y sumariamente instalado con una pavimentación indigna de una urbe con las tradiciones y la antigüedad de la nuestra, con un servicio de agua que no basta a surtir las necesidades de la mitad de sus pobladores, y con un estado higiénico manchado por la existencia de vergonzosas endemias, capaz de atemorizar a quienes, viniendo de lugares más cultos, juzgan que la garantía ofrecida a la salud del hombre es la primera ventaja que a sus visitantes debe ofrecer una ciudad moderna.

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Si a estas circunstancias que se refieren al lado práctico del problema agregamos los atentados contra la fisonomía peculiar y contra el aspecto tradicional que antaño Lima ofrecía y que se han cometido en los últimos tiempos, podremos con toda facilidad darnos cuenta de la opinión que la capital ha de merecer dentro de siete meses a sus visitantes. Ciudad que no ha respetado sus características peculiares, y población donde las nuevas construcciones se han levantado de acuerdo con los caprichos particulares y sin que norma alguna legal fuera capaz de regir y uniformar el desenvolvimiento urbano, Lima va a presentarse en el centenario desprovista de su aspecto tradicional, tarada con el estigma de esas poblaciones atrasadas que poseen servicios públicos descuidados, y convertida por el interés particular y el descuido gubernativo y municipal, en una ciudad llena de escombros, y sin atractivo alguno para el turista que las visite. Nuestro valor como pueblo, y nuestras cualidades como raza susceptible de progresar no pueden menos de resentirse de semejante constatación.


En el primer tomo de esta obra, en el capítulo Atraso Urbano, hemos manifestado lo que es el puerto del Callao. Esto nos releva de decir lo que es esa ciudad. Las mismas causas que ya hemos mencionado y que han motivado el atraso de Lima, existen también en el Callao, habiendo en ese puerto una más y es su proximidad a la capital. Pocas son las personas que teniendo negocios relacionados con el movimiento marítimo, mejoran sus propiedades o viven en ellos. La atracción de Lima es notable. La Punta crece y se embellece, no por ser un barrio del Callao sino un balneario de la capital.

La insalubridad de Lima ha favorecido el crecimiento de Miraflores, Barranco y Magdalena, lugares cuya edificación adquiere cada día mayores proporciones, habiendo principiado desde hace diez años la afición por las construcciones de carácter monumental. Antes de cincuenta años, Lima será únicamente un centro de negocios, donde pasarán la noche gentes pobrísimas que no puedan vivir fuera de él.

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La mayoría de la población ocupará el litoral que se extiende desde Chorrillos hasta La Punta, y cuando este litoral esté totalmente poblado, la capital del Perú principiará en la orilla del mar y será tan extensa como Buenos Aires.

El último censo de la República se hizo en 1876. Por este motivo es difícil saber qué población reúne Lima y sus alrededores, incluyendo Callao, Chorrillos, Barranco, Miraflores y la Magdalena. Ahora diez años se le calculaba esta población en 250000 habitantes. Hoy que el tráfico de pasajeros ha aumentado extraordinariamente, también los consumos y que se hallan totalmente ocupados los barrios nuevos construídos en Miraflores, Barranco y otros lugares, hay que aceptar que la cifra de 300000 habitantes es la que corresponde a Lima y anexos mencionados.

Una descripción de lo que fue nuestra capital en los años que precedieron a la independencia, es de utilidad al estudio que hacemos. Tadeo Haenke, explorador y naturalista alemán, que nos visitó en 1808, dijo de Lima en esa época, lo que va a continuación:

Comprende la ciudad unos dos tercios de legua de largo, y casi lo mismo de ancho. Hacia la parte N corre el río que separa el arrabal de San Lázaro y se une a la ciudad por un puente de piedra, construido en tiempos del Marqués de Montes-Claros, y sirve de entrada a la ciudad y de tránsito a la plaza que se halla poco distante. Esta es de las mayores, y tal vez la mejor de todos los dominios españoles después de la de Madrid, a la cual se asemeja mucho, aunque no tienen tanta elevación los edificios que la componen. Es cuadrada, y cada lado lo componen 190 pasos regulares, constando por consiguiente su superficie de 36100 pasos o unos 90250 pies geométricos, computando cada paso por algo menos de dos y medio pies geométricos. Miran sus cuatro frentes a los cuatro vientos principales; al E cae la Catedral, con fachada de orden corintio, y el edificio Arzobispal; al N el Palacio del Virrey, edificio irregular y vasto, pero sin fachada ni adornos: avistan a la plaza algunas de las galerías de —206→ Palacio, y la entrada de las caballerizas, y hay adelante un conjunto de tiendas pequeñas, que equivalen a las covachuelas de San Felipe el Real de Madrid, y que se llaman en Lima cajones de Rivera. En los lados de O y mediodía hay dos galerías de portales con tiendas de paños y sedas, las unas con cuatro arcos y las otras con treintaiocho.

Consiste el principal adorno de la plaza en una muy primorosa fuente de bronce afiligranada, que se halla en el centro, pintada de verde, bastante capaz, y sobre la cual descansa la estatua de la Fama, de una y tres cuartas varas de alto, con las armas reales en una mano y en la otra el clarín, concurriendo también a darle cierto aire de grandeza el conjunto de gentes, vivanderos, compradores y caballerías de los indios, negros mulatos y blancos, y de cuantas castas hay en la América, siendo esta plaza una de las más abastecidas del orbe, en donde se encuentran a un tiempo las frutas de América y Europa, a precios bastantes cómodos y baratos.

Todos los géneros se conservan en parajes señalados, puestos con orden y aseo sobre mesas, o en el suelo sobre las anchas y frescas hojas del plátano. Suelen ser negras las vivanderas en la mayor parte de estos géneros, y a juzgar por su buena ropa y el modo con que se manejan, puede asegurarse que muchas de ella pasan una vida cómoda, y las más se enriquecen.

Las calles de Lima son, en general, anchas y rectas; corren una de N a S y otras de Oriente a Occidente, formando cuadras o manzanas de casas, de 150 varas cada una. Todas las calles están empedradas, notándose mucho aseo desde el nuevo establecimiento de carros de limpieza formado en el año de 1792.

Las habitaciones interiores tienen bastante capacidad y conveniencia. Las paredes son todas de adobe, y la techumbre de simples cañas cubiertas de argamasa de barro; la duración del adobe compite con la de las piedras sillares de otras partes, y el techo permanece como si fuera de robustas maderas y de tejas bien cocidas. Dos circunstancias particulares obligan a los habitantes a preferir esta clase de edificios. La primera, que jamás se experimenta en este país otra lluvia que una llovizna a que llaman garúa, que corrompe las cañas con mucha lentitud, y nunca es tan abundante que disuelva la greda y tierra de que se compone; y la segunda, que hallándose esta ciudad sujeta a frecuentes terremotos (de que se dará noticia en otra parte) la misma fragilidad del edificio contribuye a su conservación, pues siguiendo éste en las conmociones el movimiento de la tierra, es menos factible la destrucción y ruina —207→ del edificio que si su robustez opusiese al ímpetu del estremecimiento un cuerpo más resistente, contra el cual sería mayor el choque y más terribles sus efectos.

Dentro de las murallas, y en los barrios más apartados, se cultivan varias huertas; y muchas casas principales tienen jardines para diversión y recreo.

Se cuentan en Lima 3641 casas y 355 calles, repartidas en cuatro cuarteles, y estos en 35 barrios, celado cada uno por un Alcalde elegido entre los vecinos de distinción, y sujetos a cuatro Alcaldes de Corte. Hállase también dividida en seis parroquias que son la del Sagrario, Santa Ana, San Sebastián, San Marcelo, San Lázaro y Santiago del Cercado, servidas por 10 curas. Ascienden sus rentas a 14800 pesos anuales, y en los arrabales y en las grandes haciendas que ocupan su territorio, hay además otros ocho curatos cuyo total de renta asciende a 10033 pesos.

Ya dijimos anteriormente que se divide la Ciudad en treintaicinco barrios, compuestos de 3641 casas; y ahora añadimos que según el último censo, formado en el año de 1790, asciende a 52627 personas el número de las que la habitan. De estas hay 17215 españoles, 3912 indios, 8960 negros, y el resto de las castas producidas de estas tres principales, sin contar los clérigos que suben a 292 y 991 religiosos, 572 mojas y 84 beatas. Compréndese entre las clases de españoles más de trescientas casas de nobles establecidas en Lima, y que pueden considerarse subdivididas en las tres clases: primera de los conquistadores y, pobladores de aquel Reino, segunda de los sujetos que han sido empleados por Su Majestad, hijos de casas solariegas e ilustres de la Península; y tercera, de los que se han formado por el comercio. Muchas de ellas han logrado títulos de Castilla, y se cuentan en el día hasta el número de 49. Mantiénense todas con gran opulencia, sosteniendo un crecido número de domésticos y esclavos con las grandes rentas que disfrutan unos y otros con sus mayorazgos, también por los varios puestos que ocupan, empleos políticos y militares, y los muchos consagrados al comercio, numerándose hasta 400 comerciantes.

Síguense a estos los hacendados, cuyo número sube a sesenta: los eclesiásticos, abogados, escribanos, médicos, los empleados en oficinas particulares y del Rey, los abastecedores y otras personas acomodadas, cuyos salarios, sueldos y emolumentos puestos en perpetua circulación mantienen y vivifican el tráfico interior, sustentando varios oficios mecánicos y liberales que sostienen 1027 artesanos como plateros, herreros, —208→ zapateros, sastres, silleros de montar, pasamaneros, bronceros, pintores, carpinteros, hojalateros, relojeros, impresores, albañiles, canteros, escultores, guitarreros, tintoreros, chocolateros, cereros, sombrereros y botoneros, casi todos reducidos a gremio para el pago de alcabala, igualmente que los pulperos, que llegan a 130 con otras tantas tiendas.

Hallan igualmente motivo de ocupación muchas mujeres pobres en trabajar todo género de costura y bordados de hilo y seda, tejer trencilla, calcetas, hacer ramos y flores de mano, botones de hilo, bordar zapatos y componer medias de seda, hacer agua de rostro, aguarrica y aguardiente de ámbar, de lo cual se mantienen muchas, dedicándose otras (dentro y fuera de los conventos) a dulceras, bizcocheras y tamaleras, hacer plumeros y rizar mantos, con otros varios destinos en que se emplean muchas españolas pobres. Entre la gente baja o de color hay chicheras, arroceras, humiteras, carniceras al por menor, y cocineras de todo género de guisos de la tierra.

A pesar de todos estos recursos se encuentran en Lima innumerables personas de ambos sexos, que no hallando ocupación se abandonan al ocio y corren precipitadas, como es natural, por la carrera de los vicios.

Contribuye principalmente a esta falta de destino, la particular circunstancia de carecer enteramente de fábricas y manufacturas que entretengan y sustenten a crecidas masas de operarios, a excepción de algunos pocos telares de pasamanería que tiene el gremio de extranjeros, y la fábrica de sombreros que está mandada suspender. De aquí es que puede asegurarse sin temor de errar que no bajarán de tres mil personas, incluso los esclavos y criados, las que como meros jornaleros deben adquirir su alimento diario, cantidad excesiva para los pocos recursos que presenta esta gran capital, y medio inefable que arrastra a los peligros a muchas personas honradas, a quienes tal vez harán malas las circunstancias. Pero si esta falta se hace sensible entre los hombres, aún es más lastimosa entre las mujeres, cuyos menores recursos para vivir las exponen continuamente a ser las víctimas de esta misma falta de medios en un país que podía ser el más feliz de la tierra. Concurre mucho a aumentar las necesidades, entre las mujeres españolas, la fatal preocupación de considerar como deshonroso el ejercitarse en oficios destinados a gente de más baja condición, habiéndoles faltado también el medio de subsistir que proporcionaba a muchas la costura de camisas y otros géneros que llegan de Europa, y que en el día se remiten cosidos desde —209→ Cádiz. Así que aquellas que tuvieron la desgracia de perder a sus padres o parientes, sin heredar de ellos algunos bienes, se ven reducidas, a una condición ciertamente miserable y desdichada.

Se ofrece sin duda a primera vista la idea de que un país tan falto de medios de subsistencia deben ser por consiguiente baratos los jornales, y se encontrarán muchos operarios; pero, por el contrario, en ninguna parte son respectivamente más caros, y los edificios salen costosísimos por la exorbitancia de la mano de obra. Un palafrenero gana diariamente ocho reales de aquella moneda, que compone veinte reales vellón; el oficial doce, y a proporción todos los demás, habiendo también peones de seis, siete y ocho reales que no pasan de tales. Con todo, no pueden mantenerse y andan siempre andrajosos, prueba cierta de que trabajan poco. Así me lo aseguraron en Lima, diciéndome que se ocupan sólo dos días a la semana, y que los restantes los emplean en jugar o enamorar. No parece que puede atribuirse este exceso de los jornales al precio de los comestibles, pues además de que todos se encuentran con cierta equidad, se dan trabajadores por sí mismos una vida miserable, gastando apenas un real diario en la comida y cena. Es preciso convenir, en que es sólo efecto de su ociosidad natural, fomentada en cierto modo por las circunstancias del país.

Habiendo hablado de la comodidad en que se venden todos los artículos de consumo diario, parece oportuno insertar aquí una lista de algunos de los principales, en comprobación de nuestra opinión.

Dan seis o siete papas por medio real: ocho camotes o batatas por medio real; una col, un real: una arroba de vaca, dos pesos: un cuarto de carnero, cuatro reales: una gallina, seis reales, y la polla cinco; un cabrito, doce reales; el borrego doce reales; un pavo tierno, dos pesos; un lechoncito, dos pesos, advirtiendo que estos dos últimos artículos no se venden regularmente en la plaza, y cuando se necesitan es necesario ir a buscarlos por las chácaras o huertas. Un par de pichones, tres reales; y lo mismo una docena de palomitas cuculíes, a real cada una; manteca a dos y medio reales la libra; un pedazo de tocino, como de onza y media, a medio real; un jamón de Chiloé, doce reales; uno de Jauja, dos pesos; un pavo, cuatro reales. Los garbanzos a cinco pesos la —210→ fanega; cada copal de quinua a siete pesos; la carga de carbón a tres pesos; la de aceite, de cinco a seis pesos; la carga de leña, a doce reales; un queso grande veinte reales, y el pequeño ocho reales. Encuéntrase igualmente el pescado con comodidad: cada bonito a real; los lenguados, a tres y cinco reales, y aún más si excede el tamaño regular; pámpano, (aunque este es bien raro) a seis reales cada uno; bacalao de Chile a tres reales la libra; congrio de Cobija a tres reales. La sal es baratísima, por la inmediación de las salinas de Chilca y Huaura. Esta última es sal piedra y se proveen de ella todos los minerales, en que hay un consumo prodigioso, embarcándose también mucha porción para Chile por el puerto de Huacho.

El pan es de dos clases y dan un panecito de a libra por medio real, y del otro más barato, a que llaman semitostados, por medio real; la fanega de trigo vale dos pesos fuertes. Un toro de lidia vale de veinte y cinco a treinta pesos, y lo mismo el que se compra para el arado. Una yunta de bueyes ya hechos, ochenta pesos; una vaca diez o doce pesos; los caballos de cien a trescientos pesos, según su calidad y propiedades, aunque los que comúnmente se usan valen, por lo regular, cincuenta pesos. Una mula de calesa vale sesenta pesos, pero con otra pareja igual vale doscientos, y el mejor burro de los traídos de Valles vale diez pesos.

Esta breve exposición del precio medio de la mayor parte de géneros de Lima, dará una idea de la abundancia de esta gran capital, no habiendo memoria de que se haya padecido en ella escasez, aunque por breve tiempo haya tomado algún incremento el precio del trigo, duplicando y aun triplicando el valor indicado; bien es verdad que goza de esta excelencia por un principio físico que procede de su situación. Ella está colocada en la costa, donde se goza por más de un espacio de quinientas leguas de un temperamento benigno, empezándose a experimentar el frío a diez o veinte leguas tierra adentro, en el país que llaman de Sierra. Por otra parte, la abundancia del Reino de Chile, y su temperamento igual al de Europa hacen a Lima feliz, pues lo que se siembra y cosecha en las costas y sus valles se cosecha también en la Sierra, y en Chile. Por esta razón, si el mal tiempo pierde la sementera en un paraje, se logra en otro: y aun cuando en todo se perdiese no se haría sensible la escasez por la diversidad de los temperamentos, pues sucediéndose las estaciones —211→ en diversos meses, cuando se está sembrando el trigo en la costa está ya en la Sierra en grano, y en Chile en las eras.


El sabio Mateo Paz Soldán también se ocupó de Lima en 1855, y su descripción es de interés por haber retratado nuestra capital 47 años después de haberla visitado Haenke. He aquí la Lima de 1855.

Tiene Lima sin contar lo que no está dentro de murallas, diez y ocho calles principales en dirección de NE a SE, y ocho transversales de E a O próximamente, que cortan a las anteriores en ángulos rectos.

Hay acequias en el medio de las calles, que corren de SE a NO, las más acanaladas de media vara de alto y ancho. Por desgracia del país, estos canales son los destinados a hacer limpieza general y exhalan vapores que es difícil respirar sin daño de la salud, sobre todo a las once de la noche, hora en que arrojan enormes cantidades de inmundicias. Gracias a la bondad del clima que no hay frecuentes pestes en Lima sólo por esta causa.

La Plaza Mayor es algo irregular por el resalte que el Palacio Arzobispal y el Sagrario hacen sobre ella.

Enfrente del Portal de Botoneros está el Palacio de Gobierno, de la más humilde fachada y con un antemural de unas pequeñísimas tiendas, que llaman La Rivera, sobre las que se eleva una balconería tan vieja y extravagante que no es fácil describir.

Encima de los dos Portales hay edificios con balcones de celosía, a excepción del cabildo y parte de lo que ha construido Mr. Morin para su hotel. La Municipalidad ocupa el dicho local.

Casi en todas las calles de la ciudad hay faroles de gas, unos sobre repisas de fierro clavadas en la pared, otros que se elevan junto a las aceras sobre columnas de fierro fundido. Son cinco los que tiene cada cuadra; pero el Correo, Palacio, casa del Gran Mariscal Castilla, tienen dos, uno a cada lado de la Portada.

Lo que se llama Palacio es una confusa, intrincada y heterogénea aglomeración de salones desproporcionados en sus dimensiones, salas y retretes de diferentes formas de construcción, que forman un verdadero laberinto. Ocupa una manzana entera, inclusive el local de la Policía, el de las Cortes, —212→ Tesoro, juzgados de primera instancia, Tribunal Mayor de Cuentas, etc.

El Palacio Arzobispal es de muy triste y pobre fisonomía: apenas merece el nombre de casa de un hombre de mediana condición.

En cada ángulo de la plaza hay un pilón, formado en un zócalo y tres y medio puntos guarnecidos de molduras, de uno de los cuales sale una pirámide adornada de florestas de medio relieve, que despide por tres caños el agua a su taza que es también de bronce. Circunvalan esta obra, en que brillan la magnificencia y buen gusto arquitectónico, veinte piezas de artillería que sostienen gruesas cadenas de fierro las que cercan el todo de la Fuente, dejando un paso por en medio y cuatro muy estrechos por sus cuatro ángulos para que no entren los animales. Se construyó en 1650 y costó 85000 pesos.

De una arca general, situada en Santo Tomás (en la Plazuela), parte el agua que corre en esta Fuente y las demás piletas de la ciudad por diversas cañerías. Está doce varas y tercia sobre el nivel de la Plaza Mayor.

El Puente es un monumento de consideración, construido en 1610, bajo el virreinato del marqués de Montes Claros. El terremoto de 28 de octubre de 1746 echó por tierra el arco triunfal de su entrada, sobre el que había una estatua ecuestre de Felipe V. Se rehízo en 1752 y 1771. Hoy se halla encima un magnífico reloj de dos fases, una que mira hacia la Plaza y otra a San Lázaro. Se debe esta mejora al general Castilla que lo hizo traer de Londres en 1850.

La Penitenciaría será el primer monumento del Perú y de la América.

La estatua ecuestre elevada a la memoria del Libertador Bolívar es un bello monumento de bronce. Tiene 4 metros de altura y representa a Bolívar en actitud de saludar al pueblo. Es obra del escultor Adán Tadolini que llevó por el modelo 4500 escudos romanos o sean 4824 pesos. Fundida en Munich por Miller por 11300 escudos romanos o 12113 pesos. El costo total incluso, flete, conducción, colocación de la reja, etc., es de 22251 pesos.

La estatua de Cristóbal Colón, obra de Salvatore Revelli, es un bello grupo de mármol, en el que está el grande hombre descubriendo la América, representada por una India a la que entrega la cruz símbolo del cristianismo y civilización y ésta deja la flecha símbolo de la barbarie.

La Maquinaria para la pólvora traída últimamente de Europa —213→ por su director el ilustrado señor Cabello es excelente. Será una de las mejores de la América del Sur.

La Máquina de Moneda traída de Estados Unidos con todas las mejoras y adelantos en este ramo, merece una especial mención. Costó el plantificarla 44000 pesos.

La Fábrica del Gas establecida en 1855 fuera de la ciudad en el espacio comprendido entre san Jacinto y la portada del Callao, es de una maquinaria muy buena; pero la contrata es demasiado onerosa para el público. Se calcula que en 1860 el consumo mensual era de 3500000 pies cúbicos que alumbraban 10560 luces particulares y 1780 faroles de las calles, lo que daba una entrada de 40000 $ por mes.

El Teatro no corresponde al estado de ilustración y grandeza de Lima; es de una arquitectura fea, demasiado pequeño y viejo. Tiene 3 filas de palcos fuera de la cazuela y una platea. Puede contener a lo más 2000 espectadores. Fue fundado en 1602 por Juan Gutiérrez Molina en la calle llamada de la Comedia vieja. Importó 58000 $ y se trasladó al sitio en que hoy está en 1662 y costó 62132 $.

Se está concluyendo una Plaza del Mercado en parte del que antes era convento de la Concepción, obra que se debe a la energía del que entonces era ministro don José G. Paz Soldán. Desgraciadamente dura su construcción mucho y cuesta por consiguiente más de lo que debía.

Tres son los paseos principales de Lima: el de la Alameda Vieja, poco frecuentado: el de la del Acho y Amancaes. Sin embargo se visita todavía la bellísima Portada del Callao, en que los pájaros, árboles, etc., hacen muy ameno el sitio.

La Alameda de los Descalzos o Alameda Vieja ya se le llamará Nueva porque se ha hecho completamente desde el nivelado.

La Alameda de Acho es amenísimo sitio; tiene a su derecha al Río Rímac y a su izquierda en el óvalo, la Plaza de Acho, en el que se ha colocado últimamente la estatua de Colón.

En este como en otros paseos y en las casas particulares se descubre la grandeza y opulencia de la antigua Ciudad de los Reyes. Multitud de lujosísimos coches, tirados por briosos y hermosos caballos, ruedan por las calles como en las primeras ciudades de Europa. Asombra el lujo de las casas de los ricos y aun de los que sólo tienen medianas entradas; y hay algunos de aquellos que remudan cada tres o cuatro años toda la mueblería, que cuesta algunos miles de pesos. Una soirée de las personas de tono, es asunto de cuatro o cinco mil pesos; o cuando menos de mil.

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Es un escándalo que en una ciudad de tanta importancia como Lima, no haya agua limpia para el consumo, por que unos cuantos negros aguadores han monopolizado este ramo, a tal extremo, que maltratan brutalmente a los que van a las piletas públicas a sacarlas, no siendo aguadores matriculados. No hay precio, ni súplicas que basten para que le surtan a uno de agua el día que no quieren traerla o cuando la casa está lejos de la Plaza. Parece increíble semejante narración y sin embargo es la verdad.

Este mal cesará pronto con la colocación de cañerías de fierro por una empresa particular. El agua vendrá por tubos de fierro a las pilas públicas y los particulares podrán tenerla en sus casas pagando según convenio.

La población de la capital ha tenido la siguiente marcha. Lima la fundó Pizarro con 10 españoles. Este número se acrecentó hasta 70 pues de Sangallan vinieron 30 y 25 de Jauja. Después la población ha sido en las diferentes épocas la siguiente:

1600..........14262
1700..........37259
1790..........52627
1820..........64000
1836..........54618
1859..........100341

Según este último censo practicado por el doctor Fuentes resulta: que 23714 eran limeños, 37030 son de los otros pueblos del Perú y 39597 son extranjeros. Pero es necesario no prestar mucha fe a todos estos censos por la dificultad que hay para hacerlos y las falsas ideas que hay en el pueblo, de tal modo que en las casas jamás se dice el número completo de inquilinos. Hay quien cree que atendiendo a la mortalidad de Lima, su consumo y movimiento, la población llega a 150000 habitantes.

Durante los dos años de 1859 y 1860 la mortalidad ha sido la siguiente:

18591860
Hombres13341235
Mujeres1079994
Párvulos18161435

—215→

El valle de Lima es extenso y las aguas del Rímac riegan 18000 hectáreas. Los únicos reservorios que tiene el Perú se encuentran en la cuenca de este río. Hállanse ubicados a 4000 metros de altura en las llamadas lagunas de Huarochirí. Las obras de arte en ellas realizadas represan y almacenan 36816048 metros cúbicos de agua, cantidad que sirve para el riego del valle de Lima en la época de sequía. La obra se terminó en 1875, costó cerca de un millón de soles de 48 peniques y fue hecha por el contratista, señor Dionisio Derteano, sirviendo de ingeniero el chileno don Aurelio Lasarria.

De Lima a Tarapaca

La distancia que media entre Lima y Lurín se recorre desde hace diez años en ferrocarril. Entre ambos lugares existe una vía angosta, la que se pretende llevar hasta Pisco. El trazo se ha hecho a distancia del litoral y desde las lomadas altas por donde pasan los trenes que arrastran las locomotoras, se divisan hacia el lado del mar las poblaciones de Miraflores, Barranco, Chorrillos, las haciendas de San Juan y Villa y por último el distrito de Pachacamac, que se halla a continuación de la tablada de Lurín. Esta pampa principia en quebrada Honda, tiene 20 kilómetros de largo y tierras excelentes para el cultivo si fuera posible irrigarlas, lo que hasta ahora nadie ha intentado. La escasa dotación de agua que tiene el valle de Lurín y la falta de reservorios, hacen imposible el aumento de su agricultura. No se ha sugerido proyecto alguno para aumentar la dotación que lleva el río en la época de estiaje. Únicamente se ha proyectado perforar pozos para irrigar las tierras áridas situadas al sur del valle, lo que hasta —216→ ahora no se ha practicado a pesar de la concesión dada al doctor Peachy.

A partir de Lurín, el camino continúa por las lomas y llanos de un extenso arenal de siete leguas, arenal que se halla contiguo a las caletas de La Capilla, la Lancha, Cruz de Palo y Curayaco. Viene después el distrito de Chilca, cuyo puerto está a 12 kilómetros de Pachacamac, habiendo tomado ahora mucha importancia por motivo de explotarse en los cerros de sus alrededores algunos yacimientos de yeso, producto que se lleva al Callao por mar. Chilca dista de Lima 13 leguas. Posee su distrito excelentes tierras de cultivo, las que podrían irrigarse si se abrieran pozos artesanos. Siendo abundante la cantidad de agua que pasa por el subsuelo, los habitantes de Chilca plantan sus sementeras en pozas profundas que hacen en el terreno para acercarse por este medio a las partes húmedas.

Después de atravesar un nuevo desierto de arena, se llega a Mala, valle que riega el río de su nombre. Su extensión no tiene más de media legua. Fertilizan el terreno en tiempo de estiaje, varios puquios o veneros de agua, siendo ésta abundante en los meses de verano. Tiene 3000 hectáreas cultivables, existiendo numerosos terrenos secos y susceptibles de ser irrigados. Contigua a la hacienda de Bujama se encuentra la bahía y caleta del mismo nombre. El pueblo de Mala, que dista 8 kilómetros de Bujama, es una miserable aldea con una sola calle larga y tortuosa, provista de una sola plazoleta donde se ve un pobrísimo templo.

Más al sur está el río Omas, que irriga una faja angosta inmediata a Coeyllo. Cerca de la costa los terrenos se ensanchan y cuando el año es lluvioso pueden irrigarse hasta 1000 hectáreas de terreno. No hay proyectos para —217→ almacenar aguas o alumbrar las subterráneas, lo que podría ser más eficaz, siendo éstas abundantes. Asia, así como Coeyllo, son también miserables aldeas.

Siguiendo más adelante se encuentra el importante valle de Cañete, cuyas principales haciendas son Casa Blanca, Santa Bárbara, Arona, Unanue, Herbay alto y Herbay bajo. El puerto de Cerro Azul se encuentra al norte del valle. Cerca de él existen extensos terrenos bajos, susceptibles de ser drenados y cultivados. Están cubiertos de grama y algunos empantanados. Al oriente y a mayor altura de la acequia superior, existen las célebres Pampas del Imperial. En 1904 se dio permiso a don Primitivo Sanmartí para hacer en ellas estudios de irrigación. Recién hoy (1920), el ingeniero Sutton por cuenta del Gobierno ha principiado trabajos en vasta escala.

Costa Iqueña

Un viaje hacia el sur en demanda de Chincha, exige el paso del río Cañete y el cruce de la milla y media de playa que precede a los barrancos escarpados de arcilla que separa el mar de las pampas de Ñoco, notables por sus ricos terrenos. Ya en su término y antes de entrar a Chincha Alta, se atraviesa la quebrada de Topara, que tiene poca agua porque su cuenca no llega a la zona de lluvias anuales. En ella hay pequeños lotes de terrenos cultivados, pero no hay irrigación de importancia.

Un río cuyo régimen es igual al del Rímac y cuyo nombre es el de Chincha, fertiliza en ese valle 15000 hectáreas. La población urbana se ha concentrado en Chincha Alta, no siendo mucha la que habita en Chincha Baja. Toda la provincia cuenta con 21840 habitantes. Son estos laboriosos y ricos, hallándose muy repartidas las tierras de labor y siendo muy adecuadas para el cultivo del algodón.

—218→

Es el valle de Chincha uno de los mejor cultivados en la costa del Perú, y su progreso pudiera ser mayor si los capitalistas hubieran irrigado las extensas pampas de Ñoco, donde hay 70000 hectáreas de tierras limpias, de buena calidad y apenas con una gradiente de 0.25 por ciento. En 1899 fue iniciado por don Federico Amat el propósito de represar las lagunas y vertientes que existen en la cumbre de la cordillera en Yangas y Castrovirreina, con el objeto de obtener toda el agua que se necesita para las pampas de Ñoco. En 1903 se principió con gran actividad algunas secciones del canal y la apertura de los socavones, pero por falta de dinero y por haberse declarado defectuosos los primeros estudios, la obra quedó paralizada. Hoy después de 17 años, pero bajo mejores auspicios, se han vuelto a iniciar estudios de irrigación en esas pampas.

A nueve leguas de Tambo de Mora se encuentra el puerto y la ciudad de Pisco. Para llegar a él se hace necesario cruzar el nuevo desierto que media entre las haciendas de Lurinchincha y Caucato. Dista Pisco tres leguas de la boca del río y es lugar de importancia por tener comunicación fácil con el valle de su nombre y con Ica. El valle de Pisco tiene 10000 hectáreas de terrenos irrigados, pudiendo aumentar esta cifra en diez mil hectáreas más, si se irrigan las pampas del Cóndor.

Existiendo una vía férrea de Pisco a Ica que tiene 47 millas de largo, y camino abierto y transitado de Ica hasta Palpa y Nazca, nadie que desee seguir viaje por tierra al sur, tomará la extensa y arenosa pampa conocida con el nombre de Tablazo de Ica. Principia este tablazo al sur del pueblo de San Andrés y viene a terminar cerca del puerto de Lomas. A caballo, no podría recorrérsele en menos de tres días. Es una de las planicies más dilatadas y más estériles que tiene —219→ la costa del Perú. No tiene agua permanente y aunque la tuviera, siendo su situación relativamente alta y quebrada e irregular su superficie, no habría manera de aprovecharla. En su litoral están las bahías de la Independencia, Caballos, San Nicolás y San Juan, ninguna de las cuales tiene siquiera una caleta habilitada, ni siendo posible establecerla por la sequedad del terreno. Hállase cortado el tablazo por los ríos Ica y Grande, los que nunca llevan agua, exceptuando algunos días en el verano. Esta agua, cuando pasa, no es de ninguna utilidad al tablazo, siendo profundo y angosto el cañón por donde ella corre y muy altas e irregulares las pampas que forman la planicie, toda ella es estéril por las causas apuntadas y probablemente lo será siempre. Es muy rica en depósitos de fierro, los que están reconocidos pero no explotados. Si no existiera la vía marítima al lado del tablazo, y fuera necesario cruzarlo para ir de norte a sur, su existencia sería dañosa y de perjuicio para la comunicación.

Tiene el territorio del Perú, especialmente en la parte costeña, parajes numerosos que nunca servirán para la agricultura. Este tablazo, como también el de Piura, pertenecen al número de ellos.

La esterilidad del litoral entre Pisco y el norte de Lomas, está compensada con la vegetación que anima y encanta el valle de Ica y los que al sur de él se encuentran en Nazca y Palpa. El agua es en la costa del Perú la civilización y la vida, la riqueza y la esperanza. El río que pasa por el medio de la angosta faja de terreno que principia en Huamani y termina en Ocucaje, irriga el valle de Ica en una extensión de 11000 hectáreas, siendo susceptibles de aumentarlas en 20000 hectáreas más, si se lleva a cabo la construcción del canal que derive hacia el Pacífico las aguas de las lagunas de —220→ Ocrococha y Choclococha y se realiza la apertura de otro canal que pase hacia el río Ica las aguas excedentes del río Pisco.

Son comunes en la costa del Perú los equívocos que sufrió la Naturaleza al distribuir sus aguas sobre los terrenos del litoral. Lo que vemos en el río de Pisco, cuyo exceso de aguas va al mar siendo escasas las tierras de cultivo, lo encontramos también en Piura con el Chira y en Chimbote con el Santa, dos ríos cuyas aguas en invierno y en verano se pierden en el océano, no teniendo, aun irrigándolo todo, más terrenos que fecundar. Si el Chira y el Santa corrieran en el departamento de Lambayeque, esa zona agrícola sería rival de Puerto Rico.

El ingeniero Sutton ha puesto en evidencia la posibilidad de desaguar las lagunas de Choclococha y Ocrococha sobre el origen del río Ica mediante la construcción de un canal, cuya longitud sería la de 114 kilómetros y su costo completo Lp. 961998290.

La extensa pampa de Huayurí separa la ciudad de Ica de los vallecitos que irriga el Río Grande. Compónese éste de siete afluentes, y sobre dos de ellos, respectivamente, están situadas las poblaciones de Palpa y Nazca. Cada afluente irriga un valle, y cuando todos ellos se unen y forman uno solo, el río se ve estrechado por las paredes de un cañón profundo, corren dentro de él sus aguas a tanta hondura, que difícil y tal vez imposible sería derivarlas para irrigar las altas planicies del tablazo de Ica, del cual ya hemos tratado.

Costa Arequipeña

Viene a continuación la pampa de Tunga, tan seca, árida, extensa y arenosa como la de Huayurí. Por su parte longitudinal y provisto de agua, de alimento y de forraje para las acémilas, debe viajar quien intente ir de Nazca a Lomas. Antes —221→ de llegar a este último lugar y después de pasar muy cerca del gran cerro de Tunga y de los que a continuación le siguen, llamados los Cerrillos, se atraviesa la quebrada de Jaguey, que rara vez tiene agua, y antes de terminar el viaje se atraviesan las hermosas pampas de la Bella Unión, una de las promesas de nuestra presunta irrigación. Tienen estas pampas 36000 hectáreas de extensión, y según el ingeniero Darío Valdizán, hay posibilidad de represar seis lagunas andinas para irrigarlas y obtener agua para cultivar alrededor de 6000 hectáreas. La obra está en proyecto desde 1898 y no obstante que algún dinero se gastó en ella, hasta ahora nadie intenta continuarla.

El camino que viene de Nazca termina en el puerto de Lomas y sigue por la playa pasando por la caleta de Chaviña, que dista seis leguas del pueblo de Acarí. Hállase este pueblo a media legua de la gran hacienda de Chocavento, la única de importancia que tiene el estrechísimo valle que riega el río de Lomas. Dista Acarí 19 leguas de Chala, 24 de Nazca y 109 de Lima. Hállase el puerto de Lomas a 7 leguas de Acarí, Lomas no tiene agua y está rodeado de arenales. Tendrá mayor tráfico el día que se irrigue las pampas de la Bella Unión.

Toda la importancia agrícola que hemos visto en la costa norte del Perú y aún en la parte central, piérdese en el sur a principiar desde Lomas. Son causas principales de este hecho, la falta de puertos y la fisiología del territorio austral. Desaparecen en él los terrenos montañosos, aquellos que dieron origen a los valles que existen desde Salaverry hasta Cerro Azul, siendo sustituidos por llanuras costaneras que si en Piura y Lambayeque son bajas y están casi a la misma altura del mar, en la parte meridional de nuestro territorio hállanse a gran altura y son de muy difícil irrigación, —222→ no corriendo los ríos por encima de ellas sino por su fondo y por el medio de profundísimos cañones. Esta característica, que en pequeño la hemos visto en la desembocadura de los ríos Ica y Nazca, la encontramos con mayor longitud en los ríos Ocoña, Majes, Vítor, Tambo, Moquegua y Loa. El de Ocoña que debería regar las pampas de su nombre, el Majes las de Siguas, y el Tambo, las de Islay y la Clemencí, casi desde su origen socavan profundamente su lecho, siendo así que al llegar a la costa, sus aguas hállanse a un nivel tan bajo que no pueden irrigar las altas y sedientas pampas que le rodean. El río de Ocoña, considerado como de primera clase en la costa por su caudal, casi íntegramente pierde sus aguas en el océano. Añádase a este inconveniente la falta de un puerto, siendo inabordable la costa por donde desemboca el río. Una y otra razón geográfica han impedido al hombre del siglo republicano sacar provecho en esta bien regada zona de nuestra costa. Algo semejante podemos decir de los ríos Majes y Tambo. El primero tiene por puerto a Quilca y el segundo a Mollendo, ambos distantes de sus respectivos valles y ambos en condiciones desfavorables para el movimiento marítimo.

A ocho leguas al sur del puerto de Lomas está el valle de Yauca, estrecha faja de vegetación, a donde se llega después de cruzar un camino llano, sin agua, cubierto de arena en su mayor parte e interrumpido por algunos cerros. Entre Yauca y Jaquí se encuentra la hacienda de Mochica, con terreno propicio para su irrigación, si se represara la gran laguna de Ancascocha, situada al norte de la ciudad de Coracora, cerca del pueblo de sierra Chaviña. Aguas arriba de Yauca y a no mucha distancia de él, existe una angostura en roca sólida por cuyo fondo corre el río, y que —223→ tiene todas las condiciones para ubicar en ella un dique o presa para formar un extenso reservorio. Esta obra de escaso costo, irrigaría tierras valiosas que hoy son improductivas.

De Yauca a Chala hay ocho leguas de un nuevo desierto, el que se atraviesa por un camino áspero, pero ventajosamente favorecido por la Naturaleza, hallándose en su paso la quebrada de Atiquipa. Es hermosa la vegetación que cubre este oasis, y mucho más lo verde que se ponen los elevados cerros de la comarca en la época de lomas. Por su calidad y extensión, las lomas de Atiquipa son unas de las mejores de la costa del Perú. El pueblo, capital del distrito en el cual está el vallecillo, se llama también Atiquipa, y es notable por su clima. Entre Yauca y Chala se encuentra el gran Morro de Chala, que por su altura de 3740 pies sobre el nivel del mar es uno de los más elevados de la costa del Perú.

El pueblo de Chala se encuentra a dos leguas del mar y del sitio en que se halla ubicado el puerto del mismo nombre, como lugar agrícola tiene poca importancia, siendo más valioso como sitio de tránsito entre el puerto y las provincias de Parinacochas y Lucanas.

Nada parece más desolado en la costa del Perú que el desierto de 30 leguas que media entre Chala y el puerto de Atico; pero aún más desolado es el que sigue a Atico y termina en la caleta de Quilca. Más que ríos, en esta extensa faja de terreno, lo que falta en ella son puertos. Por carencia de estos, cuanto se exporta de Cháparra es menester transportarlo por tierra a Chala, puerto donde cada 15 días arriba un vapor. Hállase Cháparra a 1050 metros de elevación y a 12 leguas del mar. Su valle tiene 400 hectáreas de —224→ terreno cultivado, siendo posible irrigar las pampas que le son adyacentes, si a poco costo se cerrara con un dique la angosta y profunda garganta que el río ha excavado en roca viva en su propio cauce.

Atico, bajo su aspecto agrícola es más pobre que Cháparra. Junto al mar hay puquios que proporcionan agua para cultivar 100 hectáreas de terreno. Su importancia es tan modesta, que sólo en forma eventual tocan en él vapores para embarcar ganado.

A quince leguas de la caleta de Gramadal y a 1850 metros de elevación, se encuentran el pueblecito de Caravelí, situado en una angosta, pedregrosa y seca quebrada, donde apenas hay agua para irrigar 200 hectáreas de terreno. El tráfico de este pueblo se hace por Atico o Chala, circunstancia desfavorable que mantiene su aislamiento e impide su progreso. Obras hidráulicas en la laguna de Parinacochas o a inmediaciones del nevado de Sarasara podrían aumentar el caudal de las aguas que lleva el río que pasa por Caravelí.

No hay tráfico directo entre Atico y Ocoña, siendo necesario para ir de un punto a otro hacer un largo rodeo pasando por la población de Caravelí. Relativamente a la importancia que tiene el río de Ocoña, su valle es uno de los más abandonados del Perú. Apenas hay 1000 hectáreas bajo riego, habiendo posibilidad para irrigar 20000 hectáreas. La situación del río, cuyo cauce se halla en el fondo de un cañón profundo, y lo costoso que sería derivar sus aguas hacia las pampas contiguas, ha impedido el progreso de esta importante sección territorial de la costa del Perú. También ha sido grave inconveniente, la falta de un puerto, quedando a mucha distancia el de Quilca. Iniciáronse los primeros —225→ trabajos de irrigación en 1870, época en que se concedió la restauración del antiguo canal de los Incas y permiso para abrir uno nuevo con 143 kilómetros de largo, de los cuales 125 debían excavarse en la parte rocosa de los barrancos del río. Este canal debía tener capacidad para diez metros cúbicos por segundo y su costo se estimó en 4500000 soles de 48 peniques. La obra comenzó en 1873 y mucho trabajo se hizo con el auxilio fiscal, pero la guerra con Chile impidió su término.

Habiendo apenas 1000 hectáreas cultivadas, todo el distrito de Ocoña sólo tiene 2000 habitantes, de los que 600 corresponden a la capital.

La ciudad de Camaná es el centro del importante valle que irriga el Majes, tiene este río bastante agua y aún en la estación seca es difícil vadearlo. Las pampas costaneras inmediatas al Majes poseen tierras de cultivo susceptibles de ser irrigadas; sin embargo, corriendo el río por un cauce encajonado, la posibilidad de esta obra, por ahora parece impracticable, cerca de Camiña existen tierras irrigables, cuya propiedad pertenece a los señores Piérola, Flores y Rivera. Esta circunstancia ha obligado al Supremo Gobierno a cancelar la concesión que se hizo para la fácil empresa de darles agua. También ha existido el propósito de irrigar parte de la faja angosta de terrenos costaneros vecinos a Camiña. Parte de los trabajos se llevaron a cabo en 1872 y hoy están completamente abandonados. Tiepe el Valle de Majes el inconveniente de no tener salida al mar. Quilca, su puerto más cercano, encuéntrase a buena distancia de él, y se halla separado del pueblo de Camaná por un árido y sediento desierto. Los productos de la región tienen que transportarse a lomo de mula, sufriendo un recargo enorme en —226→ el costo de producción. Los agricultores que residen en el centro del valle dan salida a sus algodones por Vitor, situado en el ferrocarril de Mollendo a Arequipa. La playa de Camaná es baja y pantanosa. A esta desventaja hay que añadir una más, la existencia de bajos peligrosos, uno de los cuales fue causa del naufragio del Tucapel, perdido totalmente en una noche oscura en esta peligrosísima costa. Camaná no tendrá importancia ni nadie acometerá la empresa de irrigarlo hasta que no se construya en la desembocadura de su río un desembarcadero, lo que se pudiera conseguir construyendo y anclando en el mar un dique flotante, dique que podría conectarse con tierra por medio de una vía aérea o sea de un cable carril montado sobre torres.

Corta es la distancia que media entre Camaná y Quilca, distancia que sólo tiene ocho leguas de largo, y que va por la pampa de Siguas. Tuvo Quilca, como puerto durante los 30 años que siguieron al de 1821, importancia extraordinaria. Islay primero y Mollendo después, le arrebataron la supremacía que le dio la Colonia. Por su parte norte desemboca el río Vitor del que es afluente el Siguas.

El total de las tierras cultivadas en la cuenca del Vitor puede estimarse en 10000 hectáreas, de las cuales corresponde a la campiña de Arequipa y su alrededores 8000 hectáreas, al Valle de Siguas 1500, teniendo la vecindad de Quilca, o sea los terrenos del litoral, apenas 500.

Este río, como todos los del sur del Perú, corre por el fondo de la estrecha quebrada que se ha formado en la pampa de su nombre, la misma que colinda por el norte con la de Siguas y por el sur con la de Islay. Hallándose encajonado, sólo riega la angosta faja de terrenos que está en su nivel, dejando en seco los terrenos elevados. Acerca de —227→ ellos no existe hasta ahora ningún proyecto de irrigación, no obstante que hay agua abundante en el río para tal propósito. Mejor suerte ha tenido la campiña de Arequipa, a la que se intenta beneficiar con un aumento de agua en su río, el Chili, mediante la construcción de una represa en el río Colca, tributario del Majes. La obra está en proyecto desde 1830, pero sólo en 1905 fue estudiada por el ingeniero Hurd, quien la declaró factible a un costo de Lp. 21866000. La ejecución de esta represa daría un caudal permanente de agua de 2000 litros por segundo, lo que sería bastante para irrigar 632 hectáreas. Hay también el propósito ya estudiado de construir un dique de 35 metros de altura a un costo de Lp. 14577000 en el angosto cañón existente en el Chili en un lugar que dista 35 kilómetros aguas arriba de Arequipa. Se ha calculado que el reservorio almacenaría 24 millones de metros cúbicos de agua, las que podrían regar en época de sequía 1140 hectáreas de terrenos.

Consecuencia lógica del estado de proyecto en que se hallan hasta ahora las obras de arte necesarias para retener y aprovechar las aguas del Vitor es el atraso en que vive la población que habita su cuenca. Arequipa, por otras causales, vive y progresa en forma diferente, y de ella trataremos más adelante.

Nadie que quiera ir de Quilca a Mollendo cruzará el escabroso litoral que media entre ambos puertos. Son tantos los barrancos, tan empinados los acantilados, tan numerosos los caletones que interrumpen el paso, que solo en viaje de carácter científico se puede caminar a las inmediaciones del océano.

La travesía se hace por mar, en pequeños vapores que tienen un movimiento regular cada semana. Dos leguas antes —228→ de Mollendo se encuentra la que fue ciudad de Islay. Al verla sin vida y en ruina los edificios que aún quedan en pie, el espíritu se entristece y se revela contra la inconstancia de los hombres que intervinieron en este injustificado abandono. Desgraciada la suerte de las comarcas costeñas que no tienen un puerto real. Lo mismo aconteció en Lambayeque con San José, Pimentel y Eten y en el departamento de La Libertad con Malabrigo, Huanchaco y Salaverry. Al ocuparnos del océano ya hemos precisado los males que a nuestra costa hizo la acción corrosiva de la corriente Humbold. Por esta misma causa el departamento de Arequipa no tiene puertos.

No fue desacertada la elección de Mejía como punto terminal de los ferrocarriles del sur. Como playa para construir una población es lo mejor que existe entre Quilca e Ilo. Por desgracia, la caleta, con ser tan mala como la de Mollendo, tiene el inconveniente de sufrir el embancamiento que le producen las arenas que arroja el río Tambo.

Siendo Moliendo la salida de Arequipa, Puno, La Paz, Cuzco y hasta Abancay, y teniendo un radio de influencia en extensión territorial tan grande como toda Francia, debía ser un puerto de gran importancia. No lo es por hallarse inconclusas las líneas férreas que deben unirlo al Madre de Dios y al Bajo Urubamba. La causa geográfica más importante que mantiene estacionario el sur del Perú, es la pobreza de la mayor parte de las comarcas cruzadas por el ferrocarril sur interandino. Entre Mollendo y Arequipa no hay nada importante que explotar, lo mismo pasa entre Arequipa y Puno. Ferrobamba, al norte de la pampa, de Arrieros, y Cerro Verde, en Tiabaya, hasta ahora no son sino bellas promesas.

—229→

De Moliendo se pasa a Mejía y de Mejía al centro del valle de Tamba. El viaje se hace en ferrocarril. Tiene el río Tambo tanta agua como el de Ocoña. Él apenas irriga 3000 hectáreas y por consiguiente, su exceso de agua se pierde en el mar. La última concesión dada por el Gobierno para irrigar las pampas de Islay y Clemencí, pampas adyacentes al río de Tambo, se hizo en 1903. Corriendo el río por el fondo de un profundo cañón, la obra proyectada resulta difícil y costosa. Ella demanda un esfuerzo económico extraordinario, y por esto, ni siquiera los estudios preliminares se han hecho. Si la excelencia de los terrenos que vemos en las pampas de Cachendo y la joya es algo seductor, aún son más ricos los de las pampas de la Clemencí, y a esta ventaja hay que añadir mejores condiciones topográficas para el riego. Los hombres de la centuria que vence en 1921 no han tenido dinero para acometer esta y otras empresas semejantes.

La ciudad más importante de la costa sur del Perú y también la segunda de la República, es Arequipa. Paz Soldán dijo de ella en 1855, lo que sigue:

Esta ciudad es sin duda de las más importantes, bajo mil respectos, no sólo del Perú, sino de América. Según Weddell es la más agradable de toda Sur América, tanto por la amenidad de su clima, como por las costumbres sencillas y dulces de sus habitantes.

Fundose esa ciudad por orden de Francisco Pizarro y con bando solemne el día 15 de agosto de 1540. Su primer sitio, fue atrás de Caima, pero después se trasladó al en que hoy se halla, por presentar más extensión y comodidades. Al trazarla se cuidó de que sus calles se cortasen en ángulos rectos y en dirección casi de NS y EO, y de que cada cuadra tuviese 150 varas de largo y doce poco más o menos de ancho. Para conservar la salubridad, comodidad y aseo, se cortaron acequias en el medio de las calles, así rectas como transversales, cuyo cauce está bien acanalado. Las calles que corren —230→ de E a O son ocho (las principales) y las otras también ocho: sus aceras todas están bien enlosadas con una especie de piedra blanca volcánica, llamada Sillar y el piso restante empedrado con guijarros.

Los edificios de Arequipa son de la piedra arriba indicada que se extrae de canteras muy próximas a la ciudad.

Las portadas de las casas tienen en general alguno de los órdenes de arquitectura, lo mismo las ventanas que caen a la calle. Los patios y traspatios son de la extensión mayor que permite el terreno, tanto por la comodidad, cuanto por el temor de los temblores que son muy frecuentes, aunque creemos, que los terremotos que han asolado en otros tiempos la ciudad, no derribarían las actuales casas, porque en esa época se hacían estas o de adobe o de piedra sillar con barro en vez de cal, casi sin cimientos. Dase así mismo toda la latitud posible al pesebre o corral. Es tal la sequedad del clima que toda porquería, lejos de fermentar, se seca antes de veinticuatro horas.

La mayor parte de las casas tienen huertas o jardines, regados por acequias pequeñas que hacen ramificar de las de las calles. Algunos de estos jardines están en el medio del traspatio en forma rectangular y con balaustradas de fierro. Es muy pintoresca la casa que posee esta clase de pequeño huerto, lo mismo que la perspectiva general de toda la ciudad, a causa del bello contraste que forma el verde de las plantas con la blancura de los edificios. No creemos que se halle otra población de aspecto más risueño y poético, ni que se halle menos expuesta a las inmundicias y miasmas.

Desde donde arranca la bóveda que es, poco más o menos, de cuatro varas corre en derredor de las habitaciones una comiza que le da grande belleza. Las paredes interiores se estucaban antes; pero hoy se emplea el papel, por ser más vistoso, pronto y barato, aunque de menos duración.


De un estudio que hicimos en 1909 sobre las provincias del Sur, extractamos los siguientes acápites:

Hemos llegado a Mollendo. Desde la cubierta del vapor contemplo la ciudad, el rompeolas, la extensa y cerril costa que casi verticalmente se levanta desde el océano, y en cuyos declives empinados, rugosos y casi sin playas revientan con furia las embravecidas olas. La mar está agitada. ¿Cuándo deja de estarlo y cómo no ha de ser así si aquí no hay golfo, ensenada, bahía, ni nada que defienda al puerto de los vientos y las correntadas del sur?

—231→

Hacia el norte, a tres leguas de distancia, está la bahía de Islay. Allí hubo puerto posiblemente desde los primeros días de la colonia como también intensa vida comercial, todo lo cual, fue abandonado por darle al valle de Tambo una vida que hoy no tiene ni nunca tendrá. Esta obsesión, calurosamente sostenida por los hombres que gobernaron en 1868, dio a los ferrocarriles del sur un puerto infernal y a los contratistas oportunidad para prolongar en 47 kilómetros más una línea que tiene en total 172 y para cobrar por todo aquello quince millones de soles, cuando otros, partiendo de Islay, ofrecieron hacer el ferrocarril por ocho.

El gobierno de don Manuel Pardo trató de subsanar la crueldad cometida con Islay en 1868, uniendo este puerto con Mollendo por medio de un ferrocarril. Estudiada la obra dio un presupuesto de tres millones de soles. Un precio tan alto para hacer un remiendo que si daba beneficios también alargaba la extensión de la vía, dio por resultado que nada se hiciera. Otro señor Pardo, el que gobernó hasta 1907, pensó sustituir Mollendo con el ideal puerto de Ilo; pero el ingeniero peruano señor Jiménez Velázquez, evidenció por medio de sus estudios, no la imposibilidad de la obra, sino lo caro e inconveniente de ella. Fue entonces necesario, de cualquier modo, hacer un puerto en ese escarpado barranco; y esto es lo que al fin, con magnífico éxito, se ha conseguido después de varios años de trabajo. La obra se ha llevado a cabo mediante la construcción de un rompeolas gigantesco, cuya posición sobre el mar da origen a una abrigada caleta. Dicho rompeolas ha sido hecho a conciencia por los ingenieros Curri y López Aliaga y la circunstancia de haber resistido en los últimos años terribles bravezas de mar, acredita su completa solidez. Su costo ha sido de un millón de soles y su capacidad hállase limitada a un movimiento aproximado a 1500 toneladas diarias.

Aún no se hallan terminadas del todo las obras del puerto y ya se vislumbra la época -nada lejana- en que su presente capacidad sea sobrepasada por un notable aumento de carga y descarga para los actuales muelles.

Para la época en que la dificultad se presente, pueden encontrarse dos caminos de salvación. Extender el rompeolas hasta el sitio en que estaba la isla del Toro, o abrir de nuevo el puerto de Islay y en este caso construir un ferrocarril que partiendo desde la bahía de Matarini -dos kilómetros al norte de Islay- pase no por Mollendo sino por las lomas que están encima de él, que se interne por la serranía de la costa —232→ poco antes de Mejía y llegue a Huagri, o sea a la pampa de la joya y empalme con el actual ferrocarril del sur en el kilómetro N.º 70.

Posiblemente por esto se decidirá la Peruvian Corporation, y por tal motivo acaba de pedir una autorización al supremo gobierno para hacer los estudios que el caso requiere.

Pasa con la realidad de las cosas lo que con la verdad y la justicia. Tardan pero llegan. Después de cuarenta años, Islay va a recibir la reparación que merece por el ultraje que a su fama e intereses se le hiciera en 1868. Para entonces, ¿qué quedará de Mollendo? Cuando las generaciones venideras, navegando a la vista de las playas que ahora contemplo, vean sobre esas escarpadas lomas los vestigios de una población y al rompeolas firme, indestructible, año tras año, dando a las embravecidas olas sus rocallosas defensas, no se preguntarán con asombro ¿por qué se hizo Mollendo?

Estoy en viaje hacia Arequipa y desde la ventanilla del «Pullman» que a ella me conduce, vuelvo a contemplar la interminable pampa de la joya. Su extensión es de tal naturaleza que forma horizonte por el norte y por el sur. Aquello es un océano de tierra fecunda e improductiva. Los siglos han pasado sobre ella como los años sobre el vientre de la mujer estéril. Sobre su suelo, jamás semilla alguna fue fecundada por el rocío del cielo. ¡Qué emporio de riqueza! ¡De esa pampa se recoge tierra para formar jardines en Mollendo! ¡Qué sería el sur del Perú si en las llanuras de la joya y en las colindantes de la Clemencí lloviera como llueve en el Cuzco! Por fortuna, la naturaleza que nunca hace el bien por entero ni el mal completo y que ha dado a esos territorios un cielo sin nubes y por tanto exento de vapores acuáticos, ha compensado su deficiencia dándonos las aguas del río Tambo. Es cierto que ellas, después de que bajan de las cordilleras, corren a muchísimos metros más abajo del nivel de las pampas de la joya; pero también lo es que es posible desviarlas en su origen y a corto declive traerlas por gigantescos canales a las alturas en que se encuentran las pampas. Millones de metros cúbicos de agua arroja el Tambo cada año al mar. Cambiemos su curso, derivemos sus aguas hacia los llanos; y eso que hoy se pierde vivificará la semilla del trigo y del algodón y nos dará anualmente algunos millones de libras esterlinas. La obra es factible. Fue estudiada en 1904 por un sindicato que presidió el señor Primitivo Sanmartí; siendo ella una de las posibilidades económicas más valiosas del sur del Perú.

Antes de entrar a Arequipa, el tren se detiene en Tiabaya, —233→ y desde la explanada del paradero admiro la hermosa carretera construida por la «Andes Exploration», en una extensión de catorce kilómetros y a un costo de doce mil libras. Ella conduce a las minas de Cerro Verde, exploradas durante cuatro años por la citada compañía mediante un gasto de ciento cincuenta mil libras. La obra de reconocimiento ha sido larga y penosa por el estado de guerra en que ha estado el mundo y de dificultad para conseguir materiales de perforación.

Discurriendo sobre el porvenir de Arequipa, pienso que ella no será una gran ciudad hasta que no ejerza sobre el norte de Bolivia, sobre Tacna, Arica, Tarapacá, Antofagasta, y todo el sur del Perú la misma atracción que Lima tiene sobre toda la república. Arequipa, por su plano, su clima, su proximidad al mar, su situación central y sus bellezas naturales, tiene incomparable superioridad sobre La Paz, Puno, Cuzco, Apurímac y las poblaciones del Perú y Bolivia que Chile retiene por la fuerza. Posee, pues, lo principal, lo que no se compra, lo que no se consigue aunque se gasten muchos millones. Puno y La Paz siempre serán insufribles por el frío y la altura sobre el nivel del mar; Iquique y Antofagasta, poblaciones sin raíces, centros temporales que pronto vendrán a menos cuando el salitre artificial se imponga en el mundo. Sin embargo, faltan a la ciudad del Misti comodidades, higiene y arte en la disposición de las cosas, y a todo ello debe dar preferencia si quiere alcanzar la superioridad a que mi fantasía la invita. Ya tiene tranvía eléctrico, magnífico hospital y un buen mercado. Le faltan ahora pavimento, agua, desagüe y un buen hotel. Le falta también higienizar el hospital Goyeneche y ponerlo, para que sepa sacar mejor partido de él, bajo el absoluto control de la Sociedad de Beneficencia.

Sigo mi viaje. El tren asciende y se interna hacia el este. No aparto la vista del monótono paisaje que nos acompaña. Nada tan estéril en la sierra del Perú como la zona que media entre Arequipa y Crucero Alto, trecho que en la línea férrea se recorre en 187 kilómetros. Exceptuando la campiña de Arequipa, bellísimo oasis que el Chili riega, cuanto alcanza la vista hasta el límite del horizonte es estéril y deshabitado. La vida milenaria del planeta se sigue en las capas de lava y ceniza que muchas veces arrojó el Misti por su cráter. Estos campos, en otros tiempos cubiertos de vegetación, tienen mucho de la aridez lunar. Aquí, como en el astro de la noche, la vida ha concluido, y cuanto rodea el volcán sería un desierto, si el Chili piadosamente no calmara en parte la sed —234→ de esta tierra que por causas inescrutables, Dios, en sus iras, quemó para siempre.

A los 29 kilómetros de Arequipa, camino hacia Puno, está el paradero de Yura, el mismo que conduce a las termas de igual nombre. Hállanse éstas en las faldas del Chachani, entre dos laderas de escasa altura, al medio de un pequeño valle que se extiende de norte a sur, y cuyo fondo acaricia un miserable arroyuelo. A lo largo de este valle, en la falda septentrional de la ladera y en terreno empinado y sinuoso hay numerosas casas, y en lo profundo, en una especie de cañada, las aguas que dan renombre al lugar. Yura posee las mejores aguas termales que hay en la América del Sur. Así lo creen los hombres de ciencia que las han estudiado, entre ellos el sabio doctor Escomel. Algún día eso será un centro social, por motivos terapéuticos, igual a Colorado Sprins en Estados Unidos. Es imposible hablar de Yura sin recordar los inmensos beneficios hechos a las termas por los señores coronel Zapata y Víctor Larco Herrera.


De Arequipa al Loa

Moquegua, Locumba y Sama, son ríos de segunda importancia. La fisiología del terreno en que están ubicados difiere poco de la que caracteriza al departamento de Arequipa. Todos tres corren por el fondo de quebradas profundas, las que apenas dan cabida a estrechas zonas de cultivo. Las aguas del río de Moquegua jamás llegan al mar en la estación seca y a veces no pasan más allá de la ciudad de su nombre. Hay el propósito de derivar hacia el Pacífico las aguas de la gran laguna Istunchaca. La obra requiere construir un dique, hacer un canal y después un túnel, todo lo cual es muy costoso. La escasez de agua y la falta de mercado, habiéndose perdido el de Tarapacá desde 1879, acabaron con la importancia de Pacocha como puerto y de Moquegua como ciudad. Poco ha ganado la comarca con la reconstrucción del ferrocarril que hoy parte de Ilo.

A veinte leguas al sur de este puerto, se encuentra Locumba, población que apenas tiene 250 habitantes. Se halla —235→ a 413 metros sobre el nivel del mar, y es el centro de un valle fértil, pero muy estrecho y escaso de agua.

La quebrada de Samamarca por hoy el término de la jurisdicción peruana. Ocupamos únicamente la banda norte del río. La capital del distrito lleva el mismo nombre y hállase a diez leguas de Tacna.

Mas al sur están Tacna, Arica, Pisagua e Iguique, poblaciones peruanas de importancia ocupadas por la fuerza militar de Chile desde el año de 1880. Tacna fue por muchos años la ciudad de tránsito obligado entre Arica y La Paz, y tuvo notable importancia comercial. Igual importancia tuvo Iquique en los tiempos en que era gobernada por el Perú y en los que se inició la gran industria del salitre, de la cual, hasta 1879, la nación peruana tuvo poco provecho.

—236→

Capítulo VIII

La sierra

¿Dónde termina la costa y dónde principia la sierra?

¿Es costa todo lo cisandino y sierra únicamente lo interandino? Caravelí, Arequipa, Moquegua, ¿son pueblos de costa? Ninguno de nuestros geógrafos ha dado importancia a esta serie de cuestiones. Sólo Adams, en sus famosos mapas hidrológicos, ha separado con una línea imaginaria la zona lluviosa de la zona seca, y considerando como sierra la primera y la segunda como costa ha resuelto la dificultad. Exceptúanse de esta regla el valle de Tumbes, que por hallarse en el golfo de Guayaquil es costa y recibe anualmente lluvias. También los desiertos de Piura y Lambayeque, donde torrencialmente llueve periódicamente.

No siendo uniforme la fisiología de la cordillera en la parte que termina en el litoral y de consiguiente muy variada la altura de sus contrafuertes y de sus pampas o tablazos, la línea Adams se acerca y se aleja del mar en forma al parecer caprichosa, pero en realidad sujeta a la formación andina. En el norte del departamento de Piura principia en el mar. —237→ Se aleja al este de los despoblados de la Chira y Olmos, para volver hacia el mar en el departamento de Lambayeque, pasando casi por Chongoyape. Sigue próxima al mar hasta Pisco, donde vuelve a alejarse del océano y así sigue hasta el río Loa, haciendo una excepción en Chala, donde por algunas leguas se aproxima mucho al litoral. En el Departamento de Lima pasa por Chosica a 54 kilómetros del mar, y en el sur, al interior de la ciudad de Moquegua, y por consiguiente a 110 kilómetros del puerto de Ilo.

Sierra y Andes es la misma cosa, y hallándose estos en su parte occidental constituidos por montañas agresivas cuyos contrafuertes en forma de formidables espolones penetran hasta el mar, posible es divisarlos desde el océano en los días claros y serenos en que la visual cruza el cielo diáfano de la serranía. Cuando las primeras cortinas de montañas costaneras son bajas, la mirada alcanza las distantes cimas que se elevan en la zona de las nubes. Muchas de estas hállanse nevadas. El Huascarán, contemplado desde la bahía de Chimbote en los escasos días del año en que se le puede ver desde el mar, es de un efecto maravilloso. La blancura de su montaña hace contraste con el amarillento sucio de la línea costanera. Es en estos momentos cuando la mirada, alcanza 24000 pies.

Si hermosa y apacible es la vista de nuestras serranías contempladas desde el litoral, el espectáculo de ellas en plena altura es soberbiamente grandioso. Si entre Ayabaca y Huanachuco, los pasos o abras que conducen de la costa a la sierra nunca llegan a 4000 metros, en el centro y en el sur esos pasos alcanzan 5700 metros. Nuestras líneas férreas los han cruzado en dos puntos, siendo interesantísimo para quien desee formarse idea de nuestra serranía, contemplarlos viajando por ferrocarril entre los puntos comprendidos —238→ entre San Bartolomé y Huancayo o entre Oroya y Cerro de Pasco. La ascensión culmina en el túnel de Galera, pero aún más alto se encuentra Morococha, la región semipolar de nevadas y ventisqueros, de inaccesibles picachos, de bellísimas lagunas, en cuyas aguas se reflejan el azul profundo del cielo y los límpidos rayos solares. La altura fluctúa entre 15000 y 17000 pies, y siendo el frío intenso, hállase habitado únicamente por mineros. En estos parajes no crece ni siquiera la paja. En ellos la desolación es tal que ni aún llamas y vicuñas la recorren. Es la zona desierta y bravía de los Andes, la zona de los contrastes, siendo común observar al lado de severas cumbres y diamantinos nevados, ondulaciones y llanadas tan suaves y tan amplias como las que vemos en los tablazos de la costa. De noche, la temperatura desciende varios grados centígrados bajo cero, las aguas de los charcos se hielan y sólo resisten este inclemente frío enanas plantas forrajeras que viven a raíz del suelo y se hallan revestidas de gruesas películas que les dan abrigo. Es en estas alturas donde se encuentran las tierras más planas de nuestras serranías, y las que serían más propicias para el cultivo del trigo si el frío fuera más clemente. Como ya lo hemos dicho, si ellas estuvieran a diez o doce mil pies de altura, nuestra riqueza ganadera sería igual a la de la Argentina. El ancho de estos ondulantes llanos varía de una a tres leguas, y a su término, en nuestro camino hacia el este, el descenso se manifiesta en forma placentera para la vista. A trece mil pies principian los buenos pastos que alimentan el ganado vacuno y lanar, un poco más abajo los cultivos de papas, quinua y cebada, cultivos, que vemos ya encerrados por altos cerros que les sirven de abrigo en las noches de helada. La zona del temple principia —239→ con la quebrada. Cuando ésta es estrecha y empinados los cerros, abundan los rincones abrigados y poéticos. Oroya es un buen ejemplar de estos parajes. Por el fondo de sus tierras pasa el majestuoso Mantaro, y sus aguas turbias hacen contraste con el oro pálido de las cumbres en la hora en que el sol declina y la tarde languidece.

De Oroya parten tres caminos. Uno por las pampas de Bombón hacia el Cerro de Pasco, otro para los valles de Jauja y un tercero para Tarma por Tilarnío. Este es el único de los tres que todavía no se trafica por ferrocarril, siendo necesario emplear automóvil para recorrer por carretera las siete leguas que median entre ambos puntos. Las cuatro primeras se hacen por terreno de puna. El camino cruza pampas y faldas cubiertas de pastos naturales. No siendo éste abundante, escaso es el ganado que vive en la comarca. Las sequías y las heladas le son adversas. Mientras el terreno no se irrigue y el establo no se construya, la mortandad de los carneros y vacunos no podrá disminuir. La soledad, el melancólico silbido del aire en los momentos en que roza los erizantes tallos del pajonal, el frío, la altura, lo tétrico del paisaje, ejercen acción deprimente sobre el espíritu, le anonadan y le desmoralizan. No hay nada que haga grata la vida en estas punas. En ellas, cuando el viento no tiene la defensa de los cerros, apenas crece un pasto raquítico. La mitad de la sierra está a esta altura y en esta desolación, y por esta causa a más de otras, la agricultura y ganadería andinas vivieron en la pobre condición en que todavía están hoy. La naturaleza venció aquí al hombre. Los ferrocarriles, los canales de irrigación, el abrigo por medio de estufas eléctricas en los establos y en la casa del pastor, modificarán estas fatales condiciones naturales.

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Cruzada la puna en una extensión de tres leguas, violentamente principia el descenso hacia Tarma. Campos de cebada, mustios, raquíticos y sin fruto al principio por la altura; lozanos y espigados después por el abrigo que les da la honda quebrada, nos ponen en evidencia de los grados de calor que la naturaleza va ganando en estas andinas regiones a medida que en ellas se baja. El primer árbol que a nuestra vista aparece es el quinual, arbusto de durísima madera que tarda mucho en crecer. Más abajo viene el aliso, el sauce, el guindo, el eucaliptus y por último el cedro en las quebradas profundas y muy abrigadas. A proporción que se baja todo se hace animado y vistoso. La alegría vuelve al espíritu y la esperanza también. El panorama cambia: la pampa y la falda andina son reemplazadas por la quebrada. Al llegar a ella, vemos por el fondo correntoso arroyo, y con satisfacción contemplamos las acequias laterales sacadas de su cauce para irrigar numerosas mesetas inclinadas. En ellas se cultiva trigo, papas, ocas y cebada. En la puna la pampa y el suave declive se miden por miles de hectáreas, acá abajo sólo por centenares. Allá arriba hay terreno, pero no crece el trigo. Como causa geográfica, esta formación física debida a la altura, ha sido y es una desdicha, y esto no únicamente en esta comarca que describimos, sino en toda la sierra del Perú, siendo todo ella igual con muy pocas excepciones.

Como aún estamos en la zona de las heladas, todavía no vemos el maíz. Sigue el descenso, unas veces por veredas empinadas, otras por suaves gradientes y al fin entramos al temple, donde ya se encuentra hasta la caña de azúcar. El frío cesa, el ambiente tórnase grato y perfumado. Bandadas de palomas cruzan en todo sentido y numerosos —241→ pajarillos, entre ellos el chuichuí nos encantan con sus trinos.

Las variantes de esta descripción cambian al infinito, también el paisaje y la climatología según la latitud; pero las líneas generales, el aspecto montañoso de las cordilleras, las alturas, los descensos, la invariable quebrada, son casi similares en toda la serranía. Exceptuando la puna, el tono del paisaje es siempre bello y maravillosas las perspectivas. Siendo posible contemplarlo todo en diversos planos, las vistas panorámicas son numerosas. Qué cosa más bella que el valle del Cuzco visto desde Sacsahuamán, el de Arequipa desde Jesús, el de Caraz desde Pueblo Nuevo. El Huascarán, el Misti, el Coropuna, el Pelagatos y otros centenares más de picos y montañas nevadas pueden contemplarse por toda una vida sin que jamás causen hastío.

Cuando la bajada es rápida y va desde 16000 pies a 7000 pies, como sucede en la provincia de Tarma, el contraste es soberbio, y encantador. No sucede lo mismo cuando el descenso es apenas de 2000 pies, como pasa entre la Oroya y Huancayo. Es entonces suave la gradación y propicio el terreno para el paso del ferrocarril construido. El río y la vía férrea caminan casi paralelos. Al principio, a poca distancia el uno del otro, en la estrecha quebrada que pasa por Huari y Pachacayo, pero después, y a comenzar desde Llocllapampa, completamente separados el uno del otro. La monotonía del paisaje entre Oroya y Llocllapampa termina en este lugar. El aspecto del valle, contemplado desde la colina a cuyo pie está la ciudad de Jauja, es encantador.

Hállase Jauja a 11000 pies de altura y al costado norte de una extensa y elíptica llanura de doce leguas de largo —242→ por tres en su mayor anchura. Suaves colinas rodean el llano y le dan aspecto de zona costanera. Todo él hállase cultivado y bordeado de numerosos lugarejos. A distancia las torres de sus iglesias y el amontonamiento de sus blancas casas, parecen puntos enclavados en el verde amarillo de los árboles que forman la línea del horizonte. Jauja, como valle, es lo más valioso de la sierra del Perú y único que reúne en terreno plano tan extensa latitud. Las tierras fértiles del Vilcanota tal vez son más extensas, pero planas.

Hallándose la pampa de Junín a mayor elevación que la del valle de Jauja, es diverso el espectáculo que nuestros ojos contemplan al recorrer en ferrocarril las frías punas que terminan en el mineral del Cerro de Pasco. Es esta llanura, como también el hermoso lago que existe en su centro, una de las muchas variantes que presenta la serranía nacional. Ella es formada por el nudo de Pasco y en pequeño es un símil del altiplano boliviano. La misma altura, el mismo frío, el raquitismo en la fauna, la vida penosa del ganado y la inconfortabilidad del habitante. Con tres mil pies menos de altura aquellas tétricas llanuras hubieran sido más verdes y más productivas que el valle de Jauja. Deshabitadas por el frío y paupérrimas por sus condiciones adversas a la agricultura, serían uno de los tantos inútiles páramos de nuestra cordillera, si la naturaleza no les hubiera dado la gran riqueza que tienen en minerales.

Los apuntes de Riva-Agüero contienen una admirable descripción de lo que es nuestra serranía. Ella completa la deficiente pintura que hemos hecho del paisaje interandino y por eso íntegramente los copiamos.

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Si procuramos armonizar y fundir las innumerables divergencias de los detalles pintorescos, para obtener la expresión de conjunto, el íntimo sentido de la tierra andina, llegamos a dos notas fundamentales: ternura y gravedad. Hay indecible ternura, esquiva y pastoril, en las lagunas altísimas ceñidas de totoras y pobladas de nuñumas, quellhuas e ibis blancos; o todavía más elevadas entre orillas roquizas y gramosas, zafiros olvidados en copas de piedra, solitarios espejos de inviolable castidad, en que sólo se miran las cúspides glaciales. Hay una ingenua ternura en los ondulados páramos, cuando las aguas del verano los visten de un verde nuevo y de menudas flores silvestres, azules y amarillas. Hay una incomparable ternura, melancólica y resignada, cuando la lluvia destila en las arboledas de las aldeas, cuando golpea los techos de teja y gotea incesantemente en los cobertizos de icho, mientras mugen en la sombra crepuscular los ganados, chispean mal protegidas las hogueras campestres, y suena lejana y fluida la música indígena, de monotonía penetrante y dulce, como un canto de infancia arrullador y maternal. Y hay gravedad en todos los aspectos de este país fragoso, claro y frío; en sus despoblados, peñascales y peñoles, y en sus quiebras que son bandas de vegetación entre abismos; en las laderas de trigo, y en los dentellados picachos; en la sobriedad más que europea de la flora, y en la inextricable maraña de las cadenas de los Andes, que toman formas de monstruos y esfinges; en el atormentado relieve de los altos y hondonadas; en los hoscos perfiles de los cerros, y en su colorido que va en los próximos, del bermejo sangriento al áureo tono de la piel de los pumas, hasta revestir en las lontananzas la serenidad episcopal de la amatista. País triste y luminoso, de encumbrados pastos y de yermos, de idilio y de epopeya, hirsuto y asperísimo, con una que otra muelle intermisión en sus valles calientes.

Penetremos en algunas de las típicas poblaciones serranas. Está oculta en el repecho de una quebrada repuesta, con riachuelos cascajosos, huaycos floridos, y potreros que declinan en lomas y adenes; cercada por el verde vivo de los cebadales y los alfalfares, y el verde plata de los quishuares, los magueyes y los recientes alcanfores. Es capital de distrito y tal vez de provincia, aunque no lo parezca por la ruindad y sordidez de su caserío. Las más de las viviendas, blanqueadas de cal; otras presentan al desnudo sus adobes parduzcos, a veces de color ocre y como dorado; y nunca faltan en buen número las destechadas y arruinadas. Al lado de las tejas y las —244→ coberturas de paja, se elevan las horrendas planchas de calamina, que son allí el signo de la renovación y el progreso. Si ha sido villa de vecindario español, habrá de seguro casas de sillar y abovedadas. Las pocas de dos pisos tienen barandas y balcones abiertos de madera; casi todas, ventanas escasas y estrechas, de balaustres torneados y crucecitas en lo más alto de los aleros. Se intercalan a cada paso las tapias de los corrales y las huertas. En la entrada de los caminos, desde mayo las cruces de las capillas y humilladeros están adornadas con diversidad de flores y estolas blancas. Las principales callejuelas, con cuestas, escalones, y piso de guijarros, lucen cursis nombres modernos de ciudades costeñas, remotos ríos de la montaña o caudillos revolucionarios; pero muchas conservan aún añejas denominaciones castellanas, como calle del Suspiro, de la Amargura, de la Alcabala, del Corregidor; y hasta suelen designarse los barrios por los términos quechuas de Hanan y Hurin (alto y bajo), y por el origen de los mitimaes, Yuncas, Huancas, Collas, procedentes de la época incaica. Se hallan rincones con muros de pirca, toccos irregulares, y toscas fuentes de límpida agua entre molles y alisos, que dan la más neta sensación indígena. La iglesia parroquial, de macizas y rechonchas torres, tiene en la fachada, sobre piedra o cemento, burdos mascarones de ángeles, palomas y culebras semejantes a los más informes balbuceos de la escultura románica medieval; y en su interior guarda de ordinario retorcidos altares salomónicos, un Santo Sepulcro y un Santiago a caballo de los tiempos de la Colonia. En el arco toral, entre andas con imágenes vestidas, se ven rudísimas pinturas de artistas indios, que representan a los apóstoles y patronos con primitiva y bárbara rigidez.


Si la costa es fácil recorrerla longitudinalmente sin que su arenoso suelo oponga al paso mayores tropiezos, no es la sierra la que nos da iguales facilidades. Lo impide la intrincada armazón de altísimos cerros, regulares y en concierto en sus líneas generales, pero disparatados y confusos en las orientaciones de los ramales. No creemos que sería difícil atravesar la cordillera occidental andando en línea recta sobre el lomo de ella, o sea por jalcas y punas desde el Chinchipe hasta el Loa. Un ferrocarril que por estas alturas se trazara, sería de poca gradiente y de económica —245→ construcción. Desgraciadamente, la vida humana de nuestras serranías no está en esas jalcas y punas sino en el fondo de las quebradas. A ellas forzosamente hay que entrar si se desea conocer la parte poblada del territorio andino, siendo paso obligado para pasar por ellas la ruta que da el curso de los ríos.

Así como la larva necesita subir a la superficie del agua en que se desarrolla para aspirar el aire que la vivifica, así también las poblaciones andinas del Perú han tenido que comunicarse con algún puerto del litoral para buscar contacto con el mundo civilizado y poder desarrollar sus industrias, su comercio y hasta su existencia social y política. Muchas veces esta comunicación no es la más corta sino la más fácil. Ayacucho, que ha sido favorecido por el ferrocarril que llega a Huancayo, tiene ahora salida por el Callao, no obstante que Pisco le es más cercano. Abancay, que como puerto natural tiene también a Pisco, se comunica con el de Mollendo y construye una carretera al Cuzco. Lo mismo pasará con Cajamarca, que ahora hace su tráfico por Pacasmayo, pero que indudablemente lo hará por Chimbote cuando se termine la línea que se ha comenzado de Chiquicara a Cajabamba. Por estas causas, pueblos cercanos entre sí, muchas veces con fácil comunicación, viven sin intercambio de productos como sucede entre Huarás y Huánuco, entre Abancay y Ayacucho, entre Coracora y Ayacucho, Pataz y Chachapoyas.

Prescindiendo de las zonas cisandinas, ninguna de las cuales tiene importancia, exceptuando aquella en que está Arequipa, ciudad que hemos considerado como población costanera, comenzaremos el estudio de la serranía peruana por la parte norte.

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Núcleo Cajamarquino

Es uno de los más ricos del Perú, pero también es uno de los más pobres en industrias y comercio por causa de numerosos motivos geográficos. De estos, ninguno tan radical como la incomunicación en que ha vivido con el mundo a causa de la muralla andina del lado del Pacífico, muralla que le ha cerrado el paso por la única vía por donde se puede entrar. Otra causa de atraso ha sido la escasa población que vive en todo el departamento.

Como zona tropical para la agricultura, tiene Cajamarca las riquísimas tierras de la provincia de Jaén. Puede cultivarse en ellas café, cacao, caña de azúcar, algodón, tabaco, pudiendo sus pastos naturales dar alimento a ganados que se cuenten por cientos de miles. Algún día, esta zona y la que le sigue y termina en el Nieva y las cabeceras del Mayo, tendrán un millón de habitantes. Hoy, y durante todo el tiempo de la República, ha sido comarca casi deshabitada y en el más completo abandono. La tierra en el noventa y nueve por ciento de su extensión está inculta. Una colonia europea con 100000 pobladores que explotara Jaén y, que comenzara por unirlo con el mar por medio de un ferrocarril, produciría tanto cacao como Guayaquil, tanto algodón como Piura y tanta azúcar como todos los valles costaneros del Perú.

Sus límites -los de la provincia de Jaén- llegan por el norte hasta el Ecuador y por el oeste hasta el pongo de Manseriche. Topográficamente le pertenece todo el norte del departamento de Amazonas. También le pertenece Huancabamba, provincia que se halla en su cuenca, que es netamente —247→ serrana y que sin embargo por motivos de comunicación pertenece a Piura.

El suelo de la provincia es bajo debido a la depresión existente en la cordillera del Pacífico. Huarmaca, que se halla en la cumbre de esta cordillera, apenas tiene 2194 metros de altura. Jaén de Bracamoros, San Ignacio y Bellavista, sus principales poblaciones, tienen respectivamente en metros, 740, 1324 y 441 de altura. Su extensión es extraordinaria. Los geógrafos le dan 50000 kilómetros cuadrados, siendo su límite natural por el oriente la cordillera que atraviesa el pongo de Manseriche. Cruzado por otras subcordilleras y habiendo éstas dado origen a varios caudalosos ríos, el aspecto físico de la zona es uniforme en lo rugoso del terreno y en la carencia de grandes llanos. Todo es onduloso y en las partes bajas de pendiente suave, lo que motiva el que sea propicio para la agricultura y para la ganadería. Es una de las provincias donde llueve más en el Perú. Por esta causa, sus ríos principales, el Chamaya y sus afluentes el Chotano y el Huancabamba, el Chinchipe y sus tributarios el Tabaconas y el Canchis, son notables por el caudal de sus aguas. El Chinchipe tiene origen en la cordillera oriental del nudo de Loja. Recibe algunos afluentes de importancia en territorio peruano, y aunque es caudaloso, no tiene mucha corriente. En el sitio llamado Zapote, tiene mucha playa. Sus aguas cristalinas en verano hacen contraste con las del Marañón, turbias en todo el año. Se le une en el punto llamado Tomependa. En tiempo de lluvias, dificulta la comunicación, siendo peligroso pasarlo en balsas. Tiene mucho oro en su lecho. En sus orillas están las mejores haciendas del distrito de San Ignacio. Cerca de Bellavista, en un punto alto llamado Tablarumi se —248→ contempla la unión del Chinchipe con el Marañón y los llanos por donde éste serpentea, formando en su cauce islas cubiertas de vegetación. Mas allá se ve la garganta en que se engolfa el Marañón para desfilar por una serie de angosturas que se llaman pongos. El primero que se divisa es el de Rentena. Vienen a continuación los llamados Cumbinana, Escurrebragas, Huarancayo, hasta que se llega al de más altura y renombre, que es el llamado pongo de Manseriche. Tiene cinco kilómetros de largo y a su término, el Marañón interandino deja para siempre los cerros que le comprimieron y entra en plena región de los bosques.

Riegan también la provincia de Jaén el Utcumayo, el Imaza, el Nieva, que se halla en la provincia de Luya, pero que en realidad forma la misma zona. El Santiago viene del Ecuador y es navegable en canoas por un largo de 40 leguas. Raimondi visitó Jaén en 1862, y sus apuntes dicen de ella lo siguiente:

San Ignacio está situado al extremo N de la provincia de Jaén, a poca distancia del límite con el Ecuador, sobre una meseta casi llana a 10 kilómetros del río Chinchipe y a más de 500 metros sobre su nivel.

El pueblo es muy reducido, pues está formado de pocas casas agrupadas alrededor de la iglesia. Otras están diseminadas en terreno ondeado a diferente distancia, habiendo unas que se encuentran hasta a 5 kilómetros.

En los días de trabajo no se ve gente, porque todos están en sus chacras, y sólo en los días domingos, al tiempo de la misa, se nota algún movimiento.

El pueblo es muy miserable y falto de recursos, y para obtenerlos es preciso esperar mucho tiempo por la distancia en que viven sus habitantes. Aun el pasto natural que es bastante abundante en muchos puntos de la provincia, no lo hay en las inmediaciones del pueblo, y sólo se encuentra grama pequeña y desabrida, que no mantiene a las bestias, pues lejos de reponerse se aniquilan completamente. El pan y otros artículos de suma necesidad se encuentran muy rara vez.

—249→

Esta población está situada sobre una alta lomada continuación de la cadena que llaman en el lugar la cordillera. El pueblo está formado por pocas casas de adobes o de palos y por la iglesia; ésta, aunque muy sencilla, presenta sin embargo vista agradable por tener sus paredes bien blanqueadas.

El pueblo es muy escaso de recursos, porque sus habitantes viven diseminados a largas distancias y hasta el gobernador rara vez visita a su pueblo. Los transeúntes que no encuentran al cura, se ven apurados para conseguir hasta lo más indispensable para la vida.

Si Chirinos es una población casi desierta y falta de recursos, en cambio tiene temperamento agradable y es uno de los lugares más sanos de toda la provincia de Jaén. Lo que tiene de inmejorable es su vista: situado como hemos dicho en la cumbre de una alta lomada y como cabalgada sobre la misma cuchilla, domina todos los terrenos inmediatos y la vista se extiende sin obstáculos a larga distancia, presentándose por un lado la cadena de cerros montañosos por donde viene el camino de Huancabamba y por el otro el hermoso cuadro que presenta abajo el caudaloso río Chinchipe, que se distingue por largo trecho caracoleando como monstruosa culebra en terreno llano entrecortado de cerros.

Jaén está situado en una especie de hoyada llana cerrada por un lado por los cerros que dan origen al río, y por los costados por el barranco en cuya parte superior se hallan las pampas.

Esta posición lo perjudica, porque hace que el aire no se renueva fácilmente y se halle impregnado de miasmas que hacen el clima malsano.

Como el agua del río corre entre montes, conserva temperatura bastante baja y como en la población hace bastante calor, se cree que la baja temperatura del agua de que se hace uso sea la causa de las frecuentes pulmonías que hay en la población.

Al mencionar la ciudad de Jaén, se podría formar fácilmente idea muy errónea sobre su extensión. La tal ciudad, capital de provincia, no tiene siquiera la apariencia de pueblo pequeño, pues está formada por la reunión de 58 casas, algunas de las cuales no pasan de ser miserables ranchos de caña brava, sin enlucido siquiera.

Aunque las casas se hallan dispersas en su mayor parte y sin orden alguno, se dice que hay en esta población, seis calles, cuyos nombres hemos indicado.

La ciudad es un desierto, pues muchas veces no se ve —250→ un solo individuo, ni se puede encontrar un hombre para que corte un poco de pasto.

El pueblo más cálido es el de Bellavista, y después la capital y el pueblo de Perico, situado en la orilla del Chinchipe.

En Bellavista, en el mes de noviembre que no es el más cálido, el termómetro centígrado subió al mediodía hasta 32º.

En la provincia de Jaén hay plaga de garrapatas que son de dos clases.

En los pueblos situados a cierta elevación sobre el mar, entre 1500 y 2500 metros, hay garrapatas que viven en las casas. Tan asquerosos y molestos animales infestan casi todas las casas y viven en la tierra del piso, principalmente en los ángulos. Suben también a las camas.

Esta clase de garrapatas producen picaduras casi venenosas, porque el escozor y la mancha duran muchísimos días y si se rasca el individuo o tiene la sangre mala, produce entonces llagas muy persistentes y difíciles de curar.

En los lugares ardientes no se encuentra esta clase de garrapatas, pero en cambio hay otra que vive en el monte y se adhiere al cuerpo cuando se roza los arbustos viajando a bestia o a pie. Esta última especie pertenece a la familia de las arañas; y se fijan tanto a la piel que para desprenderlas es preciso arrancarlas con las uñas. Su picadura no produce tanto escozor como la de la otra.


En 1860, la provincia de Jaén tenía 11864 habitantes. Hoy esta cifra, después de 60 años, apenas llega a diez mil pobladores, y el territorio hállase en las mismas condiciones de atraso en que la vio Raimondi. Hace 40 años que se intenta cruzarlo por medio de un ferrocarril que principie en Paita y termine en Puerto Limón, (Manseriche). Hasta ahora sólo se han hecho los estudios. No es solamente falta de población y falta de caminos lo que tienen la provincia abandonada y hasta desconocida del geógrafo en más de la mitad de su extensión, sino también la vecindad de los salvajes jíbaros, cuyas invasiones no ha sido posible detener en las cercanías del Marañón. En 1845 y 1846 los pueblos de Capellin y Puya fueron destruidos por ellos. El clima también —251→ le ha sido adverso. Suave, seco y templado en las alturas, que no son muchas, en la parte baja en las orillas de sus ríos, es húmeda en exceso y propicio para el paludismo. El cielo, casi siempre hállase encapotado con negras nubes y los temporales de agua acompañados de truenos, rayos y relámpagos se repiten a menudo.

Tiene el camino que conduce de Jaén a Chota 123 kilómetros. Viniendo hacia el sur, se pasa por los caseríos de Cayadud, Pimpinos y Tacabamba. De ciudad a ciudad, la vía corre casi de norte a sur, y en todo el trayecto, exceptuando cerros y bosques, no hay cosa más que ver. Cerca de Pimpinos hay que pasar en balsa el caudaloso Chamaya. Para comunicarse con el mar o mejor dicho con Chiclayo, es esta la única vía abierta y que tiene recursos para el tránsito. Estos despoblados entre zona y zona en la sierra del Perú, tienen alguna semejanza con los desiertos de la costa; sólo que, lo que es onduloso y ardiente en la parte marítima, es quebrado y frío en la serranía, y aunque en una llueve y hay bosques y pastos naturales y en la otra sólo se ve aridez, en las dos hay soledad y desamparo completo.

La provincia de Chota está formada por la curva de este a oeste que violentamente hace la cordillera de la costa. Tiene, como las provincias de Hualgayoc, Cajamarca y Cajabamba, terrenos andinos y también cisandinos. Estos comienzan en las inmediaciones de Chongoyape y en ellos están las poblaciones de Cachén, Huambos, Querocoto y Llama. Este último notable por sus campos de trigo. Al otro lado de la cordillera están Cutervo, que ya es capital de provincia y Lajas. Chota se halla situada a la derecha del río Chotano, en una meseta bastante llana. Tiene una preciosa campiña, como 2000 habitantes y edificación de buen aspecto. Es una —252→ provincia rica en agricultura pero desolada por muchísimos motivos, todos de carácter geográfico, algunos o muchos de los cuales no han podido ser vencidos por sus laboriosos pobladores.

Bambamarca, capital de la provincia de Hualgayoc, queda al SE de Chota y a 13 kilómetros de él. Es una bonita aldea formada por tres jirones cortados en ángulo recto por otros tres. Tiene temperamento agradable y preciosa campiña. Siguiendo el río que nace en la cordillera occidental está Hualgayoc, mineral famoso por su riqueza, y que ha vivido cien años en paupérrimo estado por falta de un ferrocarril a la costa.

Celendín es una provincia bien poblada. Tiene 14000 habitantes, de los cuales, 2840 pertenecen a la capital. Hallándose todavía su comunicación en manos del arriero y a mucha distancia del mar, su vida agrícola y comercial es insignificante. Entre las ciudades de Cajamarca y Celendín hay 88 kilómetros. Son sus hijos laboriosos y en la selva se han hecho notables en la extracción del caucho y en el comercio.

De Hualgayoc a Cajamarca hay 72 kilómetros, los que se recorren en su mayor parte por terrenos fríos y solitarios. Las haciendas de Porcón y Yamachilla están en su tránsito. San Pablo, Asunción y Magdalena se hallan en el lado cisandino. Ichoacán, Jesús y San Marcos en el andino.

Cajamarca es la capital del departamento. Tiene 14600 habitantes y fue durante el coloniaje ciudad de primera importancia. También lo fue en época precolombina. Las grandiosas construcciones de una y otra época hacen contraste con el estacionarismo urbano de los tiempos republicanos. Todo lo que hay bueno en Cajamarca pertenece al siglo —253→ XVIII y a los anteriores. Templos y mansiones de hidalgos hállanse en semirruina. No solamente no se ha construido nada nuevo, sino que tampoco ha habido espíritu ni dinero para conservar lo antiguo. La ciudad es hermosa; tiene numerosos jirones. No habiéndose modernizado, nótase el sello de las cosas que han sido abandonadas por descuido. La causa principal tal vez única del atraso en que ha vivido cien años hállase en la falta de comunicación rápida y eficaz. La provincia de Cajamarca y las que las rodean son eminentemente agrícolas. Ellas solas pueden dar todo el trigo que se consume en la costa del Perú. Desgraciadamente, la agricultura no puede existir en buenas condiciones económicas en lugares donde el transporte a los puertos de mar se hace a lomo de burro. Desde 1867 los hijos de Cajamarca solicitaron al Estado la construcción de un ferrocarril. Éste se comenzó en 1871, llegó hasta la Magdalena, y no solamente por dificultades económicas no pudo pasar de allí, sino porque en 1878, gran parte de los terraplenes cercanos al río fueron destruidos por el agua. La guerra del Pacífico impidió reconstruir lo destruido. Hoy llega a Chilete y una carretera en construcción completará la obra. Van a cumplirse 50 años desde la fecha en que se puso el primer riel en Pacasmayo y todavía el ferrocarril de Cajamarca no llega a su destino. Las consecuencias de esta incomunicación las vemos en el atraso en que está todo el departamento. Hay en él riqueza y población (229500 habitantes), para un gran desarrollo minero y agrícola, y sin embargo, casi todo está en la misma situación en que se hallaba en 1821.

La provincia de Cajabamba tiene extraordinarias riquezas. El valle de Condebamba puede dar tanta azúcar como —254→ el de Chicama. Hoy todavía se muele la caña con trapiches de madera movidos por bueyes. En minería tiene a Sayapullo, Araqueda y la zona carbonífera de Huayday. Recién ahora, en las postrimerías del siglo republicano, todo esto despierta y recobra la vida que tuvo en la colonia. Así como las malas hadas encantaban a los príncipes de la fábula y encantándolos los inmovilizaban, así también la República, por muchas causas, tuvo el fatal privilegio de paralizar la labor industrial de la sierra del Perú. El departamento de Cajamarca es una muestra de este estacionarismo, en el cual, como no hemos podido ir adelante, hemos ido para atrás.

Provincias serranas de La Libertad

Las provincias de Otuzco, Huamachuco, Santiago de Chuco y Pataz, forman la serranía del departamento de La Libertad. Hállanse cruzadas tres de estas provincias en la mitad de su extensión por la profunda quebrada que lleva por su fondo las aguas del río Marañón. En ellas, la riqueza minera es superior a la agrícola. La provincia de Pataz tiene mineralización suficiente para ser algún día el primer centro productor de oro en el mundo. Su extensión es enorme, encontrándose vetas auríferas desde el límite del departamento de Amazonas hasta el sur de Buldibuyo. No es tanto la potencia de las vetas lo que hace notable la zona, sino la alta ley de oro que sus minerales contienen. Dista Tayabamba, que es la capital de la provincia, 431 kilómetros de Trujillo. Andando 40 kilómetros diarios, se necesitan once días de viaje a mula por caminos malísimos. Por liviana y pequeña que sea una maquinaria de minas, no es posible transportarla desde el mar hasta Buldibuyo en menos de —255→ ocho meses. El costo de la conducción es superior al de la maquinaria. Los placeres de oro del río Marañón son numerosos. Ninguno de ellos, como tampoco las minas de Pataz, serán explotados hasta que un camino carretero no inicie la apertura posterior de un ferrocarril.

Raimondi visitó estas provincias en 1860. De entonces acá han transcurrido 60 años, siendo tan pocas las variaciones que el viajero encuentra hoy en ellas, que casi puede decirse que todo se halla en el mismo estado y en algunos lugares, quien sabe si peor que antes. Copiamos algunos acápites de su interesante itinerario:

El pueblo de Pataz está en un declive de cerros muy inclinados; de modo que no tiene un trozo de terreno llano.

Es un pueblo que da nombre a la provincia, aunque al presente no sea la capital. En otra época era mucho más habitado y corría en él bastante dinero por la gran cantidad de oro que se sacaba de sus minas. Entonces era la capital de la provincia; pero habiendo disminuido el trabajo de las minas, fue empobreciendo y su comercio decayendo poco a poco.

Las casas en general están blanqueadas y cubiertas con tejas, lo que le da aspecto más decente que el de los demás pueblos de esta provincia. Pataz, con sus anexos, tendrá como 3000 habitantes. Tiene una escuela de niños.

Su temperamento es templado y bastante agradable; de modo que no se siente excesivo calor ni tampoco demasiado frío.

Los habitantes se dedican al trabajo de minas y a la agricultura. En el día como el trabajo de las minas es muy poco activo a causa de la falta de brazos y de emprendedores capitalistas, se han dedicado más a la agricultura que a la minería.

Parcoy es la capital de la provincia de Pataz pero no la residencia del subprefecto actual, que vive en Chilla. Está situado en la confluencia de dos riachuelos que bajan al río de Alpamarca. El pueblo se halla construido sobre el declive de un cerro; por lo que no hay un trozo de terreno llano y las calles son todas planos inclinados. Las casas están dispuestas sin orden y si hay algunas callecitas son muy torcidas —256→ y estrechas. Se ve que este pueblo ha sido fundado por el descubrimiento del oro y que poco a poco se han ido aumentando las casas sin tener la idea de formar pueblo. La iglesia presenta el mismo aspecto que otras de esta provincia; no tiene torres y las campanas se hallan sobre un arco como las de Cajamarquilla, Condurmarca, Soledad, etc. Parece que todos estos pueblos han seguido el mismo modelo en su construcción. Las casas en general tienen feo aspecto y dan mala idea de la capital de la provincia.

En Parcoy en tiempo de invierno, cuando caen fuertes aguaceros, corre el agua por las calles y arrastra pequeñas partículas de oro, a veces hasta el peso de un tomín. En esta época los muchachos se ocupan en recoger estas pequeñas pepitas, llamadas en el lugar astillas.

Huailillas es pueblo nuevo fundado a principios de este siglo. Anteriormente se hallaba como a unos dos kilómetros del lugar que ocupa el pueblo actual, en el que se notan todavía los restos del convento en que vivían los misioneros.

El pueblo de Huailillas está situado casi en la confluencia de los ríos que bajan de Buldibuyo y de Tayabamba. Su temperamento es inmejorable, porque no se experimenta ni frío ni calor y en sus alrededores se obtiene casi toda clase de frutas. La caña no da muy grande y necesita para madurar de dos y medio a tres años. Los pacaes abundan; las naranjas y las chirimoyas son muy buenas; la uva da preferentemente.

El pueblo está construido en terreno llano pero no presenta la regularidad de Buldibuyo; sus calles son algo tortuosas y sus casas de aspecto triste. La plaza es regular; la iglesia algo miserable tiene una pequeña torre. Los habitantes son en su mayor parte blancos y en general tienen buenas facciones. No tiene escuela.

Este pueblo con sus anexos contaba hace pocos años como 1200 habitantes, pero el tifus se llevó como 300 y en el día no cuenta más que con 900.

Tayabamba.- Es el mejor pueblo de la provincia de Pataz y aunque es antiguo, la mayor parte de sus casas han sido blanqueadas y tienen habitaciones bastante cómodas. Una gran parte tiene techos de tejas y altos.

La plaza es regular; la iglesia se está construyendo actualmente y se halla casi concluida. Su fachada, aunque sencilla, es mil veces mejor que la de los demás pueblos de la provincia. En efecto, tiene dos torres de regular forma que le dan aspecto simétrico agradable a la vista.

—257→

Collay.- Este pequeño pueblo queda al NE de Tayabamba, a la otro banda del río que pasa al pie de este último pueblo y a más de 3½ kilómetros de distancia.

Collay ha sido un pueblo de misión, tiene plaza bastante grande, iglesia de regular tamaño, y las casas son de adobes con techos de paja y no blanqueados.

Los habitantes de Collay como los de Tayabamba, cuando han acabado sus siembras, se van a los lavaderos de oro y regresan a sus hogares en tiempo de cosecha. Sus cultivos son de trigo, papas, ocas y habas; también cultivan maíz pero en los terrenos más bajos.


Territorio Chachapoyano moyobambino

Nacen en el nudo de Pasco tres cordilleras, las que, antes de volverse a unir en el nudo de Loja, forman extensos territorios entre los grados 6.º y 8.º de latitud austral. La longitud de estos territorios, medidos desde Huarmaca hasta la ciudad de Moyobamba puede estimarse en 300 kilómetros, y excluyendo la provincia de Jaén, de la que ya hemos hablado, sólo existen en ellos dos centros importantes de población, uno que se agrupa alrededor de Chachapoyas y otro en la vecindad de Moyobamba. El primero, políticamente tiene bajo su jurisdicción a Jumbilla, San Carlos, Leimebamba, Lamud y otras insignificantes aldeas; y el segundo a Saposoa, Calzada, Habana, Rioja, Soritor, Tarapoto, Lamas, Tabalosos y algo más de mísera significación. Tiene la primera zona 36000 habitantes y la segunda 38000, y en conjunto, las dos, 120000 kilómetros cuadrados. Hay en ellas mayor extensión territorial que Cuba, y teniendo ambas los más fértiles y regados terrenos agrícolas de la República, algún día darán la misma cantidad de azúcar que hoy produce la gran Antilla. (Año de 1920, 4000000 de toneladas). En este cálculo territorial no hemos incluido a la zona que se halla —258→ entre Chachapoyas, Pataz, el río Huallaga y el Tocache. Llámase zona del río Huayabamba o territorio inexplorado del Perú, porque en verdad es la única sección peruana que el geógrafo desconoce. Tiene 150 kilómetros de N a S y 200 de E a O. Esta ignorancia es vergonzosa no sólo para el Perú, sino también para las naciones ricas del universo, cuyas sociedades geográficas tienen dinero para realizar exploraciones.

Sin poder decir una palabra del Nieva, del Santiago, del Apaga, ríos cuyas extensas cuencas están tan despobladas como el Huayabamba, nos concretaremos al Mayo y al Utcubamba. El primero irriga 400 leguas cuadradas y es tal vez como zona agrícola la más valiosa que tiene la sierra del Perú. La colonia le dio mucha importancia. La extensión urbana que tiene Moyobamba prueba nuestra opinión. Raimondi, que la visitó en 1859, calculó su población en 15000 habitantes. Hoy, más o menos, tendrá 8000. La viruela, el paludismo, la disentería y el sarampión la han despoblado. También la miseria de sus pobladores, los cuales, en cantidad sensible cuando el apogeo del caucho emigraron para siempre a Iquitos y a Yurimaguas. Tuvo 36 jirones. La mitad de ellos están hoy en escombros. Su aislamiento y la industria del sombrero acabó con la agricultura. Cada familia tiene su chácara y cultiva lo que necesita para vivir. La tierra es tan fértil que no necesita arado ni abono. El sembrío se hace cavando un hueco con un palo en punta y depositando la semilla en dicho hueco.

Siendo Moyobamba, centro de una de las zonas más ricas del Perú, no solamente no ha progresado nada en 100 años de vida independiente, sino que cada vez ha ido a menos. Dista 18 días de Pacasmayo por camino de herradura, —259→ y como no tiene tampoco fácil salida por Yurimaguas, vive en terrible aislamiento. Si el Mayo y el Alto Huallaga fueran navegables, sería hoy una gran ciudad. El pongo de Aguirre la tiene encerrada entre cordilleras. La tierra fértil y abundante que posee la comarca no tiene valor. No se cultivan artículos de exportación porque no hay quien los compre, y nadie los compra porque no hay caminos para sacarlos al exterior. El mismo río Mayo, no obstante ser navegable por canoas, aún no ha sido explorado en sus nacientes. Lo mismo se puede decir del Tónchiman y del Indoche, sus principales afluentes. Raimondi visitó la zona Moyobambina en 1859. Tiene interés la siguiente relación que hizo de ella:

Moyobamba grande y antigua ciudad existía antes de la conquista. En el día tiene como 14 o 15000 habitantes, la mayor parte blancos.

Las calles son muy largas y en general muy rectas. Las casas tienen feo aspecto por estar en su mayor parte cubiertas de hojas de palmera que les da el aspecto de chozas.

El interior está en relación con el exterior: sus paredes están desnudas y la mayor parte no blanqueadas, el piso de las habitaciones no tienen siquiera una estera; en fin, carecen de todas las comodidades que hacen agradable la vida en lugares tan aislados como estos.

Los techos de paja, las paredes con grietas y la poca limpieza, hacen que el interior de estas casas esté infectado por una multitud de cucarachas y de hormigas, verdadero azote que todo lo ataca y destruye y del que con dificultad se puede salvar.

En Moyobamba residen el prefecto, subprefecto, juez de 1.ª instancia, etc.

Por lo que respecta a iglesias, no tiene una buena. La catedral, llamada también iglesia Matriz, aunque grande, tiene feo aspecto, y una capilla llamada del Señor del Perdón, y otra de Belén están en completa ruina.

El comercio es bastante activo siendo casi la ciudad la que provee a toda la provincia de Mainas que es muy extensa; tiene sus tiendas de comercio regularmente surtidas, pero los artículos son muy caros a causa de la dificultad de proporcionárselos.

—260→

En Moyobamba llueve mucho, de manera que las chácaras no necesitan riego. En la estación de verano no pasa 15 días sin que llueva, principalmente en los movimientos de luna.

En la época de lluvias se puede decir que llueve todos los días durando a veces hasta por 15 o 20 días consecutivos. Las lluvias empiezan indistintamente por la mañana, tarde o noche, y no guardan aquella regularidad que se nota en las de la sierra, donde comúnmente empiezan después de medio día.


Tarapoto es la segunda ciudad del departamento de San Martín. Dista 132 kilómetros de Moyobamba. Tiene cerca de 8000 habitantes y más comercio y agricultura que la citada capital. Su principal cultivo es tabaco. Lamas se encuentra en las inmediaciones y también vive de la industria del tabaco. En los fértiles terrenos de esta provincia se produce en estado salvaje café, algodón, caña de azúcar y cacao. Últimamente, con éxito se ha plantado la vid.

Mucho más al sur de Tarapoto se encuentra Saposoa, con 3000 habitantes, capital de la provincia de Huallaga, aldea que se halla situada a orillas del Sapo, río navegable todo el año por canoas. Es viajando en balsas por este pintoresco afluente del Huallaga como se puede contemplar la rusticidad y la desolación en que se hallan sus orillas. Siendo tan silenciosas, nos hacen el efecto de una selva encantada. Al sur, al este y al oeste de Saposoa principia el dominio de la gentilidad. Las fértiles llanuras que le rodean hállanse pobladas por salvajes emigrados del Pachitea y el Ucayali.

La importancia de la parte habitada del departamento de Amazonas es inferior al de San Martín. El despueble de Chachapoyas y la miseria en que hoy se encuentra, no tiene cotejo con ninguna otra capital de departamento. Fue —261→ Chachapoyas en el siglo XVIII ciudad de muchísima importancia. Entre sus pobladores aun quedan restos de esa raza superior y viril que contribuyó a formar el gobierno de Mainas. Hace medio siglo que ese pueblo lucha por salir del aislamiento en que le han colocado los nuevos rumbos que la República dio a la comunicación en el norte del Perú. Hombres como el Obispo Ruiz, Eguren, don Mariano Albornoz, Aguilar y otros intentaron abrir trochas para los ríos navegables. Por desgracia, sus esfuerzos fueron infructuosos. Hoy no les queda otro recurso que salir a los llanos y fértiles pastales del valle del Utcubamba. Bagua grande y Bagua chica serán muy pronto centros ganaderos de primera importancia. El viajero Ralfh decía de Chachapoyas lo siguiente en 1917:

Este rico e importante departamento, pero con riquezas ignoradas, y por consiguiente inexplotadas, se encuentra sumido en el más doloroso atraso material. Sin industrias de ningún género, sin agricultura, sin ganadería, no obstante los inmensos terrenos de vegetación lujuriosa, sus grandes mantos de carbón, sus inagotables minerales de oro, bosques grandiosos, todo lo que la pródiga mano de la naturaleza ha podido derramar en beneficio del hombre, se encuentra acumulado en el fértil Amazonas. Pero su decadencia es tal que, repetimos, doloroso es ver sus pueblos y caseríos anémicos, habitados por miserables indios que con indiferencia musulmana sólo se preocupan de averiguar si éste o aquel gamonal «ha ganado su política», para ser tenientes gobernadores, jueces de paz, etc.

Chachapoyas, la capital del departamento, es un poblachón antiquísimo: su estado material es el mismo que, sin duda, tuvo en el siglo XV: si algo progresó, quedó estacionario cuando menos. En dicha ciudad, que luce un buen colegio nacional de instrucción media, un seminario regido por su ilustrado obispo, señor Lissón; con establecimientos intelectuales perfectamente organizados, como el Kindergarten, los centros escolares, etc.; las instituciones locales, oficiales —262→ y la administración pública en general, son la irrisión y el sarcasmo mayor que en una república democrática puede existir. Es en Chachapoyas donde la desorganización administrativa y comunal está en relieve; donde la culpable indiferencia de los más redunda en provechos de los menos.


La sierra Ancachsina

El océano Pacífico y el Marañón andino, respectivamente por el oeste y el este; y el nevado de Pelagatos y el nudo de Pasco, a su vez por el norte y el sur, limitan la extensa zona de nueve provincias que constituyen uno de los territorios más bellos, más ricos y más poblados que existen en los Andes peruanos. Si Paita es el puerto natural de todo el norte y algún día comunicará con Jaén, Chachapoyas, Moyobamba, Puerto Limón y Yurimaguas, abarcando una zona de influencia más grande que todo el Ecuador, Chimbote, puerto principal sobre el río Santa, es la salida de las provincias meridionales de Cajamarca, de Pataz, Santiago de Chuco, Huamachuco y las de todo Ancachs y aun las provincias del 2 de Mayo, del Marañón y Huamalíes. Es tanta la riqueza que hay en su zona de influencia, es tan valioso en oro Pataz y el resto del territorio en plata, cobre y carbón, que algún día tendrá más movimiento comercial que el que hoy hallamos en Valparaíso. La depresión de la cordillera en las nacientes del río Chuquicara, dará fácil paso al ferrocarril que hoy sale de Chimbote y que terminará en Hualgayoc y Chota por el norte, en Pataz y el río Huallaga por el NE. La ruptura de esta misma cordillera en el cañón de Pato, servirá de entrada a este mismo ferrocarril para todo el Callejón de Huaylas, y por el SE hasta Huallanca y Aguamiro. Estupendas riquezas, muchas de ellas ya descubiertas y reconocidas, —263→ aguardan impacientes la construcción de la gran vía troncal de Chimbote. La obra principió en 1871, y hoy después de 50 años, recién intenta cruzar el cañón de Pato. Esta demora, demasiado desesperante para los que aman el progreso rápido, es la principal causa por la cual el suelo andino de Ancachs, en muchos lugares hállase tan deshabitado y pobre como lo estaba en 1821.

Una cordillera y dos ríos, el Santa y el Marañón, han formado el arrugado territorio ancaschino. La cordillera tiene dos ramales paralelos y numerosos contrafuertes en los lados del río Marañón y del océano Pacífico. Por el medio de los ramales que llevan los nombres de cordilleras Blanca y Negra, respectivamente, pasa el río Santa, al que se le une el Chuquicara, que baja del norte. Los contrafuertes del lado oriental originan los ríos Rupac, Yanamayo y Puccha, que descienden al Marañón; y los del lado occidental, los ríos Samanco, Casma y Huarmey que terminan en el mar.

El suelo de Ancachs alimenta una población que llega hoy a 300000. La riqueza minera es inmensamente superior a la agrícola, reuniendo favorables factores de explotación como no existen en otras partes del mundo. Con raras excepciones, esta riqueza hállase en las mismas condiciones en que se encontraba en el siglo XVIII. Si alguna industria en el Perú necesita transporte ferroviario, esta es la minería. Ancachs no tiene más movilidad que aquella que le da el arrieraje, y como no hay medio de explotar en vasta escala cobre, carbón, tungsteno y otros metales haciendo uso de mulas y burros, su vida principal, que será algún día la minería, aun ni se ha desarrollado.

Raimondi visitó la sierra de este departamento en 1860, y lo encontró en un estado de atraso y de incultura que —264→ felizmente, ha desaparecido. No hay nada que embrutezca más que el aislamiento, el alcohol, la ociosidad y la miseria. El relativo incremento que ha tomado la minería en Pallasca, Huari y Recuay, las exportaciones de lana y de ganado, que cada vez son mayores y el dinero que dejan los contratistas de las haciendas de la costa en el enganche de operarios, dan al departamento el dinero que necesita para pagar las mercaderías europeas y costeñas que consume. Siendo todas las provincias de clima frío, el intercambio de cereales entre una y otras no es intenso.

Es Ancachs la Suiza del Perú y algún día será por excelencia el país del turismo. Tiene en climas desde el calor del trópico en el Marañón hasta el frío de la Siberia en la cordillera Blanca. Sus caídas de aguas son numerosas y ellas darán fuerza eléctrica para todos los usos de la vida. Por esta causa es uno de los países donde la existencia será confortable y barata. Los panoramas del Callejón varían al infinito y son siempre de extraordinaria belleza. El río Santa corre por el medio de las dos cordilleras y sus orillas proporcionan espectáculo encantador. Sus aguas no forman remansos ni corren nunca lentas. De cuando en cuando se precipitan en forma de cascadas. El Huascarán es tan imponente y majestuoso como el Misti. Sólo por verlo merece hacerse una excursión a Yungay.

Tomando como punto de partida Huarás, tenemos las siguientes distancias en kilómetros: a Yungay 45, a Caraz 140, a Cabana 180, a Pomabamba 150, a Chiquian 91, a Huari 95, a Casma 129, a Aija 55, a Carhuaz 37, a Recuay 23. La ciudad de Caraz tiene 3500 habitantes y Huarás 20000. El ferrocarril de Chimbote a Recuay tendrá cuando esté concluido 266 kilómetros.

—265→

De las provincias orientales, Huari es la más importante. Es rica en minas famosas y en magníficas planicies para pastos. Posee al río Marañón en lugares en que su valle es sano y explanado, terrenos favorables para los cultivos de coca. También los ríos Yanamargo y Puccha irrigan terrenos adecuados al cultivo de cereales. Toda la provincia tiene 70000 habitantes, correspondiendo a Huari, la capital, 3400.

Como riqueza minera en el Departamento, no hay nada superior a la de Pallazca. Cuando se termine el ferrocarril que parte de Chuquicara, será un nuevo Cerro de Pasco y tal vez superior a Yauli y Morococha. Raimondi visitó la serranía de Ancachs en 1860. De sus apuntes tomamos los siguientes párrafos:

Conchucos es pueblo bastante antiguo; se halla situado en una pequeña llanura formada por el ensanchamiento de la quebrada, la que en su curso es bastante estrecha.

La población llega a 1200 habitantes.

El pueblo tiene poca regularidad en su plano y las calles están mal trazadas, pero estando la mayor parte de las casas cubiertas de tejas y blanqueadas, no tienen aquel aspecto miserable que ofrecen muchos pueblos de la sierra del Perú.

Pallasca es pueblo grande cuyas casas se hallan situadas sobre el declive de una lomada. Parece bastante antiguo y en el día se observa aún el convento con una iglesia muy adornada.

El convento tiene portales a dos lados del patio, una sala y cuartos bastante espaciosos. En la actualidad sirve de casa parroquial.

Las casas de Pallasca están casi todas cubiertas de tejas, pero muy pocas tienen las paredes blanqueadas. La plaza es bastante grande.

El pueblo tienen como 3000 habitantes y el distrito más de 7000.

Sus moradores, se ocupan tanto en la agricultura como en el trabajo de las minas.

—266→

Las minas de Pallasca son de oro, el que se saca de vetas y también de los lavaderos en la playa del río. El oro de Pallasca es de buena calidad y actualmente (1860) se paga 20 reales el castellano.

Huandoval es pueblo regular que tendrá como 1300 habitantes. Pertenece al distrito de Cabana, y aunque no es capital de distrito es sin embargo residencia del Gobernador.

La plaza es bastante grande, la iglesia tiene aspecto algo feo. Las casas están cubiertas de tejas y pocas hay blanqueadas.

Los habitantes se ocupan en la agricultura; cultivan alfalfa para recoger la semilla que se vende a 20 reales arroba.

El pueblo de Cabana es el más poblado del distrito y sus habitantes trabajan en los lavaderos de oro y cultivan también alfalfa, cuya semilla venden a los de Santiago de Chuco, Huamachuco, Cajamarca, etc.

Los de Tauca tienen cultivos de varias clases, asemillan la alfalfa y pocos son playeros o buscadores de oro en el río.

Los de Llapo tienen semilleros de alfalfa y cañaverales en los Temples.

Corongo es pueblo grande, con calles bien alineadas que se cruzan en ángulo recto.

Las casas están construidas con tapiales. La mayor parte no están blanqueadas. Como todas las casas de la sierra casi no tienen ventanas, de modo que en general son muy oscuras.

La población de Corongo está formada casi en su totalidad por individuos de raza indígena, y aunque la mayor parte de los coronguinos van a Lima, muy pocos hablan el castellano, siendo su lengua la quechua.

La plaza es de regular tamaño, la iglesia no está en proporción con el pueblo, pues es pequeña y de aspecto miserable.

Sihuas es la capital de la provincia de Conchucos; sin embargo Corongo es mucho más grande.

En Sihuas se notan casas algo regulares y sus habitantes son los más civilizados de la provincia.

Huaylas es pueblo bastante grande; tiene algunas casas de aspecto decente con techos de tejas.

La plaza es regular, algunas calles son rectas y largas, pero un poco angostas.

El piso de las calles está empedrado. Los habitantes son agricultores.

—267→

La campiña de sus alrededores es muy linda y presenta vista muy hermosa, y no sin razón se ha llamado a este pueblo con el nombre de Cosecha, pues ésta es muy abundante.

Caraz es regular, tendrá cerca de 4000 habitantes. Tiene casas decentes, tiendas de comercio y buen empedrado. Las calles están bien trazadas, la mayor parte de las casas construidas de adobes están blanqueadas, algunas tienen altos y casi todas techos de tejas.

Su temperamento es algo cálido y cuando hay sol se experimenta calor sofocante.

El pueblo es en general bastante sano; se conoce las tercianas, pero sólo de cuando en cuando; la enfermedad de verrugas no es rara.

La población está situada casi en la orilla derecha del río de Huaylas, en el delta que forma este río con otro riachuelo que pasa a un lado de la población.

Sus habitantes se ocupan en la agricultura, y el cultivo más general es la caña de azúcar.

El carácter de los habitantes es muy afable y hospitalario, de modo que este pueblo no desmiente el nombre de Dulzura que se le ha dado.

Yungay es pueblo bonito, situado a algunas cuadras a la derecha del río de Huaylas en hermosa llanura, en la que se notan cultivos de caña, alfalfa, maíz, etc.

La población tiene aspecto decente, las casas en general están regularmente construidas y algunas de ellas son bastante elegantes, tanto en su aspecto exterior como interior.

Este pueblo tiene una escuela de niños y otra de niñas situadas en buenos locales. Sus calles están bien trazadas y empedradas. Los patios de las casas están bien empedrados, y generalmente tienen dibujos variados.

En los habitantes de Yungay se notan facciones regulares; las mujeres por lo general, tienen talla elevada.

Lo que da a este pueblo aspecto agradable, es la vista de la cordillera nevada que se halla situada muy cerca.

La cordillera de Yungay es tan escarpada que la nieve resbala con facilidad, de manera que cubre la parte más baja hasta un nivel muy inferior al de las nieves perpetuas.

Carhuaz es pueblo bastante grande, su plano es regular, sus casas en general tienen aspecto decente, tanto en su interior como en su exterior.

Las calles y principalmente los patios de las casas están bien empedrados. Las casas de la parte central de la población están blanqueadas, las demás, a pesar de la abundancia —268→ de yeso en las cercanías de la población, no están enlucidas, y de lejos el pueblo no presenta buena vista por el color oscuro de las paredes.

Los techos de las casas son de tejas; la plaza bastante grande y su catedral de regular aspecto.

En Carhuaz se encuentra sociedad agradable, habiendo muchas familias decentes.

La población se halla situada a pocas cuadras del río de Huaylas en su orilla izquierda.

El camino que se dirige de Carhuaz a la costa atraviesa una línea recta el callejón y pasa el río de Huaylas sobre un puente de madera, para subir al otro lado la Cordillera Negra.

Sus habitantes son bastante afables y hospitalarios, la plebe en general se entrega al vicio de la bebida.

Huari.- Dichosa provincia, favorecida por la Naturaleza en su posición y producciones, vive entregada a su desidia y en manos de autoridades participantes de las inclinaciones de los habitantes y que por tanto muy poco propenden al bienestar de la provincia. En el pueblo de Chavín, pueblo ruinas, de pocos habitantes, sin industrias, y entregado a la bebida, cuando llega algún extranjero comienzan sus relaciones con él por relatar las jaranas que han tenido. Lo único que llama la atención es el castillo de que ya se habló en otro lugar.

Pueblo de San Luis.- Un miserable villorrio en el que no se ve más que una aglomeración de casas ruinosas, paredes desquiciadas, techos caídos, calles llenas de barro y carencia hasta de lo más necesario para la vida. He aquí el sombrío cuadro que presenta el pueblo de San Luis; sin embargo parece haber sido en otro tiempo algo distinto de lo que es al presente.

Chacas.- Es pueblo un poco mejor que San Luis: sus casas son más decentes y menos ruinosas, su plaza más regular, sus calles más limpias. Además de esto en Chacas se encuentran algunas familias decentes que forman reducida sociedad, que falta enteramente en San Luis.

En Chacas da muy bien la alfalfa y el trigo.

La industria de los habitantes de Chacas es la agricultura y la minería.

El pueblo de Chacas tiene nevados a un lado y otro, de manera que es bastante frío y está sujeto a tempestades.

Pomabamba parece antiguo pueblo que actualmente se halla en estado ruinoso. Su plaza es bastante grande y en su centro —269→ existe un grupo de sauces y algunos cedros. El terreno está cubierto de yerba. La iglesia, de miserable apariencia, tiene gran cementerio. La torre se halla caída y parece que actualmente se piensa en levantar otra. Las casas, exceptuando pocas situadas en la plaza, son feísimas.

En Pomabamba hay oficina de correos y pocos artesanos como herreros, hojalateros, silleros, etc.

El pueblo de Llamellín es bastante grande, sus casas no están blanqueadas, excepto pocas; la mayor parte de sus techos son de paja. La iglesia hace diez años que se ha empezado a construir, pero por falta de fondos adelanta muy lentamente, mientras tanto las ceremonias religiosas tienen lugar en una capilla situada en una esquina de la plaza.

En Llamellín hay escuela, pero como en todos los demás pueblos de la república el preceptor está muy mal pagado; por esta razón no puede entregarse enteramente a la enseñanza, pues le es insuficiente el miserable sueldo que gana para subvenir a sus necesidades. El local, situado en la plaza, se halla en estado deplorable.

Los habitantes se dedican a la agricultura y principalmente al sembrío de trigo que exportan hasta el Cerro de Pasco.

El pueblo, aunque dista solamente 15 kilómetros del Marañón tiene clima bastante frío por estar situado sobre una falda muy elevada.

Chuquibamba.- Es pueblo situado en las mismas orillas del Marañón que lo divide en dos partes y que comunican entre sí por un puente formado por grandes palos de aliso. El Marañón en este punto pasa entre dos rocas de esquisto talcoso y se estrecha tanto que sería muy fácil la construcción de un puente de cal y canto. El ancho del Marañón en este punto es de 15 metros.

El puente de palo se renueva cada dos años, de manera que estos gastos frecuentes se compensarían con la ejecución de un buen puente de cal y canto.

Chuquibamba goza de temperamento templado, muy agradable y al mismo tiempo muy sano; cuando al contrario casi todos los lugares situados a orillas del Marañón, más abajo de Chuquibamba, están infectados de tercianas malignas.

Las casas del pueblo, exceptuando pocas, tienen aspecto miserable.

Chavín de Pariarca es pueblo más grande que Singa y situado en la banda derecha de la quebrada del Marañón.

Su temperamento es algo frígido pero no tanto como Singa. —270→ Su población pasa de mil almas, casi todos indígenas. En Chavín no hay sociedad; si se exceptúan al cura, el gobernador y el juez de paz, no hay persona con quien hablar castellano.

Chavín es bastante escaso de recursos. Su plaza es grande, sus casas de aspecto miserable, porque todas tienen techo de paja. Su industria es la agricultura. La casa parroquial se llama el convento.


Huánuco, Junín y Huancavelica y Ayacucho

Los ríos Huallaga y Marañón en la primera etapa de su carrera constituyen la región departamental de Huánuco. Situada la zona al SO del nudo de Pasco, hállase atravesada por tres cordilleras, las mismas que nacen en dicho nudo y le dan un suelo quebrado y en parte boscoso. Es fría y elevada en Huallanca, Queropalca, Baños y las lagunas de Huayhuach que dan origen al Marañón. Es templada en Aguamiro, la Unión, Llata, Ambo y Huánuco, y calurosa en las partes bajas del Huallaga y en las nacientes del Pachitea. Tiene de puna, de sierra, y lo que es más valioso, en Chinchao, Panao y Pozuzo, extensa ceja de montaña. Llega por el norte hasta Pataz y San Martín y por el oeste hasta Loreto. Poblada en la parte fría y con singular riqueza minera en el altiplano, tiene también importantes regiones agrícolas en las despobladas zonas inmediatas a los ríos seminavegables que la cruzan. Huánuco, ciudad metrópoli del departamento, tuvo población y comercio intensos hasta fines del siglo XVIII. Sus numerosos templos, casi todos en el suelo, sus amplias señoriales residencias, su blanca y aristocrática población atestiguan su pasada grandeza. El decaimiento de la minería en Huallanca, en el Cerro y en sus vecindades auríferas, y el progreso que la costa tomó en la República con detrimento de la Sierra han convertido a —271→ Huánuco en ciudad andina de tercera categoría. Su infortunio es tanto, que el resurgimiento actual del Cerro, no es a ella sino a Oroya, Tarma y Huancayo a quienes está beneficiando. Hubo hace diez años una esperanza para Huánuco: la construcción del ferrocarril a Pucalpa. No se hizo y no se hará, siendo la vía natural para el Pachitea la que parte de Ninacaca, caserío situado cerca del pueblo de Junín, y pudiéndose hacer la entrada al Ucayali por el sur de Pataz. El ferrocarril intercontinental en su larga carrera por todo el interior del Perú, tampoco le favorecerá. Recuay, y Cerro quedarán unidos sin tocar Huánuco, pudiendo pasar la vía por las altas cumbres de la cordillera. Tiene este trazo ventajas técnicas de un orden económico superior y el cruce de algunas zonas cupríferas y carboníferas de importancia. Bajar de Recuay a Huánuco pasando dos cordilleras para después subir al Cerro es de todo punto innecesario y ruinoso para el tráfico.

El departamento tiene 98000 habitantes, y la capital, Huánuco, 6000. Dista del Cerro 115 kilómetros, de Llata 125, de Unión 80, de Ambo 25, de Huacrachuco 320, de Panao 50, de Pozuzo 110, del Mairo 165. El camino de Huánuco a Ambo es el único que es bueno y ancho.

Hallándose la ciudad de Huánuco a 2915 metros sobre el nivel del mar y el Cerro a 4352, hay que subir para llegar a esta última ciudad la diferencia que media entre ambas. Hay el propósito de unirlas por medio de una carretera para camiones, la que pondrá a Huánuco a ocho o diez horas del Cerro, viaje que hoy se hace a mula en malas condiciones en tres días. Hasta que dicha carretera no sea un hecho, no hay que aguardar en Huánuco ningún progreso.

Comienza el departamento de Junín con los pueblos de —272→ San Rafael, Pallanchaca y Huariaca y termina por el sur en Pucará. La cordillera occidental de los Andes lo separa del Departamento de Lima y los ríos navegables de oriente de los verdaderos territorios de Montaña. Como zona minera y agrícola en explotación es lo más importante que tiene la sierra del Perú. Cajamarca, Ancachs, Huancavelica y Cuzco posiblemente tienen suelo más feraz y más abundantes filones metalíferos. Junín ha tomado la importancia que posee por las facilidades que para la explotación de sus ricos productos le dan sus buenas vías de comunicación. Es la única sección territorial andina que se halla cruzada de norte a sur y de este o oeste por ferrocarriles y carreteras. Cuzco y Puno, que también tienen buena comunicación, no han progresado tanto como Junín porque sus ferrocarriles están incompletos. Viajes que antes se hacían de Lima a Huancayo y al Cerro, respectivamente en nueve y diez días, ahora se verifican para ambos lugares en 18 horas. En minería, lo que hasta 1900 se producía en un año, ahora se produce en un día. La carretera primero y el riel después han transformado todo Tunín. Uno y otro sirven para explotar en vasta escala los yacimientos mineralizados de Cerro, Huarón, Yauli, Morococha, Casalpalca, Yauricocha y otros de no menor importancia. La obra de engrandecimiento industrial aún no tiene 20 años de comenzada y ya da estupendos resultados. Junín es la muestra de lo que ha podido ser el Perú desde Hualgayoc en el norte hasta Yabricoya y Collahuasi en Tarapacá, si toda la sierra hubiera sido comunicada con el mar durante la primera centuria por ferrocarriles o siquiera carreteras. Junín como centro industrial minero, marcha a la cabeza del despliegue nacional, y lo que hoy produce es una revelación de lo rica que es la inexplotada sierra del Perú.

—273→

El centro de Junín es Oroya. Actualmente se construye en su hermosa planicie una fundición para tratar 2500 toneladas diarias y una ciudad moderna con capacidad para 8000 pobladores. Tiene actualmente plantas eléctricas para desarrollar 12000 caballos de fuerza y agua para triplicar ese poder.

A 50 kilómetros de distancia hállase Tarma, lugar privilegiado por su belleza y su clima. Será lugar favorito para residencia temporal de jefes y empleados de la Gran Central Metalúrgica, y puerta de entrada a la región agrícola de Chanchamayo y del Perené. Hacia el norte, en el kilómetro 92, hállase la estación de Ninacaca, de donde arranca el trazo ferrocarrilero que llegará a las márgenes del Pachitea y a las Pampas del Sacramento. Más adelante, Shelvi, Ricrán y Fernandini, que sirven respectivamente para la salida por vía férrea, de los productos de la compañía Francesa, de Nuarón, la Vanadium Company, y los ricos mantos de carbón y plata de la instalación Huaraucaca. Por último el Cerro, hasta ahora el mineral de cobre más desarrollado que tiene el Perú.

Por el sur, la línea férrea alcanza 122 kilómetros Beneficia las zonas de Jauja, Concepción y Huancayo, y pronto servirá para comunicar los altiplanos de Yauyos, Jattunhuasi y Huancavelica. Por el oeste tiene 222 kilómetros, llega hasta el Callao y favorece a Yauli, y Morococha.

Tarma es la más bella provincia de Junín. El valle de Jauja también tiene bellezas, pero es triste y sus panoramas despiertan sentimientos melancólicos. Albino Carranza, en una magnífica monografía de Tarma, escrita en 1895 hace del suelo provincial la siguiente interesante descripción:

—274→

La población, según el censo de 1876, es de 45030 habitantes distribuidos de la manera siguiente:

Tarma, inclusive la Oroya136422
Acobamba9965
Chanchamayo1408
Vitoc1060
Junín7712
Carhuamayo4640
Marcapomacocha1277
Yauli y Chacapalca5326
Total45030

El terreno es en su mayor parte quebrado; pero al N presenta la extensa llanura llamada pampa de Junín, donde se encuentra la laguna de Bombón, conocida hoy con el nombre de Chinchaycocha o de los Reyes. A poca distancia del pueblo de Junín en el caserío de Chacamarca, existe una modesta pirámide, conmemorativa de la célebre batalla que se libró en ese lugar el 6 de agosto de 1824, erigida en 1846 por el prefecto del departamento don Mariano E. de Rivero.

En el territorio de la provincia se encuentran innumerables vallecitos, formados por las sinuosidades y declives de las montañas, a los que se desciende por caminos accidentados, formando un contraste agradable, entre lo pintoresco de la vegetación en las quebradas y la aridez e imponente majestad de esas grandes moles graníticas, cubiertas de nieves perpetuas en las alturas. Muchas veces el viajero, al trasmontar una de esas eminencias se encuentra sorprendido al divisar en torno suyo el panorama más encantador. Supóngase ver a larga distancia un pueblo que se encuentra en el fondo de un delicioso valle o recostado en la falda de un cerro, en un plano inclinado, presentando grupos de casas con sus cobertizos en formas irregulares, sus blancas paredes con techos de tejas o de paja y todas rodeadas de verdes cercos donde pastan diversidad de animales, distinguiéndose las propiedades divididas por hileras de árboles. En otros lugares, la campiña se presenta bajo distinto aspecto: las cabañas y casitas campestres diseminadas en un vasto mar de vegetación, cruzados por arroyos que llevan en su curso tortuoso direcciones caprichosas o por canales tirados a cordel semejando hilos de plata que van a fecundar la tierra. Más allá se ve torrentes que se precipitan —275→ bulliciosos entre peñascos, luego llegan a la llanura refrenando su ímpetu, corren suavemente sobre lecho de fina arena y finalmente van a mezclar sus purísimas aguas con las de un río que lleva consigo los rezagos de las borrascas de las alturas; otros van a perderse entre las tranquilas aguas de un pequeño lago de los muchos que se ven esparcidos aquí y allá, como espejos que reproducen las imágenes de esa bella naturaleza. Así se va descendiendo de la eminencia como por escalones de vegetación más o menos exuberante, desde la paja y las yerbas enanas que se vivifican con el frío de las altas y perpetuas nieves, hasta los corpulentos árboles que se desarrollan con el calor de los rayos solares en las profundas quebradas. Esta es una sucesión de pintorescos y variados cuadros que se presentan a la vista del viajero.


La vía de Ninacaca, cuando sea una realidad y los rieles lleguen hasta el Pachitea, resolverá el problema de la comunicación que hoy se hace en forma morosa y a mula por el gran camino de herradura que va de Tarma a La Merced y se prolonga hasta el Pichis navegable. Los valles de Chanchamayo, Tulumayo y Perené son importantes, aunque muy lejos de competir en tamaño con los de Jaén y Moyobamba. Perdidos aquellos a fines del siglo XVIII, tiene la República el honor de haberlos reconquistado para la civilización. El salvaje ha sido abatido y las hermosas praderas en que vivía, convertidas en plantaciones de café. De Tarma a La Merced hay 72 kilómetros de un camino de Herradura que fácilmente puede convertirse en carretero.

Como población de importancia, en el Departamento de Junín, la más notable es hoy Huancayo. Es manifiesto el progreso agrícola y minero que ha tomado en los últimos diez años. El Cerro decae en su vida urbana. Ya no tiene razón de ser lo que fue. Oroya le está quitando población y pronto le arrebatará totalmente su comercio y la supremacía política departamental. Estando construida la ciudad —276→ del Cerro sobre las minas, posiblemente será necesario derribarla. Una de las características de la minería es la mudanza. La edificación de Oroya y la muerte del Cerro después de tres siglos de existencia, prueba lo que decimos. Tarma será muy pronto la más bella ciudad de reposo que tenga el centro del Perú.

A partir de Marcavalle para el sur, vuelven a unirse las cordilleras que separan el valle de Jauja. El Mantaro pierde su amplitud, sus playas, su relativa mansedumbre y por larga distancia corre por el fondo de un cañón. Así atraviesa Huancavelica, hace en la provincia de Tayacaja una circunferencia casi completa, y sin favorecer nada la comarca por donde pasa, desemboca en el Apurímac y forma el Ené.

La riqueza agrícola de Huancavelica hállase en las suaves planicies que a buena altura bordean los afluentes del Mantaro. Si hubiese comunicación ferroviaria, esa región daría todo el trigo que se consume en Lima. Si en agricultura puede ser importante, en minería lo será más. Es insignificante el valor de sus tierras trigueras, al lado del que tienen los riquísimos yacimientos de cobre, plata, carbón y azogue que poseen sus cordilleras. Huachucolpa es una magnífica promesa. Recién hoy se conoce su valor y pronto será un centro minero superior a Yauli y Morococha. Las minas de cinabrio de Santa Bárbara han permanecido paralizadas siglo y medio. Hace apenas tres años que han merecido la atención del señor Fernandini, quien gasta en la región cerca de cien mil libras en reconocerlas mediante la apertura de un nuevo y profundo socavón. En lo industrial, exceptuando, Ruispicisa, propiedad de los señores Pflucker, todo Huancavelica ha vivido cien años en la más completa improductividad. El movimiento civilizador iniciado en Junín —277→ y que como ya hemos dicho, no se ha orientado hacia Huánuco, comienza a extenderse por este departamento. Cuando el ferrocarril pase por sus cordilleras, asombrará al Perú por su riqueza minera.

De Lima a la ciudad de Huancavelica hay 445 kilómetros, de los cuales 344 se hacen por ferrocarril. Las otras distancias, partiendo de Huancavelica son las siguientes: a Pampas 70 kilómetros, a Castrovirreyna 110, a Huando 30, a Moya 85, y a Lircay 45.

Si algún departamento de la sierra del Perú ha vivido en asfixiante aislamiento durante cien años este ha sido el de Ayacucho. Su capital, llamada ayer Huamanga, ya no es el paso obligado entre Lima y Buenos Aires, ni tiene ahora como en tiempo de la colonia la riqueza que todavía se ve en la magnificencia de sus templos y edificios, y en la cantidad y calidad de sus blancos pobladores. Ayacucho es el departamento más incomunicado que tiene el Perú. Chachapoyas y Moyobamba hállanse en el camino que va del océano al río Amazonas y por mucho tiempo fue necesario tocar en ellas para ir de Pacasmayo a Iquitos. Ayacucho no tiene ni siquiera esta ventaja, y como se halla escondido en el último rincón del Perú, de nada le han servido sus riquezas agrícolas y mineras, su proximidad a las bellísimas cejas de Montaña que irrigan los ríos Pampas y Apurímac. No es ésta la única causa de su atraso, hay otra más importante: la falta de caminos. La civilización y el progreso se resisten a entrar cabalgados sobre el lomo de una mula. La capital ayacuchana dista de Pisco 390 kilómetros. Por la Oroya hay más distancia, siendo 588 kilómetros los que median entre Lima y Ayacucho haciéndose 333 kilómetros de viaje por ferrocarril. Como ciudad es una de las más hermosas del Perú. Tiene 32 templos y una área urbana que —278→ corresponde a 60000 pobladores. Hoy sólo tiene 27000. El estado de estos templos, casi todos en ruina, el abandono en que se encuentran las señoriales mansiones, son exponentes de la miseria en que ha vivido Ayacucho durante cien años. Hermosas casas de veinte habitaciones, apenas tienen cuatro o cinco que se pueden habitar. La invención de las anilinas mató su principal industria, que fue la cochinilla. Hoy vive del dinero que le produce la exportación de cueros de chivo y del ganado en pie que baja a la costa.

El departamento, en latitud, va desde los contrafuertes de la cordillera marítima hasta los terrenos bajos y boscosos que inician la Montaña del Perú. Su principal río en la parte sur es el Pampas, al que alimentan el Pampamarca y el Soras. La provincia más cercana al mar es la de Lucanas y su distancia a la capital del departamento es tan larga, que es imposible que la autoridad política pueda visitarla y atenderla con oportunidad. Lo mismo acontece con Coracora, capital de la provincia de Parinacochas. Lucanas hállase cortada por la cordillera de Huanzo y es notable por la elevada y extensa pampa conocida con el nombre de Quilcate. Es provincia rica en pastos naturales y en yacimientos de cobre y plata. Tiene 36000 habitantes, de los que corresponden a Puquio, la capital, 2950.

La provincia de Cangallo tiene su mayor población al norte del caudaloso Pampas. Esta cruzada por cadenas de cerros cuya altura es favorable a la ampliación que pudiera darse a la industria ganadera.

Pasa por Huanta la gran divisoria que marca el divortium aquorum del Mantaro con el Apurímac. Posee numerosos valles, algunos ocupados por salvajes campas. Sus productos son tropicales y subtropicales. En La Mar, la mayor —279→ parte de los cerros son bajos, hay menos frío que en Huanta, y desde sus cumbres se divisa la prodigiosa vegetación que cubre el valle del Apurímac.

La capital de Ayacucho hállase separada de otras poblaciones por las siguientes distancias: de Cangallo 65 kilómetros, de Huancapí capital de la provincia de Fajardo 90, de Huanta 35, de San Miguel capital de La Mar 60, de Puquio 280, de Coracora 355. Con distancia tan largas y una población que para todo el departamento es de 238000 habitantes, ya es de imaginarse los enormes despoblados que es necesario caminar para ir de una provincia a otra.

Las pampas de Ninabamba y de Chinche que forman allí una meseta, fueron sin duda lecho del Pampas, en remotas edades.


Apurímac, Cuzco y Puno

Es el río Apurímac paso obligado entre Ayacucho y el Cuzco, siendo Andahuaylas y Abancay las poblaciones de más importancia que se hallan en el tránsito. Pertenecen las dos al departamento de Apurímac, constituido por las provincias de Antabamba, Abancay, Aimaraes, Andabamba y Cotabambas. Tiene la segunda hacia el norte la ciudad de Abancay, la cual la separa 420 kilómetros del puerto de Chala, distancia que por lo áspero del camino no es posible recorrer en menos de cuatro días. Cotabambas hállase al medio del departamento, y su suelo rugoso y desigual tiene extraordinaria importancia minera. Aimaraes también es rica en minerales, pero hallándose estos inexplotados, sólo vive de la ganadería. Challuanca, su capital, tiene 1500 habitantes. Andahuaylas, después de Abancay, como ciudad, clima y riqueza es lo mejor de toda la comarca. Dista 90 kilómetros de Abancay y tiene 5380 pobladores.

—280→

El mismo alejamiento en que ha vivido Ayacucho es también la causa de la despoblación y atraso que hallamos en Apurímac. Por fortuna, la proximidad al Cuzco, a donde ya llega el ferrocarril, ha comenzado a transformar su agricultura, y la terminación del camino carretero que hoy se hace entre Cuzco y Abancay, camino que tiene 340 kilómetros, dará a esta ciudad y a las que le son inmediatas intensa vida agrícola y minera. Posiblemente todo el valle de Abancay quedará cultivado de algodón y su bienestar será consecuencia de la comunicación que no tuvo durante los últimos cien años. Hállase también en el suelo de este departamento, importantísimas riquezas en cobre y oro. Cochaysahuas es una muestra, siendo Ferrobamba lo más importante, no sólo en el sur del Perú, sino tal vez lo más valioso que tiene la República en cobre. El yacimiento hállase estudiado pero no explotado.

Es el Cuzco lo más clásico de la sierra del Perú. La provincia de su nombre es la más poblada de todas, y su capital, no estando considerada Arequipa como población andina, la más populosa de la zona fría. El ferrocarril acaba de penetrar en ella y sus benéficos efectos aún no son palpables. Su aislamiento durante la centuria republicana fue tan completo y su despoblación tan grande, que recién principia a despertar de la miserable situación en que ha vivido desde la época en que los españoles la entregaron a la Patria. Sustituida por la vía marítima la comunicación terrestre que existió entre Lima, el Alto Perú y Buenos Aires, comunicación que obligaba al paso del viajero por Ayacucho y el Cuzco, paralizadas las minas de Huancavelica, Puno y Potosí, el sur del Perú, especialmente Cuzco, dejó de ser lo que había sido durante los tres siglos del coloniaje. —281→ El decaimiento en todo orden que hemos patentizado al hablar de Ayacucho y Cajamarca, lo encontramos casi en igual magnitud en la ciudad predilecta de los Incas, en aquella que hollaron sus regias sandalias y a quien debemos llamar por su antigüedad y clasicismo la Atenas de América. ¡Qué poco queda en ella de las grandezas de ayer! Es ciudad de ruinas, de recuerdos, de pasados esplendores, ciudad que posiblemente no volverá a ocupar el rango que tuvo, ni la magnificencia que le dieron los incas y los españoles. No es que la República le haya sido fatal, ni que los presidentes que gobernaron el Perú la hubieran abandonado, sino que su posición geográfica es mala y cada día será peor.

Siendo la provincia del Cuzco el centro de una vasta zona que va desde Abancay hasta Puno, los valles y ciudades que le son anexos, sufren el sino estacionarismo que hallamos en ella. Fueron estos valles durante la colonia graneros del Alto Perú, mercados seguros del altiplano, el cual dejábales ingentes sumas de plata extraída y sellada en Potosí. Por los años de 1824 a 1840, la contribución que pagaba el indio cuzqueño era la más saneada renta del Estado. Una revolución en el Cuzco ponía económicamente en peligro la estabilidad del gobierno de Lima. Posteriormente y en los años que sucedieron a la supresión del tributo indígena, el Cuzco y sus provincias vivían de los contingentes fiscales tomados de las rentas del guano y que se enviaban desde Lima. Hoy que el ferrocarril ha llegado a la capital incaica y que se le prolonga hasta que llegue a Santa Ana, que se abre una carretera al Apurímac, que se estudian yacimientos mineros y se trata de dar salida a los valles de la Convención, volverá a la vida que siempre tuvo y una centuria entera paralizó.

—282→

Raimondi visitó las comarcas cuzqueñas en 1865. Son interesantes sus descripciones. Ellas nos dan una idea de lo que ellas fueron por esos tiempos, y sus narraciones deben formar parte de este capítulo para que se tenga idea de la miseria andina del Perú en su parte más poblada y en los mejores años de nuestra riqueza fiscal.

Marangani pertenece a la provincia de Sicuaní. Se halla situada a la orilla izquierda del río Vilcanota y a la derecha de un riachuelo que tributa sus aguas a este último. Tiene regular extensión, pero en general sus casas son pequeñas y ofrecen mezquino aspecto. Su plaza es grande. La iglesia de una sola nave, su interior está adornado con cuadros que representan los hombres más ilustres de la Compañía de Jesús, lo que hace presumir que haya sido fundada por los jesuitas.

El pueblo tiene temperamento algo templado y en sus inmediaciones, a más de los cultivos de trigo, cebada, quinua, papas, etc., se encuentra un poco de alfalfa, pero en muy pequeña cantidad.

Tinta en otra época era capital del partido del mismo nombre; pero actualmente es distrito de la provincia de Canchis, cuya capital es Sicuani, como hemos dicho.

Se halla situada en la orilla izquierda del río Vilcamayo. Tiene bastante extensión, pero sus casas son de humilde aspecto y las calles durante el día están completamente desiertas, porque sus moradores se ocupan en los trabajos del campo y no regresan a sus hogares sino por la tarde, cerca de la oración.

El número de los habitantes de Tinta no guarda proporción con su extensión, porque gran parte de terreno está ocupada por pequeños corrales anexos a cada casa, cultivados con cebada, quinua o papas; de manera que en la mayor parte de las calles se encuentra paredes de adobes con una o dos casas cuando más.

La plaza es un verdadero campo, con pasto, y las casas que la flanquean no tienen por cierto arquitectura elegante.

En la plaza hay una iglesia y una capilla a su costado; la primera es de pobre apariencia exterior e interiormente —283→ y la capilla no tiene techo. La torre es de piedra, pero muy baja. En la misma plaza, delante de la iglesia se nota una como meseta o altar de piedra labrada, sobre el cual se elevan tres enormes cruces también de piedra; en ellas hay que admirar la longitud de la piedra que forma la rama mayor que es de una sola pieza y en la cruz del medio, que es la más grande, la piedra llega a tener como cuatro metros de largo.

Tinta por lo general es población muy sucia y en casi todas las casas el patio es un chiquero con fangal en el que se revuelcan los cochinos que son muy abundantes; también se encuentra en cada casa vacas y borricos.

Urcos es capital de la provincia de Quispicanchi que ha sido dividida, formando, con parte de ella, la nueva provincia de Acomayo.

Urcos, como se ha dicho, es capital de la provincia, pero las autoridades no viven en él: el subprefecto reside en Oropesa y el gobernador en el pueblo inmediato de Huaroc.

En el pueblo hay escasez de recursos, hallándose con dificultad pasto. También carece de posta, de manera que los transeúntes no encuentran sino con trabajo lugar donde alojarse y las bestias que necesiten.

En el departamento del Cuzco los pueblos presentan menos comodidades que los del departamento de Puno, siendo difícil que las autoridades residan en el pueblo, pues habitan comúnmente en sus haciendas.

En hermoso anfiteatro de cerros y a orillas del riachuelo Huatanay, se eleva la gran ciudad del Cuzco, capital en otra época del dilatado Imperio de los Incas.

En esta población fundada por Manco-Capac, por donde quiera que se dirija la mirada, se nos presenta a la vista importantes restos de generación laboriosa, pasada ya: y no se puede dar ya paso sin que se despierte en el viajero infinidad de recuerdos que lo trasladan, en imaginación, a aquella época remota, en la cual el Cuzco, cuna y centro de la civilización, señoreaba sobre tan vasto Imperio.

Si la ciudad del Cuzco admira por los restos de sus antiguos monumentos, no es menos digna de observación por los suntuosos templos erigidos bajo la dominación española.

Caído el Imperio de los Incas por el arrojo de unos cuantos intrépidos y temerarios españoles, el Cuzco cambió luego —284→ de aspecto. Sobre las ruinas de la ciudad pagana, se levantaron prontamente gran número de hermosos y ricos templos y de espaciosos conventos y monasterios que cubren gran extensión de la ciudad.

La ciudad del Cuzco tiene calles estrechas y sucias. Sus veredas están en mal estado, notándose gran número de lozas partidas y movibles, las que en tiempo de lluvias son muy molestas, porque no se puede pisar sobre ellas sin que salga, por efecto de la compresión, un surtidor de barro que ensucia a los transeúntes.

Las plazas principales de la población son tres y se hallan situadas en la parte central de la ciudad. Estas son: la plaza mayor, la cual es muy grande, cuadrada y presenta hermosa vista. A un lado de esta plaza se nota la Catedral, en otro la iglesia de la Compañía, con su hermosa fachada y en los otros lados hay portales con tiendas. Enmedio de la plaza se observa una pila de piedra de forma algo tosca.

La plaza del Cabildo está separada de la primera por una sola calle, es un poco más pequeña y tiene portales en los tres costados.

En uno de estos portales se nota el Cabildo en cuyo local existe la Prefectura. También esta plaza tiene pila de piedra. Por último, la plaza de San Francisco, se halla separada de la precedente, también por una sola calle.

En esta plaza no hay portales ni pilas y todos los sábados por la tarde se hace una especie de feria que llaman el Baratillo, vendiéndose zapatos, géneros, ponchos y mil otras fruslerías de poco valor.

A medida que han aumentado las tiendas de comercio, este baratillo ha ido decayendo de año en año; de manera que al presente no es ni sombra de lo que fue.


La mala orientación económica de la República en materia de comunicaciones y la influencia de los políticos que gobernaron el Perú allá por los años de 1868 a 1872, favorecieron la construcción del ferrocarril a Puno. 32000000 de soles de 48 peniques costó unir Puno con Arequipa. Hacen 44 años que la locomotora llegó al Collao y todavía no se palpan los provechos de tan estupendo desembolso. Con muy ligeras variantes, el suelo de ese altiplano cosecha la —285→ misma cantidad de productos alimenticios que sus habitantes necesitan para su manutención. Algo ha mejorado la industria ganadera y las exportaciones de lana son mayores, pero nadie aún en ese frío suelo que circunda el Lago, ha cambiado los métodos antiguos y rutinarios que establecieron los conquistadores españoles. Tanto el ganado vacuno, como el lanar y caballar, por la acción del clima y la negligencia en que se tienen los pastos, han desmejorado notablemente. El vacuno es pequeño, siendo necesario si se quiere mayor cantidad de leche y carne, cruzarlo con razas europeas superiores. El ganado lanar es raquítico y su lana áspera. Son pocos los carneros Rambouillet introducidos. Ramadas no existe. Los vacunos o lanares no tienen donde cobijarse durante las tempestades y los fríos que allí son continuos. Nadie ha hecho uso del ferrocarril para introducir madera y construir techos. Las pariciones de las ovejas acontecen en los meses de agosto y diciembre, respectivamente de heladas y granizadas. En ambos tiempos el frío mata la mitad de los corderillos recién nacidos. Las lanas no se lavan o se lavan mal y el precio desmejora. La mayor parte de los campos están cubiertos de pastos poco nutritivos, como es la paja ichu. Si esos campos se irrigaran después de abonarlos cada año, desaparecería el raquitismo del ganado. Como producto alimenticio se produce en las comarcas abrigadas papas, quinua, quiñahua, habiéndose hecho magníficos experimentos en el cultivo del lino. Este cultivo en vasta escala, pudiera ser una fuente valiosa de explotación si la rutina y la lucha económica en que se hallan propietarios e indios no esterilizara toda innovación, todo nuevo factor de riqueza. El plantío del pino sería también una riqueza en el departamento de Puno. Se tendría a bajo —286→ precio madera y combustible. Hasta ahora, ni autoridades ni hacendados han hecho ningún ensayo.

Además de las minas de plata que trabajaron los españoles en el siglo XVIII y que todas se hallan paralizadas, existe en el altiplano de Puno, petróleo en Pusi, y en diferentes lugares mármoles y tierras apropiadas para fabricar cemento hidráulico.

Estas observaciones que hemos hecho sobre la inmovilidad en que se encuentran las pocas industrias que tiene este departamento, ponen en evidencia que no es únicamente comunicación lo que el Perú necesita para su progreso. A Puno llegan los rieles del gran ferrocarril troncal del sur, y sin embargo su estado actual es tan lastimoso como el de ahora 50 años. Su minería es nula, su agricultura escasa. Esta realidad prueba que no son únicamente el medio físico y la incomunicación los factores que detienen el progreso material del Perú, sino también la calidad y la cantidad del habitante.

Posee el departamento de Puno, como todos los de la sierra, importante zona de ceja de Montaña. Ayacucho tiene al Bajo Apurímac, Cuzco a los valles de la Convención, Puno posee la región de Carabaya. La riqueza minera de esta provincia es extraordinaria. Durante la colonia produjo 33000000 de pesos en oro. Durante la República solo se ha explotado la mina Santo Domingo y algunos bosques, para extraer cascarilla y caucho. La región no tiene caminos, exceptuando el que une la altiplanicie del Collao con las nacientes del Inambari.

Con el departamento de Puno termina la sierra poblada del Perú. Arequipa, Moquegua, Tacna y Tarapacá son departamentos de costa. Lo que existe en las nacientes de —287→ los grandes ríos Apurímac, Pachachaca y Majes, es tan desolado como los desiertos del litoral. Entre Arequipa y Juliaca no existe una mediana población, no obstante que la distancia de uno a otro punto es de 305 kilómetros. Lo mismo ocurre entre Arequipa y Cailloma poblaciones que separa 214 kilómetros pasando por Pampa de Arrieros. Entre Cailloma y Santo Tomás, capital de la provincia de Chumbivilcas, la distancia es aún mayor, siendo tan brava la cordillera de los Andes en esos parajes que ni siquiera hay caminos entre una y otra población. Vetas de minerales inexplotados y pastos para alimentar escasas manadas de carneros, son las únicas riquezas que existen en esas extensísimas mesetas andinas, cuya superficie cuadrada es tanta, que en ella cabría toda la serranía de Huánuco, Junín y Huancavelica. El día que por esas mesetas cruce el proyectado ferrocarril andino que por las alturas se estudia entre Huancavelica y Pampa de Arrieros, estas punas, que si son valiosas es únicamente por sus riquezas mineras, tendrán la vida y el progreso que les falta y que nunca tuvieron ni aun en los tiempos coloniales.

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Capítulo IX

La montaña

Si llamamos sierra a todo lo que es interandino, debiéramos considerar como montaña a lo que está fuera de la cordillera. Esta definición simplicísima como todo aquello que no consulta la naturaleza de las cosas sino las exigencias de la lógica, en realidad no es aplicable al territorio del Perú. La sierra oriental no termina en las últimas estivaciones de la cordillera, ni la montaña está siempre en tierras planas. Cajamarca y Amazonas, departamentos netamente andinos, tienen, uno en la provincia de Jaén, y el otro al oeste del Pongo de Manseriche terrenos de montaña. Pasa lo mismo con la provincia de Pataz en los lugares inmediatos al Huallaga, y aún en Huari en los sitios en que está unido a las montañas del Monzón. Huánuco tiene al Pozuso, Junín los valles de Chanchamayo y del Perené y a puerto Bermúdez en el Pichis, Jauja y Huancayo las montañas del Pangoa. Ayacucho las montañas de Huanta, el Cuzco los valles del Bajo Urubamba, y Puno la zona de Carabaya, que está en plena Montaña y sin embargo es una de las más andinas del Perú.

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No hay nada que divida mejor en nuestro territorio las tierras que son serranas de las que no lo son, como las manifestaciones climatológicas. Pertenecen a la montaña las comarcas cuya temperatura media es de 24 a 28 grados y cuya atmósfera hállase tan cargada de humedad que en pocos días los zapatos y los libros se cubren de verdes vegetales microscópicos. No es únicamente la humedad y excesos de calor lo que caracteriza las tierras de montaña, también las caracteriza las frecuentes lluvias, la extraordinaria cantidad de agua que cae, las tempestades y los huracanes que preceden los cambios de estación.

La región de que tratamos principia en el Ecuador y termina en Bolivia, teniendo al NE y al E, respectivamente a Colombia y al Brasil. La parte sur y algo del centro es ondulosa, la del norte y el este casi toda llana. Hallándose la parte plana formada por terrenos de aluvión, no solamente es baja y susceptible de inundarse sino exenta de rocas y aun hasta de piedras rodadas en las playas de los ríos.

Tiene la montaña del Perú dos entradas, una oriental por el río Amazonas y otra occidental por la cordillera de los Andes. Si fácil es para quien viene del Brasil surcar las aguas de los ríos peruanos que salen a esa república, difícil y muchas veces imposible es penetrar a la región de los bosques por el lado del Pacífico. Si en las alturas hay malos caminos y con dificultad se puede caminar a bestia, en las tierras montañosas sólo es posible caminar a pie. En ellas no hay caminos y muchas veces imposibilidad de hacerlos. Esa suave gradiente que observamos en la Argentina cuando se trasmontan los Andes chilenos y se desciende a Mendoza, no tiene similitudes en el oriente del Perú. Ya hemos descrito, al —290→ tratar de los ríos, lo que son las bajadas al Marañón, al Urubamba, y lo que es la entrada a los valles de Jaén por el lado de Piura y a los de Moyobamba por la cuesta de los Ventaabras por donde se desciende al Inambari, al Chanchamayo, al Huancabamba, al Alto Madre de Dios, al Bajo Apurímac y otros ríos de menor importancia. Esta valla andina, esta muralla estupendamente alta, y geológicamente formada por un terreno deleznable que todavía las lluvias siguen socavando y haciendo cada día más intransitable, ha sido la más poderosa causa geográfica habida en el Perú desde los tiempos precolombinos para que los hombres hayan fracasado en la conquista de los bosques amazónicos. Inconveniente físico de tan grande magnitud, ha mantenido incomunicado el Pacífico con el Amazonas y ha sido motivo para que Iquitos y otras poblaciones del Marañón y Ucayali hayan llevado vida semiindependiente, muchas veces teniendo más contacto con el Brasil, los Estados Unidos y Europa que con las ciudades andinas y con la misma capital del Perú. Hacen 50 años que se proyecta llevar un ferrocarril de Paita al Pongo de Manseriche, y 25 que se piensa comunicar los departamentos de Junín, Cuzco y Puno, respectivamente con el Pachitea, el Bajo Urubamba y el Madre de Dios. Nada se ha hecho porque la República no ha tenido fuerza económica para realizar obras tan colosales, y porque el mundo tampoco ha tenido necesidad absoluta de los productos alimenticios e industriales que se pueden obtener en esta parte del territorio nacional.

La comunicación telegráfica, recién se ha conseguido mediante el sistema inalámbrico. Esto, el aeroplano y el hidroavión, en parte salvarán la falta del ferrocarril. Hoy es —291→ posible, en cada momento, saber desde el Pacífico lo que ocurre en la montaña, conocer sus necesidades diarias y atenderlas. Antes se necesitaba un mes para esto. Cuanto a la navegación aérea, no solamente servirá para el transporte de pasajeros sino también para movilizar carga, y lo que es más importante, para descubrir zonas boscosas y civilizar al salvaje.

La navegabilidad de los ríos de oriente ha favorecido la comunicación de nuestros puertos fluviales con el Brasil, Nueva York y Europa, pero hallándose el Amazonas a espaldas de los puertos del Pacífico y por consiguiente en divorcio con ellos, las ventajas de esta comunicación han sido verdaderamente locales y de ningún provecho para la costa y la sierra. No hay ningún inconveniente en salir embarcado del Callao y llegar en la misma nave a Iquitos, pero para hacer este viaje es necesario dar la vuelta por el canal de Panamá y en años anteriores cuando esta vía estaba cerrada, pasar por el estrecho de Magallanes, para después entrar al río Amazonas. Esta fue la ruta que siguió el vapor Constitución en 1896, en los días difíciles en que Loreto proclamó un movimiento separatista y en que fue necesario enviar por mar una expedición militar. La travesía duró cerca de dos meses. Si el Tumbes fuera un río navegable de larga extensión y separado del Bajo Marañón por una lengua de tierra igual a la del istmo de Fiscarrald, el intercambio de productos entre la costa y la montaña habría alcanzado tan estupendo desarrollo, que ya las selvas de Loreto estarían notablemente pobladas.

A más de la situación geográfica y de la muralla de los Andes, causas sustantivas del aislamiento de la montaña, —292→ existen también otras de carácter físico de no menor importancia. Es una de ellas, lo impenetrable e inadecuado para la agricultura y la ganadería que son los bosques de la montaña por causa de la tupida y arbórea vegetación que la cubre. Nadie desconoce el extraordinario valimiento de nuestra selva, su importancia forestal y la riqueza que allí se encuentra en maderas de construcción, de tinte, de ebanistería y ramaje para fabricar papel. Nadie niega lo que valen los Manchales de caucho, seringa, cascarilla, canela, vainilla, cacao, bálsamo, resinas, etc., que abundan en su seno; pero todo el mundo sabe y en especial el montañés, el terrible trabajo humano que se necesita para desmontar un lote de terreno, si sobre él se quiere cultivar caña de azúcar, algodón, tabaco, etc. Si toda la selva o la mayor parte de ella estuviera cubierta de pajonales, sencilla sería la labor del colono y muy semejante a la que se hace en la pampa argentina. Por desgracia, los pajonales son escasos y los árboles de los bosques tan altos y desarrollados, como seculares que son, que por lo común exigen muchos días de labor para derribarlos, para quemarlos y lo que es más penoso, para extraer las raíces. En la costa y en la sierra no hay bosques, pero hace falta irrigación. En la montaña agua sobra, como que pocos lugares hay en el globo donde llueva tanto. En cambio es menester desmontar, y este trabajo es tan costoso que por su causa no hay en todo el oriente, zona que tenga bajo cultivo una extensión igual al diminuto valle de Tambo. Si el promedio de una fanegada de tierra en la costa, a orillas del mar y cerca de un puerto, puede valorizarse en los últimos 40 años en 500 soles, y el desmontar en la montaña una extensión igual costaba esa cantidad y en algunas —293→ partes tal vez algo más, ¿cómo es posible suponer que el agricultor peruano hubiera preferido radicarse en la montaña y soportar todos sus inconvenientes e incomodidades, teniendo en la costa al mismo precio y en mejores condiciones tierra que comprar? Al tratar de agricultura, en Causas Económicas, ya tendremos oportunidad de extendernos sobre este motivo geográfico desfavorable a nuestro progreso.

Consecuencia de la selva es la falta de caminos. Vía que en nuestra montaña no se abra en diez metros de ancho, vuélvese a cerrar en muy pocos años. Una trocha dura 20 a 24 meses y en algunos sitios el follaje es tan tupido y los árboles tan altos, que es fácil estarse uno o dos días desorientado y perdido en los bosques, a pie y cargado con la cama, los víveres y el rifle al hombro. Esta misma vegetación tupida y boscosa de la montaña hace estrecho el panorama, no siendo posible contemplar la línea del horizonte sino en los grandes ríos o en las cumbres que dividen las cuencas hidrográficas. Es también, esta tupida vegetación causa adversa para la vida del montañés en lo que toca a la fauna. No es únicamente del león y del tigre de quienes hay que cuidarse sino también de numerosos insectos sanguinarios y de ponzoñosas arañas, como también de culebras y víboras, algunas de las cuales son terriblemente venenosas. Raimondi hizo un estudio de la fauna de nuestro oriente. Siendo el más completo y científico de cuantos se han escrito, y contribuyendo su publicación a darnos idea de lo que es la región de los bosques, le damos cabida en nuestro libro.

No hay palabras para dar una idea de la inmensa variedad de reproducciones naturales, y de la actividad de la naturaleza —294→ en el continuo desarrollo de sus seres. En efecto, en la dilatada comarca, surcada por los ríos Huallaga, Ucayali y Amazonas, se reúnen todas las condiciones más favorables para la vida; tales como, una atmósfera constantemente cargada de vapores acuosos, una temperatura bastante elevada y un suelo virgen y fecundo. En esta singular región, por doquier, se fije la vista, se nos presenta delante los ojos, una exuberancia de vida tan grande, que toda la materia parece estar animada por aquella misteriosa fuerza, que rige el mundo orgánico, y al ver estas densas nubes de molestos mosquitos y ávidos zancudos, se diría que la naturaleza haya comunicado el soplo de la vida hasta a los mismos átomos de la atmósfera que nos rodea.

En estas solitarias regiones, no modificadas aún por la mano destructora del hombre, la naturaleza se halla continuamente en activo trabajo, experimentando en profundo silencio, los más grandes cambios en el mundo orgánico y ostentando su munificencia con las más variadas y ricas producciones.

Pasando ahora a los animales mamíferos dañinos al hombre, que se encuentran es esta parte del Perú, nombraremos, entre los principales, el sanguinario tigre o jaguar (felisenza, lin.) el león o puma (felis concolor, lin.), el feroz uturunco llamado también tigrillo (felis pardalis; lin.), el oscollo (felis celidogaster tmm.); los que viven de rapiña, atacando tanto a los animales del monte como a los domésticos.

El género oso tiene dos representantes; el ursus ornatus, cuv. y el ursus frugilegus tschudi; conocido por los indígenas con el nombre de hacamari. El primero casi siempre vive en los lugares fríos y se alimenta de venados, vicuñas y guanacos, atacando también a los becerros y a las pequeñas vacas; el segundo al contrario habita los bosques y se nutre de materias vegetales, principalmente de los frutos del humiro o yarina (phyt elephas macrocarpa), también entra en los sembríos de maíz en donde hace grandes daños.

El hediondo añaz (mephitis amazonica, licht.) que se defiende de los animales que lo atacan despidiendo un olor sofocante y pestilencial.

El omeiro (galictis bárbara, vagn.); la flexible comadreja (mustela agilis, tschudi) y la carachupa o mucamuca (didelphys azarae temm.), hacen sus invasiones en los corrales destruyendo un gran número de gallinas.

En fin, otro grupo de animales, no menos perjudiciales al hombre, que los precedentes es el de los murciélagos, que —295→ chupan la sangre, tanto al hombre como la de sus animales domésticos. Los murciélagos, son tan abundantes, en algunas partes del Perú; que no se puede dormir, sin cubrir enteramente la cama con un mosquitero. Las especies principales, que causan mas daños, pertenecen a los vampiros (phyllostoma) y son, los phyllostoma bastatum, innominatum, y erythromos tschudi.

Por último, tenemos que citar aquí algunos mamíferos, que el vulgo mira como peces, porque los ve vivir en el agua; estos son, los bufeos y las vacas marinas.

De los bufeos, se notan dos especies, de las que una es la inia geoffrensis, blanv., de la talla de más de dos varas y que se encuentra en el Amazonas, Napo, Ucayali y otros ríos, a más de 600 leguas del mar: otra especie, un poco más pequeña es el delphinus fluviatilis, gervais, que se nota en los mismos ríos.

Las vacas marinas (manatus), que se pescan en los ríos de la provincia litoral de Loreto, pertenecen a dos especies, estas son; el manatus americanus, tilisius; y el manatus latirostris, harlan. Las vacas marinas son unos animales que adquieren una talla de casi tres varas de largo y son dignas de interés, por su carne, sana y agradable. Los indios del Ucayali y Amazonas, cazan frecuentemente a estos animales, de los que comen su carne asada.

Si la provincia litoral de Loreto tiene, como hemos visto, reptiles muy útiles, también tienen otros que son el espanto de los indios por su voracidad o por la actividad de su veneno. Los reptiles de esta clase, que merecen ser citados, son los voraces y temibles lagartos, (champsa) los que a pesar de ser conocidos indistintamente, con el simple nombre de lagartos, pertenecen sin embargo a tres especies distintas: a saber, champsa scleropes, nigra (wagl). Esta última especie, esto es, el champsa nigra, es la mayor llegando a tener más de cinco varas de largo.

Entre las variadas y horribles serpientes citaremos: el gigantesco yacumama (boa murina, lin), el que a pesar de no ser venenoso, es sin embargo temible por su prodigiosa fuerza. Los indios exageran mucho la talla de este animal, la que casi nunca pasa de cinco varas de longitud y el grosor de un muslo. Los indios tienen además la preocupación de que el yacumana o serpiente boa pueda atraer a un hombre con su resuello.

La mortífera culebra de cascabel (croths horridus, dand), de veneno muy activo, pero que no puede ocultar su —296→ presencia, por el ruido que hace el choque de algunos anillos córneos que rematan su cola. La peligrosa echidna (ocellata, tschudi) que, aunque de pequeña talla, su picadura es sin embargo mortal. Los venenosos jergón (bothrops pictus, dum.) y flamón (lachesís rhombeata pr. mat.); el elegante coralillo (elaps affinis, fitz), y por último algunas especies de grandes bothrops, casi tan peligrosos como la culebra de cascabel.

Entre las hormigas citaremos la especie más notable, por los daños que causa en los sembríos de coca. Esta especie es de una talla más que mediana y provista de una gruesa cabeza armada de fuertes y cortantes mandíbulas, con las que parte como con tijeras las hojas de coca, para trasportarlas hacia su hormiguero. Esta especie es la oecodonta cephalotes (lep. st. targ.) conocida en las montañas de Huánuco, con el de cutaca, en Tocache se le llama ronguera, y en la parte más al norte de la provincia, se conoce con el nombre de curuhuinsi o también runahuinsi.

Otra especie perteneciente el género atta y conocida en las montañas del Cuzco con el nombre de chaco, invade en ciertas épocas las casas y hace una policía de todas las cucarachas, arañas y cuantas otras sabandijas encuentra.

Una tercera especie, de color negro, es conocida en las montañas del Cuzco con el nombre de opasisi (cryptocertis atratus, fabric.). Otra especie mucho más grande, cuya talla pasa a veces de una pulgada, se conoce con el nombre de Isula, y se teme mucho sus dolorosas picaduras.

En fin, en el interior del tallo y ramas de unos árboles llamados en la montaña del Cuzco, Palo santo, y en la provincia litoral Tangarana (triplaris peruviana, fisch et triplaris poeppigiana, wedd), se encuentra otra especie de hormiga (myrmica triplarina), la que lleva el nombre del árbol en donde vive; llamándose en las montañas del Cuzco, hormiga del palo santo y en la provincia litoral, hormiga Tangarana. Esta especie es de un color amarillento, de talla pequeña y muy ágil; su picadura es muy dolorosa. Basta dar un pequeño golpe en el tronco del árbol para que salgan y traten de picar al que se acerca a su morada.

Por último, citaremos entre los insectos perjudiciales al hombre y que habitan la provincia litoral de Loreto, al destructor comején (termes obscurum). Este pequeño animal, construye grandes nidos de barro, los que a veces se hallan colocados entre las ramas de los árboles y tienen más de dos pies de diámetro; otras veces se hallan pegados a un lado del tronco —297→ o lo rodean a manera de anillo, o también se elevan del suelo como pequeñas chozas. Este nido se halla en comunicación con el suelo, por medio de tubos de barro construidos por los mismos animales y que a veces bajan a lo largo del tronco desde la parte más elevada del árbol. Mas lo que hace este animalillo muy perjudicial al hombre, es que no se contenta con hacer sus galerías sobre los árboles, sino que las hace en las mismas casas, escavando todos los palos y destruyendo en muy poco tiempo la más sólida madera. Cuando estos animales no son perseguidos por el hombre, construyen en poco tiempo sobre todos los palos sus largas galerías cubiertas y trabajan después con mucha actividad en su interior; de manera que poco a poco, toda la madera se reduce a polvo, pierde su solidez, y cae bajo el peso del techo.

En las aguas poco corrientes algunos puntos de la provincia litoral de Loreto, tales como en las inmediaciones de Jeveros se encuentra una especie de sanguijuela conocida en el país con el nombre de Callo-callo (hoementeria ghiliani, F. lippi).


Una causa más del atraso en que se halla el oriente por motivo de razones físicas, es el relieve de la zona, que si en algunas partes es alta, al extremo de presentar punas iguales a las de la sierra y hermosas laderas propias para cultivos de algodón, café, cacao y caña de azúcar, en la región boscosa y favorable para la navegación a vapor, es tan llana y baja que cuando los ríos crecen el terreno se inunda por centenares de kilómetros. El Amazonas, el Yavarí, el Bajo Ukayali, el Bajo Marañón y otros, corren por el medio de comarcas tan bajas y planas, que cuando no están inundadas, están secándose. En sitios como estos, donde el llano forma horizonte y la vista alcanza hasta cuarenta kilómetros, el hombre no tiene donde edificar ciudades, ni medios de cultivar artículos alimenticios. Sólo es posible explotar caucho, jebe, tagua, maderas y algunas resinas. Es por esta causa y también por la escasez de población, que Loreto importa casi —298→ todo lo que consume. Hasta el azúcar y el chocolate se traen del extranjero.

Como causa secundaria podemos mencionar la existencia de numerosas tribus salvajes en los mejores terrenos de la montaña. Ya tendremos oportunidad al hablar del habitante, de manifestar el papel que el salvaje ha hecho en la civilización del Perú, especialmente en los tiempos republicanos.

Raimondi estudió en 1860 las principales causas que habían impedido hasta ese año el desarrollo comercial de nuestro oriente. Muchas de ellas subsisten a pesar de haber trascurrido 70 años, y siendo todas pertinentes al estudio que estamos haciendo, dámoles cabida en nuestro libro.

Cuando se echa una mirada sobre la admirable disposición hidrográfica de la provincia litoral de Loreto, y se observa esa intrincada red de ríos y canales, preparada de antemano por la naturaleza, para el fácil y económico trasporte de las ricas producciones de esta comarca, se queda sorprendido no encontrar acá y allá florecientes y animadas ciudades, sino que por lo contrario hallar a esta tierra de promisión, que reúne en sí los más grandes elementos de prosperidad, todavía sumergida en el más profundo letargo.

¿Cuál es la causa que ha impedido el desarrollo del comercio en esta tan bella como rica porción del Perú? Algunos sin duda lo atribuirán a la escasez de brazos; pero ¿cómo no ha sucedido lo mismo con las risueñas y animadas orillas del Mississipi, que un poco más de un medio siglo hace no eran sino vastas soledades? No, en mi concepto la falta de brazos, no ha sido el obstáculo al desenvolvimiento del comercio de la región que nos ocupa. La verdadera causa es el aislamiento de esta provincia con las otras naciones. En efecto, por un lado la limitada y onerosa navegación de la compañía de vapores brasilera, y por el otro falta de caminos, a través de la elevada cordillera que la separa de los puertos del Pacífico.

El otro mal que adolece esta parte del Perú, es la escasez de brazos, que se hace sentir cada día más a medida que va desarrollándose un poco el comercio. Como hemos visto, —299→ esta escasez depende de que la mayor parte de los brazos útiles de esta provincia, son empleados en el trasporte de las cargas, tanto por tierra, cuanto por río, empleándose en este trabajo, casi todos los hombres de Chasuta, Yurimaguas, Balsapuerto, Jeveros, Laguna, Nauta etc. Ahora, es preciso decir, que para ese trabajo se les obliga casi de viva fuerza, y estos pobres indios deben contra su voluntad salir del seno de sus familias, abandonar el trabajo de sus chacras, y servir como bestias de carga, llevando sobre el dorso por los más escabrosos caminos, un fardo que con su cama y alimentos, tiene más de cuatro arrobas de peso. Este trabajo forzado ha ocasionado la notable disminución de la población, la que se ha reducido en algunos pueblos, a menos de la mitad y en otros, a la cuarta parte; y tomando por ejemplo la ciudad de Jeveros, diremos que en 1840, por un censo hecho por el Ilustrísimo señor obispo Arriaga, de 15 almas de población; en el día no llega a tres mil. Balsapuerto, que en dicha época tenía 400 familias, actualmente cuenta solamente cien. Parece que los indios para no servir de cargadores, emigran y van a habitar lugares muy apartados, en donde no son inquietados por las autoridades. Los pueblos situados en las orillas de los ríos suministran los bogas, o sea los remeros y poperos, que sirven para dirigir las canoas, que continuamente suben y bajan por los ríos con cargas; de manera que, como acabamos de decirlo, todos los mejores hombres, los brazos más útiles, vienen empleados en esta clase de trabajo y todavía no son suficientes, permaneciendo las cargas muchas veces por varios días en los pueblos de Balsapuerto y Nauta por falta de indios para trasportarlas.

Ahora se comprende fácilmente como esta ocupación debe ser perjudicial al progreso de la agricultura y de la industria de la provincia litoral de Loreto, quitándole los principales brazos útiles.

Otra medida conducente al mismo fin, es la de sustituir las embarcaciones para el trasporte de las cargas por los ríos, con pequeñas lanchas de vapor, economizando de este modo el gran número de brazos empleados en el día como bogas.

Con estas medidas todos los brazos que ahora se emplean para el trasporte de las cargas, tanto por tierra como por río, quedarían expeditos para los trabajos de la agricultura, o para otra cualquiera industria, tal es por ejemplo el cultivo del café, cacao, añil, algodón, y todos artículos de pronta realización; o la fabricación de los sombreros, la preparación del pescado salado, del que el vecino Brasil aumenta cada día su consumo, la extracción de la sal de las inagotables —300→ salinas de Callanayaco y Pilluana cuyo artículo se exporta también al Ecuador, etc. Con buenos caminos, no sólo se exportarían con ventaja las producciones de la provincia, sino que también los departamentos vecinos hallarían una salida para sus producciones y de este modo el comercio de la provincia litoral de Loreto tomaría tanta extensión que podría cubrir los gastos necesarios, para la plantificación de una compañía nacional de navegación por vapor en grande escala; y evitar de este modo el funesto resultado del monopolio que hace pesar sobre el Perú la compañía brasilera.


A estas causas hay que agregar las que ya hemos apuntado al tratar de nuestros ríos de Oriente, siendo maravilloso y digno de orgullo para los peruanos del primer siglo republicano, que con medios civilizadores tan diversos, las regiones de los bosques y especialmente Loreto, hayan alcanzado el notable progreso geográfico, industrial y comercial que hallamos en ellas. Débese esto principalmente, al espíritu superior, al carácter y energía de sus exploradores y a la labor tenaz y abnegada de los cascarilleros, primero, y después de los caucheros. Aquellos, en su tiempo, ocuparon todas las cejas de montaña, los segundos el corazón mismo de la zona fluvial y hasta sus más recónditos afluentes. Es cierto que lo explotado es como uno en mil y que los albores del año de 1921 encuentran la montaña tan virgen como estaba antes que Colón descubriera la América, pero ese uno en mil es un esfuerzo gigantesco, es labor de titanes y sin duda alguna el paso más audaz y extraordinario hecho por la República en el camino de la civilización y de su progreso material. En esta labor de cultura, es la geografía la que más se ha enriquecido. Es notable la manera como los hombres de ciencias, en especial nuestros marinos corrigieron y aumentaron nuestro mapa. Una comparación —301→ entre lo editado últimamente y lo que Paz Soldán publicó en 1855, nos da idea del atraso geográfico en que hemos vivido en nuestros primeros tiempos republicanos, atraso que ocasionó los inconsultos tratados de límites de 1851 y 1867. Raimondi en el 3.er tomo de su gran obra El Perú, hace la historia de las exploraciones y descubrimientos de los ríos orientales.

Una de las características de nuestro oriente es la forma errante como sus habitantes han vivido en los últimos cien años. Los asaltos de los salvajes y la fuga de los pobladores para librarse de la tiranía de los gobernadores y principalmente del enganche para explotar el caucho, despoblaron por completo antiguas aldeas fundadas en su mayor parte por misioneros franciscanos. A estas causas hay que añadir el establecimiento del Apostadero de Iquitos, el impulso dado a Contamana en el Ucayali y Yurimaguas en Huallaga. Si Iquitos llegó a tener 15000 habitantes en la época de la prosperidad del caucho, en su mayor parte obtuvo esta población a expensas de pueblos desaparecidos como Nauta, Pebas, Omaguas, Sarayacu, Balzapuerto, etc., etc., y del despueble de Moyobamba.

Raimondi visitó Loreto en 1856 y halló las siguientes poblaciones de importancia.

Yurimaguas.- Este pueblo se halla situado en un terreno elevado, a la orilla izquierda del Huallaga, entre la desembocadura de los ríos Sanusi y Paranapuras, a dos días de bajada de Chasuta. Yurimaguas es uno de los puertos del Huallaga que tiene mejor vista al río. No hay palabras para describir el hermoso paisaje que se presenta a los ojos del viajero, situado sobre la meseta donde se halla construido el pueblo. Desde este punto su vista se extiende a lo lejos sobre el río Huallaga sembrado de numerosas islas cubiertas de las más espléndida —302→ vegetación; mientras que el agua de este caudaloso río se desliza suavemente a sus pies, siguiendo taciturna su majestuosa marcha, en medio de esta rica pero despoblada región. Contemplando este bello cuadro de la naturaleza virgen, el observador experimenta una sensación de melancolía, y quisiera cambiar esta muda escena en otra más viva y animada, viendo la tranquila corriente surcada por numerosos vapores, llevando el comercio y la vida en el seno de esta apartada comarca.

El pueblo de Yurimaguas, tendrá a lo más 250 habitantes. Los individuos de Yurimaguas son activos e industriosos y al mismo tiempo los más diestros navegantes del Huallaga. Los habitantes de Yurimaguas fabrican ollas y toda clase de vasijas de tierra con un arte admirable. Los cántaros que se usan en Moyobamba para llevar agua, son generalmente construidos en Yurimaguas. Estos cántaros son barnizados exteriormente y tienen sobre un fondo blanco, caprichosos dibujos de color negruzco y colorado.

La principal ocupación de los habitantes de Yurimaguas es la de servir de bogas en la navegación del Huallaga y el Paranapuras. Algunos hacen viajes a las salinas de Callanayaco y Pilluana, situadas en las orillas del Huallaga, un poco más arriba, para traer cargas de sal.

En el pueblo de Yurimaguas se usan, como moneda, las agujas, los anzuelos, tocuyo, machetes, etc. Las cosas de poco valor, tales como plátanos, yucas etc. se pagan con agujas o anzuelos; así, por ejemplo, cinco agujas grandes representan el valor de un medio y con ellas se puede obtener una cabeza de plátanos. El trabajo personal se paga con tocuyo, machetes, hachas etc. Los tocuyos que sirven de moneda en toda la provincia litoral de Loreto, son de varias clases; pero los principales son tres; esto es: el del país, el inglés y el norteamericano.

Jeveros.- Esta población es la capital del distrito, y al fin del siglo pasado lo era de la provincia, residiendo en Jeveros en aquella época, la autoridad principal. La población de Jeveros tiene el título de ciudad y se halla situada a una legua de la orilla derecha del río Rumiaco, afluente del Aipena, el que tributa en el Huallaga cerca de la confluencia de este último con el Marañón. La ciudad de Jeveros dista de Moyobamba menos de treinta leguas; pero el camino es tan malo que se necesitan a lo menos ocho días para trasladar las cargas de un punto a otro. A pesar de que la población de Jeveros se halla habitada por indios que andan medio desnudos y que casi todas sus casas están formadas de palizadas, con techos —303→ de hoja de palmera, tiene, sin embargo un aspecto agradable. Sus casas son dispuestas en calles derechas y más anchas que las de Lima, siendo todas de 18 a 20 varas de ancho. Estas calles se cruzan en ángulo recto, y en casi todos los puntos de cruzamiento, se nota una grande cruz. Su iglesia aunque rústica es bastante grande y regular; pero lo que da a la población de Jeveros un sello especial, es la grande limpieza que reina en sus calles y plaza.

La población de Jeveros ha disminuido de un modo considerable el número de sus habitantes, existiendo un censo hecho en 1840 por el Ilustrísimo señor obispo Arriaga, que da a Jeveros una población de cerca de 5000 habitantes. Otro censo hecho en 1859 hace ver que Jeveros en el día no tiene mas de 3000 habitantes. Los indios de Jeveros son inteligentes, dóciles y obedientes, su ocupación es servir en las casas de Moyobamba y cultivar las chacras de las inmediaciones de esta ciudad; servir de cargueros para el trasporte de los efectos que vienen a Jeveros por el río Aipena; y por último en fabricar cerbatanas para cazar, preparar cerillos con una especie de cera negra mezclada con resina copal que recogen en el monte y fabricar grandes velas, o mejor antorchas para alumbrarse a todo viento, las que preparan en forma de grandes cilindros con resina copal envuelta en hojas de palmera. Estas antorchas se conocen en el lugar con el nombre de Shupive.

Los indios de Jeveros son bien desarrollados y se pueden considerar como los mejores indios para toda clase de trabajos. El salario que ganan es de cuatro pesos al mes si es afuera de Jeveros (en Moyobamba por ejemplo). En su misma población se les paga diez varas de tocuyo y diez reales en plata por cada mes. El trasporte de una carga de tres arrobas y media desde Jeveros a Moyobamba, vale dos pesos.

Balsapuerto.- El pueblo de Balsapuerto se halla situado en la orilla izquierda del río Cachivaco, afluente del Paranapuras. El pueblo de Balsapuerto está situado casi en la mitad del camino entre Moyobamba y Jeveros. Balsapuerto ha sido en otra época un pueblo bastante grande; pero actualmente, lo mismo que Jeveros, va continuamente decayendo y despoblándose de un modo muy notable. Así en 1840, Balsapuerto tenía 400 familias, las que juntas hacían una población de cerca de 2000 almas; mas, poco a poco algunas de estas familias desertaron del pueblo, para irse a establecer a otra parte. En 1846, hubo una grande emigración, habiéndose separado del pueblo 108 familias, y desde esta época ha ido continuamente disminuyendo, quedando actualmente sólo 100 familias, —304→ las que equivalen a una población de 500 almas poco más o menos. Los que abandonaron este pueblo se fueron a establecer a Tarapoto, Yanayaco, Santa Catalina, Sarayaco, cerca de Loreto, y hasta en la misma frontera del Brasil. Con esta gran deserción, la mayor parte de las casas de Balsapuerto, se hallan en un estado ruinoso o completamente abandonadas. La causa principal de esta deserción es el continuo trabajo que se les hace sufrir, obligándolos casi de viva fuerza a servir de cargueros.

Nauta.- El pueblo de Nauta ha sido fundado solamente el año de 1830 y tiene actualmente como 1200 habitantes. Por su posición, la que es en la orilla izquierda del Marañón y casi enfrente de la desembocadura del Ucayali, el pueblo de Nauta está llamado a engrandecer mucho. En efecto, en el tránsito de todas las embarcaciones que bajan al Brasil con sombreros y pescado salado y de las que vienen cargadas de efectos variados, y además casi en la boca del caudaloso Ucayali, adonde se dan cita todos los pescadores de la provincia, el pueblo de Nauta domina los dos más grandes ríos y va adquiriendo mayor importancia cada día.

Ahora mismo, en Nauta se hallan establecidas algunas casas extranjeras, con un buen surtido de efectos de cambio, tales como tocuyos y telas de varias clases, hachas, machetes, cuchillos, agujas, granos de vidrio colorado, anzuelos y además varios comestibles que no se hallan de venta en la misma capital de la provincia.

Todos los efectos de comercio se hallan más baratos en Nauta que en Moyobamba, lo que es debido a su fácil comunicación con el Brasil, Estados Unidos y Europa: trasportándose todas estas mercaderías por agua, mientras que para entrar a Moyobamba hay siempre que atravesar escabrosos y difíciles caminos, sea que los efectos vayan a Moyobamba por los caminos de tierra o por los ríos.

El pueblo de Nauta se halla en un terreno un poco elevado y a la altura de 153 varas (128 metros) sobre el nivel del mar. Las casas de los indígenas están construidas de caña brava (ginerium sagitatum, beauv.); las de los extranjeros son de tapiales y las únicas que presentan alguna comodidad. Las casas no están dispuestas en orden y sólo forman una calle que de la plaza se dirige al río. El desembarcadero en tiempo de creciente del río es fácil; pero cuando este río baja es muy molesto por la cantidad de barro que deja el agua al retirarse. En esta época se entra en una quebradita, a pocos pasos más abajo y se desemboca a un costado de la población.

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El principal trabajo de los habitantes de Nauta es el de servir de boga en la navegación del Marañón y del Ucayali.

Iquitos.- El pueblo de Iquitos, se halla situado en la orilla izquierda del Amazonas, casi en la confluencia del río Nanay y a un día de bajada desde Omaguas. El pueblo se halla colocado en un terreno un poco elevado; actualmente tiene una población que pasa de 400 almas, y dividido como en dos pueblos, de los que uno tiene casas más cómodas y es habitado por unos 100 individuos, originarios del pueblo de Borja, destruidos por los salvajes; el otro es habitado por indios de Iquitos, los que no sólo viven en el pueblo, sino que una gran parte habitan en el estado salvaje los bosques de las inmediaciones. Estos andan desnudos y sólo se cubren cuando vienen a la población para hacer sus cambios.

Pebas.- El pueblo de Pebas se halla situado en un terreno elevado, en la orilla izquierda del río Amazonas, casi una legua más abajo de la desembocadura del río Ambiyaco y como a diez leguas más abajo de Chorococha. Pebas es un lugar de misiones habitado por indios de la nación de los pebas y algunas familias de peruanos blancos. El pueblo tiene como trescientos habitantes, los que se ocupan como los de Iquitos en tejer hamacas y bolsas de Chanvira, y además en la fabricación de veneno para cazar por medio de la cerbatana.

Loreto.- La población de Loreto, situada en la orilla izquierda del Amazonas, no tiene otra importancia que la de haber dado su nombre a toda la provincia por ser la última posesión peruana, hacia el E, sirviendo de límite al Perú con el Brasil.

Con el nombre de Loreto, se comprende todo el territorio ocupado por varios caseríos; pero el verdadero pueblo de Loreto, tan mentado, es formado de diez o doce casas, bastante alejadas una de otra y construidas sobre un piso muy desigual; sus pobladores, en número de 80 o 100, son casi todos portugueses o brasileros.

Caballococha.- La población que se conoce con este nombre, se halla situada a seis o siete leguas antes de Loreto, en la orilla de una laguna bastante grande, a más de media legua de distancia de la orilla derecha del Amazonas. Caballococha es un lugar de misiones; sus casas son construidas en un terreno llano y habitado por indios Ticunas. La población tendrá 150 ó 200 habitantes, los que son muy inconstantes, variando continuamente de lugar.

Sarayaco.- La población de Sarayaco se halla situada a una legua de la orilla izquierda del río Ucayali, y a más de —306→ noventa leguas más arriba de la desembocadura de este río. Sarayaco es un pueblo de misiones, fundado en 1790 por el reverendo padre Girbal, con algunas familias de infieles Setebos; desde entonces ha ido continuamente aumentando su población, de manera que en 1859, cuando yo pasé por este lugar, Sarayaco tenía 1030 habitantes. La población actual de Sarayaco es muy heterogénea, hallándose en este pueblo individuos de casi todas las tribus de infieles que habitan las márgenes del río Ucayali. La población puede dividirse en tres partidos principales panos, omaguas y llanicos; pero estos últimos se han mezclado con los otros, de manera que en la época de mi tránsito por este pueblo no existía más que una sola mujer que fuera llamea legítima. Además de estos tres partidos, viven en Sarayaco algunos indios setebos, sipibos, conibos, amahuacas, remos, campas, mayorunas y capanahuas. Por último, en Sarayaco se hallan también algunos indios de los diferentes pueblos ribereños del Huallaga.

El pueblo de Sarayaco goza de un buen clima, siendo situado sobre un terreno elevado y arenoso, el que por su grande permeabilidad al agua, se halla completamente seco, poco después de la caída de los más grandes aguaceros. Las casas son numerosas y situadas a una cierta distancia una de otra, de suerte que el pueblo ocupa una extensión de terreno bastante grande. La altura del pueblo de Sarayaco sobre el nivel del mar es de 19 varas (16 metros).

Contumaná.- San Buenaventura de Contumaná es una pequeña población fundada en 1807 por el reverendo padre Márquez, con algunas familias de conibos; se halla situada en la orilla derecha del Ucayali, a siete leguas más arriba de Bepuano. Pocos años después de su fundación tenía 150 habitantes, pero después de la Independencia del Perú fue completamente abandonado; y en 1858 se han ido a establecer allí dos familias de indios sipidos.


El autor de este libro visitó Loreto en 1894 y encontró el desarrollo comercial y la prosperidad urbana que se manifiesta en las siguientes notas, notas que tomamos de las correspondencias que ese mismo año fueron enviadas a El Comercio de Lima.

La capital de la provincia de San Martín es Tarapoto, población que si hoy tiene una mediana importancia, la tendrá —307→ más tarde muy grande por su posición geográfica, número de habitantes y producción de un tabaco tan bueno como el mejor de Cuba. Está a cuatro horas de camino del puerto de Shapaja, que está situado en la banda izquierda del caudaloso Huallaga. Cuenta pues Tarapoto para el desarrollo de su agricultura, con una vía de agua. Su tabaco, por su calidad, será solucionado algún día en el extranjero para mejorar a otros escasos de aroma y fuerza. Es insignificante la producción actual, y no se siembra más porque no hay mercado, existiendo al lado de los actuales cultivos miles de hectáreas cubiertas de bosques que no tienen dueño alguno.

El tabaco de San Martín no tiene otra plaza de expendio que la de Iquitos. En ese puerto lo compra a vil precio el comerciante por mayor, y lo negocia para el consumo de la misma población y de toda la región fluvial, especialmente para el Ucayali y el Yavarí. Al Brasil se le exporta en pequeñas cantidades. A su vez, el comerciante de Tarapoto pone la cuerda al cuello al pobre agricultor, a quien no compra su producto, sino que lo cambia por mercaderías, las que le da con el recargo que quiere. El beneficio del tabaco se hace por métodos imperfectos. Por fortuna es tan rico el suelo para este cultivo, que el aroma natural de la hoja se sobrepone a todo, y el tabaco de Tarapoto es el mejor del Perú. Esperamos que el producto se abra paso en esta provincia, y que muy pronto veamos venir una empresa que traiga tabaqueros de la Habana para comprar por plata y no por mercadería hoja sin preparación para beneficiarla a la manera que se hace en Cuba. Este tabaco así beneficiado se puede vender, a buen precio en cualquier mercado europeo.

Algo parecido pasa en Moyobamba con el sombrero; el que no se puede vender primero en la Costa sin ir antes a Piura a ser beneficiado en el lavado y en el blanqueo. Este viaje recarga notablemente el costo de la mercadería; para evitarlo, la casa de don Vicente Najar, ha traído dos industriales piuranos, para encargarles de la preparación de la notable cantidad de sombreros que exporta.

Tarapoto como población es muy parecida a Moyobamba, aunque mucho más pequeña. El termómetro marca hoy, diciembre l.º, 31 grados centígrados, y materialmente nos estamos ahogando de calor. Su comercio está formado por varios almacenes en los que sólo se consiguen telas de algodón. Los víveres son escasísimos y muy caros. Pan y carne los hay de vez en cuando, y hasta los plátanos y yucas son escasos.

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Al tercer día de haber salido de Shapaja amanecimos en Yurimaguas, hoy capital de la provincia del Alto Amazonas y lugar de importancia por ser el puerto que comunica al Perú Occidental con el Perú Fluvial. Esta circunstancia le dará gran desarrollo el día que la inmigración pueble Loreto. Yurimaguas tiene que ser con respecto al Perú, lo que el Pará respecto al Brasil, esto es: la puerta de entrada a la región de los ríos. En la actualidad es una ciudad en construcción y por tanto de contraste: al lado de una magnífica casa y en una calle principal, se ve una choza de caña con techo de palmera. Yurimaguas sólo tendrá doce años de construida. Anteriormente no era sino una triste ranchería de indios, con dos o tres casas de blancos. Era entonces un desembocadero sin industria y sin comercio. Hoy está trasformada debido a la evolución comercial que ocasiona en Mainas la industria del caucho. Varios negociantes se establecieron en Yurimaguas, no como lugar productor sino punto estratégico. Por él se exportan en grandes cantidades, tabaco, ganado, fréjol, sombreros, aguardiente, café, etc., productos todos que vienen de las provincias de San Martín y Moyobamba y de algunos pueblos del departamento de Amazonas. Muchos de estos productos, como el tabaco que viene de Tarapoto, se negocian en esta plaza, la que ya por su cuenta los remite a Iquitos o al Brasil. No es pues Yurimaguas, lugar productor. En ella no hay más industria que la fabricación de aguardientes, la que se hace en varias haciendas situadas en ambas márgenes del Huallaga, en donde se muele la caña en trapiches movidos a vapor. Excusado es decir que la internación de mercaderías para las provincias de Moyobamba y San Martín se hace por este puerto.

Yurimaguas está edificada sobre una planicie elevada de terrenos, de manera que no tiene por qué temer las inundaciones periódicas del Huallaga. Puerto, propiamente dicho, no existe. Los vapores atracan al lado de una playa llena de lodo, en la cual principia un suave barranco, atravesado en todo sentido por profundos surcos. El barranco no es alto y en su límite superior, está la hermosa pampa en donde se construye la ciudad. Al presente sólo existe una plaza de forma irregular y varias calles no muy rectas; pero todas con dieciséis metros de anchura y con nuevos edificios. Estos son de dos pisos, de estilo elegante, lo que demuestra gusto y fortuna en sus propietarios. Al presente se construye seis buenas calles. La madera labrada viene de Iquitos y las tejas y ladrillos, se hacen en una fábrica especial que hay en las inmediaciones. Si continua la fiebre edificadora, Yurimaguas será —309→ gran población dentro de diez años. Lo sensible en este progreso, es que las calles no se están haciendo a cordel y que dentro de un siglo, cuando se quiera enderezar tanto entuerto, tendrá que gastar el Municipio algunos millones para hacerlo. ¿Por qué las autoridades no piden al Gobierno que se autorice al ingeniero señor C. A. Pérez, para que haga el trazo de la ciudad de Yurimaguas? El plano de este trazo quedaría en la municipalidad, para que por él se rijan todos los que quieran edificar.

Este puerto está situado a igual distancia de todas las capitales de provincia de este departamento, y como punto central será algún día la capital de Loreto. En sus inmediaciones posee como cuatrocientas leguas cuadradas de terrenos no inundables completamente planos: en donde pueden cultivarse todos los productos tropicales. No se crea que todos los terrenos de Loreto son propios para la agricultura: existen algunos miles de leguas cuadradas, que quedan en cada año bajo de agua por dos o tres meses. A más de estos terrenos propios que posee Yurimaguas, es el único puerto de salida de los inmensos valles de Moyobamba, Jeberos, Tarapoto y Saposoa, valles en los cuales existen los mejores terrenos de cultivo de todo Loreto, los que se poblarán algún día y traerán a Yurimaguas, para su expendio, sus múltiples productos. Algo parecido a lo que pasa en Chile con Valparaíso.

En suma: yo espero mucho de ese puerto: juzgo que más tarde será un rival de Iquitos y uno de los primeros de la República.

La instrucción primaria se da en Yurimaguas en cuatro escuelas: dos de varones y dos de mujeres. La fuerza pública está formada por dos soldados bajo las órdenes de un mayor de ejército, de nacionalidad italiana, que recibió ese grado el año de 1854.

Iquitos es una ciudad que a grandes pasos marcha a su formación, pero que todavía no está concluida. No existe muelle ni explanada ni algo parecido a un desembarcadero: los vapores atracan a lo largo de una orilla desde la cual principia un barranco alto y profundamente accidentado por la acción de las aguas. Después de que ha llovido, todo aquello se convierte en un lodazal. Propiamente hablando no hay puerto. Sobre dicho barranco que tendrá una altura de diez metros, se ha formado un terraplén con gradiente de 30%. Por ella corren sobre rieles los carros que suben y bajan las mercaderías. Es un andarivel a vapor que parte desde la orilla del río y que termina en la factoría del Estado. Por medio de un —310→ desvío que hay frente a esta factoría, la carga sujeta a revisión pasa al Almacén Fiscal.

Si de lo que se llama el puerto se pasa a la ciudad, el desencanto es todavía mayor. El suelo de las calles está en su primitivo estado, lo único pavimentado en las calzadas son las veredas, mejora que ha sido hecha por los mismos propietarios, usando tierra aplanada o ladrillo. La calzada, propiamente dicha, está cubierta de yerba menuda, la que se produce con exuberancia al medio de ella, donde las aguas han formado su propia acequia. Esta, por no tener gradiente igual las empoza de trecho en trecho y da origen a charcos y lodazales de lo más insalubres. En estos últimos meses el municipio ha ordenado que los vecinos arenen las calles; pero la orden se ha cumplido a medias. Por el centro de la calzada, cuando llueve, corren verdaderos riachuelos, los que sería peligroso atravesar en días de tempestad, si el Municipio no hubiera construido, de madera, como también de mampostería largos y fuertes puentes que van de vereda a vereda.

El aspecto que a la población le dan sus construcciones es agradable, no obstante que la mayor parte de los techos son de hoja de palma y que las paredes están blanqueadas con cal. Al presente comienza a construirse con más gusto y costo. En estas nuevas fábricas las paredes que dan a la calle están ornamentadas con azulejos iguales a los que tienen los conventos de Lima. Los techos se cubren de buena teja, la que viene desde Europa, como también las puertas y ventanas que son de buen estilo. Muchas residencias y almacenes de comercio han sido construidos en esta forma.

La ciudad se extiende sobre una alta y magnífica planicie. Está formada por largos jirones que siguen la ondulación del Malecón sobre el río. Tiene éste un curso caprichoso por haber seguido las variantes que frente a Iquitos hace el Amazonas. Tiene este malecón un ancho variable, nunca menor de quince metros. El día que se le arregle construyéndose sobre el barranco un muro sólido, que se le terraplene, adoquine y adorne con árboles y bancas de mármol, será la primera avenida de Iquitos. En él están situadas las Casas de Gobierno, el Almacén Fiscal, la Factoría y la hermosa casa de los Señores Welche y Compañía y otras muchas de elegante construcción. Siguen a este jirón tres que le son paralelos; el principal y más extenso tiene el nombre de «El Próspero». Es uno de los más largos de la ciudad y tendrá catorce cuadras. Las cuadras en Iquitos tienen cien metros de largo por dieciséis de ancho. Son todas tiradas a cordel; sufriendo se los girones vueltas bruscas —311→ por la ondulación del río, cuyo curso ha servido de base al trazo.

La propiedad tiene enorme valor. Una habitación con puerta a la calle, acompañada de una pequeña huerta cuesta quince y hasta veinte soles por mes. Por lo regular se calcula en dos por ciento mensual el interés del capital invertido en fincas. Esta alza en los arriendos ha despertado fiebre de edificación y consecuentemente el crecimiento de la ciudad, cuyo número de casas se ha duplicado, casi en ocho años. Terrenos para edificar todavía vacantes en el Malecón y en el «Próspero» se venden hoy por treinta y cuarenta soles la vara cuadrada.

Solares que en el año de 1887 se dieron gratis por el Gobierno y que entonces no tenían valor, se encuentran hoy en el cedro de la población, habiendo servido para levantar sobre ellos buenos edificios. Ya no hay terrenos municipales ni tampoco del Estado que pedir, pues el perímetro de la ciudad ha llegado a las chácaras que rodean la población. En este reparto gratuito de solares, ni el Gobierno ni tampoco el Municipio se han reservado nada. Esta ciudad necesita, como que no los tiene, mercado, cuartel, teatro, parque municipal y locales para escuelas; siendo así que el día que Iquitos se engrandezca y necesite de estas construcciones, le será necesario principiar por comprar terrenos que en otro tiempo se regalaron.

Como edificios públicos se puede citar la Casa de Gobierno, la Factoría y la Iglesia Matriz. El aspecto actual de la primera revela la desidia de sus moradores. Es todavía un edificio magnífico, indudablemente lo mejor que se ha hecho en el Perú como casa de gobierno después de la del Callao; sin embargo, como Carazá inconclusa en su interior y no se la ha refaccionado desde el año de 1863 en que se le construyó, acabará por venirse abajo si se sigue mirando con indiferencia, su rápido deterioro. El patio principal, pavimentado en parte con fondos de botella, muchos rotos o hundidos está tan profundamente tupido de yerba y cargado de basura que su vista es la mejor prueba que puede tener un extranjero que arribe a esta orilla del Amazonas de lo que es el desgobierno en el Perú. En este enorme local están las oficinas de la Aduana, las de la Subprefectura, las del juzgado de Primera Instancia, y además el Correo, la Capitanía del puerto, la Cárcel y el Cuartel de Policía.

Con la Factoría del Estado pasa lo mismo que con la Casa del Gobierno. Se gastó en levantarla cien mil libras esterlinas y hasta hace pocos era la primera del río Amazonas, —312→ no existiendo en el Perú ninguna igual. Desgraciadamente pronto será la última, aumentándose cada vez más el deterioro del local y el de las máquinas. Existen en ella fundiciones para fierro y bronce, máquinas completas para aserrar maderas, para hacer ladrillos y tejas. Tiene una maestranza con un gran martillo a vapor y talleres de herrería y de carpintería. Tiene también tres calderos, una máquina a vapor y mucha maquinaria desarmada y hasta encajonada. Todo está notablemente deteriorado. Sólo funcionan las sierras. Casi todo lo demás está paralizado, y como la acción oxidante del aire en Iquitos es enérgica, muy en breve lo poco que todavía sirve hoy, quedará convertido en fierros viejos.

Actualmente está escriturada a razón de dos mil soles por año. ¿Por qué no se busca quien la tome por diez años sin pagar nada con tal que la refaccione? Iquitos necesita una buena factoría. Tan cierto es esto que la casa Welche cansada de pagar caprichos al Estado por trabajos mal hechos, ha traído su propia maestranza y sus mecánicos contratados directamente de Europa.

La iglesia Matriz se ha construido al medio de la única plaza que posee la ciudad. No tiene gusto ni armonía en su arquitectura. Los primeros cuerpos de las torres principian tan cerca del suelo que parece que se hubieran hundido por efecto de un temblor. Lo mejor sería demolerla y levantarla en otro lugar con mayores dimensiones y mejor material de construcción. Retirada de allí la Iglesia desaparecería el obstáculo que impide cuadrar, como la de Lima, esta plaza, que como repito, es la única que tiene Iquitos.

Las primeras noticias que se tienen de Iquitos se remontan al año de 1684, siendo el padre Acosta en sus crónicas el primero que habla de la existencia de unos indios llamados Iquitos, indios que habitaban a orillas del río Nanay. Posteriormente, el padre Fritz, alemán, de la Compañía de Jesús, hizo varias reducciones de indios salvajes en el Amazonas peruano, entre los cuales estaban los iquitos. Les fundó una iglesia y levantó el pueblo de su nombre en la confluencia del Nanay con el Amazonas o sea en lugar distinto al que hoy ocupa. Reducido a prisión el padre Fritz en el Brasil, sus misiones quedaron abandonadas. Esto, unido a las continuas correrías, que hacían los portugueses en el Amazonas peruano para robarse los indios y hacerlos esclavos en el Pará, dio por resultado que los semisalvajes iquitos se internaran al bosque.

Un siglo más tarde fueron nuevamente reducidos por los jesuitas, quienes los trajeron al sitio en que hoy está la ciudad. —313→ En 1826 fue visitada por el teniente de la marina británica, Henry Listen Maw, quien declara haber encontrado un pueblo con una iglesia muy limpia, la que no estaba consagrada. Encontró habitado el pueblo por mestizos moyobambinos, que en compañía de indios salvajes colectaban zarzaparrilla para el Intendente de Moyobamba.

En 1840, habiendo sufrido el pueblo de Borja una feroz invasión de salvajes, sus pobladores abandonaron sus residencias y vinieron a establecerse en Iquitos, donde fundaron un barrio aparte del que ocupaban los semisalvajes.

Principia el movimiento civilizador de Iquitos en 1863, época en la que la comisión de marina, enviada por el Gobierno a Loreto designó este puerto como lugar adecuado para levantar el apostadero fluvial. La elección de este sitio, en la que sólo se consultó el favoritismo, fue mal hecha por haberse levantado el puerto en lugar cuyo canal está fuera del brazo principal del río. El Gobierno compró los terrenos donde se halla hoy Iquitos, edificando sobre ellos la casa que posee y la factoría.

Con motivo de haberse traído a fuerza de oro alguna gente para llevar a cabo las obras de edificación y para tripular dos vapores Napo, Putumayo, Morona y Pastaza, Iquitos dejó de ser la miserable ranchería que era en 1863, para transformarla en algo mejor. Formaba parte de la reducida población o civilizada, los numerosos empleados fiscales, la guarnición, por ese entonces mandada por el mayor Remigio Morales Bermúdez, hoy Presidente de la República, y por los mecánicos ingleses contratados en Europa para armar la maquinaria de la factoría y que ganaban una y dos libras esterlinas al día. Indudablemente una buena parte del producto del guano de las Islas de Chincha se gastó en Loreto con bastante liberalidad, en llevar a cabo una labor altamente nacional y civilizadora.

La crisis financiera del Perú iniciada en 1873 acabó con este ficticio progreso de Loreto que había durado varios años y que importó a la Nación, lo menos doce millones de soles. Comenzó entonces a faltar el dinero, como que los contingentes fiscales se hacían cada vez más escasos y como consecuencia vino el éxodo de empleados fiscales y el de los contratistas ingleses.

En 1878, ya Iquitos estaba casi abandonado: las casas no tenían ningún precio y se ofrecían gratis con tal que habitaran en ellas. La vegetación invadió las calles y éstas quedaron convertidas en bosques. La desolación y la ruina fueron completas. Los vapores nacionales, cuyos nombres he dado ya, fueron —314→ vendidos a vil precio, y por tal motivo su tráfico regular quedó paralizado. Unos pocos años más en igual desamparo y la pérdida del naciente puerto fluvial hubiera sido un hecho.

Tal era la crítica situación de Iquitos, cuando en los ríos afluentes del Amazonas peruano se descubrió el caucho y el procedimiento adecuado para su beneficio. Las primeras planchas imperfectamente obtenidas fueron enviadas al Brasil, donde se vendieron a buen precio. Este favorable buen éxito despertó el espíritu industrial de varios extranjeros y de numerosos peruanos, los que se lanzaron a los ríos en busca de la codiciada goma. Por esa época el árbol que la producía hallábase todavía en cantidad considerable en la misma orilla de los ríos y por tal causa las ganancias fueron colosales. El ensanche que en pocos años tomó esta providencial explotación dio vida propia a este puerto, y salvó a Loreto de la tutela económica del gobierno de Lima. Esto aconteció poco más o menos en 1881. Desde entonces todo ha sido riqueza y progreso para este priviligiado suelo, progreso que puede seguir en aumento si se quitan las trabas comerciales y administrativas de que me ocuparé oportunamente.

Iquitos, es el centro más importante de todo Loreto. Vive de la explotación de las gomas de sus ríos, y da vida con sus contingentes de dinero a todas las provincias del Departamento. Por su población, comercio, situación fluvial y aspecto urbano está llamada a ser la capital de Loreto. Orgullos de provincia y falta de buena comunicación entre Lima y este puerto, impiden por el momento que esta sentida necesidad se realice. Todo es cuestión de tiempo. El día que mueran los hábiles y muy respetados políticos moyobambinos, don Manuel del Águila, don Vicente Nájar y don José Reyes Guerra, y se establezca una línea de vapores segura y quincenal con Yurimaguas, Moyobamba tendrá que ceder a Iquitos el honor de ser la Capital del Departamento.

No faltan al presente quienes desean hacer dos departamentos de lo que hoy es uno sólo, únicamente para contemplar a Iquitos y a Moyobamba y quien sabe si para atrapar alguna senaduría o prefectura. Esto, por el momento no sería de ningún provecho, y por hoy, sólo traería mayores gastos de administración, y por tanto mayores desembolsos para la aduana de este puerto. Si Moyobamba quiere dividir el Departamento para ser siempre capital, que lo haga cuando tenga rentas propias para vivir.

Trataré ahora de exponer algo sobre la parte comercial de la provincia del Bajo Amazonas, concentrada en este puerto. —315→ Iquitos es la única ciudad del Departamento que por la importancia de sus capitalistas da vida a la explotación de las gomas elásticas de todos los ríos peruanos, y a las industrias del sombrero de paja, del tabaco, de la ganadería y de la fabricación de aguardiente. Su comercio abarca todo Loreto. Moyobamba y sus distritos le envían sombreros y un poco de café; Tarapoto, Saposoa y Yurimaguas, fréjoles, tabaco, ganado vacuno, sombreros, aguardiente y un poco de jebe; los ríos Marañón, Ucayali, Morona, Pastaza, Tigre y Napo, caucho, jebe y aguardiente. El único río que por su situación se está independizando del comercio de Iquitos es el Yavarí, gran productor de gomas y del cual me ocuparé cuando lo visite.

De todos estos artículos, el tabaco y el sombrero son los únicos que tienen poco mercado. Pasa lo contrario con las gomas elásticas, cuya demanda es tal, que las mismas casas compradoras radicadas aquí mandan sus lanchas hasta los más lejanos puestos de los caucheros para negociarles sus productos por dinero y por mercaderías.

Las principales casas de comercio en Iquitos son las siguientes: Welche y Cía., Mourraille, Hernández y Cía., Morey y Águila, Kahn hermanos, Maxius y Levi y Pinto hermanos. Ninguna de ellas trabaja con menos de cien mil soles, estando a la cabeza de todas la casa alemana Welche y Cía, que tiene en movimiento un capital de un millón de soles.

Estas y otras casas de menor cuantía son las que importan cuanto se consume en Iquitos y las que exportan las gomas. Pocos son los productores de caucho o jebe que mandan directamente sus productos al extranjero. Casi todos hacen sus negocios por intermedio de una tercera persona.

El comerciante bajo la forma de habilitador hace aquí de banquero. No hay cauchero o shiringuero (explotador de jebe) que no tenga su cuenta corriente en alguna de estas casas. El crédito ha echado profundas raíces. Basta que un hombre posea cuatro, cinco o más peones para que cualquiera le habiliten su empresa de buscar caucho. Para nada se tiene en cuenta la nacionalidad ni los antecedentes del individuo. Y cosa rara: las estafas y abusos no son comunes. Ello es natural siendo tan enriquecedor el negocio de las gomas.

El año pasado (1893) se ha cobrado en aduana por importación 13818765 soles y por exportación, 7260203 soles. Estimando en dos millones de soles el valor de la mercadería que viene del Brasil y que no paga derechos de acuerdo con los tratados vigentes, puede calcularse el comercio de Loreto —316→ en siete millones de soles por año o sea cuatro de exportación y tres de importación.

La aduana de este puerto fue establecida en 1881 por don Tadeo Terry, prefecto de Loreto durante la dictadura de Piérola. No es tema para una correspondencia, analizar su organización interior, ni tampoco probar que no han sido justos los motivos que ha tenido el actual visitador, señor Idiaquez, para separar de su puesto al administrador señor Carlos Conroy. Me limitaré a decir que desde Iquitos es imposible evitar los abusos de Yavarí. El año pasado se han contrabandeado miles de kilos de goma. El hecho se ha descubierto en el Brasil, siendo el presidente del Estado de Manaos el que en su mensaje nos ha dado la prueba, asegurando haber recibido en Manaos de procedencia peruana en el primer semestre de 1893, 848437 kilos de goma, siendo así que los datos oficiales de la Aduana del Perú sólo anotan la cantidad de 558751 embarcados en todo el año de 1893 con destino a Manaos.

¿Dónde se hace este grosero desfalco de las rentas fiscales? Todos saben que no es aquí sino en el Yavarí, como también se sabe la forma cómo se realiza el fraude. No obstante, nadie pone remedio al mal porque se dice que es imposible hacerlo. Cuando viaje por el Yavarí explicaré la manera como se enriquecen allí con el contrabando.

Si es tarea fácil decir algo sobre Iquitos comercial, difícil es ocuparse del tópico bajo el aspecto social. Digamos primero lo que se ve, para decir después algo de lo que no se ve.

Ostensiblemente observo un pueblo rico, obsequioso, liberal, trabajador, audaz, progresista y civilizador. Como consecuencia, aquí todo el mundo tiene dinero. No hay empleado, ya sea fiscal, industrial o comercial, que no esté pagado al día, lo que nunca sucede en Lima, ni jornalero que gane menos de diez soles en la semana. Un artesano en los ramos de carpintería, herrería o albañilería no trabaja a jornal por menos de cinco soles diarios.

Los sueldos de los empleados subalternos, fiscales o de comercio son iguales a los que se ganan en Lima; pero como se vive sin las exigencias sociales de la Capital, siempre sobra dinero. Los de rango superior están mejor pagados que en la costa. El administrador de la Aduana gana trescientos soles, el prefecto cuatrocientos, el juez de primera instancia trescientos. Un empleado interesado en una casa de comercio no da un mes por menos de trescientos soles. Como se ve hay buena base económica para el bienestar social. Es general encontrar numerosos jóvenes nacidos en diversas provincias del Perú, inclusos —317→ muchísimos limeños, a quienes no falta una chacarita o una casa compradas con sueldos, y además una reserva de cuarenta o cincuenta libras en oro.

Aquí no hay mendigos, ni hospitales de beneficencia. Todos tienen dinero para llamar un médico y pagar las medicinas. No hay vagos ni pelicheros, como tampoco existe esa juventud malograda de Lima que vive de sus padres. Muy al contrario, los jóvenes principian a trabajar desde los catorce años, y cuando cumplen veintiuno son dueños ya de un capital.

Todo pueblo rico es obsequioso y éste no se exceptúa de la regla. No hay comida por modesta que sea que no termine con champagne. En estos días se ha fundado una sociedad para dar funciones teatrales con fines humanitarios. Para llenar el objeto faltaba un teatro, y en 24 horas se colectó 1500 soles para su construcción.

No hay sentimientos religiosos. Dudo que exista una ciudad en el mundo en la que las obligaciones con la iglesia estén tan abandonadas como se les tiene aquí. En Loreto nadie se confiesa, ni nadie fomenta el culto con sociedades como las «Hijas de María» u otras parecidas. Esto es en lo místico el reverso de la medalla de lo que pasa en Cajamarca, en Lima y en Arequipa.

Cuando se le pregunta a una señorita si va a misa, responde que no porque hace mucho calor; y no se crea que aborrece la religión, ni muchos menos a sus ministros. Nadie más querido y respetado que el padre Pedro, el cura vicario de esta Doctrina, y el dignísimo obispo de Chachapoyas, el cual en su visita en setiembre último, recibió un acatamiento y una serie de banquetes tan costosos, como no los vio nunca en la religiosa Cajamarca. Como se ve, falta el sentimiento religioso. La Iglesia es un pasatiempo, no una necesidad espiritual.

Como ya lo he dicho, Iquitos y, en general todo Mainas, está habitado por un pueblo eminentemente trabajador, audaz, progresista, civilizador. El hombre de la región fluvial no descansa nunca, como que nunca sacia su sed de riqueza. No le arredra el hambre, las enfermedades, las fieras, los salvajes, ni las contrariedades morales. En la región del caucho se le ve surcar en una débil canoa, acompañado de unos cuantos peones y provisto de escasos víveres, durante treinta o cuarenta días, al termino de los cuales desembarca en una playa situada en lo más recóndito de los ríos. Allí principia a internarse por dos o tres días más por trochas peligrosas en busca del codiciado árbol gomero. Al fin le encuentra, y al medio de la —318→ mancha de árboles hallada, forma su campamento. En él se le espera la flecha traidora del salvaje, el ataque igualmente traidor del tigre. Nada de esto le arredra: lucha con la Naturaleza, con el salvaje, con las fieras, con su gente misma, muchas veces insubordinada y amenazando asesinarle.

Al agricultor o al ganadero lo vemos luchando, también, valientemente por arrancar al suelo montañoso sus ricos productos. Acompañado de escasos peones, muchos de ellos semisalvajes, arriba a una orilla tupidamente cerrada por gigantescos árboles. El bosque principia en la orilla del río y por muchas semanas tiene que pasar la noche en la canoa, por ser imposible encontrar en tierra un palmo de terreno sin vegetación. Al cabo de un año el trabajo trasforma ese bosque impenetrable en deliciosa pradera, cuyo pasto da alimento a numeroso ganado vacuno. Son numerosos los árboles que ese infatigable trabajador ha tenido que derribar, muchos de los cuales tuvieron uno o dos metros de diámetro.


Iquitos, al presente, sigue siendo el verdadero puerto de la región montañosa y el único que está en conexión directa con Nueva York y Europa por medio de la navegación trasatlántica. Hasta hace seis años era el segundo puerto del Perú y uno de los lugares más comerciales de la República. Hoy la caída de las gomas sudamericanas le ha puesto casi en ruina. La población, que en sus mejores días alcanzó a 30000 habitantes, llega ahora 1920, a 12000. Numerosas tiendas de comercio se han cerrado, como también algunos grandes almacenes para el depósito de mercaderías. Sus calles y plazas están desiertas a toda hora del día, y en muchas de ellas, las vacas se alimentan con la yerba que ha crecido por el abandono en que se les tiene.

La caída de las gomas amazónicas es debida a la competencia que le hacen las plantaciones inglesas del Lejano Oriente. Semillas de árboles de jebe y caucho fueron llevadas y cultivadas hace muchos años en Ceylán, Java, Borneo —319→ y la Península de Malaya. Las semillas han dado el fruto que hoy sorprende al mundo, y el mercado de la goma que antes estaba en Pará, Manaos e Iquitos, hoy se halla en Singapure. Las gomas de Loreto necesitan navegar 2500 millas antes de llegar al océano, y pagar fuertes impuestos de exportación. Ésta y la anterior causa han muerto la industria gomera no sólo en el Perú sino también en el Brasil y en Bolivia.

El espíritu industrial de los loretanos trata de sustituir el caucho con plantaciones de algodón. Loreto tiene numerosos recursos a más del algodón. Todos los productos de los trópicos crecen en su suelo con extraordinaria abundancia. Petróleo ha sido descubierto en los ríos Marañón, Ucayali y Napo. También se ha descubierto oro en abundancia en el Bajo Napo, habiéndose hecho importantes estudios por la Consolidated Goldfield Limited.