Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

La visión de Oriente en el imaginario de los textos colombinos

Blanca López de Mariscal



En los textos colombinos se encuentran plasmadas las expectativas que Colón tenía sobre el Oriente -en realidad, el continente americano-, construidas en base a los textos de los grandes viajeros medievales y de la Antigüedad clásica, como lo fueron Marco Polo y Plinio, por mencionar algunos de los más importantes. Al estudiar la presencia intertextual de dichos autores en los textos de Colón, se abren principalmente dos isotopías de análisis en la construcción del imaginario occidental sobre Oriente: la espacial y la de la abundancia, que se refieren al retrato del espacio geográfico y sus riquezas; y la relacional, que se refiere a las relaciones que el Almirante establece con los nativos y las relaciones sociales que los nativos de los nuevos territorios llevaban entre sí.

The texts that Christopher Columbus wrote are interspersed with the expectations that he had about the Orient (in reality, the Americas). These were based on texts by great medieval voyagers and on the ancient classics, such as Marco Polo and Pliny, to mention two of the most important. Upon studying the interwoven presence of these authors in Columbus' texts, we can see two isotopes of analysis in the construction of European illustration about the Orient: the spatial and that of the abundance, which refer to the portrayal of geographic space and its riches, and the relational, referring to the relations that Columbus established with the natives and the social relations that the natives of the new territories practiced among themselves.





Juan Gil, editor de los textos colombinos, considera que en los escritos y documentos en los que Cristóbal Colón da cuenta de los descubrimientos del Nuevo Mundo, está presente de manera ineludible, «el mundo de lo imaginario, de lo leído en los libros, ese mundo que él quiere a toda costa ver reflejado en la realidad»1. Esto es especialmente exacto, sobre todo si consideramos que las diversas formas que tenemos de representar la realidad son portadoras de una enorme carga cultural, por lo que, al brindarnos los primeros reportes del espacio recientemente encontrado, lo que Colón hace es ajustar esa realidad a su propio horizonte de expectativas y al horizonte de expectativas de sus destinatarios: los monarcas y la corte.

El viajero se enfrenta en su recorrido a una serie de nuevos espacios que es preciso describir. Espacios que constituyen un referente externo que tiene que ser conciliado con el imaginario del que el viajero narrador es portador. Se trata de un constructo imaginativo compartido con sus contemporáneos y que, en el caso del Almirante, ha sido construido, a lo largo de los siglos, a partir de los relatos de los viajeros de la Antigüedad y de la iconografía que tradicionalmente era utilizada en la cartografía medieval, relatos y mapas que Colón ha consultado o conoce por referencias, y que de alguna forma suelen estar presentes en el transcurso de la elaboración de su propio relato. Por otra parte, la construcción de estos imaginarios tiene también una profunda carga política ya que, para el Almirante, era de primordial importancia convencer a sus destinatarios sobre la productividad de la misma y sobre las grandes posibilidades de explotación de las tierras alcanzadas.

Sabemos de cierto que, a lo largo de toda la Edad Media, abundaban las historias que hablaban de las enormes riquezas de Asia. Tanto Los nueve libros de la Historia de Herodoto como la Historia Natural de Plinio, el viejo, o los textos de Diódoro Sículo o de Estrabón, lo mismo que las narraciones de los viajes de Alejandro Magno, de Juan de Mandeville y de Marco Polo, son relatos que dan cuenta de las experiencias, en Oriente, de los grandes viajeros de la Antigüedad y del Medievo. Son relatos que, de alguna manera, pasaron a formar parte del horizonte de expectativas de los emisores y los receptores de relatos de viaje de los siglos XV y XVI y en los que, una y otra vez, se habla de las riquezas que pueden encontrarse en las tierras del Gran Khan y que, posteriormente, fueron reforzados por los comerciantes de las especias; textos portadores de las historias sobre Oriente que, en el siglo XV, circulaban como parte del imaginario colectivo. Por tal motivo, en el presente trabajo me interesa destacar que los textos de estos viajeros se convierten en lecturas fundantes de la percepción que los europeos pudieron haber tenido de Oriente y, por lo tanto, de las posibilidades de riqueza y abundancia de los espacios que se encuentran situados en ultramar. Ya que, como afirma Kristeva, un texto es una permutación de textos, un juego de intertextualidad dentro del espacio de un texto dado:

Authors do not create their texts from their own original minds, but rather compile them from pre-existent texts [...] in which 'several utterances, taken from other texts, intersect and neutralize one another2.



Esto es especialmente aplicable a los textos colombinos, ya sean los salidos de su propia pluma o aquellos que han llegado hasta nosotros editados y parafraseados por alguno de sus contemporáneos, como es el caso del Diario del primer viaje, cuya refundición por el Padre Las Casas es el único testigo que poseemos de la hazaña del descubrimiento.

Por eso no es extraño encontrarnos, en los documentos colombinos, intertextos provenientes del Imago Mundi de Pierre d'Ailly (1350-1420), de la Historia Rerum Ubique Gestarum de Aneas Silvius Piccolomini (el Papa Pío II 1458-1464) o de la versión latina del libro de Marco Polo De Consuetudinibus et Conditionibus Orientalium Regionum3, que aparecen, especialmente, cuando se trata de dar cuenta de la abundancia natural de las tierras de Oriente. En el Diario del primer viaje, el narrador hace, al menos en once ocasiones, referencia a la magnificencia de las tierras del Gran Khan. Tomemos como ejemplo el comentario del 28 de octubre en el que, aun cuando el Almirante se enfrenta a las frágiles canoas caribeñas, cree adivinar en ellas la llegada de las grandes embarcaciones del emperador más poderoso de Oriente. Señala, además, la abundancia de aquellos bienes que para los europeos son altamente preciados, tales como el oro y las perlas:

Decían los indios que en aquella isla había minas de oro y perlas, y vido el Almirante lugar apto para ellas, y almejas, que es señal de ellas, y entendía el Almirante que allí venían naos del Gran Can, y grandes, y que de allí a tierra firme había jornada de diez días. Llamó el Almirante aquel río y puerto de San Salvador. (28 de octubre de 1942)4.



Parecería que el narrador está evocando aquel pasaje en el que Marco Polo describe la ciudad de Cinguy y su enorme tráfico fluvial, y que esperara a que, en cualquier momento, apareciera la numerosa flota de los súbditos del Gran Khan. Esta expectativa se introduce a partir de un verbo de suposición «entendía el Almirante», utilizado para evocar el espacio discursivo de Marco Polo y que aparece consignado en un pasado imperfecto y cíclico.

En este río hay más naves que en todo el mar y en todos los ríos aquende el mar y bajan por él más mercaderías que por todas las tierras en todos los lugares. Yo, Marco, vi en el puerto de esta ciudad de Cinguy alrededor de cinco mil, que navegaban por el curso del río5.



Al comparar estos pasajes, podemos percatarnos de la intertextualidad que hay entre el Diario del Almirante y libro de Marco Polo6 y es en este sentido en el que podemos observar el texto, no como un ser individual y único, sino como una compilación de la cultura textual del emisor. En el texto del primer viaje que acabamos de ver, encontramos no una cita directa, sino una evocación de las palabras de Marco Polo en la medida en que llama la atención sobre aspectos similares a los del imperio del Gran Khan. Señala la posibilidad de que aparezcan multitud de naves de mercaderes, justamente cuando se encuentra navegando en un espacio en el que cree advertir abundancia de oro y perlas.

Aquí, la intertextualidad forma parte del proceso de conciliar el imaginario compartido con el referente encontrado; en dicho proceso el narrador recurre a la textualización de una serie de elementos imaginativos y los presenta, a lo largo de la trama narrativa, entrelazados con aquellos con los que da cuenta de los referentes externos. La textualización de los primeros, los imaginativos, se suele presentar a través de la repetición de los modelos arraigados en la tradición, que se encuentran contenidos en una más amplia textualidad cultural o social7, o sea, en los textos fundantes de una tradición dada. Los elementos referenciales, en cambio, son decodificados por el receptor como una propuesta de nuevos modelos narrativos y descriptivos que se ponen en marcha para dar cuenta de la nueva realidad a la que el narrador testigo se ve expuesto.

En los escritos colombinos encontramos isotopías semiológicas cuya recurrencia significativa, a lo largo del texto, recupera el imaginario de Oriente, tal y como fue presentado por los viajeros de la Antigüedad. Por un lado está, como antes dijimos, todo lo referente a la riqueza y al enorme poderío del Gran Khan. En segundo lugar, tendríamos que poner atención en los elementos del espacio entre los que se incluye la descripción de una serie de coordenadas geográficas que darían pauta a futuros navegantes para realizar el viaje; y en tercer lugar, la descripción de los pobladores entre los que no podemos dejar de incluir los seres monstruosos de Oriente.

Analicemos cada una de estas tres isotopías semiológicas y los conjuntos figurativos que las conforman en relación con su carga intertextual.


La isotopía de la abundancia

A lo largo de su texto, y especialmente cuando se refiere a la descripción del lejano Oriente, Marco Polo hace constante alusión a la fertilidad y abundancia de las regiones que recorre. Podemos tomar como ejemplo la descripción que Colón hace, el 28 de octubre, de la isla de Cuba. El texto parece parafrasear la descripción que Marco Polo hace de los jardines que rodean el palacio de Cambalú, en donde «crecen árboles hermosos sobremanera. Todo el monte es ameno y cubierto de hierba verde [...]»8. En el texto colombino la descripción de la isla se hace a partir de los mismos términos:

Dice el Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles, todo cercado el río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera. (Domingo 28 de octubre)9.



En este pasaje estamos frente a la presencia de un topos, o lugar común, utilizado para describir espacios en los que se desea destacar la amenidad, la verdura y frondosidad de la vegetación; pero es precisamente la coincidencia de la utilización de un mismo topos en ambos textos, lo que nos lleva a evocar el Libro de Marco Polo desde la lectura de la narración del Primer viaje.

Aunado a la fertilidad de la tierra, destaca todo lo referente a la posibilidad de encontrar enormes riquezas y, especialmente, oro en cantidades abundantes, tal y como Polo lo había descrito: «Allí hay oro en grandísima abundancia»10, o bien perlas y piedras preciosas: «Allí hay perlas en extrema abundancia, redondas y gruesas y de color rojo [...]. También hay muchas piedras preciosas, por lo que la isla de Ciampagu es rica a maravilla» (Libro III, cap. II)11. Marco Polo había incluso hecho referencia a: «un gran palacio techado de oro muy fino» con ventanas «guarnecidas de oro, y el pavimento de las salas y de muchos aposentos está cubierto de planchas de oro» (Libro III, cap. II)12.

Es a partir de este tipo de descripciones que el oro se convierte en un tema omnipresente en el discurso colombino; el término aparece mencionado en 141 ocasiones en el texto del Primer viaje. El Almirante lo busca en forma reiterada, dejándose guiar por lo que cree entender de los naturales a los que ha tomado en cautiverio: «En amaneciendo, dio las velas para ir su camino a buscar las islas que los indios le decían que tenían mucho oro y de algunas que tenían más oro que tierra». (Sábado 22 de diciembre)13. Al Almirante le interesa sobre todo encontrar las islas en las que nace el oro: «en las cuales nace muy mucho oro», al grado que llega a decodificar de sus informantes «que había isla que era todo oro, y en las otras que hay tanta cantidad que lo cogen y ciernen como con cedazos y lo funden y hacen vergas y mil labores». (Martes 18 de diciembre)14.

En su viaje de exploración, Colón empieza a contemplar, desde los primeros días, la posibilidad de entrar en tratos comerciales con los habitantes de la tierra. Le interesa en especial la isla de Cuba «que creo que debe ser Cipango» y a ella se dirige convencido de que:

era muy grande y de gran trato y había en ella oro y especerías y naos grandes y mercaderes [...], porque creo que sí es así [...], es la isla de Cipango, de que se cuentan cosas maravillosas, y en las esferas que yo vi y en las pinturas de mapamundos es ella en esta comarca. (Miércoles 24 de octubre)15.



En este punto es interesante destacar, como ya lo ha hecho John Larner, que «aquí no hay referencia a Marco Polo, sólo a "esferas" y "mapamundis"»16, con lo que se hace evidente que el Almirante hecha mano, a lo largo de su relato, de toda la información con la que cuenta y que las fuentes del primer viaje no sólo tienen un carácter libresco, sino que se han enriquecido con el estudio de la cartografía y los documentos en los que se daba cuenta de la geografía del mundo. Ahora bien, cuando se trata de reflexionar sobre las posibilidades de explotación de los productos de la tierra, el Almirante hace referencia a información contenida en la Historia natural de Plinio (Cap. XIII y XXIII), y describe lo que él ve como posibles productos generadores de riqueza:

...sin duda ha grandísima cantidad de almáciga y mayor si mayor se quisiere hacer, porque los mismos árboles plantándolos prenden de ligero y ha muchos y muy grandes y tienen la hoja como lentisco y el fruto, salvo que es mayor, así los árboles como la hoja, como dice Plinio, e yo he visto en la isla de Xió, en el Archipiélago, y mandé sangrar muchos de estos árboles para ver si echarían resina para la traer, y como haya siempre llovido el tiempo que yo he estado en el dicho río, no he podido haber de ella, salvo muy poquita que traigo a Vuestras Altezas. (Lunes 12 de noviembre)17.



En este caso particular, la referencia a Plinio y a la isla de Xió o Quió, situada en el extremo oriental del Mediterráneo, muy cerca de la costa de Turquía, permite al Almirante evocar referentes textuales y geográficos que resultan familiares para sus destinatarios18, aunque, al final del pasaje, tenga que aceptar que su iniciativa para comprobar la productividad de dichos árboles resulte malograda por cuestiones climáticas. Es, seguramente, esta frustración la que lleva al Almirante a considerar la posibilidad de encontrar otros productos que pudiesen ser comercializados:

Y también aquí se habría grande suma de algodón y creo que se vendería muy bien acá sin le llevar a España, salvo a las grandes ciudades del Gran Khan que se descubrirán sin duda y otras muchas de otros señores que habrán en dicha servir a Vuestras Altezas, y adonde se les darán de otras cosas de España y de las tierras de Oriente, pues éstas son a nos en Poniente. (Lunes 12 de noviembre)19.



La utilización, en este pasaje, del condicional simple, expresa, igual que el futuro, la probabilidad, pero referida al pasado; «habría», «vendería», indican la posibilidad que el almirante cree vislumbrar, de emprender negocios con los habitantes de las grandes ciudades del Gran Khan, «que se descubrirán sin duda». Lo mismo que el oro, Oriente es una presencia constante en el discurso colombino, y la construcción de su imagen se materializa a través de dos vertientes: los libros y su cultura de navegante.




La isotopía espacial

En la isotopía espacial, sobresalen, a su vez, tres conjuntos figurativos que resultan de sumo interés. En primer lugar, podemos destacar todo aquello que está relacionado con la navegación. El Almirante deja constancia de las distancias y los derroteros que va recorriendo, pero estas se encuentran relacionadas con las tierras de las que él tiene noticia y a las que cree haber llegado, de tal forma que el miércoles 31 de octubre reporta que: «Toda la noche martes anduvo barloventeando, y vido un río donde no pudo entrar por ser baja la entrada; y pensaron los indios que pudieran entrar los navíos como entraban sus canoas. Y navegando adelante, halló un cabo que salía muy fuera...»20. Al día siguiente encuentra otro río cuya boca le permite acercarse «con el bordo hasta tierra»:

Y es cierto, dice el Almirante, que esta es la tierra firme, y que estoy, dice él, ante Zayato y Quinsay cien leguas poco más o poco menos lejos de lo uno y de lo otro, y bien se demuestra por la mar que viene de otra suerte que hasta aquí no ha venido, y ayer que iba al Norueste hallé que hacía frío. (Jueves 1 de noviembre)21.



Quinsay, es una ciudad que Marco Polo describe en su texto como «la mayor ciudad del mundo y la principal de la provincia de Mangi, una ciudad lacustre con un perímetro mayor de cien millas y cuyos barrios se encuentran conectados por doce mil puentes de piedra» (Libro II, cap. LXIV)22. Una ciudad de numerosos palacios, bellas mujeres y vida regalada; y es justamente esta ciudad fabulosa la que el Almirante cree adivinar en las cercanías, por el solo hecho de que ha llegado a la desembocadura de un río ya que en el texto de Polo se reporta que por Quinsay corre un río por el que llegan las naves desde el mar.

Las descripciones geográficas son, tal vez, el aspecto en el que más alejados se encuentran el texto de Marco Polo y el de Cristóbal Colón; seguramente esto está relacionado con la formación y el oficio de ambos, así como con la dirección en la que se emprende el viaje.

El comerciante apenas da información sobre rumbos y recorridos y se limita a marcar la distancia que existe entre una ciudad y otra: «Sianfu se encuentra a XV millas al Siroco»23, y la geografía teórica está prácticamente ausente de su texto. El navegante, en cambio, nos informa no sólo sobre la geografía física, sino también sobre la teórica. El tercer viaje es un ejemplo clarísimo de ello. Para Colón es importante ir marcando las coordenadas en las que se encuentran los lugares a los que va dando nombre; un ejemplo claro de la forma como funcionan estos marcadores geográficos lo encontramos en la descripción del cabo de Campana:

Y porque las aguajes y corrientes lo habían echado aquella noche más de cinco o seis leguas al Sueste adelante de donde había anochecido y le había parecido la tierra de Campana; y allende aquel cabo parecía una grande entrada que mostraba dividir una tierra de otra y hacía como isla en medio, acordó volver atrás con viento Sudueste, y vino adonde le había parecido el abertura, y halló que no era sino una grande bahía y al cabo de ella, de la parte del Sueste, un cabo, en el cual hay una montaña alta y cuadrada que parecía isla. Saltó el viento en el Norte y tornó a tomar la vuelta del Sueste, por correr la costa y descubrir todo lo que allí hubiese. Y vido luego al pie de aquel Cabo de Campana un puerto maravilloso y un gran río, y de allí a un cuarto de legua otro río, y de allí a media legua otro río, y dende a media legua otro río, y dende a otra otro río, y dende a otro cuarto otro río, y dende a otra legua otro río grande, desde el cual hasta el Cabo de Campana habría veinte millas, y le quedan al Sueste. Y los más de estos ríos tenían grandes entradas y anchas y limpias, con sus puertos maravillosos para naos grandísimas, sin bancos de arena ni de peña ni restingas. (Martes 27 de noviembre)24.



Como podemos ver, se trata de una descripción detallada y muy gráfica, ya que permitiría identificar el paraje a cualquier persona que hubiese leído el texto o que hubiese estado ahí con anterioridad. A Colón le interesa la línea del litoral con sus ríos, sobre todo, si estos parecieran navegables o que pudiesen albergar «naos grandísimas».

La descripción del clima es un factor muy importante, y lo mismo que en Marco Polo, predominan los espacios fértiles y con aires templados, solo que para el Almirante el clima es tanto un factor decisivo para la navegación como para informar a los destinatarios sobre la templanza y fertilidad de la tierra. En el caso de los textos colombinos ambas cosas suelen ir de la mano:

Y así todos estos días después que en estas Indias estoy ha llovido poco o mucho. Crean Vuestras Altezas que es esta tierra la mejor e más fértil y temperada y llana y buena que haya en el mundo. (Miércoles 17 de octubre)25.



La bonanza del clima es algo que siempre me ha sorprendido en el relato del primer viaje, ya que, hoy en día, el mes de octubre y parte de noviembre forman parte de la temporada de huracanes, y en los meses de invernales se suelen presentar vientos del norte. Sin embargo, ninguno de estos fenómenos meteorológicos sorprenden al Almirante y es por eso que puede reportar a los Reyes que ha encontrado la tierra más «temperada y llana y buena que haya en del mundo»26.




La isotopía relacional

A lo largo de su recorrido el viajero da cuenta de la forma en que se relaciona con los pobladores que va encontrando, así como de la forma en que los habitantes de los lugares que recorre se relacionan entre sí. En el caso colombino, el primer nivel del que tendríamos que dar cuenta es de la relación con la clase gobernante. Para el Almirante, es preciso conciliar dos horizontes diferentes de relación: por un lado, están los poderosos que forman parte del imaginario y, por otro, los caciques caribeños con los que entra en contacto. En el primer caso la figura inalcanzable del Gran Khan es un elemento constante. Tendríamos que recordar que entrevistarse con el monarca oriental y entregarle las cartas que para él habían enviado los Reyes Católicos era uno de los principales fines de la expedición colombina. En el Relato del primer viaje encontramos, como se dijo antes, once referencias al Gran Khan; en todas ellas se presenta un enorme paralelismo con el Libro de Marco Polo quien, en su texto, explica «que en su lengua se decía Gran Khan, que significa en la nuestra "gran rey de reyes"»27. Definición que el Almirante calca, casi al pie de la letra, al informar a sus destinatarios que se trata de «...un príncipe que es llamado Gran Can, que quiere decir en nuestro romance Rey de Reyes...»28. En el texto colombino, el Gran Khan, cuyo encuentro se presenta en todos los casos como inminente, aparece como una figura todopoderosa, poseedor de grandes flotas con el que algunos de los caribeños «tenían guerra» y, desde luego, se presenta también como dueño y gobernante de señoríos y de grandes ciudades, entre las que destaca Catay (sic).

En contraste, resulta mucho más realista el encuentro con los caciques de carne y hueso que, sólo en el nivel de las expectativas, aparecen como poseedores de las grandes riquezas deseadas, y a los que hay que describir escasamente vestidos y aderezados con sencillos accesorios que podrían ser de oro. Los primeros encuentros son amistosos:

[...] vinieron ciertas canoas con gente a rogar al Almirante, de parte de un señor, que fuese a su pueblo cuando allí se partiese [...] Y visto que el pueblo de aquel señor estaba en el camino sobre una punta de tierra, esperando con mucha gente al Almirante, fue allá, y antes que se partiese vino a la playa tanta gente que era espanto, hombres y mujeres y niños, dando voces que no se fuese sino que se quedase con ellos. (Viernes 21 de diciembre.)29.



En este caso, como en muchos otros, los sencillos habitantes del Caribe se ven magnificados gracias a la escritura hiperbólica, favorita de quien desea hacer evidente el espacio de asombro en el que se encuentra situado. Los habitantes «ruegan al Almirante» que visite su pueblo y es tanta la gente que se reúne en la playa para suplicar, dando voces, que, apunta el texto «causa espanto». Más aún, es tanta la insistencia de los diversos grupos para que el Almirante visite a su Señor que:

Los mensajeros [...] estaban aguardando con sus canoas porque no se fuese sin ir a ver al señor, y así lo hizo, y, en llegando que llegó el Almirante adonde aquel señor le estaba esperando, y tenían muchas cosas de comer. (Viernes 21 de diciembre)30.



El encuentro del 21 de diciembre, relatado en este pasaje, va poco a poco ensartando imágenes hiperbólicas de tal manera que, a medida que avanza la narración, los involucrados pasan del intercambio de comida al de cuentas de vidrio por pedazos de oro, y el lector va presenciando cómo el entusiasmo de los habitantes crece de tal manera que cuando llega el momento de la partida tratan de evitarla: «aun a nado venían muy mucha gente, y [aun que] estaba la nao más de grande media legua de tierra»31. Todos estos detalles sobre el entusiasmo del pueblo aparecen sin que el texto nos dé información sobre las características, las actitudes o la vestimenta de los señores, antes al contrario, y siempre apoyado en la construcción hiperbólica, se desvía una vez más a las descripciones de la naturaleza que, en este caso, posee «montañas altísimas que parecen llegar al cielo, que la de la isla de Tenerife parece nada en comparación de ellas en altura y en hermosura, y todas son verdes, llenas de arboledas que es una cosa de maravilla». (Viernes 21 de diciembre)32.

He aquí un claro ejemplo de la dificultad que el narrador tiene para conciliar el referente con el imaginario, porque si, por un lado, lo esperado era encontrar al Gran Khan y su corte majestuosa, por el otro, los señores caribeños con los que se entrevista no cumplen con las expectativas construidas a partir de los referentes textuales. Entre los dos parámetros antinómicos en que se encuentra, el emisor opta por hacer énfasis en la descripción de una naturaleza que los subyuga. Con nuestros ojos del siglo XXI podemos imaginar el contraste entre el mar y las islas caribeñas y las islas volcánicas del Archipiélago canario, inmersas en ese mar tenebroso del que hablan los viajeros a lo largo del siglo XV, el último espacio conocido que vieron los hombres de Colón. Por eso es que el encuentro con el «rey que trae mucho oro» o con aquél que «señorea todas estas islas comarcanas y que va vestido y trae sobre sí mucho oro» (Viernes 19 de octubre) 33, queda siempre aplazado, y mientras la naturaleza sigue siendo la gran protagonista del texto, los viajeros se tienen que conformar con recibir de los señores apenas «unos paños de algodón que visten las mujeres, y papagayos para el Almirante y ciertos pedazos de oro». (Domingo 23 de diciembre)34.

Mucho más interesante, pero también mucho más estudiada, es la antonimia que se presenta entre la descripción de los «salvajes» y «civilizados», construcciones imaginarias que provienen también de los textos de los viajeros de la Antigüedad:

…todas estas islas viven con gran miedo de los de Caniba, y así torno a decir como otras veces dije, dice él, que Caniba no es otra cosa sino la gente del Gran Khan, que debe ser aquí muy vecino, y terná navíos y vernán a captivarlos, y como no vuelven creen que se los han comido. (Martes 11 de diciembre)35.



Los caníbales no podían estar ausentes del texto colombino, ya que en el de Marco Polo son una constante las descripciones de habitantes que comen carne humana; son presentados por el viajero medieval en su relato cuando habla de los reinos de Suguy, en la isla de Cipangu, en el reino de Ferlech, en el reino de Samara y en la isla de Angamán, entre otros lugares. En todos los casos la descripción los presenta como seres salvajes y crudelísimos, tomemos como ejemplo a los habitantes de la isla de Angamán, de ellos apunta que:

Su pueblo adora ídolos y vive muy bestialmente. Los hombres son salvajes y cruelísimos. Se alimentan de arroz, leche y carne. No hacen ascos a carne alguna, pues comen carne humana. Sus hombres son muy monstruosos, pues hay unos que tienen cabeza de perro y ojos parecidos a los caninos36.



La idolatría, la bestialidad, los hombres salvajes y crueles, que en Plinio y Marco Polo son clichés utilizados para describir a una buena parte de los habitantes, se convierte también en un lugar común en los textos colombinos. Jean Lacroix, en un artículo titulado «L'écriture de la découverte, réalites, 'nouvelles' et hipérbole», explica este afán de anclar su discurso en los textos de la antigüedad como una necesidad del genovés de presentar su empresa, no como un descubrimiento, sino como un redescubrimiento de la «tierra incógnita», de esos espacios conocidos por los hombres de la antigüedad, y reportados a los europeos a través de sus escritos37.

Es exactamente lo que sucede cuando se trata de la descripción de seres extraordinarios, como las sirenas y las amazonas, o los hombres con cara de perro de los que también hablan Plinio, Marco Polo y Juan de Mandeville y que aparecen constantemente representados en la cartografía medieval. Es por esa misma razón que, dadas las circunstancias, y al menos por referencias de terceros, dichos seres no podían estar ausentes de los textos colombinos:

...aquellos indios que traían [...] no podían hablar temiendo que los habían de comer, y no les podía quitar el temor, y decían que no tenían sino un ojo y la cara de perro, y creía el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que debían de ser del señorío del Gran Khan, que los captivaban. (Lunes 26 de noviembre)38.



El manejo discursivo del tema es muy interesante ya que, como podemos observar, el texto los hace presentes poniendo su descripción en boca de los indios que habían sido capturados, pero deslinda al Almirante de dicha aseveración al declarar: «creía el Almirante que mentían», aseveración que se reitera al introducir la interpretación del genovés: «y sentía el Almirante que...».

A través de la reflexión realizada a partir de las tres isotopías elegidas, hemos podido constatar que la construcción de la imagen de las tierras descubiertas en los textos colombinos responde, por una parte, a los modelos difundidos por los textos de la Antigüedad y, por otra, a la necesidad de reportar un referente que necesariamente debe ser reestructurado para responder al horizonte de expectativas de los europeos de finales del siglo XVI. Se trata de un proceso discursivo destinado a hipostasiar la realidad que, sin duda, es una estrategia política para acercar la hazaña a los intereses de los destinatarios del otro lado del océano. Se trata también, de una serie de estrategias en la construcción del discurso que resultan de gran utilidad para los proyectos económicos y sociales que comparten el Almirante y la Corona Española. En suma, nos encontramos ante un texto elaborado por un narrador testigo, que al utilizar los arquetipos y lugares comunes de los textos de la Antigüedad, construye una imagen oriental del Nuevo Mundo que será, a su vez, modelo para los relatos de viaje posteriores.







 
Indice