Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

21

No podemos coincidir con la interpretación que M.ª Rosa Lida daba a estos lamentos: «Honestos desvíos, expresados con leve humorismo [...] en contraste con las dolorosas voces de la primera cita, e indicativos de la familiaridad del trato con Calisto» (La originalidad, págs. 429-30). Hay también un recuerdo de las «bodas sordas» en la carta que Diafebus enviará a Estefanía más adelante (cap. 188), donde se insistirá en «los grans gemecs e dolorosos sospirs de la mesquina d'Estefania». Como ya descubrió Riquer, existe en parte de la carta —y en esas palabras en concreto— un plagio de la de Troylos a Breçayda que está incluida en el Bursario de Rodríguez del Padrón (vid. también M.ª Rosa Lida, «Juan Rodríguez del Padrón: vida y obras», en Estudios sobre la literatura española del siglo XV, Madrid, Porrúa Turanzas, 1977, págs. 120-2).

 

22

Alan Deyermond discute las opiniones de Lida, Gilman y otros, y concluye, contra la opinión de éstos, que el abrazo de Lucrecia tiene implicación sexual, de manera que Melibea la considera como rival potencial («Divisiones socio-económicas, nexos sexuales: la sociedad de Celestina», Celestinesca, 8, ii (1984), págs. 3-10). Desde la perspectiva de Tirant, se puede aportar un caso parangonable de amante que se intenta congraciar con la doncella: el de Hipòlit y la doncella Eliseu. Las dos muchachas comienzan recelando de la ortodoxia amorosa de sus señoras y acaban siendo sus mejores defensoras, cómplices y hasta amigas del amante (vid. mi art. cit. supra en n. 13).

 

23

Francisco Delicado, La lozana andaluza, ed. Bruno Damiani, Madrid, Castalia, 1972, pág. 75. No hemos querido —excedía las pretensiones del artículo— explorar la fortuna del monólogo en las continuaciones de Celestina. Remitimos al estudio de Pierre Heugas, «La Célestine» et sa descendance directe, Bordeaux, Institut d'Études Ibériques et Ibéro-Américains de l'Université, 1973, principalmente a sus págs. 164-173.

 

24

Baste comparar la crudeza de Estefanía al referirse a la sangre perdida por desfloración (cap. 163) con la pomposamente ridícula metáfora utilizada por Carmesina: «la pèrdua per escampament dels meus carmesins estrados», con juego de palabras —Carmesina/«carmesins»— incluido. Ha perdido el nombre (la sangre: carmesin(s)a), lo mismo que Melibea dirá haber perdido «el nombre y corona de virgen» (XIV), otro ridículo eufemismo. Siguiendo con el monólogo de Carmesina, observemos el uso exagerado de cultismos e incluso neologismos: «delicatura» «pudicícia», la insistencia en «agreujades» o la metáfora pleonástica de «lo regne de Plutó».

 

25

La mejor tradición sicologista, a partir del revelador artículo de Dámaso Alonso, «Tirant lo Blanc, novela moderna», Revista Valenciana de Filosofía, 1 (1951), páginas 179-215 (recogido en Primavera temprana de la literatura europea, Madrid, Guadarrama, 1960, págs. 201-53), ha sido continuada principalmente por Alan Yates, «Tirant lo Blanc, l'heroi ambigu», L'Espill, 6-7 (1980), págs. 23-39, y por Arthur Terry, art. cit. Cuando hablo de prevenciones, me refiero a la tendencia a ver en cada comportamiento una desviación digna de análisis freudiano e, interpretados los personajes «problemáticos» bajo ese prisma, llegar a inferir diagnósticos tan arriesgados —y, al cabo, poco valiosos— como el de la homosexualidad de Martorell.

 

26

La excepción la constituye J. B. Avalle-Arce, «Para las fuentes de Tirant lo Blanc», en Temas hispánicos medievales, Madrid, Gredos, 1974, págs. 232-261. A propósito de los capítulos en los que Tirant ayuda a Felip de Francia a casarse con la princesa Ricomana, confiesa que es «incapaz de poner el dedo en la fuente del Tirant para ese largo intermezzo cómico-amoroso, pero sí creo poder identificar el modelo general. Se trata, creo yo, del esquema más socorrido de la comedia romana [...], y que para la época de Martorell adquiría nueva y vigorosa vida en la comedia humanística» (pág. 256, y vid. también 257).

 

27

La comedia humanística latina, a diferencia de la elegíaca, suele volver a presentar al criado activo y fiel, y progresivamente independiente (con sus aventuras amorosas propias). Pero no hallamos un servus fallax femenino (ni, por supuesto, de alta clase social), como no sea en algún movimiento de la criada en la comedia Lidia (vid. Lida, La originalidad, pág. 648).

 

28

Geoffrey West, «The Unseemliness of Calisto's Toothache», Celestinesca, 1 (1979), págs. 3-10. Por otra parte, para una curiosa y doble alusión, igualmente eufemística, pero más misteriosa, al talón del pie («del nas m'és eixida [la sangre]. Jo no sé si és del nas o del taló —dix Plaerdemavida—, mas sang haveu perduda»), encuentro un curioso antecedente —que no sería el único entre dos obras que hacen parodia del amor— en las palabras de Aucassin: «... li amors de le fenme est en son oeul et en son le cateron de sa mamele et en son orteil del pié» (Aucassin et Nicolette, ed. Victoria Cirlot, Barcelona, El Festín de Esopo, 1983, pág. 54).

 

29

He podido consultar la reciente edición y estudio de José Luis Canet (La Comedia Tebaida, Hipólita y Serafina: edición crítica, Tesis Doctoral inédita, Valencia, 1985), a quien debo agradecer, además, su ayuda bibliográfica e importantes sugerencias a este trabajo.

 

30

Vid. sólo Alan Deyermond, «Divisiones económicas», y M.ª Rosa Lida, La originalidad, pág. 643, además de nuestra nota 22.

Indice