Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


 

11

«El espíritu de crítica y el pensamiento social de Feijoo», Cuadernos Hispanoamericanos, CCCXVIII (1976) -ahora en Maravall, 1991-. La dimensión crítica de las Exequias y su valor de reflexión sobre las señas de identidad de la cultura española fueron abordados por el profesor Maravall en su excelente artículo «El sentimiento de nación en el siglo XVIII: la obra de Forner», La Torre (Puerto Rico), 17 (1967) -también Maravall, 1991-, recordando la necesidad de que fuesen leídas a la luz de textos como la Oración Apologética, contemplando su sentido más allá de la inmediata defensa e ilustración de la lengua castellana que lleva a cabo en sus páginas.

 

12

Forner, 1787, pág. 16. Según declara en carta al ministro Floridablanca, Forner compuso el Pasatiempo para «escarmentar la turbulenta audacia destos críticos que viven de serlo; y para desengaño de muchos, que ignorantes en este género de composiciones, se tragan buenamente los sofismas y absurdos más desatinados».

 

13

Forner, 1787b, págs. 15-16. Al igual que el opúsculo anterior, las Demostraciones Palmarias, redactadas «para ver si quiere Dios que nos libremos de una vez de esta plaga de críticos y discursistas menudos que nos aturde», merece destacarse, al margen de los ataques que prodiga a la que denomina «Terna Periódico-Magistral», por las consideraciones a propósito de la urgente reforma «con sistema y diseño ordenado» que viene precisando España, y a la cual responden, en último término, las Exequias, para cuya comprensión es necesario tener muy en cuenta del desarrollo de la polémica suscitada por la Oración.

 

14

García de la Huerta, 1785, pág. XXX. La Lección Crítica de Huerta es, de hecho, una respuesta al ataque efectuado por Samaniego a su Theatro Hespañol, cuyo primer volumen apareció ese mismo año, siendo objeto de innumerables sarcasmos por lo estrafalario de sus juicios.

 

15

Forner, 1785, pág. 47. En un pasaje de la redacción primitiva de las Exequias (ms. 122 de la Real Academia), que desaparecerá en las redacciones posteriores, insiste Forner en el mismo sentido: «Donde no reina la buena sátira triunfan a una el pedantismo y la charlatanería. Los abusos literarios admiten más llana enmienda que los civiles. Haced ridículo a un mal poeta, a un mal orador, a un filósofo en apariencia, poniendo en claro las estrafalarias consecuencias de su ignorancia, y vereislos prontamente desesperarse, y corregido de muchos el defecto que se desacreditó en uno».

 

16

Es Miguel de Cervantes quien, en los primeros compases de la obra, expone a Aminta y Arcadio el estado científico y literario de la nación en virtud de la indigencia de buenos libros que «sostengan el crédito de la nación»; será Mayans quien, en su intervención, formule con claridad el necesario estudio y «buena imitación» de nuestros clásicos para poder acometer una correcta imitación de los escritos extranjeros; y será seguidamente Villegas quien se encargará de exponer y razonar extensamente el aserto mayansiano, conformando el ideal de elocuencia castellana que ha de ser norte y guía para los jóvenes literatos.

 

17

Esta convicción surge con insistencia a partir del pleito desatado con los Iriarte a raíz de Los Gramáticos, y tendrá un eslabón significativo en el incidente provocado por la Carta de Antonio Varas, el consiguiente enfrentamiento con la Real Academia, y la prohibición a Forner de satirizar en adelante a persona particular o cuerpo alguno. Años después recordaba, en la «Noticia del Licenciado Pablo Ignocausto», las «pesadumbres» con que éste tropezara, las «persecuciones» de que fuera objeto, y el «encono y coraje» con que fuera tratado.

 

18

El personaje de Arcadio enfatiza la singular condición de «elegido» de Aminta, al convertirse en portavoz de sus pensamientos, entrando en diálogo generalmente con el resto de personajes, suscitando réplicas y explicaciones doctrinales, o tomando la palabra para pronunciarlas él mismo, permitiendo de este modo que Aminta consagre su papel de privilegiado testigo, cuyas intervenciones directas son mucho más escasas.

 

19

La Sátira fue compuesta, según testimonio del propio Forner, a finales del verano de 1788, y en ella reconocía haberse puesto «al lado de Pitillas» (Carta a Eugenio Llaguno del 16-IX-1788). Merece la pena contrastar ambas sátiras, separadas por más de cuarenta años, para contemplar cómo el panorama que en 1741 veía perfilarse «Pitillas» en la literatura, con la proliferación de términos pseudocientíficos en la poesía, y el uso indiscriminado de galicismos que empezaban a abundar como peligrosa moda, abocando a un horizonte de superficialidad y pedantería, es recogido por Forner en una violenta diatriba contra la «oscura niebla» de «sueños opulentos» que envuelve a los literatos españoles, y que se introduce en las Exequias de la mano de Apolo, cuando, tras el discurso fúnebre que dirige a los dos protagonistas exponiendo los motivos del pretendido funeral de la lengua -«manifestaros con la vista de tanto hombre insigne lo mucho que va a perder España si dejan perecer el instrumento de sus glorias» (pág. 181)-, invita a los presentes a presenciar «no ya en solemnidad fúnebre, sino en castigo merecido, el que deben sufrir los detestables abortos de la barbarie» (pág. 183). Tras de la «solemnidad» de la doctrina y la «verdad útil», el «castigo» y la «irrisión»: la invitación a la lectura pública por parte de Aminta de una sátira en tercetos donde «diste con lo cierto de las causas que han destruido en España su lengua y la celebrada solidez de sus sabios. Los males son profundos y peligrosos, y su remedio no está en disimularlos, sino en ofrecerlos a la irrisión del mundo. Lee, pues» (pág. 186).

 

20

Forner, 1951, pág. XI. Ya se había referido el profesor Lázaro a Forner como «la mente más clara del siglo, la que más certeramente observa el hundimiento moral y material que le rodea», y no dudaba en parangonarlo, en tanto que «alma gemela», a Miguel de Unamuno (Lázaro, 1985, pág. 238).

Indice