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Para su fija monja

Muy amada fija: pocas palabras te fablé desde que nasciste fasta que, conplida la hedad de doce años, escogiste ser consagrada por la bienauenturança venidera: y porque soy tenudo como próximo y deudor como padre, no por premia que me fuerça, mas por caridad que me obliga he tenido cuidado de te pagar lo que es razón de te fablar. Porque mayor es el pensamiento que el buen pagador tiene para pagar, que premia le puede fazer el duro creedor para ser pagado.

Verdad es, fija, que la hora que yo e tu madre te vimos apartar de nosotros, y encerrar en ese encerramiento, se nos comovieron las entrañas, sintiendo aquel pungimiento que la carne suele dar al espíritu. Pero después que la razón usando de su oficio nos fizo pensar cómo en esa angostura de tenplo gozas de la anchura del paraíso, estonces nos esforçamos a vencer la tentación de la carne, y gozamos de la clara vitoria que suelo gozar el ánima.

Léese de Sócrates que en la pared de sus escuelas hauía escritos dos versos; el uno decía: Si vencidos de la torpe tentación os deleitardes en cosa fea, el deleite será momentáneo, y la mácula de la vileza os acusará para sienpre. El otro decía: Si sintierdes pena en el conbate de la tentación carnal, el trabajo del conbate durará poco, e la gloria del vencimiento durará mucho. Y cierto deuemos creer que Dios da gracia para vencer al que tiene osadía para resistir, y para este vencimiento grande aparejo, por cierto, es el sacudir los malos pensamientos, tanbién los que engendran molleza de la carne como los que nos traen a odio del próximo. El Sabio dice que las imaginaciones malas nos apartan de Dios.

Fallarás, amada fija, que del mismo Sócrates dice Valerio Máximo estas palabras: Sócrates, casi un oráculo de diuina sabiduría, ninguna cosa mandaua que pidiesemos al Dios inmortal, sino que nos diese bien. Y no fallaua este filósofo que deuía ser en nuestro arbitrio la electión del bien que pediesemos; porque muchos procuraron riquezas que los troxieron a la muerte. Otros, decía él, que con gran diligencia procuraron oficios que los troxieron a perdición. Otros houo que procuraron casamientos, pensando por ellos hauer bienauenturança y fueron causa de su pobreza y deshonra. Así que determinaua aquel filósofo, que la electión del bien que deseamos deuíamos remitir al dador de los bienes, porque aquel que los hauía de dar los sabría escoger. En el euangelio de Sant Mateo dice que Dios, nuestro Padre, sabe lo que nos es necesario ante que lo pidamos: y sin duda es de creer que el facedor de los vasos sabe cuánto cabe, y a cada uno da segund su medida: y si algúnd engañado de afectión toma oficio ageno de su habilidad, el elector y lo elegido veemos que se pierde. Sant Agostín en el libro de la Cibdad de Dios dice, que así como no procede de la carne lo que la carne face beuir, bien así no procede del omme, mas sobre el omme es lo que al omme face bien beuir. Esto considerado, damos gracias a Aquel verdadero escogedor que te dió gracia para elegir aquello que desde tu niñes te vimos inclinada, porque puedas bien beuir en esta, e ir a buen logar en la otra vida. Y pues por la gracia de nuestro Redentor has fecho profesión en la santa religión que escogiste, verdad es que yo no puedo saber cómo te va allá; pero quiérote decir cómo te fuera acá si esta otra vía escogieras.

Lo primero que te conuenía facer era entrar en la orden del matrimonio, la cual ordenó Dios y es por cierto santa y buena a los que en ella bien se conseruan; pero no entiendas que en buscar marido a la fija, ni aun después de hallado sea pequeño cuidado a los padres y a la fija. Y dexando agora de decir los enojos y desabrimientos que a las veces en ésto se siente, Sant Agustín en el libro de la Cibdad de Dios pinta este mundo segund aquí verás: El omme, dice él, no puede estar sin trabajo, sin dolor y sin temor. ¿Qué diremos del amor de tan vanas y enpecibles cosas, y de los cuidados que muerden, las perturbaciones, las tristezas, los miedos, los locos gozos, las discordias, las lides, las guerras, acechanças, iras, enemistades, mentiras, lisonjas, engaños, hurto, rapiña, porfía, soberuia, anbición, enbidias, omicidios, muertes de padres, crueldades, asperezas, maldades, luxuria, osadía, desvergüença, vilezas, fornicaciones, menguas, pobrezas, adulterios de todas maneras, y otras suciedades que decirse es cosa torpe, sacrillejos, heregías, periurios, opresiones de los inocentes, calunias, rodeos, preuaricaciones, falsos testimonios, inicos juicios, fuerças, ladronicios, y otras cosas semejantes que no me vienen a la memoria, pero no se apartan desta vida? E ciertamente estas cosas son de los malos ommes, procedientes de aquella raís del error y peruerso amor, con el cual todo fijo de Adan es nascido, etc. Otrosí dice que quién es aquél que no conoce cómo el omme viene en esta vida con inorancia de verdad, la cual se manifiesta en él cuando era niño, y con abundancia de vana cobdicia, mostrada en él cuando era moço, de manera que si le dexasen beuir como quiere y facer lo que quiere, cometería todas o muchas de las maldades y peruersidades que arriba dice, y otras que decir no puede. Asimismo dice que para qué son los miedos falsos que ponemos a los niños, y para qué son los açotes y palmatorias de los moços, y el cetro de la iusticia que está enhiesto para contra los malos, sino para los temorizar y refrenar la maldad a que la natura humana es inclinada. Dice más adelante: ¿Qué es ésto, que con trabajo tenemos memoria, y sin trabajo la perdemos; con el trabajo aprendemos, y sin trabajo no sabemos; con el trabajo somos fuertes, y sin trabajo somos sin arte? ¿Qué diré, dice él, de los trabajos inumerables con que el cuerpo terrece, conuiene saber, con heruores, con fríos, tenpestades, lluuias, relánpagos, truenos, granizos, rayos, terremotos, caídas, por ofensión y por temor, y por malicias de ommes e de bestias, o por veninos nascidos en los frutos y en las aguas y en los aires, o de los mordimientos de bestias rauiosas, tanbién las que son domésticas, las cuales algunas veces son más temibles que los leones y los dragones? ¡Cuántos son los males que pasan los nauegantes y los que andan caminos! ¿Quién es el que anda que no esté obligado doquier que andouiere a los casos inopinados? etc. (En el libro veinte e dos de ciuitate Dei).

De todo lo cual o de parte alguna de lo que aquí pone, no creas, amada fija, que ninguno de los que acá andamos se puede escusar, por vigilante y cauto que sea. Porque el Sabio en sus Prouerbios dice, que si el iusto es tentado en la tierra, cuánto más lo serán los inicos y pecadores. Y por tanto deues dar gracias a nuestro Redentor, que te dió gracia para que, dexada la solicitud, que tenía Marta, tomases la parte mejor, que escogió María, la cual te face libre de ver y sentir estas tribulaciones.

Un religioso carmelita de santa vida, cuya mocedad auía seido enbuelta en las cosas del mundo, me dixo en París que si no pecara, no aborreciera tanto los pecados ni amara tanto las virtudes; ni ouiera verdadero conoscimiento para gozar con el reposo de la religión, sino conosciendo la inquietud e turbaciones que touo fuera della.

El libro de la sabiduría dice, que la religión guarda y justifica y da alegría de coraçón.

Y no te engañe el pensamiento de cómo fuiste criada para ver el mundo, y en ese encerramiento no le puedes ver. Porque en verdad, fija, si lo vieses, veries una ruín cosa, y llena de todas aquellas cosas que arriba pone Sant Agostín, las cuales no querríamos ver, y mucho menos sentir los que las veemos y sentimos. Y puédote bien certificar que si el moço touiese la esperiencia que sabe el viejo, si seso touiese, huiría del mundo y de las cosas dél; pero la mocedad loçana, ignorante de si misma, tiene tan fuertes los conbates de la carne, que no los podiendo resistir, es enlazado y metido en tales necesidades, que no puede cuando quiere salir dellas.

Y porque tu entendimiento lo vea mejor, quiérote decir que de los que estais en religion a los que estamos en el mundo, hago yo conparación como de los que miran los toros de talanquera, a los que andan corriendo por el coso. Los que andan en el coso, verdad es que tienen una que paresce libertad para ir do quieren y mudar logares a su voluntad; pero dellos caen, dellos estropieçan; otros huyen sin causa, porque va tras ellos el miedo y no el toro; otros están sienpre en mouimiento para acometer o para huír; otros se encuentran y se dañan, y el que va a tirar al toro la frecha no sabrá decir qué razón lleua con tanta diligencia y peligro a facer mal a quien no ge lo face, y así veo que todos andan vagando sin término y sin sabiduría de lo que les acaesce y puede acaescer, llenos de miedo recelando su caída, y llenos de placer mirando la de los otros. Los que miran de talanquera, verdad es que no tienen aquella libertad que los del coso tienen para andar do quieren; pero están seguros de los peligros, estropieços y turbaciones que veen padecer a los que andan por el coso: de los cuales, si bien fueses informada, dígote que darías dobladas gracias al que te subió en esa talanquera, donde tienes quitas aquellas ocasiones de pecar de que acá estarías rodeada, de las cuales, o de algunas dellas te seria difícile escapar si andouieses en el coso que acá andamos; porque si vencieses la soberuia, encontrarías con la ira; y si la ira vencieses, vencerte hía la cobdicia; y si la cobdicia tenplases, quiçá te guerrearía la acidia, y te vencería la gula; y si tenplases la gula, no podrias vencer la enbidia, y atropellarte hían las feas tentaciones de la luxuria.

Mira, verás quién se podrá defender de tantos y tan fuertes conbates como de continuo nos face el diablo, del cual canta la iglesia, que como león bramante nos rodea buscando a quien trague; en especial considerando la flaqueza de nuestra humanidad, de la cual dice Job: Ni mi fortaleza es fortaleza de piedra, ni menos mi carne es fecha de fierro para que pudiese sofrir el conbate de tantas tentaciones. Y no nos marauillemos de ser tentados de los pecados, cuando nuestro Redentor fué tentado del diablo. Y Sant Pablo en una epístola a Tito dice que algunas veces fué inorante, incrédulo, errante, seruidor de deseos y deleites varios, con malicias, con enbidia, aborrescible y aborrescido. Verdad es que en alguna manera deuemos ser alegres en auer seido pecadores; porque a las veces ganamos más en la penitencia que facemos, que perdimos en el pecado que cometimos; lo cual veemos en el mismo Sant Pablo y en Sant Pedro, y en la Madalena, e en otros muchos a quien la gran contrición que ouieron de los pecados que cometieron los troxo al excelente grado de gloria que tienen. Y por cierto, amada fija, si otro conbate no touiesemos, saluo el de la cobdicia, nos sería asaz graue de sofrir, considerando las muertes y otros daños que della se siguen. Y quiérote traer aquí a propósito una fablilla que acaesció a un raposo con un asno.

Segund cuenta esta patraña, el león, que es el rey de los animales, quiso facer cortes, a las cuales concurrieron los principales animales: y dice, que como este rey león tenía, o deuía tener, la condición noble y las orejas sinplicísimas, creía todo lo que los otros animales principales le decían. El raposo, que era artero, le decía:

¡Oh rey! Mal lo miras, si todo cuanto te dicen crees; porque muchos vienen a tí, dellos con mentiras coloradas, dellos con malicias que tienen imagen de bondad. Otros facen su fecho mostrando que facen el tuyo: y has de creer que estos grandes animales desean tener libertad, y sacudir de sí el yugo de su subiectión, y auer de tu patrimonio para facer a ellos poderosos, y a ti flaco, porque no los puedas castigar, y pierdas tu autoridad; la cual perdida, no serás obedescido, y tu justicia se enflaquecerá, y los delictos crecerán y tu reino se perderá. Para mientes que los oficios más veces se conseruan con las virtudes, que las virtudes se ganan con los oficios. Necesario has buen seso para sentir, y buen consejo para dicerner, y buen esfuerço para executar.

El raposo, por el logar que mediante estos auisos tenía con el rey, era enbidiado. Los animales mayores, caídos del grado que pensauan merecer cerca del rey, e que el raposo les era peligroso, buscaron cómo lo apartar de la oreja del león, y propusieron ante él que la principal cosa en que se deuía entender era en su salud: y porque esta no se podía alcançar saluo con seso y coraçón de asno, el raposo, que era discreto y diligente, deuía ir por él.

El raposo, conosciendo que lo apartauan del león, le dixo:

-Mira que éstos más lo facen por apartar a mí que por servir a ti.

El león, visto que todos los grandes animales se conformauan, fué constreñido a lo enbiar.

El raposo, yendo en su camino, falló un asno paciendo en un prado, y díxole:

-Tú ¿por qué no vas a la corte donde van todos los animales?

El asno le respondió:

-Porque paso aquí mi vida lo mejor que puedo, y no sé qué cosa es corte, ni lo quiero saber.

Respondió el raposo:

-No saber es mal, y no querer saber es peor. ¿Por qué rehusas de ir do se auisan los animales, do alcançan fama, y donde la gracia y la dicha de cada uno ha logar de se enplear en grandes cosas y auer grandes bienes?

Respondió el asno:

-No tengo uso para entre tal gente.

Dixo el raposo:

-El mayor trabajo es principiar, y la plática te hará maestro.

El asno, vencido de cobdicia, dexó su abrigo y va en conpañía del raposo; e como llegasen a un logar, el asno quiso holgar. El raposo le dixo:

-Si quieres ser rico y honrado has de ser verdadero y diligente, porque el perezoso holgando, pena deseando.

El asno, remitido a la gouernación del raposo, llegó a la corte, donde vido la presencia espantable del león, y vido la grandeza de los otros animales, e cobdició ser como uno dellos. El león fízole gracioso recibimiento, y a pocos días, como pensó de le matar, mudó la voluntad buena y començole a mostrar la cara feroce. El asno, visto que el rey no le miraua como solía, boluió las espaldas y tornose a su prado. El raposo acusó al león e díxole:

-Cuando touieres indignación y acordares prender a alguno, juntamente ha de ser la indignación con la execución; si no, nacerte ha tal escándalo que serás deseruido.

El león, conoscida su mengua, le rogó que tornase por el asno. El raposo, por encargar al rey con sus seruicios, fué al asno y preguntole por qué se auia venido. El asno le respondió:

-Anda, vete, amigo, con tu corte; no querría el placer de su fauor, por la tristeza que sentí en el disfauor.

Dixo el raposo:

-¡Cómo eres inorante! Sábete que en las cortes con el fauor no te conoscerás y con el disfauor no te conoscerán.

Dixo el asno:

-No tengo ninguno de mi linaje que me honre ni ayude.

Respondió el raposo:

-Serás tú el primero que aurás la gloria de los que despiertan memoria a los de su sangre.

El asno, metido en la cobdicia, acordó de boluer con el raposo, y díxole:

-Yo quiero tornar; mas si no lo hallo como quiero, no me hallará como quiere.

El león, después de algunos días, quiso echar las uñas al asno y no pudo. El asno, como lo sospechó, huyó y tornó a su logar. El raposo, visto como auía perdido su trabajo, reprehendió la negligencia del rey, e començole a recontar los trabajos que auía pasado en traer dos veces al asno. El león le dixo:

-¿Quieres que te diga? Si alcançamos el fin, relucen los trabajos, y si no han efecto, no esperes galardón, porque el fin de la cosa se mira más que los medios.

El raposo, por no perder lo seruido, tornó por el asno y díxole:

-Marauíllome estando en el dulçor del sobir poderlo dexar y venirte. Cata que ser criado entre nobles y escoger vida entre rústicos no procede de buen ingenio.

Respondió el asno:

-Si me castigas con rigor, antes me harás tu enemigo que tu corregido, y primero ganarás enemistad para tí que emienda para mí.

Respondió el raposo:

-Necio eres si miras en la forma del corregir, o en la manera de tu emendar.

El asno le respondió:

-Dígote que esta vida es tan corta, que antes nos morimos que nos emendamos, y por tanto te ruego que dexes de emendarme y cures de proueerme. Sábete que me vine porque quisiera yo luego algund oficio para poder cargar a otros, como otros cargan a mí.

Respondió el raposo:

-Si tu quieres oficio ageno de tu natural, perderás a ti y al oficio.

Dixo el asno:

-Tanbién sospeché que el león me quería prender o matar.

Dixo el raposo:

-Tu absencia te condena, aunque seas linpio de crimen. Anda acá conmigo, dixo el raposo, y tu presencia quitará la sospecha, porque los miedos vanos nunca los concibió buen seso.

Dixo el asno:

-No querría estar en logar do he de facer cara contraria a mi voluntad, y do peno deseando que me den y recelando que me quiten.

Dixo el raposo:

-Y ¿dó estarás que no penes con eso?

Dixo el asno:

-Bien estaua aquí, donde huelgo más y peco menos; pero anda, allá vamos. Bien veo que si al principio no te creyera, cuando despertaste mi cobdicia, no fuera metido en necesidad forçosa, como al comienço fué voluntaria.

Entrados en la corte, el león echó las uñas en el asno, y mandó al raposo que troxiese los sesos y el coraçon. El raposo, visto los sesos y el coraçón del asno, comiólo y dixo al león que no le auía fallado ningún seso ni coraçón. El león, marauillado cómo podía ser animal sin seso y sin coraçón, respondió el raposo:

-Creer deues por cierto, señor, que si este animal touiera seso y coraçón no lo troxiera la cobdicia tres veces a la corte, donde perdió la vida por ganar facienda.

Muy amada fija, este enxenplo te he traído en el cual verás allá todo lo en que andamos acá; y puedes creer que no digo muchos, mas infinito es el número de los que tenemos tan poco seso y coraçón como el asno; porque teniendo suficiente proveimiento, no dexamos de cometernos a los vayuenes de la fortuna, y vamos tres y más veces donde los engaños del raposo nos lleuan.

Otros hay que no se mueuen por necesidad que hayan a las cosas, sino porque veen mouer sus vecinos a ellas. Otros veo que, dexados los oficios que tienen útiles a la vida, se meten, a fin de holgar, en negocios inpropios a su habilidad, y dañosos a ellos y a la común utilidad de todos, donde proceden los males que contecieron al asno, y los que arriba dice Sant Agostín.

Y si me dixieres que estás ahí encerrada, dígote que así lo están acá las buenas. Y si sientes estar subjeta, así mandó Dios que lo fuesen todas. Si no gozas con la conpañía del marido, así estás libre del dolor del parto. Si no gozas con la generación de los fijos, tanpoco te atormentan sus muertes y sus cuidados. Si caresces de seruidores, así estás libre de buscar lo necesario para los proueer. Si te holgaras con tus iguales, así penaras en sofrir la enbidia de tus desiguales. Y en conclusión, si no puedes decir ni facer lo que quieres, así estás libre que no te digan ni te hagan acá lo que no quieres, y de los otros infinitos males que arriba dice Sant Agostín.

Nota bien, amada fija, que el sabio Salamon dice que el prudente se asconde cuando vee el mal, y el loco pasa y padesce infortunio. Y en el salmo treinta, que comiença in te Domine esperaui, dice estos versos: ¡Oh, cuant grande es la muchedunbre de la dulçura tuya, Señor, que escondiste a los que te temen! Esconderlos has de las turbaciones de los ommes en el escondimiento de tu cara; defenderles has en tu tabernáculo de la contradición de las lenguas.

Y porque tú, por la gracia del muy alto Dios, estás en ese tabernáculo diuinal esdondida de todas estas contradiciones, y gozas de aquella corona preciosa de la virginidad de que gozan las vírgenes en el paraíso, resta agora decirte que tengas ante tus ojos cuatro cosas.

La primera, te encomiendo que sienpre tengas y creas firmemente la fe católica de nuestro Saluador y Redentor Jesu Cristo, y aquello que la santa madre Iglesia suya cree y tiene; porque ninguno se puede saluar sin fe, la cual Sant Gregorio dice que carescería de mérito si se creyese por razón.

La segunda, te encomiendo que seas mansa y humilde: y pára bien mientes que en el quinto capítulo del euangelio de Sant Mateo dice que nuestro Señor en el monte abrió su boca y dixo: Bienauenturados los pobres de espíritu. No dixo pobres de bienes, ni de oficios, ni de cargos, si bien los ministran; mas dice, que como quier que tengamos abundancia destas cosas, no seamos con ellas arrogantes ni vanagloriosos. Item, manda que seamos mansos, y poseeremos la tierra: y esto veemos por esperiencia, porque nunca vi soberuio que durase mucho en ella, ni en el amor de las gentes; y veemos que los mansos y de blanda condición son tan agradables en su conuersación, que ganan la gracia de las gentes, o alcançan honras e bienes.

Sant Pedro en una canónica dice, que Dios resiste a los soberuios, e da gracia a los humildes. Y si algun émulo o aduersario touieres, no te pese: porque no es siempre malo tener el omme algun conpetidor o contrario, porque entonces fallarás que es bueno cuando por miedo de la reprehensión de mi émulo dexo de fazer cosa fea, y cuando me refreno de algunos vicios que [no] me refrenaría si el miedo del conpetidor no touiese presente. Verdad es que beuir omme sin emulación, aquesto es lo más seguro; pero cuando la malicia del tienpo lo criare, ningún remedio más cierto tenemos que beuir tan linpios de reprehensión que quebremos los ojos al reprehensor.

Otrosí deues, fija, tener ante tus ojos una verdadera e no fengida obediencia a tu mayor. Y mira bien que dice el euangelio, que el dicípulo no ha de ser sobre el maestro, ni el sieruo sobre el señor. Y el apostol dice a los romanos, que toda ánima sea súbdita a su mayor, porque todo poder es dado por Dios, y quien resiste a su mayor, resiste a Dios. Y por cierto si bien mirado es, mucho mayor cuidado deue ser el mandar que el obedescer; porque aquel que manda ha de trabajar el espíritu, considerando qué es lo que manda y [a] quién lo manda, e en qué tienpo, e por qué, y para qué, [e] todas las otras calidades que se deuen mirar en la gouernación. E si buen gouernador es, sienpre estará en pensamiento si aurá o no aurá buen fin lo que manda. Sant Gregorio en los Morales dice que cualquier presidente que tiene cargo de ministración sienpre está puesto en los encubiertos tiros del enemigo; porque cuando trabaja por proueer las cosas presentes, a las veces, no mirando, daña las futuras. Así que el que manda pende de muchas cosas: e el que obedece, de sola una. Obedeciendo paga su deuda, y no tiene de dar cuenta si es mal mandado, pero darla ha si no es bien obedescido. Y veemos por esperiencia que las casas, las órdenes, las cibdades, las prouincias e los reinos duran y relucen con la obediencia, y caen e se pierden por la inobediencia de los rebeldes. Y si por ventura algun cargo touieres de gouernación, por Dios mira que seas en él tan vigilante, que tu negligencia no acarree mengua: en especial deues mirar que no seas traída por afectión de personas. El euangelio dice: Sabemos, Señor, que eres verdadero y que no miras la cara de ninguno, mas la vía del Señor muestras con verdad. E así como el salmo dice que acerca de Dios no hay acebción de personas, menos la deue auer cerca de los gouernadores; porque allí cosquea la razón del gouernador, do se mira linaje, o afectión, y no virtudes e abilidad.

Sant Jerónimo en un prólogo a los romanos y a los judios que se gloriaban de linaje, les reprehende diciéndoles: En tal manera os gloriais de linaje como si las buenas costumbres no os ficiesen fijos de los santos, mejor que el nacimiento carnal. E el Boecio de consolación dice que ninguno hay de mal linaje, saluo aquel que dexada la vía de la virtud es maculado con las malas costunbres.

La tercera cosa que te encomiendo es que tengas caridad, sin la cual ninguno en esta vida puede ser amado, ni en la otra bien rescebido. Sant Pablo dice: Si fablare las lenguas de los ommes e de los ángeles, y no tengo caridad, no es otra cosa sino una canpana que suena. E si touiere espíritu de profecía e touiere tal ingenio que sepa todos los misterios e toda la ciencia, e touiere tanta fe que pueda traspasar los montes, y no tengo caridad, no vale nada. E si diere a comer toda mi facienda a los pobres, e no tengo caridad, no me aprouecha nada. La caridad es paciente e benigna, la caridad no es enbidiosa, no tiene maldad, no es vanagloriosa ni soberuiosa, no es anbiciosa, no busca lo ageno, no piensa mal, no se goza con lo malo, gózase con lo verdadero, todo lo sufre, todo lo cree, a todo sobrepuja, todo lo sostiene. Esto dice Sant Pablo a los corintios en los trece capítulos.

Y ¿quieres amada fija, que te diga qué cosa es caridad? A mí paresce que es un comouimiento que sienten las entrañas del caritatiuo, conpadeciéndose cuando vee alguno padecer mengua o angustia, quier de consejo, quier de ayuda o de consolación, o de otra alguna necesidad. E el caritatiuo usa desta caridad ayudando al necesitado; calla callando sin publicar el ayuda que él face, ni la mengua que el menguado padece: e esta caridad se deue usar con todos los ommes. E como quier que somos inclinados a desamar a los malos como a malos, pero piadosa cosa es amarlos como a ommes, porque en lo uno amamos la naturaleza nuestra, e en lo otro desamamos la malicia agena.

La cuarta es rogarte, pues tienes oficio de orar, y estás en casa digna para lo facer, que ruegues a Dios por mí y por tu madre, e en ésto nos pagarás la deuda que nos deues, como facen las cigüeñas que mantienen a sus padres cuando enuegecen otro tanto tienpo como ellos mantouieron a los fijos cuando eran pollos. Y tu, amada fija, si criándote en nuestra casa ouiste alguna buena doctrina, deues pagárnosla en oraciones agora que somos viejos, y las auemos menester. E acerca de la manera del orar, Helías el profeta decía que Dios oya por el fuego, conuiene saber, por el ardor de la deuoción. Así que la oración se deue facer con todo coraçón, y con todo el entendimiento, sin nos trasponer cuando oráremos en pensamiento ageno de lo que oramos; porque ya vees cómo estará Dios con nosotros para nos oyr, no estando nosotros con él para le rogar. E por cierto, burla paresce fablar y no tener el pensamiento en lo que fablamos; porque esta tal fabla ni nosotros la sabremos decir, ni el que la oye la querrá entender, o mucho menos facer. E porque sepas mejor cómo has de orar, trasladé de latín en romance para te enbiar la oración dominica del Pater noster, con la esposición que fizo Sant Agostín.

Plega a nuestro Señor y a la Reina de los cielos que te dexe perseuerar en su seruicio, porque al fin hayas santo y entero gualardón, e te dé gracia para rogar por nosotros.

Para cierto cauallero

Señor: mandais que os escriua mi parescer cerca del casamiento que se trata de vuestro sobrino. Ciertamente, señor, las cosas que suelen acaescer en los casamientos son tan varias y tanto fuera del pensamiento de los ommes, que no sé quién ose dar en ellas su parecer determinado, en especial porque si la cosa subcede bien, no es agradescido el consejo, e si acude mal es reprehendido el consejero. Querría, señor, preguntaros qué parecer puede ninguno dar en los casamientos cuando en los amores que tenía el otro vuestro primo vimos el estudio que tenía en el traer y la vigilança en el seruir, e qué temor hauía de enojar, y qué humildad en el rogar, qué deleite en el contenplar, y qué diligencia en el visitar, qué alegría en el fauor, e qué tristeza en el disfauor, qué obediencia en el mandamiento, y qué alegría en ser mandado, qué deuoción en el mirar, e qué placer en el amar, qué velar, qué madrugar, qué auenturar, qué posponer, qué sofrir, qué acometer, qué trabajar, e cuantas e cuáles penas y congoxas tenía en el continuo pensar, e qué primores escreuía, y qué locuras a las veces decía.

Ciertamente, señor, muchas son las variedades que se rebueluen toda hora en el pecho del enamorado, e grandes son las penas que le deleitan, e grandes son las sospechas que le penan; de las cuales cosas si sólo una ficiese por amor de Dios, como face por amor de amiga, entiendo que en cuerpo y ánima iría al paraíso. Y vistes cómo después que alcançó por muger la que adoraua por señora, dentro de dos años houo entre ellos tal discordia que buscaua causa para auer diuorcio della. Y ciertamente, señor, no nos marauillemos si quiriendo él mandar como marido, fuese a ella graue ser tan presto subjecta de aquel que fué algun tienpo señora.

Tanbién vistes la fuerça y la manera que fué menester para traer el otro vuestro sobrino a que concluyese el casamiento que fizo, y veemos agora como, dexado el aborrescimiento que primero tenía, poco a poco se le conuertió en un amor tan feruiente e tan loco, que se ha desnudado, no sólo del poder, y del entender, más del querer y del saber, e está remitido todo a la muger que primero aborrescía; la cual le tiene tan subjecto, que le manda lo que quiere, y como y cuando le place, e le defiende, e le castiga, y le quita lo que quiere, e le da lo que le place: y el mancebo es ya venido en tan grand estremo de subjectión, que ni osa repugnar lo que le manda, ni dexa de facer lo que ella quiere, aunque él no lo quiera, e obedece el triste como seruidor, e sufre como sieruo.

Destos dos estremos, éste diría yo, señor, que se deue huír, por ser muy ageno de todo varón y de toda razón; e también porque face poco en honra de la muger tener marido que no vale nada.

Así que, señor, porque la prudencia es la que gouierna, e no consiente fealdad en las cosas, si en tendés que [no] la hay en alguna de las partes, pues la doncella es buena e fija de buena, concluidlo en ora buena.

Para el obispo de Coria, dean de Toledo

Reuerendo señor: incrépame vuestra merced porque no escriuo nueuas de la tierra: ya, señor, estó cansado de os escreuir generalmente algunas veces pero me he asentado con propósito de escreuir particularmente las muertes, robos, quemas, injurias, asonadas, desafíos, fuerças, juntamientos de gentes, roturas que cada dia se facen abundanter en diuersas partes del reino, y son por nuestros pecados de tan mala calidad, e tantas en cantidad, que Trogo Ponpeo ternía asaz que facer en recontar solamente las acaescidas en un mes.

Ya vuestra merced sabe que el duque de Medina con el marqués de Cádiz, el conde de Cabra con don Alfonso de Aguilar, tienen cargo de destruir toda aquella tierra del Andalucía y meter moros cuando alguna parte destas se vieron en aprieto. Estos sienpre tienen entre sí las discordias biuas e crudas, y crescen con muertes, con robos que se hacen unos a otros cada día. Agora tienen tregua por tres meses porque diesen logar al senbrar, que asolana toda la tierra, parte por la sterilidad del año pasado, parte por la guerra que no daua logar la labrança del canpo. Los hermanos del duque, muertos en batalla; los caualleros, de una parte e de otra, todos robados, desterrados, omiciados, y enemistados con guerras y recuentros cada día de uno e otros en toda aquella Andalucía, tantos que serían difíciles de contar.

Del reino de Murcia os puedo bien jurar, señor, que tan ageno lo reputamos ya de nuestra naturaleza como al reino de Nauarra; porque carta, mensajero, procurador, ni quistor ni viene de allá, ni va de acá más ha de cinco años.

La provincia de León tiene cargo de destruir el clauero que se llama maestre de Alcántara, con algunos alcaides y parientes que quedaron subcesores en la enemistad del maestro muerto. El clauero, siue maestre, sienpre duerme con la lança en la mano, veces con cient lanças, veces con seiscientas. El señor Santiago ayuda a la otra parte: unos dicen que por recobrar a Montanches, que es llaue de toda aquella tierra, e ge la tiene el clauero ocupada; otros dicen que por auer el maestradgo de Alcántara. Baste saber a vuestra merced que aquella tierra está toda llena de gente de armas, para saber cómo le deue ir.

Deste nuestro reino de Toledo tienen cargo Pedrarias, el mariscal Fernando, Cristobal Bermudes, Vasco de Contreras. Leuántanse agora otros mayores, scilicet, conde de Fuensalida, conde de Cifuentes, don Juan de Ribera, Lopes Ortiz de Estúñiga, Diego Lopez de Haro fijo de Juan de Haro, desposado con la fija del conde de Fuensalida, la que auía de ser condesa de Cifuentes. Estos facen guerra porque los dexen entrar en sus casas: si entran, como son de mala yacija, nunca estarán quedos dentro; si no entran, nunca estarán quedos fuera con deseo de entrar. Si entran algunos que se trata que entren, los que quedaren fuera de necesario bollecerán por entrar; de manera que no sé por qué pecados aquella noble cibdad rescibe tan grandes y espera rescebir mayores puniciones. ¿Qué diré pues, señor, del cuerpo de aquella noble cibdad de Toledo, alcaçar de enperadores, donde chicos e mayores todos biuen una vida bien triste por cierto y desuenturada?

Leuantose el pueblo con el dean Morales e prior de Aroche, y echaron fuera al conde de Fuensalida e a sus fijos, e a Diego de Ribera que tenia el alcaçar, e a todos los del señor maestre. Los de fuera, echados, han fecho guerra a la cibdad, la cibdad tanbién a los de fuera: y como aquellos cibdadanos son grandes inquisidores de la fe, dad qué heregías fallaron en los bienes de los labradores de Fuensalida, que toda la robaron usque ad ultimum, e quemaron e robaron a Guadamur e otros logares. Los de fuera, con este mesmo celo de la fe, quemaron muchas casas de Burguillos, e ficieron tanta guerra a los de dentro, que llegó valer en Toledo sólo el cocer de un pan un marauedí, por falta de leña. El rey es ido allá, e fizo ir con él al conde de Saldaña, porque los unos y los otros lo ponen en su mano. Plega a Dios que yo sea incierto adeuino, porque yo creo que no podrá sentenciar el conde; e si sentenciare, no se obedescerá; e si se obedesciere, no se conplirá; y conplido, no durará, ni la razón da posibilidad para ello. El que más en ésto a mi ver ha perdido es el señor conde de Fuensalida, no tanto de sus rentas e bienes que le han quemado e tomado, aunque es asaz, cuanto de la autoridad que por el oficio e por su persona tenía en aquella su naturaleza. Esto digo porque la cosa va tan rota contra él, que fué por la cibdad llamado Alfonso Carrillo, al cual entregaron la vara del oficio de alcaldía mayor. El subceso que aurá no lo sé; pero hoy día la tiene en haz del rey, que está en la cibdad como tratante entre ellos. Medina, Valladolid, Toro, Çamora, Salamanca, y eso de por ay está debaxo de la cobdicia del alcaide de Castronuño. Hase levantado contra [él] el señor duque de Alua para lo cercar, e no creo que podrá, por la ruín disposición del reino, y tanbién porque aquel alcaide está ya criado gusano del rey don Alfonso, tan grueso, que allega cada vez que quiere quinientas e seiscientas lanças. Andan agora en tratos con él porque dé seguridad para que no robe ni mate. En canpos naturales son las asonadas e no mengua nada su costunbre por la indisposición del reino.

Las guerras de Galicia, de que nos solíamos espeluznar, ya las reputamos ceuiles, y tolerables, immo, lícitas. El condestable, el conde de Triuiño, con esos caualleros de las montañas, se trabajan asaz por asolar toda aquella tierra hasta Fuenterabía. Creo que salgan con ello, segund la priesa le dan.

No hay más Castilla; si no, más guerras auría... La corte que... los del consejo squalidi, contadores gementes, secretarios querentes...

Hauemos dexado ya de facer alguna imagen de prouisión, porque ni se obedece ni se cunple, y contamos las roturas e casos que acaescen en nuestra Castilla como si acaesciesen en Boloña, o en reinos do nuestra jurisdición no alcançase. Y porque más breuemente vuestra merced lo comprehenda certificos, señor, que podría bien afirmar que los jueces no ahorcan hoy un omme por justicia por ningún crimen que cometa en toda Castilla, auiendo en ella asaz que lo merescen, como quier que algunos se ahorcan por iniusticia. Dígolo porque poco ha que Juan de Ulloa, en Toro, enbió a las casas del licenciado de Valdiuieso e de Juan de Villalpando y los ahorcó a sus puertas. Estos eran de los más principales de la cibdad; todos los otros caualleros de Toro sabido ésto, con sus parciales o allegados huyeron e desanpararon la cibdad. El Juan de Ulloa y los suyos entraron las casas y robaron las [...]

Yo vos certifico, señor, que no acabe aquí esta letanía. Así que, señor, si Dios miraculose no quisiere rehedificar este tenplo tan destruído, no os ponga nadie esperança de remedio, sino de mucho peor in dies.

Los procuradores del reino, que fueron llamados tres años ha, gastados y cansados ya de andar aquí tanto tienpo, más por alguna reformación de sus faciendas que por conseruación de sus conciencias, otorgaron pedido e monedas; el cual, bien repartido por caualleros y tiranos que se lo coman bien, se hallará de ciento e tantos cuentos uno sólo que se pudiese auer para la despensa del rey. Puedo bien certificar a vuestra merced que estos procuradores muchas y muchas veces se trabajaron en entender e dar orden en alguna reformación del reino, y para ésto hicieron juntas generales dos o tres veces: y mirad cuant crudo está aún este humor e quant rebelde, que nunca hallaron medecina para le curar; de manera que desesperados ya de remedio, se han dexado dello.

Los perlados eso mismo acordaron de se juntar para remediar algunas tiranías que se entran su poco en la iglesia, resultantes destotro tenporal, e para ésto el señor arçobispo de Toledo e otros algunos obispos se han juntado en Aranda. Menos se presume que aprouechará esto; porque he miedo [...]

El señor maestre se casa agora: casado, acuérdase que se junten aquí en Madrid él y el cardenal con algunos grandes e perlados, para dar orden en alguna paz e gouernación del reino, poniendo algunos perlados e caualleros que gouiernen por tienpos [...]

[...] Porque sobre el cómo e sobre el quién [...] como dize Tulio; y esto porque falta el oficio del rey que lo auía todo de mandar solo. Muerto el arçobispo de Seuilla, todos sus bienes y la Mota de Medina quedó a Fonseca su sobrino. Aquella villa, viéndose opresa de aquella Mota, acordaron de la derribar, y para ésto tomaron por ayudador al alcaide de Castronuño, el cual con los de la villa, e los de la villa con él, la tienen ya en algun aprieto con propósito de la derribar, y aun dauan alguna suma por ello. El Fonseca, viéndose así e a su Mota en algún estrecho, trató con la villa que le diesen alguna equivalencia, e que les daría la Mota para la derrocar, e para ésto que llamasen al señor conde de Alua [...]

Porque el duque la touiese en las manos fasta que la villa conpliese la equivalencia que al Fonseca auía de ser dada: y esto todo se trató sin lo saber el alcaide de Castronuño que la tenía cercada. Et factum est sic. Vino el duque de Alua con gente, y entró por una puerta de Medina, e el alcaide se fué por otra, e alçó el cerco, e tomó el duque la Mota en sí; unos dicen que para la derribar, como la villa lo desea, otros que para la tornar al Fonseca, como él lo querría. Yo, señor, veo que se la tiene el duque [...] No dude vuestra merced que la enbidia ha fecho su oficio aquí, de tal manera, que algunos fauorescen de secreto al alcaide para que el señor de Alua tenga que entender con él algun rato. Vedes aquí las nueuas de hasta agora: si más quisiéredes, por la muestra destas sacarés las otras.

Para Fernand Alvares, secretario de la reina

Señor: acá nos dicen que se concluye paz con el rey de Portogal, e por cierto cosa es muy santa e conuiniente a amas partes. A la reina nuestra señora, porque quitado el enpacho de la guerra en reino ageno, pueda administrar libremente la justicia que deue en el suyo, e tanbién porque cosa es digna de loor vencer con fortaleza e pacificar con humanidad. Al señor rey de Portogal conuiene eso mismo, porque si bien lo mira su señoría, cara a cara, le ha mandado Dios que se dexe de esta demanda, pues vido que este reino no le pudo sofrir, ni el suyo ayudar, ni mucho menos el de Francia remediar para conseguir su propósito. Vido eso mismo su señoría que si ouo orgullo cuando tomó a Çamora, aquello fué por peor, pues fué para salir della con daño y muerte de algunos suyos. Si ouo orgullo para poner real sobre la puente, aquello fué por peor, pues se leuantó de allí sin conseguir fruto, e peleó y fué vencido. Si ouo esfuerço en la guerra que el rey de Francia nos facía en su fauor, aquello fué por peor, pues se mouió por aquello a ir en persona donde ni ganó honra ni truxo prouecho. Si acordó enbiar la gente que enbiaua a Mérida e Medellín, aquello fué mal consejo, porque peleó y fué vencido del maestre de Santiago. E, en conclusión, si houo orgullo con la mucha gente de Portogal e muchas flucias de Castilla cuando entró en ella, aquello fue por peor, pues salió della con poco prouecho y mucho daño. Así que, señor, bien miradas estas esperiencias que vido e que vimos públicas, e otras algunas que su alteza ha sentido secretas, de creer es que son amonestaciones diuinas que se facen a los reyes católicos para los reducir de malo a buen propósito. E así entiendo que, como a católico príncipe, por vía de verdadero conoscimiento de Dios, pues en obras claras vee su voluntad secreta, remidando a Nabucodonosor, cuyas tentaciones fueron a penitencia, e no a Faraón, que le troxeron a endurescimiento, nos dexará libres seruir nuestros reyes, e no nos molestará ya más para que siruamos a reyes agenos, quos non cognouerunt patres nostri. En especial creo que como príncipe católico y prudente tomará el consejo euangélico que dice: ¿Quién es aquel rey que ha de ir a cometer guerra contra otro rey e no se asienta primero a pensar si podrá con diez mil ir contra el que viene a él con veinte mil? E pues vee su alteza que no es tan poderoso para sostener guerra donde tanta desproporcion de poderío hay, es de creer, segund su prudencia, que segund el mismo euangelio dice, enbiará su enbaxada, e rogará aquellas cosas que conciernen a la paz. Escriue esto Sant Lucas a los catorce capitulos de su euangelio: póngolo en romance porque no vais a declaradores.

No dubdo, señor, que alteren al señor rey de Portogal algunas cosas nacidas de las esperanças que le darán de Castilla; pero a mí paresce que deuería su señoría menbrarse bien que mi señor el cardenal d'España le enbió entre otras cosas a decir cuando quería entrar en Castilla, que no ficiese grand cabdal del ayuda verbal que le ofrecian algunos caualleros e perlados deste reino; porque cuando necesario ouiese el efecto de la actual, podría ser que ni fallase actual ni verbal. En lo cual paresció que el cardenal mi señor profetizó más cierto la salida que ouo en este fecho, que los que fauorescieron su entrada en este reino.

Para el maestre de la capilla del rey de Portogal

Charissime domine: dos, y aun creo que tres cartas vuestras he rescebido que no contienen otra cosa sino rogarme que os escriua: y ciertamente querría facer lo que mandais, cuanto más lo que rogais, saluo porque ni tengo acá ni me dais allá materia que escreuir. Menos escriuo nueuas, porque las públicas vos las sabés y las secretas yo no las sé. E porque el filósofo dice que los sermones sunt inquerendi iuxta materiam, pues vos no sabés dar la materia, menos puedo yo facer los sermones: así que vos por no saber, y yo por no poder, se queda la carta sin escreuir.

Después he pensado que me querés apremiar que diga la materia e faga la forma, como el rey Nabucodonosor costriñó a sus mágicos que le dixiesen el sueño e le mostrasen la soltura: e aunque vos no tenés el poder de aquel rey, ni yo el saber de aquel Daniel; pero digos que fecistes bien en os ir, pues sois ido, e farés mejor en permanecer, pues estais allá. E como quier que se me fizo graue vuestra ida, pero cuanto enojo me dió vuestra absencia, tanto placer me da vuestra utilidad, sabiendo cómo estais bien con ese sereníssimo rey. E pues vuestra costelación era de venir de capilla en capilla de los reyes que son de leuante fasta poniente, a lo menos seremos seguros que no irés más adelante, pues no hay más capillas de reyes dó podais ir. Cuanto a lo que me encargais tocante a la señora vuestra madre, dictum puta. Valete.

Para el prior del Paso

Reuerendo señor: rescebí vuestra letra, y pues es buena, no es cara. Dígolo porque aunque vuestras cartas son tan duras de hauer, que no sé si las dais tan caras porque sean más preciadas, o si las dexais de dar por no dar aunque sea papel, porque como V. R. sabe, todos vosotros mis señores los religiosos sois tan enemigos del dar cuanto sois deuotos del tomar; como quiera que sea, me plogo de la rescebir, por saber de la salud de vuestra reuerendísima persona, y tanbién por conocer si haués tenplado algun poco esa cobdicia que el hábito de Sant Gerónimo vos da, deuiendoosla quitar.

Inter alia me mandais que os escriua nueuas: e para decir verdad de lo que yo sé, ningunas hay de presente sino guerra de moros, en la cual esta nuestra señora veemos que fuelga y trabaja con tantas fuerças interiores o exteriores que paresce bien tenerla en el ánimo [...]

Creed que toda su mayor solicitud por agora es los adereços que conuienen para la seguir, porque tiene los enemigos flacos, hanbrientos, diuisos, y tan caídos, que se cree a pocos vaiuenes sean derribados o a lo menos [...]

Face bien de perseuerar en su enpresa, porque no le contezca lo que acaesció a muchos reyes e enperadores, que no sabiendo conoscer su tienpo, ni su vencimiento, perdieron todo su trabajo pasado, y ouieron infortunios en lo porvenir.

Otras nueuas ouimos esta semana, scilicet, que el rey de Portogal después que degolló antaño al duque de Bergança, mató ogaño al duque de Viseo, su primo, fijo del infante don Fernando y hermano de la reina, su muger, moço de veinte años: y dícese que mandó matar otros ommes principales, sus criados e seruidores. La causa destas muertes dicen que fué informacion que ouo el rey cómo este duque trataua de lo matar. Esto es lo que dicen los otros; lo que digo yo, es que no querría beuir en reino donde el rey mata sus debdos, y los debdos se dice que imaginauan matar su rey. Ciertamente, reuerendo señor, fablando en la verdad, grande y muy arrebatada deuiera ser la ira que aquel rey, para ser rey, concibió, pues le fizo que matase y que matase él mismo, e tan aceleradamente, e a omme de su sangre, e sin le oír primero, e a moço de veinte años, hedad tanto tierna, que aunque fuese hábile para facer fazaña, no era aún capaz para la inuentar ni para imaginar dolo. No tenemos licencia de fablar en las cosas de los reyes, pero sé os decir que infinitos reyes leemos beuir vida larga y próspera perdonando, e pocos leemos beuir muchos días ni seguros matando. Fiat voluntas Dei.

Vedes aquí, señor, las nueuas con sus auctoridades. Estas y más os diría, no porque no sé que las sabés vos, mas porque sepais que las sé yo, e no digais, como solés decir, que mis ochenta libros estarían mejor en vuestra celda que en mi cámara. Valete.

Para mosen Alfonso de Oliuares que estaua en la conpañía del duque de Placencia

Señor: días ha que sope el reposo que fallastes con ese noble señor, y considerada vuestra condición y hedad, conoscí que así como Dios permite turbaciones a los turbulentos, bien así acarrea sosiego a los quietos. Plega aquel qui liberauit vos a negocio per ambulante en corte et repleuit vos longitudine dierum, que al fin ostendat vobis salutare suum.

Yo, señor, soy aquí más traído que venido; porque estando en mi casa retraído, e casi libre ya de la pena del cobdiciar, e començando a gozar del beneficio del contentamiento, fuí llamado para escreuir las cosas destos señores. Este señor me rogó que os escriuiese, y enbiase unos renglones que oue fecho contra la vejez. Por ellos verés que cum eram paruulus loquebar ut paruulus. Agora que soy viejo, la hedad me costriñe escreuir el sentimiento que se siente en los días viejos.

Al señor duque beso las manos. Valete.

Para Puertocarrero, señor de Palma

Muy noble y magnífico señor: dice vuestra merced que querría ver mis razones más que mis encomiendas. En verdad, muy noble señor, yo deseo que viésedes más mis seruicios que lo uno ni lo otro; pero porque son pocos e flacos, los suplo con aquellas pocas encomiendas que os enbié. Y por tanto, señor, no quiero que resciba vuestra merced este engaño; porque haués de saber que cuando houieire fecho lo último de mi poder por os seruir, certifico a vuestra merced todo ello valga bien poco. Así que no lleua razón que tal señor como vos, o con tan claras obras como las vuestras, estén obligadas a tan flaco seruidor, e tan pocos seruicios como los míos.

Dice asimismo vuestra merced que andando por mandado de la reina con el duque de Viseo os cuesta saber la lengua portoguesa tanto como al conde de Castañeda la morisca, cuando se rescató de la prisión de los moros. Ciertamente, señor, amos comprastes caro: porque ni la una lengua ni la otra valen la meitad de lo que costaron, e con tales compras de lenguajes como estas que se os deparan está como está el tesoro de Palma. Pero, señor, si mirais que el otro compró su libertad, e vos fecistes vuestra lealtad, fallarés que amos comprastes barato. Allende desto os deués conortar con el señor rey de Portogal, a quien costó más dineros aprender la lengua castellana que a vos la portoguesa, e nunca pudo aprender palabra della en todo el tienpo que en Castilla estouo.

Para el cardenal d'España

Ilustre y reuerendísimo señor: sabido aurá V. S. aquel nueuo istatuto fecho en Guipuzcoa, en que ordenaron que no fuésemos allá a casar ni morar ete., como si no estouiera ya sino en ir a poblar aquella fertilidad de Axarafe, y aquella abundancia de canpiña. Un poco paresce a la ordenança que ficieron los pedreros de Toledo de no mostrar su oficio a confeso ninguno. Así me vala Dios, señor, bien considerado no vi cosa más de reír para el que conosce la calidad de la tierra y la condición de la gente. ¿No es de reir que todos o los más enbían acá sus fijos que nos siruan, y muchos dellos por moços d'espuelas, y que no quieran ser consuegros de los que desean ser seruidores? No sé yo por cierto, señor, cómo ésto se pueda proporcionar: desecharnos por parientes y escogernos por señores; ni menos entiendo cómo se puede conpadecer de la una parte prohibir nuestra comunicación, e de la otra fenchir las casas de los mercaderes y escriuanos de acá de los fijos de allá, y estatuir los padres ordenanças injuriosas contra los que les crían los fijos y les dan oficios e cabdales e dieron a ellos cuando moços. Cuanto yo, señor, más dellos vi en casa del relator aprendiendo escreuir que en casa del marqués Iñigo Lopez aprendiendo justar. Tanbién seguro a vuestra señoría que fallen agora más guipuzes en casa de Fernand Aluares e de Alfonso de Auila, secretarios, que en vuestra casa, ni del condestable, aunque sois de su tierra. En mi fe, señor, cuatro dellos crío agora en mi casa mientras sus padres ordenan esto que vedes, y más de cuarenta ommes honrados y casados están en aquella tierra que crié y mostré, pero no por cierto a facer aquellas ordenanças. Omnium rerum vicisitudo est.

Pagan agora éstos la prohibición que fizo Moisen a su gente que no casasen con gentiles: pero no podemos decir dél: coepit Moises facere et docere, como decimos de Cristo nuestro Redentor; porque dos veces que casó tomó mugeres para sí de las que defendió a los otros. Tornando ora, señor, a fablar al propósito, ciertamente, señor, grand ofensa ficieron a Dios por odenar en su iglesia contra su ley, e grand ofensa ficieron a la reina por ordenar en su tierra sin su licencia.

Para el señor don el Enrique

Muy noble y magnífico señor: tanto placer houe del pesar que houistes por la pérdida de Zara, cuanto pesar houe del placer que houieron los moros en ganarla. E por cierto, señor, si desto deue pesar al buen cristiano e al buen cauallero, mucho más deue pesar al visnieto del infante don Fadrique y del rey don Alfonso de Castilla, como vos sois. Este tal, por cierto, no solo deue hauer pesar, mas deue hauer ira: porque el pesar a las veces es de las cosas que no lleuan remedio, y la ira es de las que se espera remedio y vengança. Algunos filósofos dixeron que el buen varón no deue hauer ira; e Aristótiles en las Eticas dice que la deue hauer donde conuiene y por lo que conuiene; y por cierto, señor, no sé yo cuándo ni por qué cosa más la deue hauer el buen cauallero que por el caso presente. Asi que, muy noble señor, como suelen decir: pésome de vuestro enojo, así os digo que me plogo deste vuestro pesar; porque de razón, como fijo de vuestro padre y nieto de vuestros auuelos, lo deués hauer, y no medre Dios quien consolatoria os enbiare sobre ello.

Dice vuestra merced que os pesara si cuando fuéredes en la corte se os quitare el pesar que tenés por la pérdida de aquella villa: y creo, muy noble señor, que recelais no os acaesca lo que acaesció a Sant Pedro; el cual, como fuese esforçado, verdadero y constante, entrando en la corte de Caifás, luego se mudó y negó y enflaqueció, Esto, muy noble señor, es verdad que acaesce en las cortes de los reyes malos y tiranos, do se face el buen cauallero malo, y el malo peor; pero no ha logar por cierto en la corte de los buenos reyes e católicos, como son estos nuestros, porque allí se ha tal dotrina con que el buen cauallero es mejor, y el malo no tanto; y aun allí puede el buen cauallero ganar su alma cuando recta e lealmente se houiere en las cosas. Decía el obispo don Alfonso que el cauallero que no iua a la corte y el clérigo que no iua a Roma no valían un cornado.

Al muy noble e magnífico señor, mi señor el conde de Cabra, señor de la villa de Baena

Muy noble e magnífico señor: la reina, nuestra señora, me mandó dar la carta original que la señora condesa le enbió, en que recontava el vençimiento que a Dios plogo darvos de los moros; e por virtud de aquella asenté el fecho segund pasó; pero porque en este memorial que V. S. agora me enbió está relatado por más estenso, tornarlo he a asentar más conplido, guardando la forma deste memorial. Pláceme, muy noble e magnífico señor, que me lo enbió V. S.; porque, si bien miramos, de todos cuantos vençimientos hicieron los grandes reyes y señores pasados, ni aún de los edeficios que fundaron ni fazañas que ficieron no queda otra cosa sino esto que dellos leemos; y aun los edifiçios que facen, por grandes que sean, caen e callan, y la escriptura de sus fechos que leemos ni cae ni calla en ningund tiempo. Y porque este vuestro es digno de memoria y es razón que vuestros desçendientes se arreen dél, yo me trabajaré en servir a vos y a ellos diciendo la verdad.

Yo, muy noble e magnífico señor, en esto que escribo no llevo la forma destas corónicas que leemos de los reyes de Castilla; mas trabajo cuanto puedo por remidar, si pudiere, al Tito Livio e a los otros estoriadores antiguos, que hermosean mucho sus corónicas con los razonamientos que en ellas leemos, enbueltos en mucha filosofía e buena doctrina.

Y en estos tales razonamientos tenemos liçençia de añadir, ornándolos con las mejores e más eficaçes palabras e razones que pudiéremos, guardando que no salgamos de la sustançia del fecho. E porque me escrivieron que çerca de la deliberaçión del rey moro ovo algunos votos, dellos pro e dellos contra, yo hice dos razonamientos: el uno que no se devía soltar, el otro consejando que se suelte. Enbíolos a V. S., y si mandáredes quel postrimero razonamiento se intitule a V. S., pues en aquel se determinó el Consejo, luego lo faré. Suplico a V. S. que los mande guardar e no se comuniquen con ninguno, salvo con la señora condesa, a serviçio de la cual yo soy tan afiçionado que puede ser bien segura que tiene el estoriador de su mano.

Y asimismo al señor don Martín, vuestro hermano, a quien me fallo menguado por no venirme a las manos cosa en que le pueda servir; y pues estos dos me tienen por servidor, seguro deve estar V. S. de mi lealtad a vuestro serviçio. Pidos por merçed, señor, me escrivais si lo reçibió, e qué es lo que le place. Nuestro Señor conserve vuestra muy noble e magnífica persona e acreciente vuestro estado.

De Madrid, partiendo para la corte, a XX de Febrero.

Deo gratias