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ArribaAbajoCapítulo de lo que me acaesçió en Çamora

Llegué a Çamora martes, bíspera de Pascua, día de los Reyes, prinçipio del año de 1546. Y apeéme en las casas del buen prior de San Juan, don Diego de Toledo, de quien vos tengo contado en este libro. El qual me reçibió honrrosa y amorosamente, aunque no huvo falta de quexas por no lo aver visto en después que del Perú vine en España, que fueron çinco o seis años, con otros tantos que allá stuve. El qual me mandó luego aposentar dentro en su casa, como otras vezes solía, y dar posadas y raçiones a mis criados y bestias. Aunque el lugar es del Rey, mandó alquilarles posadas. Tenía en su casa gran conpaña, demás de sus deudos algunos cavalleros y muchos escuderos. De los quales escuderos os tengo dicho y representado en este libro sus maneras y condiçiones, a lo qual me remito. Y agora concluyo en dezir dellos esto poco que veréis: no se puede vibir con ellos ni se puede bibir sin ellos, porque por la una parte son neçesarios y por la otra son ynneçesarios. Porque diligentemente sirven y aconpañan, y tanbién yeden y enportunan y aun son peligrosos. Les avéis de llamar «Merçed» y sobre eso «Mi señor». Si los tratáis mal, desafíanos, y si bien, son muy pegajosos, espeçialmente si es tiempo de chimenea que, como los peccadores el vestido de verano, traen de ynvierno, que siempre se visten de una manera, an frío, y como son desvergonçados y locos, ponen el hombro aunque sea a su señor.

Luego me dixo el buen prior que fuese a ver al conde de Alva de Lista, su cuñado, que fué casado y al presente lo es con su sobrina. No é podido saber si es legítima, aunque lo é preguntado, pero sé dezir que es fantástiga, según é oydo y bisto. Porque así como llegué a su casa, la hallé en una silla, y no se levantó a mí ni aun creo que me mandara sentar, si yo no me sentara. No me llamó «Merçed» ni me la hizo. Y el señor o señora que no la dize ni la haze, «Quítala dende, corno la dama que ni mata ni prende». Luego vino el dicho conde su marido, que en otro quarto estava, el qual es un señor muy honrrado y muy sabio y muy buen cavallero y muy gran señor. Y le dixe que si me quería dar las manos para besarlas». Y él me dixo que besava las mías, y llamándome muchas «Merçedes» y ofreçiéndose a hazellas, como otras vezes solía.

El dicho prior, el segundo día que llegué, me apartó y me dixo: «Señor, vos me mandastes, avrá quinçe años, que diese a vuestra madre quatro caýzes de trigo cada un año por toda su vida en la mi villa de Lora, çerca de Sevilla, adonde ella bibe y mora. Y así lo hize hasta avrá un año por toda su vida, que mandé revocalle esta merçed y serviçio por daros a entender el enojo que de vos he tenido en no averme venido a ver tanto tiempo á. Mas agora que lo avéis hecho, mandaré que se le tornen». Yo, besándole las manos, le dixe: «Á de ser con condiçión que la çédula no diga que Vuestra Señoría se los pueda quitar quando fuese servido, como fué dicho y fecho en la primera. Y por quanto mi madre queda doliente en la cama, demás de ser de ochenta años y don Hernando mi hermano no á muchos menos, que después de muerta mi madre, los á de goçar él por todos los días de su vida los dichos quatro caíçes de trigo». El me respondió: «Que soy muy contento dello».

¡Así plega a Dios lo sea él en el çielo con su ánima!, que creo que así será, porque en el suelo vemos grandes muestras y señales, bibiendo en él cavallerosamente y santa. De don Enrrique Enrríquez de Guzmán -que es su sobrino, hijo del dicho conde y de la dicha su hermana- y de su muger, doña María de Toledo, hija de su hermana, que son primos hermanos marido y muger, que an de ser conde y condesa de Alva de Liste y el dicho prior tiene por hijos, no vos quiero contar más de que en verdad son mereçedores de todo loor, etc.

Todavía acuerdo no dexar a Pero Borreguero en el tintero, al qual vide en Zafra desta manera, vendiendo cabritos en su casa. Y es viejo y pequeño de cuerpo, coxo de una pierna. Y luego me pareçió hombre con quien me podía holgar. Y mirando a los cabritos gordos, y a él, que era flaco, le dixe que cómo se llamava. Díxome que Pero del Castillo, y que era de Alva, do avía sido rico y honrrado. Yo le dixe, por tener que hablar con él: «Pues yo voy allá por corregidor». Dióme una silla cabe el fuego y quiso darme cuenta de su vida, e yo de oýlla.

E díxome: «Señor, yo le hago saber que soy el que dizen en los cantares Pero Borreguero». Queriendo saber cómo avía sido, dixo: «Yo tenía una muger galana más que perteneçía para mi ofiçio, que era carniçero. Y reprehendiéndoselo, cantava al fuego: 'Mal aya quien a vos casó, la de Pero Borreguero,' porque tenía borregos en casa. Después puse por obra su aparençia y cortéle la cabeça. Pésame que quité ánima donde no la puse. Y después los copleadores cantaron y descantaron muchas más coplas sobre Pero Borreguero. Después é casado con esta muger que es muy honrrada». Entre los dos avría çerca de doçientos años. Buenaventurado el contentamiento, el qual les haga buena pro.




ArribaAbajoLo que me acaesçió en Medina del Campo, viniendo de lo que dicho es de Çamora

Llegué una noche a un mesón y embié a don Juan de Toledo, sobrino, hijo de su hermano, del duque d'Alva don Fadrique de Toledo, de quien vos tengo largamente contado en este libro, el qual siendo clérigo heredó muchas villas y lugares de don Pero de Toledo, su hermano el mayor, que murió en Bormes en Alemaña, antes de ser casado, en Corte y serviçio del Emperador y Rey d'España. El qual á tornado, de ser hermano de don Fadrique de Toledo, a don Enrrique, hijo de su padre. y de su madre quanto pariente, y según el dicho Enrrique merecía y merece, porque como é dicho en este mi libro y apuntado, no se puede dezir tanto quanto él es tal por su persona, gentil, sabio, franco y esforçado, afable y conversable, alto con los altos y bajo con los bajos en su trato y conversaçión, que aunque fuera hijo de çapatero, que no tuviera deudo con él, fuera justo dalle su hazienda, memoria y suçesión, etc.

El qual dicho don Enrrique casó con doña Ysabel de Mendoça, hija de don Diego de Castilla, al qual no le faltava sino título para ser uno de los grandes de Castilla en linaje y en renta y en persona. Y ella fué tal que aunque pudiera casar con un señor de título, no quiso sino con el dicho don Enrrique, porque conoçió lo susodicho. Y lo mismo hizo el Emperador, que lo hizo gentilhombre de su cámara, etc. El qual con todo esto me tomó y juró por hermano y por tal me tiene.

Y tornando al prinçipio deste capítulo, lo que le embié á dezir al dicho don Juan fué que quería yr a çenar con él. Y él me embió a dezir que fuese mucho denorabuena con un par de hachas al mesón; quél y la dicha doña Ysabel me esperavan de buena gana; quel dicho don Enrrique su hermano estava con el Emperador en Flandes. Y hallé con ellos a doña Teresa de Toledo, muger de don Diego del Águila, hija de don Hernando de Toledo, comendador mayor de León, hermana del dicho duque, la qual parece a su padre y no quiero dezir más. Don Juan me reçibió los braços abiertos y los pies tuertos, y asimismo la dicha doña Ysabel su cuñada, la qual es tal que haze ventaja a su marido, aunque no puede ser mucha y poca es de espantar, digo en todo lo que le á loado a él, loo a ella, porque un día y dos noches que comí y çené con ella, lo ví y lo entendí. Éstos son los casamientos que haze Dios, y si alguno haze el diablo, fué el de Pero Borreguero. Y si así es, «Mal aya quien a vos casó, la de Pero Borreguero».




ArribaAbajoE de cómo llegué a Madrid a Corte del Príncipe nuestro señor e lo queme acaesçió allí

De Su Alteza fué muy bien reçebido, bien así como solía, asimesmo de la illustríssima señora doña María de Mendoça; y de su marido el comendador mayor de León tibia y mesuradamente, no como otras veçes solía. De lo qual yo fuí descontento, aunque la exçelente su muger me contestó y me consoló, diziendo: «No se os dé nada, don Alonso, que aquí estó yo. No dexéis de hablar al comendador mayor, que viendo vuestra voluntad, aréis dél lo que quisierdes, que es bien acondiçionado, como vos sabéis, que á XXV años que le conoçéis». E yo con el calor y favor desta gran señora, otro día en la noche, estando el comendador solo, entré a hablalle. Y él con grandes cortesías me hizo sentar en una silla, su bonete en la mano tan bien como yo el mío, Y yo le dixe: «Señor, yo escreví una carta a Vuestra Señoría, de que está enojado de mí; la qual fué regalándome con vos, confiando en vuestra vondad y sufrimiento. E paréçeme que no lo avéis tenido conmigo, enojandôs de mí, teniéndome por yngrato, ynputándolo a yngratitud. No soy tan neçio ni tan malo como eso, que bien sé y siempre me é acordado que me avéis regalado e siempre yo no creo que he herrado. Pero si Vuestra Señoría lo cree, pídole perdón por la causa que para ello le he dado». Él me respondió: «Engañado está Vuestra Merçed, que ni me acuerdo desa carta ny é tenido ni tengo enojo de Vuestra Merçed». Yo le dixe: «Pues, ¿cómo me llamáis «Merçed»? y estas merçedes, «¡A, tan largas para mí, no solían ser ansí! « Tornóme a llamar otras muchas vezes.

E yo enojéme y afrentéme, porque más quiero el amor de quien bien quiero que la cortesía. Y díxele: «Pues, ¡cuerpo de Dios!, señor, halláisme loco para no darme corregimientos y cuerdo para no sufrir mis desatinos». Y salíme y fuéme al Prínçipe nuestro señor, muy enojado, dándole cuenta dello. Su Alteza me dixo: «Callá, don Alonso; no reçibáis pena, que yo os haré amigo del comendador como de antes». Yo le dixe: «Señor, no se me da nada. Haga lo que quisiere. Todo será aguardar a quel tiempo lo haga y quél vea que ya no le queda otro amigo más antiguo que a mí». E luego me embió a llamar la exçelente; e díxome: «Mirá, don Alonso; no dexéis de venir a comer y a çenar cada día con el comendador y conmigo. Y confiad en la bondad del comendador mayor y en mi diligençia y voluntad». Yo le dixe: «Señora, no sé si lo podré acabar conmigo ny si le dé más enojo en ello». Ella dixo: «¡Cómo sois neçio, don Alonso! Hazé lo que os digo». Y así lo hize, porque esta tal señora con dezir neçio -que es lo peor que se pueda dezir- queda hombre contento y honrrado.

Y así ella tuvo tales man eras con que dentro de dos días el comendador mayor de León partía comigo sus bocados y con su propia taça me hazía beber sus escamochos, porque se juntó la bondad dél y la voluntad della y mi yntençión. Amén. De manera que torné como de antes, que mejor no podía ser. De lo qual el Prínçipe nuestro señor se alegró mucho y todos los más, aunque no faltó a quien les pesó. Y luego que llegué, de aý a quinçe días, Su Alteza me embió con cartas suyas a las señoras ynfantas sus hermanas, que están en Alcalá, seis leguas de Madrid. De las quales fué muy bien reçebido amorosa y honrrosamente, porque me mandaron sentar, aunque onores ay que offenden. Verdad es que estavan retiradas en su retraimiento. Y de allí bolví a la Corte con mi respuesta, otro día que llegué, porque con esta condiçión me dió Su Alteza un quartago que llevé, sperando cayga un poco esta privança para partirme a Flandes, mediante la voluntad de Dios, sin la qual no ay nada hecho ni derecho.




ArribaAbajoEsta es una carta que vino de Flandes, donde está Su Magestad, al comendador mayor de León, en que, como veréis, el correo mayor le da quenta de razón de la horden del Tusón que Su Magestad tuvo; la qual me pareçió poner aquí porque ay cosas dignas de saber y nuevas

«Illustríssimo señor: Desde la villa de Bomel, tres leguas de Bolduque, a los XXIX de diçiembre screví a Vuestra Señoría lo que se ofreçía con un portugués que despachó el embaxador de Portugal. Y después llegó Su Magestad a esta çibdad de Utreque a los XXX muy bueno como lo está agora, graçias a Dios. Y otra cosa de nuevo no ay, salvo que para començar la fiesta del Tusón estava la yglesia mayor desta çibdad en orden y el coro della bien entapiçado y çercado de las armas de Su Magestad y de los çinquenta cavalleros bibos y difuntos de la dicha orden después del capítulo de Tornay, y las armas de cada uno en su tabla con su rétulo y nombre. Estava el asiento de Su Magestad cubierto de brocado con un dosel de lo mismo. Y luego a la mano derecha estavan las sillas de los reyes de Inglatierra, el de Romanos y Dinamarca, y de la otra parte la del rey de Françia y del de Polonia y del de Escoçia, cubiertas de brocado con sus coxines. Los tableros de las armas de los reyes eran más altos que los de los cavalleros. Y así yvan después las sillas y asientos cubiertos de terçiopelo carmesí con coxines de lo mismo.

Estavan en la yglesia, vestidos de pontifical, quatro obispos y quatro abades: los obispos eran los de Utreque, Cambray, Torrnay y Niça. Vino Su Magestad el sábado a vísperas, acompañado de todos los cavalleros que aquí avía, y el señor duque d'Alva delante, como mayordomo mayor, y los mayordomos. Venía vestido Su Magestad de una ropa larga de terçiopelo carmesí, aforrada en raso blanco, guarneçida de hilo de oro, çeñida, y sobre ella un manteo de lo mismo, largo hasta em pies. Llevava sobre la cabeça una manera de capirote con un rodete gruesa a la greçiana y sobre él unos pliegues altos, abiertos por ençima, de terçiopelo carmesí, aforrado en tela de plata, y ençima su cadena y tusón de la misma manera.

Yvan delante ocho cavalleros de la horden del Tusón, de dos en dos; los primeros y más modernos eran musiur de Bura y musiur de Lelen, y tras ellos musiur de Bosuyalon y señor de Bredero, de aý luego musiur de Rus y musiur de Pimov. Y los últimos y más çercanos a Su Magestad yvan musiur de Treçey y el duque de Ascote. Yvan delante de los cavalleros quatro ofiçiales de la orden, grefiel, tesorero, y chanziller y tusón d'oro, vestidos de la misma manera, salvo que las ropas no yvan guarneçidas, y sus cadenas. El tusón d'oro llevava una gran cadena de slavones dobles, ancha de más de quatro dedos, con las armas de todos los sobredichos de la horden. Yvan quatro reyes d'armas y dos maçeros y las trompetas, que sonaron muchas fasta ser entrados. Yglesia y coro hizieron su oraçión y sentóse Su Magestad y después cada cavallero debaxo del tablero de sus armas e en su horden y ançianidad. Hizo las çeremonias el obispo desta çibdad.

Salió Su Magestad bien tarde de las bísperas. Y el domingo siguiente vino Su Magestad a misa con todos los ofiçiales y cavalleros de lo horden, vestidos a manera del día pasado. Fué la misa de Sant Andrés y díxola el obispo de Utreque muy solene. A la ofrenda, ofreçió Su Magestad; después dél, todos los cavalleros presentes. Y por los ausentes, desta manera: el conde de Bura se sentó en la silla del rey de Yngalatierra y salió a ofreçer por él y ansimismo por el de Françia; y el duque de Ascote por el rey de Romanos y por el de Polonia; musiur de Buar salió a ofreçer por el Prínçipe nuestro señor y el mismo por el condestable de Castilla y duque de Calabria y duque de Alburquerque, y ansí otros por los demás cavalleros ausentes. El chanziller de la horden hizo una plática sobre las cosas y constitutiones de la horden a los bibos.

La misa se acabó tarde y Su Magestad se bolvió con los cavalleros, como vino, a comer. Estava en una gran sala, puestas nueve mesas grandes todas en una hila, juntas, unas de otras yguales, la de Su Magestad en el medio, cubierta primero de unos manteles. Sobre ella y todas las otras mesas se puso una gran tabla de manteles, labrada de todas las armas de los cavalleros de la horden, bibos y defuntos y ausentes. Ovo gran banquete, y fueron servidos los cavalleros de la misma manera de Su Magestad, cada uno por sí y vestidos como fueron a la yglesia. Su Magestad estuvo muy regoçijado toda la comida, riendo y hablando con todos los que con él comían. Los quatro ofiçiaies comieron aparte en una mesa, tam bien vestidos y servidos como los cavalleros. El duque d'Alva sirvió aquel día a Su Magestad toda la comida.

En la tarde este día bolvieron a bísperas, vestidos de paño negro de la misma manera que lo pasado. Y ayer, lunes, a misa fueron a las bísperas y misa de defuntos y con las mismas zirimonias pasadas. Y comieron como el día de antes, salvo que Su Magestad comió en mesa aparte y los cavalleros en otra mesa en la misma sala y los ofiçiales en otra mesa en la misma sala. Ayer, lunes, a las bísperas vinieron vestidos de damasco de la misma manera como los otros días. Y oy a misa salieron de la misma manera; fueron las bísperas y misa de Nuestra Señora. Y con esto se á acabado la fiesta.

Hasta agora no se á podido saber quién son ellegidos a la orden. Los que faltan son XXII. Quando lo supiere, lo avisaré a Vuestra Señoría. Mosiur de Pranta y mosiur de San Pipor están maldispuestos aquí y no an ydo a la fiesta. Ésta ago por vía de Ámberes para que, si alguno fuere de allí, la lleve, prinçipalmente para que Vuestra Señoría sepa la salud de Su Magestad y cómo se á fecho la fiesta del Tusón. Otras nuevas no sabría que escrevir a Vuestra Señoría, aunque creo que déve aver artas a las manos. Dizen que estaremos aquí poco y que Su Magestad partirá dentro de ocho días, no se sabe çierto para dónde. Creo que presto despacharán para Hespaña. Yo lo deseo por yr a servir a Vuestra Señoría, cuya illustríssima persona y estado guarde y acreçiente Nuestro Señor como Vuestra Señoría dcsca. De Bolduque, a V de henero de 1546. Beso las manos de Vuestra Señoría. Muy çierto servidor y criado, Ymondo de Tasis».

Pareçer del auctor.

Los sagrados doctores, demás de lo que vieron y oyeron, escrivieron cosas sacadas de su juiçio y entendimiento natural, espeçialmente los sabios filósofos, que fueron honbres como nos. Y aunque yo no sea tan doctor ni tan filósofo que quiera presumir de tanto entendimiento, no quiero dexar de escrevir, juntamente con lo que tengo escrito en este mi libro que é visto, oýdo y entendido, pasado y trabajado, alguna cosa de lo que entiendo, pues me ayuda para ello el tiempo y espiriençias.

De que hallo que ningún rey deve encargar cargo de confiança, espeçialmente de justiçia y governaçión, de que tanta cuenta es justo que se aya de dar a Dios y al mundo, a hombre que juegue a naypes y a dados y a otros juegos, ni bebe vino ni aun, si ser pudiese, poco, quanto más mucho; ni a un su ygual lo deve de tener por amigo ni fiarse dél por la razón y razones siguientes. El jugador, quando gana, desea ganar y quando pierde, desea robar. Y daquí naçen las codiçias, fechos y cohechos e yntereses, robos y descuidos, pérdida de honrra y bergüença y conçiençia y de hazer bien sus ofiçios y de guardar açia su igual el amistad, porque tiene tal fuerça y esfuerço el juego que desque se da a él un poco, se dan mucho y no tienen otro Dios ni otro rey ni otra alma ni otra honrra ni otra ocupaçión sino a él y al propio interese para él, etc.

Pues el que bebe vino embriágase, y si no, calléntase de manera que ni teme a Dios ni al Rey ni se da dos maravedís por todo lo demás, el que bebe mucho y el que bebe poco. De manera que se á de mirar quel hombre de que se á de confiar beba el vino moderada y aguadamente y, si ser pudiese, que no bebiese ninguno. De manera qúe estos dos viçios embriagan, así el uno como el otro; favoreçen a la sensualidad contra la razón tan reziamente que la sensualidad queda señora, y la razón desechada y olvidada. Para lo qual no hallo remedio ni medio sino cabo, y es: dexallo del todo, porque el que bebe poco bebe mucho, Y el que juega menos juega más. Verdad es y otorgo y conozco que ay muchos doctos, grandes y justos varones que de cada viçio déstos tienen poco y son muy rectos, lo uno por pasar el tiempo, el juego, el otro por su salud y esforçar el estómago, que es el vino. Pero son pocos los esmerados y los escogidos a quien no sojuzguen los viçios.

Otrosí, tanta dificultad, cristianíssimo rey, y a tí, amigo, pongo para administrar y governar justiçia y pueblos y guardar el amistad al amigo, al honbre pobre y neçesitado por las razones siguientes, conviene a saber: que sin hazienda y averes no puede sustentar la vida ni la pompa deste mundo, siendo legos y no menos que frailes françiscos. Y estos averes y hazienda se adquieren forçosamente, quando no ay renta ni hazienda, como mejor pudieren y no como mejor devieren, haçiendo hechos y cohechos y no teniendo ley con Dios ni con el Rey ni con el amigo, mas os digo, aunque sea hombre honrrado y cristiano, conforme a aquel refrán: «Neçesitas non habet legem, etc.» Porque en quanto a la conçiençia, confía en la misericordia de Dios, y en quanto a la honrra, piensa que no se á de saber y, ya que se sepa, quieren ser más tiranos que no ganapanes.

Yten: Cristianíssimo rey, no as de permitir ni consentir quel privado ni el de tu Consejo tenga hijo ni yerno ni pariente, aunque sea rico y honrrado y sabio y concurran en él todas las calidades neçessarias para ello, que sea governador ni corregidor por muchas razones que aquí no espreso por no ser prolixo y porque alcança poco el que no las entiende. Solamente que si el ynferior juez sabe quel superior que le á de castigar, se a de doler dél, no se duele él de los otros; y donde no ay temor, ay descuido, speçialmente aquel juez de residençia que contra el tal va.

El auctor.

Los malos casados no es por culpa del varón sino de la muger, porque «Quando uno no quiere, dos no barajan,» y es razón que ella no quiera barajar por muchas razones que, sin ponerse aquí, se pueden entender. Y este libro no es para neçios, aunque no quiero dexar de dezir que es más honrra a la muger sufrir que al marido consentir.

El auctor.

Mientras estoy doliente, no vos puedo contar fechos ni acaesçimientos míos ni partiçipaçiones agenas de que se trato en este mi libro, porque la dolençia me tiene ençerrado en fin y prinçipio de los meses de abril y mayo de 1546. Que desque me dieron la herida en Jahén en los pechos, que os tengo contado, yendo a acompañar a la illustríssima señora doña María de Mendoça la exçelente, que yva a dexar a su hija la duquesa de Sesa en su tierra á çinco años se me derramó la sangre por el cuerpo. E fasta agora he tenido começón, hasta que se me bajó a las piernas. E con trabajo e cuidado e con consejo de los físicos del sereníssimo y muy exçelente prinçipe don Felipe nuestro señor en Madrid en su real Corte, después de averme hecho otras muchas curas, me puse en una que es la siguiente: sangréme de un braço un día quatro onças; el segundo del otro, otras quatro; el terçero del tobillo otras quatro; y el quarto del otro tobillo, otras quatro; y el quinto en una pantorrilla dos ventosas de que me sacaron otras quatro; y el noveno me purgué.

De lo qual no os quiero dezir más sino que los físicos y las físicas humanas no aprovechan para dar vida al hombre, porque si bastaran, ningún hombre cuerdo y poderoso muriera sino muy viejo. Mas bastan para quitar las começones y dolores y quedar más bien sano de la enfermedad sin mal de baço ni de hígado, etc. Que con la mala regla y no purgarse ny sangrarse y bever muchas aguas y desreglarse suelen quedar malas dispusiçiones. Porque siendo yo capitán en Yndias y en parte que no avía físicos ni físicas ni barbero para sangrar, que es la cura que al dolor de costado remedia, un hombre con este dolor y grande calentura y mucha gordura y moçedad dexé en su tienda para espirar, y todos creímos que por falta de sangrar partía desta vida antes de tiempo y más de edad. Y natura proveyó como no avía de morir ni heran sus días cumplidos: rebentó sangre por las nariçes y sangróse y sanóse, aunque no tan bien y tan presto como si le sangraran y curaran.

Ya que os he dicho una esperiençia, quiéroos dezir una razón notable que oý en consequençia de mi espiriençia y opinión. Y es que un gran señor se curava con un físico; y apretándole la enfermedad, le pidió liçençia para llamar otro físico y dalle acompañado. Respondió el físico: «Señor, bien podéis, aunque si esta vuestra enfermedad es aperçebimiento, basto yo; y si es definitiva y anatema, no bastarán çiento».

Y dando fin a esto, dandôs cuenta de mis contemplaçiones y pensamientos de esta mi enfermedad, he resumido y sacado en limpio que ningún hombre cuerdo deve de pensar ni contemplar en cosas pasadas por estas tres cosas: la primera, porque si pensáis en viçios y prosperidades y otros goços y vanidades, pecáis; la segunda, si pensáys en trabajos y fatigas y otras aspereças, es grand tristeza y pena; la terçera, que gastáis tiempo en balde, pues pensáis en cosas pasadas y sin remedio en honrra ni en salud, etc., aviendo confesado lo que en ello avéis herrado contra vuestra conçiençia. Anse de pensar cosas por venir, que va hombre poniéndolas como desea, y aprovecha para gozarlas y efectuallas, en el qual effecto se puede remediar el defecto pasado, pensando en él para efecto y no para pasar el tiempo y holgura en ello. Aunque en la verdad en lo que se á de pasar en esta vida humana es barbechando y sembrando para la vida eterna que á de ser sin fin, no haziendo cuenta désta, como hizo don fray Garçía de Loaisa, general de los dominicos y obispo de Osma.

Y murió, estando yo en esta dolençia en esta Corte y en este tiempo, cardenal y arçobispo de Sevilla, de quien tengo tratado mucho en este libro. El qual á pareçido en su muerte hazer más cuenta del otro siglo que déste, pues mientras bibió, aplacando sus dolores, escusándose de ypocresías, conformándose con las grandes y justas neçesidades de Su Magestad, conoçiendo su manifiesta y católica yntençión, en confesión y fuera della. Porque en la verdad Carlos, emperador y rey d'España, dos cosas exçelentes tiene para todos muy visibles, que son cristiandad y justiçia. Algunas otras le deven de saber los que más le tratan, espeçialmente este cardenal. El qual por lo susodicho no tenía la muestra, porque no se quería vender por tam bueno como lo de dentro, y hazía y dezía cosas que pareçían de no tan cristiano como después á pareçido, ni tan cathólico ni tan amigo del reyno como después ha paresçido en su fin y muerte, paresçiéndose sus cosas, memorias, serviçios hechos a Dios y al reyno y al Rey, grandes limosnas de hombre generoso y animoso y misericordioso. Sino que me pareçe que haze el Rey agravio a las çiudades de proveher los arçobispados de personas tan desnaturados y lexanos dellas que no hazen memoria ni limosnas ni gastan sus haziendas en sus dióçesas entre sus ovejas, de quien han el fructo, etc. Y por eso dexó hecho grandes cosas en Talavera, do era natural este arçobispo, y perpetuas, así un monesterio de su horden, en que se entierra, con mucha renta perpetua para los pobres públicos y secretos.

Este cardenal y yo nos queximos mui mal, como en este libro havéis entendido, por no entendernos, y quando nos entendimos, nos amamos. Y demás de otras cosas que en su vida y nuestra amistad os tengo contado, hos diré agora lo que me acaesçió con él treinta días antes que muriese con sus ordinarias enfermedades, y nuestra grande amistad. Fué a comer un día con su sobrino y familia. Y stando comiendo, sentéme a la mesa y díxele que no dixese nada al cardenal, porque yo no venía a su serviçio sino a mi provecho. No pudo ser sino que se lo dixesen luego. Y embióme muchas gracias y regalos a la mesa, y acabado de comer, que fuese a dalle mi pasto, pues él meavía dado el suyo. Y quando llegué, me dixo: «Señor don Alonso, pues Dios no quiere que coma con vos y con mis amigos manjares con que pudiésemos holgar, dóle graçias por ello, pues dello es servido. Y porque podré comer con los oýdos, los vuestros que son divinos, dádmelos». Y allí con sus dolores y descontentos me hizo mill regalos y favores. Dios le ponga do todos nos á pareçido que él mereçe, que será la gloria: «ad quam nos perducada, quia ventus est vita mea et deus veritas».




ArribaAbajoDe cómo hize saber al Prínçipe nuestro señor, que a la sazón estava en Alcalá seis leguas de Madrid con las señoras ynfantas, mi enfermedad

Escreví una carta al illustre y muy magnífico señor don Antonio de Rojas, camarero de Su Alteza, illustre de linaje y muy magnífico de condiçión, la qual no pongo aquí porque era muy larga y dava cuenta de mi enfermedad, la qual vos tengo contada pocas hojas antes désta, evitando prolixidad. El qual don Antonio toma agora en lugar, por su gran bondad, de don Alvaro de Córdova, cavalleriço mayor de Su Alteza, que es difunto. El qual por su ynfinita bondad y porque sabía que hazía plaçer a Su Alteza, me respondía a mis cartas como en este libro avréis visto, en lo que quería saber de Su Alteza y que supiese de mí. A lo qual me responde el dicho don Antonio esta que se sigue:

«Muy magnífico señor: Su Alteza vió la carta de Vuestra Merçed y otro tanto como holgó con ella, le pesó de saber su yndispusiçión y que ella huviese sido la causa de no aver venido a velle estos días. Y las damas an gran piadad de la sangre derramada, quanto más las que saben que tan buena era para tratalla mal. Todas se conçiertan en holgarse de la sospecha que se tiene de que sea gota, porque les pareçe que siendo çierta, se atajarán los desvíos de Vuestra Merçed. Y pesándoles a los que he dicho que Vuestra Merçed no está bueno, puédese creer que lo siento yo mucho, pues ay tanta razón para que sea así. El Prínçipe será allá el jueves y pues nos veremos tan presto, no diré aquí sino que la señora doña Leonor Maxcarenas, para quien se embiaron las encomiendas, besa las manos de Vuestra Merçed y lo mismo dizen todas estas señoras y yo. Que Nuestro Señor guarde su muy magnífica persona. De Alcalá, a quatro de mayo. Servidor de Vuestra Merçed. Don Antonio de Rojas».




ArribaAbajoDe lo que le pareçe al autor de la gente e naçiones que a visto, tratado e conversado y peleado

Los alemanes son como bestias, de reçias fuerças, y pereçosos y codiçiosos. Van donde los llevan y muchas vezes se vuelven, aunque no los enbían desta su voluntad. Son muy amigos con torpeça. Los çuiços son buenos hombres de guerra porque lo tienen por ofiçio. Los françeses son hombres honrrados y esforçados, sino que les tura poco. Los moros, alharaquientos y arremetedores y con gran ventaja osan tirar su piedra y lança. Los turcos son valientes y no determinados. Los yndios son ynportunos, cobardes, que desde lexos con boçes, tiraderas y pedradadas con hondas fatigan sus contrarios. Los ytalianos son honrrados, valientes y esforçados; no les tienen otra ventaja los españoles -de los quales no quiero hablar porque soy spañol-, sino tenellos subjectos. Los portugueses son valientes en palaçio y escaramaçadores en el campo.

Y con tanto me parto a Alemaña, do está Su Magestad, y doy fin a este libro hasta que, mediante la voluntad de Dios, aya otras cosas, etc., en el tiempo y manera que beréis por esta çédula de paso que se sigue.

«El Prínçipe.

Don Sancho de Leiva, capitán general de la provinçia de Guipuzca y alcalde de la villa de Fuenterrabía, y alcaldes de sacas bedadas, desmeros, aduaneros, portazgueros, guardas y otras qualesquier personas, así de los que están en la guarda del puerto de Fuenterrabía y paso de Beona como los de entre estos reynos y los de Aragón y Navarra, y cada uno y qualquier de vos: Porque don Alonso Henrríquez de Guzmán, cavallero de la horden de Santiago y gentilhombre de la casa del Emperador y Rey mi señor, va a Alemania a los ervir y lleva un cavallo spañol para sacar de los dichos reynos, yo le é dado liçençia, como por la presente se la doy, y un rozín y una azémila cargada con ropa de vestir y otros adereços de su persona y en cosas de oro y plata labrada seisçientos ducados y doçientos escudos para su gasto, por ende yo vos mando que le consintáis y dexéis pasar con lo susodicho libremente por qualquier desos dichos puertos y pasos, sin le pedir ni llebar por ello derechos ni otra cosa alguna, no embargante qualquier prohibiçión, vedamiento y cartas nuestras que en contrario ayan para que no puedan sacar cavallos destos dichos reynos, que para en quanto a esto yo dispenso con él, presentándose primeramente en la casa del aduana del puerto por do pasare y jurando que todo lo que así lleva es suyo y que no lleva otra cosa alguna agena ny encomendada ny de las por nos vedadas e defendidas. Y mando que al tiempo que se sacare el dicho cavallo se asiente a las espaldas desta çédula como se saca, para que por virtud della no se pueda sacar otra vez. Lo qual quede originalmente en vúestro poder y dure por término de çiento y veynte días primeros siguientes que se cuentan dende el día de la data della en adelante y que vala siendo señalada del nuestro contador mayor. Fecha en Madrid, a seis días de junio de 1546 años. Yo el Prínçipe. Por mandado de Su Alteza. Pedro de los Cobos».




ArribaAbajoDe cómo salgo, mediante Dios, de la villa de Madrid, do está la Corte del Prínçipe nuestro señor, para la del Emperador su padre en Alemaña


   Quanto a lo primero,
mal dispuesto con un letrero:
Si açertare o si errare,
si bibiere o si muriere,
contento con lo que fuere.

Esto escrivo por las paredes y respondiendo a los que quieren dar consejo y diçen que me tengo de morir en el camino, como si no huyiese muerte en nuestras casas, sin saber la razón y obligaçión que hombre tiene para no poder reposar en ellas, etc. Llevo una carta del Prínçipe nuestro señor para su padre en mi favor de su propia mano y letra, la primera que por naide scrivió, después que naçió, a Su Magestad, suplicándole me oyga y crea más mi verdad que la mentira de los que le an ynformado contra mí, como se pareçerá por la sentençia y declaraçión que dieron y hizieron los del Consejo Real de las Yndias, queriéndolo saber.

Yten: llevo una carta del comendador mayor de León y otra del comendador mayor de Castilla para Su Magestad. Luego que llegué a esta Corte escreví dos cartas a don Henrrique de Toledo, de quien en partes vos tengo contado en este libro, gentilhombre de la cámara de Su Magestad, etc., en que la sustançia dellas es esta que se sigue y su respuesta. Por las quales veréis quién él es, demás de lo que vos tengo dicho, y la confiança que en él tengo y razón para yr muerto o bibo, por do digo: «Si açertare o si errare, si bibiere o si muriere, contento con lo que fuere». Amén.

«Illustre señor: Yo he, salido de Sevilla y mi casa por entender en mi caso. Voy donde está Su Magestad a ynformalle de mi verdad y desengañalle de la mentira que le an dicho los que me an querido mal y quitar el crédito con Su Magestad, para que no le ynformase de sus culpas y pecados, como se á pareçido en la prisión y sentençia de Hernando Piçarro, que fué el prinçipal, en qué fue condeñado, y la mía, dado por libre y quito y buen servidor de Su Magestad, para que en este mundo me restituya en honrra y provecho, pues en todo me á offendido contra justiçia con falsa ynformaçión, pues en el otro no tendrá tanto aparejo.

«Véngome dispidiendo de mis señores y amigos: por Çafra del señor conde de Feria; por Alva de mi señora la duquesa; por Zamora del señor prior de San Juan; por Medina del Campo de mi señora doña Ysabel de Mendoça vuestra muger. Voy en vuestra confiança, pues soys mi verdadero señor. En tanto, heche Vuestra Merçed el capirote a Su Magestad y hécheselo muchas vezes. Téngamelo manso, manso, el molino manso, mientras llego. Nuestro Señor la illustre persona, etc. De Madrid. Don Alonso Enrríquez».

«Muy magnífico señor: Con dos cartas vuestras me hallo tan ufano que no os lo sé dar a entender, sino que os espero cada día con un colchón de raso y un quartago viexo en que paséis. Y si alguna noche nos hecháremos con cuidado dónde avemos de comer otro día; otras, no. Mucho he holgado que ayáis venido y ayáis visto a todo quanto bien yo tengo en este mundo. Bien creo que doña Ysabel se holgaría con la merçed que nos hezistes en vella, porque es tan vuestra servidora como yo. Nuestro Señor, etc., De Bolduque».

Otras tres o quatro cartas en respuesta de otras mías me escrivió el dicho don Enrrique con muchos amores y cortesías que aquí no vos pongo por ser más breve y querer más sus amores que no sus favores, speçialmente que es tan público su honrrar a todos que bien se creerá, sin que yo lo diga, que lo hará a mí. No vos pongo aquí cartas del illustríssimo duque d'Alva su sobrino del dicho don Enrrique, hijo de su primo hermano, porque ny son tales como las destotro ny él es tal, aunque mejor quel dicho duque no lo ay en el mundo ny me á dexado de responder a quatro vezes que le he scripto, mas no tan a propósito de mi honrra y provecho como estotro. No sé si querrá satisfaçerme en obras. Yo vos lo diré -amén, amén- o este libro, después de yo muerto.

El qual hasta aquí á sido trasladado por los siguientes por ymportunaçión dellos y obligaçión mía: una, el prínçipe d'España, nuestro señor; otra, mi señora la duquesa d'Alva, muger deste galán; otra el conde de Salinas; otra, don Garçía de Toledo, hijo del visorrey de Nápoles, marqués de Villafranca, etc., capitán general de galeras. El dicho don Garçía preso vino a esta Corte por Su Magestad, porque aviendo a un gran señor de Ytalia tomado la palabra de amistad contra otro, lo offendió, y él, don Garçía, quedó obligado a bolver por su misma honrra y por la del offendido; y mandóle matar por unos arcabuçeros. No sé en qué parará su hazienda. Os sé dezir que no puede dexar de parar presto, según la gasta largo, porque bibe y gasta como un valeroso prínçipe y gran señor, así en arreos y adereços de su casa y palaçio como en gran compañía de señores de título y cavallerajes, con gran mesa abundante y sabrosos manjares con la más pequeña persona que dezir podría.

Y si con esta condiçión, libro mío, sacarte quiere Su Señoría, sin quitar letra ny enmendarte ni dañificarte, sea hecho enbuenora, dada su palabra como cavallero. Este don Garçía es nieto legítimo del buen duque d'Alva don Fadrique de Toledo de gloriosa memoria humana y divina, de quien en su muerte y vida os tengo aquí contado. Es primo hermano de su nieto don Hernand Álvarez de Toledo, duque d'Alva que al presente bibe, de quien también os tengo fecha inençión.




ArribaAbajoCopia de carta de don Alonso Enrríquez a doña María de Mendoza, muger de Cobos, de la vitoria del Emperador y presión de duque de Jasa, escrita en la provinçia de Saxonia a 26 de abril de 1547

Ilustríssima señora: Por estar tan alvorotados y hufanos, y aver yo escrito a Vuestra Señoría muchas cartas y cosas de acá, no será ésta para más de hazer saber a Vuestra Señoría la batalla y vitoria que anteayer, domingo XXIIII del presente, ovo Su Magestad y los que en su serviçio nos hallamos, con el ereje y rebelde y vano y viçioso Juan Fadrique de Saxonia, que es uno de los siete eletores del Imperio, que con este título y los viçios heréticos que le mostró Martín Lutero se levantó contra Su Magestad e hizo gente, etc.

Después que se retiró con su exérçito, como Vuestra Señoría avrá sabido, del de Su Magestad a los XXII de noviembre, y se desavino de Lanzgrave, su cuñado, capitán general suyo y de la Liga de Germania, y se fortalesçió en sus lugares, Su Magestad vino contra este duque con grueso exérçito; estava en esta provinçia de Saxonia. Y llegamos a tres millas tudescas, que son como seis leguas de Castilla, a un rýo que se llama Albes, do estava alojado y hecho fuerte. El qual es hondo y ancho por esta parte y no pudieron pasalle los romanos antiguos que conquistaron esta tierra.

Madrugamos antes que amanesçiese y llegamos al dicho rýo a las XI horas antes del mediodía. Y adelantóse del exérçito el duque de Alva, su capitán general, con algunos arcabuzeros españoles de a pie y de cavallo. Llegamos a tiempo que los enemigos cortaron y quemaron un puente de barcas que en el dicho rýo estava, donde tenían muchos arcabuzeros. Dimos tal priesa con los nuestros que le matamos la gente que dentro estava y ganamos el puente. Y desque esto vieron los de la parte del duque de Jasa, començaron a alçar sus tiendas y bagar y retirarse en orden con sus esquadrones hechos, así de cavallería como de infantería, haziendo altos, defendiéndose y ofendiéndonos con su artillería y arcabuzería.

El duque d'Alba, como sospechó que se retiravan, aunque no lo supo bien sabido, dixo al Emperador -que no lo oyó sino yo, que nunca me quité de su lado, que quiero mucho yo a este señor y a su muger:- «Señor, yo quiero pasar este rýo con alguna cavallería y arcabuzería en grupa». Vuestra Magestad se quede aquí, haziendo pasar la gente en grupa de los cavallos, si no se pudiere echar tan presto nuestra puente, pues estotra está quemada». El Emperador dixo: «Duque, embiemos primero a saber el salidero deste rýo qué tal es». Y embió luego al conde Landriano, italiano, para que lo viese. Mas el duque no quiso aguardar y metióse al rýo. Su Magestad le dixo: «Pues, andad, que yo iré tiras vos». El duque le replicó: « ¡Por amor de Dios! ¡Vuestra Magestad no cure de pasar, que se mojará mucho y no ay para qué!» El Emperador le dixo: «Yo lo haré así».

El duque pasó el agua y los que con él fuimos, a los bastos de las sillas de los cavallos. El duque, entre tanto que rehazía los que pasaron con él y tras él embió dozientos arcabuzeros de cavallo y otros tantos caballos ligeros que escaramuçasen con los enemigos para entretenellos, y él fué esperando su exérçito cuerda y esforçadamente. El Emperador se dió tanta priesa al paso que alcançó al duque ya çerca de los enemigos una milla ytaliana, poco más o menos. Tomóle por el braço con mucha risa, diçiendo: «¡A, duque, con el bagar me queríades dexar!» El duque le dixo: «Quiero yr a reconosçer los enemigos con aquella gente nuestra que está escaramuçando con ellos por el otro lado. Se venga Vuestra Magestad a buen paso, sin que salga de la orden». Y no quiso que fuesen con él sino Juan Batysta Gastaldo, maestre de campo general, y Pirro Colona, italianos, y el capitán Luis Piçaño y yo.

Y así llegados bien çerca de los enemigos, se defendían con muchas pelotas de arcabuz que nos saludavan. Reconosçida la gente, embióme el duque al Emperador a dezille que ellos se davan gran priesa a meterse en el bosque y dexavan quatro pieças de artillería en el campo, que era señal que no las llevavan todas consigo. Su Magestad, desque lo supo, se alegró, y animó su gente y se dió priesa; y el rey de Romanos grita de plaçer. Díxome el Emperador: «Don Alonso, bolved al duque y dezidle que, aunque entren en el bosque los enemigos, no dexaremos de hazer lo que se ha de hazer, porque nuestra arcabuzería se aprovechará más dellos». Yo que llegava con la respuesta, y el duque quedava dentro dellos, y luego el Emperador con la gente que traýa. Do fueron rotos los contrarios, presos y muertos muchos dellos. Turó el alcançe hasta çerca de una villa donde Martín Lutero fué enterrado y tienen sus huesos como de santo. Prendieron todo su bagar, que no fue poco rico. Fué presa la propia persona del duque Juan Fadrique de Jasa que en la retaguardia yva para bolver al avanguardia a pelear, como lo hizo, con una pequeña herida en el rostro.

Es un hombre muy gordo y alto de cuerpo; paresçe animoso. Truxéronle ante el Emperador. Quitóle el bonete el duque, aunque no mucho. Y como Su Magestad no se le quitó, como otras vezes solía, tornóselo a poner y díxole: «Sacra Magestad, tratáme como a vuestro prisionero y como yo merezco». El Emperador le dixo: «Solíades me llamar Carlos de Gante. ¡Andá! ¡Llévenos! que yo os trataré como meresçéis». A estas palabras no me hallé, mas fuí çertificado por personas de fe y de creer. Dizen que su muger viene a entender en su libertad.

Ha sido la mayor vitoria que Su Magestad ha avido, porque la cristiandad y su honrra estava en muy gran peligro. El duque de Alva dize que el Emperador ganó esta vitoria con su saber y esfuerzo; el Emperador dize otrotanto del duque. Yo no sé quál dize verdad, mas creo que entramos mienten, porque no lo hizo sino Dios. De aquí creo que se yrán a Ulma o a Ratisbona o Agusta a tener la dieta y a entender en las cosas de la fe, para que se remitan al santo Conçilio.

Yo he dado cuenta a Vuestra Señoría Illustríssima deste hecho, caminando por el camino real, sin apartarme por senda alguna. Cómala Vuestra Señoría sin salsa de donaires ni otras buenas razones, porque si no fuese sabroso, será sustançial, contando la verdad, que no ay cosa más desabrida. Ví lo que escrivo y escrivo lo que ví. Al comendador mayor, vuestro marido y mi señor, escreví con el correo antes déste. En ésta beso las manos a Su Señoría y le suplico aya ésta por suya, como yo lo soy.

Suplico a Vuestra Señoría que enbíe esta carta, después de avella leýdo y mostrado a Su Señoría, con persona que se la dé en su mano a mi señora la duquesa de Alva, vuestra grande amiga, cuyas illustríssimas manos besose contente con ella pues entrambas sois una cosa, y la mande trasladar en el Libro de mi vida que Su Señoría tiene, y después la embíe a Sevilla a mi muger, que aunque tarde vale más que nunca, porque quando le escrivo, no es tan copiosamente como esto, sino amores, como han de hazer los buenos casados; y también para que me la tenga guardada para quando, plaziendo a Dios, allá vaya, se ponga en el dicho libro que yo tengo. Que son tantos los trabajos y enquietudes de los de acá que si no fuera con el amor y acatamiento y obligaçión que yo tengo a Vuestra Señoría, no pudiera escrevir esto, y fué menester ponerme en mucho trabajo para ello.

Bien creo que con esto que he servido y favor del duque, ençima de lo que se me deve, negoçiaré bien presto, para yr a veros a entramos, y luego a mi casa, que es la cosa del mundo que más deseo. Y no a quebrar costilla con abraços a mi muger, como dize el duque que ha de hazer a la suya, porque no la quiero tan mal. Dezíame estotro día: « ¡O, don Alonso, si yo tomase a mi muger, qué abraço le daría, que le quebrase un par de costillas!» Y con tanto çeso, rogando a Nuestro Señor, etc. Del campo y Corte del Emperador en la provinçia e Saxonia, a XXVI de abril, 1547. Criado y buen servidor de Vuestra Señoría. Amén. Don Alonso Enrríquez.




ArribaCopia de una carta que escrivió don Alonso Enrríquez de Guzmán, caballero de la Orden de Santiago, a otro caballero de Sevilla que se diçe Pero Mexía, en que le daba aviso familiarmente, como amigo, del progreso de la guerra de Xasonia y de la vitoria que hubo el Emperador nuestro señor en la batalla que dió al duque Juan Federico quando fué preso

Señor: Ésta es para haçer saber a Vuestra Merced las cosas de acá. En berdad que mis trabaxos y peligros aun no me quieren dexar ni me pareçe que la fortuna contentarse quiere ni cansarse de tantos como me ha dado. Falta paçiençia, aunque no tanta quanta falta a los que me los dieron, pues no los pudo sufrir mi amigo y señor el Marqués, asistente, y el licenciado del Corro, inquisidor en esta ciudad, en mi honrra y açienda, queriendo onrrarse y acreditarse de buenos, jueces y amigos conmigo en el contrario de la raçón, por ser yo tan conoçido e nonbrado en parte do ellos quieren que sepan sus haçañas, prendiéndome y condenándome por palabras malsonantes -mirad; ¿cómo quien habla mucho puede tenplarlas todas?- y testigos malentendedores, siendo yo tan buen caballero y christiano como el que más. Antes esto me da consuelo a estotro, ques lo siguiente.

Yo llegué a Ulma en Alemaña quatro o çinco días antes de Carnestoliendas deste presente año con trabaxos, peligros y gastos, tomando gentes con ellos para defenderse la persona y guías para mostrarnos los caminos dudosos y oscuros, porque los claros y derechos par peligrosos estaban, por estar el emperador y rey don Carlos, nuestro señor, con grande exército contra el duque de Xasonia, uno de los siete electores del Imperio que eligen el Emperador, muriendo el que an heligido. El qual tenía otro tan grueso exército y tanta y más artillería, hecha liga con las villas francas del Imperio y otros señoríos libres comarcanos y con parte del reyno de Bohemia y el Antegravio, su primo hermano, gran príncipe de Alemaña, por su conpañero, capitán general, queriendo haçerse el dicho duque emperador y rey de Bohemía y el Antegravio rey de Romanos, ques como electo emperador, a bista los unos de los otros en canpaña, fortificados cada exérçito en su fuerte, haçiendo las trincheras y fosos a golpe de pica el Emperador y el duque de Alva, su capitán general, tan junto a los contrarios que los hiçieron retirar.

Y si no fuera porque fué el día muy nublado y de gran obscuridad, que quando supieron que se yban estaban mui desbiados, fueran presos y fatigados, que hera lo que la Cathólica Magestad del Emperador quería, como a caudillos y sustentadores de los heréticos viçios y erróneos que contra nuestra Santa Fe Cathólica Romana Martín Lutero en esta gente bárbara enprendió e dello el duque de Xasonia, Juan Federico ya susodicho, sustentando esta ruin y herética opinión por su proprio interese e viçio, según dicho es, e general contentamiento desta gente viciosa, con título de no querer ni creer más de lo que fuese ordenado por la primitiba Yglesia, dando más crédito al dicho Martín Lutero, habiendo sido apasionado y enoxado con nuestro muy Santo Padre el Papa, y vicioso y casado una vez y otra, después de biudo, con dos monxas profesas como él, que hera frayle agustino.

Por lo que crehe esta gente ques la profeçía que dexó profetiçada un falso propheta herexe que quemaron en el Concilio de Vasillea mucho tiempo ha estas mismas herexías que un día havía de benir a resucitar y predicar lo que entonces cesaba con su muerte, y este cisne piensan y crehen ser el dicho Lutero, con sus hábitos agustinos y sermones, santificando por tanto el dicho herexe que pasó martirio, queriendo más a estos herejes viciosos con sus engaños que a tantos doctos, castos e limpios y santos doctores corno hordenaron nuestra madre, la Sancta Yglesia Romana, añadiendo virtudes a lo positivo, de que heste elector, según dicho he, y que ha ordenança que quando el Emperador quisiere damnificar la tierra y gente del Imperio, qualquier de los electores junte gente para defenderlo y heligir otro emperador, tomando por daño el provecho queste Emperador Chatólico y Christianísimo les haçe con su esfuerço y yngenio.

Y así estubieron mucho tiempo sin ofenderse sino con algunas escaramuças de a caballo y con el artillería de campo a campo, asta que, como dicho he, los contrarios se retiraron. Y luego binieron a la obediencia y clemencia de la Chatólica Magestad las villas y lugares y príncipes del Imperio que rebelados estaban y aliados con el duque de Saxonia y Lantegravio sobre vicios luteranos. Y el Emperador, no pudiendo reformarlos por el presente en nuestra Santa Fe Chatólica, por no alvorotarlos y con el interese de sus vicios castigar a los ausentados con ellos mismos, çinco mill españoles ynfantes que entre ellos en tanto peligro estábamos y algunos capitanes, caballeros españoles y borgoñones y ytalianos de su real Casa y Corte, espeçialmente que aprobecharía poco querellos reformar, asta tenerlo todo llano que no aya en que estropeçar y llame a la Dieta, que es como Cortes en España, y se ponga en raçón esta sin raçón, dando orden como se celebre el santo Concilio questá començado y en él se declaren sus herrores y aya enmienda, si algún descuydo ay en la vida de los hombres, pues por nuestros pecados no sabemos, que biban sanctos en esta vida humana y sean alunbrados de su obscuridad.

Ellos no se confiesan; dicen que vasta con Dios. Mirá; ¿cómo Dios les dirá lo que han de hacer para remediarse y enmendarse de sus culpas y peccados, robos e bicios, especialmente teniéndole enoxado? No tienen por peccado la gula, comiendo e bebiendo demasiado, no ayunando ni dexando de comer carne. Son tan contentos desta vida y vicios que, aunque otros próximos parientes y vecinos, hijos ni padres, señores ni siervos, superiores ni inferiores dexen de hacer esto, añadiendo o quitando, no se lo riñen ni castigan, aunque sean chatólicos christianos, de los quales ay mui pocos, como no les digan ni prediquen en público ni en secreto contra estos dichos sus vicios. Y así en cada villa ay unos más herexes que otros. Aunque en la mayor parte ay herejes luteranos, en algunas villas son chatólicos.

El duque de Saxonia se á recogido a su tierra do tenía el exército, para guardar la quel Rey de Romanos había hido a tomársela, y desde allí rehacerse más con el regno de Bohemia, que confina con su Saxonia y tiene çierta aliança antigua. Al qual alló el Rey de Romanos fuerte, que había tomado una billa e preso al marqués Alverto de Vrandanburta, alemán, capitán del Empérador. E desquesto supo el Emperador, que en Hulma estaba para purgarse e curarse de su gota con el agua del palo, mandóse.poner en una litera y quel Rey de Romanos se fuese a juntar con él, tal que decían los de las villas por do pasábamos que yba muerto y enbalsamado, no con falta de raçón porque lo parecía. Juntóse con el dicho Rey a tres leguas d'Elguer,tierra de católicos y de Bohemia. Detuvieron con su exército y cortes la Semana Santa y Pasqua Florida.

Y de allí partirnos, el Emperador algo mexor de su dolencia, la qual no le escusaba de armarse corno buen soldado, y por nuestras xornadas, contadas en días, fuimos asta un río llamado Albi, hondo, ancho, y corriente, domingo en veinte y quatro del mes de abril deste año de mill y quinientos y quarenta y siete años, antes de mediodía, habiendo caminado -desde después de la media noche que oyó misa el Emperador- tres leguas tudescas que son cinco españolas. Do allámos el dicho duque de Saxonia de la otra parte del río con tres mill de a caballo y cinco mill ynfantes. Y como el Emperador y duque de Alva fuesen de los primeros que llegasen a reconocer el río, después de los corredores y descubridores, que heran don Antonio de Toledo, primo hermano y cuñado del duque de Alva por capitán de quatroçientos caballeros ligeros- los dosçientos arcabuceros, con cada çiento su capitán.

Alló el Emperador y el Duque, quando llegaron al dicho río, que los contrarios habían roto el puente e tomado las barcas dél para llebarlas río abaxo, en ellas algunos arcabuceros, y de la parte de la tierra muchos con mucha artillería faboreçiendo a los que yban en las barcas.

El Emperador con asta mill arcabuceros españoles, poco más, que de presto hizo llamar, su persona y la del duque de Alba delante dellos, a la lengua del agua -en lugar do en berdad yono me osara poner ni otro más valiente, porque yo estaba mucho más atrás yno con poco miedo- conbate tan regiamente con los que llebaban las barcas y las faboreçían de tierra, que así las boçes como el sonido del arcabuçería y artillería, como las balas y pelotas y polvo que lebantaban los que no açertaban en ropa sino en tierra de una parte y otra, que pareçía el Día del Juicio en temor y ruydo y escándalo y humo y polbo, fuego y agua, muertes de unos que caýan, otros que se lebantaban, asta que se hecharon a nado algunos españoles y cobraron las barcas, aunque ardiendo, porque desque más no pudieron los que yban dentro les pusieron fuego. Y con esta calor, aunque creo hera más la divina, según sucedió, el Emperador andaba alegre, alentando y esforçando, porque en berdad el mexor dicho y hecho fué el suyo. ¡Mirá qué hiçiera el questo escribe, si lo quisiera bien! Mas en esto, como ay tantos testigos, no puedo quitarle mucho de su loor, aunque lo que puedo déxolo en el tintero. Séos deçir que no hes Dios, y si me preguntáis en qué lo dexa de ser, yo os los diré, si sois tan neçio que no lo beís: por lo que dexó de hacer, aunque no dexaré de deciros por lo que podría hacerlo, porque en parte es crueldad y parte es donayre.

Yo llegué a Hulma, según dicho he, cansado, doliente y gastado. Y entré con mucho peligro de la vida en su Corte y exército porque pocos entraban que no mataban villanos y soldados, enemigos y aun amigos alemanes. Y díxele que le suplicaba a Su Magestad me diese a quien diese quenta de mis negocios. Díxome: «Don Alonso, no es tiempo de negocios». Los quales heran que Su Magestad me había mandado venir del Perú por una carta suya y por orden que dexó. Y los de su Consejo de las Yndias me prendieron en la Corte del Príncipe su hijo en España y con muchas molestias, gastos y afrentas me habían sententiado y dado por libre, con tanto que no bolviese al Perú sin licencia de Su Magestad, por haberme llamado, según parecía por la dicha carta presentada en el proceso, que biese qué me mandaba que más quería de mí, que me diese licencia para bolber al Perú a goçar de mis cosas y lugares y haçienda e poner cobro en ello, o me diese acá reconpensa de mucho menos. Y después que le obiese servido, como adelante beréis, e que no me obo menester, ynbióme a deçir con Francisco de Heraso, su secretario -sin pedirle yo nada más, porque sabía a lo que venía- que yo me podía hir quando quisiese y él se daba por satisfecho de mí.

Y habéis de saber que no se apartaba un hombre ni aun beinte juntos que no los hiçiese pedaços villanos y soldados alemanes, amigos y enemigos. Esto me pareçió como el capitán Galarça de nación vizcaýna que quando reñían dentro los pasageros, aunque fuese en golfo, les deçía: «Pasageros, ¡fuera de mi nao, que no quiero ruido en ella!» Mirá, ¿qué haría el que no supiese nadar o el que supiese, no habiendo tierra en çien leguas?

A esto fué respondido a Su Magestad que no bengo a satisfacerle sino a lo susodicho y questa respuesta me había de haber dado antes de ser más servido de mí ni gastado con lo que me pudiera bolver de Hulma. A esto no me ha respondido. Con lo que respondiere yo os lo diré.

Y bolviendo al efecto de la xornada, el duque de Alva dixo al Emperador: «Allado hemos el vado para pasar el río, y lo pasaré con la gente de a caballo y algunos arcabuçeros soldados en grupas. Y en tanto, Vuestra Magestad mande poner el puente». El Emperador dixo: «Duque, no habéis de pasar bos sino los caballeros ligeros, para que descubran los enemigos, que yo creo que se ban retirando, porque beo pocos». Y así paso el dicho don Antonio de Toledo con sus conpañías de españoles y el príncipe de Salmona, flamenco, con asta tresçientos caballos ligeros, italianos, borgoñones y españoles.

Y el duque de Alba no se le cocía el pan; dió priesa a Su Magestad le dexase pasar. El Emperador le detenía con regalos y con risas. Díxole un quento (aunque quedo, yo ohí que no estaba lexos): «Don Pedro de Cueva me dixo -yo creo que me mintió- quel Almirante de Castilla, siendo capitán general en España, habiéndoles tocado un alarma dixo: 'Salid y ved qués eso, ques la primera guerra en que me allo.'» Y esto decía Su Magestad con la voz delgada, contrahaçiendo al dicho Almirante. El duque de Alva dixo: «Vuestra Magestad me dexe pasar y aga lo que le he suplicado de no pasar sino por el puente y en la retaguardia, porque se moxará y no habrá orden». El Emperador le dixo: «Andá con Dios».

Pasamos el dicho río, el agua encima de los bastos de las sillas de los caballos grandes alemanes, que el dicho duque de Saxonia con sus tres mill de a caballo y los çinco mill ynfantes se yban retirando con mucha artillería, hechos sus esquadrones, marchando en orden de vatalla, haçiendo altos y rostro a los enemigos. Y el duque de Saxonia yba en la retaguardia para que, si nosotros llegásemos a pelear, haciéndose de su retaguardia banguardia, quedase él delante, como fué.

El duque de Alva marchó recogiendo la gente que a gran priesa pasaba tras él el río. Ynbió a los dichos príncipe de Salmona y a don Antonio de Toledo con la mayor parte de su caballería y asta quinientos húngaros de a caballo que scaramuçasen con ellos y los detubiesen asta en tanto que llegaba alguna copia de gente para darles la batalla. Ya que staban cerca de los enemigos que se podían contar los estandartes y vanderas y el polbo de la escaramuça, aunque por heso no dexaban de hir su camino, el duque de Alba se daba priesa por llegar a ellos, porque ya tenía asta dos mill caballos alemanes y españoles y al duque de Castrovilla, ytaliano, capitán de treçientos honbres de armas ytalianos del reino de Nápoles, los quales fueron de los primeros que ronpieron.

El Emperador, mui bien armado, con el Rey de Romanos, su hermano, y dos hijos suyos, el primero y el segundo, y el príncipe de Piamot, hijo del duque de Saboya, y don Luis de Çúñiga, comendador mayor de Alcántara, y otros caballeros españoles, borgoñones, ytalianos, flamencos y alemanes. Diré algunos españoles y no todos, porque el coronista que sobre esto escribiere tenga el cuydado general ques obligado, conbiene a saber: don Fernando de Toledo, hijo del duque de Alba de antes que se casase, que ha de ser uno de los priores de Sant Juan, y don Juan Manrrique de Lara, hijo del duque de Náxera, y don Alonso de Aguilar, hijo del marqués de Pliego y conde de Feria, y don Juan Pimentel y don Alonso su hermano, hijos del conde de Benavente, después de viudo, y don Juan de Figueroa y don Francisco de Toledo su hermano, hijos del conde de Oropesa, y don Juan de Mendoça, hijo del mariscal Pays de Ribera, y don Antonio de Çúñiga, hijo del duque de Béxar, y Garcilaso de la Vega, hijo de don Pedro Laso, señor de Arcos, y Hernando de Vega, hijo de Hernando de Vega, comendador mayor de Castilla, y don Diego de Guzmán, hijo del conde de Teba, y don Pedro de Toledo, hijo de don Fernando de Toledo, comendador mayor de León, y don Bernardino de Granada, hijo del ynfante de Granada, y don Francisco de Mendoça, hijo del conde de Coruña, y don Francisco de Córdoba, hijo del conde de Alcaudete, y con asta otros dos mill de a caballo.

Y llegó el Emperador al duque de Alba animosa y graciosamente, con gran risa, y hasióle del braço derecho con anbas manos -que según el Duque benía gentilhonbre bien dispuesto y armado no le devió de parecer honbre de una mano sino de dos. Dixo al Duque: «En la retaguardia con el bagaxe me queríades dexar. ¿Día era éste, Duque, para dexarme con las putas y el bagaje?», con mucha alegría y esfuerço, que cierto nos ponía mucho ánimo y esfuerço. El Duque le dixo: «Señor, ya Vuestra Magestad be la escaramuça que buestros caballeros ligeros con otros que salen de los esquadrones de los enemigos train. Yo quiero adelantarme un poco para reconoçerlos y contarlos. Vuestra Magestad traiga la gente en orden, porque yo querría saber si ay tiempo de esperar a nuestra infantería, porque vuestra persona no se querría abenturar en duda». El Emperador dixo que fuese así.

El Duque no quiso que fuese con el más de Juan Baptista Gastaldo y Pirro Colona y Césaro de Nápoles y don Pedro de Guzmán -el qual no nonbré con estos otros caballeros que he dicho, el qual es hijo de don Luis de Guzmán, porque benía con el Emperador que se había adelantado a la escaramuça- y el capitán Luis Piçaño y yo. Y llegó el Duque tan çerca de los enemigos que las balas de los arcabuçes que cabo él daban eran tantas que parecían graniço. Allí supo como los enemigos yban dexando el artillería, que hera señal que no la llebaban toda consigo.

El Duque me ynbió al Emperador a decírselo. Y holgóse con ello y conmigo, como había hecho y después hiço, con algunos recaudos y buenas nuevas con que el Duque me enbiaba a él más que agora. Y animó con ello su conpañía y díxome: «Don Alonso, bolbé al Duque y decilde que digo yo que aunque se le entren los enemigos al bosque donde se le ban retirando, no se le dé nada, porque allí nos aprovecharemos más dellos».

Quando llegué al Duque con esta respuesta, bió que los caballeros ligeros en la escaramuça apretaban a los contrarios y que ya tenían junto a sí la gente de armas de Nápoles y otra caballería. Dió dentro en ellos delante de todos denodada y esforçadamente como buen capitán y gentilhombre, de armas doradas y una çeladura pequeña, sin tener tiempo para la atar por baxo de la barba, dando mui fieros golpes en los contrarios y recibiéndolos de ellos. Llegó el Emperador animosamente ni más ni menos y esforçádamente, donde con su llegada fueron muchos dellos muertos y presos y rotos. Enpeçaron de huir; duró nuestro alcance asta la media noche y más de quatro millas tudescas.

Fué preso el duque de Saxonia con una herida en el rostro. Y traído ante el Emperador, antes que llegase, llegué yo adonde Su Magestad estaba, al qual allé con una rueda de los que dicho tengo a caballo y él a pie, diciendo estas palabras formales a los dichos hijos del Rey de Romanos y príncipe de Piamont, su sobrino: «Beis aquí vosotros sois mogos y abéysos allado en una batalla. Yo soy biexo de çinquenta años y no me he allado sino en ésta».

Luego el dicho comendador mayor de Alcántara, ques gentilhonbre de su cámara, llegó al Emperador, estando Su Magestad a pie y él a caballo, y díxo1e quedo (aunque yo lo ohí): «Señor, oy es día de consentir atrebimientos y sufrir desatinos. Suplico a Vuestra Magestad el ímpetu desta victoria y enoxos del duque de Saxonia no os hagan hacer con él lo que nunca habéis hecho con nayde, diçiéndole malas palabras». El Emperador se rió, diçiéndole: «Así, lo haré».

Y luego llegó el dicho Duque preso y quitó el bonete. Y como el Emperador no se lo quitó a él, como otras veçes solía, tornóselo a poner e dixo: «Gracioso señor, -(ques el mayor título que en su lengua le podría deçir)- yo soy vuestro prisionero. Por eso no tengo de ser maltratado. Vuestra Magestad me trate como merezco». El Emperador dixo: «Así lo haré. No solíades llamarme así, sino 'Carlos de Gante',» -todo esto en la lengua alemana. Y así mandó al duque de Alba le llebase de allí y poner preso, como fué hecho y adelante beréis.

No quiero dexar de deçiros que, todo este loor que digo del Emperador no me ha de estorbar, si quisiere decir mal dél, porque esto, Dios es el que lo hiço y no él. Tenemos por mui gran cosa y obra de mano de Dios ésta, por industria, saber y esfuerço de sus ministros ques la chatólica intención del Emperador y duque de Alba su lugarteniente, porque çierto, si fuera otra cosa, mucho se perdiera en serviçio de Dios y sustentaçión de su Fe Sancta Chatólica y Yglesia Romana, y en la vida y onrra del Emperador y de los españoles que con él estamos, que no quedara honbre a bida. Aora llama a la Dicta Su Magestad para que se remitan al santo Conçilio, para que allí se disçierna en lo que aquéstos están errados y engañados por aquel falso hereje Martín Lutero; y por enemistad con el Papa, reçia cosa quieren estos borrachos que sea él Papa de agora, tan sancto como Sant Pedro, gobernando Sant Pedro ánimas de justos y este otro de peccadores.

Y por dar quenta general a Vuestra Merced, por su curiosidad y por deseo y obligación que yo tengo de serviros y agradaros, e porque la copia desta epístola se ha de poner en el Libro de mi bida, le ago más saber, aunque sea de admiraçión y prohibido y fuera de propósito y buen estilo, pues la materia es diferente y manjares comunes suelen dar buen gusto mudándose de lo mexor a lo no tal, que bí y supe en realidad de berdad que en una gran villa de Alemaña que se llama Norunberg ay depósito de trigo de duçientos y seis años, sano y bueno, sin mal olor ni sabor, porque comí pan dél en la mesa del señor duque de Alba. Queriendo saber cómo se sostiene, dixeron que cada mes lo desarriman de una pared de tabla y lo arriman a otra, rebolviéndolo con palas. Hes un trigo menudo y tanto calor haçe allí en berano como en Sevilla.

También supe que la leche se sostiene sin açedarse quinçe o veinte días poniéndola en una olla en agua que llegue asta donde llega la leche. He sabido como en esta çiudad se an tornado los caballeros de autoridad y que mostraban ser mui cuerdos y quellos y otros que tanbién bernán a declararse por locos, reprebendían mi bulliçiosa condiçión, llamándola locura. ¡Peceador de mí! pues tantos roban con tantos nabíos, ¿por qué me quieren matar a mí con una barquilla?; quanto más que nunca dexé de mereçer principal asiento en la casa real y el hábito de la onrrada y sancta Orden de Sanctiago con el rey y emperador más onrrado que á sido ni será.

Y tornando a la xornada, el duque Mauriçio, alemán, mancebo, primo hermano del duque de Saxonia, al qual el Emperador tiene hecho elector, quitando esta dignidad al dicho su primo y gran parte de su estado y hacienda, porque mucho la tenía usurpado el dicho duque de Saxonia al Mauriçio -el qual taripoco es chatólico sino luterano- á respondido a Su Magestad a esto que nació en ello, o casi, y que no á sabido ni entendido otra ley, pero quél quiere remitirse y conbertirse al Conçilio, ques lo que querríamos, hiciesen los luteranos; los quales no quieren, por no estorbar sus vicios, que an sostenido y sostienen el dicho duque de Saxonia y Lantegravio, capitanes y caudillos desta gente bárbara, peccadora y viciosa, haçiéndose señores dellos y de los vicios y mirando a Mahoma.

Este duque de Saxonia es de quarenta años, mui alto de cuerpo y de muy hermosa persona, mui gordo y bien acondicionado, fuera de sus herexías. En su prisión á mostrado mucho ánimo y no tanto mal como le ha benido, no como a ynocente sino como a habisado. Otro día que le prendieron le enbíaron a deçir que se confesase porque Su Magestad le mandaba quitar la cabeça. Respondió como herexe quél no se había de confesar porque él no lo tenía por ley, ni le pesaba de morir, tras lo que había perdido. Por lo qual se obiera aorcado, sino por perder su ánima.

Tomámosle un rico bagaje, muchos carros cargados de plata labrada y moneda y cadenas de horo y otras joyas y preseas, muchos estandartes de caballería y banderas de ynfantería y artillería, lo qual perteneçe y obo el duque de Alba, capitán general. Del dicho saco no hobimos nada los caballeros y gente de onrra ni nos ocupamos en prisioneros, sino en pelear, como los semejantes deben haçer, ynteresando la onrra y no el provecho, el qual no se pretendió sino de Dios y del Rey. La otra gente baxa hincheron las manos y algunos se hiçleron ricos, no conoçiendo a Dios ni al Rey, ni el Rey y Emperador a ellos.

En sus enseñas y vanderas trahían los enemigos letras sanctas y buenas, no siéndolo ellos. En una degía la letra: «La palabra de Dios permaneçerá para siempre». En otra: «Si Dios es con nos, ¿quién contra nos?» -esto yba escrito en letras latinas. En cada lugar que se le benía a rendir a este dicho duque Juan Federico les daba para salvaguardia un papel, en él muy bien pintado un escudo con sus armas y así se tomó un carro a su secretario cargado destas salbaguardias. Hallábamos los clérigos casados y con muchos hijos y en todas sus casas pintado en un papel de la marca mayor a Martín Lutero, en las prinçipales pieças de sus casas, mui reberendo con sus hábitos de clérigo, como Santo Padre, muchas personas a los pies, comulgando con pan y bino y un sacerdote que se lo da. A la mano derecha de Lutero, Nuestro Señor cruçificado, señalándolo y demostrándolo con el dedo; y a la mano yzquierda en el ynfierno a nuestro mui Sancto Padre el Papa con los cardenales.

Su Magestad ynbió un trompeta a Bibengerg, seis millas adelante donde se vençió la vatalla, una billa fuerte del dicho duque, do se habían recogido sus hijos y otros soldados, ques mui fuerte y cabeça de su estado, para que se rindiesen. La qual respondió que si acá teníamos preso al Duque, que allá tenían otro duque y señor, su hijo, el qual estaba dentro y su madre la Duquesa. Çerca este gran lugar allamos otros más pequeños del mismo Duque, en el qual había una mui hermosa casa, dentro y de fuera. En una muy hermosa pieça della había muchas pinturas en las paredes mui bien pintadas de buenos colores y durables, en que estaba un Cristo con la cruz a cuestas y el Papa en una litera, Jesu Cristo labando los pies a los pobres y besándoselos y el Papa asentado. y besándoselos a él.

Todo su negoçio déstos, en suma, es negar lo positivo, lo qual no hiçieran, si fueran vicios. Preguntándole al duque de Saxonia por qué se había retirado, respondió quel coraçón de los reyes guiaba Dios. Debaxo destas chatólicas palabras y otras que dicho tengo haçían sus herexías.

La Duquesa, su muger, que ha por nonbre Sevilla, hija del duque de Clebes, gran príncipe en Alemaña, puso luego luto por su pérdida y todas sus muchas y hermosas y generosas damas. Luego que llegamos sobre la dicha villa de Bitunberg, ynbióle refrigerios de ropas y camisas y cosas de comer y de beber, con una carta que es esta que se sigue, al campo de Su Magestad, que héramos cinco mill españoles y los otros alemanes. La dicha vatalla no se venció sino con la gente de a caballo, y aun no toda, porque no hubo lugar de pasar el río.

CARTA.

Señor y muy amado marido mío: De algunos capitanes y comisarios he sabido que Vuestra Exçelençia se debe allar bueno de salud, lo qual no me ha dado poco consuelo y alegría a mi triste, turbado y aflicto coraçón. Mas pues que a placido así a Dios, ruego a Su Obnipotençia le quiera conserbar en sanidad y darle esfuerço al cuerpo y al ánima. Lo demás que yo, mísera y afligida muger, podría escribir, Vuestra Exçelençia lo podrá consigo mismo considerar. Señor y mui amado marido mío, yo encomiendo siempre a Vuestra Exçelençia en gracia de Nuestro Señor Cristo. Amén. Dada en Bitenberg, miércoles después de la fiesta de Sant Phelipe y Santiago.

De Vuestra Exçelençia carísima muger Sebilla, duquesa de Saxonia, en su mano propria.

Esta carta benía en medio pliego de papel doblado, sin çerradura ni sello, como muger considerada que su marido estaba preso y se había de ber y leer, antes que se la diesen, aunque biniera cerrada, ni trahía sobreescrito, porque lo de dentro se podía ber como hera della para su marido. Y los capitanes y comisarios de quien dice, que supo la salud de su marido fueron los que del exérçito imperial salieron a hacer rendir y probeher de vituallas para el dicho exérçito a los lugares, villas y aldeas de en torno y tierra de la villa de Vitinbeg, que se lo bernían a deçir los naturales y beçinos, que no lo sabían de los dichos capitanes y comisarios ni porque los tales entrasen donde él estaba. Mi prolixidad se tome con paçiençia por la duda que con ella se saca, la qual sería mayor trabaxo que mi prolixidad, sin la qual no se puede dar ni reçibir quenta cabal.

Su Magestad mostró, acabada 1a batalla, espeçial y general alegría espiritual y temporal, dando gracias a Dios por ello y haçiendo mercedes como la raçón requería, porque a la berdad asta entonçes no habían ganado nada, antes había perdido mucho, que las rebeldes sus inferiores le habían tenido ygual conpetencia y se habían retirado mal de su grado. Perdonó a don García de Toledo, hijo del visrey de Nápoles, que en Madrid estaba preso y sentençiado duramente, y a don Pero Portocarrero, questaba en el conbento perpetuamente por la pendencia que tubo con el de Acuña, y los hermanos de Garçilaso, que perpetuamente estaban desterrados en Orán. Hiço otras muchas mercedes. Yo espero las mías, como se las hiço Dios a él, que entre nosotros fué no matarnos después de bencida la vatalla los unos con los otros, porque los que prendíamos en vatalla y matábamos de los contrarios heran hermanos, parientes, y amigos vecinos, herejes, de la mayor parte de nuestra conpañía. Allamos muchos libros de molde en latín que quemamos, que hiço Felipe Melantonio, conpañero y succesor y sustentador de Martín Lutero en sus erróneas erexías, el qual se nos huyó y estaba con la muger y hijos de Martín Lutero y los suyos, que hera casado y lego y presume de letrado.

Yré contando este caso 1o más brebe que pudiere, sin nonbrar las villas y fuerças y cómo se repartieron, porque no ba mucho en sabello, salbo que se repartieron a contento de las partes que pretendían actión y derecho a estas tierras del duque de Saxonia y por lo que en esta guerra a servido a Su Magestad entre el Rey de Romanos y el duque Mauriçio. Y en suma, conbiene a saber que Su Magestad Chatólica del Emperador, usando de su clemencia, y esta duquesa de Saxonia su neçesidad y peligro de su bida y riesgo de sus lugares, muger y vasallage que dentro estaban y el gran poder y exérçito ynperial que sobre esta villa de Bitunberg estaba desde tres días del mes de mayo hasta los diez y ocho, que se concertaron desta manera que entregue a Su Magestad este dicho lugar de Bitunberg, el qual cabe al duque Mauricio en su parte, y otras tres fuerças, castillos y grandes villas, que son quatro, con quatroçientas pieças de artillería de bronce, las más gruesas. Este despoxo ha de ser de este elector, que succesibamente era anexo a su casa, para que Su Magestad lo dé, como lo ha dado, al dicho duque Mauricio; y questaba preso toda su bida o lo que Su Magestad fuere servido y que para los bienes y fructos de las yglesias quél aya avido para sí, que no confiesa ser algunos, se somete a la justiçia imperial, para que se lo haga bolver, porque todos diçen que los ha destruido en casar huérfanas y en ospitales y predicadores desa palabra de Dios y de su Sancto Evangelio; y en lo del sancto Conçilio hará lo que Su Magestad le mandare, porque según lo que entiendo y tengo crehido Su Magestad no quiere questo baya a mate ahogado ni con el fierro en la lança sino allanarlos y sosegarlos, para que entiendan y crehan lo que deben y les conbiene en nuestra Santa Fe Chatólica y Yglesia Romana.

El día siguiente, que fueron diez y nuebe días del dicho mes de mayo, por mandado del dicho duque de Saxonia, con liçencia del Emperador y salboconducto del duque de Alba, que llebó un atanbor del campo y exérçito imperial a la dicha villa, salieron della un hermano y un hijo del dicho duque y quatro de su Consexo para celebrar y efectuar estos conçiertos. Y bolvieron a dar parte a la Duquesa y a los de la villa y tierra. Don Bernardino de Granada e yo, este dicho día, que fué de la Santa Ascensión de Nuestro Señor, en acabando de comer, fuimos a la tienda del dicho duque de Saxonia y bimos salir al dicho su hermano y hijo y los quatro de su Consexo para bolberse a la tierra, según dicho es. Y paramos un poco con ellos. Y entre otras cosas yo dixe al hijo, el qual es mançebo de diez y ocho o veinte años y gentilhombre: «A lo menos aprovechará vuestra armada para que no tiréis con la artillería a este quartel donde está vuestro padre», casi en latín, porque no lo sabía, ayudándome el conpañero. Respondióme: «Más bale que mi padre esté en el çielo que no en la tierra mal». Y así se fué.

E don Bernardino e yo entramos a ber el Duque su padre. Allámosle muy contento y desafióme a xugar al axedrez. Y estando jugando tomóme çinco o seis peones, sin tomarle yo más que uno; él muy gran risa con ello. Yo le dixe: «No os ba tan bien con peones para que os olguéis tanto con ellos». El cayó que le deçía porque le habían huido los suyos el día de la vatalla y no quisieron defender el paso del río, queriendo él y la caballería. Rió mucho más y díxome: «Quiero estos latrineques -que así llaman los soldados- para vengarme dellos».

El día siguiente, que fueron veinte del dicho mes, volbieron los dichos mensaxeros, hermano e hijo del dicho Duque y los quatro de su Consejo con la respuesta, concluyendo y aceptando. Y en beinte y tres salieron tres mill y tantos soldados de la dicha villa, ynfantes con sus capitanes y armas y atanbores, sonándolos, asta la puerta do estaba el duque de Alva, don Fernando Álvarez, de Toledo, capitán general, asegurándoles el paso y camino que se salbasen y fuesen donde Dios les ayudase, con asta çiento de a caballo. Fuéronse en orden a çinco por hilera a dormir quatro leguas, asta do les fué hecha escolta con treçientos caballeros ligeros de nuestro campo, asegurándoles el paso. De allí se dibidieron para hir a sus casas.

Entró luego el coronel Madruc este día en la villa con tres vanderas de alemanes para estar de guarniçión en ella. Yo entré y otro día bí en medio de la yglesia la sepultura do estaba enterrado Martín Lutero sin más señal de una piedra pequeña. A los treinta se partió el Rey de Romanos para su casa con su gente; diçen que a castigar los que de su tierra y reyno an faboreçido las cosas del Duque y a prepararse del Gran Turco. Dexa con el Emperador a su hijo mayor, el príncipe, archiduque de Austria.

Murió el dicho Martín Lutero de sesenta y tres años. Ay retablos y pinturas en altares y en otras partes dél, como sancto, bestido como clérigo y no como fraile agustino en que había hecho profesión; do él hera fraile agustino en este dicho lugar de Bitunberg le fué dado a él y librado a su boluntad y para sus succesores por el duque de Saxonia, padre déste. Está puesto en sus títulos y retablos, por banidad y porque es berdad, que hera de gente llana, plebeya y se llamaba su padre Juan Lutero y su madre Margarita, y su nasçimiento y como començó a disputar desde el año de mill y quinientos y diez y siete años y a predicar desde el año de veinte y dos. Murió el primer domingo de quaresma del año de quarenta y seis, gordo y fresco, como honbre que trocaba la vida angélica por esta ynfernal. Está tan sembrada y arraigada en esta Alemaña y su comarca, especialmente en mucha parte de Bohemia, la predicación y vicios erróneos deste demonio que ha de ser mui gran maravilla e misericordia dibina reformarse del todo, aunque para Dios y su bondad todo es posible.

A los veinte y quatro, después de mediodía, salió de la dicha villa la Duquesa con tres carros de a quatro ruedas cubiertos de negro y en su conpañía muchas damas y caballeros. Traýa por la mano el segundo hijo del Rey de Romanos y esperó al Emperador en la gran sala de su tienda. Estaban con Su Magestad el Rey de Romanos y el duque de Alba y el duque Mauriçio. Llegó la Duquesa, vestida de negro y asimesmo las damas. Y el Emperador salió a ella quatro o çinco pasos, quitando el bonete. Y ella incó las rodillas en el suelo y besó su mano y tocó la del Emperador. El qual la lebantó y estando en pie entranbos, ella con muchas lágrimas ablóle pocas palabras. Y luego que acabó, començó un caballero suyo que para ello trahía a raçonar de manera que todos le oyimos... Aunque no le entendimos porque fué en lengua alemana, obo quien nos declarase. Fué:

«Gracioso y clementísimo señor: La Duquesa, que si sus lágrimas y vuestro acatamiento la estorbaron, yo os diré loque ella os digera. Y es que bien sabéis la antigüedad de la casa de su marido y quántos emperadores á habido en ella y los servicios y probechos que an hecho al Imperio. Y tanbién sabéis quién ella es. No permitáis que queden tan pobres y avatidos como en los capítulos que en la prisión su marido á otorgado, y que no le ynbiéis a España porqué es, doliente. Que le traygáis en esta vuestra Corte o en esta su naturaleça en prisión, asta que sea vuestro plaçer».

Y el Emperador le respondió que procuraría lo quél pedía. Y así se salió y se bino a las tiendas del Duque su marido. Y él salió a la puerta a reçibirla; y tocáronse las manos y abraçáronse y sin lágrimas se asentaron, aunque no con risa. Y él pidió cerbeça y bebió e hiço beber a la Duquesa. Y se lebantaron sin más apartarse y ella se bolbió a la villa, quedando él en su prisión.

Preguntáronle a este duque de Saxonia, luego que le prendieron, si tenía hecha liga con el rey de Francia o con el rey de Ingalaterra o con otro rey christiano o con alguna señoría o con el Gran Turco. A esto postrero se rió y dixo que no; y que si con los demás había algo, no lo quería deçir, porque el daño todo biniese sobre él y no sobre otro.

Desde este campo el último de mayo partió Su Magestad y bino a un lugar que se llama Halla, ocho leguas de allí y ado se concluyeron los tratos y presentaçiones de Lantegrabio con Su Magestad, de lo que fueron intercesores el dicho duque Mauricio y el marqués de Brandembruch, electores, porque este duque Mauricio es hierno, casado con su hija del dicho Lantegrabio. Y fué que biniese ante Su Magestad a su boluntad y misericordia, con tanto que no le diese muerte de su persona ni prisión perpetua, y que le bernía con la obediençia y con las palabras que puso Su Magestad, que fué y hes ordenado, y daría orden y daría o dexaría tres fuerças, gruesas villas, con que le dexase una de quatro que tenía en questaba su muger y hijos e que pensaba estar, si le dexan, con su muger e hijos y parientes y vasallos. Prometerá de dalla a Su Magestad cada bez que la quiera y que si algo hubiese usurpado a las yglesias o a otro caballero o persona, que lo bolberá, sometiéndose a la justiçia de Su Magestad. A lo qual diçe un duque alemán de Brançuiz que lo más que tiene su estado le fué dado por una herencia que de un señor de su casa tubo, que pues en la de Lantegrabio que al presente tiene tantas y el dicho Duque es chatólico, que buelban su haçienda, aunque le habían de dar la del mismo Lantegrabio.

El qual bino un día a las tres después de mediodía y traxéronle en medio mui aconpañado los dichos electores, duque Mauriçio y marqués de Brandebruch. Allaron a Su Magestad en una gran sala, asentado en una silla ençima de una alonbra y almoadas debaxo de un dosel de brocado, aconpañado del duque de Alba y estos señores y capitanes alemanes, ytalianos y españoles y enbaxadores de Françia y de otros reyes y señorías, en que estaba un moro por enbaxador del rey de Túnez.

Y a tres pasos del Emperador incó la una rodilla en el suelo el Antegrabio con su bonete en la mano, y asimismo su chançiller. El qual leyó un escrito quél le había dado de lo que había de deçir, de manera que todos lo oýan, en lengua alemana -y tardó buen rato, tanto que mudó las rodillas el Antegrabio- en que deçía que conoçia sus hierros y desatinos y él benía a la boluntad y clemençia de su Magestad. Su Magestad llamó a un chançiller del Imperio que le respondiese. Lo qual fué tan regio que le oyeron todos: «Su Magestad diçe que os reçibe de la manera que os an dicho los electores, duque Mauriçio y marqués de Brandubuch, y por respecto dellos no os da la muerte ni prisión perpetua, aunque lo mereçíades por vuestros motines, lebantamientos, inquietudes y alvorotos contra el serviçio y acatamiento de Dios y de Su Magestad». Y dixo otras muchas cosas a propósito déstas y declarando y publicando la capitulaçión y condiçiones con que lo había reçibido a su voluntad.

Todo esto duró casi media hora. Lebantáronse los dos descansados, amo y criado. El Emperador llamó al duque de Alba y díxole que llebase al Antegrabio en prisión a su casa. Y sin llegar más al Emperador se le llevó el Duque, y fueron a aconpañarle sus padrinos -aunque no de pila, porque ni él ni ellos no son baptiçados- que son los dichos duque Mauriçio y marqués de Brandenburch, electores, con su gran conpañía. Y en casa del duque de Alba estubo su gran çena ordinaria. Y sentáronse a çenar el duque de Alba y los electores y el prisionero y otros caballeros e capitanes e yo.

Casi al cabo, que había durado mucho, entró un capitán de infantería con çinquenta arcabuçeros, las cuerdas encendidas, en la misma cuadra, que hera grande, donde estábamos. ¡Mirá qué olor y qué sabor y fruta de postre para quien no lo pensaba así, según lo beréis! Quedan en la sala asta treçientos soldados destos que benían a guardar el dicho Antegrabio. El qual se bolbió demudado a su hierno el duque Mauriçio y al marqués de Brandanburch, ynobándose y marabillándose de aquello, y no menos ellos. En alçando las mesas, apartaron al duque de Alba y al obispo de Arras, que allí estaba, ques hijo de musiur de Granbela, borgoñón, padre e hijo del Consejo de Su Magestad, y el hijo, aunque mancebo, es capaz y mereçedor de que el Emperador por su mano trate sus arduos negoçios, como lo hace (habla muy bien español). Y dixéronles quel Antegrabio y ellos estaban agrabiados y afrentados de Su Magestad; que la prisión como no había de ser tan grabe y con tantas guardas como la del duque de Saxonia, que había sido preso en vatalla; que no habían entendido él ni ellos que había de ser sino sobre su palabra y aun paseándose por la Corte.

En lo qual estubieron toda aquella noche sin dormir todos quatro, el duque de Alba y el obispo de Arras, duque Mauriçio y marqués de Brindanberch, y la hija gritando, por lo menos suspirando. Y así estubieron otro día asta la noche, comiendo y çenando de mala gana. El Emperador los concluyó con su rectitud y verdad y determinada boluntad y necesidad, que todo el Imperio supiese su prisión y a los que había engañado y lebantado y con las mismas capitulaciones firmadas y afirmadas de los mismos Lantegrabio y sus padrinos, tanto que se dieron por concluidos.

Y así quedó y creo que será por mucho tiempo, porque çierto es locura natural. No se le pareçía con la prosperidad, porque a la berdad un honbre próspero y rico muchos defectos encubre, atribuyéndose a desenboltura y descuido. Y el pobre preso es abatido por mucho que sepa. ¡Guay dél! que si mucho habla y aunque bien, díçenle ques loco, por lo menos, retórico; y si poco, que es vobo o neçio.

Y así trahemos presos a los dos, duque de Saxonia y Lantegrabio, por todas las villas e lugares grandes. Quando ýbamos, no nos lloraban sino reýan nuestra perdiçión; y agora, como creçen viciosos, con espanto no pueden encubrir la tristeça de berlos presos en la infantería española, a sonbra de sus banderas y a son de sus pífanos y atanbores y al paso de los soldados, corridos como monos, el duque de Saxonia en un carro, como es mui gordo, y el Antegrabio en una aca de portante que no corre paso. Y cuando alguna vez alcança liçencia del capitán que le lleba a cargo» -el qual es don Juan de Guebara- para que por un prado o lugar llano lo dexe andar un poco aprisa, no lo tiene en poco.

¡O próspero sucçeso! ¡O glorioso contentamiento a la honrrada vitoria, goço singular, bienaventurança çelestial que con la ayuda de Dios trahe Su Magestad!

De aquí bamos a Agusta a haçer la Dieta que celebra el Santo Conçilio para reformar las cosas de nuestra Sancta Fe Chatólica. De dos cosas quiero alabar al Emperador: la una de christiano, la otra, de caballero. Y si pelea como caballero y no como rey, os lo loo de caballero y no de rey, porque lo de caballero é bisto y lo de rey no entiendo. Querría entenderlo y por eso me daré a ello.

Vuestra Merced me perdone si en esta relación, principio, medio y fin desta jornada, en esta epístola he sido corto, abiendo mucho más de lo que se podía contar, aunque a la berdad ésta es la substançia. Habíaseme olbidado de poner con los caballeros españoles, hijos de señores, a Rodrigo de Guzmán, hijo de Ramiro Núñez de Guzmán, gentilhonbre de la boca de Su Magestad, y a don Luis Cortés, hijo del marqués del Balle. A mí me queda especial cuidado de scribir lo demás que sucediere y lo que ha sucedido que dexé de poner por la prisa del correo.

Nuestro Señor, etc. De Tanabert en Alemaña. Ultimo de junio de mill y quinientos e quarenta y siete.

A serviçio de Vuestra Merced.

Don Alonso Enrríquez de Guzmán.

Impreso en Milán por Ynocençio Deçiago Gusta, a instancia de un caballero amigo del dicho don Alonso.




 
 
FINIS