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41

[«ese» en el original (N. del. E.)]

 

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Véase la colección «Alba y Mayo», de Ediciones De la Torre, que viene cumpliendo una extraordinaria labor por ampliar el círculo de lectores interesados por la poesía hacia las edades más juveniles. Asimismo quiero citar la nueva edición aparecida en los últimos meses de 1997, de la obra ya clásica Poesía española para niños (1967), de Ana Pelegrín, donde criterios editoriales han divido esa obra en dos volúmenes: Poesía española para niños y Poesía española para jóvenes.

 

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Con esta realidad vuelve el recuerdo de otra distinción ya clásica que exponía Jesualdo sobre literatura absorbida y literatura penetrable, aplicando el aspecto de la penetrabilidad en las leyes del aprendizaje que, a su vez, formuló Carlos Vaz Ferreira en los primeros años de este siglo como medio para combatir el infantilismo pedagógico. Véase el capítulo titulado «Concepto y alcance de una literatura penetrable», en Jesualdo (Jesualdo Sosa), La literatura infantil. Ensayo sobre ética, estética y psicopedagogía de la literatura infantil, Buenos Aires, Losada, 6ª ed., 1971 pp. 33-37.

 

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Incluidas ambas en la colección «Tus libros», del Grupo Anaya, y que comentaremos más adelante. La obra de Santiago R. Santerbás, subtitulada en esa segunda edición como Tres pastiches victorianos, apareció sólo con ese título en 1980, publicada por Ediciones Hiperión (Véase el prólogo de Juan Tébar y el apéndice de Eduardo Torres-Dulce Lifante, en Pickwick, Alicia y Holmes al otro lado del espejo, de Santiago R. Santerbás. Madrid: Anaya, 1996).

 

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En los primeros años sesenta contaba con cerca de doscientos títulos publicados.

 

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Véase para más detalles sobre este panorama editorial el capítulo «El libro infantil en el siglo XX», de Jaime García Padrino, dentro de la obra colectiva Historia ilustrada del libro español. La edición moderna. Siglos XIX y XX. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez/Pirámide, 1996. pp. 299-343.

 

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Parece clara la atención que la industria cinematográfica estadounidense dedica a auténticos subproductos concebidos para ese sector de público juvenil.

 

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[«el» en el original (N. del. E.)]

 

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En España, la primera de esas ediciones de la que hoy tenemos noticia apareció publicada en Barcelona, en 1847, con el título de Cuentos de Shakespeare, ó sea teatro de este autor novelado por Carlos Lamb, puesto en castellano por D. Andrés T. Mangláez (Existe un ejemplar en la Biblioteca Británica, de cuyos catálogos hemos tomado esta referencia).

 

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Citaré ahora sólo los nombres de H. E. Marshall -autora de versiones de la Chanson de Roland, de las Historias de Guillermo Tell y sus amigos, de La cabaña del tío Tom, del poema épico inglés Beowulf, -de Mary McGregor- autora de las Historias de Dante, de una versión de Los héroes, de Los caballeros de la Tabla Redonda, entre otras- y de Jeannie Lang, adaptadora de La Iliada.