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Capitulo XII

De los sofismas que ocasiona el amor propio.

     215 Entiendo por amor propio aquella inclinacion natural que tenemos à nuestra conservacion, y nuestro bien. Todo aquello que imaginamos ser à proposito para nuestra conservacion, y todo lo que nos parece que ha de hacernos bien, lo apetecemos casi llevados de la naturaleza misma; y hemos de considerar que el amor propio, es un adulador que continuamente nos lisongea, y nos engaña. Porque si nosotros regulassemos esta inata inclinacion que tenemos àcia nuestro bien, y provecho, segun las reglas que prescribe el juicio, y le conformassemos con las maximas que enseña la doctrina de Jesu Christo, no apetecieramos sino lo que es verdaderamente bueno y lo que en realidad puede conducir à nuestra conservacion pero el caso es que estudiamos poco para moderarlo, y su desenfrenamiento nos ocasiona mil males. Para describir los malos efectos que causa en lo moral el desordenado amor propio, seria menester una Filosofia moral entera, porque segun yo pienso, la inclinacion que los hombres tienen à la grandeza, à la independencia, y à los placeres no son mas que el amor propio dissimulado, ò lo que es lo mismo, todas aquellas inclinaciones no son otra cosa, que el apetito que tienen los hombres de su conservacion, y de su bien pareciendoles que le han de saciar con la grandeza, con los placeres, y con la independencia, apetito que si no se regùla, como he dicho, ocasiona grandes daños. Mas yo solo intento aqui descubrir algunos artificios con que el amor propio nos engaña en el exercicio de las artes, y ciencias, y si no atendemos con cuidado nos buelve necios, haciendonos creer que somos sabios. Pero se ha de advertir, que todas estas cosas que irè explicando son sofismas de amor propio, no porque haga el entendimiento silogismos para governarse, sino porque naturalmente casi somos llevados à hacer semejantes cosas, y si bien lo reparamos ay algunas razones que nos sirven como de premissas para deducir la consequencia. Sucede esto del mismo modo que quando uno tiene frio, y naturalmente busca lumbre para calentarse sin formar silogismos; pero facil es reducir à silogismo el motivo que tiene para buscar el fuego.

     216 Por exemplo: Si alaban à nuestro contrario en nuestra presencia, allà interiormente lo sentimos, aunque las alabanzas sean justas, porque el amor propio hace mirar aquellas alabanzas como cosa que engrandece al enemigo; y como el engrandecerse el enemigo ha de estorbar nuestra grandeza, ò ha de ser motivo de privarnos de algun bien, por esto no gustamos de semejantes alabanzas. No se forman silogismos para esto, porque basta nuestra inclinacion poderosa àzia lo que concebimos como bien; pero si quisieramos examinarlo un poco, facil serìa reducir à silogismos las razones que nos mueven. Si mi enemigo se engrandece, tiene mayores fuerzas que yo; si tiene mayores fuerzas, me ha de vences: luego mi enemigo me ha de vencer. Assi hace arguir el amor propio, ò desta manera: Yo no quiero à mi enemigo; los demàs dicen que èl es justo, piadoso, y bueno: luego yo no amo à lo que es bueno, y justo: luego pierdo de mi estimacion para con los demàs. O desta forma: Lo bueno, y justo es estimable: luego si los demàs tienen à mi enemigo por bueno, y justo, le estiman; si le estiman, no me aman, etc. Esto passa dentro de nosotros à veces sin repararlo, y por esso quando oimos à alguno que alaba à nuestro contrario, pareciendonos por las razones propuestas, que quanto el contrario es mas digno de alabanza, tanto menos lo somos nosotros, intentamos con artificio rechazar las alabanzas, ò ponerlas en duda, ò culparle en otras cosas, que puedan obscurecer las alabanzas y no sossegamos hasta que estamos satisfechos, que ya los demàs nos han creido. Todo esto lo ocasiona el amor propio, haciendonos creer que quedamos privados de un gran bien, quando le tiene nuestro contrario, ò que el creer los demàs, que nuestro contrario es bueno, y justo, se opone à nuestra utilidad, y conservacion. Desto nacen tantas injurias, y falsedades, que se atribuyen reciprocamente los Escritores que son de pareceres opuestos. Los hombres muy satiricos de ordinario tienen desordenadissimo amor propio, y continuamente exercitan la satira, porque quieren ajar à los demàs, y hacerse superiores à todos. Por esta razon han de considerar los que escriven satiras, que para ser buenas han de hacer impression en el entendimiento, y no han de herir al corazon, porque como el satirizado tiene tambien amor propio, se moverà à abatir en el modo que pueda al Autor de la satira, y estas luchas pocas veces se hermanan bien con la caridad. Esto no suele suceder assi quando se reprehenden defectos en general, porque entonces no se excita el amor propio de ningun particular.

     217 El amor propio hace que un hombre se alabe à sì mismo; y el amor propio es la causa porque no podemos sufrir que otro se alabe en nuestra presencia. El que se alaba à sì mismo, se engrandece, porque se propone como sugeto lleno de cosas que dan estimacion. Si lo hace delante de otros, se supone como posseedor de cosas buenas, que los demàs no tienen, ò que èl las tiene con preeminencia; ò à lo menos lo hace para que los demàs den el justo valor à su merito. El amor propio de los demàs no consiente esto, y assi no pueden tolerar que otro se haga mayor, ni pueden sufrir que otro sea superior en cosas buenas, porque si lo fuera, serìa mayor, y digno de mayores bienes; y como nunca queremos ser inferiores à los demàs, ni sufrimos que otros nos excedan, ni que sean mas dignos de los bienes que nosotros, por esso nos parecen mal las alabanzas. Si otro dice estos elogios del mismo sugeto, no solemos sentirlo tanto, y entonces solo los admitimos, ò rechazamos segun la passion que nos domina; pero si uno mismo se alaba en nuestra presencia, siempre lo sentimos, porque nunca podemos sufrir que venga alguno, que à nuestra vista quiera hacerse mejor que nosotros.

     218 Por esto el alabarse à sì mismo es grandissima necedad, porque como cada uno se estima tanto, creen los demàs que se alaba por amor propio, y por la estimacion que se tiene, y no con justicia; y como el que se alaba irrita al amor propio de los demàs, èl mismo, hace que los que escuchan las alabanzas, las miren con tedio, como opuestas à su grandeza, y assi estàn menos dispuestos à creerlas. Conque es necio, porque no consigue el fin de la publicacion de sus alabanzas, es à saber, que los demàs le crean; y lo es tambien, porque està tan posseìdo del amor propio, que le hace creer, que es un modelo de perfeccion, no le dexa conocer su flaqueza. No obstante es cosa comunissima alabarse à sì mismos los Escritores de los libros. Si un Autor ha pensado una cosa nueva, cada instante nos advierte, que esto lo ha inventado èl solo, y que hasta entonces nadie lo ha dicho. Es bueno que los lectores conozcan esto, pero parece muy mal que el mismo Autor lo diga. Los titulos de los libros muestran el amor propio de sus Autores, porque poner titulos grandes, pomposos, magnificos, y llenos de terminos ruidosos, prueba que su Autor ha hecho de sì mismo, y de sus escritos un concepto grande, è hinchado. Por ello alabarè siempre la modestia en los titulos. Las coplas, decimas, sonetos, y otras superfluidades que vemos al principio de algunos libros, significan dos cosas, es à saber, que ay grande abundancia de malos Poetas, y que el Autor gusta que los ignorantes le alaben, lo qual es efecto de desordenado amor propio. Las aprobaciones en el modo que oy se usan, son indicio del amor propio de los Escritores, y de sus Aprobantes. El Autor de un libro precisamente ha de conseguir que le alaben sus amigos, si los busca de proposito para este efecto. Los Aprobantes tienen el estilo de quedarse admirados à la primera linea, pasmados à la segunda, y atonitos antes de acabar la clausula. De suerte, que este es el lenguaje comun de los Aprobantes, que sean buenos los libros, que sean malos, y es porque no govierna al juicio en las alabanzas la justicia, sino el amor propio. Por esto vemos que los Aprobantes no dexan de manifestar su erudicion, aunque sea comun, y citan Autores raros para hacerse admirar (exceptuando à Cassiodoro, que se cita en las aprobaciones de moda, y estilo) y todas estas cosas las hace el Aprobante para mostrar su saber, con la ocasion, ò pretexto de hacer juicio del escrito.

     219 Las satisfacciones impertinentes que dan los Autores en los Prologos, son efectos del amor propio. El Prologo se hace para advertir algunas cosas, sin cuyo conocimiento no se penetraria tal vez el designio de la obra; ò para dar à los lectores una descripcion general de ella, para que se muevan con mayor aficion à leerla. Pero no poner en los Prologos sino escusas, ponderaciones de su trabajo, y dexar à los lectores para que juzguen si ha cumplido, ò no con la empresa, son exageraciones que ocasiona el amor propio. Pues què diremos de los perdones que piden? Pocas veces piden perdon à los lectores por humildad, y casi siempre le piden por amor propio, porque creen con estas prevenciones hallar mejor acogida en ellos. Despues nos dicen, que los amigos, ò alguna grande persona los ha obligado à imprimir el libro, y no se olvidan de hacer poner en la primera hoja su retrato, para que todos conozcan tan grande Escritor. Cuenta el P. Mallebranche, que cierto Escritor de grande reputacion hizo un libro sobre las ocho primeras proposiciones de Euclides, declarando al principio, que su intencion era solo explicar las difiniciones, peticiones, sentencias comunes, y las ocho primeras proposiciones de Euclides, si las fuerzas, y la salud se lo permitian; y que al fin del libro dice, que ya con la assistencia de Dios ha cumplido lo que ofreciò, y que ha explicado las peticiones, y difiniciones, y ocho primeras proposiciones de Euclides; y exclama: Pero ya cansado con los años dexo mis tareas, tal vez me sucederàn en esto otros de mayor robustèz, y de mas vivo ingenio.

     220 Quièn no creyera, que este hombre con tantos aparatos, y deseando salud, y fuerzas, avia de hallar la quadratura del circulo, ò la duplicacion del cubo? Pues no hizo otra cosa, que explicar las ocho primeras proposiciones de la Geometrìa de Euclides, con las peticiones, y difiniciones, lo qual puede aprender qualquiera hombre de mediana capacidad en una hora, y sin maestro ninguno, porque son muy faciles, y no necessitan de explicacion. No obstante habla este Autor como si trabajàra la cosa de mayor importancia, y dificultad, y teme que le han de faltar las fuerzas, y dexa para sus successores lo que èl no ha podido executar. Este Autor estava enamorado de sì mismo, y sus enepcias las proponia como cosas grandes, porque el amor propio le obscurecia al juicio. Y aunque qualquiera conocerà, que detenerse en semejantes ponderaciones es cosa estultissima, no obstante, la fuerza con que se aman los Autores hace que en los Prologos no se lean sino estas escusas, ò otras del mismo genero (100).

     221 Los Comentadores suelen ser por lo comun los que menos corrigen los desordenes del amor propio. Busca un hombre reputacion, y fama de literato, y luego le viene al pensamiento, comentar à un Autor acreditado, assegurandose participar de la gloria del Autor que comenta. Para ello tira à engrandecerle, porque todos juzgaràn que tanto mas literato es el Comentador, quanto fuere mas ilustre el Autor comentado. De aqui nacen aquellos disparatados elogios que dan los Comentadores à sus Gefes. Si uno comenta à Aristoteles, dice que este Filosofo fue el fin del humano entendimiento, y que es la suma verdad; assi lo dixo Averrhoes. Si otro comenta à Platon le llama divino, y se enoja con los que no lo hacen. El que comenta à Virgilio quiere hallar en èl toda perfeccion, y aun la moral mas exacta. A Hipocrates le llama un Comentador, divino viejo, que ni pudo engañarse, ni engañarnos. Yo à la verdad venero mucho à todos estos Antiguos, porque fueron excelentes cada qual en lo que emprendio, y son como los primeros Maestros de las Ciencias; y en especial venero à Hipocrates, cuya doctrina tengo ocasion de admirar con la practica de la Medicina. Pero nunca tendrè por acertado, dar elogios tan desmedidos, y tan impropios à estos Autores por grandes que ayan sido. Decir que Aristoteles es la suma verdad, es decir una mentira la mas enorme que puede imaginarse. Decir que Hipocrates ni pudo engañarse, ni engañarnos, es una temeridad, y un arrojo indigno de hombres de juicio. Se ve claramente, que no es la justicia la que govierna al juicio en estas alabanzas, sino el amor propio, porque ya se ve, que creerà acercarse à la infalibilidad un Escritor quando comenta à otro, que no se puede engañar.

     222 Es prueba del amor propio de los Comentadores la erudicion que emplean en explicar un lugar claro, y facil del Autor principal, y es que lo hacen por mostrar que saben mucho, y por dar à entender que son hombres capaces de comentar, è ilustrar las cosas mas dificiles. Si encuentran en Virgilio el nombre de un Rio, nos derrama el Comentador el principio, el fin, y la carrera de aquel Rio, nos dice quantas cosas ha hallado en los Autores sobre el assumpto, y por decirlo de una vez, hace un comento largo para explicar una palabra facil de entender, y lo hace otra cosa que llenar el celebro de los lectores de noticias comunes, y tal vez falsas. Si el Poeta nombra à un Filosofo de la Grecia, se le presenta la ocasion oportuna de explicar la vida, los hechos, y sentencias del Filosofo, y nos da un compendio de Laercio, de Plutarco, y de todos los Antiguos que han tratado del assumpto. Assi se ve claramente, que esto no lo hacen por esclarecer los Autores, ni por hallar la verdad, sino por adquirir fama de hombres eruditos. Dirà alguno, que los Comentadores no piensan en estas cosas quando emprenden el comento; pero si me fuera licito decirlo assi, yo diria que el amor propio lo piensa por ellos. Este es un enemigo que obra secretamente, y con grande artificio, y si los Comentadores hacen reflexion conoceràn, que no tanto los obliga à hacer los comentos el querer ilustrar à un Autor, como querer acreditarse ellos mismos.

     223 El amor propio engaña tambien à los sabios aparentes, haciendoles creer que son sabios verdaderos, y que les importa que los demàs lo conozcan. Sus artificios se hallan explicados con gracia, y agudeza en la Charlatanerìa de los Eruditos de Menkenio; pero aqui advertirè solamente algunas cosas para que los conozcan mejor, y los traten segun su merito. Una de las cosas que mas comunmete hacen los falsos sabios es hinchar la cabeza con lugares comunes de Ciceron, de Aristoteles, de Plinio, y de otros Autores recomendables de la antiguedad. Despues desto cuidan mucho en tener en la memoria un catalogo copioso de Autores; y si se hallan en una conversacion, vierten noticias comunissimas, y dicen que ya Ciceron lo conociò que ya se halla en Aristoteles, y luego añaden, que entre los Modernos lo trata bien Cartesio, y mejor que todos Neuton. Si tienen la desgracia de encontrar con uno, que estè bien fundado en las Ciencias, y aya leido estos Autores, y les replìca, mudan de conversacion, y assi siempre mantienen la fama entre los que no lo entienden. Lo mismo hacen en los libros, citan mil Autores para probar lo que no ignora una vieja. Y una vez vi uno destos, que en una clausula de cinco lineas citò à Liebre, à Burdanio para probar una friolera.

     224 Es tanta la inclinacion que tienen los poco sabios à citar Autores, y mostrarse eruditos, que uno dellos en cierta ocasion hablava de la batalla de Farsalia, que no la avia leido sino de passo en alguno de los libros, que no tratan de proposito de la historia de Roma, y se le avia hinchado la cabeza de manera, que decia: Grande hombre era Farsalia, y Farsalia no fue hombre grande, ni pequeño, sino un campo, ò lugar donde se diò la batalla entre Cesar, y Pompeyo. Semejantes desordenes ocasiona el querer parecer sabios; y es cosa certissima que por lo comun es mejor la disposicion de entendimiento de los ignorantes, que la de los sabios aparentes, porque èstos son incorregibles aquellos suelen sujetarse al dictamen de los entendidos. En fin esto es descubrir no mas que algunos artificios secretos, y sofismas del amor propio. Los desordenes visibles que ocasiona los conocen todos; mas por los que hemos propuesto, se podràn atinar otros que son muy ocultos, y cada dia nos ofrece este enemigo nuestro.



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Capitulo XIII

De la Fe, donde se proponen las reglas fundamentales de la Critica.

     225 La autoridad es uno de los medios con que alcanzamos algunas verdades, porque no siendo bastantes nuestras fuerzas para conseguirlas, necessitamos, que otros nos las comuniquen. Assi llamamos Fe al assenso que damos à las proposiciones que otros nos comunican; y llamamos autoridad al fundamento, ò motivo con que otros nos inclinan al assenso. La fe puede ser en dos maneras, es à saber divina, y humana. Creemos con fe divina las cosas que Dios ha revelado, y con fe humana las que nos comunican los hombres. Lo que creemos con fe divina es infalible, y certissimo, porque es revelado por Dios, que ni puede engañarse, ni engañarnos. Al contrario lo que creemos con fe humana està expuesto al error, porque pueden engañarse los hombres de quien lo sabemos. De la fe divina tratan los Theologos, y aqui solamente advertimos una cosa que dicta la razon, y muestra la buena Logica, es à saber, que las cosas que Dios ha revelado, y nos propone la Iglesia, han de creerse ciegamente, aunque no las podamos alcanzar con la razon, y èsta ha de cautivarse en obsequio de la fe, porque el entendimiento humano es muy limitado, y su razon suele flaquear con facilidad; pero Dios es infinitamente sabio, y infinitamente verdadero: de donde se sigue, que un entendimiento limitadissimo, no ha de presumir alcanzar lo que es propio de la Sabiduria infinita, y aunque no alcance el hombre lo que èsta propone, ha de creerlo ciegamente, porque junta con la sabiduria infinita se halla en Dios la suma verdad. Esto basta para humillar nuestra razon, y sujetarla à lo que enseña la fe divina, y para conocer tambien quan sobervios son algunos Modernos, que intentan medir con sus flacas fuerzas la sabiduria de Dios.

     226 Mas esta sujecion, que justamente tiene el entendimiento à la fe divina, no ha de tenerse en las cosas que dependen de fe humana; y como en esto suelen faltar muchos, ò ya dando à los hombres mayor credito que el que es debido, ò ya negandoles la fe con imprudencia: por esso propondrè las reglas fundamentales de la Critica, con las quales ha de governarse el entendimiento para no errar en las cosas que dependen de fe humana. Ay muchos que aborrecen la Critica, y tiran à hacerla odiosa, aprovechandose para desacreditarla de los abusos que algunos hacen della; pero en la realidad se valen de aquel sofisma, que hemos llamado falacia de accidente, porque la Critica en sì es loable, y tan necessaria, que sin ella ninguno harà grandes progressos en las letras. Es verdad que ay malos Criticos, que ay Criticos sobervios, que ay Criticos que hacen mal uso deste Arte; pero no por esto se ha de despreciar la Critica en general, porque serìa poco racional el juicio de aquèl que despreciàra la Logica solo porque ay Sofistas; y el que hablasse mal de la Oratoria, porque ay malos Oradores; y de la Filosofia, porque ay malos Filosofos. Tambien se ha de advertir, que la Critica es parte de la Logica, porque Crisis no es otra cosa que juicio, y el arte critico es el arte de juzgar, lo qual propiamente pertenece à la Logica. No ay pues que dudar, que la Critica bien reglada es necessaria para juzgar bien de las cosas, del mismo modo que lo es la Logica. Debese pues trabajar en emendar la Critica, mas no en desterrarla; y el P. Honorato de Santa Maria, que tan curiosamente tratò desto, impugnò con severidad à los malos Criticos, pero probò tambien la necessidad que ay deste Arte, si se exercita con moderacion. Las reglas que yo propondrè aora no miran mas que à dirigir la razon en las cosas que puramente dependen de la fe humana, pudiendose ver por extenso en el Autor citado las que pertenecen en general à todos assumptos.

     227 Dos cosas son las que nosotros creemos por autoridad humana, es à saber, ò cosas de hecho, ò de derecho. Llamo cosas de hecho las que consisten en acontecimientos, ò passados, ò presentes, ò venideros. Y llamo cosas de derecho las razones, y doctrina que otros hombres nos comunican. Por exemplo: Nos dice uno que ay en ciertas montañas una Sierpe, que atrae con el aliento algunos cuerpos desde lugares muy distantes. Esto es cosa de hecho, porque se nos propone un acontecimiento presente para que lo creamos. Dice otro que el viento es un aire comovido, ò que el aire es elastico, porque la materia sutil que està en sus poros le hace blandear. Esto es cosa de derecho porque pertenece al juicio determinar, si es conforme à razon que la elasticidad del aire nazca de la materia etherea, ò de otra causa. Bien entendido esto se vè, que deben ser distintas las reglas para creer las cosas de hecho, de las de derecho, aunque reciprocamente suelen unas servir para otras. Voy pues à proponer las reglas de Critica que sirven, para dar assenso à los hombres en cosas de hecho.

     228 Regla primera: Si un hecho que nos refieren embuelve dos contradictorias, no ha de creerse. Proposiciones contradictorias son aquellas que afirman, y niegan à un tiempo mismo una cosa de otra, como: Pedro es blanco, y Pedro no es blanco, y es claro que qualquiera relacion que embuelva proposiciones semejantes es falsa, porque no es possible ser las dos contradictorias verdaderas, segun aquel axioma que sabemos por luz natural: Es impossible que una cosa sea, y no sea. Aunque estas contradictorias no se hallen en la substancia del hecho, sino en algunas de sus principales circunstancias, le hacen increible, porque el entendimiento no puede creer un hecho que va acompañado con circunstancias impossibles.

     229 Regla segunda: Si un hecho contingente se propone solo como possible, no ha de creerse. Porque en las cosas que pueden existir, y dexar de existir, la possibilidad sola no muestra la existencia, assi que Ticio pueda ser Sacerdote, no es prueba de que lo sea. En las Escuelas es axioma, que de la potencia de una cosa à su actual existencia no se arguye bien.

     230 Regla tercera: Qualquiera hecho no solo ha de ser possible, y ha de proponerse como existente, sino que su existencia con las circunstancias que se propone ha de ser verosimil. Quando el hombre ve la verdad con evidencia, ò con certidumbre, no necessita de reglas para assentir à ella, porque naturalmente tiene inclinacion, y amor à la verdad (101). Pero quando ni puede lograr la certidumbre, ni la evidencia, desea à lo menos la verosimilitud. Porque una cosa se dice verosimil quando se acerca à la verdad, y la inclinacion que todos tienen à posseer èsta, hace que no pudiendola conseguir con toda claridad, busquen à aquella. Para entender esto mejor se ha de saber, que siempre que el hombre ha de assentir à una cosa, ve antes si es conforme, ò no con los primeros axiomas, ò con la experiencia, ò con aquellas verdades que tiene recogidas, y depositadas para que le sirvan de principios. Si aquello que se propone es claramente conforme con estos principios, es evidentemente verdadero; si la conformidad de la cosa con los principios no es clara, entonces considera si se acerca, ò no à ellos, y tiene por mas verosimil aquello, que nota tener mayor conformidad con tales principios. Sea exemplo: Dice Euclides que todas las lineas que en un circulo van desde la circunferencia al centro son iguales, y que en todo triangulo los tres angulos equivalen à dos rectos, y el entendimiento halla tanta conformidad entre estas cosas, y los primeros axiomas, que con un poco de atencion facilmente assiente à ellas. Dice Copernico, que la tierra da cada dia una buelta entera sobre su exe, y que en un año la da al rededor del Sol, que supone estar en el centro del mundo; y considerando el entendimiento que no se conforma este hecho que refiere Copernico con las verdades que alcanzamos con las Sagradas Escrituras, ni con aquellas que adquirimos con la experiencia, le mira como inverosimil. Por el contrario diciendo Ticho Brahe, que la tierra està en el centro del mundo, que el Sol, y todos los demàs Planetas dan una buelta entera cada dia al rededor della, y que Marte, Jupiter, Saturno, Mercurio, y Venus dan su buelta anual al rededor del Sol, y hallando el entendimiento todas estas cosas conformes con la experiencia, y con la razon, tiene al sistema de Ticho Brahe por verosimil.

     231 Regla quarta: Para creer los hechos contingentes, y expuestos à los sentidos, no basta que sean verosimiles, es menester tambien que alguno assegure su existencia. Si los hechos son contingentes pueden existir, y dexar de existir, esto es, considera el entendimiento, que la existencia dellos se puede conformar con los principios de la razon humana, y tambien la no existencia; por consiguiente atendida la naturaleza de los hechos contingentes, tan verosimil es que existan, como que dexen de existir. Para que el entendimiento pues pueda assentir à su existencia, es menester que aya quien la assegure con la experiencia. Por exemplo: Es cosa contingente que se dè, ò no una batalla, y el entendimiento ninguna oposicion halla con los principios de la razon quando considera que la ha avido, y quando considera que no la ha avido; pero si despues ay algunos que atestiguan averse dado la batalla, entonces assiente à esso porque demàs de la verosimilitud intrinseca que en sì lleva el hecho, se añade el testimonio experimental que inclina al assenso. Piensa tambien el entendimiento, y mira como verossimil la existencia de una Puente de un solo arco, y de trecientos pies de longitud. Mirala como verosimil, porque la fabrica de semejante Puente no se opone à las reglas ciertas de la arquitectura; pero no obstante para creer su existencia es necessario que alguno atestigue averla visto, como en la realidad la han visto muchos en la China, y la descrive Mr. Salmon.

     232 Regla quinta: Para creer los hechos contingentes, no solo es necessario que sean verosimiles, y probados por testigos, hase de atender tambien la calidad de los que atestiguan, y la grandeza, ò pequeñèz del hecho antes de dar el assenso. Las cosas que se sujetan à nuestros sentidos, antes de creerlas hemos nosotros mismos de examinarlas, y assi nos asseguraremos de la verdad. Porque todos los hombres pueden engañarnos, unos por malicia, otros por ignorancia, con que si nosotros mismos examinamos la cosa, no estaremos tan expuestos al error. Fuera desto los hechos han de observarse de manera, que se eviten los errores que los sentidos ocasionan, y esto lo podremos hacer nosotros mismos con mayor satisfaccion que otros, de quien dudamos si han puesto la atencion necessaria. Añadese, que es muy comun equivocar los hombres las sensaciones con los juicios que las acompañan, y de ordinario quando nos cuentan un sucesso nos dicen el juicio que hacen dèl, y no la percepcion que han tenido.

     233 Quando los acontecimientos son passados, ò suceden en lugares distantes donde nosotros no podemos hallarnos para assegurarnos dellos, supuesta su verosimilitud no resta otra cosa para creerlos, que atender la calidad de los que nos los cuentan, ò la gravedad de los mismos hechos. La calidad de los testigos es de gran peso para inclinarnos al assenso. Porque si nos cuenta una cosa un hombre que sabemos que suele mentir, ya no le creemos, y dudamos si miente tambien quando nos refiere el sucesso (102). Por el contrario si el que refiere una cosa es hombre de buena fee, y amante de la verdad, da un gran peso à lo que dice, bien que para creer las cosas que nos dicen los hombres de bien no basta su buena fee, es menester que sean entendidos de suerte, que no dexen engañarse por los sentidos, ni por la imaginacion, ni ayan precipitado el juicio, ni le tengan preocupado, porque si un hombre veràz no evita los errores que las cosas sobredichas ocasionan, facilmente juzgarà de lo que se le presenta, y con la misma facilidad creera quanto otros le dicen, y tal vez nos comunicarà las cosas, no como en sì son, sino del modo que èl las cree. Por exemplo: Nadie cree à Filostrato entre los antiguos porque todos saben que fue insigne embustero. Juan Anio de Viterbo, el P. Roman de la Higuera son despreciados de todos los hombres de juicio, porque descubiertamente, y de intento han engañado à muchos, fingiendo aquel inscripciones antiguas, y èste libros apocrifos, como son los Cronicones de Luitprando, Flavio Dextero, y otros que ha rechazado Don Nicolàs Antonio. Paracelso dixo infinitas mentiras, y los Alquimistas son gente mentirosissima, de suerte, que ya los que conocen sus artificios, no creen los hechos con que asseguran aver convertido en oro los demàs metales.

     234 Pero se ha de advertir, que los que assi engañan son pocos, si se comparan con los que nos engañan con buena fe, y por sobrada creencia. Assi en la Medicina como en la Historia pueden señalarse muchos, que traen hechos falsos, y ellos los tuvieron por verdaderos. Dioscorides assegura muchas cosas falsissimas. Aristoteles, no obstante de aver sido buen Logico, creyò con demasiada facilidad muchas cosas, que son bien sabidas. Quando los que asseguran una cosa son hombres de buena fe, aunque una, ù otra vez falten à la verdad porque no examinaron debidamente el sucesso, no han de tratarse como los que son mentirosos, antes por el contrario conviene oir lo que refieren, combinarlo con lo que otros dicen sobre el mismo assumpto, ver si han puesto la atencion necessaria para assegurarse de la verdad, atender todas las circunstancias del hecho, y en fin observar la gravedad, ò pequeñèz de la cosa que cuentan, y bien examinadas estas cosas, inclinarse al assenso, ò dissenso.

     235 La grandeza de la cosa es de fuma consideracion, porque facilmente creemos aquello que observamos cada dia, y en las cosas faciles de acontecer no necessitamos de grandes testigos. Por el contrario, quando son las cosas muy estrañas, y muy grandes, necessitamos de grandes pruebas para creerlas, porque por ser estrañas estàn fuera de nuestra comun observancia, y assi para darlas el assenso es menester que los que las asseguran sean veraces, desapassionados, buenos Logicos, y amantes de la verdad; y si les faltan estas circunstancias, no han de ser creidos. Los milagros son hechos estupendos, y su existencia es certissima, y consta por la fe divina, pero no son tan comunes como piensa el vulgo. La razon es, porque en el milagro se excede el orden de la naturaleza de suerte, que es una operacion superior à las fuerzas naturales, de que se sigue que el hombre ò quiere verle para que le crea, ò à lo menos desea assegurase dèl por testigos que no le engañen. Esto se funda en que el entendimiento no tiene otro camino para juzgar de las cosas expuestas à los sentidos, que el de la experiencia (99), y èsta puede ser propia, ò agena, de suerte, que la que otros hacen nos assegura la cosa del mismo modo que la nuestra, si por otra parte estamos assegurados de la rectitud con que observan los demàs de las cosas que nos refieren, y estamos ciertos de su buena fe. Esto supuesto, se ve quan temerariamente niegan algunos Hereges la existencia de los milagros solo porque ellos no los ven; y con quanta imprudencia niegan el credito à algunos Varones, que por su santidad, y sabiduria deben ser creidos. Refiere San Agustin, que las reliquias de los Santos Martires Gervasio, y Protasio se aplicaron à un ciego, que ya muchos años lo era, y recobrò milagrosamente la vista. Ninguno, sino es insensato, puede negar en esto la fe à S. Agustin, porque era este Santo Doctor enemigo capital, y perseguidor de la mentira; sabìa como avian de observarse las cosas expuestas à los sentidos como el que mejor: y refiere un hecho, que si fuera falso, tuviera contra sì todo el pueblo de Milan, que le daria en rostro la mentira. Lo mismo ha de decirse de otros milagros, que refieren Varones santos, sabios, y de inviolable integridad. Por el contrario, algunas cosas prodigiosas que refieren los Gentiles, y no ay otra prueba que el rumor del pueblo, no han de creerse, porque por ser las cosas estrañas, y naturalmente impossibles, no podemos inclinarnos à creerlas, y la autoridad de los que las refieren no es de ningun momento. Assi ningun hombre de juicio creerà los prodigios que Livio refiere aver acontecido en la muerte de Romulo, y otros semejantes.

     236 Pero por ser los milagros operaciones superiores à la naturaleza, no es de creer que sean tan comunes como piensa el vulgo, ni que Dios, unico Autor dellos, invierta con tanta frequencia el orden natural de los cuerpos por cosas pequeñas, y por motivos de ningun momento. Por esto alabarè siempre la precaucion de aquellos, que en estas cosas proceden con gran cautela, y no las creen ligeramente, sino que las averiguan con riguroso examen. El santo Concilio de Trento mandò, que no se publicassen milagros sin aprobacion del Ordinario Eclesiastico; y el Sinodo deste Arzobispado previene, que no se pongan en la Iglesias aquellas señales que suelen ponerse por indicio del milagro, sin la aprobacion del mismo Ordinario. En efeto son raros los verdaderos milagros, si se comparan con los fingidos; y creo yo, que la falsa piedad, el zelo indiscreto, y la ignorancia de algunos ha llenado de milagros supuestos, assi los libros, como los entendimientos de la plebe, y se ha de notar, que desto se sigue un gran perjuicio, porque los Hereges viendo publicar tantos falsos milagros, niegan los que son verdaderos, creyendo que todos se publican con engaño, y por otra parte siendo los milagros testimonios evidentes de la verdad de nuestra Santissima Religion, apoyar los que son falsos, y tenerlos por verdaderos, es alegar un testimonio falso para probar una cosa que es la misma verdad (103).

     237 Regla sexta: Un solo testigo puede ser de mayor autoridad que diez mil, y por consiguiente con mayor razon podemos à veces creer à uno solo, que à muchissimos. Si yo sè que Ticio es hombre de buena fee, que sabe muy bien evitar los errores que pueden ocasionarle los sentidos, y la fantasìa, que no està preocupado, ni ha precipitado su juicio, y me assegura una cosa, le creerè mejor que à diez mil, y que a todo un Pueblo; y del mismo modo si Ticio à quien yo considero tan entendido, y veraz afirma una cosa, y todo un Pueblo la niega, estarè de parte de Ticio contra toda la multitud. La razon es, porque nosotros debemos creer que Ticio despues de aver puesto todo el cuidado possible en assegurarse de la verdad, no se ha engañado, y si qualquiera de nosotros huviera de assegurarse de la misma cosa, no aplicaria para lograrlo otros medios que los que Ticio ha aplicado, ni la razon humana pide otras prevenciones para creer la cosas. Pero el Pueblo por lo comun no evita la preocupacion, y de ordinario precipita el juicio. Añadese, que la multitud se engaña frequentissimamente en sus juicios sin conocerlo, y muy raras veces nos informa de la realidad de las cosas.

     238 Segun esta regla puede hacer mayor fee un solo historiador que quinientos, y si yo leo à un historiador que escrive desapassionadamente, que dice la verdad sacrificando intereses, y despreciando dignidades, que es buen Logico, y razona bien, y que ha aplicado las diligencias necessarias para enterarse de lo que dice, tiene para mì mayor autoridad que otros muchos, que ò no tienen estas circunstancias, ò se goviernan por la multitud. Sea exemplo: Todo un Reyno cree que las mareas tienen correspondencia con las enfermedades, de suerte, que mueren los enfermos en el descenso de las aguas; que las ostras, y cangrejos se hinchan en el plenilunio, y otras cosas deste genero. Un hombre solo buen observador, sagàz, y de atinalo juicio que afirme lo contrario, es de mayor autoridad que todo el comun, y de hecho algunos pocos que han observado estas cosas, y informado de ellas à la Real Academia, merecen mayor fee que todos los que atestiguan la certeza de semejantes observaciones.

     239 Esta regla puede tambien extenderse à aquellos que examinan los hechos passados, y para esso se valen de medallas, inscripciones, y historias; porque un hombre solo que sepa bien distinguir los monumentos antiguos, y verdaderos de los que se han fingido en nuestros tiempos, y que conozca el caracter de cada historiador para distinguir lo que es propio de cada uno, ò lo que es intruso, y sepa usar de las reglas de la verosimilitud, serà de mayor autoridad que otros mil que ignoren todas estas cosas, ò la mayor parte dellas.

     240 Regla septima: Un autor coetaneo à un sucesso, es de mayor autoridad que muchos si son posteriores. La razon es, porque el Autor coetaneo averigua por sì mismo las cosas, y assi se assegura mejor dellas (104). Los Autores que despues del sucesso hablan dèl, ò se fundan en la autoridad del coetaneo, ò en la tradicion. Si se fundan en la fee del Autor coetaneo no merecen mayor credito que aquel, si se fundan en la tradicion se ha de ver si algun grave Escritor que tenga las calidades arriba expressadas, se opone, ò no à ella. Si se opone ha de ser de mi mayor peso la autoridad de aquel Autor solo, que la de todo el Pueblo (237). Si la confirma, entonces la tradicion se hace mas firme. Hablamos aqui solamente de las tradiciones puramente humanas, y particulares, porque sabemos muy bien, que las Apostolicas son de autoridad infalible, como que pertenecen à la Fè divina. Y se ha de advertir, que las tradiciones humanas de que hablamos, aunque pertenezcan à cosas de Religion, estàn sujetas à la regla propuesta. Don Nicolàs Antonio se opone à muchas tradiciones particulares que se avian introducido por los Cronicones, y sola la autoridad de tan grande Escritor es de mayor peso para los hombres de juicio, que todo el comun que las admite. Quando las tradiciones particulares de una Ciudad, de un Reyno, ò de una Provincia tienen mucha antiguedad, y no ay Autor grave que aya sido coetaneo à su establecimiento, ni que las contradiga, ni son inverosimiles, entonces serà bien suspender el juicio hasta que con el tiempo se descubra la verdad: porque todo un pueblo, ò un Reyno, que cree una cosa por succession de siglos, sin aver en contrario especial prueba positiva, merece fe; y como no sea èsta tan grande, que nos obligue al assenso, serà bien suspenderle.

     241 Las fabulas de los Gentiles empezaron por algun sucesso verdadero, y se propagò por la tradicion de suerte, que cada dia añadia el pueblo nuevas circunstancias falsas, y caprichosas, que obscurecian el hecho principal de manera, que al cabo de algun tiempo estava enteramente desfigurado. Despues los Poetas dieron nuevo vigor à la tradicion del pueblo, y assi la querian hacer passar por verdadera, quando no contenia otra cosa que mil patrañas. Y se ha de notar, que de ordinario solemos creer con facilidad las cosas passadas aunque sean falsas, con tal que las leamos en algun Autor que aya sido ingenioso, y aya sabido ponderarlas, cosa que observò Salustio en los Athenienses, como ya hemos dicho (92). Algunas tradiciones particulares ay entre los Christianos, que tuvieron su principio en algun hecho verdadero, pero despues tan desfigurado con las añadiduras del pueblo, y con la vehemencia de Escritores poco exactos, que ya no parecen sino fabulas. Pero fon faciles de conocer las que llevan el caracter de la verdad, de las que son falsas, porque aquellas son uniformes en todas sus circunstancias, y correspondientes al fin à que pueden dirigirse; por el contrario èstas son diformes, y mas parecen consejas, y hablillas, que realidades.

     242 Regla octava: Los hechos sensibles afirmados unanimemente por testigos de distintas naciones, de diversos institutos, de opuestos intereses, y de distintos tiempos, han de tenerse por verdaderos. La razon es, porque son menester pruebas muy claras para que crean una cosa los hombres de diversas sectas, y de opuestos intereses, pues como cada uno suele afirmar, ò negar las cosas segun la conveniencia, y la passion, es preciso que para que las gentes de diversas inclinaciones, y intereses crean uniformemente una misma cosa, sea tan clara la verdad della, que no aya duda ninguna. Ciceron se aprovechò del consentimiento general con que todas las naciones adoran alguna Deidad, para probarla existencia de Dios, porque aquel general consentimiento prueba que à todos se presenta la idea de un Ser infinito, y adorable; bien que por el error de la educacion, ò de las passiones alteraron muchos esta idea, y dieron el culto à quien no debian. Esta misma regla muestra la utilidad de las sangrias, porque los antiguos, assi Griegos, como Romanos, las dieron por buenas para curar algunas enfermedades. Despues las naciones barbaras aprobaron su uso, y ultimamente no ay nacion culta en todo el mundo donde no se exerciten: conque tiene este remedio la aprobacion unanime de muchissimos siglos y de casi todas las naciones, y lo que es mas de casi todos los Sabios. Serà bien pues creer a uno, ù otro Escritor, que quiere vanamente condenar su uso? Este consentimiento general de todos los Sabios de todas las naciones, y de todos los tiempos, nos hace estar ciertos de que huvo Filosofos Griegos, que huvo Oradores Romanos, que huvo Aristoteles, Ciceron, y otros Heroes de la Gentilidad (105). Por el mismo sabemos que huvo Alexandro Magno, que fueron ciertas las guerras entre Pompeyo, y Cesar y que huvo un Escritor de la Historia Romana llamado Tito Livio. Serà bien pues creer à uno, ù otro que ridiculamente ha pensado, que ni huvo tal Ciceron, ni tal Alexandro, ni huvo Tito Livio, sino que todos estos fueron fingidos? Ya se ve que ninguno pensarà tan desatinadamente, sino es que estè privado enteramente de la razon.

     243 Regla nona: El silencio de algunos Escritores suele ser prueba de no aver acontecido un hecho. La prueba con que algunos Criticos intentan negar un hecho por el silencio de los Escritores coetaneos, ò poco posteriores, es llamada argumento negativo, y aunque muchos le tienen por de poca fuerza, no ay que dudar que algunas veces es bastante por sì solo para negar un sucesso. Juzgo pues que son menester dos cosas para que tenga fuerza el argumento negativo. La primera es que los Autores coetaneos al sucesso, ò poco posteriores ayan podido notarlo, esto es, no ayan tenido el estorvo de decir la verdad, por respetos humanos, o por miedo; que ayan tenido ocasion de observar el hecho, ò de assegurarse dèl, y que tuvieran facilidad de escrivirle. La segunda circunstancia es, que los Escritores debieran aver notado aquel hecho, porque aunque ayan podido, sino se han considerado obligados pueden averle omitido, ò por ocupacion, ò solo porque de ordinario dexamos de hacer muchas cosas, si nos parece que no tenemos obligacion de executarlas. Si algunos Escritores coetaneos pudiendo, y teniendo obligacion de notar algun sucesso no lo han hecho, es prueba de no aver acontecido, y aunque algunos otros le afirmen en los tiempos venideros han de considerarse de poco momento. Bien es verdad que para hacer buen uso del argumento negativo, es menester gran juicio, y atinada critica, y aver leido muchos Autores, y en especial todos los de aquel tiempo en que aconteciò la cosa, porque puede suceder que creamos que ningun Autor lo ha dicho sin averlos visto todos, lo que es precipitacion de juicio (106). Vease sobre esto el P. Honorato de Santa Maria, reflex. sobr. la Critic. tom. I. dissert. 3. artic. 2 parrafo. 3.

     224 Con la buena aplicacion destas reglas, podremos distinguir los escritos que son de algun Autor de la antiguedad, y los que son espureos. Siempre la codicia ha introducido cosas falsas para adulterar las verdaderas, y en los libros sucede lo que en las drogas, viciando los Mercaderes las buenas, y corrompiendolas con la mezcla de las que no son legitimas. Y es cosa averiguada que los Escritores quanto han sido mas famosos, tanto han estado mas expuestos à la falsificacion, porque los codiciosos han publicado varios libros en nombre de algun Autor acreditado, no conteniendo à veces sino rapsodias indignas del Autor à quien las atribuyen. Para distinguir pues los escritos legitimos de los espureos, se ha de atender la tradicion, y consentimiento de los otros Escritores, ò coetaneos, ò poco posteriores, porque si estos estan conformes se han de tener por legitimos (243); pero si dudan algunos, se ha de considerar entonces la calidad del que duda (232), y assi podrà governarse el entendimiento para no errar en estas cosas. Hase de atender tambien para conocer los Escritos legitimos de un Autor, el modo con que habla èste en aquellos que nadie dudàre se suyos, y se han de comparar unos con otros. Assi se ha de atender el estilo, la fuerza de la imaginacion, la rectitud de juicio del Autor, se ha de saber en que tiempo viviò, y se ha de notar si se contradice en cosas de importancia, ò habla de cosas posteriores à su tiempo, porque con todas estas prevenciones se podràn bastantemente distinguir los escritos que sean legitimos, y los que sean falsamente atribuidos. Por exemplo: Hipocrates escriviò los libros de los Aforismos, de los Pronosticos, y algunos de las Epidemias; y no dudando nadie que estos escritos sean legitimamente de Hipocrates, observamos que habla con gravedad, sencillèz, brevedad, y precision, y que sus descripciones historicas de las enfermedades, son exactas, y conformes à las que otros Griegos hicieron, como Thucidides, y Xenofonte; y no observandose estas cosas en algunos otros de los escritos que andan impressos con el nombre de Hipocrates, por esso no han de tenrse por suyos. En efecto Geronimo Mercurial, Daniel Le-Clerc, y otros Medicos criticos, no soto han tenido por espureos muchos de los libros atribuidos à Hipocrates, sino que hacen varios Catalogos para separarlos de los verdaderos. En la cosas de Religion sucede lo mismo, pues el Evangelio de Santiago, el de San Pedro, y otros muchos fingidos que trae el P. Calmer en una dissertacion que compuso de proposito sobre los Evangelios apocrifos, son libros que formaron los Hereges, y para autorizarlos los atribuyeron à Autores de mucha reputacion; y esto es lo que obligò al Papa Gelasio en el Concilio que celebrò en Roma àzia los fines del siglo quinto, à declarar semejantes libros por apocrifos, y formar el catalogo dellos tan sabido de los Criticos.

     245 Debo aqui advertir, que para hacer buen uso desta regla, se han de considerar como he dicho todas las calidades del Autor, cuyos escritos se pretenden averiguar, y no basta governarse por solo el estilo, como imprudentemente hacen algunos, porque no es dudable, que los Autores suelen variar mucho los estilos, y un mismo sugeto, escrive de un modo en la joventud, y de otro en la vejèz, cosa que ya observò Sorano, antiguo Escritor de la vida de Hipocrates, en las obras deste insigne Medico. Aun en el mismo estilo se ha de reparar, si la mudanza es solo en alguna cosa de poco momento, ò en todo el artificio, y orden de la oracion; pues aunque en parte mude un Escritor de estilo, en el todo suele guardar uniformidad. La razon es, porque el estilo, especial que cada Escritor tiene, nace en parte de los afectos, inclinaciones, ingenio, imaginacion, y estudio; y aunque estas cosas suelen mudarse en diversas edades, y tiempos, pero no suele ser general la mutacion. Por esto si en un escrito se halla, que la diversidad de estilo es de poca importancia, comparada con los escritos genuinos de un Autor, no bastarà aquella mudanza para tenerle por espureo; y si la diferencia fuesse notabilissima, da vehementes sospechas de ser supuesto, y falsamente atribuido.

     246 Regla decima: En las cosas de derecho, opinion, ò doctrina, no debe otra cosa que la razon. Esta maxima es importantissima en el uso de las Artes, y Ciencias humanas, en el trato civil, en la politica, y economica, y otras semejantes ocurrencias, en que hemos de saber las cosas que los hombres nos comunican. Fundase esta regla en que todo hombre es falàz, y ninguno ay que no suela preocuparse, ò precipitar el juicio; ni todos saben hacer buen exercicio de los sentidos, ni evitar los errores que ocasionan las passiones, y la imaginacion: por consiguiente à nadie hemos de creer sobre su palabra, sino sobre sus razones. Fuera desto no debemos cautivar nuestro entendimiento en obsequio de lo que los demàs hombres piensan, porque esto es privilegio especial de Dios, à cuyas voces hemos de sujetar nuestra creencia sin examen. Pero como cada uno de nosotros tiene derecho à no ser engañado, y por experiencia incontrastable sabemos que los hombres estàn expuestos al error, y que todos nos pueden engañar, ò por ignorancia, ò por malicia, por esto à nadie se debe creer absolutamente, y por sì, sino solo segun las pruebas que alegàre. El creer ciegamente à los hombres sin dicernimiento, y sin examen, ha hecho que en muchos libros no se halla la verdadera Filosofia, sino lo que dixo Aristoteles, ò Averrhoes, ò Cartesio, ò Neuton; y es cosa comunissima ver que no tanto le intenta convencer la verdad con las pruebas fundadas en la razon, como en la autoridad de los hombres que pueden engañarnos, y que solo han de convencernos por las razones con que apoyan sus dictamenes. Assi que el hombrc ha de governarse por la razon, y esta es la que en las ciencias humanas ha de obligarle al assenso. Y es bien cierto, que los referidos Autores no siguieron en muchas cosas à los passados, y el mismo derecho tenemos nosotros, y la misma libertad para seguirlos, ò para no creerlos. Quando yo veo à los Medicos, y en especial à los Letrados, que para probar un assunto citan docientos Autores acinados, y no trabajan en otra cosa, que en amontonar citas, me maravillo del poco uso que hacen de la razon, siendo cierto que toda aquella multitud no puede contrarestar à una sola razon solida, y bien fundada que aya en contrario. Añadese, que entre los Escritores credulos suele suceder, que unos afirman lo que leyeron en otros sin averlo examinado, èstos lo que vieron en aquellos, y assi acontece que uno solo inventò una cosa, y son diez mil los que la apoyan, sin otro fundamento que verla escrita los unos en los otros. Por esto no han de estrañar los Medicos, ni los Filosofos, ni los Letrados, que un Autor solo pretenda prevalecer sobre muchos, quando son solidas, y firmes las razones con que intenta combatirlos. Ya se ve que hombres muy criticos, y desengañados destas cosas, suelen citar tambien muchos Autores para probar una opinion, ò sistema; pero tal vez se ven obligados à hacerlo assi, porque no son estimados los escritos donde falta esto, y haràn juicio que es preciso algunas veces, como decia Seneca, no filosofar contra el vulgo. En efeto es moda citar para cada friolera cien Autores. El celebre Heicneccio, burlandose de los Abogados, que ponen la fuerza de la justicia en el numero de las citas, dice, que un Letradillo citò en cierta ocasion à Salgado en el celebre tratado de Somosa, siendo assi que Somosa no es tratado, sino apellido de aquel Autor (107).

     247 Segun esto, dirà alguno, no ha de creerse à los Maestros, ni à los Peritos. Yo siempre aconsejarè, que no se crean unos, ni otros ciegamente, y sobre tu palabra, sino por las razones de su doctrina; y nada es mas conducente, que respetar à los Maestros, y no jurar en defensa de sus palabras, y sentencias. Assi serà conveniente que los dicipulos, en aquellas cosas à que alcanzàren sus fuerzas, examinen las maximas de los Maestros, y las crean quando las hallen conformes con la razon; y si no estàn instruidos bastantemente para examinar la doctrina del Maestro, es menester recibirla con la presumpcion de que lo que èste enseña, lo avrà averiguado; pero nunca se han de recibir las maximas de los Maestros, ni mantenerse con terquedad, y obstinacion, porque suele suceder que con el tiempo se halla el dicipulo dispuesto à examinar las opiniones del Maestro, y no pareciendole conformes à la verdad, las rechaza, y muda de dictamen. Y otras veces acontece, que por recibir muchos desde la niñez, y mantener despues porfiadamente las maximas de los malos Maestros, son infelices perpetuamente. Esto lo notò muy bien un nuevo Impugnador (108) de la Critica, el que ciertamente hiciera resplandecer mas sus buenos talentos, sino se manifestasse tan severo protector de las opiniones comunes. En quanto à los Peritos es necessario no creerlos sobre su palabra, porque acontece que el pueblo tiene por Peritos à los que no lo son, y para no ser engañados es preciso que oigamos sus razones. Esta sola razon es bastante para que los hombres no se contenten con el estudio de una ciencia, porque teniendo noticias de muchas cosas, no serà tan facil que les engañen los Peritos de que han de fiarse; y por esta ignorancia sucede, que un gran Theologo busca para curarse à un mal Medico, y un buen Filosofo yerra en la eleccion del Letrado para mantener, y guardar su hazienda. Finalmente importa mucho considerar, que para creer à los hombres, y seguir sus opiniones, las hemos de hallar conformes con los principios fundamentales de la razon humana, y nos ha de constar, que el que afirma una cosa ha puesto la atencion necessaria para alcanzar la verdad della, y que sabe hacer buen uso de los sentidos, y evitar los errores que ocasionan las passiones, la memoria, y la imaginacion, y todos los que hemos propuesto en esta obrilla; y constandonos de todo esto, podremos inclinar nuestro assenso; y hacerlo sin estas precauciones, es creer con ligereza. Por esto sabiendo que de ordinario los hombres se goviernan mas por las passiones, y representaciones de la fantasìa, como hemos ya probado, que por la razon, no hemos de creerlos sobre su palabra, sino sobre las pruebas que alegan.

     248 Muchas veces acontece, que damos assenso à las opiniones, y dictamenes de los hombres autorizados, ò por su caracter, ò por sus riquezas, y en esto nos preocupamos facilmente, porque creemos que à las dignidades, honras, y riquezas suele acompañar la ciencia, y la inteligencia de las cosas; y aunque algunas veces andan juntas las dignidades con los merecimientos, pero dexan de acompañarse en algunas ocasiones, y esto nos puede hacer suspender el juicio (109). Añadese, que à los tales ordinariamente los juzgamos tan habiles como quisieramos ser nosotros mismos, y ya notò muy bien Ciceron (110), que la autoridad que se funda en los titulos, y dignidades es de poco peso para obligarnos al assenso. La experiencia por otra parte muestra, que hombres constituidos en grandes dignidades han adoptado opiniones ridiculas, y vanissimas, y discurriendo por la antiguedad, fuera facil traer à la memoria muchos exemplos, de suerte, que apenas se hallarà ciencia alguna, en que no se ayan extraviado sugetos de mucho caracter admitiendo errores, y propagandolos como verdades certissimas.

     249 Algunos Autores traen muchas mas reglas de Critica, pero como aqui no tratamos de proposito desto, bastaràn las propuestas, mayormente si se sabe hacer buen uso dellas. Es cosa muy cierta, que el que sepa evitar los errores de los sentidos, de la imaginacion, y todos los que hemos propuesto, governando el juicio segun las reglas de buena Logica, serà gran Critico, porque sabrà juzgar de las cosas con rectitud, y no caerà facilmente en el error.



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Capitulo XIV

Del metodo, y sus diferencias.

     250 Hasta aqui hemos mostrado los caminos por donde se va àcia el error, y el modo de evitarlos, resta aora manifestar el buen orden que entre sì han de tener las verdades adquiridas. El buen Logico deduce unas verdades de otras con el raciocinio, combina entre sì las que pertenecen à cosas distintas, y enlaza, y ordena à un fin racional todo el complexo de verdades que ha alcanzado con el uso, y la meditacion. Esto es por lo que toca à su mismo entendimiento, pero muchas veces se ofrece comunicar à los demàs, las verdades que ha adquirido, y para hacerlo debidamente, es preciso ordenarlas con claridad, y enlazarlas con orden para evitar la confusion. Porque dado que en el entendimiento se hallen las verdades de la Geometria, de la Filosofia, y demàs ciencias, si èstas no se disponen con orden, y conexion causaràn obscuridad. Y ¿què diriamos si viessemos que hacia uno servir las verdades de una destas ciencias para otras, con quien no hallaramos conexion? Importa pues ordenarlas, y distribuirlas de modo, que esclarezcan al entendimiento, y le conduzgan à la consecucion de aquellos fines racionales que se propone. Este orden, conexion, y enlazamiento con que el entendimiento dispone las verdades, ya sea para alcanzar otras mas importantes, y obscuras, ya lea para comunicarlas à los demàs, es lo que llamamos Metodo, y es cosa muy cierta, que la falta de metodo que han tenido algunos Autores, ha sido causa de que ni ellos se han aventajado mucho en el descubrimiento de verdades importantes, ni han instruido à los demàs debidamente con la publicacion dellas.

     251 Vanamente disputan algunos si el metodo es operacion del entendimiento distinta de las demàs. Es cierto que el metodo pertenece al discurso, y con èl enlaza el entendimiento las verdades de manera, que unas sirvan para deducir otras, lo qual se hace por legitimas consequencias. Quando se ha de probar una verdad con la vista de otras muy conexas, y cercanas con ella, facilmente se hace con simple silogismo; pero si se requiere gran numero de verdades, y que pertenecen à cosas separadas para alcanzar una otra, entonces es preciso ordenar las primeras de modo, que entre ellas halle el entendimiento enlaze, y conexion, y al fin sirvan de prueba à la que se ha de descubrir, ò manifestar. Otros dicen que no ay necessidad de reglas para ordenar los pensamientos con metodo, quando sabe el entendimiento evitar los errores de los sentidos, de la imaginacion, y demàs que hemos propuesto, y razonar de manera que evite los sofismas, porque sabiendo estas cosas, con sola la natural fuerza del ingenio, se ordenaràn los pensamientos en el modo que sea necessario, para descubrir alguna importante verdad.

     252 No dudo yo que el que sepa evitar lo errores, y juzgar, y razonar sanamente, necessita de pocas reglas para discurrir con metodo, si tiene ingenio claro, y juicio atinado; pero como ay ingenios tardos que alcanzan una verdad simple sin transcender à otras mas compuestas, y ay entendimientos obscuros que alcanzan una verdad de por sì sola, y no comprehenden la conexion que debe aver entre muchas para esclarecer un assunto, por esso es preciso señalar las principales diferencias del metodo, y las reglas conducentes para ordenar entre sì debidamente los pensamientos.

     253 El metodo en general se divide en sinthetico, y analitico; llamase sinthetico aquel, con que el entendimiento procede de lo mas simple à lo mas compuesto; y analitico es aquel, con que procede desde lo mas compuesto, à lo mas simple. En el primero sube como por grados desde lo mas sencillo halla lo mas arduo. En el segundo, deciende desde lo mas intrincado hasta lo mas sencillo. Los que averiguan una geneologia empezando por los antepassados, y decienden hasta el que todavia vive, proceden con metodo sinthetico; y los que empiezan por el que Vive, y acaban en los passados, con metodo analitico. Los unos forman la cosa, los otros la deshacen. Los Quimicos quando deshacen la textura de los cuerpos para conocer la naturaleza de sus partes, proceden con metodo analitico. Los Geometras, que de axiomas faciles, y simples passan à descubrir verdades dificiles, usan del metodo sinthetico; y no ay duda ninguna que uno, y otro metodo conducen à descubrir la verdad, bien que con diferencia, de modo, que ay cosas que no pueden averiguarse sino por el metodo analitico, y otras por el sinthetico. Los Escritores Modernos de Logica de ordinario prescriben muchas reglas para usar de estos metodos con acierto, mas para evitar la prolixidad basta saber, que todo metodo debe ser breve, seguro, y cumplido. Es breve quando no encierra cosas superfluas, y con poco aparato descubre la verdad; es seguro quando procede con certeza en el modo de conseguirla; y es cumplido quando llenamente muestra la manera de saberla. Por esso en faltando alguna destas circunstancias, ya el metodo es defectuoso.

     254 Para observar debidamente la brevedad, es necessario que se omitan las cosas que no conducen, y que separadas del assunto no harian falta. Por esso son intolerables en las conversaciones aquellos, que para referir un acontecimiento cuentan mil cosas que no conducen à descubrirlo, y quitadas de la narrativa, nadie dexaria de entenderlo. En los libros se usa mucho esto, y cada dia vemos Autores que para referir una opinion suya, ò agena hacen mil preambulos, y razonamientos que nada conducen. Los periodos muy largos, y los dichos sentenciosos son contra el buen metodo, porque los primeros distraen, los segundos confunden al entendimiento. Los parentesis frequentes son contra la brevedad que corresponde al buen metodo, y mucho mas las digressiones (111), porque con todas estas cosas el entendimiento se distrae del assunto, ocupandose en ideas que no son especiales dèl, y no hallando conexion entre las cosas que superfluamente se proponen, y las que se intentan probar, no queda persuadido (112). Fuera desto con noticias impertinentes, y fuera del caso se carga la memoria, y oprimida de la muchedumbre de cosas inutiles, no tiene presentes las ideas principales. Este defecto es muy ordinario en los que emprenden obras muy largas. Galeno no supo evitarlo, y estoy cierto que en algunos capitulos, y tratados pudieran quitarse muchas cosas sin hacer falta. En Foresto, y Etmullero es comunissimo este vicio; y aun en Hoffman se hallan razonamientos muy inutiles, y prefaciones molestas, que conducen muy poco, ò nada al principal assunto. Entre los Filosofos de las Escuelas es comunissimo este defecto, como en los Letrados, y Comentadores, porque comunmente emplean razonamientos inutiles, y nada conducentes al descubrimiento de lo que intentan manifestar. Los que usan de vanos adornos en los escritos, de lugares comunes, y sentencias vulgares, incurren en este defecto, porque dicen cosas que nadie ignora, y quitadas no harian falta. Assi es suma necedad empezar un discurso diciendo: El tiempo es precioso como dice Seneca; ò deste modo: La verdad es buena como dice San Agustin, porque estas sentencias son tan comunes, que todos las saben. Si uno para probar la mortalidad humana dixera lo de Horacio: Pallida mors, etc. y para mostrar la poca constancia que los hombres tienen en las amistades, dixera lo de Caton: Donec eris felix, etc. fuera cosa ridicula, porque ellos son lugares comunes, ò como suelen decir de N, que se: pueden acomodar à todos los assumptos, y en ninguno hacen falta; y ordinariamente se descubre este vicio en los que afectan la erudicion, y aunque sea vulgar la proponen en todos los casos, que se les ofrecen.

     255 El otro vicio que se comete en la brevedad consiste en omitir lo preciso: Brevis esse laboro, obscurus fio, dice Horacio. El principal designio del que ha de manifestar una cosa, debe ser executarlo con claridad, para que pueda ser entendido. La claridad pide, que nada se omita de lo que pueda conducir à penetrar los assumptos, porque à veces la omission de una pequeña circunstancia estorba averiguar una verdad importante. De suerte, que para que la brevedad sea bien ordenada se han de evitar dos excessos, es à saber, la superfluidad, y la concission. Los Autores que escriven Compendios, muy pocas veces evitan la obscuridad, porque queriendo ser muy breves, son confusos. Por esto el librito de Jakson intitulado Enchiridion, es inutilissimo para la Medicina. El compendio que hizo Gorter de la Medicina Mecanica es tan corto, que no puede ser entendido sino de los mas aventajados. Hipocrates, y Boherave guardaron en esto el metodo debido. Ya Quintiliano (113) notò esto acerca de la brevedad de los estilos, y lo que reprehende en algunos antiguos es muy adaptable à muchos Escritores de nuestros tiempos.

     256 Para que el metodo sea seguro, es necessario que en el descubrimiento de la verdad se proceda con orden, empezando por las verdades claras, y successivamente procediendo como por grados hasta encontrar la que se busca. Este orden pide que no passe el entendimiento de una proposicion à otra, sin aver probado bastantemente la primera, de suerte, que èsta ya bien establecida, sirva de basa, y fundamento à la otra, y assi ha de procederse ordenadamente hasta la postrera. La razon desto es, porque el entendimiento llega à descubrir las verdades ocultas, si empieza à encontrar alguna conexion de lo que busca, è ignora, con lo que ya sabe, y tiene establecido. Y notò muy bien Ciceron, que entre todas las cosas ay cierto orden, y enlace, de modo, que del conocimiento de unas se llega al de otras (114). Por esto en los escritos jamàs se ha de probar una cosa por otra que se ha de decir en adelante, porque hasta que llegue el letor à èsta no podrà quedar convencido de la verdad de aquella; exceptuando solo algun caso particular, en que puede ser preciso notar de passo lo que con mayor extension se ha de explicar despues (115). Esta maxima se funda en la naturaleza universal, pues observamos que en las producciones, generaciones, y otras acciones semejantes, procede con orden desde lo mas simple, y mas facil hasta lo mas compuesto, y embarazado. Y tenemos tambien desto claros exemplos en el modo, que usamos para aprender algunas ciencias. Si uno quisiera saber lo mas sublime de la Arithmetica, sin entender primero las reglas mas faciles, y simples, no podria conseguirlo; pero al contrario, si empieza este estudio comprendiendo las reglas de sumar, restar, multiplicar, y partir, que son las mas simples, facilmente llegarà à entender las de proporcion, y arte combinatoria. Cartesio, deseava mucho la observancia desta regla del metodo, y no puede negarse que en sus escritos resplandece generalmente un metodo admirable. El P. Mallebranche la observò tan estrechamente, que en su famosa obra de la Inquisicion de la verdad, apenas se hallarà un capitulo, que pueda entenderte, sin entender primero los antecedentes. Y esto debe observarse tanto en el metodo analitico como en el sinthetico, porque en ambos es necessario averiguar lo oculto por lo que ya es sabido. Boherave entre los Medicos guardò un metodo exactissimo, y tambien Borello, y Bellini, siendo preciso confessar, que el buen metodo es muy raro en los libros de Medicina.

     257 Quando se comunican las cosas a otros, es necessario para proceder con metodo seguro proponer lo cierto como cierto, lo dudoso como dudoso, lo claro como claro, y lo obscuro como obscuro, &c. Desto hemos hablado ya en los capitulos antecedentes, y creo que la inobservancia desta maxima ocasiona muchos errores, y estorba el conseguir la verdad. Es necessario tambien que el entendimiento se proponga las objeciones que se le ofrezcan, y las de satisfaccion solida, y capàz de apartar la duda; y propuestas las principales proposiciones, conviene juntar con ellas los corolarios, y escolios correspondientes para ilustrarlas. Los corolarios son proposiciones naturalmente seguidas a otras, y el entendimiento facilmente halla la conexion que ay entre ellas; por esto conviene poner el corolario junto a la proposicion de que se deduce. Escolio es ilustracion, y explicacion mas extendida de una, ò muchas proposiciones, de suerte, que la proposicion muestra succintamente una verdad, y el escolio la esclarece. Por esto es muy conveniente que se pongan escolios à las proposiciones obscuras, y no à las evidentes como hacen algunos, pues es cosa molesta, y ridicula querer explicar con largos razonamientos aquello, que nadie puede dudar. Finalmente para proceder con metodo seguro en la inquisicion de la verdad, es necessario evitar las preocupaciones, y todos los errores que ocasionan los sentidos, y la imaginacion, y los demàs que hemos propuesto, porque sin esta diligencia ningun metodo serà seguro para hallar las verdades ocultas. Para tratar llenamente una cosa con metodo, es necessario difinirla, y dividirla en sus partes, porque con la difinicion se sabe lo que es la cosa, y con la division se desmenuza de modo, que se descubren sus principales miembros, y el entendimiento assi llenamente puede formar juicio de todos, y de cada uno dellos. Pero como las difiniciones, y divisiones, para ser conformes à la buena Logica, han de ser hechas con especiales advertencias, y se han de observar varios preceptos para su buen uso, por esto vamos à tratar separadamente dellas.



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Capitulo XV

De la difinicion, y division.

     258 La difinicion es un complexo de ideas, que muestran el ser de la cosa, como las ideas de animal, y racional, explican el ser del hombre. Algunas cosas ay que no deben difinirse, porque no puede hallarse bastante numero de ideas que las explique, como el infinito. Otras es ocioso difinirlas, porque no puede hallarle difinicion que las explique con mayor claridad, que aquella con que por sì mismas se comprehenden, como la verdad, etc. La difinicion puede ser de nombre, ò de cosa. Llamase difinicion de nombre la voz con que explicamos alguna cosa, porque las voces son una señal externa de la idea que tenemos en la percepcion de algun obgeto, y suponemos que la voz que representa à esta idea, explica aquello que nosotros juzgamos del obgeto de ella. Difinicion de cosa es aquel acto de entendimiento, con el qual juntando muchas ideas, comprehendemos la essencia de la cosa. Y como por el mal uso de ambas difiniciones se cometen muchos errores, por esso brevemente propondrè algunas advertencias, que pueden conducir para hacer todas las difiniciones con acierto.

     259 Siendo preciso que los hombres vivan civilmente, y unos en compañia de otros; es tambien preciso, que reciprocamente se comuniquen sus pensamientos, para mantener el trato civil, para ayudarle unos à otros en las necessidades, y vivir unidos con el vinculo de la caridad. Para comunicarse los pensamientos inventaron ciertas señales externas, con las quales explicassen unos à otros las ideas que cada qual tenia, y convenidos en estas señas externas, siempre que las veìan, entendian facilmente lo que significavan. Esta fue la primera institucion de las voces, que fueron las señales externas con que los hombres comunicavan entre sì los pensamientos. Para que estas señales fuessen mas significativas, solian reparar en las principales circunstancias mas perceptibles de las cosas, y para significarlas inventavan una voz, que, ò en el sonido, ò en el modo de pronunciarla, en quanto fuesse possible, las representasse todas. Coligese de lo dicho, que las voces significan las cosas arbitrariamente, esto es, segun la voluntad de los hombres; porque dado que las voces que puso Adan à las cosas fuessen necessariamente significativas, por la grande ciencia, y conocimiento que de estas mismas cosas tenia nuestro primer Padre, como algunos quieren, no obstante quando despues del Diluvio se dividiò el mundo en naciones tan diversas, cada una de ellas hizo un lenguage especial, y inventò particulares voces para mantener su trato civil; y aunque sea muy natural, que los establecedores de cada lengua nacional ayan buscado las voces que les han parecido mas à proposito para explicar la cosa con todas sus propiedades, sin embargo, como vemos que cada nacion usa de voces distintas para significar una misma cosa, por esso creemos que es arbitraria la invencion de los vocablos, y que èstos en tanto significan una cosa, en quanto los hombres estàn convenidos, en que una voz determinada sea señal externa para significar cierta, y determinada idea.

     260 Siguese de todo esto, que faltan à la perspicuidad aquellos que inventan voces nuevas, quando ay otras en el idioma de una nacion igualmente significativas, y lo mismo sucede con aquellos que introducen voces de lenguas estrañas, quando todavia no estàn recibidas en el comun uso para significar las cosas. En este assumpto tengo por muy buenos los consejos que da Horacio en su Arte Poetica. Assi que qualquiera Escritor que aya de nombrar alguna cosa, y para significarla no halla vocablo admitido en el idioma de la nacion, podrà inventar una nueva voz, observando dos cosas. La primera es, que ha de explicar lo que aquella voz nueva significa, dandolo à entender à los letores con frases, y rodeos de palabras, que muestren lo que quiere significar. La segunda es, que la nueva voz en quanto se pueda se derive de vocablos ya conocidos; todo lo qual se funda en la buena razon, porque el fin de la locucion humana es manifestarse los hombres entre sì las ideas que representan à los obgetos, y esta manifestacion ha de hacerse con toda la claridad possible, y de modo que no se confundan las ideas, ni el conocimiento de las cosas.

     261 Por la misma razon nos vemos obligados muchas veces à usar de las translaciones para explicar lo que percibimos: assi solemos decir, que el estilo de un Autor es suave, la voz dulce, etc. cuyas locuciones son metaforicas, porque la voz suave con propiedad solo significa aquel objeto que aplicado al tacto, produce en las fibras del cutis una sensacion, que explicamos con la voz suave; y dulce solo se dice con propiedad de los objetos del gusto; pero si leemos un escrito, que nos deleita con la armonia de las voces, y consonancia de los periodos, causando en nosotros una sensacion agradable, y semejante à la que ocasionan los objetos suaves en el tacto, decimos, que el etilo es suave; y del mismo modo decimos, que la voz es dulce, porque su sonido ocasiona una sensacion agradable, y semejante à la que causan los objetos dulces. A este modo se entenderàn muchas locuciones figuradas, que se hallan en buenos Autores, assi Españoles, como Latinos, sobre lo qual serà bien ver lo queenseñaron los Filosofos Estoycos, cuya Logica es muy estimable en estos assuntos.

     262 Acerca la difinicion de la cosa se debe notar, que por lo comun usamos mas de descripciones, que de difiniciones, porque ignoramos la essencia de muchissimas cosas, y assi no podemos difinirlas, por lo que nos aprovechamos de las descripciones. La difinicion explica la cosa mostrando los atributos comunes de ella, à lo qual llaman genero, y los particulares, y especialmente distintivos, à lo qual llaman diferencia. Por exemplo: Si difinimos el circulo figura plana, cuya circunferencia por todas partes dista igualmente del centro, con las voces figura plana significamos una cosa, que no solamente conviene al circulo, sino à otras muchas figuras, y por las demàs palabras contraemos, y determinamos el genero comun, significado por las voces figura plana, à la naturaleza particular del circulo, de suerte, que el ser figura plana, cuya circunferencia por todas partes dista igualmente del centro, solamente conviene al circulo, y no à otra figura. En las difiniciones se ha de cuidar mucho de no usar de vocablos obscuros, ò dudosos, porque debiendo la difinicion explicar con toda claridad à la cosa que se difine, no se consigue el fin quando en ella se ponen palabras obscuras. Tampoco se han de difinir aquellas cosas que todos las conocen bastantemente, y la difinicion no las buelve mas claras, y comprensibles, assi aviendole preguntado à Democrito (116): ¿Què es el hombre? Discretamente respondiò: Es lo que todos saben.

     263 La descripcion explica la cosa mostrando todos los caracteres, y señales distintivos de ella, de modo, que en las ciencias naturales, y en la historia, y en la politica son mucho mas à proposito las descripciones para mostrar las cosas, que las definiciones. La Medicina, y Botanica fueron tratadas por los medicos Griegos con perfeccion, porque cuidaron mucho en manifestar las cosas, haciendo descripciones exactissimas de ellas. Hipocrates describiò las enfermedades con tanta exactitud, que leidas sus descripciones puede qualquiera con facilidad conocerlas. Lo mismo hizo Areteo, y Celio Aureliano. Dioscorides describiò las plantas con bastante puntualidad, y en nuestros tiempos Piton Turnefort, y Lemery las han descrito con entera perfeccion. Entre los Historiadores es admirable la descripcion de la peste de Athenas hecha primero por Thucidides (117), y despues por el Poeta Lucrecio (118). La descripcion que hace Salustio (119) de la Ciudad de Roma, y la que Seneca (120) hace de la Ira, son perfectissimas, de suerte, que todas estas, y algunas otras que omito, pueden servir de exemplo à los que ayan de hacer descripciones de las cosas para mostrar la ciencia, y principales caracteres de ellas; porque en las descripciones sobredichas se pintan las cosas, y se muestran todos sus atributos, sin omitir ninguna de las circunstancias precisas, y sin hacer caso de las superfluas.

     264 Quando se hacen descripciones de algunas cosas, se ha de procurar que sean exactas, cumplidas, y simples, de suerte, que por su exactitud comprehendan lo que realmente tiene la cosa que se describe; por ser cumplidas abrazen la cosa con todos los atributos, y caracteres propios, è inseparables della; y por su simplicidad muestren la cosa pura, y sin mezcla de otras, para que el entendimiento no las confunda. Por esta razon quando se describen las enfermedades no han de mezclarse razonamientos sobre las causas dellas, como hacen comunmente los Medicos, porque una cosa es la enfermedad, y sus simptomas, y otra el juicio que hace el Medico de las causas que los produce. Lo mismo ha de entenderse en qualesquiera otras descripciones, aunque solamente se intente mostrar con ellas los caracteres viciosos de algunos hombres, de lo qual ay admirables exemplos en la antiguedad, y puede ponerse por modelo la descripcion que Petronio Arbitro hace del hombre desvanecido, y jactancioso (121).

     266 Acerca de la division se ha de saber, que es necessaria para separar las partes de las ideas compuestas, y el buen orden, y claridad pide que se dividan las cosas en miembros distintos para que no se confundan. Por esta razon es preciso que quando se divide un todo, se haga con exactitud, mostrando todas las partes de que se compone. Por exemplo: Si dividimos el numero en par, y impar, la division es exacta; pero si le dividimos en numero seteno y deceno, es imperfecta, y aun ridicula, porque son infinitos los numeros que lo estàn comprehendidos en los miembros de esta division. Tambien es preciso que los miembros de la division sean opuestos, y que el uno no estè contenido en el otro por lo que si uno dividiesse al numero en par, impar, y deceno, dividiria mal, porque el numero deceno està comprehendido en el par. Como la division es necessaria para tratar las cosas con buen metodo, se ha de hacer de manera, que no se dividan en partes demasiadamente pequeñas, porque entonces el demasiado numero de particulas carga la memoria, y embaraza la atencion (122). Por esto es viciosa la division de las ciencias que trae Laercio en la vida de Platon; y en nuestros tiempos el famoso Heicneccio usa de divisiones semejantes, de manera, que algunas veces excede en la division, distribuyendo el assumpto en particulas menudissimas, que ocupan demasiadamente la memoria, como puede verse en su Logica, y Filosofia Moral, aunque por otra parte es preciso confessar, que es uno de los Autores mas metodicos que se hallan en la Republica Literaria. Finalmente es cierto, que el difinir, y dividir bien los assumptos que se han de tratar es sumamente preciso para guardar buen metodo; pero aunque se propongan muchas reglas, nunca se harà bien la division de una cosa, sino se comprehende perfectamente el assumpto que se trata.

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