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Los compromisos de un escritor

Nicasio Urbina





Es motivo de preocupación cuando los gobiernos se inmiscuyen como jueces en asuntos culturales, se apoderan de la obra literaria de un poeta, y se convierten en árbitros de quién puede o no puede prologar la obra de un escritor. Desgraciadamente esa es la situación que se da ahora en Nicaragua con el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Como si los problemas del país no fueran pocos, como si la miseria no estuviera afectando directamente a la gran mayoría de la población, como si la democracia no estuviera ya suficientemente amenazada después del fraude electoral del 9 de noviembre del 2008; ahora tenemos que vérnosla con un gobierno que determina quién puede prologar la obra poética de Carlos Martínez Rivas (1924-1998).

No hay duda que la decisión de quién puede o debe prologar un libro es una decisión del autor o sus herederos, de las personas naturales o jurídicas que posean los derechos del autor de la obra. En el caso de Carlos Martínez Rivas los derechos después de su muerte han sido tema de debate judicial. Según tengo entendido Martínez Rivas dejó sus derechos a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Después su familia interpuso un juicio y recuperó los derechos; y luego su viuda, Esperanza Mayorga los cedió al Instituto Nicaragüense de Cultura. Eso quiere decir que legalmente el INC puede decidir sobre la publicación, edición y distribución de la obra de Carlos Martínez Rivas. Sin embargo, la pregunta no radica en la legalidad del hecho, sino en su ética y su significación.

José Manuel Caballero Bonald es el editor de la colección de poesías que publica el diario El País de Madrid, propiedad del Grupo Prisa, donde se imprime y se distribuye semanalmente antologías de los mejores poetas del mundo. La publicación de la antología de Carlos Martínez Rivas bajo el título La insurrección solitaria -su gran libro-, estaba programada para el 27 de mayo del 2009, y se le pidió a Sergio Ramírez un artículo para prologar la antología. Todo estaba marchando sobre ruedas hasta que el Instituto Nicaragüense de Cultura, al darse cuenta de que Sergio Ramírez era la persona que iba a prologar el libro, retiró los derechos de publicación. El alegato es que debía ser Pablo Centeno Gómez, estudioso de la obra de Martínez Rivas, o un español, el prologuista del libro. Pablo Centeno Gómez, ha dedicado los últimos nueve años de su vida a recoger la obra poética de Carlos Martínez, a ordenar los textos y preservarlos, y según declaraciones de él mismo no tiene ninguna objeción al prólogo de Ramírez, y por el contrario, piensa que es un «filme de la labor del poeta en el momento de creación, de la concepción de la poesía». Pablo Centeno Gómez es hoy por hoy el que mejor conoce la obra de Martínez Rivas, y un prólogo suyo a las Obras Completas del poeta es algo que todos los lectores de Carlos estamos esperando. El desacierto del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo no solo ha censurado a Serio Ramírez, sino que ha puesto en entredicho a Pablo Centeno Gómez.

Las controversias sobre los prólogos son muy antiguas. El «Prólogo» de Las leyendas de Canterbury de Geoffrey Chaucer ha sido ampliamente discutido y debatido. El «Prólogo» de Don Quijote sigue siendo tema de discusión en los centros cervantistas y las academias. Tenemos el famoso prefacio de William Wordsworth a sus Lyrical Ballads, o el de Walt Whitman a Leaves of Grass. Cualquiera que lea el artículo de Sergio Ramírez que iba a encabezar la antología, se dará cuenta que es un artículo de primera categoría, que presenta un perfil balanceado de la vida y el talento de Carlos Martínez Rivas. «El horno al rojo vivo» es un texto de gran calidad literaria, que utiliza la metáfora del panadero para representar al poeta, y que demuestra un conocimiento profundo y un cariño sincero hacia Martínez Rivas. Entre Ramírez y Martínez Rivas se fraguó una profunda amistad, y Sergio Ramírez fue de las personas que más ayudó a Martínez Rivas cuando era vicepresidente de Nicaragua. No hay por tanto en el texto ninguna razón literaria para que sea censurado. Es un prólogo ejemplar que presenta al poeta de una forma muy humana, con admiración y justicia. Sin embargo Luis Morales Alonso, Presidente del Instituto Nicaragüense de Cultura, dice que «es una obra de ficción, donde se mezclan asuntos biográficos con creaciones literarias. Hay mucha ficción en esta obra. Es como un cuento el que está presentando el Dr. Ramírez».

La verdad es que las únicas razones para censurar el prólogo son de orden políticas. Daniel Ortega y Sergio Ramírez gobernaron Nicaragua y trabajaron juntos por muchos años. En 1994, cuando Sergio Ramírez era jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional se dio la división que luego llevó a ataques personales y virulentos por parte de Ortega. Todo esto ha sido narrado por Sergio Ramírez en su libros Adiós muchachos (Aguilar 1999).

Yo había entrado a formar parte de la Dirección Nacional del FSLN a raíz del Primer Congreso celebrado en julio de 1991. [...] La mayor oposición a mi ingreso vino del lado de Daniel. No sólo porque estábamos ya en campos adversos, sino porque en él seguía pesando el criterio ideológico de que aquella debía seguir siendo una Dirección Nacional compuesta de manera exclusiva por los sobrevivientes de las catacumbas, entre los que yo no estaba.

La fidelidad ideológica a un mundo que ya no existía seguía siendo una obsesión de la vieja guardia. Nació entonces la tendencia renovadora dentro del FSLN, encabezada por mí, y como contraparte la tendencia ortodoxa, encabezada por Daniel. Él buscó la convocatoria de un Congreso Extraordinario para dilucidar la disputa; y en ese congreso, que tuvo lugar en mayo de 1994, fuimos derrotados por la maquinaria burocrática y resulté defenestrado del Dirección Nacional.

No tardaría en perder mi cargo de jefe de la bancada sandinista, que Daniel reclamó para sí, y me vi puesto bajo las baterías que el partido reservaba para sus peores enemigos. El padre Miguel de Escoto, ahora un ortodoxo encendido, compareció cinco días seguidos en la Radio Ya para cubrirme de vituperios escogidos. Después, por la misma radio empezaron a atacar con insidia de pandilleros a mi hija María... Había llegado la hora de decir adiós.


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Desde entonces Sergio Ramírez se ha dedicado a su obra literaria con los éxitos que ya todos conocemos. Como intelectual sin embargo ha seguido opinando ocasionalmente sobre la situación política y social del país. Desde el regreso de Daniel Ortega al poder en enero del 2006 Sergio Ramírez ha sido crítico de los abusos de poder del Presidente, y a partir del fraude electoral del 9 de noviembre del 2008, donde su voto y el de toda la Junta Receptora de Votos de su barrio desapareció por obra y magia del Consejo Supremo Electoral, Sergio Ramírez ha levantado su voz para denunciar el atropello que ha sufrido el pueblo de Nicaragua. Esta es la verdadera razón por que «El horno al rojo vivo» fue censurado.

El gobierno de Daniel Ortega se ha equivocado repetidamente atacando y violando de los derechos de los nicaragüenses, y sobre todo los de algunos artistas destacados. Los acosos al padre Ernesto Cardenal y el juicio que le entablaron por un hotel en el archipiélago de Solentiname, le costó al gobierno las críticas de un gran número de personas e instituciones de izquierda. La violación a los derechos de autor de Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, autores de las canciones más importantes y reconocidas de la Revolución Sandinista, han demostrado la falta total de respeto de este gobierno por los derechos intelectuales. Y los ataques al periodista Carlos Fernando Chamorro, conductor de uno de los mejores programas de comentario político en la televisión nacional, demuestran el poco respeto que el gobierno tiene por la libertad de expresión. Y ahora la censura por el prólogo de Sergio Ramírez provocó que un grupo de escritores e intelectuales emitieran el «Comunicado de Guadalajara» donde se condena las acciones ejercida por el gobierno. Escritores de la talla de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Fernando Savater, Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman y Gonzalo Velorio entre muchos más firmaron la declaración de repudio. Igualmente un amplio grupo de escritores nicaragüenses emitieron un comunicado condenando la censura del prólogo, y la intervención del gobierno en asuntos de índole literaria.

La posición del gobierno frente a la libertad de expresión puede ser considerada a la luz de las declaraciones que diera su Procurador General de Justicia, Hernán Estrada, cuando a raíz del fraude electoral del 9 de noviembre del 2008 dijera: «El gobierno ha actuado con mucha prudencia, porque si no fuera así, bastaría un llamado del Comandante Ortega, el líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, para que no quedara sobre este país y sobre ninguna emisora y sobre ningún medio de comunicación que lo adversa. Por fortuna la serenidad es lo que caracteriza a este gobierno». La intimidación, el pandillerismo, el terrorismo judicial y la censura, son los métodos que está usando el gobierno para controlar y responder a sus críticos. Desde la llegada del actual gobierno al poder se recortó la publicidad gubernamental en los medios de comunicación que no apoyaran a Ortega. Esa medida tuvo un efecto económico directo tanto en los medios escritos La Prensa y El Nuevo Diario, como en los canales de radio y televisión. Al día siguiente del fraude electoral Radio Darío fue atacada por un grupo de choque que destruyó las instalaciones y el equipo. Radio Corporación ha sido saboteada varias veces y ha tenido que transmitir a través de teléfonos celulares y unidades móviles. Este tipo de actitudes frente a los medios de comunicación refleja la posición del gobierno frente a la libertad de expresión.

Para terminar de zanjar la controversia el Instituto Nicaragüense de Cultura ha convocado recientemente a un concurso de prólogos invitando a todos los escritores de Nicaragua a escribir un prólogo para La Insurrección solitaria que ahora planean publicar. El populismo y el revanchismo del gobierno de Daniel Ortega no tienen límites. Ante la enorme equivocación que cometieron al censurar el prólogo de Sergio Ramírez, pretenden enmendar el entuerto con una competición nacional. La idea es por sí misma excelente, ya que obligará a todos los escritores jóvenes interesados en participar a leer o a releer a Carlos Martínez Rivas, pero la forma en que se da el hecho demuestra la miopía del gobierno y sus gestiones culturales. Sin una política de promoción cultural, sin un programa de publicaciones independiente, sin una gestión clara y visible de protección del patrimonio cultural de Nicaragua, el gobierno de Ortega-Murillo parece ir reaccionando erráticamente, silenciando a los intelectuales que se les oponen, atacando a los periodistas que los critican, acosando a los intelectuales que denuncian la situación política, y elevando el nivel de confrontación nacional en las calles, en las aulas, y en las instituciones culturales.

Este hecho recuerda el desafortunado incidente del Presidente Chávez de Venezuela, cuando a propósito de los 40 años de la publicación de Cien años de soledad, propuso comprar a Alfaguara un millón de ejemplares de la edición conmemorativa de El Quijote, siempre y cuando no llevara el prólogo de Mario Vargas Llosa, con el que se había publicado la obra en Madrid el mismo año. Jesús Polanco le pidió un prólogo a José Saramago y así se imprimió la versión venezolana del Caballero de triste figura. Daniel Ortega que en todo quiere imitar a Hugo Rafael Chávez Frías, encontró en la publicación de La insurrección solitaria una oportunidad para censurar a Sergio Ramírez, y demostrarle a su jefe que había aprendido la lección. Ya sabe el Grupo Prisa a qué atenerse cuando de dictadores y prólogos se trata.

Como dijo Sergio Ramírez en un artículo publicado en La Prensa, diciembre 11 del 2007, titulado «El cuchillo en la lengua», «No es sólo mi voz, ni mi lengua, ni son sólo mis libros, sin embargo, es la voz y la lengua del país la que está en juego. Está en juego si Nicaragua será en adelante un país silencioso, de ciudadanos sometidos al miedo, o si será un país democrático, donde todo el mundo pueda expresarse, decir lo que quiere, en público y en privado, escribir sin miedo, salir a las calles a protestar sin temor a palos y pedradas. Un país donde el voto de los ciudadanos sea contado con transparencia, o un país donde la regla sean los fraudes electorales».





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