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Los gemelos y la vieja Tarunmio o El origen de los frutos



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Una vez el sol se acostó con la luna y ésta salió en estado. Entonces el sol la invitó a parir en su casa.

-¿Cómo se va a tu casa? -Le preguntó la luna.

Eacute;l le dijo:

-En la primera encrucijada del camino que va hacia las montañas debes tomar el sendero donde encuentres una pluma de guacamaya. Más adelante te toparás con una pluma de pájaro yuis, cerca de allí está mi choza. ¡Pero debes tener mucho cuidado, si te equivocas de camino llegarás a la casa de la Tarunmio1, la vieja Come-Gente!

Llegado el día, la luna salió a parir en la morada del sol. Más inquietos que la madre estaban los hijos dentro de la barriga. La molestaban sobremanera. Durante el camino no hacían más que decir: «Mira mamá esas flores bonitas». «Contempla mamá esos frutos maduros». En una de esas la luna se cayó, y disgustada por ese atrevimiento de sus hijos, les pegó por sobre la barriga, luego de regañarlos. Todavía no estaban afuera y ya fastidiaban.

Cuando llegó a la encrucijada la luna no se acordaba cuál era la señal convenida. Toda aterrada les preguntó a sus hijos, pero éstos, enojados, no le contestaron. Era de suponer su equivocación y su arribo a la casa de la vieja Tarunmio. La vieja Come-Gente cocinaba en ese momento. La luna cansada y hambrienta le pidió alojamiento por una noche. La Tarunmio no esperó oírlo dos veces. Le ofreció comida, agua, luego un cuarto y le ayudó a acostarse. En la noche mató a la luna, le sacó a los muchachos gemelos y se la comió. Desde ese día los gemelos tuvieron por madre a la vieja. En unos pocos días crecieron y se convirtieron en hombres porque ellos tenían sangre de dioses. Los dos muchachos salieron muy cazadores. Cada día traían de la selva paujíes, lapas y rabipelados que la vieja en la noche los cocinaba y se los comía sin darles nada a los muchachos.

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La Come-Gente sólo les daba una torta blanca con sabor a casabe. Los gemelos cansados de la misma comida se preguntaban de dónde sacaba el casabe la vieja si ella no sembraba yuca. Entonces se pusieron de acuerdo para observar cómo hacía. De un enorme sapo la vieja extraía una leche espesa que echaba sobre el budare caliente y de allí salían las sipiipa2. Después se ponía a conversar con el animal.

-Ya llegará el día en que no te sacaré más leche para ellos. De un momento a otro me los comeré.

Al darse cuenta de que la vieja no era su mamá sino una Tarunmio decidieron matarla. Además, al regreso de una cacería de paujíes oyeron decir a dos de éstos, que estaban vivos, lo siguiente: «Quienes nos han cazado son los hijos de la luna...», y contaron todo el resto de la historia.

En la tarde del día siguiente los gemelos lo dijeron a la vieja que pensaban hacer una roza3 para sembrar, pero que para obtener una buena cosecha era necesario que ella gritara sus cantos encima de una troja que ellos levantarían.

A los dos días estuvo la roza y se montó la troja en el tercero. Cuando la vieja comenzó a cantar, los dos gemelos le dieron candela a no poco de leña que estaba debajo. La vieja no tuvo tiempo de saltar porque las llamas la quemaron como a una rama seca... Y fue allí donde los indios fundaron las primeras sementeras y donde se dieron por primera vez todos los frutos: ocumo, mapuey, ñame, y otros muchos más.





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