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ArribaAbajo- II -

Argelia


La acogida de los inmigrantes moriscos expulsados de España fue algo diferente en Argelia que en Marruecos, por la distinta evolución política de ambos países magrebíes vecinos de España. Pero entre los dos países predominarán las semejanzas. Estudiar con más detalle el caso argelino permitirá no sólo confirmar las grandes líneas del sistema de instalación que se dio también en Marruecos, sino también comprender la importante y muy documentada instalación en Túnez y la que se dio, en menor escala, en otros países del Imperio Otomano.

La documentación sobre la instalación de los moriscos en Argelia es mucho menor de la que se tiene sobre su instalación en Marruecos y, sobre todo, en Túnez. Sólo muy recientemente los trabajos de As-Sadn han aportado una importante cantidad de documentos argelinos sobre los moriscos o andalusíes argelinos181. Antes, sólo algunos trabajos generales han estudiado los moriscos de ese país, a partir de una documentación escasa pero con muy útiles e iluminadoras comparaciones con otros países más documentados: Latham182, Brahimi183,   —206→   Epalza184 y Oueslati185. Todo ese conjunto permite tener una visión de conjunto suficiente, aunque la documentación directa sobre los moriscos argelinos sea muy deficiente. Es muy probable que se descubran nuevos documentos, argelinos o extranjeros, y que se pueda completar así el marco general que se esboza en este estudio.


ArribaAbajoLos espacios geopolíticos argelinos

1. Los espacios geográficos

A principios del siglo XVII Argelia ocupaba -dicho esquemáticamente, para comprender la inserción social de los moriscos expulsados- casi el mismo espacio geopolítico que la República Argelina moderna, desde que los hermanos Arruy y Jair-ad-dín Barbarosa o Barbarroja habían reorganizado, con el apoyo otomano y a principios del siglo XVI, los espacios geopolíticos del Magreb central. El territorio   —207→   argelino se situaba, pues, entre el sultanato marroquí -Reino o Imperio Chenfiano o Reino de Fez- y la también wilya otomana o Regencia de Túnez, con el mar Mediterráneo al norte y el desierto del Sáhara al sur.

El centro político de Argelia era -y lo sigue siendo, desde hace casi cinco siglos- la ciudad de Argel (Alger de los catalanohablantes, Al-Yaz'ir o «Islas de los Banu-Mahzurina»). Argel tenía también una posición central en la costa magrebí que de ella dependía, con los puertos de Bona (ahora Annaba), Djidjel, Bujía (ahora Bidjaïa), Cherchel, Tenes y Orán (ocupado éste por España). Argelia era el extremo occidental del Imperio Otomano, con las otras dos Regencias magrebíes de Túnez y Trípoli de Occidente (para distinguirla de su homónima oriental, la del Líbano actual).

La costa argelina, generalmente montañosa e inhóspita, pero con pequeñas llanuras de desembocadura de ríos, era el país islámico más amplio y el más cercano a España, junto con la zona norte de Marruecos, la del estrecho de Gibraltar. Esta situación geopolítica de vecindad de la península y de punta de lanza del temido Imperio Otomano explica la polarización en Argelia de la agresividad de la opinión pública hispánica y su importancia en la acogida de los musulmanes o moriscos expulsados de España.

Evidentemente, no se puede concebir la jurisdicción política de Argel sobre esos espacios geográficos en el siglo XVII como la de un Estado moderno y una administración centralizada de hoy en día. El dominio directo sólo se ejercía sobre la capital y sus alrededores, y sobre las ciudades donde los turcos tenían guarnición estable, como los puertos antes mencionados, las ciudades interiores de Tremecén (Tlemcén o Tilimsn), Medea, Msila, Constantina, etc., así como sobre los puestos militares en las grandes vías internas, especialmente la vía Este-Oeste, paralela a la costa, por las altiplanicies, generalmente separadas del mar por altas montañas.

Sobre las tribus (qab'il o cabilas) del interior, el gobierno de Argel tenía una jurisdicción más indirecta, que se manifestaba más o menos regularmente por frágiles pactos y por expediciones militares con objetivos ante todo fiscales y políticos. No consta que esas expediciones llegaran regularmente al actual Sáhara argelino.

Tanto los límites orientales de la jurisdicción argelina (con los territorios dependientes de Túnez) como los occidentales (los de Fez)   —208→   eran frecuentemente objeto de disputas y de expediciones militares, sin que variaran mucho esas «fronteras». A pesar de que Tremecén dependía políticamente de Argel, con permanente guarnición turca al igual que las otras ciudades occidentales de la Regencia, esa zona tenía relaciones especiales con Fez, por tradiciones que se remontaban a toda la Edad Media y por ser la capital marroquí refugio de numerosos descontentos del gobierno argelino y de la ocupación oranesa de los españoles. Desde principios del siglo XVI y hasta fines del XVIII, la ciudad de Orán y su «Gran Puerto» natural de Mazalquivir estaban ocupados por España y prácticamente aislados de su hinterland islámico.

Este somero esbozo de la geografía política argelina es absolutamente indispensable para comprender la llegada e inserción social de los moriscos emigrados de España, antes y después de la gran expulsión de 1609-1614. Los moriscos o andalusíes se insertaron únicamente en las ciudades y zonas rurales periurbanas directamente controladas por las autoridades turcas. No hay ninguna constancia de su instalación en territorios rurales, ni siquiera en las montañas cabileñas y semiautonómicas del «Rey de Kuko», a menudo aliado con el Rey de España contra las autoridades de Argel, a principios del siglo XVII. Hay en cambio muchos testimonios concordantes, de fuentes árabes y europeas, de que los moriscos expulsados de España hacia las costas magrebíes fueron maltratados frecuentemente por habitantes de esas zonas rurales sólo indirectamente controladas por el poder otomano de Argel.

2. Los espacios sociales

Como se puede ver también en Marruecos y en Túnez, la inserción de los emigrantes de Al-Andalus, tanto en el Magreb como en Oriente, se realizó casi exclusivamente en zonas urbanas y periurbanas controladas por la alta autoridad política marroquí u otomana, no en las zonas rurales de las tribus o confederaciones tribales magrebíes. Pero se puede precisar algo más esos modos de inserción de los moriscos, en la sociología urbana de la Argelia del siglo XVII tal y como la describieron concisa pero acertadamente los tratadistas o los viajeros europeos de la época.

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La sociedad argelina estaba fuertemente jerarquizada. En la cumbre del poder político-militar estaban los «turcos» de origen oriental, y los militares asimilados a esa clase social, generalmente de origen cristiano y convertidos al Islam, los «elches» o uluy, tan bien estudiados recientemente por los Bennassar. Un contemporáneo describe así a esa clase social:

Turcos... son de dos maneras: unos lo son de naturaleza y otros de profesión; llámanse turcos de naturaleza los que han venido o sus padres de Turquía... Los turcos de profesión son los renegados que, siendo de sangre y de padres cristianos, de su libre voluntad se hicieron turcos... (Haedo).



Ni siquiera los hijos de esos turcos inmigrados a Argelia, fruto generalmente de matrimonios con magrebíes o con esclavas extranjeras, podían ser equiparados a los «turcos»; eran los kologlu o «coloríos». Algunos arraeces o capitanes del corso marítimo pertenecían a esa clase de los turcos y asimilados, pero no todos.

Los moriscos colaboraron con esa clase dirigente muy íntimamente, ya que ésta era su apoyo principal, en el ambiente urbano directamente controlado por los turcos, en el que estaban insertos los moriscos. Pero no consiguieron, salvo en contadas excepciones, ingresar en esa clase social. Eran demasiado moros, para los dirigentes turcos.

Los andalusíes eran considerados como pertenecientes a la clase social de los moros o ciudadanos burgueses, aunque sólo algunos de ellos pertenecían a lo que se podría llamar «la alta burguesía», descrita por Brahimi. Ya entre estos moros, los andalusíes se la aparentaban a los baldis o ciudadanos de las ciudades, en particular los andalusíes que eran cherifes o nobles descendientes del Profeta, por la similitud de sus actividades artesanales, comerciales y de servicios en general, así como por el origen cherif de muchos andalusíes. Aunque ejercieran actividades agrícolas en las zonas periurbanas de Argel y otras aglomeraciones, se distinguían perfectamente de los alarbes o árabes (semisedentarios arabizados) y de los beduinos (nómadas), entre los que encontraron a sus peores enemigos al ser desembarcados en el Oranesado. Con los rurales los andalusíes convivían en el abigarrado conjunto social de las ciudades y de los campamentos militares de la Argelia otomana. Por su lengua y cultura, los andalusíes también se distinguían de los beréberhablantes   —210→   o cabailíes, que vivían de forma bastante independiente en las montañas argelinas.

Este esquema sitúa, geográfica y sociológicamente, la actividad general de los moriscos emigrados y de sus descendientes en Argelia. Es el marco de los hechos documentados que se expondrán a continuación.




ArribaAbajoAntecedentes andalusíes de emigraciones al Magreb Central

1. La cercanía geográfica

La vecindad geográfica había hecho de las costas argelinas un lugar privilegiado para emigraciones desde Al-Andalus, ya desde la instalación de los musulmanes a ambos lados del Mediterráneo: eran «las dos orillas» o al-adwatn de un mismo mar, tal y como las describe el geógrafo del siglo XI Al-Bakri, que enumera los puertos de la costa magrebí mencionando los puertos de la costa andalusí que tienen enfrente. La costa levantina de la Península de Al-Andalus era realmente «puerta de Al-Andalus», porque por ella se embarcaba o se atracaba en el camino que unía por vía marítima a Córdoba con Kairuán y el Oriente mediterráneo, por el cabotaje de la costa argelina, como describe también el geógrafo del siglo IX Al-Ya'qubi. Sólo unos 200 kilómetros separan las actuales costas argelinas de amplias regiones de la península, desde Cataluña y las Baleares a toda la zona costera valenciana, alicantina y murciana, hasta Almería. Todo el llamado Xarc-Al-Andalus (Oriente o Levante de la Península Ibérica árabe) está abocada a la costa magrebí y viceversa.

En época morisca (siglos XVI-XVII), grandes zonas de mayoritaria población morisca se encontraban orientadas, en sus relaciones con el mundo musulmán, hacia esa costa fronteriza. Es conocida la expresión de las autoridades valencianas que analizaban las relaciones de los moriscos con los argelinos en La Marina alicantina actual diciendo que allí mandaba más el señor de Argel que el señor de Polop. Tanto la costa peninsular como la magrebí de la actual Argelia constituían una especial «frontera» entre el Islam y la Cristiandad europea, tal y como lo han descrito muy acertadamente Burris, para la Valencia medieval, y Hess, para el siglo XVI.

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Unas anécdotas documentadas, del siglo XVI, muestran bien el carácter de frontera de ambas costas, donde los moriscos hacían frecuentes y variadas travesías.

Un tal Juan de Oriola, cristiano viejo catalán, instalado en Paterna (Valencia), había hecho de su casa el lugar de encuentro de moriscos de Aragón, de Valencia y de Argel. Era por los años 1575-1578, en la época en que el enviado otomano Duarte tenía que organizar la coalición para un levantamiento general de los moriscos. Juan de Oriola lo que hacía era un muy fructífero comercio, comprando armas que vendía a los moriscos y también comprando tierras a los ricos moriscos de Paterna que iban a Argel a preparar la invasión y necesitaban dinero líquido para obtener el apoyo de las autoridades argelinas y la adquisición de los medios militares necesarios.

De Valencia procedía también un morisco, cuyo padre era de Segorbe, que fue apresado en Orán, como espía al servicio de Argel, en fecha indeterminada, entre 1554 y 1558. En cambio, también a Orán venían directamente de Cherchel y de otros lugares de Argelia unos «moros mudéjares», ya instalados en tierras islámicas, a negociar rescates con intercambio de cautivos. Su conocimiento de la lengua española les recomendaba para esas negociaciones con las autoridades españolas de Orán, hacia 1551.

Por eso, así como se ha especificado un poco las distintas regiones y clases sociales de Argelia donde se insertaron los inmigrantes de Al-Andalus en ese país magrebí, hay que especificar también las diversas etapas de esa emigración y sus características.

2. Emigraciones anteriores al siglo XIII

Símbolo de las instalaciones andalusíes en Argelia es la fundación o poblamiento de Orán del año 903, como lo es en Marruecos la fundación de Fez por andalusíes a principios del siglo IX. Esta acción urbanizadora se refleja muy bien en los textos del geógrafo andalusí Al-Bakri ya mencionados y en las diversas tradiciones, más o menos documentadas, que atribuyen la fundación o el desarrollo de diversas ciudades a inmigrantes de Al-Andalus, hasta para el caso de Msila, en las vías de comunicación del interior. El constante trasiego entre «las dos orillas», fomentado particularmente por la obligación musulmana de   —212→   peregrinar a La Meca y el hábito científico de viajar para estudios, con lucrativas operaciones comerciales concomitantes, provocó el establecimiento de numerosas comunidades de andalusíes en los núcleos urbanos del Magreb y también el correlativo establecimiento de magrebíes en Al-Andalus.

3. Emigraciones del siglo XIII al XV

En el siglo XIII, una gran oleada de musulmanes andalusíes invade el Magreb como consecuencia de la conquista cristiana de amplias y muy pobladas zonas musulmanas de Al-Andalus (Algarve, Andalucía del Guadalquivir, Murcia, Valencia, Baleares), después de las ocupaciones cristianas del siglo anterior, en la meseta meridional y el valle del Ebro. Esto provoca una abundante emigración hacia el Magreb, ya definitiva, especialmente de miembros de las clases dirigentes de época almohade, que encontraron especial refugio en los reinos post-almohades de Tremecén y de Túnez, del que dependían políticamente las dos importantes ciudades argelinas de Bujía y Constantina.

Esta emigración del XIII se veía favorecida por los contactos de épocas anteriores, ya mencionados. Ejemplo de emigración puede ser el de los pocos sabios alicantinos que se conocen, mencionados por Ibn-Al-Abbar, que acaban emigrando a Tremecén. El propio Ibn-Al-Abbar, polígrafo y político valenciano en el momento de la conquista de Valencia en 1238, emigra a Túnez, pasando por Bujía. Tremecén y Bujía son, efectivamente, en el siglo XIII las dos principales ciudades de los territorios actualmente argelinos y por eso canalizaron por ellas el flujo de los refugiados.

Después de la gran emigración del siglo XIII, un continuo goteo de mudéjares hispánicos se va trasladando a las costas y ciudades del Magreb central: un alfaquí aragonés pasa por Mallorca, a principios del siglo XV, para preparar su instalación en tierras musulmanas y volverá más tarde para llevarse finalmente a su familia a Bujía. Territorios musulmanes como la Menorca del XII o la Granada del XIII-XV no son muchas veces más que etapas para la emigración definitiva al Magreb, a ciudades como Tremecén, Bujía y otras poblaciones más pequeñas de los actuales territorios argelinos.

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Pero la inestabilidad política de la zona en el período post-almohade, por las guerras entre las dinastías hafsí de Túnez, abdelwadí de Tremecén y meriní de Fez, y de éstos con diversos poderes locales, frenaron muchas posibilidades de instalación de andalusíes en el Magreb central y les orientaron más hacia las capitales extremas de Fez y Túnez. Son muy numerosas las descripciones del Magreb central que hacen diversos escritores andalusíes de estos siglos medievales.

La toma de Granada en 1492 provocó una nueva emigración, dirigida sobre todo a las costas marroquíes, pero también a las argelinas. Es simbólica la probable instalación en Tremecén de miembros de la familia real granadina, «conocidos popularmente en Tremecén como los Banu-Sultán de Al-Andalus» (descendientes de los soberanos musulmanes de la península). Esta conciencia popular en la ciudad de Tremecén, de ser en cierta manera herederos de Al-Andalus, inspiraría seguramente al tlemcení Al-Máqqari su monumental historia sobre los andalusíes, a mediados del siglo XVII, el Nafh-at-tib y el Azhar-ar-riyad.

Son alfaquíes argelinos -con el marroquí Al-Wanxarixi- los que más se interesan por las situaciones religiosas de los musulmanes bajo poder cristiano: Al-Magrawi de Orán, Ibn-Miqlás de Argel y Az-Zarkali de Bujía. Este interés se explica fácilmente por la mencionada vecindad y constante emigración de grandes zonas de población mudéjar de la península (Aragón, Cataluña del Ebro, Valencia, Murcia, Andalucía oriental).

Las fatwas o respuestas jurídico-religiosas de estos alfaquíes solían acabar con una viva recomendación a los musulmanes de Al-Andalus para que abandonaran las tierras de cristianos y emigraran a tierras islámicas. No sólo era para poder cumplir mejor con sus preceptos religiosos, sino sobre todo para reforzar a los territorios musulmanes en su lucha contra los ataques cristianos, como puede verse también en el teólogo marroquí Al-Wanxanxi, al servicio de los intereses de sus soberanos. Estos dictámenes coinciden curiosamente con el de un teólogo musulmán argelino moderno, que apoya totalmente la opinión de los alfaquíes que imponían a mudéjares y moriscos el que abandonaran sus tierras dominadas por los cristianos.

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4. Emigraciones a la Argelia otomana

Según el autor anónimo del Kitb al-gazawt o Libro de las expediciones de Arruy y Jair-ad-dín, contemporáneo a los hechos, Argel se pobló de andalusíes, tras la rebelión granadina de 1502, aun antes de que se instalaran los hermanos Barbarroja en la que sería capital de Argelia.

Orán, por su parte y a partir de 1493, va a recoger un número importante de granadinos refugiados y va a convertirse en el punto de partida de numerosos ataques a las costas españolas. Las costas argelinas van a ser cada vez más beligerantes contra los cristianos, lo que permitirá justificar a la Corona de Castilla, aliada a la de Aragón por el matrimonio de Isabel I y Fernando V, el ocupar a principios del siglo XVI los principales puertos magrebíes: Melilla, Honéin, Mazalquivir, Orán, Tenes, Cherchel, Peñón de Argel, Bujía, Tedellis, Djidjel, Bona, Tabarka, Bizerta, La Goleta, Kelibia, Hamamet, África (Mahdia), Gelves (Djerba), Trípoli, etc. La reacción magrebí, a partir de Argel y con el apoyo otomano, va a reducir las ocupaciones hispánicas, a lo largo del siglo XVI, a solamente Orán y Mazalquivir.

En la nueva reestructuración del espacio político del Magreb central, con la creación del vilayet otomano (wilya, en árabe, o «gobernorato») de Argelia, va a tener un papel determinante la acción de los hermanos Barbarroja y de sus sucesores en el gobierno de Argel, centro político de la región. Para su política anticristiana contarán siempre con fuerzas andalusíes. Recogerán a los expulsados por la ocupación española de Bujía. Instalarán a andalusíes en su territorio, repoblando entre 1501 y 1529 las fértiles llanuras alrededor de Argel y Blida, la Mitidja, y atraerán a emigraciones clandestinas de España, sobre todo después de la derrota de la flota de Carlos V en Argel en 1541. Los gobernantes de Argel tienen en 1551 cuerpos de ejército con 5.000 tiradores «turcos y moros mudéjares». Los militares andalusíes apoyarán especialmente con Uluy Alí las revueltas de Las Alpujarras en 1568. Recogen emigrantes granadinos de 1570 y organizan el transporte de más de 2.000 moriscos de la zona de Alicante en 1584 y de Lorca en 1591, entre otras acciones en favor de la emigración morisca hacia tierras argelinas.

Muy escuetamente resume Haedo, a finales del siglo XVI y ya en vísperas de la gran expulsión de España, el papel de los inmigrantes andalusíes en la Argel del XVI, en su capítulo IV:

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Cómo Argel vino en poder de los Turcos:... después que fue ganado el reino de Granada por el Rey Católico en el mes de Enero del año del Señor 1492. Muchos de los moros de aquel reino, y otros de Valencia y Aragón se pasaron a Berbería, porque siendo todos pláticos en las guerras de toda España do nacieran y se criaran, y teniendo mucha noticia de todas las islas cercanas, como Mayorca, Menorca, Ibiza y otras, tenían más ocasión y aparejo para robar y hacer grandísimos daños en todas aquellas partes y lugares, como de hecho hacían.



5. Argel, foco de la emigración morisca en el siglo XVI

El anónimo autor del mencionado Kitb al-gazawt 'Urrj wa-Jair-ad-din (de mediados del siglo XVI) afirma expresamente la intencionalidad política de las autoridades de Argel al acoger a refugiados andalusíes e instalarlos en sus territorios para reforzar la lucha contra los cristianos. No indica, pero es evidente, que los andalusíes reforzaban, como forasteros, la posición política de esos gobernantes de Argelia que eran también de origen foráneo, frente a la población originaria del Magreb que estaba bajo su mando. Esta es una constante de toda la emigración andalusí en el Magreb, especialmente en los territorios bajo autoridad otomana. El ideal conquistador del califato islámico turco otomano, en nombre de la defensa del Islam, no podía encontrar mejor causa en el Magreb que la labor de recuperación de los territorios de Al-Andalus, por los mismos que habían sido despojados de su patria.

No sólo los textos argelinos, como el Kitbb al-gazawt..., o los dramáticos llamamientos de los moriscos de España a la suprema autoridad otomana señalaban a Argel como el centro del apoyo musulmán a los moriscos. La situación de los demás estados magrebíes, a lo largo de los dos primeros tercios del siglo XVI (antes del esplendor de la dinastía saadí en Marruecos) no permitía a los demás estados musulmanes del Magreb ninguna intervención eficaz en su favor. El historiador argelino que mejor ha estudiado el éxodo de los andalusíes a Argelia resume así las causas del protagonismo argelino:

Las circunstancias históricas que conoció Argelia a partir de fines del siglo XV animaron a un número importante de emigrantes de Al-Andalus   —216→   a que se dirigieran hacia allí, mientras que no les ayudaron las circunstancias de Túnez en el último período hafsí, ya dominado por las ingerencias españolas entre 1534 y 1574, que no pudo acoger a masas de emigrantes hasta que se instaló allí el poder turco, en tiempo del Dey Uthmán. Tampoco el Magreb extremo, a pesar de sus lazos históricos, de sus relaciones humanas y de su cercanía geográfica de Al-Andalus, no conoció la emigración masiva que se dio en Argelia, por la naturaleza política de los saadíes y la posición de algunos sultanes saadíes que buscaban el equilibrio entre la fuerza otomana en el Mediterráneo occidental y los españoles (As-Saiduni).



En España, Argel era también el centro de la esperanza de los moriscos y de los temores de las autoridades cristianas. Argelia estaba relativamente cerca de las grandes zonas peninsulares pobladas de moriscos, En 1565, un informe de la Inquisición de Aragón señalaba que parte de las armas y pólvora que los moriscos hacían clandestinamente en la comarca de Villafeliche iba a la costa valenciana, donde un rico morisco aragonés, natural de Calanda y vecino de Argel, los hacía pasar a tierras magrebíes. A Argel huían muchos moriscos y de allí venían a animar a sus correligionarios para que se rebelaran. A Argel afluían también muchos exiliados andalusíes, desde otras regiones del mundo musulmán. La Inquisición siempre sospechaba que libros y otras influencias islámicas llevan a los moriscos españoles desde Argel. Si el turco era la «suprema esperanza de los moriscos» (Cardaillac), los moriscos concretizaban sus esperanzas y profecías en el poder de Argel, como predicaba en 1569 en Granada cierto morisco llamado Zacarías:

Tenían por sus libros y cuentas que esta tierra se havía de tornar a perder y que la avían de ganar los moros de Berbería.



Hay una documentación, muy esparcida pero abundante, sobre moriscos hispánicos instalados en Argelia a lo largo del siglo XVI, antes de la gran expulsión de 1609-1614. Baste mencionar al médico valenciano Jábar, que pasó por Marsella desde Barcelona, se dirigió a Roma y desde allí a Bona y finalmente a Argel, desde donde escribe a su familia valenciana. Diversos testigos en los procesos de Inquisición -marineros y comerciantes- describen su holgada vida en Argel, donde se le había visto cuidar

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así a moros como a judíos, disputar con ellos y andava en hábito de moro y entrava en la mezquita de los moros, y que tiene una botica de boticario.



Pedro de Valencia, en 1606, argumentaba el tema de la expulsión de los moriscos con la buena acogida que tendrían en Argelia, reforzando a los turcos:

Pues si havían de ir, con sus haziendas bien armadas irían, y de buena gana los reciviría el Turco, para servirse de ellos o para depolarlos.



No se puede negar que el temor de que la expulsión reforzara a los musulmanes del Magreb pesó mucho, durante décadas, contra la decisión de expulsar a los moriscos, retardando la medida e impidiendo -ineficazmente- el paso de moriscos al Magreb. Pero parece que uno de los detonantes finales de la gran expulsión fue también Argel, con la supuesta alianza o pacto entre Enrique IV de Francia y Ramadán, pachá de Argel, para hacer un desembarco conjunto en Denia, auxiliados por un levantamiento general de los moriscos, que cogerla a las fuerzas españolas en tenaza. El pacto no se llegó a concretar, pero los españoles tomaron la iniciativa de la expulsión general.

Todos estos datos indican claramente cómo Argel era el faro al que se dirigían las esperanzas moriscas. El que no fuera el principal destino de los moriscos de la última expulsión se debió a las especiales circunstancias de la transferencia.

De todas formas, el mejor testigo de la instalación de los moriscos en Argelia, antes de la gran expulsión, insiste en que fueron los andalusíes los que más reforzaron a los poderes turcos en Argelia. De Haedo se ha podido escribir que

su libro ha contribuido más que ningún otro, quizás, a difundir sobre Argelia -y Berbería- nociones que serán clásicas, especialmente de que el refuerzo del potencial económico, industrial y militar de las repúblicas corsarias fue consecuencia del establecimiento en el Norte de África de los moriscos expulsados de España (Turbet-Delof.)





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ArribaAbajoLa gran expulsión: instalaciones en Argelia

1. El itinerario Valencia-Orán y sus dificultades

La primera fase de la gran expulsión de 1609-1614 se dirigió precisamente al territorio argelino, por clara lógica estratégica de los militares españoles encargados de su organización.

En efecto, los primeros expulsados eran los del Reino de Valencia, los más numerosos de la península desde el momento en que los del Reino de Granada habían sido dispersados por todo el territorio de la Corona de Castilla después de la guerra de Las Alpujarras, en 1571. Geográficamente, se encontraban muy cerca de la costa magrebí: de la ciudad de Alicante a la costa argelina hay apenas unos 200 kilómetros. Pero pesó sobre todo en la elección de ese itinerario el hecho de que el enclave español de Orán y Mazalquivir ofrecía las máximas facilidades de desembarco para las galeras y otras naves cristianas, que no hubieran podido hacerlo igual en puertos musulmanes del Magreb.

Visto por la administración española, las primeras expediciones no ofrecían más que facilidades expulsando por Orán a los moriscos hacia territorio argelino. Pero no habían previsto diversos ejes de complicaciones, que se manifestarían en los meses siguientes, por parte musulmana y por parte cristiana.

Visto desde la península, era secundario el paso del enclave de Orán a las tierras islámicas argelinas. Al gobernador de Orán el conde de Águilas, se le encomendó entablar negociaciones para la acogida de los expulsados. Pero las relaciones del gobernador de la plaza con las autoridades musulmanas de Tremecén y Fez -y no se diga con las de Argel- eran evidentemente las de un enemigo. Las negociaciones fueron poco eficaces y, sobre todo lentas, de forma que al llegar los expulsados a Orán casi nada estaba preparado para recibir a esas masas de moriscos en el territorio argelino que rodeaba al enclave hispánico en el Magreb.

La primera expedición de expulsados salió de Denia el día 2 de octubre de 1609. Llegaron el 5 a Orán. En dos meses serían unas 116.000 personas las que desembarcarían y serían «encaminadas» hacia territorio argelino. A fines de noviembre ya se desembarcaron directamente en las playas de Cabo Falcón y Arzew, porque Orán y su limitado   —219→   territorio estaban absolutamente colapsados. En Arzew hubo que ahuyentar a los árabes con artillería y mosquetes, para poder desembarcar a los moriscos.

En efecto, al no haberse concluido negociaciones con las autoridades de las ciudades argelinas vecinas (Tremecén, Mostaganem, etc.), las autoridades españoles de Orán se limitaron a expulsar a los moriscos fuera de las murallas del enclave español, sin la más mínima medida de protección ni escolta. Según el contemporáneo Fonseca, sólo los de Elda y Novelda, que llegaron entre los primeros, serían bien acogidos en la zona de Tremecén y Mostaganem, donde el conde de Águilas había negociado su admisión.

Los expulsos se encontraban así en tierra desconocida, a merced del expolio de las poblaciones rurales autóctonas, que no tenían ninguna razón para no considerar enemigos a estos extranjeros, que vestían a la europea y no hablaban generalmente su lengua o su dialectal propio. Constituían además un real peligro, por su número, si pretendían instalarse en sus tierras, donde vivían esos agricultores-ganaderos-semi-sedentarios con un precario equilibrio para su propia subsistencia. Un primer grupo de 500 ó 600 moriscos, que fueron a Tremecén sin escolta, fueron desvalijados; otros cuarenta, que se dirigían a Mostaganem, lo fueron igualmente.

La masacre provocó rápidamente fuertes reacciones en el Magreb y en España.

2. Ataques y apoyos locales a los moriscos inmigrantes

En el Magreb, el historiador contemporáneo Al-Máqqari, que era precisamente de Tremecén y debió vivir esa tragedia en su juventud, explica en su conocido y ya analizado texto cómo fueron los emigrados andalusíes perseguidos por campesinos y gente desvergonzada, hasta que las autoridades musulmanas reaccionaron, con cierto retraso, y castigaron a los culpables, asegurando cierta protección para que los andalusíes pudieran llegar a ciudades más seguras (Tremecén, Fez, Argel). El encontrar refugio en las murallas de las ciudades argelinas (Argel, Cherchel, Tremecén...) había sido una reivindicación constante de los moriscos, como en el conocido mensaje a la suprema autoridad   —220→   otomana, en 1541, publicado por Temimi. La imprecisión de las fuentes árabes para la cronología de esos expolios y de su represión no permiten valorar con precisión el alcance de una y otra operación, que se interpretan más o menos eficazmente, según el origen cristiano o musulmán de los historiadores.

Según el historiador de la región Abu-Ra's An-Násiri, en su libro 'Ayâ'ib al-asfar, fueron muchos los personajes religiosos y jefes de tribus rurales los que se enfurecieron y condenaron el comportamiento de los alarbes, clamando por el castigo de los culpables y ayudando a los andalusíes. A la cabeza de todos ellos estuvo el jeque Muhámmad Aqdar At-Tuyini (muerto y enterrado en 1654, en Batiha, cerca de Mostaganem), quien alentó al jeque Hamida Al-Abd y le exhortó a que atacara con la tribu de los Suwaid a los de la tribu Habra, por haber atracado a los andalusíes en los alrededores de Arzew. El jeque Hamida reunió a numerosas tropas, un viernes, fiesta religiosa de los musulmanes, conjurándose sobre el libro As-Sabih de Al-Bujari (colección de tradiciones o dichos del Profeta). Fueron juntos contra la tribu de los Habra, que fue derrotada y dominada por los Suwaid, que mataron a mansalva. Este relato es bastante posterior a los hechos y se inserta en un contexto de reyertas entre grupos tribales de la región de Arzew y Mostaganem, pero de todas formas indica un tardío y eficaz apoyo a los andalusíes.

3. Pánico en Valencia y búsqueda de otras vías

Entre los moriscos valencianos, el pánico cundió al saberse que, tras una relativamente buena cogida en Tremecén y Mostaganem de los primeros moriscos de Elda y Novelda, las poblaciones rurales de tierras argelinas se cebaban con los expulsados. Éstos se negaron a embarcar y hasta provocaron rebeliones en las sierras próximas al mar, que costó mucho sofocar, hasta finales de noviembre.

El historiador francés de la expulsión Henri Lapeyre matiza razonadamente algunas de las causas del ambiente de pánico que se creó en la sociedad valenciana en 1609, a raíz de los problemas de los moriscos en Argelia, resumiendo su opinión en el siguiente juicio, quizás un poco optimista:

  —221→  

Los autores españoles no terminan nunca acerca de la crueldad de los árabes para los desdichados moriscos arrojados con o sin su consentimiento sobre el territorio de aquéllos... Creemos que se trata, una vez más, de las exageraciones habituales en cuanto al número de muertos. En realidad, hubo probablemente más pillaje que carnicería, y las muertes causadas por agotamiento o hambre fueron sin duda más numerosas que las procedentes de ataques a mano armada. Que el recibimiento haya sido muchas veces hostil, no hay que dudarlo...


(Hay que tener en cuenta que el término «árabes» o «alarbes», en el vocabulario castellano del siglo XVII referido al Magreb, refleja el término árabe a'râb, que significa «población rural semisedentaria», diferenciada así de los ciudadanos que dependen de las ciudades y sus alfoces, y de los nómadas del desierto o beduinos; ha dado también otros términos, como «rifeños» o «yabalíes», según lugares y épocas).

Pero no fueron únicamente las poblaciones rurales de los territorios argelinos que rodeaban a Orán las que atacaron a los moriscos expelidos de la plaza española. Algunos soldados españoles de Orán salieron a expoliarlos, a pesar de la prohibición del gobernador, bajo pena de galeras. Esos soldados, al no poder volver, pues, a la plaza, se hacen musulmanes en Tremecén o en Argel, como Antonio Rodríguez y Manuel Ximénez, en 1610.

Las matanzas de moriscos en Argelia causaron «gran impacto sentimental sobre el pueblo español. La mejor prueba está en la difusión de coplas o romances en simpatía con el triste sino de los moriscos, lo cual irritaba en extremo a los apologistas de la expulsión, que acusaban de «coplillas mentirosas» a los relatos que explicaban cómo los expulsados habían acabado muriendo mártires de los musulmanes, profesando su fe en Cristo, según ha analizado Márquez Villanueva. Estos relatos no podían más que fortalecer la resistencia de muchos moriscos a ser deportados a Argelia.

También los transportistas marítimos, especialmente los privados, se cebaron a veces sobre los indefensos expulsos. Los «oficiales» de la Armada tampoco se quedaron cortos, en lo que a abusos se refiere. El caso de Catalina Barón, natural de Bellús, cerca de Xátiva, es paradigmático, tal y como lo documenta Cardaillac.

Expulsada hacia Orán con su marido, a partir del puerto de Cartagena, fue raptada antes de pasar a tierras argelinas por el capitán de la galera que les había transportado. Al cabo de cierto tiempo, el capitán   —222→   la regaló a otro patrón, que se la llevó a Palermo, donde la tuvo de esclava. Pasó al servicio del marqués de la Mora, que la liberó y le consiguió un pasaporte para pasar a Túnez. Denunciada por un primo suyo, esclavo, como conversa y renegada, tuvo que sufrir un largo y vejatorio proceso de la Inquisición, que no tenía escrúpulos en la contradicción que consistía en acusar de haber renegado de la fe cristiana, que se les había impuesto, a unos musulmanes que por tales habían sido expulsados de España.

Escrúpulos religiosos cristianos fueron frenando, paradójicamente, el éxodo de moriscos hacia tierras argelinas. El ritmo acelerado de las primeras expulsiones había cogido desprevenidas a las autoridades oranesas y magrebíes. Pero también había evitado dos frentes de oposición cristiana a la expulsión hacia Argelia, frentes que iban a fortalecerse en los meses finales de 1609, en España. Eran los argumentos contra el reforzamiento de Argel, principal enemigo de los intereses hispánicos en el Mediterráneo occidental, y los argumentos contra la expulsión de los niños moriscos.

En efecto, este último problema -del que se habla en otro lugar de este libro- incitó a los propios moriscos a no pedir se les trasladara a tierras musulmanas, ya que en ese caso los cristianos se quedaban con sus hijos menores de edad, para poderles educar en la fe cristiana y lograr así su salvación eterna, irremediablemente comprometida si seguían a sus padres a tierras en las que normalmente seguirían también la religión musulmana.

Esta argumentación religiosa cristiana, que en muchos casos escondía turbios intereses, para obtener mano de obra doméstica por parte de familias cristianas, se podía obviar si los moriscos, aun acatando la orden de expulsión, hacían profesión de fe cristiana y pedían ser dirigidos a tierras cristianas francesas o italianas, aunque su intención era evidentemente dirigirse luego a territorio musulmán.

Hay que volver a recordar el texto de una carta de un morisco de Trujillo, establecido en Argel, que escribía a un notable de su ciudad de origen:

Llegamos a Marsella, donde fuimos bien acogidos con grandes promesas de ampararnos. En todo se volvió al revés de lo que a prima facie nos mostraron. Pues habiendo sucedido la muerte de su rey Henrique Quarto, nos hallamos en Marsella un día a punto de perdernos   —223→   todos y que nos saquearan, diciéndonos haber sucedido por orden del rey de España y que nosotros éramos espías del rey y que veníamos a ganarles la tierra.

Viendo este mal tratamiento, todos los que estaban allí. determinaron salir del reino e irse a parte donde tuviesen más sosiego. Nosotros nos fuimos a Liorna, donde nos sucedió lo que en Marsella.

Y visto que allí y en los demás señoríos de Italia no nos querían más que para servirse de nosotros [...] acordamos irnos allí donde fue la voluntad del rey enviarnos. Y así todos los de Trujillo nos fuimos a esta ciudad de Argel, donde estaban los más de Extremadura, La Mancha y Aragón (Janer).


La argumentación religiosa que reorientó la expulsión hacia tierras cristianas provocó también un frenazo a la emigración hacia Argelia, al menos a la emigración directa, a pesar de las facilidades de proximidad geográfica y hasta política, por el pasadizo de Orán.

De hecho los moriscos aragoneses y catalanes que fueron embarcados en el puerto de «Los Alfaques» (Els Alfacs), en el delta del Ebro, parece que pasaron de nuevo por Orán. Lo mismo puede afirmarse de murcianos y castellanos, que se embarcaron desde Cartagena. Pero el éxodo más importante hacia tierras argelinas había sido en 1609-1610, de moriscos valencianos.

4. Inserción en la zona occidental de Argelia

Los moriscos que se refugiaron en Tremecén y que se establecieron en esa importante ciudad, con gran tradición andalusí y fuerte guarnición turca, debieron de ser muy numerosos y contribuirían a mantener y renovar esa tradición, muy viva hasta nuestros días, favoreciendo muy probablemente la inserción de ciertos grupos más de moriscos.

Como en otras grandes ciudades magrebíes de tradicional inmigración andalusí, es difícil generalmente determinar qué se debe a los andalusíes del siglo XVII en el conjunto de la evolución urbana de la ciudad. Los historiadores difieren también, por falta de documentación, sobre el papel del elemento turco de esta ciudad frente a los recién llegados: unos lo consideran muy positivo, como Hajji, y otros negativo, como Penella.

  —224→  

El historiador argelino moderno Násir-ad-dín As-Sa'iduni menciona, en general, la instalación de moriscos en barrios especiales de Arzew, Mostaganem y Tremecén, y hasta atribuye a esa inmigración la población de Al-Andalusiyyat (Les Andalouses), al oeste de Orán. Esto último es bastante improbable, ya que no aparece Al-Andalusiyyat en la abundante documentación cartográfica de la zona, en el siglo XVIII, y era zona de control muy directo de los españoles de las fortalezas de Orán y Mazalquivir, que no permitirían la instalación de una población hostil musulmana precisamente en el camino que unía a las dos plazas, entre la costa y la montaña del Murdjadjo. Pero queda la posibilidad de que andalusíes de la región, descendientes de los expulsados del siglo XVII, se instalaran en Al-Andalusiyyat cuando los argelinos recuperaron la plaza, entre 1709 y 1732, si hemos de creer que la información del viajero inglés Boyde corresponde a esas fechas y no a lecturas de Haedo y otros historiadores anteriores. De todas formas, hay que explicar de alguna manera el origen de este topónimo actual.

Dos casos curiosos están documentados gracias a que esos moriscos fueron acompañados de España a Tremecén por cristianos que se islamizaron y luego volvieron a la Cristiandad, según documentación aportada por los Bennassar: Francisco Martínez, andaluz que siguió a una morisca granadina con la que estaba prometido; Juan Francisco de La Salle, aragonés que había frecuentado mucho a los moriscos y había participado de sus creencias y culto, hasta el punto de cometer diversos sacrilegios eucarísticos con ellos y huir a Tremecén, donde vivirá cuatro años, volviéndose finalmente a Orán en 1610, con 21 años.

El desembarco de moriscos y sus actividades en el puertecito costero de Arzew son muy conocidos. Sólo unos relatos de viajeros franceses de principios de este siglo atestiguan, por lo que hasta ahora se sabe, la instalación de andalusíes en la región de Maghnia y Nedroma, fronteriza con Marruecos. El relato corresponde a la tradición legendaria magrebí en general, relativa a Al-Andalus, pero puede tener una base histórica real:

En el camino de Nemours a Marnia, a los mismos pies de los montes Filhausen, se levanta la ciudad desde donde envío estas líneas y que, no obstante ser argelina, conserva como ninguna su carácter morisco y es la verdadera metrópoli de los árabes andaluces expulsados de España.

  —225→  

Había leído que muchas familias de Nedroma conservan aún las antiquísimas llaves de las casas y los títulos de las propiedades de sus antepasados en España, y que conservan porque tienen la esperanza de volver...

Aquí he visto una llave antigua de la morada que los antepasados de la familia Hamed Belhad, de Córdoba, tuvieron cerca de Oued-El-Kevir [Guadalquivir].

También he visto escrituras de adules [notarios árabes], y hasta descripciones minuciosas de terrenos donde los avariciosos moros habían guardado sus tesoros. Si, como es de creer, son auténticos todos estos documentos...


(artículo «Los árabes andaluces», crónica periodística de Guillermo Rittwagen, del 15 de marzo de 1905, en El Español).                


5. Inserción en la zona central de Argelia: Argel capital

Por lo que se refiere a la costa central de Argelia, hay que recordar que el paso de los moriscos a las costas argelinas había sido constante, desde la Edad Media, apenas frenado por las ocupaciones españolas de lugares puntuales de la costa, a principios del siglo XVI. Ya se ha visto que, a pesar de su proximidad geográfica a España, razones político-religiosas impidieron que la gran masa de los expulsados fuera a parar a Argel, donde habrían sido eficaz y positivamente recibidos, como sucedería más tarde en Túnez. Aún así, la masa de exiliados que acabaron instalándose en Argel y en algunos otros puntos de la costa central y oriental argelina debió de ser bastante importante. Falta documentación fehaciente para cifrarla.

La mayor parte de los moriscos que acabaron en Argel utilizaron caminos indirectos. Unos, logrando que los barcos privados que les conducían en principio a tierras cristianas se desviaran para llevarles a las costas argelinas. Otros, a partir de puertos franceses e italianos. Otros, salvando las dificultades del paso por Orán y los territorios de Argelia occidental.

En Argel capital, la población de andalusíes ya era muy importante, si hemos de creer la cifra de 1.000 familias que da Haedo, hacía 1605, cantidad que se interpreta como equivalente a unas 25.000 personas. El morisco de Trujillo que escribe desde Argel en 1613 habla de la mala acogida que tuvieron en Francia e Italia, pero que al fin

  —226→  

acordamos irnos allí donde fue la voluntad del rey enviarnos. Y así todos los de Trujillo nos fuimos a esta ciudad de Argel donde esta han los más de Extremadura, La Mancha y Aragón (Janer).


Argel tenía -y tiene hasta hoy en día- su barrio de los Tagarenos, nombre que designa -como se verá más adelante- a los originarios de un thagr o «frontera, territorio fronterizo del Islam», que se refería en Argel a los moriscos de la Corona de Aragón (Aragón, Valencia, Cataluña), por contraposición a los de la Corona de Castilla, llamados en Argel «granadinos», según el testimonio coetáneo de Haedo. El barrio de los Tagarenos es una zona extra-muros, en la parte alta de Argel, fuera de la Puerta Nueva, y es un barrio no documentado antes del siglo XVII. Es evidente que era un barrio de gentes de Al-Andalus.

También hay un documento argelino de 1648 que se refiere a la venta, por parte de Aixa, hija de Sad Al-Andálusi, de una propiedad en las afueras de la ciudad, probablemente adquirida por su padre en tiempos de la gran expulsión. La instalación de moriscos fuera de las murallas, en las huertas periurbanas o en nuevos arrabales, es un hecho urbanísticamente lógico, como consecuencia de las repentinas oleadas de inmigrantes en las ciudades magrebíes, especialmente cuando la gran expulsión de 1609-1614. Está atestiguado en territorios marroquíes y tunecinos, pero también en Bujía después de la caída de Granada de 1492, cuando el sultán hafsí de Túnez, Abdelazis, les colocó en las llanuras junto al río Summam, en la zona del mausoleo de Sidi Aisa Ad-Dabuki, en las afueras de la ciudad. En 1510, esta barriada o arrabal extra-muros fue obviamente la primera víctima del ataque de las fuerzas españolas de Pedro Navarro.

No tenemos más que estas informaciones sobre la implantación urbana de los moriscos de Argel. Su llegada, cuando la gran expulsión, provocaría lógicamente la ampliación de la ciudad con arrabales propios, fuera de las viejas murallas del siglo XVI, que habrían contribuido seguramente a fortalecer.

6. Alrededores de Argel: la llanura de La Mitidja

En el alfoz de Argel, los moriscos se instalaron en zonas agrícolas periurbanas, cercanas a la ciudad, en sus colinas, o en el valle de La   —227→   Mitidja, alrededor de las actuales ciudades de Blida (Al-Bulaida) y Kolea (Al-Qulai''a, Alcolea), en lugares un poco altos con respecto a las llanuras pantanosas de La Mitidja.

Estas dos ciudades eran -y siguen siendo- centros militares, fortalecidas por los turcos.

El historiador turco del siglo XVII Hajji Jalifa ya menciona la instalación, por parte de las autoridades de Argel, en 1535/942, en la ciudad de Blida, del andalusí Sidi Ahmad Al-Yabir, a quien Jair-ad-dín Barbarroja dio tierras y desposó con la hija de un jefe local de los Awlad-Sultán, en 1540/947. Los andalusíes construyeron los elementos principales de una ciudad islámica: baños, hornos y mezquita, a la que llamaron yámi'at-turk o «gran mezquita de los turcos» en agradecimiento a la autoridad que les había instalado y les protegía, mediante unos servicios militares y políticos que les prestaban los andalusíes, evidentemente.

Un siglo más tarde, el historiador tlemcení Al-Máqqari menciona a La Mitidja como a una de las principales zonas de instalación de los expulsados de Al-Andalus, al mencionar su éxodo por todo el mundo islámico.

Otro siglo más tarde, a principios del XVIII, el religioso español Francisco Ximénez visita Blida, «La Belida» según su texto (editado por Oueslati), en un viaje de una semana que realiza del 9 al 16 de mayo de 1719. Le encantan

los jardines que dan recreación a la vista por la abundancia de árboles frutales y silvestres que los pueblan con tan deleitosa amenidad... [con]... algunas casas de campo muy buenas de moros ricos.


Describe la ciudad con sus murallas y con más de mil casas, a su parecer, casas que

son muy buenas con tejados al estilo de España [...] Es tradición que le fundaron los moriscos que fueron expulsados de España.


Esta tradición sobre el origen andalusí de Blida ha sido recogida por todos los historiadores modernos de esta ciudad argelina, situada a unos 50 kilómetros al sur de Argel, como lo había sido también por otro viajero del siglo XVIII, el británico Shaw. También Kolea (Alcolea)   —228→   fue fundada en 1535: se encuentra al suroeste de Argel y alberga aún hoy en día un importante centro militar, la Escuela Superior del Ejército argelino.

7. Andalusíes en puertos de la costa al este de Argel

Un poco más alejados de la ciudad de Argel, de su alfoz y del valle costero de La Mitidja, varias ciudades de la costa argelina figuran en la documentación que se ha conservado, como lugares de refugio de los andalusíes, ya desde la Edad Media. En la costa oriental serían sobre todo Bujía (Bidjaïa), Djidjel, Dellis (Tedellis) y Bona (Annaba). En la costa al oeste de Argel, los centros principales fueron Tenes, Bresk (Birchik) y Cherchel.

Muchas de las comunidades andalusíes instaladas desde la Edad Media tuvieron que sufrir los embates españoles de principios del siglo XVI, especialmente los andalusíes de Bujía, con el desembarco de Pedro Navarro, el 5 de enero de 1510. A muchos de ellos Arruy Barbarroja les incitó a que se trasladaran a Argel, para reforzar la defensa y el poder militar de la ciudad. Fueron, con otros llegados más o menos directamente de la Península Ibérica, los que contribuyeron a crear la potencia del Estado argelino, en el siglo XVI. También es muy probable que muchos moriscos de la gran expulsión de 1609-1614 se instalaran en las ciudades costeras al este de Argel, pero por, ahora sólo está documentada su instalación en Annaba.

Bona (Annaba, Hipona, Hippo Regius), no lejos de la actual frontera argelino-tunecina, está mencionada, al menos en tres ocasiones, en relación con los moriscos expulsados.

En el éxodo, dos navíos que salen de Sevilla (uno de ellos naufragará) se dirigen a Marsella, donde por amenazas de peste la ciudad fleta navíos para transportar a los moriscos a

Bona, Tabarca [en la frontera argelino-tunecina] y otras partes de Berbería.


En Túnez, ya después del gran éxodo, un andalusí que defiende en un libro la autenticidad del origen de unos descendientes del Profeta o nobles cherifes que vienen de Al-Andalus, menciona a Bona entre   —229→   las ciudades que acogieron a cherifes andalusíes. Es una noticia ucrónica, que puede referirse a inmigrantes andalusíes, medievales o a moriscos contemporáneos suyos.

Finalmente, a mediados del siglo XVII, el gran jefe de los andalusíes de Túnez, Mustafá de Cárdenas o Al-Kardanax, se refugia en Bona, después de haber huido de Túnez y haber viajado por Oriente Medio y Turquía. En Annaba emprenderá de nuevo sus fructíferas actividades de gran terrateniente, plantando olivos, como lo había hecho en su finca de Grombalia en Túnez, original fundación de gran propietario agrícola, que habría imitado a sus antepasados andaluces de Baza.

8. Andalusíes en los puertos de la costa oeste de Argel

Para los andalusíes de los puertos de la costa al oeste de Argel, la documentación es más constante e importante.

Ya entre 1521 y 1525, el atlas turco de Piri Reis menciona las importantes poblaciones andalusíes de Cherchel y Birchik:

Antes, Cherchel era una gran ciudad, pero luego cayó en ruinas. Cuando los infieles se apoderaron de Granada, concedieron el amán o seguridad a la población, que partió para los países árabes. Esta población pobló entonces la fortaleza de Cherchel, que se convirtió en su cuartel general... Birchik es una fortaleza situada en un lugar elevado, al borde del mar; no tiene puerto, pero es un lugar con mucho pescado. A cinco o seis millas mar adentro, hay una isla: esta isla es un buen fondeadero donde los barcos pueden echar ancla y amarrarse... Muchas de las construcciones de esta fortaleza de Birchik están en ruinas. La población de la fortaleza está constituida en su gran mayoría por gentes de Al-Andalus.


Hay que advertir que Cherchel y Birchik son las dos únicas poblaciones costeras de Argelia cuya población andalusí menciona el libro geográfico de Piri Reis, lo que parece indicar que los inmigrantes eran absolutamente mayoritarios en su población.

La actividad marinera y corsaria especializada de Cherchel ha sido muy bien descrita por Haedo, a finales del siglo XVI, y resumida por los principales historiadores de la ciudad:

  —230→  

«Moros... huidos de España, de los cuales es aquel pueblo de Sargel todo poblado... Tienen importantes astilleros, ya que «sacan el hierro de las montañas de Cherchel» así como maderas y otros productos de sus bosques:

Los que van en corso a Mallorca, Menorca, España y todo Poniente, van espalmar [las naves] a Sargel, veinte leguas de Argel por Poniente... los espalman y enseban con muy gran diligencia y curiosidad, antes que de Berbería atraviesen a tierras de cristianos y a sus islas, los vuelven otra vez a espalmar.


Con razón, cuando Jair-ad-dín quiere reforzar este puerto en 1531, Andrea Doria pretende impedirlo «conociendo que estando tan cerca aquel lugar y más que ningún otro de Barbaría... y la travesía para España de allí muy pequeña y breve...». Pero cuando se organiza el ataque con la armada española, la lucha es desfavorable a los españoles: «...comenzó a esclarecer el día, y los turcos juntándose con los moradores del lugar, moriscos todos de España, y no mala gente de guerra, revolvieron sobre los soldados cristianos... turcos y moriscos captivaron, en recompensa de los otros cristianos que perdieron...», en una acción anterior.

Es muy probable que esa importancia militar de Cherchel hubiera disminuido a principios del siglo XVII por ataques cristianos y en favor de una concentración en Argel de todas las fuerzas marítimas y sus instalaciones auxiliares en tierra, ya que el propio Haedo, al hablar de las actividades de construcción de naves en la capital, señala que los que construyen navíos son sobre todo cristianos, «sin en él poner la mano turco ni moro, si no es algún calafate o remolar de los moriscos de España...», que perpetuaban las tradiciones artesanales de Cherchel.

9. Moriscos que se vuelven de Argel

El fenómeno de vuelta de Argel no es extraño, aunque poco frecuente. Se explica, evidentemente, por el carácter violento que tuvo el desarraigo de la gran expulsión de España y por diversas causas de inadaptación a la sociedad islámica, por parte de muchos moriscos. En algunos que fueron voluntariamente a Argelia, como forma de mejorar   —231→   su vida, sería otra forma de aventura, buscando mejorarla fuera de Argelia. Hay también los que querían recuperar bienes dejados en España y los que fueron atrapados en operaciones de corso o piratería de cristianos y volvieron, pues, muy involuntariamente a España o a tierras cristianas.

Ya en 1610, la correspondencia del virrey de Valencia, marqués de Caracena, contiene diversos textos sobre el tema, como la «Relación de lo que parece por la informaçión hecha hasta aora en la buelta de los moriscos que vinieron de Argel».

Un impreso de Sevilla, de 1618, reproduce una presunta

Carta que Antonio de Ocaña, morisco de los desterrados de España, natural de la villa de Madrid, embió desde Argel a un su amigo a la dicha villa, dándole cuenta del estado de sus cosas. Y cómo veinte y quatro moriscos Españoles vinieron a España en hábito de frayles descalços de San Francisco y sacaron una noche mucho dinero y joyas que auían dexado enterrado en Madrid, Ocaña y Pastrana...


Realidad y noticia se unen en este impreso, formador de opinión en España sobre los desterrados moriscos, como lo era, a nivel literario, el capítulo sobre el morisco Ricote, en el Quijote de Cervantes, que tantos estudios ha promovido para conocer la opinión del gran escritor sobre la expulsión de los moriscos, contemporáneos suyos.

Algunos moriscos se arriesgaron a volver a España por causas familiares. Así Juan Camar, de oficio arriero, que había sido llevado con otros moriscos a Argel, donde estuvo año y medio al servicio de un turco,

haciendo vida de Moro con sus cerimonias, yendo a la mezquita por cumplir con ellos y porque no le hiciesen mal.


Cuenta que allá se echó un bando para que todos los moriscos que habían venido de España se retajasen (se hicieran hacer la circuncisión), so pena de ser esclavos. Él cumplió el bando, aunque tenía intención de volver a tierra de cristianos, porque su madre, cristiana vieja -antes casada con un morisco- se había quedado en España. Se embarcó en un bajel con ocho ingleses y un flamenco, y otros renegados o musulmanes de Argel de origen cristiano. En el itinerario fue   —232→   hecho cautivo y vendido en Malta como esclavo. Más tarde fue vendido también como esclavo en Palermo, donde se presenta a la Inquisición declarando ser y querer vivir como cristiano. Fue absuelto, con penas livianas, y es posible que volviera a España. Al menos vivió como cristiano, liberado así de la esclavitud en Sicilia, según documentación presentada por Cardaillac. Es un caso muy personal de los avatares de los exiliados moriscos, entre el mundo islámico y el cristiano.




ArribaAbajoDinámica socioeconómica del grupo andalusí en Argel

1. Grupos sociales y su peso político en Argel

El mantenimiento de grupos étnicos diferenciados fue un elemento fundamental del gobierno otomano en Oriente Medio, como también en el Magreb. El profesor norteamericano Andrew Hess ha definido muy bien el marco social y político del gobierno de los turcos. Mientras que los saadíes de Marruecos y los otomanos en el resto de los países islámicos del Mediterráneo construían un Estado unitario y administrativamente homogéneo,

la comunidad norteafricana permaneció y deseó permanecer organizada en una miríada de grupos diferenciados por razones étnicas, religiosas y de status social. Los otomanos aplicaron su talento político y administrativo en preservar las fronteras de esas pequeñas unidades humanas. Para mantener esta forma de estructuras sociales que aumentaba la dependencia de los súbditos hacia los otomanos como los únicos gobernantes capaces de defender por una parte la gran tradición común y por otra el carácter plural del orden social, una política de descentralización y la emigración de los exiliados de España reforzaron la lealdad de las poblaciones de esas fronteras del Islam hacia una sociedad altamente conservadora cuyas formas estructurales variadísimas caracterizaron la zona periférica del último y más poderoso imperio burocrático de la civilización islámica.


En Argel, ciudad portuaria y abierta, sin las minorías religiosas de Oriente Medio, el mantener grupos diferenciados no era tarea fácil.   —233→   Pero los andalusíes formaban un grupo suficientemente numeroso, en Argel y en Túnez después de la gran expulsión, como para formar un grupo social estructurado.

Hacia 1720, es decir, un siglo después de la gran expulsión, Francisco Ximénez dividía a la sociedad argelina, inspirándose seguramente en escritores europeos precedentes, de la forma siguiente:

*Los turcos: subdivididos entre ellos en «naturales» (de origen oriental y balcánico, con otros mediterráneos de origen cristiano) y «coloríos» (hijos de padre turco y madre magrebí).

*Los moros: que también se dividen en ciudadanos, rurales y montañosos (báladí, bádawi, yábali), y entre ellos, los originarios de África (mágribi) y los moriscos de origen español (andálusí).

*Los judíos: se dividen en originarios de Berbería y los nacidos en Europa (los grana, de Liorna).

*Los cristianos: cautivos y libres (comerciantes, sacerdotes...) y gran número de renegados (convertidos al Islam) que servían en el ejército y en la marina corsaria.

*Los negros: son esclavos de origen africano que servían en las casas y vivían marginados en la sociedad argelina.


Haedo, en el que se inspira seguramente Francisco Ximénez, divide los «habitadores y vecinos de Argel» en moros, turcos, judíos y cristianos. A su vez, los moros son baldis (ciudadanos), cabailes (montañeses, bereberes), alarbes (beduinos rurales semisedentarios) y andalusíes.

2. Los andalusíes y su integración social. Granadinos y tagarenos

De los andalusíes dice Haedo:

La cuarta manera de moros son los que de los reinos de Granada, Aragón, Valencia y Cataluña se pasaron a aquellas partes, y de continuo se pasan con sus hijos y mujeres, por la vía de Marsella, y de otros lugares de Francia, do se embarcan a placer, a los quales llevan los franceses de muy buena gana en sus bajeles.

Todos éstos se dividen, pues, entre sí en dos castas o maneras, en diferentes partes, porque unos se llaman Mudéjares, y éstos son   —234→   solamente los de Granada y Andalucía; otros Tagarinos, en los cuales se comprehenden los de Aragón, Valencia y Cataluña.

Son todos éstos blancos y bien proporcionados, como aquéllos que nacieron en España o de allá.

Ejercitan éstos muchos y diversos oficios, porque todos saben alguna arte. Unos hacen arcabuces, otros pólvora, otros salitres, otros son herreros, otros carpinteros, otros albañiles, otros sastres y otros zapateros, otros olleros, y de otros semejantes oficios y artes; y muchos crían seda, y otros tienen boticas en que venden toda suerte de mercerías;

y todos en general son los mayores y más crueles enemigos que los Cristianos en Berbería tenemos, porque nunca jamás se hartan o se les quita la hambre grande y sed que tienen entrañable de la sangre cristiana.

Visten todos estos al modo y manera que comúnmente visten los turcos, de que adelante hablaremos, habrá de todos éstos en Argel hasta 1.000 casas.


Hay que tener en cuenta que esta descripción es de fines del siglo XVI, antes de la gran expulsión, aunque el libro fuera editado en 1612.

La crueldad atribuida a los moriscos se debe a unas manifestaciones de solidaridad con sus correligionarios que permanecían en España, como cuenta el mismo Haedo: en 1579

en Argel pidieron los tagarinos (moriscos que son de España) a este rey les dexase quemar vivo a un solo soldado de Almería, que se decía Antonio Albornoz (que poco antes cautivaron en aquella costa, y es natural de la ciudad de Buxaraca, junto a Vera), por decir que en España había ahorcado a un morisco pariente de ellos, y hecha ya la hoguera y que le quería llevar al martirio, inspiró Dios en su patrón, que era un moro que le cautivara, y no quiso que le quemasen.


Haedo cuenta así otras peticiones de venganzas de moriscos, represalias por actuaciones españolas contra moriscos. Era más una manifestación de su solidaridad de grupo que de «odio entrañable que tienen a todos los cristianos, particularmente a los de España», como afirma.

Un embajador europeo del siglo XVII da una visión mucho más sintética, pero más directa y dinámica, de los estratos sociales argelinos:

  —235→  

los moros y los judíos son considerados como sujetos y vasallos; los granadinos se cuentan entre los moros. Sólo mandan los turcos y los renegados.


Los granadinos -son los andalusíes- formaban un grupo suficientemente importante como para que lo mencione expresamente el diplomático extranjero.

El morisco Al-Háyari Bejarano tiene también su visión de los estamentos en los territorios otomanos del Magreb (sin atreverse a mencionar a las autoridades turcas):

... Túnez... tiene dos plagas: la una de renegados y la otra de alarbes, y lo mismo en Argel y en Tremecén...


Se refiere a los «elches» o «renegados» (cristianos convertidos al Islam, renegados del Cristianismo) que formaban parte, como se ha visto, de la clase dirigente, y a los alarbes (rurales) que dominaban las zonas interurbanas en montes y llanuras. Los andalusíes, ciudadanos y urbanizados de las zonas próximas a las ciudades, tenían que sufrir precisamente a causa de esas dos clases sociales, mientras que se llevaban bien con sus congéneres, los «moros» de las ciudades y de sus dependencias.

Según As-Sa'iduni, todos los moriscos acabaron asimilándose a la población urbana magrebí, porque no tuvieron ninguna relación con los rurales -salvo en las zonas periurbanas, aunque protegidos por las ciudades- y porque no consiguieron, a pesar de sus esfuerzos, ingresar en la clase dirigente turca, como los otros europeos islamizados.

El carácter urbano de los andalusíes es evidente. El viajero francés del siglo XVIII Laugier de Tassy lo observaba:

la mayoría de éstos se quedan en las ciudades, donde han adquirido bienes por su industria [...] no se ve en las ciudades casi más que los Moros que han sido expulsados de España.


Lo que no es fácil de saber es si la comunidad de los moriscos o andalusíes estaba tan estructurada en Argel como en Túnez. No hay en la documentación conservada ninguna mención de un jeque o xaij, jefe especial para ellos, como lo había para los de Túnez y Trípoli, por   —236→   lo menos hasta mediados del siglo XVII. Es posible que la comunidad de inmigrantes de Túnez fuera más compacta que la de Argel y menos asimilada, por estar constituida muy mayoritariamente por los expulsados de 1609-1614, mientras que en Argelia era fruto de emigraciones que se habían escalonado a lo largo de todo el siglo XVI y principios del XVII, con diverso grado de asimilación.

Esta situación puede explicar la doble denominación de «granadinos» y «tagarenos» que se aplicaba a andalusíes, tanto en territorios tunecinos como, sobre todo, argelinos. Rechazando la interpretación de Ximénez en el siglo XVIII, que creía que ese nombra designaba a los de Tarragona, no se puede tampoco defender que los tagarenos eran los moriscos de Argel, como opinaba Latham.

Siguiendo al contemporáneo Haedo, en un texto ya mencionado, lo más lógico es pensar que la doble denominación se refiere a los moriscos originarios de las dos principales coronas hispánicas: los «granadinos» serían originarios de los estados de la Corona de Castilla, donde ya se habían dispersado los moriscos del Reino de Granada después de la guerra de Las Alpujarras de 1569-1572 y donde eran absoluta mayoría, y los «tagarenos» o «tagarinos» serían los originarios de los estados de la Corona de Aragón (esencialmente Aragón, Valencia y Cataluña). A falta de explicación más lógica o probada documentalmente, habría que admitir esta hipótesis para explicar la doble denominación que los textos europeos aplican a los moriscos de Argel y Túnez. Los textos árabes sólo hablan de andalusíes o gente de Al-Andalus.

Tampoco se puede probar que la doble denominación de «granadinos» y «tagarenos» correspondiera a una doble organización, especialmente fiscal, de los moriscos o andalusíes de Argelia, aunque la hipótesis no es inverosímil. Los documentos de donantes de limosnas para los «habices» o fundaciones religiosas de la mezquita mayor de Argel, que mencionan a andalusíes de los siglos XVI a principios del XIX, no parecen distinguir entre diversas clases de andalusíes, según las investigaciones de Temimi y As-Sa'iduni.

3. Los andalusíes, dinamizadores económicos

Puede ciertamente afirmarse, por la opinión de los viajeros europeos y por la documentación archivística en árabe, que los andalusíes   —237→   de Argel constituían una importante y rica clase social, junto a los dirigentes turcos y sus sucesores. Al menos eran muy activos en el sector de agricultura intensiva, en el sector artesanal y en el sector terciario en general. Eran dinamizadores de la vida económica de la capital argelina y de su alfoz, que formaban el centro urbano más importante del Magreb árabe-islámico, en el siglo XVII.

Así resume el ya mencionado historiador de la economía argelina moderna As-Sa'iduni la importancia de los andalusíes en la Argelia otomana:

El elemento andalusí fue un agente positivo de la vida económica y social antes de que se apropiaran con exclusivismo de sus actividades los turcos. Gracias a la actividad de los andalusíes y a la riqueza que engendraron o que consiguieron asociándose con comerciantes y corsanos, renacieron muchas ciudades de sus ruinas, como Cherchel, Blida y Kolea. Florecieron la agricultura de los jardines e introdujeron especies agrícolas nuevas, como el algodón en Mostaganem o la viña en Annaba, mientras que Kolea se hizo famosa por la producción de seda natural.


Este mismo historiador recoge en un trabajo reciente 55 documentos que se refieren a actividades económicas de toda clase de diversos personajes andalusíes: encargos de administración, tiendas comerciales, propiedades agrícolas, fundaciones piadosas, fabricación de tejidos y jabón, tenencia de baños, etc.

Denise Brahimi ha estructurado, para la clase social de los andalusíes en Argelia y Túnez (seguramente una minoría de ricos, evidentemente), una explicación de su influjo social: eran burgueses, en el sentido europeo y moderno de la palabra, con gran capacidad de engendrar y acumular riqueza. Los finos análisis de esta investigadora, basados en los juicios de los viajeros europeos, especialmente del XVIII, explican en profundidad la fuerza económica y el dinamismo social que presidieron la vida de los moriscos y de sus descendientes en las ciudades portuarias de las regencias turcas del Magreb, en una sociedad de intercambios económicos y de comercio internacional. Uno de esos viajeros les atribuye una única finalidad en sus actividades agrícolas, comerciales, de trata de esclavos, de tráfico de propiedades inmobiliarias, etc.: el afán de lucro, de ganar dinero.

  —238→  

4. Algunos andalusíes prósperos del XVII y XVIII

Como se ve también en Túnez, algunos personajes parecen personificar la prosperidad de la comunidad andalusí, al menos en la Argel del siglo XVIII, según el religioso español Francisco Ximénez, en su Diario, donde se les menciona.

Mostafá Benamar era un morisco «tagarino», el más rico de todo el reino de Argel, propietario del mayor número de esclavos entre los particulares, con más de cien cautivos:

preguntando Achi Mostafá Benamar a unos cautivos españoles, qué hacienda tendría un Grande de España, le respondieron que seis o siete millones. A esto dijo: pues yo también podría ser Grande de España, que mi caudal aún es más que eso.


(Diario, 1 septiembre 1719)                


No sólo era rico, sino que quería que se supiese.

Unos meses antes (23 de mayo de 1719) Ximénez señala que había muerto Benamar El Topal, quizás familia del antes citado, otro morisco tagarino, «de los más ricos del reino». En la documentación tunecina del siglo XVII ya aparece un «Mamet Topal, tagarino de Argel», propietario de un esclavo francés en 1657 y seguramente rico comerciante. Lo sería igualmente el también andalusí de Argel que aparece en la documentación consular francesa de Túnez en el XVII Ostali Capitán, con probable vinculación de origen con la artesanía (osta, «maestro artesano» en turco, quizás carpintero, fabricante de pertrechos marineros) y el corso (capitán), como su nombre indica.

Estos personajes no son más que una muestra de la influencia de los moriscos en la sociedad urbana argelina del siglo XVII y del XVIII. Sobre su número y solidaridad, cuenta también Ximénez que murió uno de ellos, «maestro de obras tagarino, y asistieron al entierro más de quinientos» tagarinos (Diario, 14 de febrero de 1720). Este oficio de maestro de obras parece ser una especialidad de los moriscos porque también el maestro que construyó la enfermería del hospital trinitario español de Argel se llamaba Sidi Alí y era tagarino.

También el gran comerciante y terrateniente de Túnez Mustafá de Cárdenas

  —339→  

vino luego a Bona, donde hizo plantar casi todos los olivos y árboles que allí se encuentran hoy en día -dice un autor del siglo XVIII- y que sobrepasan el número de los que había dejado en La Colombaire,


ahora Grombalia, su finca en la región del Cap Bon, al este de Túnez-capital.

Contribuiría también a la riqueza de los andalusíes su capacidad de colaboración, entre diversos centros urbanos y comerciales del Mediterráneo donde estaban instalados (Marruecos, Argelia, Túnez, Trípoli, Istanbul, Salónica, Esmirna, Alejandría, etc.), como se ve en el tráfico marítimo y de libros, y también en la colaboración e intercambios entre la ciudad y el campo periurbano.

Esta capacidad de colaboración efectiva se aprecia claramente en Túnez, especialmente en la fabricación de los gorros chechía. El viajero francés de fines del siglo XVIII Venture de Paradis, sin mencionar expresamente a los moriscos o andalusíes de Blida, señala a esta ciudad como centro de la fabricación de la chechía argelina, que compara con la tunecina:

En Belidé hay un batán, donde se preparan y tiñen todos los bonetes que se fabrican en Argel [...] Hay también en Argel diversas fábricas de bonetes o boinas de lana, que se denominan chachiet gezirié (chechía argelina). Están hechas con lana del interior del país, lo que las hace inferiores a las que se fabrican en Túnez, donde se emplea lana de España. La chachie de Argel no vale más que la mitad del precio de las de Túnez, y por consiguiente están más al alcance del pueblo; pero de ellas no se hace ninguna exportación hacía Levante [...] Los precios de los bonetes de Túnez aptes de la peste de 1783, que ha arrebatado más de 100.000 almas sólo en la ciudad de Túnez, era de 24 a 25 libras la docena de bonetes surtidos; ahora la docena vale 33 y hasta 36 libras. Los de Argel nunca valen más que la mitad de precio de los de Túnez...


Parece evidente que la fabricación de la chechía argelina es semejante a la tunecina y que en ambos países los andalusíes habían tenido un papel inicial importante.

As-Sa'iduni opina que esta aptitud para los intercambios comerciales fructíferos se debía a una tradición de los moriscos y que a ellos   —240→   se debió también el que en Argelia fuera la moneda española la más generalizada en las transacciones comerciales, hasta la ocupación francesa de 1830. Este hecho monetario puede deberse a otras causas. También está documentado en Túnez en el XVIII.

Ese estudio del profesor As-Sa'iduni muestra también que los grupos sociales que más moneda manejaban eran, en este orden, primero los «coloríos» o descendientes de turco y magrebí, segundo los andalusíes, tercero los magrebíes ciudadanos y cuarto los cristianos extranjeros y los judíos. Recalca que cada grupo se esforzaba en esconder sus ganancias a los turcos. También señala la cooperación entre comerciantes andalusíes y judíos, que atribuye a afinidades de origen hispánico, pero que quizás habría que relacionar sencillamente con afinidad social de comerciantes. En los pocos documentos de compra y venta que se conservan del siglo XVII, también aparece la riqueza de algunos andalusíes de Argel.

5. Aportación andalusí al aprovechamiento del agua

La aportación andalusí a la vida económica y al urbanismo de la sociedad argelina tiene su símbolo, perfectamente documentado, en la construcción de un acueducto para traer agua a la capital desde la fuente costera de Al-Hamma, distante de la ciudad cuatro kilómetros y medio, con un caudal de nueve litros por segundo. El constructor fue un técnico andalusí, Usta Musa. Es muy probable que la construcción del acueducto se debiera precisamente a una mayor necesidad de agua para la ciudad, como consecuencia de la llegada de los moriscos de la gran expulsión, porque el acueducto se realizó en los años 1610-1611, en tiempos del Pachá Mustafá Kusa (1610-1613). Era también la solución a la tradicional y penosa dependencia acuífera de la ciudad de las cisternas de aguas pluviales, según testimonio de diversos viajeros europeos del siglo XVII, como Dan en 1637 y Dapper en 1686. En el siglo XVIII seguía siendo legendaria la aportación de ese andalusí, según cuenta el viajero francés en el capítulo «Fuentes» en la ciudad de Argel:

Como esta ciudad no tenía más agua que la de las cisternas, lo cual no le bastaba, en 1611, un moro andalusí propuso llevar a ella las   —241→   aguas de una fuente que está a un cuarto de hora de la ciudad, cerca del castillo del Emperador. El proyecto fue ejecutado y desde entonces se ve una cantidad de fuentes en la ciudad...


Un informe de mediados del XVIII añade otra información sobre suministro de agua de los andalusíes, en las colinas que dominaban a la ciudad, precisamente encima del nuevo arrabal de los Tagarenos.

Antiguamente no avía agua dulce en esta ciudad, sino en las cisternas, que en cada casa procuraran hazer; por lo que padecían mucha incomodidad, por tener que traer el agua media legua distante de la ciudad, hasta que en el año de 1612 un moro, descendiente de aquéllos que fueron echados de España, aviendo visto un manantial en una colina, cerca del castillo que llaman del emperador, propuso al Rey el conducir dicha agua a más de cien fuentes, que se hicieron dentro de la población; y aviéndole admitido el proiecto, hizo venir dicha agua, como avia prometido (Castillo).


Estas informaciones documentadas se nos han conservado por tratarse de importantes obras públicas que afectaban a la capital, pero hay que situarlas en un contexto más amplio que proporciona más informaciones, aunque no estén directamente documentadas.

En primer lugar, hay que tener en cuenta la importancia y las funciones polifacéticas del agua en la sociedad musulmana. No sólo tiene función de bebida y de elemento para la cocción de alimentos, a nivel doméstico, o de riego agrícola, sino que es necesaria para las importantes prescripciones de purificación e higiene, en casas, mezquitas y baños, de forma que la construcción de la mezquita, con sus fuentes de abluciones y agua en evacuatorios, y de los baños de vapor es el signo mismo de la fundación de una ciudad musulmana. La falta de agua puede hipotecar la existencia y, sobre todo, la expansión de una ciudad. Por otra parte, las necesidades de agua para la artesanía (cerámica, textil y sus tintes, curtidos, etc.) definen la riqueza de una ciudad. Jardines y huertas urbanas y periurbanas requieren también abundantes aguas.

Argel no carecía de aguas, sobre todo en su época primitiva, cuando no era más que un pequeño fondeadero, antes de que los hermanos Barbarroja y los otomanos la convirtieron en una importante metrópoli.   —242→   Pero los andalusíes contribuyeron al aprovechamiento humano de dos grandes almacenamientos de aguas de la región: primero, los depósitos freáticos de las colinas de Argel, que asomaban muy poco en manantiales de sus laderas o desembocaban en el mar por fuentes como la de Al-Hamma, que ellos supieron canalizar hacia la ciudad y sus jardines periurbanos, y segundo, los amplios marjales de La Mitidja, producidos por las corrientes superficiales procedentes de los montes vecinos, que ellos supieron aprovechar disecando tierras para cultivos de esa rica zona agrícola.

Por su creación de nuevos aprovisionamientos de ligua para usos agrícolas y urbanos, los moriscos inmigrados a Argelia no sólo contribuyeron a solventar los problemas de carencias de agua que ellos mismos habían agravado al aumentar con su inmigración la población de las ciudades, También contribuyeron a la expansión de esas ciudades proporcionándoles tres elementos fundamentales para esa expansión: agua, mano de obra y construcciones.




ArribaAbajoActividad fronteriza: el mar y el corso, el ejército

1. Situación estratégica islámica de Argelia

Nunca como en los siglos XVI-XVII el Mediterráneo fue una verdadera frontera cerrada entre dos «bloques», el Islam y el Cristianismo, sin por ello excluir muchos puntos de contacto y puentes de encuentro. Esta «frontera» ha sido muy bien estudiada recientemente, en todos sus aspectos, especialmente los ideológicos y militares. Los moriscos, víctimas de la intolerancia ideológica cristiana y de su adhesión solidaria con los musulmanes otomanes, se vieron arrojados al otro lado de la «frontera». Se integraron en su nueva patria, con la que sentían muchísimas afinidades ideológicas, en sus estructuras militares de toda clase.

Argelia nació como nación moderna precisamente de las necesidades militares y defensivas de la costa magrebí, a principios del siglo XVI, y fue dirigida con este objetivo prioritario por los hermanos Barbarroja y los turcos otomanos. En el firmán o decreto oficial que el califa otomano envió a los musulmanes de Al-Andalus, el 16 de abril de 1570, queda muy claro el papel de Argel en la defensa militar del   —243→   Islam. He aquí el párrafo fundamental del texto, editado y traducido por Temimi:

Con la voluntad de Dios, proyectamos el envío de mi gloriosa flota hacia vuestra costa, lo cual es de una importancia fundamental, y desde ahora lo vamos preparando. También hemos dirigido una orden imperial firme al Beylerbey de Argel para que os procure toda la ayuda posible, ya que habéis dado prueba de celo y de cuidado constante en defender el Islam y no habéis abandonado vuestra religión, a pesar de los combates contra los infieles -¡que Dios los maldiga!- Habéis dado prueba de toda vuestra perseverancia y vuestra valentía.



Esta función de defensa del Islam contra posibles ataques religiosos no era mera retórica político-religiosa.

Precisamente unos pocos años antes de la gran expulsión de los moriscos españoles, en 1601, cundió la alarma en todo el Mediterráneo y especialmente en Argel, por los preparativos de una imponente armada española, que partió de las Baleares al mando de Andrea Doria, llegó a las costas argelinas y estuvo a punto de desembarcar para atacar a la ciudad. Cierta lentitud en la llegada de pertrechos y una fuerte borrasca aconsejaron a los españoles el no desembarcar y el retomar a sus bases. Las autoridades argelinas tomaron toda clase de medidas -que afectarían seguramente a la población andalusí de la ciudad y de sus alrededores- para hacer frente a una muy seria amenaza, de la que no es fácil decir quién hubiera salido vencedor. Ya se ha visto cómo, al retirarse, fueron atacados por andalusíes de Cherchel, de madrugada, con presa de soldados españoles.

Dos años después, en 1603, los españoles intentan otro desembarco en las costas de la Gran Kabilia, al este de Argel, en connivencia con el jefe cabileño local denominado «rey de Kuko»: los 80 invasores fueron capturados, enviados a Argel y ejecutados. Los musulmanes de la costa magrebí estaban realmente enfrentados a la defensa del Islam contra los ataques continuos de los cristianos.

El papel ideológico y militar de Argel en defensa del Islam queda patente. No queda disminuido sino reforzado por la complejidad de las actividades político-comerciales anexas, insertas en la tradicional función depredadora de la marina mediterránea. La «piratería» (actividad depredadora privada) queda sublimada con los ideales y la organización   —244→   estatal del «corso» oficial de las ciudades maneras musulmanas del Magreb y de otros países del Mediterráneo, especialmente de los territorios dependientes de la Corona española, en las penínsulas e islas ibéricas e italianas, como puede verse en un estudio monográfico consagrado a Mallorca por López Nadal.

2. Corso e ideales patrióticos argelinos

La distinción entre «piratería» y «corso» es fundamental para comprender el alcance de la actividad marinera de Argel y es reivindicada por todos los historiadores musulmanes modernos.

El «corso» es una actividad oficial, en defensa de la patria y la religión, perfectamente integrada en la actividad y en la legislación del Estado argelino. Más aún, viene a ser el eje de sus ideales colectivos, como lo expresa muy bien el político y escritor moderno argelino, de origen tunecino, Ahmad Taoufic Al-Mádani en el título de su libro en el que resume la historia de los tres primeros siglos de la Argelia moderna, en relación con España y los cristianos: Guerra de trescientos años entre Argelia y España (1492-1792).

Esta guerra defensiva, precedente directo -según el autor- de la lucha por la independencia nacional argelina contra la ocupación francesa, abarca desde la toma de Granada (1492) hasta la entrega de Orán por España (1792). Por tanto, este espíritu nacional de guerra defensiva o patriótica del colectivo argelino tiene una relación directa con España y con la expulsión de sus musulmanes.

3. Moriscos en actividades militares y comercio del corso

En ese esfuerzo militar argelino se integraron muy directamente los moriscos expulsos y sus descendientes, o al menos un gran número de ellos.

La documentación disponible -muy escasa, por ahora- menciona la formación de cuerpos de ejército andalusíes en campanas terrestres argelinas. Algunos hechos concretos permiten comprender la importancia de esos cuerpos de ejército.

  —245→  

Los andalusíes parecen frecuentemente en las menciones de expediciones contra Tenes y Medea, en el siglo XVI, para asentar firmemente la autoridad de los turcos de Argel en esos dos puntos estratégicos para su control del este argelino, contra Orán ocupada por españoles y contra sus ataques contra las ciudades de Mostaganem, Mascara y Tremecén.

También se atribuye a andalusíes la construcción de fortalezas y del faro del puerto de Argel, ya en el siglo XV.

Los primeros arcabuceros argelinos habrían sido los del reino de Tremecén, formados y adiestrados por emigrantes de Al-Andalus.

Haedo menciona a «andaluces o moriscos» como «genízaros» (con «turcos» y «renegados») arcabuceros y «espays a caballo», en 1563, y como «escopeteros» en 1576.

Cuando la expedición de Carlos V contra Argel, en 1541, Hasan Agá sólo contaba «con poco más de tres mil turcos (aunque tenía muchos andaluces y moros)» (Haedo).

La proporción de andalusíes en las fuerzas móviles del gobierno argelino puede juzgarse por las cifras que se dan en la expedición de Argel contra la rebelión de Miliana, en 1544: 4.000 tiradores todos moros y «renegados», 500 «andaluces o moros de España también tiradores y 600 espais a caballo todos gente de Argel» (Haedo). Es evidente que las autoridades militares de Argel pudieron siempre contar con todos los contingentes posibles de andalusíes, tanto para sus expediciones guerreras, como sobre todo para la defensa de Argelia contra los cristianos.

Con la gran expulsión de 1609-1614, muchos moriscos entraron a formar parte de los ejércitos islámicos, como era creencia general en España, reflejada en el título mismo de un folleto, editado en Sevilla en 1618:

... Y ansí mismo da cuenta del batallón que el Gran Turco ha hecho de todos los moriscos de España, para que corran la costa de ella.



Los técnicos militares andalusíes de Argel tuvieron influencia aun fuera de las fronteras de la regencia: a mediados del XVII, el Dey de Túnez hace venir al andalusí Jamiro Al-Andálusi Al-Garnati («El Granadino»), que había trabajado en las refecciones del puerto de Argel,   —246→   para construir el puerto militar de Porto Farina (ahora Ghar-El-Melh), en la bahía de Túnez.

Pero es en la compleja y muy importante actividad militar del corso marítimo donde mejor se integraron los moriscos expulsados y sus descendientes. Su aportación fortaleció el corso musulmán, como habían previsto ya las autoridades hispánicas cuando barajaban los pros y los contras de la expulsión. En el corso pudieron integrarse muchos andalusíes, mejorando sus técnicas y asociándose sensatamente con extranjeros y con poderes locales, aun en el caso de la «república andalusí» de Salé en Marruecos.

En el Magreb Medio, es decir, en la Argelia actual, la lucha militar de los andalusíes en el corso marítimo toma también la forma de una organización muy compleja. Los andalusíes son marinos, pero también comerciantes. Ricos andalusíes se encargan de financiar las expediciones marítimas contra los cristianos y de vender los productos de estos ataques: esclavos, mercancías, navíos, etc. Los historiadores europeos insisten muchas veces en esta organización tan eficaz de los andalusíes en el Magreb y la atribuyen a su odio por causa de la expulsión: hay que ver más bien en ello un conocimiento más directo de la situación geográfica y militar de España y el deseo de debilitar al enemigo de la fe islámica, de forma eficaz.

Por eso no es de extrañar que en los barcos argelinos hubiera muchos andalusíes. Un corsano francés, Beaulieu-Persac, se apodera de tres naves de Argel, los días 11 y 25 de febrero y 18 de marzo de 1621.

Son hechos cautivos ochenta «turcos» de los que muchos eran andalusíes, y catorce renegados, entre los que se encuentran siete de origen francés.



Pero no parece que hubiera muchos moriscos entre los arraeces o capitanes argelinos, a no ser que se interprete la denominación de «renegado español» como incluyendo a los moriscos, según las categorías teológicas de Haedo: los arraeces de naves son «turcos, moros y renegados», según Haedo. ¿En qué categoría incluiría eventualmente a un raís morisco? De su lista de 35 arraeces, hay dos españoles, Morat Raís «Maltrapillo» y Yúsuf Raís, lo que es una proporción importante, para la época que precedió inmediatamente a la gran inmigración de 1609.

  —247→  

No sólo la ciudad de Argel constituye la base de la actividad corsaria. El puerto de Cherchel y sus andalusíes, con sus vecinas montañas con excelente madera y hierro, es un centro de construcción de naves.

Diego de Haedo, que escribió sobre Argel a fines del XVI, advierte cómo en Cherchel se construían los famosos bergantines utilizados por el corso argelino: en ese puerto

los más dellos son todos moriscos de Granada, Valencia y Aragón, de los cuales está todo aquel lugar lleno y poblado.



La mayor parte de estos hombres son al mismo tiempo patronos y capitanes de sus naves, ya que, habiendo nacido en España, son muy prácticos en puertos y costas de ese país y causan grandes daños, porque tienen allí parientes y amigos.

A principios del siglo XVI se podían calcular unos 20 ó 25 bergantines o fragatas, entre Argel y Cherchel, según Saadaoui.

Es conocido el temor y el odio que sentían los españoles hacia los corsarios argelinos. Estos sentimientos colectivos se expresan bien en el largo título de un folleto impreso en Málaga en 1623 contra un corsario morisco:

Verdadera Relación en la qual se da cuenta de las trazas y arbitrios que tuvo el Corsario Blanquillo, Morisco renegado, natural de la ciudad de Arcos, en el discurso del tiempo que fue corsario en las costas de España, lleuando della muchos cautivos, dase Cuenta de las desgracias, y enemigos que tuuo con desseo de avuerle a las manos, y como al fin vino a poder de Ioan Mellado, Patrón del Began de Miella, y la victoria que tuuo, juntamenta con la justicia que se hixo dél, y de sus compañeros.

Brahimi ha demostrado que el ensañamiento y afán de lucro de los ricos «burgueses» andalusíes de Argel no se debía tanto a odio hacia los cristianos como a codicia de dinero, por el mucho provecho que sacaban del corso y del rescate de los esclavos. En realidad, el corso era sobre todo una muy lucrativa actividad de frontera marítima, a lo largo de todo el Mediterráneo, donde europeos y magrebíes muchas veces buscaban su provecho, por encima de cualquier definición ideológica, pero sí teniéndolas en cuenta.

  —248→  

Andalusíes venidos de Argel se ven en actividades corsarias tanto en Salé, en la costa atlántica, como en Túnez: Mamet Granadino, Mamet Topal, Sidi Alí Moreno, Osta Alí Capitán, etc.




ArribaAbajoComercio exterior. Los cautivos y esclavos

No se puede tratar aquí todo el proceso del cautiverio: lugar de captura (costa o navío), apropiación o distribución de las presas entre marinos, armadores y autoridades, adquisición por terceros, legislación que les afecta, utilización en diversos oficios o como mano de obra, posibilidades de autorrescate o de rescate por el país de origen, etc. Se ha estudiado en Túnez la intervención de andalusíes en diversas etapas del rescate.

Así como en Túnez era Mustafá de Cárdenas el mayor propietario privado de esclavos (después del bey, evidentemente), también en Argel era un andalusí, un siglo más tarde, el mayor propietario privado de esclavos: Mustefá Benamar, según Francisco Ximénez.

Tanto los redentores cristianos como el racionalista francés del siglo XVII Laugier de Tassy son categóricos al afirmar que son los andalusíes los especialistas en compra, venta y rescate de esclavos y cautivos cristianos: «Ellos son los que se han dedicado al comercio de esclavos», en cita recogida por Brahimi.

A los testimonios franceses del siglo XVIII ya conocidos, se podría añadir un testimonio hispánico de 1639, publicado por Emilio Sola:

...los cautivos... trátanlos mal, y mayormente los Tagarinos, que son los expulsos de España; y porque se corten, que es que traten de su rescate, los hacen trabajar demasiado, les ponen cadenas y a los fuertes ponen en las galeras; y al fin los que mejor los tratan son los Turcos, los suelen dejar pasear sin darles de comer... Fuera de esto, el trato no es tan malo como antes, si no es entre los Moriscos, que en venganza del bien perdido los tratan mal.



Esta presión sobre los cautivos, para que se rescaten, ni era exclusiva de los musulmanes, ni de los andalusíes de Argel. José María de Cossío ha recogido textos reveladores de esta misma actividad en la península, en el siglo XIII:

  —249→  

pero lo que declaran constantemente los cautivos es que los atormentaban para que se apresuraran a pagar el precio de su redención.



Esta dureza caracteriza el trato de los andalusíes de Argel con sus esclavos. Y hay que tener en cuenta que, si bien la actividad de comerciar con esclavos no parece fuera la principal fuente económica de Argel, sí era muy importante la población esclava en la capital, en los siglos XVII y XVIII.

No hay que extrañarse de la importancia de la dimensión económica del corso, junto a sus aspectos militares e ideológicos innegables, cuando se puede ver ya en el siglo XVI cómo se conjugaban todos esos elementos en las mismas transferencias de moriscos de España a Argelia, según un texto perfectamente verosímil de Haedo.

Hacia 1529, unos arraeces argelinos hacen una expedición contra las Baleares,

...los cuales, después de haber tomado alguna gente y navíos por aquellas Islas y por la costa de España, siendo avisados de ciertos moriscos del Reino de Valencia y del estado del Conde de Oliva, que se querían pasar en Barbaría a vivir en la ley de moros, con sus hijos y mujeres, y que si los querían pasar, que pagarían una suma grande de dineros, fueron los dichos corsarios dello contentos. Y una noche embarcaron junto a Oliva, más de doscientos destos moriscos, y luego se hicieron a la mar con ellos.



Todo era ganancia en esa expedición: ayudar al Islam, debilitar a sus enemigos y sacar provecho económico. Y además, a la vuelta de la expedición les persiguieron unas galeras españolas que iban hacia Italia y naves pagadas por el de Oliva: desembarcaron a los moriscos en Formentera, ganaron la batalla naval y se llevaron como presa a Argel a los cristianos y también a los emigrantes moriscos.




ArribaAbajoAlimentación de la ciudad: colonias agrícolas

Como en Túnez, son sobre todo los viajeros extranjeros los que más advierten la fertilidad de las colonias agrícolas andalusíes en los alrededores de las ciudades, especialmente de la capital argelina y sus   —250→   llanuras meridionales del valle de La Mitidja: el inglés Shaw o el español Ximénez.

El francés Venture du Paradis, de finales del siglo XVIII, afirma de la ciudad de Blida, de origen andalusí:

Belidé es una de las ciudades más agradables del reino; está a 6 leguas de Argel, sobre el gran camino que conduce a Máscara. Todas las casas tienen su fuente. Los jardines proporcionan toda la fruta y todas las hortalizas que se consumen en Argel. Se celebra todos los jueves un mercado general, donde de todos los alrededores se traen gallinas, huevos, frutas secas, cebada, trigo y legumbres.



También está documentada la presencia de andalusíes establecidos en zonas agrícolas de la desembocadura del río Summam, en las afueras de la ciudad de Bujía (Bidjaïa).

Las informaciones sobre los principales productos cultivados son muy parciales: frutales, maíz, arroz. Algunos autores les atribuyen cultivos específicos que se dan actualmente, como pomelos y naranjos. El cultivo de la viña está documentado por un informe de 1755:

Ay muchas viñas de una naturaleza y fertilidad prodigiosas; i vides que trepan y enlazan los más empinados árboles, formando naturalmente copas mui deliziosas i admirables. An sido dichas viñas plantadas por los Moros expulsados de Granada; porque antes no sólo no las plantaran, sino que desceparan los que avían plantado los Christianos, haziendo servir a los campos para otras cosechas (Castillo).



Ya se ha mencionado la aportación del andalusí Mustafá de Cárdenas a la extensión del olivar en las afueras de la ciudad de Bona (Annaba), según el testimonio del viajero francés Peyssonel, en 1728.

Se han hecho comparaciones entre la producción de los valles del Medjerda, en Túnez, y de La Mitidja, en Argelia, aunque «no obstante resulta temerario establecer ninguna conclusión definitiva», según Penella. Venture de Paradis hace también comparaciones semejantes en el ya citado texto sobre la fabricación de los gorros de lana o chechía.

Pero la comparación entre las actividades agrícolas en Túnez y en Argelia (también en Tetuán y Salé) permite de todas formas hacer algunas   —251→   afirmaciones importantes, para comprender el sentido de estas actividades en la inserción de los andalusíes en la sociedad magrebí.

Primero, hay que insistir en que los andalusíes dieron mucha importancia a la actividad agrícola. Se ha atribuido eso a su anterior actividad agrícola en Al-Andalus o en la España cristiana. Es evidentemente un factor importante. También hay que atribuirles la introducción en el Magreb de especies y productos alimenticios españoles de origen americano, desconocidos en esa zona.

Pero lo más importante es señalar que se establecen como colonias agrícolas cerca de las ciudades, y especialmente de Argel, para abastecerlas en alimentos y en productos que sean materia prima de su artesanía. La mencionada construcción del acueducto de Argel es el símbolo de una auténtica simbiosis ciudad-campo o, mejor dicho, de la total dependencia de esas poblaciones agrícolas del intercambio campo-ciudad.

También hay que advertir que los andalusíes se instalan en esas zonas agrícolas en forma de colonias, que podríamos denominar «poblados de colonización de nueva fundación», como puede deducirse del estudio de los pueblos del valle del río Medjerda, en Túnez, mucho mejor documentados que los argelinos.

Este mismo sentido de «poblados de colonización» se deduce también de la escueta pero muy expresiva frase de Al-Máqqari: «construyeron sus pueblos y ciudades aisladas» ('amarû qurâ-hâ aljâliya wa-bilâda-hâ), donde hay que interpretar jâliya («aisladas») como una pretensión de estar entre ellos, sin relación con los habitantes rurales de la zona, en cuyas tierras se habían asentado por el apoyo de los turcos y a los que tendrán siempre como enemigos. Antes, se había traducido esta frase por «construyeron pueblos y ciudades propias», de forma que se manifieste también esa pretensión inicial de esos poblados de vivir aislados de su contorno. La pretensión quedó superada por la realidad de su integración social en su contexto rural, con una asimilación mutua de las dos formas de vida, la periurbana y la propiamente rural tradicional magrebí.

Se trata de una «agricultura urbana», si puede expresarse así. Las colonias agrícolas de los andalusíes permitían participar en la vida y el esplendor de la ciudad, con la que intercambiaban toda clase de productos comerciales. Les permitía también disfrutar de servicios políticos y culturales varios. El estar protegidos militarmente por la ciudad,   —252→   contra ataques de beduinos o campesinos, era también un servicio que los moriscos o andalusíes esperaban de la vecindad de la ciudad y del centro militar del poder, asentado en la capital.

Los andalusíes eran un «sector primario» para el desarrollo de la producción y los servicios de una gran capital como era Argel y, en proporción, de las otras ciudades costeras argelinas. Aun a fines del siglo XVIII, Blida y Kolea seguían siendo las capitales agrícolas de las que se nutría la capital de Argelia y que regulaban los precios agrícolas, según el estudio de As-Sa'iduni.

El intercambio era mutuo, como se ve en la riqueza de construcciones que observan los viajeros en esas poblaciones rurales y hasta en las inversiones que esos pueblos hacen en las ciudades, sufragando donaciones religiosas urbanas, especialmente en los lugares santos orientales del Islam (Medina, La Meca, Jerusalén, etc.)

Por eso, como se nota en Marruecos y Túnez, no puede compararse la actividad agrícola de los andalusíes -para la ciudad- con la agricultura de semi-subsistencia e intercambio meramente local, de la mayoría de la población rural del Magreb. Se trata, pues, de una agricultura periurbana, de tradición medieval en el Magreb y Al-Andalus, estructurada no para la mera subsistencia del agricultor, sino como especialización intensiva, destinada al intercambio comercial.

Así es como la agricultura de las colonias andalusíes contribuyó a elevar el nivel de vida y de alimentación de las ciudades magrebíes, especialmente en Argel, y a proporcionar a la artesanía urbana materias primas para los procesos de transformación.




ArribaAbajoArtesanía urbana: la seda y lo textil

Dada la importancia urbana de Argel, hay que suponer una gran actividad artesanal, multiforme, en la que participarían muchos menestrales, de diverso origen étnico.

No hay ninguna mención particular de los andalusíes, en la construcción, la cerámica, la joyería, la quincallería, tapices, esparto, etc. Sólo la escueta mención de un maestro de obra o albañil andalusí, a principios del XVIII. Pero, basándose en la lista de oficios que trae Haedo, se puede afirmar que

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la mayoría de esos inmigrantes eran pequeños empresarios y artesanos, que forman los elementos sociales claves de la ciudad musulmana, identificados con la cultura islámica que defendían los Otomanos... (Hess).



Muchos autores señalan tradiciones artesanales andalusíes en diversas zonas argelinas: tocados andalusíes en Tremecén; vestidos moriscos en Cherchel; bordados; alfombras; bonetes o chechías con su zoco especial, como en Túnez, cerca de Babeloued (Bâb-al-wâdî, «la puerta de la rambla» de Argel), y con su proceso de fabricación concertado con los pueblos rurales andalusíes también, como en Túnez; artesanía del tejido, en especial la de la seda, importada de Granada en el XIV en la zona occidental de Argelia (a Orán, Honéin y Tremecén, y de allí a la Qal'a de los Banu-Raxid).

Estas influencias son muy verosímiles, aunque se trata de tradiciones poco documentadas, con cronología de difícil precisión, por ahora.

Es afirmación general el atribuir a tradiciones familiares andalusíes los orígenes de muchas labores artesanales en Argelia, aunque indudablemente se debieron mezclar con tradiciones locales y con evoluciones técnicas múltiples, dentro de la actividad productora y mercantil de Argel, abierta a poblaciones, demandas e influencias de todo el Mediterráneo y hasta de Oriente y de la Europa nórdica.

Una fuente italiana ha atribuido la introducción de la artesanía de la seda en Argelia a los «granadinos», a principios del siglo XVII. La afirmación de Salvago ha sido repetida por los historiadores, que a veces no se atreven a aseverar el origen granadino de esa artesanía, aunque las fuentes contemporáneas recalcan que las industrias de la seda estaban generalmente en manos de andalusíes y parecen haber contribuido mucho a la riqueza de la ciudad de Argel, donde había por aquellas fechas nada menos que 600 sederos, según Latham.

Haedo, a fines del XVI y en el capítulo de su libro que trata «De los exercicios de las mujeres de Argel...», afirma que

pocas son las que saben labrar de seda, si no es alguna renegada o morisca de España, que en su tierra lo deprendió, y las hijas que de éstas nacen, a quien sus madres se lo han enseñado...



De todas formas, hay que suponer con toda verosimilitud una participación andalusí importante en todas las actividades de la ciudad   —254→   de Argel y de las otras zonas urbanas y periurbanas de Argelia: artesanía, comercio, administración, etc.

Un estudio reciente sobre los oficios en Argel en general, con documentación manuscrita nueva, especialmente de los siglos XVI y XVIII, no señala especialmente a los andalusíes como grupo específico en el artesanado de la capital, como se señalan los artesanos de otros orígenes (los caballíes de las montañas, los mzabíes jarichíes del sur, los mzitíes y biskríes de los oasis, los cháwiyas y los negros). Aunque hay que ser prudentes con los argumentos de tipo negativo, esta falta de «especialización» sería una muestra más de la integración total de los andalusíes a todos los oficios urbanos de los ciudadanos de la capital, al igual que otros islamizados de origen oriental y europeo y sus descendientes.




ArribaAbajoInsertos en el cosmopolitismo urbano de los turcos en el Mediterráneo

1. Extranjeros entre extranjeros, en Argel

Quizás el aspecto más relevante de la inserción de los moriscos o andalusíes en la sociedad argelina, especialmente en su capital, es su asimilación rápida, como extranjeros que eran en una sociedad dominada por extranjeros de origen muy diverso. El texto de Al-Máqqari, que menciona la instalación de los andalusíes en La Mitidja y no en Argel, indicaría con esa omisión -explicable también por su personal antipatía política hacia la capital de la Regencia- que no formaban en ella un elemento aislado, propio, como en las demás regiones y ciudades del Magreb.

En la capital, donde todos eran «minorías» según el modelo de Estanbul, los moriscos exiliados de España podían penetrar con todo el peso de su cultura hispánica e hispano-musulmana, simplemente con ocupar el papel social que les asignaba el poder político militar dominante, él mismo extranjero, y con manifestar su respeto y adhesión a la ideología islámica de la sociedad musulmana argelina.

Esta inserción entraba perfectamente en la dinámica de la política de los turcos otomanos en el Magreb árabe.

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Después de haber fundado su centro urbano en el siglo XV, los Otomanos extendieron la fronteras de una sociedad imperial en el Norte de África. Con la ayuda de nuevas técnicas de administración y de una nueva tecnología militar, los turcos potenciaron ciudades-estado, expulsaron a los núcleos tribales lejos de los centros urbanos e impusieron una clase dirigente foránea por encima de la sociedad local. Cuando terminó la expansión, el poder de la administración central disminuyó y los políticos del imperio organizaron un sistema de niveles graduados de obediencia entre el centro y la periferia (Hess).



En este sistema político no podían sentirse demasiado extranjeros los moriscos expulsados de España.

2. Cultura islámica y cultura hispánica: lengua y religión

Se han conservado muy pocas informaciones sobre los aspectos culturales de los moriscos instalados en Argelia. Sólo unos pocos datos documentados y unas comparaciones con lo que se sabe de otros países islámicos permiten conocer la situación general de esos musulmanes andalusíes e hispánicos en tierras argelinas.

Evidentemente, los moriscos expulsados de España e inmigrantes en Argelia habían realizado ese traspaso de sociedad por razones religiosas: tenían plena conciencia de su identidad islámica personal y de su necesaria adhesión al Islam para ser ciudadanos reconocidos en la sociedad argelina. Asisten en las mezquitas a las ceremonias religiosas prescritas, como les reprochará «en ausencia» la Inquisición española. Construyen mezquitas y baños en los poblamientos nuevos, como signo de identidad religiosa, como está documentado para Blida, según Hajji Jalifa.

También polemizan de temas religiosos con cristianos, como el «tagarino y morisco de España, Alí Medina, que aquí tienen los moros por gran sabio» (Haedo). Una anécdota de polémicas llega hasta un británico del siglo XVIII, de moriscos que se burlan de las enseñanzas eclesiásticas (Morgan). Algunos andalusíes profieren continuos ataques verbales contra las creencias cristianas y hasta hacen intervenir a «renegados» o convertidos al Islam de origen cristiano para que intervengan a favor del Islam en sus disputas con cautivos cristianos, como han   —256→   documentado los Bennassar. El que algunos pocos hayan sentido la nostalgia de España y hayan vuelto o intentado volver no indica que la inmensa mayoría de los moriscos no participaran muy sinceramente en las creencias musulmanas de sus antepasados de Al-Andalus y de sus compatriotas y correligionarios de Argelia.

Está el caso excepcional de los moriscos que llegaron a Argel y no se habían hecho circuncidar, por lo doloroso y aun peligroso de la operación en adultos y por no parecerles esencial desde el punto de vista religioso. No tuvieron más remedio que hacerlo, cuando en Argel se echó un bando para que todos los moriscos que habían venido de España se retajasen so pena de ser esclavos.

Aunque a veces manifiestan quejas contra los enemigos que tenían en tierras musulmanas, recuerdan que peores los tenían en España, según la mencionada frase de Al-Háyari Bejarano:

... Túnez... tiene dos plagas: la una de renegados y la otra de alarbes, y lo mismo en Argel y en Tremecén... Y en cualquier parte están mejor [los moriscos expulsos] que no sujetos a Inquisición.



Por solidaridad islámica con los moriscos que aún permanecían en España antes de la gran expulsión y por compensación de las afrentas que ésos recibían de los cristianos, a veces se ensañan contra los cautivos, especialmente los eclesiásticos, según cuenta con evidente parcialidad Haedo:

Sólo en un caso son muy liberales: que si se les antoja quemar vivo un cristiano por vengar alguna muerte de algún renegado o morisco que en España que fue por justicia o por el Santo Oficio condenado, como han hecho y quemado a muchos por esa causa... y si es necesario comprar el cristiano al patrón y pagarlo, suelen ellos luego andar demandando limosna por las calles y boticas y pagarle, y todos, poco o mucho, contribuyen, pareciéndoles hacer en esto gran servicio y sacrificio a Dios, especialmente si el cristiano es sacerdote, a que llaman Papaz, a los cuales infinitamente aborrecen y quieren mal (Haedo).



Sobre su nivel lingüístico en español, hay poquísimos datos. Se ve cómo moriscos de Cherchel y Argel sirven de alfiqueques o intermediarios para rescates en Orán, precisamente porque sabían castellano, a   —257→   mediados del XVI. El único texto escrito en castellano por un morisco de Argel ha sido conservado gracias a otro morisco de Túnez: Comentario sobre un tratado que compuso Ibrahim de Bolfad, becino de Argel, ciego de la vista corporal y alumbrado de la del coraçon y entendimiento, del que hay un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid. Pero hay que suponer que la evolución lingüística de los moriscos argelinos siguió unas pautas generales, que se estudian en un capítulo específico de este libro. De todas formas, se puede suponer, como para los granadinos que emigran a Marruecos, que la mayoría de los moriscos que pasan a Argel conservaban la lengua árabe hablada, por ser valencianos, y pudieron adaptarse muy rápidamente, desde el punto de vista lingüístico, al árabe hablado en las ciudades argelinas. No era ésa la situación lingüística de los moriscos aragoneses y castellanos de Túnez, muchos de ellos sin mas conocimiento de lengua que la romance original.

Tampoco hay muchos datos concretos sobre su cultura general hispánica, que ha de suponerse en función de sus habilidades en agricultura, artesanía, construcción de naves, albañilería y otros oficios que se les ve ejercer en Argelia. Supone ciertos conocimientos de medicina el que se mencione a cirujanos moriscos en Argel: el ya mencionado médico Jáber, valenciano; García Díaz, cirujano andalusí de Toledo.

El caso de Jábar, que había vendido antes de marcharse de Valencia «todos los libros cristianos que tenía, es a saber un libro de Santo Tomás e un libro de Frayle León de Granada y un libro nombrado Cosas memorables de Hespania (texto publicado por Labarta), es un signo evidente de ruptura con la cultura hispánica cristiana, pero también una precaución para un viaje difícil y una inserción en la sociedad argelina, donde sabría que no podría conservar esa clase de libros; no indica, evidentemente, una renuncia total y efectiva de la cultura hispánica, que supo utilizar en su práctica médica en Argel. Lo que sí indica es la «hostilidad sin compromiso» contra los cristianos de España, que era un dato correlativo a «su identificación con la cultura islámica que defendían los otomanos» (Hess).

3. Solidaridad entre moriscos en el mundo islámico

No es fácil documentar ni medir la solidaridad entre moriscos expulsados de España, entre individuos que tienen un origen globalmente   —258→   idéntico pero con situaciones y reacciones forzosamente individuales y con intereses no siempre convergentes. Pero sí hay indicios de una provechosa y real solidaridad que puede calificarse de «étnica» porque corresponde al género de vinculaciones de grupo que el régimen islámico de los otomanos fomentaba en sus amplios dominios alrededor del Mediterráneo y especialmente en sus ciudades portuarias, imagen del cosmopolitismo de Istanbul, con sus numerosos grupos socio-culturales.

Ya se ha visto un ejemplo de solidaridad religiosa entre moriscos, cuando se sienten afectados por los daños a sus compatriotas o correligionarios de España. El paso de los moriscos de la península a tierras islámicas suponía, muchas veces, una fuerte red de solidaridades entre ellos, entre los de España, los que les transportaban o guiaban y los que les recibían y ayudaban a instalarse.

Esta solidaridad se da también en la facilidad de desplazamientos entre Argel y los otros lugares de instalación de moriscos: los viajes o pasos de moriscos tunecinos a Argel son bastante numerosos, como también se encuentran en Túnez moriscos argelinos. Las actividades comerciales y de corso de muchos moriscos favorecían, evidentemente, esos contactos y viajes, pero hay que situarlos también en la tradicional movilidad de la sociedad islámica, facilitada por la unidad política del potente imperio otomano en el Mediterráneo. Es notable el número de comerciantes andalusíes de Túnez que han hecho la peregrinación a La Meca, a los lugares santos del Islam; es muy probable que hubiera también muchos moriscos argelinos que realizarían ese viaje, contando con la solidaridad morisca para sus desplazamientos, aunque no estén muy documentados todavía.

El riquísimo andalusí «tagareno» de Argel «Achí Mostafá Benamar» ya mencionado, había hecho la Peregrinación a La Meca, como lo indica su título de achí o hhâyyî: su condición económica desahogada le habría facilitado el viaje, como a los demás comerciantes tunecinos que aparecen en la documentación disponible que los menciona. Por otra parte, las pequeñas ciudades de Blida y Kolea, con importante población andalusí, son unos de los principales centros argelinos de envío de dinero para las fundaciones religiosas de los lugares santos del Islam.

También circulan entre las diversas comunidades de moriscos libros y otras corrientes culturales, como la ya mencionada obra de Ibrahim   —259→   de Bolfad, instalado en Argelia, obra conocida en Túnez, o la obra de artillería del morisco tunecino Ibrahim Al-Marba-s, del que se encuentran copias en Argelia y Marruecos.

Esta solidaridad se manifestaría especialmente entre los propios moriscos argelinos, relacionados por múltiples lazos de vecindad, cultura e intereses. Ya se ha visto la solidaridad que podía haber entre «granadinos» y entre «tagarenos», aunque sólo fuera con ocasión de un entierro. Esta solidaridad se manifiesta de forma especial, por precepto y virtud islámicas, con los pobres andalusíes, que dan origen a fundaciones económicas para subvenir a sus necesidades. Las solidaridades económicas se adivinan, aunque no sean exclusivamente entre andalusíes, cuando se ve que aún a finales del siglo XVIII es Blida la ciudad que regula los precios agrícolas de Argel y sus alrededores. Otras actividades económicas, como la artesanía, tendrían también su red de solidaridad entre andalusíes, como en la ya mencionada fabricación de la chechía en Túnez, seguramente imitada por andalusíes de Argel y Blida, aunque esa fabricación o artesanía no estuviera exclusivamente en manos de descendientes de los moriscos expulsos.

Abiertos cada vez más, en una sociedad urbana cosmopolita, pero con solidaridades entre ellos a muchos niveles, los andalusíes de Argelia, actualmente totalmente integrados en la sociedad argelina, se beneficiaron pronto de esta posibilidad, por el carácter específico de la sociedad argelina donde se instalaron, especialmente en su capital.