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Matilde Cherner y «La Ilustración de la Mujer»

M.ª de los Ángeles Rodríguez Sánchez


Historiadora (Madrid)


ArribaAbajoIntroducción

A lo largo del siglo XIX y desde distintos foros serán numerosos los análisis que se hagan y que se publiquen sobre las mujeres y su papel en la sociedad. La mayoría de estos estudios, utilizando argumentos religiosos, jurídicos, médicos, biológicos y científicos, transmitían la idea de que la mujer determinada por una serie de características y de valores concretos y dependiente económica, social y jurídicamente del varón era un ser físicamente débil y de una menor capacidad intelectual. Los múltiples argumentos sobre la inferioridad femenina, reiteradamente utilizados, permitían definir y asignar un rol específico a las mujeres, cuyo cometido debía desarrollarse en el marco privado del hogar y servían, en definitiva, para mantener el orden social establecido por los grupos dominantes. Contra estos juicios generalizados en la sociedad del ochocientos se elevaron algunas voces y algunas plumas femeninas que contribuyeron, con planteamientos propios, en la discusión sobre su identidad y su papel social. Sin el conocimiento de estos testimonios y de estas voces el análisis de la sociedad del siglo XIX quedaría incompleto al ignorar una parte importante de la realidad de la época. Es por ello que debemos recuperar sus textos, al margen de su mayor o menor calidad literaria, ya que son un documento indispensable para comprender no sólo el complejo mosaico social del último tercio del siglo XIX, sino y sobre todo la forma de pensar y de vivir de las mujeres y a la vez nos permitirán conocer la influencia que estas escritoras ejercieron, en un sentido u otro, en el desarrollo de una mentalidad femenina.

Entre estas voces que se manifestaban por una visión diferente de lo femenino se encuentra Matilde Cherner que en sus colaboraciones en La Ilustración de la mujer, entre otros temas, plasmará, algunas de sus ideas sobre la situación de la mujer en ese momento histórico. En esta comunicación nos ocuparemos de estos artículos, que creemos aportan una serie de puntos de interés y unas peculiaridades propias al igual que la escritora y la revista donde vieron la luz.






ArribaAbajoAproximación a la escritora

Matilde Cherner y Hernández cuyo seudónimo más utilizado era Rafael Luna, fue una polifacética y compleja escritora decimonónica. Aunque poco conocida en la actualidad cultivó todos los géneros literarios: poesía, teatro, narrativa y ensayo, publicando numerosos trabajos en la prensa de su tiempo, que la hicieron ser considerada por sus contemporáneos como periodista y como tal aparece en el Catálogo de Periodistas Españoles de Manuel Ossorio y Bernard1, así como en la Historia del partido republicano, de Enrique Rodríguez Solís, publicada en 1883, donde, entre un gran número de intelectuales adscritos al republicanismo, figura como periodista republicana junto a otras cuatro escritoras: Margarita Pérez de Celis, Narcisa Paz y Molins; Carolina Pérez y Modesta Periu2.

Nacida en Salamanca en 1833, vivió allí sus primeros años, trasladándose posteriormente a Madrid, ciudad en la que creó y publicó gran parte de su obra y donde colaboró en diversos medios periodísticos y en la que falleció en el verano de 1880. Sus trabajos nos permiten entrever a una mujer culta e interesada por diferentes temas y formas de expresión literarias al tiempo que ponen de manifiesto a una persona progresista y con ideas políticas y sociales. En conjunto esta autora aporta una voz diferente, y sin embargo propia de su tiempo, que desde su heterodoxia amplía la perspectiva que tenemos sobre la mujer decimonónica, tanto de la mayoría que se mueven en el espacio privado como de aquellas pocas que pretendían acceder a lo público. Asimismo a través de su obra se incrementa el registro de las materias que eran objeto de atención de todas aquellas que, por motivos diversos, se dedicaron a la literatura.

Ya he comentado que Matilde Cherner presenta un concreto ideario político puesto de manifiesto en sus escritos de los que son buena muestra sus colaboraciones en la prensa federal salmantina durante 1872-1873, en las que se proclamaba partidaria del ideario republicano federal y a favor del advenimiento de la República3. Sus preocupaciones sociales, así como aquellas relativas al papel de la mujer en la sociedad de su tiempo las encontramos en su novela María Magdalena, que es una crítica de la prostitución legalizada, y también en los artículos que publicó en La Ilustración de la Mujer durante los primeros años de la Restauración canovista. Estos trabajos si bien no son tan abiertamente ideológicos como los poemas que envió al periódico federal salmantino, mantienen su espíritu crítico y liberal y permiten conocer determinadas cuestiones que la preocupaban así como algunas de sus ideas sobre la situación de la mujer de la que tanto se hablaba, por parte de hombres y mujeres, en la prensa y en los libros del último cuarto del siglo XIX.

Como ocurre con tantas otras de sus contemporáneas, su trabajo está disperso en distintas publicaciones periódicas, en las que colaboró; aunque hay que señalar que en el caso de Matilde Cherner su contribución en las revistas dirigidas específicamente a las mujeres o en los semanarios típicamente femeninos es mínima, podríamos decir nula, si no fuera por sus colaboraciones en La Ilustración de la Mujer, donde escribió sobre temas diversos como la importancia de la música sacra, la devastación que supone la guerra y sobre la educación de la mujer, textos que recogidos bajo el epígrafe Las mujeres pintadas por sí mismas dedicó a Sofía Tartilán.

Aunque la escasez de datos sobre su vida no permite aun un conocimiento profundo de su biografía y de su personalidad, su obra, sustentada fundamentalmente en una postura ideológica, en unas ideas progresistas y en una mirada distinta, presenta varios puntos de interés y nos muestra a una autora que no se corresponde con los prototipos imperantes y que rompe algunos de los esquemas propuestos para las mujeres en la sociedad burguesa del siglo XIX. La comparación de sus ideas y sus textos con los de otras escritoras de su generación pone en evidencia la complejidad del universo creativo y de expresión de las mujeres y sin duda, incrementa la percepción que, en general, se tiene sobre la identidad femenina del ochocientos.




ArribaAbajoAproximación a la revista La Ilustración de la mujer

En Marzo de 18734 nace en Madrid una nueva revista bajo el título de La Ilustración de la Mujer, publicación de ocho páginas a dos columnas, carente de ilustraciones y con un tamaño de 248 x 162 mm. Su periodicidad era quincenal y su precio, que se mantiene en todos los números consultados, era de seis reales al trimestre y de veintidós al año, aunque a los maestros y maestras se les hacia un precio especial de seis reales al trimestre, diez al semestre y veinte por un año5. Esta revista, al igual que otras contemporáneas, se vendía por suscripción, y el producto de ésta se asignaba, según figura en la cabecera, a la creación de escuelas gratuitas para niñas pobres.

La revista madrileña era el Órgano de la Asociación de Beneficencia de Señoras: la Estrella de los Pobres, y como consta en su encabezamiento se dedicaba a la educación física, intelectual y moral de la mujer, así como a caridad, beneficencia, justicia y protección mutua. Su directora, en los números que se conservan en la Biblioteca Nacional y en la Hemeroteca Municipal de Madrid, era Sofía Tartilán6, que a la vez ejercía de secretaria de la mencionada asociación benéfica. La publicación se imprimía en Madrid, en la calle del Pez, en la Imprenta Gil Gelpi y Ferro7, mientras que la Dirección, Redacción y Administración estaba ubicada en el domicilio particular de Sofía Tartilán8, calle Jesús del Valle, n.° 7, principal derecha.

En la actualidad de esta revista se conservan ejemplares de mayo de 1875 a Junio de 18779 aunque desconocemos cuantos se publicaron realmente, ya que en el último número, que hay en la Hemeroteca Municipal de Madrid, no se aprecian signos que anuncien ningún tipo de problema ni indicios que hagan pensar en su conclusión. Por los ejemplares conservados se constata que la revista mantuvo su publicación al menos durante cuatro años, que es un largo periodo de tiempo si tenemos en cuenta que muchos de estos semanarios tenían una corta vida que en ocasiones duraba tan solo unos pocos meses. Esta larga pervivencia hace pensar que La Ilustración de la Mujer tuvo una buena acogida, al menos entre un concreto sector de la prensa, y en sus páginas son numerosas las referencias a los intercambios con otras publicaciones y a la favorable recepción que el semanario y sus artículos tenían entre otros colegas y otros medios periodísticos.

Esta revista bajo la dirección, como ya se ha mencionado, de Sofía Tartilán contaba con distintos colaboradores, que de forma intermitente publicaban sus trabajos de contenido diverso en forma de poemas, narraciones cortas, traducciones, etc., Escribieron en sus páginas, además de su directora, que tenía a su cargo diversas secciones, otras autoras como Matilde Cherner, Josefa Pujol, Emila Calé Torres de Quintero, Natividad Rojas y Ortiz de Zarate, Micaela de Silva, Mercedes Tort y Martorell, y dos jovencísimas traductoras Emilia Quintero Calé y Delfina Pujol10

Entre los colaboradores masculinos, que cuentan con una nómina más extensa, figuran nombres como Ramón de Campoamor, Nicolás Díaz y Pérez, José Esteban Bravo, Francisco Flores y García, Javier Tort y Martorell, Antonio de Trueba, Eusebio Blasco, Francisco Gras, Demetrio Duque y Merino, Ángel R. Chaves, R. Ginard de la Rosa, Benito Mas y Prat, Manuel Catalina, J. Pérez del Castillo, Matías Pastor, José Ruiz Jara, Joaquín Madolell, J. De la Sierra. A estos hay que añadir las personalidades escondidas tras las iniciales F. B. y H. Luna.

Los contenidos habituales del semanario eran unos escritos a cargo de Sofía Tartilán que abrían la revista y un conjunto de secciones, sin periodicidad concreta, en las que se publicaban los trabajos de los diferentes colaboradores; también contaba con una revista de teatros, un apartado de sueltos y otro de anuncios. Bajo los epígrafes de El trabajo y Educación popular aparecieron, en la primera página, una serie de artículos, firmados por Sofía Tartilán, en los que se defendía a los trabajadores y se analizaba la importancia de la educación popular y a través de los cuales se pone de manifiesto la preocupación de la autora por las condiciones de vida de los más desfavorecidos así como por la instrucción de la mujer y de las clases trabajadoras. A estos escritos iniciales se añadían, publicados discontinuamente, una miscelánea de textos literarios de carácter formativo, como estudios históricos sobre la Edad Media o trabajos sobre la literatura clásica española. A continuación y aunque no de forma fija se incluía una sección que bajo el epígrafe «¡Variedades!», acogía poemas, relatos, estudios morales o ensayos, y otra denominada «Mesa revuelta», en la que aparecían generalmente poemas de diversos colaboradores y en ocasiones composiciones tomadas de otras publicaciones que se consideraban de interés para los lectores. En sus páginas también aparecieron diversas traducciones de George Sand y Víctor Hugo y de artículos de índole cultural como una biografía de Galileo. La publicación se completaba con una Revista de Teatros, firmada por la directora, en la que se comentaban las carteleras y los estrenos de los coliseos madrileños y una sección de Sueltos, donde se informaba de las novedades bibliográficas así como de las distintas publicaciones periódicas, que se editaban en distintos lugares de España, sobre todo de aquellas que como La Ilustración de la Mujer se interesaban por la educación o tenían una clara vocación social. La última página estaba dedicada a los anuncios donde encontramos la promoción publicitaria de productos curativos, de artículos de tocador o de escritorio y de algunas revistas y periódicos.

Como portavoz de una asociación benéfica concreta también se publicaban en la revista una serie de noticias relativas a ella como la reproducción de la Memoria de la Asociación correspondiente al año 1875, que se publica completa y que permite conocer sus ingresos y sus gastos, así como sus funciones filantrópicas, dedicadas al socorro de los enfermos y al pago de 368 entierros de pobres, actividad en la que se habían invertido 57.902 reales, prácticamente la mayor parte del dinero recogido. Así mismo en el semanario se notifican algunos de los actos organizados por la Asociación La Estrella de los Pobres, como la celebración de algunas ceremonias religiosas, de rifas benéficas, cuyo prospecto se incluía, o de la representación teatral, organizada para la recogida de fondos, que tuvo lugar en el teatro de la Comedia y que contó con la presencia del Rey, y de cuyo programa, actos y asistentes se dio cuenta en la publicación.

Puesto que no se conoce el prospecto de presentación de la revista, ni ningún escrito específico, salvo el somero enunciado de la cabecera, que informe al público de los objetivos del semanario, serán algunos de los textos insertados en sus páginas los que permitan conocer cuales eran sus fines en los que siempre subyace su intención instructiva, y pedagógica además de su faceta caritativa que era uno de los pilares del periódico, aunque este tema siempre se trataba desde un punto de vista social. La síntesis de sus motivos y la descripción de algunas características del semanario las encontramos en el ejemplar correspondiente al 15 de enero de 1876. En este número con motivo de comenzar su cuarto año la revista se abre con una nota a los suscriptores y a los lectores en la que se reiteran los propósitos que la animaban desde su primer número, y también se pone de manifiesto cuál era la línea seguida y en la que se pensaba continuar:

Hoy entramos en el cuarto año de nuestra publicación, y consecuentes siempre con el propósito que en ella se inició desde el primer número, hemos procurado en nuestros trabajos enseñar a la mujer algo, aunque poco, de lo mucho que necesita saber para encontrarse a la altura de su misión en la sociedad y en la familia. Para conseguir en parte este resultado, hemos puesto ante su vista, ya el ejemplo de varias mujeres11, honra de nuestro sexo, ya la enseñanza de la historia, ya algo de nuestra propia inspiración. ¡Felices nosotros si hemos logrado nuestro objeto!

Lo mismo que hasta hoy hemos hecho, pensamos hacer en adelante y por nada ni por nadie nos separamos de nuestro propósito, porque estamos en la creencia de que es digno y honrado.

Órgano de una sociedad benéfica, nuestro periódico ensalza sobre todas las virtudes la caridad cristiana, y la caridad es en la mujer su más bello ornato. También, como lo venimos haciendo, nos ocuparemos del trabajo, de la educación popular, de la necesidad que se siente de mejorar las condiciones de la educación en las niñas del pueblo, en fin, de cuanto creamos que interesa directamente al bienestar moral y material de la familia, base legítima y natural de la sociedad. Para llenar nuestro programa, contamos con el apoyo de los que hasta hoy nos han ayudado con su ilustrada colaboración, y con la honra que esperamos nos continuarán dispensando nuestros constantes abonados.


A lo largo de las páginas del semanario y no sólo en los artículos específicos dedicados a la educación observamos que son numerosas las ocasiones en las que desde la redacción se insiste en marcar las pautas a las jóvenes para que cumplan su deber en la familia, aunque en sus palabras siempre se manifiesta su preocupación por una mejor preparación intelectual de la población femenina que no sólo les aleje de la frivolidad y el ocio sino que les permita otras forma de vida. Géraldine Scanlon al hablar de esta revista señala el tono de altura moral y la sobriedad del periódico e incide en marcar su vocación pedagógica, comentando que esta publicación «se inspiraba en la creencia de que el conocimiento era una garantía frente al mal en todas las esferas»12.

A pesar de la importancia concedida a la formación y el marcado alejamiento de las trivialidades femeninas que se advierte en la publicación, hay algunos momentos en los que, desde sus páginas, se plantea tratar el tema de la moda, como en el número 59 del 15 de septiembre de 1875, en el que se publica lo siguiente:

Por más que, consecuentes con nuestro propósito, todos los artículos que llenen las columnas de La Ilustración tiendan a un mismo fin, es decir, a que la mujer huya de la frivolidad y de la coquetería, no por eso creemos que debe renunciar a los inocentes placeres que trae consigo todo lo que es agradable sin ser perjudicial. No creemos como lo hemos visto consignado varias veces, que la misión de la mujer es tan bella; pero sí pensamos que debe ser agradable, y por lo tanto elegante y distinguida, sin dejar de ser sencilla y modesta. La moda tiene muchas, muchísimas ridiculeces; pero el buen gusto y el tacto delicado sabe separar lo extravagante de lo bello. Así pues hablaremos algo de modas en nuestra revista quincenal, ayudando a nuestras lectoras con los consejos que nos parezcan acertados y anatematizando todas las exageraciones y detalles ridículos de la moda para que hayan de ellos.

Hoy todavía nada decimos sobre este asunto, aplazándolo para cuando las apacibles tardes del próximo otoño conviden a pasear, que será cuando los trajes ofrezcan alguna novedad.


A pesar de esta afirmación y de que en alguna otra ocasión se comenta que hablarán «de modas», el tema no se llega a tratar en el semanario y no hay artículos sobre ello, y los que se encuentran bajo este epígrafe únicamente son comentarios críticos hacia esta cuestión. En los ejemplares consultados no hay descripciones de trajes, ni de peinados, ni normas de conducta ni consejos domésticos. Incluso en el número del 15 de noviembre de 1876, se publica un trabajo de Antonio Trueba, porque se consideraba de mayor interés que una revista de modas.

Mucho más interesante que una revista de modas ajustada a los últimos figurines nos ha parecido el precioso artículo que publicamos a continuación y que tomamos de nuestro colega El Cascabel.

Curiosamente este artículo de Antonio Trueba, titulado «Modas femeniles», es una crítica sobre la influencia que la moda ejerce en las mujeres.

Al aproximarnos a los contenidos de la revista advertimos que en ella predominan los textos formativos de clara vocación pedagógica fundamentalmente dirigidos a las mujeres y a la clase trabajadora y aunque se mantiene a la mujer en su papel más tradicional, no deja de llamar la atención que la mayoría de los trabajos publicados sean de carácter cultural y que en ningún momento se traten los consabidos temas de la moda, ni del cuidado del hogar tan frecuentes en otros semanarios dedicados a la población femenina. Desde las páginas de esta publicación lo que se pretende es impulsar y mejorar la formación cultural de la mujer y demostrar su capacidad para desarrollar actividades intelectuales, aunque todo ello sin abandonar su función primordial dentro del espacio privado del hogar.

Para Géraldine Scanlon los artículos de Sofía Tartilán sobre la educación de mujer que se publicaron en este semanario y se recogieron después en Páginas para la educación popular, libro publicado en 1877, suponen «la denuncia más clara de la educación tradicional de la mujer». El interés mostrado por la revista y su directora hacia la mujer que incluye una crítica de su situación social y de su papel subsidiario y dependiente, se hace patente, como se ha indicado, no sólo en estos trabajos específicos de Sofía Tartilán, sino en muchos de los comentarios que encontramos dispersos en las páginas de la publicación, como en la reflexión que acompaña a la presentación de una joven traductora, de trece años, Emilia Quintero que con este trabajo, al decir de la revista -y por tanto de su directora-, demuestra su interés por los estudios serios, hecho que sirve para mostrar como las mujeres a través de la instrucción, para la que tienen capacidad e inteligencia, pueden ocuparse de otros temas que las variaciones de la moda. Pero en este breve aún se hacen otras afirmaciones que plantean un mayor interés como cuando se advierte que el permitir a la mujer aprender no es hacerle un favor sino justicia o la declaración, al menos de intenciones, de que el monopolio del saber ha dejado de ser exclusivamente masculino:

El título de nuestro periódico nos empeña muy particularmente a poner de relieve cuanto le justifique, probando así que la ilustración de la mujer no es imposible; que su inteligencia no es refractaria a la instrucción; que es susceptible de ocuparse en algo más grave e importante que en las frivolidades del tocador, y por último, que la moderna civilización, al permitir a la mujer que franquee los umbrales del Templo del saber, la hace justicia, no favor; a ella le toca comprobar con los hechos nuestros asertos. [...] diariamente estamos viendo en diversas publicaciones españolas y extranjeras, notables trabajos literarios debidos a la inteligencia femenina; esto debe estimular a las mujeres para instruirse y convencer a los hombrees que aún no lo estén, que el monopolio del saber ha dejado de pertenecerles.


(30.3.1877)                


La Ilustración de la mujer es una revista en la que se mezclan los relatos literarios con fines didácticos y los planteamientos reformistas, que aunque en ningún momento abogan por posturas de ruptura suponen un proyecto distinto y en cierto modo emancipador, en el que encontramos unas ideas que podríamos denominar de feminismo incipiente. En definitiva en los artículos de este semanario, centrados fundamentalmente en los asuntos mencionados y que mantienen un esquema ya utilizado en otras publicaciones, se manifiesta su inquietud por una mejor formación intelectual tanto de las mujeres como de las clases populares, preocupación reformista expresada en un tono moralizante y protector que aunque no pretende romper los esquemas dominantes aporta una visión más amplia de la situación de ambos colectivos, que en esos años estaban en vías de transformación.




ArribaAbajoTrabajos de Matilde Cherner localizados en esta publicación

Entre 1875 y 1876 Matilde Cherner colabora en la Ilustración de la Mujer con una serie de trabajos, algunos firmados con su propio nombre y otros con el seudónimo de Rafael Luna que presentan contenidos diversos. En los números que se conservan de la publicación hemos localizado tres poemas, un relato literario, un estudio sobre la música religiosa, y una serie de artículos sobre la situación femenina, recogidos bajo el epígrafe de Las mujeres pintadas por sí mismas.

Los poemas publicados versan sobre diferentes asuntos y en alguno de ellos es posible que haya rasgos autobiográficos como en la composición A un muerto13, que es la evocación y el recuerdo de un amor arrebatado por la muerte, pero que a pesar de ella pervive en la memoria de quien lo sintió. En otra de sus composiciones eminentemente triste y pesimista, La primera hora del año14, reflexiona sobre la fugacidad del tiempo, situando el inicio de este pensamiento y por tanto de la composición poética en la última campanada del año, que la hace preguntarse que le traerá el porvenir, que en ese instante comienza. El tema utilizado es similar al Romance X de su Romancero Federal, fechado el 1 de enero de 1873, en el que también había utilizado como argumento el año que empieza, aunque ambos trabajos presentan algunas diferencias notables, sobre todo en relación con los sentimientos que transmiten; el romance es un texto esperanzando en el que se traslucía la confianza de la realización de sus ideales políticos en la llegada de la República Federal; en el publicado aquí sólo se advierte una apesadumbrada meditación ante el discurrir de las horas.

Firmando como Rafael Luna publica el poema ¡Guerra!15, composición que se inicia con unos versos de Espronceda16 y es una diatriba contra las guerras, en este caso las contiendas carlistas, definidas por ella como civiles, que asolaban España, y que convertían a la Península, según la autora, en el espanto de Europa. En el poema incide en señalar como esas disputas devastaban al país y dañaban a sus habitantes. En definitiva, en sus versos clama contra las luchas fratricidas y contra la guerra siempre infecunda, que sólo aporta penalidades, destrucción y ruina.

En 1876 y también como Rafael Luna, publica un relato, La probidad17, dedicado a José Esteban Bravo18, y que es una narración con ribetes sociales en la que, bajo un tono costumbrista, reflexiona sobre la honradez de la que hacen gala los que menos tienen. Con su seudónimo habitual aparece un trabajo sobre música, titulado Preeminencia de la música religiosa sobre la profana19, en el que señala la importancia de la música religiosa en España, y donde explica la razón por la cual en nuestro país no se han realizado grandes operas, que según su análisis radica en la originalidad y gracia de la música popular unido a la importancia y el respeto que aquí se otorgaba a la música religiosa.

Pero los artículos más interesantes localizados en esta publicación son los que corresponden a la serie Las mujeres pintadas por sí mismas, Cartas a Sofía, textos en los que desde distintas perspectivas se analiza la educación, o más correctamente la falta de instrucción de las mujeres y que están firmadas con su nombre Matilde Cherner. De este grupo de cartas sólo he localizado las Cartas Quinta y Sexta, que se publicaron entre mayo y octubre de 187520. La publicación de las cartas, que parece responder a un esquema inicial más amplio, se suspende debido a los problemas de salud de la autora, como comenta un breve insertado en el ejemplar del 15 de noviembre de 1875: «Su delicado estado de salud, impide a nuestra querida amiga y constante colaboradora, señorita doña Matilde Cherner, seguir publicando, por ahora, sus interesantes cartas».

Cada una de estas cartas está compuesta de tres artículos, en los que se tratan temas diversos aunque interrelacionados entre sí, defendiéndose en todos ellos la capacidad intelectual de la mujer y su derecho a desarrollarla y por tanto a acceder a aquellas parcelas que la sociedad del ochocientos les vetaba. La carta quinta en su primer artículo se ocupará de la educación de las mujeres, incidiendo en señalar la diferencia entre educación e instrucción y marcando la relevancia de ésta sobre aquélla; la segunda analizará la importancia de la ciencia y los tipos de ciencia, y la tercera versará sobre la ciencia intuitiva y la adquirida. En este ensayo hay una breve referencia al espiritismo y a otras nuevas ciencias que interesaban a las mujeres dada la imposibilidad de su acceso a otros campos del pensamiento. En la primera entrega de la carta sexta se referirá a lo que saben y a lo que ignoran las mujeres, en la segunda hablará de la complementariedad del hombre y la mujer, entendiendo ésta como una manifestación de igualdad entre ambos, y en la tercera se ocupará de las posibilidades intelectuales de las mujeres.

La complejidad de estos artículos y de lo manifestado en ellos requeriría de un espacio más amplio del que disponemos en esta ocasión para su análisis, debido a lo cual nos limitaremos a señalar algunas de las ideas que la autora expone en este trabajo y que plantean una diferente mirada sobre la mujer y su realidad en la época. En estos ensayos observamos que se plantean numerosos temas todos ellos muy discutidos en ese momento histórico y relacionados con los incipientes intentos de algunas mujeres por ocupar un espacio que la sociedad les negaba alegando su incapacidad física e intelectual. Matilde Cherner en estos artículos, que conocemos parcialmente, -puesto que solo se conservan dos de las seis cartas publicadas-, rebate muchas de las teorías que se esgrimían sobre las posibilidades femeninas y al contrario que otros contemporáneos señala en diferentes ocasiones que las mujeres tienen la misma capacidad intelectual que los hombres e insiste en afirmar reiteradamente la igualdad entre ambos sexos, alegando que si el talento femenino no se manifiesta es debido a la organización social y a la abierta oposición a que la mujer ampliara sus conocimientos en la universidad o a que ejerciera un trabajo, sobre todo en el ámbito científico y en el literario. Asimismo la escritora salmantina critica, las posturas científicas que basándose en la biología, en la fisiología y en otras ciencias inciden en proclamar el papel subsidiario de las mujeres. Pero sus comentarios contra el egoísmo de padres, maridos y tutores que mantienen a las mujeres en la ignorancia no solo enjuician negativamente el poder establecido y masculino, sino que también se dirigen contra aquellas mujeres que no sólo aceptan sino que defienden la inferioridad femenina.

En estos artículos de Matilde Cherner es posible observar las preocupaciones y las preguntas que una escritora, totalmente alejada del modelo del «ángel del hogar», se hacía en los años setenta del siglo XIX y en ellos advertimos que esta autora no quiere para sus congéneres una educación de adorno que les permita brillar en sociedad, ni unos conocimientos domésticos con los que pueda ejercer su específico papel en el hogar, sino que aboga por que las mujeres tengan acceso a una instrucción y a una preparación que las posibilite no sólo para ganarse la vida, sino también para acceder a parcelas del conocimiento consideradas como exclusivamente masculinas




ArribaAbajoAlgunas opiniones de Matilde Cherner en Las mujeres pintadas por sí mismas

En estos trabajos, que sería de enorme interés comparar con tantas otras obras, debidas a plumas masculinas y femeninas que se publican en esos mismos años y que presentan unos contenidos totalmente diferentes, Matilde Cherner se permite hacer algunas afirmaciones que en la época no se debieron considerar correctas o convenientes y que sin duda no eran compartidas por muchas de aquellas a quienes iban dirigidas. A continuación voy a recoger algunos de sus comentarios sobre la inteligencia femenina, sobre la desconfianza masculina ante la mujer ilustrada o sobre algunas actitudes femeninas en relación con su propia evolución, que permitirán, aunque brevemente, conocer sus opiniones a través de su propia voz.

Son varias las ocasiones en las que la escritora se reafirma en manifestar la igualdad entre ambos sexos y por supuesto mantiene que no es la capacidad intelectual la que distingue a hombres y mujeres, ya que a éstas no les falta inteligencia, capacidad y aptitud:

Si la capacidad intelectual fuera la única cualidad moral, como creen o afectan creer muchos, que distingue a los hombres de las mujeres, esta distinción no existiría pues, repetidísimos ejemplos acreditan diariamente que existen muchas mujeres cuya inteligencia está a la altura de la del hombre más inteligente, y que existen asimismo muchos, muchísimos hombres cuyo intelecto está por bajo del de la generalidad de las mujeres.


(31.7.1875)                


Preocupada como estaba por su ideario político no es extraño que también se interese por la educación de las clases populares, y en su análisis iguala al pueblo trabajador con la mujer dada la situación de incultura y tutela de estos colectivos, circunstancia que, según su razonamiento, explicaba el rechazo de ambos de una instrucción falsa y sistemática que ninguna ventaja había de reportarles. También critica el interés superficial de sus contemporáneos que claman por la educación -que no por el conocimiento- para las mujeres, pero que no se preocupan de la instrucción de las clases populares:

cuando yacen en la ignorancia las diecinueve vigésimas partes de la población absoluta de España, pues no hace mucho que se decía que de cada cien hombres apenas llegaban a cinco los que sabían leer y escribir; nos parece, más que extraño, anómalo, el furor, desarrollado hoy entre nosotras en pro de la educación de nuestro sexo, y sin que nadie abogue, no ya por la ilustración, por la primera instrucción de toda esa clase o estado.


(31.5.1875)                


La autora salmantina, que no comprende que se pida un mayor conocimiento para las mujeres si a estas se les niega por ley el derecho a una profesión, se decanta abiertamente en estos ensayos por una mejor preparación para ellas, debido a lo cual defiende insistentemente la formación educativa y una mejor instrucción profesional y vital de las mujeres aunque manifiesta que existe la desconfianza masculina ante la mujer ilustrada reconociendo que es una verdad humillante para hombres y mujeres, y añadiendo que:

El hombre que, por orgulloso, por verdadera altanería masculina, se siente celoso y ofendido de la mayor o menor ciencia de una mujer, ese hombre ni es verdaderamente sabio, ni posee nobles y generosos sentimientos, ni sabe comprender en las mujeres el ser moral, a través del material, que tan hermoso y lleno de atractivos le plugo a Dios formarlo.


(31.7.1875)                


Matilde Cherner critica, en su trabajo, que los tratados de fisiología, en relación con la mujer se ocupen casi únicamente de las funciones relacionadas con la maternidad, y menciona que en los tratados de psicología se prescinde por completo de nuestro sexo, bien porque se piense que todas las almas femeninas son iguales o porque aun no se han delimitado las distintas atribuciones de su ser espiritual, por todo ello pide que:

cuando a los señores psicólogos, filósofos y moralistas les venga en voluntad hacer sobre nuestro ser intelectual un estudio tan largo, profundo y concienzudo como los fisiólogos, médicos y naturalistas hicieron sobre el físico, la ciencia la moral y la filosofía habrán dado un paso de gigante, y los hombres se verán obligados a concedernos en el campo de la ciencia y el saber el puesto que los adelantos del siglo han concedido a nuestro sexo en los del trabajo material.


(30.10.1875)                


Las últimas palabras de su estudio que se corresponden con el final de la carta sexta señalan, con un tono de reproche, otro problema, que incluso persiste actualmente y es la actitud de muchas mujeres que, por múltiples y diversas razones, mantienen posturas opuestas a una mejor formación, preparación y evolución de su sexo; y advierte que en muchos casos se mantiene esa posición por comodidad:

Terminaremos esta carta diciendo que este convencimiento [el de una igual inteligencia femenina] hay que llevarlo antes que al de los hombres, al ánimo de la mayoría de las mujeres, que por frivolidad y abandono, son las primeras en proclamar la inferioridad intelectual que las permite vivir en perniciosa holganza.


(30.10.1875)                







ArribaConclusiones

Estos ensayos de Matilde Cherner, sobre la condición femenina en la década de los años setenta del pasado siglo nos dejan entrever unas afirmaciones que, aunque hoy puedan parecemos de sentido común, en aquellos días suponían un avance considerable en relación con las ideas imperantes y permiten, un mejor y más amplio conocimiento de las voces femeninas y de las distintas gradaciones que estas adquirieron en el último tercio del siglo XIX a la vez que ponen de manifiesto algunas reflexiones sobre el papel de la mujer en la sociedad y las escasas posibilidades de realización personal que ésta les concedía. Además hay que tener en cuenta que estos análisis y consideraciones sobre su realidad están hechas por una pluma femenina que pone en duda el paradigma social impuesto y que con sus escritos contribuye, con una perspectiva distinta, a la discusión de y sobre la mujer decimonónica de la que tanto se hablaba en los tratados, en la literatura y en la prensa del ochocientos.

Considero, por tanto, de interés el análisis de la revista La Ilustración de la mujer y de los artículos de Matilde Cherner porque en ellos encontramos unos planteamientos que podríamos denominar proto-feministas, dada la defensa que se hace de la identidad femenina, de su inteligencia, de su facultad de expresarse y en definitiva de su derecho a participar en todos los ámbitos de la sociedad. La autora salmantina en los trabajos comentados aquí, bosqueja una mirada diferente sobre el universo femenino decimonónico y pide para la mujer de su época el derecho «de atender por sí misma a su subsistencia y su porvenir; de ganarse un puesto honroso en la sociedad, que [...] prescinde por completo de ella, política, moral o intelectualmente hablando». Por ello en la actualidad debemos rescatar del olvido sus palabras que manifiestan, al menos, el deseo de una realidad diferente para ella y para sus contemporáneas y que nos muestra como algunas mujeres del siglo XIX, a pesar de las dificultades y de las múltiples incomprensiones que las rodeaban participaban en la construcción de su tiempo y pedían un espacio propio en la sociedad.



 
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