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Más sobre traducciones castellanas de Molière en el XVIII


René Andioc





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Hace unos años, en el homenaje de los hispanistas franceses a Noël Salomon1, estudié dos adaptaciones españolas de Le médecin malgré lui, una reducida a sainete, La muda enamorada, identificado por Mireille Coulon como de Ramón de la Cruz, y, sobre todo, otra intitulada El médico por fuerza, en dos actos, de la que se conocen tres ejemplares manuscritos, no siendo el cuarto, custodiado en el Institut del Teatre, de Barcelona, más que mera copia de uno de los anteriores, según advierte Francisco Lafarga2. Y llegaba a la conclusión, no muy halagüeña para Leandro Moratín, de que éste, más que «imitar», según escribe con alguna prudencia, la comedia original de Molière, lo que hizo fue imitar en realidad el manuscrito antes citado, dividiendo además, como buen clásico, los actos en escenas y respetando los tres actos de la obra francesa, sin dejar de lucir por cierto sus dotes de dramaturgo ya más que provecto, pues clausuraba su carrera con esta obra, habiéndola compuesto, al menos según escribe, para la función de beneficio del actor Felipe Blanco.

El principal problema con el que entonces me enfrenté, sin poderlo resolver de manera satisfactoria, fue el de la autoría y, por si fuera poco, también el de la identificación de la compañía   -46-   y, por lo mismo, de la ciudad en que se estrenó la comedia. La fecha más temprana, que lleva puesta el primer texto de la Biblioteca Nacional de Madrid (llamémosle A)3, es 1802, y parece añadida para una reposición, ya que en la portada, de mano distinta a la del texto, el número 2 del año, inclinado como en cursiva, es rigurosamente idéntico al que podemos leer en el subtítulo: «Comedia en prosa en 2 Actos»; además, la letra de las nueve primeras páginas del acto primero y la totalidad de las del segundo son de mano a todas luces más antigua que las restantes; otro de los repartos de este manuscrito es de 1813; por la portada del segundo (B)4 nos enteramos de que también se puso en 1806, el «3 de Nobre. 1808» y el «30 Mayo 1809»; el tercero, conservado en la Biblioteca Municipal5, fue utilizado el «Año de 1814» (fecha de letra idéntica a la del texto), es decir el mismo en que D. Leandro compuso la obra para la función de beneficio del actor Felipe Blanco, en Barcelona, representándola el 5 de diciembre. Pero en ninguna de esas fechas se puso en cartel en Madrid; y poco auxilio podemos esperar de los nombres de actores en el reparto, mejor dicho en los dos, del texto A, las más veces designados por sus respectivos papeles en la compañía, y con abreviaturas: «Gsa» por «graciosa», «Bª» por «barba», «2ª» por «segunda dama», etc.; sólo aparecen unos poquísimos, a veces ilegibles por haberse tachado y sustituido por otros, como «la Manuela» o «Rodríguez», apellido corriente si lo hay; ¿sería el Valenzuela que encarnó a Valero (o Valerio) Francisco Valenzuela, que entró en 1786 en la compañía madrileña de Martínez, perteneció en 1788 a la de Barcelona, cantando luego en el teatro de Valencia en 1791 y regresando al año siguiente a la ciudad condal?6   -47-   Éste fue más tarde, en 1807-1808, gracioso de la compañía de José Manuel Vallés en Cádiz. En tal caso, el Rodríguez, que sucedió a Valenzuela en una representación más tardía pero de todas formas anterior a 1813, fecha del último reparto, bien podría ser Miguel Rodríguez, apuntador en 1799 según Alfonso Par7; por otra parte, un tal Averdi (por «Alverdi»), calificado de «3º» y a quien sustituyó -la cosa no era tan excepcional- «la Manuela» en el papel de Martina, nos trae a la memoria la presencia en Barcelona de Manuel Alberdi en 1784; en cuanto a la Manuela, por ser muchas las de este nombre, resulta imposible identificarla; la «Frasquita», que fue Rosinda (llamada después, como en Molière, Lucinda), pudo haber sido Francisca Morales, la cual trabajaba también en 1784 en la compañía barcelonesa. Estos nombres coinciden precisamente con la fecha de una representación de la obra dada en la ciudad catalana el 28 de diciembre del mismo año y única mencionada por Par8.

Sin embargo, varios elementos convergentes me inducen ahora a pensar que los dos textos manuscritos de la Biblioteca Nacional fueron también representados en Cádiz; en primer lugar, el A lleva en la portada del acto primero, toda de letra más moderna que la del principio e idéntica a la de las páginas 10 y siguientes, la firma «Arenas», y así también en la del acto segundo, en que se repite la fecha de 1802; y ocurre que el mismo individuo es quien firma la portada del B, y también la del manuscrito de la Biblioteca Municipal de Madrid, fechado en 1814 (C); según Ramón Solís en El Cádiz de las Cortes9, el   -48-   empresario del Teatro de Comedias en la ciudad sitiada se llamaba Manuel Arenas; más aún: el texto del manuscrito B fue propiedad del «Per Apte Fregenal», esto es Manuel Fregenal, primer apuntador de la compañía sevillana, procedente de Cádiz, según se apunta en una lista de todas las compañías del reino en 1807-1808 y afirma Aguilar Piñal10 fundándose en la crónica del hispalense José Fernández de León, pero que no aparece en aquella ciudad en las listas de 1795, 1800 ni de 1804 a 1806, así como tampoco en la de 1808, reproducidas todas por el bibliógrafo del XVIII, por lo que es de suponer que actuaba en otro lugar, aunque no sabemos a ciencia cierta si fue en la misma Cádiz; además, en la página 14 de A, una mano distinta a la del copista, y que es indudablemente la de un director, apunta que debe prepararse para salir por la «yz[quierda]» una tal «Yllot»; digo «una» porque se trata del apellido de la actriz que encarna el papel de Jaquelina; y el caso es que entre las cómicas de Cádiz había una cantante -¿sólo cantante?- de apellido no muy difundido, que yo sepa, llamada [Catalina] Illot, según Solís, al menos durante el período del sitio y antes ya, en 1807; basta consultar las listas reproducidas por Cotarelo en su estudio sobre Ramón de la Cruz11 para advertir que Cádiz abastecía excepcionalmente en actores a la Villa y Corte entre los años 70 y 90, y por la citada lista podemos comprobar la movilidad de los actores, cuya procedencia suele mencionarse en cada compañía; el actor Hermosilla que figura en un reparto bien podría ser Antonio Hermosilla, que vino de la misma ciudad a Madrid como séptimo galán de Ribera en 1778 y reaparece en Cádiz en 1807, procedente de Sevilla, y el «Rodríguez», abreviado en «Rz», tal vez corresponda a Diego Rodríguez, el cual, si prestamos fe a Cotarelo, llegó a la capital   -49-   en 1781 como parte de por medio de la compañía de Martínez, después de ejercer en Barcelona (en donde estaba en 1777), Cádiz, Córdoba y Sevilla. En conclusión, pues: si tenemos en cuenta además la forma de la letra ya aludida más arriba, no parece aventurado pensar que el original de la comedia debió de ser anterior en muchos años, por no decir unos decenios, como vamos a ver, a 1802, y que de él se fueron sacando copias hasta 1814 para distintas compañías.

Por otra parte, no podemos considerar exactas, aunque parecen confirmarlas los documentos consultados por Aguilar Piñal, las fechas propuestas, tiempo hace ya, por este investigador en su Cartelera prerromántica sevillana. Años 1800-183612 para las representaciones de El médico a palos, de Moratín, las cuales no pueden haberse efectuado de diciembre de 1807 hasta julio de 1814, pues el estreno fue, si hemos de creer, como queda dicho, a D. Leandro, el 5 de diciembre de este último año, y en Barcelona; el estudioso hispalense apunta la comedia El médico por fuerza, efectivamente representada el 27 de diciembre de 1807, el 23 de febrero de 1808, pero remite a El médico a palos, considerando implícitamente que se trata de una misma obra, o sea la moratiniana. Pero en fecha más reciente, en el «Repertorio teatral de Sevilla entre 1767 y 1778» que constituye uno de los apéndices de su libro Sevilla y el teatro en el siglo XVIII13, ya hace constar unas representaciones de El médico por fuerza los días 14, 15 y 27 de junio del 77; ocioso es decir que no podía ser de «Inarco», y ésta creo que debió de ser la fecha del estreno, al menos en la capital andaluza, pues en los diez años anteriores no aparece en los carteles, o por mejor decir, en los documentos de la Biblioteca   -50-   Colombina consultados por el historiador, una obra de idéntico título. El médico por fuerza era además, según la portada impresa de la adaptación libre de «Inarco Celenio», el título con que se solía aludir corrientemente a la comedia de Molière, e Il medico per forza el que se le dio en Italia en el teatro alla Scala, de Milán, donde el dramaturgo, durante su viaje, asistió a la función dedicada a esta comedia en la primavera de 179514. Pero por otra parte, recordemos que en la portada del acto segundo del manuscrito A, una mano que trataré, algo más adelante, de identificar escribió encima de la expresión «por fuerza» otra equivalente y que había de adoptar Moratín, esto es: «a palos», en conformidad, adviértase, con la frase que pronuncia Sganarelle-Bartolo en el acto segundo de los manuscritos citados al querer aplicarle al anciano padre Geronte el tratamiento que él sufrió antes, para que confiese que también es médico:

Pues yo os haré que seáis médico a palos, que así se hace en esta tierra.



Escribe D. Leandro esta frase apenas modificada y algo más fiel al original francés en su primera edición de 1814:

Pues yo te haré que seas médico a palos, que así se gradúan en esta tierra.



Y el título primitivo ha sido sustituido ya por el nuevo, encabezando el acto segundo del texto C, que por lo mismo debe de ser copia de aquél.

Pero no se equivocó Aguilar Piñal al suponer que, bien fuese «por fuerza», o «a palos», del mismo médico molieresco se trataba: en efecto, después del 23 de febrero de 1808 y a partir del 3 y 4 de junio de 1810 hasta el 25 de julio de 1814 (prescindo naturalmente de los años siguientes), el título primero de   -51-   la obra queda sustituido en Sevilla por el que llevaría la comedia de Moratín, con excepción del 30 de mayo y del 12 de septiembre de 1811, en que reaparece, después de representarse El médico a palos el 1 de enero15; en el Diario de Mallorca de 10 de abril y 26 de octubre de 181216 también es el título digamos «moratiniano» el que se imprime en los pocos anuncios relativos a teatros... ¿Trátase de la misma comedia con dos títulos distintos? El que no vuelva a aparecer más que dos veces el de la primera después de 1808, la sustitución del de ésta por el de la siguiente en dos manuscritos, al menos en el acto segundo, podría dar alguna verosimilitud a tal hipótesis; se podrá advertir sin embargo que si El médico por fuerza, en dos actos escasos, se suele representar después de otra obra en una misma función, aunque se trate de una comedia en un acto como El Esplín, de Rodríguez de Arellano, en cambio, El médico a palos viene siempre delante e incluso se representa sola; pero, ocurre lo contrario en Mallorca, pues el 10 de abril de 1812 se anuncia en la prensa «El negro sensible, en dos actos, y El médico a palos, de gracioso» (sic), y el 26 de octubre podemos leer: «Las esposas vengadas, seguirá El médico a palos»; a pesar de escribir D. Leandro en la edición parisina de sus obras por Auguste Bobée en 1825 que su primera adaptación de Molière, La escuela de los maridos, estrenada en 1812, ya estaba redactada antes de la Guerra de la Independencia -afirmación que   -52-   debe acogerse con mucha cautela17-, no creo que pueda atribuírsele la comedia de que venimos hablando, aunque no tenemos la absoluta seguridad de que su título haya sustituido al de El médico por fuerza; en efecto, si así fuera, alguna huella quedaría de su censura, y la única conocida dio lugar el 19 de enero de 1815 al dictamen favorable del conde de Casillas en Madrid, fundado además en una edición de la comedia moratiniana realizada, es de suponer que en un plazo reducidísimo, no infrecuente en la época, en la Villa y Corte el año de 1814 por Collado (o por otro, pues, a diferencia de Aguilar, Palau menciona dos, una por Blas Roca y otra sin nombre de editor, aunque bien podría tratarse de «ediciones fantasmas», como las denunciadas hace años por Antonio Odriozola)18; el estreno madrileño, sin embargo, no fue hasta el 12 de noviembre de 1815, y la Inquisición mandó entonces examinarla, dejándola reponer a partir del 22 por no haber hallado nada pecaminoso en ella el censor19. Además, durante aquel período de casi once meses se representan todas las comedias moratinianas, menos El barón, y como queda dicho, El médico a palos, de manera que ésta, escrita en tres actos, y no en dos escasos, no puede confundirse con la de título idéntico que se venía poniendo en cartel hasta el estreno de Barcelona20.

Resta saber cómo pudo llegar a las manos de Moratín una copia de El médico por fuerza, o a palos; aunque no pasa de ser mera hipótesis, sin fundamento suficiente, recuérdese que D. Leandro tenía amistad con el actor Mariano Querol, que fue   -53-   el D. Hermógenes de La comedia nueva, y que éste, según Cotarelo y Mori21, vino a Madrid desde Cádiz como octavo de la compañía de Juan Ponce en 1780, marchándose a la misma ciudad al año siguiente y volviendo como segundo gracioso de Ribera en 1783. De lo que no podemos dudar es de que la adaptación de la comedia de Molière anduvo por Andalucía en los dos, o tres, últimos decenios del XVIII, ya que en aquella provincia había en 1778 tres teatros «estables» (en Cádiz, Sevilla y Granada), sin contar los que visitaban las compañías «volantes» en cada temporada. Pero por lo mismo no resulta muy aventurado pensar que la representaron también en otras tierras españolas, y, como se ha dicho, se puso en la misma Barcelona, donde estuvo precisamente exiliado algún tiempo Moratín al final de la Guerra de la Independencia.

Y ya es hora de relacionar dicha adaptación al parecer nunca impresa con un sainete intitulado El médico a su pesar, el cual es también traducción-adaptación de la obra del comediógrafo galo, que nos ha llegado también manuscrito22, y del que conozco dos ejemplares -como Fernández Gómez23 y uno más que Lafarga24- custodiados en la Biblioteca Nacional bajo las signaturas 16025 y 16026. Se trata, según la portada del primero, de un «saynete nuebo» que se escribió «para la Sª Juana Garro / Año de 1776», es decir al año escaso, o quizá menos, de estrenarse en Sevilla El médico por fuerza. De la actriz Juana Garro, más tarde suegra de Máiquez, sólo sabemos por Cotarelo que vino a Madrid como parte de por medio de la compañía de María Hidalgo durante las temporadas teatrales de 1767-1768, 1768-1769 y de la de Juan Ponce en 1769-1770,   -54-   fecha después de la cual desaparece de las listas oficiales publicadas por D. Emilio; pero un sainete, desgraciadamente sin fechar, intitulado La residencia de los solteros, fue representado por -se nos dice- «la compañía de la Sra Juana Garro»25; para ella se compuso también otro en 1759, El robo con maña26; que se repuso en Pamplona en 1767 y 1768 por la compañía de Carlos Vallés27, a quien volveremos a encontrar más adelante en Barcelona, y un tal Gabriel Terralla le entregó en Puerto de Santa María, con fecha 20 de abril de 1765, Los hombres grandes del tiempo28; vuelve a aparecer como actriz en la compañía de Josep Ráfols en Barcelona el año 1777, uno de los pocos con cuya lista de cómicos pudo dar Alfonso Par, pues pasa seguidamente a 1781; era mujer de Antonio de Prado, el cual actuó sucesivamente como su consorte en cada una de las dos compañías durante las temporadas 1768-1769 y 1769-1770, y desapareció el mismo año que ella, haciendo después papeles de graciosos en Barcelona, también en 1777, al lado de su esposa; el nombre de éste figura en el reparto más antiguo, de 1776, enfrente del papel de Lorenzo (así se llama ya el Sganarelle español) y es de suponer que Juana Garro encarnó bien sea a la mujer de dicho Lorenzo, llamada Martina, que hizo la graciosa, o a una de las dos damas que representaron los papeles de Jacinta y Doña Juana; Francisco Acuña, incorporado a la compañía madrileña de Hidalgo en 1769-1770, abandonando la Villa al final de la temporada29, encarnó a Geronte-D. Anselmo; y un tal «Idalgo», esto es, Francisco Hidalgo, gracioso efímero de Nicolás de la Calle en 1767-1768, fue el vecino Roberto, o por mejor decir no lo fue, ya que se suprimió («se ataja») el lance en que éste, por haberse aventurado a apaciguar   -55-   la riña de los esposos, sólo consigue coligar a los dos contra sí mismo, con las bofetadas y palos de cajón; también se «atajó» la escena en que aparecen dos «payos» ridículos, Tadeo y, Perico, que vienen a consultar al médico, y, por lo tanto, desaparecieron a su vez de la representación los dos personajes y la escena en que salen en el original francés; y se advertirá que estas dos escenas molierescas faltan, con sus respectivos protagonistas, del texto de El médico por fuerza, y también de la versión del propio Moratín, el cual justifica su decisión diciendo, como era natural en un neoclásico, que fue «para no interrumpir la fábula con distracciones meramente episódicas, sujetándola a la estrecha economía que pide el arte»30, aunque no cabe duda de que lamenta tal decisión, sobre todo en lo que a la primera de estas dos escenas se refiere, pues la califica de «graciosa»; ni Hidalgo ni Acuña, si me refiero a Alfonso Par, pertenecen ya a la compañía teatral de Ráfols en 1777, al año de redactarse el sainete; pero en un reparto que, vista su colocación, arriba en la guarda, debe de ser posterior (la fecha de 96 ha sido desgraciadamente escrita por encima de otra difícil de descifrar y que me parece ser la de ¿78?) y también anterior al de 79 que viene apuntado en la parte inferior de la página, se menciona a Pujol, o sea Mariano Puchol (D. Anselmo), Prado en el mismo papel de Lorenzo, Ocaña, a todas luces Juan de Ocaña (Leandro) ya miembro de la «troupe» de Ráfols en 1777, Diego (Rodríguez), Concha, es decir Josef Concha, el actor-dramaturgo, Gerónima, de apellido Rodríguez (Jacinta), y por último, los dos que tampoco pudieron hacer sus papeles, Paulino (Martínez) y Francisco (García). En el 79, Rafael González, de la compañía de Josep Bayona a quien sucedió Carlos Vallés, sustituye a Pujol, el cual hace ya el papel de Lucas. De todo lo que antecede podemos inferir que el sainete,   -56-   calificado de nuevo, se estrenó en Barcelona en 1776, y el que se redactara para Juana Garro da a entender que dicha cómica era en aquella fecha, según decían entonces, «autora», o sea que había fundado otra vez compañía propia; desgraciadamente, Par no pudo conocer las listas de aquel año; en cambio, varias notas manuscritas nos informan de que la obra se puso también en diciembre de 1788 en la ciudad condal, y en Orihuela en septiembre de 1790, siéndole concedido licencia de representarse el 1 de este mes por el Doctor Mas.

Pero el vínculo que relaciona El médico por fuerza con nuestro sainete es el nombre de un tal Juaqn (sic) Doblado, tachado en la portada del acto segundo en el manuscrito 16107 de la comedia así como la mención «De Prado», pero del mismo puño y letra que la corrección: «a palos» encima de «por fuerza», y que aparece también en la del sainete en la forma: «Doblado/88», repitiéndose en el segundo ejemplar, que lleva puesta la fecha de «89», lo cual significa que éste actuaba en Barcelona aquel mismo año; efectivamente, a pesar de las pocas noticias que de él nos facilita Cotarelo, contentándose con decirnos que se rompió una pierna representando Los bandos de Lavapiés, de Ramón de la Cruz y que había entrado en la compañía de Martínez como parte de por medio en 1778, sabemos que fue actor de la compañía de Felipe Ferrer en Valladolid en 1783, pasando a ser el empresario de más fama prácticamente sin interrupción en la misma de 1784 hasta 1788, fecha en que se le negó la posibilidad de fundar compañía exclusiva de la ciudad31, por lo cual se fue, como lo prueba el reparto de 1788 publicado por Alfonso Par, a la capital de Cataluña, quedando confirmada su presencia en primer lugar por la firma que estampó en la primera página encima de la mención: «Barna. y Dbre 10 de 1788», y también por una anécdota bastante divertida, de mano desconocida, con la que concluye   -57-   el manuscrito después del «pase» del censor:

Aciéndose este Sainete en Barcelona, dio en el bolsillo Josef Galán a Joaquín Doblado unas cédulas de lotería qe se traspapelaron, pr cuia causa no los [sic] pudo jugar, y haviendo parecido después, se vio qe avía caído un terno.



Josef Galán, que hizo el papel de Leandro en 1779, entró en 1790 como décimo de Ribera en Madrid, y pidió licencia al año siguiente para regresar a Barcelona, donde -dice- llevaba cinco años de segundo gracioso; además consta su pertenencia a la compañía de la ciudad condal en 1788; y ¿quién sabe si la «Bárbara» cuyo nombre se apunta marginalmente en la jornada segunda del manuscrito A no fue la actriz Bárbara Ripa, que actuaba, según Par, en la ya aludida compañía barcelonesa de Josep Bayona y seguía actuando aún en 1784? Si así fuera, tendríamos un elemento más para confirmar que las dos obras, me refiero a la adaptación de la comedia molieresca y al sainete, eran conocidas del público catalán. Y por lo mismo, que lo fueron de «Inarco Celenio», por medio de Felipe Blanco o de cualquier miembro de la compañía que actuaba en 1814, fecha del estreno, según el autor, de El médico a palos.

El médico a su pesar es a todas luces un sainete largo, pues si prescindimos del tradicional plaudite cives que consta de tres versos, más tarde sustituidos por otros tantos32, de la seguidilla   -58-   picarona que canta Lorenzo cortando leña33, y, naturalmente, de los corchetes de la censura o tal vez también del «director», a veces desaprobados por otro, son en total unos 760 octosílabos los que lo componen; el de Ramón de la Cruz34, en cambio, no tiene más que 390, si bien empieza por unos endecasílabos, según acostumbraba el autor en su primera época; pero basta hojear las distintas y ya bastante numerosas ediciones de los sainetes de Cruz para observar que algunos son más largos que El médico a su pesar, sin embargo, un buen número de ellos gira alrededor de unos 600 versos, para no exceder los veintitantos minutos que se les solía conceder en una función corriente con comedia de tres jornadas. Por ello el anónimo censor de nuestro sainete concede el pase con la sugerencia de que «puede acortarse porqe es demasiado largo».

A diferencia de El médico por fuerza o a palos, del anónimo o de la comedia de Moratín y también de Le médecin malgré lui, de Molière, este sainete, como el de Cruz, está redactado en verso, como era natural, o tradicional, en tales obritas -aunque no parece convenir perfectamente el diminutivo en este caso-, y en versos de romance octosílabo, como queda dicho. Los nombres de los personajes, exceptuando tal vez Valero, se han españolizado todos, como había de hacer más tarde Moratín, y estos, después de «atajadas» las dos citadas escenas, quedan reducidos de once a ocho, como en El médico por fuerza y más tarde en la adaptación de «Inarco». Además, el anónimo sigue fiel a Molière al iniciar su obra con   -59-   la riña conyugal, a diferencia del autor de la comedia en prosa, en la que esta escena viene precedida de un largo diálogo entre los dos criados que han de ir en busca del doctor que cure a la niña muda, y en el que se desatan en quejas contra su condición; en cambio, el sainetero -llamémosle así- siente al parecer menos interés por la farsa propiamente dicha, e incluso toma la iniciativa de modificar tal o cual broma de Molière, por ejemplo la de la receta de sopas en vino para «desenmudecer» a la niña porque así se hace hablar a los loros, contentándose con decir el médico a su pesar «que quien no habla con el vino / no hablará con un tormento», lo cual tampoco carece de gracia y entronca con una tradición cómica fundada en el axioma in vino veritas; pero entre todas las obras que acabamos de evocar, ésta es la única en que no usa latinajos el protagonista para asentar mejor su autoridad seudocientífica; el mismo Cruz dedica dos versos y medio, uno de ellos algo macarrónico, a este alarde de ciencia teórica; tal vez le moviese a prescindir de ello al autor de El médico a su pesar la necesidad de acortar un sainete mucho más largo que el de D. Ramón; en el desenlace, también desarrolla el anónimo una idea que podía estar implícita en el texto de Molière y esa modificación no resulta inferior en comicidad al diálogo del ilustre antecesor: en vez de contentarse con pedirle las gracias a su marido por haberle hecho médico, Martina le pide que también partan el dinero que él se ganó por la estupenda curación de la muda; y éste contesta: «El dinero no lo esperes, / mas los palos partiremos / que he llevado por tu causa».

Bajo otro aspecto, tampoco carece de interés ver cómo viste el fingido Doctor en el sainete anónimo y en las demás obras inspiradas en la comedia de Molière. Si Cruz no pasa de apuntar que «sale Blas de Doctor» y en El médico por fuerza pide Bartolo que se le traiga un «vestido de médico», en cambio, tanto en la adaptación de Moratín como en la del sainetero anónimo se describe con suficientes pormenores la indumentaria   -60-   destinada a identificar al «facultativo», según solían decir también en la época: el «médico a su pesar», llamado Lorenzo, necesita -dice- un «bestido de golilla», palabra ésta que otra mano tachó, sustituyéndola por «militar», es decir que meses o años después del estreno, entre 1778 y 1816, que es la fecha más tardía que lleva puesta el manuscrito, habían de sacar al médico vestido de militar, como solían ir las personas de la clase media en los años setenta u ochenta, por lo que es de suponer que la enmienda es bastante posterior a la fecha del estreno, pues lógicamente bastaba ya con esta prenda para identificarlo; pero por lo mismo, sobre todo si recordamos que el médico moratiniano sale en 1814 con «casaca antigua, sombrero de tres picos y bastón» para que resalte su extrañeza generadora de comicidad visual, el traje militar, por caracterizar al médico fingido, debía de haber caído ya en desuso cuando se hizo la referida enmienda; y en 1776, cuando Juana Garro puso por primera vez en escena su sainete, ya era anticuada la golilla: en efecto, en su fábula intitulada El retrato de golilla, anterior a 1782, Iriarte escribe que esta prenda forma parte de los «atavíos a la antigua usanza» y que en la fecha la «viste sólo un alguacil»35; así pues, tanto en la obra de Moratín como en El médico a su pesar, en vez de exagerar, por ejemplo, las dimensiones de un detalle de la indumentaria, como puede observarse en tal o cual sainete36, para que el público capte inmediatamente la comicidad de la figura que sale al escenario, se   -61-   recurre al ridículo generado por el desfase entre el traje que lleva y el modo corriente de vestirse la gente. De la enorme sortija cuya piedra, según decía Quevedo, pronosticaba la losa, no se trata, aunque la lleve el burro médico del Capricho goyesco nº 40 intitulado «¿De qué mal morirá?», pero el referido pollino sí viste casaca, a finales de la década de los noventa, y por ello se la pone Moratín a su personaje porque ya ha caído en desuso en 1814; y ese bastón que lleva, también lo usa el protagonista del sainete («sale con golilla y bastón»), y merece la pena recordar que el médico pintado por Goya antes de enero de 178037, aunque no viste casaca sino capa (a no ser que esté la casaca por debajo de la capa -la cual, como es sabido, todo lo tapa- ya que se calienta con sus dos estudiantes, o practicantes, gracias a un brasero), sí tiene también, como el Bartolo de D. Leandro, sombrero de tres picos y bastón, sólo que en los años ochenta, nada tenían de ridículo por ser de uso al parecer corriente. El boticario, también fingido, en este caso el amante de la niña, que sacan el autor de El médico por fuerza y el mismo Moratín, no es más que practicante en nuestro sainete, lo cual corresponde mejor a la edad juvenil del personaje, y puede suponerse que llevaba un traje oscuro y un sombrero de tres picos, como los dos «estudiantes», coetáneos suyos, que se calientan al lado del médico goyesco.

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Por otra parte, se advierten algunas analogías entre las cuatro adaptaciones de la comedia de Molière que dejan suponer que el autor de la segunda conocía el texto de la anterior y así sucesivamente; por ejemplo, en la obra francesa, Sgnarelle, para poner fin a los palos destinados a persuadirle «malgré lui», confiesa que no sólo es «médecin», sino incluso «apothicaire»; el Blas de Ramón de la Cruz, para aplacar a sus perseguidores, confiesa que es médico en esta forma: «...muera el lugar / y toda su parentela / primero; vamos allá / unos, y otros a que tengan / abierta la sepultura / pueden marcharse a la iglesia»; esta frase repercute en El médico por fuerza como sigue: no sólo es médico Bartolo, sino además «cirujano y boticario y todo lo que ustedes quieran», y prosigue más adelante: «más vale que muera ella [la muda por amor] y todo su linaje entero; Señores, vamos allá [...] y otro que se llegue a la iglesia, y que prevengan la sepultura y el entierro»; el Lorenzo del anónimo se declara por su parte «médico, barbero, / boticario, cirujano / y aun albéitar»; en cuanto a su descendiente ideado por Moratín a partir del comediógrafo francés, es también médico, naturalmente, pero además «cirujano de estuche, y saludador, y albéitar, y sepulturero y todo cuanto hay que ser». A pesar del parentesco que establece entre el oficio de médico y el de sepulturero la literatura satírica, creo, como tengo dicho, que no se trata de una simple coincidencia, Por otra parte, y para concluir, se observará que los dos títulos de la comedia en que se inspiró, mejor dicho que aprovechó con alguna frescura, D. Leandro se encuentran en el diálogo del sainete El médico a su pesar después de confesarle al joven amante Leandro que tampoco él entiende de medicina, Lorenzo añade: «los criados de esta casa / de mi monte me trajeron / a ser médico por fuerza»; antes, al entrevistarse por primera vez con el viejo D. Anselmo, padre de la muda, expresó la misma idea como sigue: «...y sepa que yo no tengo / más   -63-   grado ni más cartilla / que el que estos criados vuestros / han querido darme a palos», expresión que ya hemos visto empleada en la anónima comedia en prosa; de manera, pues, que Moratín, que conocía los dos títulos pues los estampa en la portada de su obra en 1814, no debió de tomarse más trabajo que elegir el que le pareció estéticamente más adecuado, más eufónico.

Así, pues, creo que debió de ordenarse, de concatenarse, la serie de eslabones que llevan desde Le médecin malgré lui hasta la última producción dramática de Leandro Moratín, el cual, si bien plagió -sin dejar de manifestar su originalidad- la comedia anónima El médico por fuerza, también habría tenido a la mano, además, naturalmente, del sainete de Cruz, el anónimo que anduvo por tierras de España y se representó en la misma Barcelona, donde vino a parar, a finales de junio de 1814, el atribulado dramaturgo.





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