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Mujeres en la aforística española

Carmen Camacho

Somos mujeres contra la Mujer.

Erika Martínez



En las últimas décadas, no pocas escritoras españolas nos hemos empleado en la lectura atenta de nuestras predecesoras, de aquellas que -a pesar del desaliento y de todos los prejuicios y limitaciones impuestas por el hecho de ser mujeres-escribieron, publicaron y son hoy referentes, espejos de agua en los que mirarnos, cimientos que fundamentan un sólido contexto del que sabernos parte. En esta línea, estudios, antologías y reediciones publicadas a lo largo de las últimas décadas han rescatado las voces de mujer que en su momento fueron minusvaloradas, escasamente reconocidas o mal editadas. Así ha sucedido y continúa sucediendo en los ámbitos de la narrativa, la poesía, el ensayo o la crónica periodística. En el caso de la aforística, he tratado de encontrar a nuestras predecesoras más atrás de 1987. Por ahora no he tenido suerte. En los años que he dedicado a la lectura y selección de autores y textos, que ha dado como resultado la edición de Fuegos de palabras. El aforismo poético español de los siglos XX y XXI (1900-2014) (2018), he buscado aforismos escritos por escritoras españolas en libros al uso, pero también en volúmenes mixtos, diarios y poemarios. El resultado ha sido escaso. Hasta la segunda mitad de los 80, el aforismo español -conocido por su singularidad y por el noble linaje de sus variantes metafísica e imaginista- no ha contado con mujeres en sus filas. Durante este dilatado periodo, la presencia femenina en los aforismos se ha reducido a tema; por lo tanto, la visión y la vivencia real de las mujeres no ha encontrado asiento en este género literario hasta hace muy poco. La normalización de las autoras en el aforismo español es un fenómeno radicalmente reciente. Este artículo viene a proponer, para la reflexión y el debate, algunas posibles causas de esta realidad. Paralelamente, persigue visibilizar no la presencia (sería falsario) sino la práctica ausencia de mujeres en nuestra aforística -apenas salvada por la publicación en España de dos de autoras-hasta entrado el siglo XXI, para a continuación señalar y poner luz en la incorporación y la presencia normalizada y creciente de escritoras en el panorama aforístico de nuestro país.

Pioneras

Hagamos números: en Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos. Antología [1980-2012] (2013), el profesor José Ramón González selecciona a 50 autores, de los cuales solo tres son mujeres, Dionisia García, Erika Martínez y yo misma. En la antología Fuegos de palabras (2018), de cuya edición soy responsable y que aborda desde 1900 a 2014 -y en la que, como explico en el prólogo, convergen formas de diversa procedencia, orientación y alcance, desde el fragmento al antiaforismo-, sólo seis de 48 son mujeres: de nuevo García y Martínez, junto a Gloria Fuertes, Julia Otxoa, Isabel Mellado y Chantal Maillard. Concisos (2017), a cargo de Mario Pérez Antolín -cuyo marco temporal se centra en nuestros días- incluye a cinco de 20: García y Martínez junto a Gemma Pellicer, Eliana Dukelsky y Carmen Canet. Aforistas españoles vivos (2015), también centrado en la aforística coetánea, incluye sólo a Pellicer. Aforismos contantes y sonantes (2016), a cargo de Manuel Neila, contiene a 52 autores españoles e hispanoamericanos de hoy, de los cuales 7 son mujeres: Isabel Bono, María Carvajal, Camacho, Dukelsky, Martínez, Pellicer y Noemí Trujillo. En Bajo el signo de Atenea (2017), Neila reúne a diez autoras de hoy: Canet, Bono, Ana Pérez Cañamares, Pellicer, Camacho, Martínez, Victoria León, Dukelsky, Azahara Alonso y Raquel Vázquez. Al cierre de la mencionada edición, las obras aforísticas de León y Vázquez estaban pendientes de publicación en volumen. Estas cifras arrojan un porcentaje (13% de media) grandemente inferior al de hombres -salvo, por criterios de edición, en Bajo el signo de Atenea, específicamente femenino con un preliminar del antólogo-, incluso en las que incluyen en su marco temporal los cuatro últimos años, que han sido los de mayor publicación de autoras. ¿Nos encontramos ante un caso de invisibilización de la escritura aforística de las mujeres? ¿O acaso es que las escritoras españolas apenas nos hemos animado a cultivar el aforismo hasta hace poco? En este caso, ¿qué motivos hay para que las mujeres hayamos tardado tanto en dedicarnos a este género?

Esta es la breve historia de la aforística española con voz de mujer hasta el siglo XXI: antes del siglo XX no tenemos noticia de ninguna mujer que cultivara formas aforísticas en España. Hasta donde he podido indagar, Dionisia García es la primera mujer en publicar aforismos entre nosotros. Corría el año 1987. Su Ideario de otoño fue editado por la Fundación Caja Mediterráneo, en Alicante. Diez años después, la Diputación de Huelva y la Fundación El Monte coeditan Aforismos y pensamientos, de María Asunción Echagüe. En la misma fecha, Julia Otxoa publica en Italia, en edición no venal bilingüe, L'eta dei barbari. En cuanto a Dictados y sentencias de María Zambrano, editadas para Edhasa (1999) por Antoni Marí, conviene advertir que se trata de un libro de extractos; la filósofa no escribió aforismos independientes. Largo y corto se nos hizo el siglo XX a las mujeres. Sin duda, aunque no los dieran a la luz, algunas escritoras más trabajaron el aforismo imaginista y el fragmento antes de 2000. Es el caso de Gloria Fuertes, que anotó sus glorierías en el pasado siglo, aunque vieran la luz en los albores del XXI. Chantal Maillard escribe Filosofía en los días críticos entre 1996 y 1998. Las primeras publicaciones de mis minimás, en fanzines madrileños, se remontan a finales de los 90. Quizá alguna aforista actual más comenzara a esbozar sus textos por esos años. En todo caso, la realidad nos devuelve un siglo en el que las autoras de aforismos y fragmentos pueden contarse con una mano, y sobran dedos. Las que publicaron, lo hicieron en ediciones de escaso recorrido. Los aforismos, en cualquiera de sus variantes, escritos por mujeres contaron con representantes dignas pero escasas.

Hasta hace pocos años, la Mujer habitaba los aforismos, pero las mujeres no los escribíamos. La presencia femenina en el aforismo español del XX se reduce prácticamente a lugar común sobre el que los hombres reflexionan, ironizan, idealizan o frivolizan, generalmente en consonancia -hay excepciones- con la mentalidad de su época1.

Motivos para la tardanza

Más allá de las causas estructurales que han inhibido o directamente evitado la escritura de las mujeres a lo largo de la historia (económicas, de derechos y libertades, roles, dependencia, falta de tiempo y de acceso a la educación, sesgos inconscientes o directamente la mala fe), quisiera proponer para el debate tres de las posibles causas de la incorporación especialmente tardía -en relación con otros géneros literarios- de las mujeres a la aforística, y más en concreto en la española. ¿Por qué no se ha normalizado la escritura aforística de las mujeres en España hasta hace menos de un lustro? ¿A qué se debe esta tardanza? El atraso en materia de derechos y en las condiciones de las mujeres provocado por la dictadura franquista afectó a todas las disciplinas artísticas y a todos los géneros literarios. No obstante, la presencia de poetas y narradoras en nuestra literatura comenzó a remontar hace más de 30 años. Ciertos rasgos del aforismo clásico y la escasa visibilidad del género han podido influir en la inhibición de la práctica aforística de las escritoras, especialmente en un país como España, cuyo primer momento de emergencia del género (entresiglos) nos pilla a las mujeres en clara desventaja e incorporándonos paulatinamente a la vida pública y literaria. Las condiciones de la mujer en la España finisecular han sido abordadas desde diversas disciplinas y por los estudios de género. La aforística española de entresiglos ha sido estudiada con gran rigor por José Ramón González en Pensar por lo breve. Apunto pues algunas ideas que cruzan variables del género (literario) y de género (roles y atributos que histórica y socialmente se han considerado «apropiados» para hombres y mujeres).

1. En 1661, Anne Finch escribió: «¡Ay! Una mujer que se arriesga a blandir la pluma / es considerada una criatura tan presuntuosa, / que ninguna virtud redimirá tal osadía»» [Russ, 2018:42]. De entre los géneros, el aforístico puede llegar a ser el más imponente, dicho sea en toda la acepción del término. Como advierte Rafael Sánchez Ferlosio, en los textos de una sola frase «lo profundo lo inventa la necesidad de refugiarse en algo indiscutible, y nada hay tan indiscutible como el dicho enigmático, que se autoexime de tener que dar razón de sí. La indiscutibilidad es como un carisma que sacraliza la palabra» [2015:11]. Sumadas estas dos variables, resulta lógico que una mujer que no escribe versos o relatos, sino algo parecido a las sentencias, resulte de primeras -incluso para ella misma una pretenciosa al cuadrado. Erika Martínez se sonríe así en uno de sus textos de Lenguaraz: «Hay que ser muy coqueta para escribir aforismos».

2. La visión del mundo, valores y temas masculinos han sido tradicionalmente representativos de lo universal y humano, mientras que la vivencia femenina no sólo se ha considerado menos amplia e importante, sino además no universalizable. Así, la mujer que emplea su voz en tratar grandes universales y asuntos de la res publica se ha considerado durante siglos masculina e imitativa [Russ:77, 178], y la que escribe sobre su experiencia tiende a etiquetarse automáticamente como confesional, intrascendente y menor. La universalidad primigenia de los aforismos -que aún impregna la idea que sobre el género literario tiene gran parte del público-ha podido contribuir a que muchas escritoras no se sintieran en principio animadas a escribirlos. Derivado de ello, parece igualmente lógico que la irrupción de mujeres en la aforística se haya dado cuando en las formas aforísticas se ha consolidado firmemente su carácter subjetivo, dando entrada a verdades poéticas; cuando la perversión del aforismo ha llegado al punto de subvertir sus propias leyes, y cuando en el género aforístico se ha afianzado la convergencia de textos de múltiples orientaciones y procedencias.

3. La tercera causa que apunto se centra en la atención que se presta al aforismo en nuestro país. El profesor José Ramón González constata la existencia de una sólida tradición nacional que se remonta al XIX, pero su visibilidad en el campo literario no se comienza a cumplir hasta los últimos años del XX [2013: 47-48]. Salvo contadas excepciones -Bergamín y Juan Ramón, como autores y editores, serían las salvedades más destacadas-, para editoriales, críticos, bibliotecarios e incluso para los propios autores, el aforismo ha sido considerado en infinitas ocasiones una escritura literalmente al margen, subsidiaria de la práctica de otros géneros. Que una mujer cultive una forma literaria escasamente normalizada, en vez de consagrarse -ya que ha salvado los condicionantes que pueden inhibirla de escribir- a la novela o la poesía, no resulta a primera vista el camino más corto para su reconocimiento como escritora. Valga para ilustrar la idea una anécdota personal: en cierta ocasión, un miembro de mi familia me animó a escribir otro tipo de literatura ya que «en el pueblo se dice que escribes frases sueltas, en editoriales que no conocemos, y sobre cosas que sólo importan a unos pocos». Lo que mi familiar me quería transmitir, en definitiva, es que estaba escribiendo en el género inadecuado. (Es en cambio, a mi entender, la experimentación y el cultivo descondicionado de la escritura en cualquiera de sus formas, un buen lugar donde muchas y muchos encontramos nuestra horma expresiva). La visibilidad actual del género, unida a la mayor visibibilidad de las mujeres, son elementos de estímulo para la escritura y recepción de textos aforísticos de autoras. Esta es sin duda una excelente noticia.

La última palabra

La normalización de la presencia -y por tanto de nuestra experiencia y visión- de las mujeres en la aforística es un fenómeno reciente que data de la última década de lo que llevamos del siglo XXI y aporta un cambio cualitativo en la aforística española, al incorporar de primera mano las visiones y vivencias de esa «otra mitad» que por ahora no escribía aforismos sino que los habitaba. Podría decirse que, por este motivo, la aforística española es hoy sustancialmente más completa que hace varias décadas.

En la primera década del XXI, Dionisia García comenzó a publicar en Renacimiento, apareció la primera edición de Glorierías y Chantal Maillard dio a la imprenta Diarios indios y Husos, libros señeros con fragmentos que entrelazan poesía y pensamiento. En 2005, Julia Otxoa publica Taxus baccata, donde la prosa poética converge con el aforismo. Continuará esta misma senda en Jardín de arena (2014). En 2008 y 2010 aparecieron la primera y la segunda edición de Minimás, de mi autoría. En 2011, Erika Martínez publicó Lenguaraz e Isabel Mellado incluyó, dentro de El perro que comía silencio, sus huesos. En 2015, Eliana Dukelsky recibió el Premio José Bergamín por La lengua o el espejo. Bajas presiones, de Azahara Alonso, fue una de las felices noticias de 2016, junto a Ley de conservación del momento, de Ana Pérez Cañamares y Malabarismos de Carmen Canet. También en 2016 apareció Zona franca, mi segundo libro de aforismos. Un año antes, Isabel Bono publica Hielo seco y, en 2013, Hojas secas mojadas. Mientras tanto, Raquel Vázquez no ha parado de realizar una apasionante labor de descubrimiento de aforistas modernos en Documenta mínima (documentaminima.blogsopot.com), al tiempo que prosigue con su escritura. Victoria León publicó en 2017 Insomnios. Por su parte Gemma Pellicer, en su libro de microrrelatos Maleza viva (2016), maneja formas sentenciosas y poéticas. Como señalamos anteriormente, las antologías comienzan a recoger, a criterio de cada editor, a unas y otras aforistas, y en Bajo el signo de Atenea, Manuel Neila dedica el volumen a textos de autoras. En Karesansui, su última edición artesanal hasta el momento, Fernando Menéndez comparte pliego con Alonso, Martínez, Otxoa, Mellado y Camacho. 2018 ha traído nuevos títulos de aforismos escritos por mujeres como Crianza, de Eliana Dukelsky y Luciérnagas, de Carmen Canet. Como no podría ser de otra manera, trabajos que este año verán la luz incorporan los disparos políticos, miradas ubicuas y frases de racimo de estas y -las esperamos- otras autoras que continúen abriendo el campo aforístico español a las voces, miradas y vivencias diversas de las mujeres.

«El aborto en un naufragio que me salva» (Martínez), «La punzada de dolor que anticipa al hijo» (Dukelsky), «A veces da miedo perder el miedo» (León), «Valgo yo más que yo misma» (Echagüe), «Escribir es leer ese libro que llevamos dentro» (Vázquez), «Todavía en el fondo de las viejas cocinas olvidadas se oye cantar a las chocolateras pequeños poemas del maíz» (Otxoa), «La belleza de un nubio mereció atravesar el desierto», «El león en su guarida lloraba por ser» (García), «Le daban patriarcadas de tanta injusticia y tan poca igualdad» (Canet), «Para el jazmín mi pelo es eterno» (Camacho), «Este lunes he visto pasar por la avenida un viento con corbata» (Mellado), «Yo te amo por encima del muro» (Fuertes), «La brecha. Decidir entrar en ella. O tapiarla y vivir en la habitación contigua» (Maillard), «Sembrar piedras, cultivarlas, esperar a que den fruto» (Bono), «Mi acontecimiento favorito de la Historia es la lluvia» (Pérez Cañamares), «Sin pasión que valga, ¡cuánta sinrazón!» (Pellicer). Textos críticos y divertidos y graves y subversivos y descondicionados y diversos como estos no se hubieran escrito -no desde el lugar desde donde están escritos- sin la concurrencia de las mujeres que ya han tomado -también y por fin en la aforística española- la palabra.

Bibliografía

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