Necrología: D. Francisco Javier de Salas
Cesáreo Fernández Duro
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Necesaria es la lectura de las Memorias que presentó á las Cortes de Cádiz el Sr. D. José Vázquez de Figueroa, y de las que fueron redactando sus sucesores en la Secretaría del Despacho, para formar en estos tiempos cabal idea de la importancia y de la aceptación que tuvieron los decretos circulados por el Gobierno en los comienzos del año 1845, anunciando el renacimiento de la marina militar.
Como entre las disposiciones, una, determinara la institución y apertura del Colegio Naval, almáciga de oficiales en la isla gaditana, acudieron á la convocatoria y concurso, no solo de las ciudades del litoral, sino de las más céntricas y alejadas de la mar, jóvenes que aspiraban á prolongar por sus horizontes los límites de la patria, ganosos de distinción á costa de privaciones y trabajos; tan dispuestos á la dureza de las pruebas de la profesión, como seguros de vencerlas con la exuberancia de ilusiones de la primavera de la vida.
Viendo su alegre concurrencia en la nueva población de San Carlos, cualquiera creyera que el magnífico ideal de un gran ministro llegaba á realizarse, dando cima á los suntuosos edificios fundados allí, frente al arsenal de la Carraca, á vista de la arrogante inscripción:
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Y en verdad, con el colegio tenían que implantarse en aquel abandonado lugar, árboles, caseríos, animación y vida, sin olvido de la muerte. Contigua á la mansión de los que empezaban se iba á instalar la de los que acabaron con brillo bastante para servir de espejo. El panteón tocando con la escuela; la manifestación de la fama, con la aspiración de alcanzarla.
Mas, por apresuramiento de la instalación, llegaban los alumnos antes que las clases, y aun las viviendas estuvieran del todo dispuestas: ni el material moderno de instrucción existía, supliéndose lo más preciso, por de pronto, con efectos de la antigua compañía de guardias marinas que capitaneó el marqués de la Victoria. Por primeras armas de servicio tomaron los nuevos aspirantes de marina los fusiles diminutos de chispa con que otros de su edad darían guardia de honor al rey Carlos III, luciendo los mismos correajes de terciopelo carmesí con galón de oro; las enormes cartucheras con armas reales sobre las anclas cruzadas. Ciñeron las espadas de taza que al costado llevaron los Jorge Juan, Mendoza, Churruca y Tofiño, y que de modo impensado venían á ser lazo de unión con las generaciones de otros siglos; signo de continuidad tradicional en la corporación marinera, cuyo respeto demandaban las banderas de los tercios viejos agrupadas en torno de una veneranda imagen de la Virgen María.
Puedo afirmar,
como testigo de vista, que uno de los jóvenes asistentes al
curso inaugural del colegio, sentó su plaza militar el
día 26 de Marzo del año citado, respondiendo al
nombre de D.
F. Javier de
Salas, natural de Jerez de la Frontera. De muchas otras acciones
suyas pudiera igualmente dar fe; él lo dijo complacido ante
la Real Academia de la Historia1;
yo, con pena, lo repito ahora. Compartimos los estudios y los
juegos de la niñez; los azares, privaciones y peligros de
igual clase de vida; aprendimos juntos en la contemplación
de la extensa superficie del mar y de la inmensa bóveda del
cielo la verdad más sublime y consoladora del alma; y la
comunidad de ideas, con la paridad
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¿No es natural, preguntaba en aquella ocasión, que los que han sido compañeros, mancomunen sus actos solemnes, y considere el uno la desventaja compensada con el afecto? ¿Pues cómo el natural sensible, traerá á la memoria la satisfacción que entonces sentía el disertante, sin pensar que ha dejado para el dolor solo al camarada, sin compensación posible en lo humano?
Supliérala en cierto modo el elogio de las cualidades del amigo á serme permitido; pero aunque la insuficiencia, más que las prescripciones de la Academia, no lo vedara, pareceríame que lo escuchaba desde mejor mundo el aludido, con la severidad de su modestia enojado; creería que algo propio encomiaba, perturbadas, cual están por el sentimiento, las facultades de la inteligencia. Aun el trazo de los rasgos salientes de una vida sin tacha ha de serme difícil. Disculpe la Academia que en esta situación no sepa cumplir el honroso encargo que me ha confiado.
Salas cruzó el Atlántico por el mismo rumbo que Cristóbal Colón, del que fué entusiasta admirador, y como los tripulantes de las carabelas de Palos admiró curioso la esplendidez de la naturaleza en la vegetación de las Antillas y en el matiz de los celajes de su incomparable cielo. Visitó las costas descubiertas por Grijalva, el río de Alvarado, el puerto en que Cortés fijó la planta destruyendo las naves. De allí, por azares del servicio, como el que salta caprichosamente las hojas de un libro, fueron el Gran Capitán y el conde Navarro los que la vista del golfo de Nápoles ofreció á su reflexión, por ser Salas de los que en compañía del libro viajan, y así del Vesubio al Teide, del Moncayo al Átlas, en panoramas tan variados, en operaciones tan disímbolas como las de Marruecos durante la guerra, como las de las Baleares en el estudio y disposición del cable que doblemente las ata á la Península, tanto como los monumentos de Italia despertaban sus instintos artísticos, contribuía el examen de los lugares célebres á la vocación de historiarlos.
Tenía ya
suficiente caudal instructivo y madurez de juicio
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Grandioso cuadro
de la creación en las tres cuartas partes del globo
terrestre bosquejó, por fondo de las figuras que se
proponía delinear, preparando su aparición con el
compendio de las jugadas puestas á la suerte sobre las aguas
del Mediterráneo por los imperios de la antigüedad.
Trazó á seguida la marcha de la Marina catalana,
rival de las de Pisa, Génova y Venecia, en los reinados de
los Jaimes, hasta la época en que no ya las galeras, los
peces no asomaban por las aguas sin mostrar el escudo de armas de
Aragón. Paralelamente presentó en escena á los
naos de Cantabria rompiendo el puente de Triana; ganando con el
Santo rey Fernando para la cristiandad el emporio de Sevilla.
Abarcó los sucesos principales del siglo XIII trayendo
á su narración mucho de la elegancia, de la sobriedad
y de la altura de Plutarco; no poco de la sentencia de Mariana de
no asentar partida sin quitanza; bastante de la crítica
ilustrada de Navarrete, modelo en cuestiones náuticas, sin
perjuicio de juzgar con libérrimo criterio sucesos en que
aparecen barajadas soberbia y poquedad,
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¿Pero á quiénes lo cuento? ¿No disteis vosotros, señores académicos, sanción al libro y autoridad al autor, otorgándole joven, sin alto grado en la milicia, ni prestigio en la sociedad, el preciado galardón de sentarse en vuestra asamblea? Mejor haré en deciros cómo se recibió el trabajo de Salas en la Corporación en que servía.
La Armada, es instituto militar de escala cerrada, en que por razón se estiman las acciones que conduzcan al mantenimiento de la disciplina, á la acertada dirección de los bajeles, y al desempeño de las comisiones facultativas de feliz resultado en la paz, cuanto más en la guerra, fin esencial á que la entidad responde. Cualquier otro mérito tiene en la consideración una importancia secundaria; los literarios, si procuran aprecio individual, no pesan en la dispensación de ventajas; por ello los Vargas Ponce, Sans de Barutell, Arriaza, señalados en los anales académicos, no las tuvieron entre sus compañeros de uniforme. Navarrete, á quien Salas tomó por dechado, aunque goce de renombre universal y á él se deba que fuera de España se avaloren la inteligencia, la bizarría, la gloria de nuestros navegantes, no reposa en el panteón de marinos ilustres que en un principio he mencionado.
Sin embargo, tal pareció la obra de Salas, tan grata impresión produjo en las esferas del Gobierno su nombramiento de académico, que por impulsos cuya rareza más los hace notables, obtuvo por elección ascenso á capitán de fragata3, y en orden circular, por demás -lisonjera para el escritor, se comunicó la doble distinción al cuerpo de la Armada, asociándolo justamente á las que recibía uno de sus individuos.
Algo más
que el Bosquejo
histórico, dicho sea en verdad, había hecho
por entonces el agraciado. Mandósele discutir ciertos
«Estudios
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Distribuída generosamente en los Cuerpos Colegisladores y redacciones de la prensa, ejerció aquella legítima influencia que el saber impone á la impremeditada aspiración de novedades, por la oportunidad con que se anticipó á las ideas revolucionarias, entonces en estado latente. Salas prestó con su trabajo servicio á la Marina y á la nación; no necesitaba otro justificante el ascenso referido ni más motivo el pase del autor á las oficinas centrales del Ministerio.
El discurso de
recepción en la Academia de la Historia fué otra
probanza de aptitudes dedicada á la conciencia de sus
electores. Bien que se ajustara á las reglas clásicas
de la elocuencia, más que oración de circunstancias,
por las dimensiones desusadas, los documentos añadidos y los
planos insertos, era un volumen añadido á la historia
marítima; un alarde de competencia; patente de
filósofo y de crítico en excursión por los
obscuros reinados de Pedro I de Castilla y de Pedro IV de
Aragón. Si en primer término consideraba las causas
que impulsaron al monarca, cruel ó justiciero, á
entrar en una nave, cuando «los Ricos homes
e caballeros
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Llegó, en efecto, el momento de la perturbación, pero sin afectar al anunciante; siguió prestando servicio en el Ministerio de Marina con las investiduras de oficial primero de Secretaría y de oficial mayor del Tribunal de Almirantazgo, y á fe que no le toca la satírica indicación del académico de la Española que proponía como necesarias en los altos centros de la gobernación, comisiones de corrección de estilo. Fué sucesivamente director del Museo Naval, dando al establecimiento la importancia didáctica que tiene; desempeñó comisiones en Francia y en Italia; tuvo en Portugal la de comisario encargado de dirimir los conflictos ocurridos entre los pescadores de ambas naciones, reclamar la indemnización que á los nuestros correspondiera y proponer y negociar un tratado especial que alejara la probabilidad de semejantes cuestiones. La aprobación del Gobierno español atestigua que se dió por bien servido, á la vez que acredita las condiciones de enviado, la concesión de la gran cruz en la Orden del Cristus con que le favoreció el Gabinete de la nación vecina. De ella y de Italia trajo diplomas de Sociedades científicas y literarias que también significan.
A intervalos, en
el despacho de expedientes, se le encomendaron varias ocupaciones
de superior discurso; una, fué la publicación de
documentos inéditos referentes á la historia de la
Marina que ya en gran número están acopiados;
organizó el índice completo en orden
cronológico, mas no le alcanzó el tiempo para darlos
á la estampa, satisfaciendo una necesidad reconocida.
El
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Paréceme que, al igual del oculista que prescribe cristales de determinada curvidad al reparo de los que ven poco, se sirvió Salas de la paradoja y de la hipérbole aparentando demostrar en este libro que España no es marítima; que anti-marítima ha sido la índole de los reyes y del pueblo de Castilla, á fin de que cualquiera juzgue, que con abstracción de la mar, jamás será nación que influya ni pese en el concierto de las otras. Sin el artificio, cotejadas las apreciaciones del autor en otras páginas, resultaría que Aragón disputando á cualquiera otra potencia el dominio del Mediterráneo; que Castilla, no partiendo con ninguna la soberanía en el Atlántico septentrional, eran, separados, pueblos esencialmente mareantes, y al componer un todo las partes, desapareció la aptitud de las gentes, la configuración de las costas, las necesidades del comercio y la aspiración de los gobernantes.
No hay nada de
esto; mientras la figura de la Península subsista, por
naturaleza es y tiene que ser España conjunto que busque en
el ponto seguridad y vida. De haber seguido el historiador de la
Marina el plan de sus estudios, lo hubiera explanado, separando
causas y efectos, y sin dejar de ocuparse de la influencia que haya
ejercido la instalación de la corte en lugar empinado
más de 600 m. sobre el nivel del Océano, ó
la anulación de las reglas que obligaban á los
pretendientes de las órdenes militares
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Cierra la serie de trabajos públicos del oficial de secretaría una Memoria sobre la industria y legislación de pesca que comprende desde el año 1870 al de 18747. ¿Habrá quien sospeche que en la enumeración de reales órdenes, concesiones, subastas y litigios puede haber deleite? El que sepa que la ordenó Javier de Salas.
En proemio, con
honores de tratado, jugando del vocablo, y dirigiéndose al
sér más hábil en la pesca, á la
pescadora del género humano, describe la inmensa
extensión que ella suele mirar indolente desde las playas de
Biarritz ó San Sebastián en las tardes tibias,
pintando sus mutaciones, explicando su función en el
mecanismo admirable de nuestro planeta, descubriendo lo que
encierran las aguas salinas hasta la profundidad insondable.
Dícele qué son, cómo se crían y
cómo se obtienen, la perla con que hermosea el cuello, el
coral que luce en brazaletes, el carey y la ballena, empleados en
sujetar el cabello y estrechar el talle. La esponja necesaria en el
tocador, con las algas confortantes del baño y el
ámbar que perfuma la estancia, le ofrecen materia
interesante seguida por la de aplicación á la higiene
del aceite de hígado de bacalao, reparador de la debilidad
de la infancia, y á la economía doméstica, del
bacalao mismo, artículo de alimentación vulgar, de
cuyo importe en oro, extraído de España, pocos
hacendistas tienen aproximado concepto. Por el infinito grande en
el espacio, y el infinito pequeño en el infusorio, lleva
á la interlocutora á la contemplación de la
Omnipotencia y la sabiduría del Creador,
trasladándola insensiblemente á pensar en el duro
trabajo, en el ingenio, en el peligro y en la muerte de los que
proveen á la gala y la comodidad de su persona, despertando
la consideración hacia el ejercicio penoso, juntamente con
la caridad reclamada por tantas viudas y huérfanos de los
que lo sostienen.
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Independientemente acudió Salas á compartir las tareas de esta Academia, evacuando los informes ó consultas que se le encomendaron. El BOLETÍN los conserva entre sus páginas, sobresaliendo la disertación que hizo sobre los casamientos del príncipe D. Felipe y la infanta Doña Ana de Austria, con pintura de costumbres en las cortes de España y de Francia8. Del discurso en pública sesión en que analizó el reinado de Carlos II quitando de los retratos de la reina Doña Mariana, de D. Juan José de Austria y del infortunado Valenzuela, manchas añadidas por la pasión ó la malicia de los contemporáneos, no me toca observación que se aparte de la índole generosa con que el disertante siempre, y más en el momento, atenuaba las faltas de los demás investigando principalmente lo laudable en sus acciones9.
El último de los estudios de Salas ponía en escena á un caballero, cuya sangre, caldeada por el ardor del clima ecuatorial, repitió en las islas Filipinas el drama calderoniano de El médico de su honra. Destinado el escrito al Diccionario biográfico nacional, dióse á luz en el BOLETÍN10; y muestra bien el cuidado con que escudriñó el autor los archivos, al preparar los fundamentos de la historia del Archipiélago en los dos tomos de documentos inéditos que comprenden las expediciones de Villalobos y de Legazpi, publicados bajo su dirección por la Academia11.
Habiéndole llevado el deber profesional á la comandancia de Marina de la provincia de Valencia, cesó por de pronto la colaboración que nos prestaba; ¡cuánto quisiéramos que de allí hubiera vuelto á reanudarla!
Dió
también estimable contingente á otros centros, de que
es
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En la prensa periódica extendió su propaganda en favor de la estimación de las empresas navales con artículos, como suyos, meditados y circunspectos. El nombrado La espada, el arado, el telar y el remo13 es precioso resumen filosófico del genio español á través de las edades. Algunos dedicó á discutir la memoria presentada en el Congreso de Nancy por el literato portugués D. Luciano Cordeiro, negando originalidad al proyecto de Cristóbal Colón en el supuesto de que por Martín Behaín, Antonio de Leme, Vicente Díaz y Alonso Sánchez de Huelva tuvo noticias de la existencia de tierras en el Occidente14.
No escribió mucho; escribió bien. Al traer los hilos telegráficos la nueva del fallecimiento ocurrido el Viernes Santo, 4 de Abril15, la voz autorizada del director de este instituto16, bajo la impresión triste del momento, calificó con una frase sus trabajos literarios: «Salas, dijo, era un académico.»
Consagrados fueron esos trabajos, con todo su afán, á extender el concepto del cuerpo facultativo en que se formó su inteligencia, procurando como caballero satisfacer lo que le debía y acrecentar el caudal de merecimientos en noble aspiración á mayor crédito.
En lo
último no le fué propicia la fortuna. Si en un
principio las letras le ascendieron por atajo, al fin
inopinadamente vinieron á ser rémora atravesada en el
camino llano de su carrera. Al
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Poco antes había presenciado la agonía de la compañera de su vida, digna de su amor, conllevadora cristiana de la cruz con que ambos asistieron á cruel dolencia de sus hijos17. Ved aquí explicado por qué el segundo tomo de la Historia de la Marina de la Edad Media, que abraza el siglo XIV, más há de diez años concluído, queda inédito entre los papeles del autor.
Mas si Salas ha muerto, ese y los demás frutos de su ingenio y su saber vivirán, enseñando á futuras generaciones lo que hicieron los nautas españoles; manteniendo entre nosotros la memoria afectuosa del comedido académico que Dios tenga en su guarda.
Madrid 17 de Abril de 1890.