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No enterremos a Buero


Tina Sainz





Los sueños de muchos años se me habían vuelto demasiado reales y la realidad era inferior al sueño y carecía de todo compromiso y entrega.


(Arthur Miller.)                


Siempre he admirado a Buero. Y le he temido. Con este temor que mana de un profundo respeto. Su teatro sacudía mis emociones con la fuerza sin límite de una mirada acorralada. Me hacía consciente de mi propia raíz, de mi propia cultura. Cuando empecé a estudiar a Buero -tuve la suerte de interpretar par TV Hoy es fiesta y En la ardiente oscuridad- tratando de vivir el conflicto de aquellos personajes, las palabras de sus diálogos golpeaban mi cerebro igual que meteoritos cargados de mensajes cifrados. Pero, a diferencia de esos pedazos de rocas caídas desde el espacio, éstos llegaban desde la cercanía de la vida real despertando en mí la conciencia que me conduciría hasta el compromiso con todo aquel que padeciera falta de libertad. Buero en su obra le plantaba cara a la verdad jugando con la mentira.

Pasados unos años, una tarde me acerqué hasta su casa con el deseo de conocerle, de aprender algo más que pudiera ayudarme a comprender en parte el eterno conflicto del hombre con su semejante. Y Victoria Rodríguez estaba allí, rodeando la atmósfera de aquel cuarto de estar de afecto y sencillez, y cuando él se puso a hablar ella se hizo más pequeñita, casi una niña, como a él le gustaba sentirla cerca. Hablar de Buero es difícil sin tener muy presente a Victoria -Victorita, como nos gusta llamarla entre los cómicos- porque ha sido valiente, humilde y generosa, no sólo le dedicó su vida, le regaló su talento de actriz y tuvo la fuerza y la humildad de ver pasar ante ella, desde su butaca en las noches de estreno, tantos y tantos papeles que podía interpretar y no hizo, siempre con la actitud generosa de quien al lado de Buero se sabe siempre la protagonista. Por eso, cuando la vi aparecer en escena en La visita de la vieja dama, me emocioné pensando que allí estaba Victoria, ocupando un lugar que siempre le perteneció.

Pero volviendo a aquella tarde recuerdo algunas de las cosas que me dijo y que ahora mientras caminaba hacia el María Guerrero donde nos esperaba su cuerpo en actitud de paciencia infinita, saltan a mi memoria... «La piedra angular del teatro es el actor. El teatro progresa, se perfecciona, hoy no se puede concebir sin toda una serie de elementos de carácter técnico importantísimos, pero, pon todo eso y quita el actor... No hay nada que hacer. Ahora quita todo eso y pon el actor: puede haber teatro...».

Al cabo de unos pocos años de mi inolvidable tarde junto a Buero, fueron apareciendo poco a poco nuevos valores: «El éxito» a cualquier precio; «El dinero», como justificación a cualquier fechoría. Y se fueron filtrando por las rendijas de nuestras vidas hasta que, un día, resultó que habían adquirido el suficiente protagonismo entre nosotros como para merecer el apelativo de «cultura» algo tan vulgar como «el pelotazo».

Los años siguieron pasando dotando al tiempo de sentido y así, cuando desde el María Guerrero cruzaba Chamberí en la primera hora de esa tarde gris claro de finales de abril y miraba las calles familiares casi vacías de gente, no podía dejar de pensar en Buero, en su absoluto ejemplo. En cómo supo aplicar, desde el compromiso, la ética y la conciencia para tratar de ser lo que consiguió: un hombre honesto y bueno. Hoy han irrumpido entre nosotros con tal fuerza usos y modas extravagantes que si no despertamos a tiempo arrasarán la ética y se instalarán en las conciencias aplastando cualquier atisbo de pensamiento y reflexión. Quizá eso sea lo que me mantiene alerta y hace que mi compromiso con los demás hoy, pase por ese conflicto.

Desconfiemos del entretenimiento que, como un espejismo, nos ofrecen los bienintencionados «Grandes Hermanos». Luchemos por los contenidos éticos frente a tanto embrutecimiento espeso y amenazante. Recuperemos el compromiso con los demás, implicándonos en la tarea, poniendo en marcha el pensamiento y la conciencia. Creo que es tarea de todos. Es la deuda adquirida hoy con ese hombre por toda una sociedad.

No enterremos a Buero.





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