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Noticias póstumas de D. José de Vargas Ponce y de D. Martín Fernández de Navarrete

Cesáreo Fernández Duro





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Era natural que al acordar la Academia de la Historia significación al Ministerio de Marina del que fué individuo de su seno, D. Javier de Salas, como acreedor á sepultura en el panteón de marinos ilustres, hiciera memoria de que aún no tienen lugar   —501→   señalado en aquel recinto donde se guardan con respeto las cenizas de insignes navegantes, dos que por la posteridad están juzgados y ya puestos en la esfera de los ejemplares.

Trajeron á la mente juntos sus merecimientos, la semejanza de aptitudes, el paralelismo de condiciones personales, y lo que es más raro, la coincidencia del proceder en su carrera accidentada por este mundo. En guerra y mar, en ciencia, en arte, en letras, dieron gallardas muestras de espíritu elevado. En las vicisitudes aflictivas de la nación al comenzar nuestro siglo, no fué el halago poderoso para vencer en ellos al deber, y en la persecución que hubieron de experimentar por corolario triste, igualó el valor cívico al que con las armas tenían acreditado. Amantísimos de la patria, hicieron por ella siempre más de lo que buenamente se les exigía, sin alarde ni presunción de exceder á otros, creyendo natural el ejercicio sin descanso de la actividad con que multiplicaban el fruto de su trabajo. Adelantaron los conocimientos generales, inculcando el de la moral por cuantos medios alcanzó su mucho ingenio. Cimentaron la historia crítica de la marina, vulgarizando á la vez la estimación de sus empresas y de sus grandes hombres; escribiendo bien, aunque escribieron mucho; acopiando inmenso material de que los demás pudieran servirse. Tuvieron de común todavía el don providencial que atrae, que cautiva, contra el prejuicio y la suspicacia voluntariosa: tuvieron ángel, como vulgarmente se dice, logrando en el trato social la generalidad del aprecio conseguido con el saber y la moderación en el círculo de las obligaciones. Uno y otro fueron directores de esta Real Academia, ornamento de las hermanas Española y de Bellas Artes de San Fernando, entre muchas asociaciones científicas ó literarias, dentro y fuera del reino. Por complemento de similitud ocurrió la circunstancia póstuma de obscurecerse el sitio del enterramiento respectivo.

Sus nombres no pudieron escribirse en la orden de translación de los restos públicamente honrados cuando se inauguró el panteón de San Carlos: dejábalos la ignorancia de las tumbas entre aquellos que la solicitud del Gobierno de S. M. encomendaba á este Cuerpo para investigación que subsanara el lamentable desconocimiento.

Cómo la indagación se ha hecho por tiempos; qué contrariedades é interrupciones ha sufrido, seria ocioso contar; basta á la evidencia de no haberse olvidado, el encargo de proseguirla con que me ha favorecido el Sr. Director, así como la buena voluntad y auxilio que han facilitado el registro de actas y memorias de las tres Academias mencionadas, de los Archivos del Congreso de los Diputados, Ministerio de Marina. Depósito hidrográfico, Vicariato Castrense y Parroquias, con más el examen de colecciones de diarios del tiempo.

Esta vez, con todo ello, no ha sido el resultado más satisfactorio que en las anteriores, ni es ya probable que en ninguna otra se consiga. Consten las razones.




D. José de Vargas Ponce.

La distinción hecha por esta Academia al Sr. Vargas Ponce eligiéndole Director, amplió en junta celebrada el 10 de Mayo de 1805 con acuerdo tomado, al saber que había de ausentarse de Madrid para el servicio de su carrera militar, determinando que figurara su retrato en la colección ó serie de los Directores precedentes. El acta de la sesión de 10 de Enero de 1806 anota el cumplimiento con las palabras que copio:

«Dí cuenta -escribe el Secretario- de un papel en que recuerda el Sr. Director, que cuando salió de esta Corte á desempeñar las comisiones en que entiende, quedó en casa del pintor de Cámara D. Francisco Goya concluído su retrato, mandado hacer por orden del Cuerpo, para que se disponga recogerle de su poder, advirtiendo que antes de empezarlo manifestó se contentaría con dos mil reales de vellón. Se acordó se practique la diligencia conveniente con dicho pintor, para que contestando este mismo hecho, se recoja el retrato pagándole el importe.»



En el lienzo, recogido en efecto, sobresale la fisonomía simpática, abierta, un tanto zumbona del Director, que aparece sentado, vistiendo el uniforme de bala de los marinos, aunque sin cinturón ni espada; la mano derecha dentro del chaleco de casimir blanco que, por fantasía del autor de los Caprichos, forma   —503→   una sola pieza con el calzón; la mano izquierda oculta á la espalda1.

En el marco se lee:

DON JOSE DE BARGAS Y PONCE, TENIENTE DE NAVIO DE LA R.L ARMADA. DIRECTOR DE LA R.L ACADEMIA DE LA HISTORIA, ELECTO EN XXX DE NOVIEMBRE DE MDCCCIV.



Pasando muchas hojas de los libros de actas en que se hace constar la complacencia con que se escuchaban las disertaciones y las censuras que frecuentemente leía, así como el agradecimiento por sus gestiones en pro del instituto, llégase á la que condensa el despacho ordinario de la junta de 9 de Febrero de 1821, con suscripción del Secretario D. Diego Clemencín, diciendo:

«La Academia se enteró con el más grave sentimiento de la muerte de nuestro benemérito decano el Sr. D. José de Vargas y Ponce, acaecida el martes 6 del presente á las nueve y cuarto de la noche, en la habitación que ocupaba en este Real Cuarto de la Casa de la Panadería2. La memoria de las distinguidas pruebas de amor que dió al Cuerpo en el dilatado espacio de treinta y seis años que fué su individuo, y la consideración de sus relevantes prendas y de la falta que nos ha de hacer en lo sucesivo para el desempeño de las tareas académicas, no han podido menos de hacer una impresión profunda, en los ánimos de todos sus compañeros.   —504→   Se acordó que se celebrasen en sufragio de su alma las misas de costumbre; se repartieron las esquelas para su funeral, que ha de celebrarse mañana al anochecer en la iglesia, parroquial de San Ginés, y en justo obsequio de su memoria se encargó al Sr. Navarrete que como amigo especial y compañero del difunto desde la juventud, extendiese una noticia en que se refirieran sumariamente los principales sucesos de su vida militar, política y literaria»3.



El encargo se satisfizo sin tardanza, leyendo el Sr. Navarrete su escrito en la sesión de 2 de Marzo; «y el frecuente recuerdo de circunstancias en que tuvo parte muy principal la Academia, y la gracia y propiedad con que está escrita la noticia, contribuyeron al interés y muestras de singular agrado con que fué oída». Palabras del acta.

D. Diego Clemencín calificó con exactitud la oración de circunstancias en que se bosquejaba con rapidez y al por mayor la vida candorosa, honesta y justamente apreciada del académico, dejando abierto el campo al juicio de las condiciones del político y del literato, que si alguno intentó, no conozco. El mismo Navarrete repitió con escasa alteración su necrología en la Biblioteca marítima española4, satisfaciéndose con agregar nota de los escritos de Vargas concernientes á la náutica. D. Félix Torres Amat la reprodujo por apéndice á la vida de su tio el Ilustrísimo Arzobispo de Palmira5: la transcribió con poca alteración Cambiaso en las Memorias para la biografía de la isla gaditana; la copió a la letra -diciéndolo- el Almirante Pavía en la Galería biográfica de los Generales de marina y no hay otra, que yo   —505→   sepa, á menos que se citen referencias ó comentarios aislados hechos con determinado objeto6.

Para el estudio acabado de la personalidad habría que examinar los papeles inéditos en muchas partes conservados en las colecciones y aun el original de algunos de los publicados después de su muerte, con supresiones ó alteraciones meticulosas motivadas -se dice- «por la excesiva franqueza con que calificaba los hechos de otros personajes históricos coetáneos»7.

Ha parecido nota ológrafa de sus tareas literarias hasta el año 1813, que aquí se incluye juntamente con la de censuras de obras que se le encomendaron á petición del Consejo Real, según las actas, porque podrán servir al objeto y sirven desde luego como prueba de asombrosa laboriosidad, lo mismo que de competencia crítica la dan las cartas festivas dirigidas á Cean Bermudez, en obsequio del cual extraía y anotaba cuanto pudiera ser útil al Diccionario histórico de Bellas artes, de los documentos vistos en los archivos, trabajo enorme que por rareza se hace en provecho ajeno; y no le bastaba la comunicación de las observaciones propias al examinar los monumentos, las bibliotecas ó los protocolos, sino que en aras de la amistad ponía á contribución á todas sus relaciones sin excepción de damas satisfechas con declararse discípulas del agradable, del elegante Vargas, obteniendo de los rincones menos accesibles copias de papeles, descripciones ó sencillas notas con que aumentar el caudal de las que interesaban al conocimiento de las obras ó de los autores y elegir materia para las donosas epístolas, que serán pronto de dominio público.

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Con los datos indicados por guía, se ha logrado encontrar en la parroquia de San Ginés asiento incompleto y erróneo. Dice:

«El Sr. D. José de Vargas Ponce, de edad de setenta años (sic), su estado soltero, Capitán de fragata de la Armada nacional agregado á esta plaza, Director de la R.l Academia de la Historia y Diputado en Cortes p.r Madrid: natural de Cádiz.»



Es la única partida del libro que está sin concluir ni firmar8. ¿Influiría para ello alguna circunstancia no común? Es de suponer: los periódicos del tiempo notician que el 7 de Febrero de 1821, día del entierro, ocurrió en Madrid el motín contra la Guardia de Corps, y había en las calles carreras, sustos y sablazos, distrayendo la atención de los asuntos ordinarios9.


Nota de las tareas literarias del capitán de fragata D. Joseph de Vargas y Ponce, natural de Cádiz, donde nació el 10 de Junio de 1760.

Año 1773 traduxo del francés el primer tomo de las Mil y una noches. Abandonó su labor, porque entonces mismo, aunque de solos trece años, conoció lo frívolo de semejantes obras, y concibió el tedio que conserva y ha procurado propagar á las novelas.

En 1774 traduxo la parte de los viajes de Tabernier, en que habla de la conducta de los holandeses en Asia. Fué su proyecto compararla con la que tanto acrimina Raynal de los españoles en América, pues es inexplicable lo que exaltó su juvenil patriotismo los insultos del célebre abate francés.

En 1775 traduxo en verso castellano la Electra de Crebillon. Ha perdido Vargas, y lo siente, estos pueriles ensayos, pero los menciona para denotar su temprano amor á las letras.

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En 1776 trabaxó una crítica del tratado de Aritmética, que imprimió en Cádiz para uso de su escuela D. Juan Antonio Cañaveras. Quiso defender á este preceptor D. Patricio Noble, discípulo suyo muy sobresaliente, y Vargas le contestó con segunda censura, demostrando más y más los errores de aquel tratado. Conserva ambos papeles, y quizá no sería inútil su publicación por la urbanidad en que rebosan, tan poco común en escritos polémicos, y porque contienen viva noticia y juicio de todos los autores que hasta aquella época habían impreso en castellano cursos de Aritmética.

Este mismo año compuso una sátira en tercetos contra los vicios de los jóvenes, en especial por el prurito de afrancesarse y de tener en menos las cosas de su pays, así en el traje como en la lectura. Retocada esta composición, piensa, con otras epístolas poéticas dirigidas á Jovellanos, Arriaza, Navarrete, Angel Saabedra y otros amigos literatos, darla á la prensa en teniendo vagar.

En 1777 dirigió una larga carta mezclada de prosa y rima á su paisano el célebre Cadalso, sentando plaza de su discípulo, y con observaciones sobre nuestro teatro y el francés, y acerca de otro espectáculo que se dice nacional, y á que desde entonces ya tenía Vargas un justo horror. Cadalso murió de un casco de bomba en el campo de San Roque quando estaba contestando á esta epístola, que hace mucho tiene su autor, con otros opúsculos que dirá, preparados par a la prensa.

En 1778, instituidos los premios en la Academia Española, escribió el Elogio de Felipe V. No obtuvo mala censura, pero nadie fue premiado.

Ya muy fuerte en la aritmética, pues á esta época había completado el estudio de las matemáticas puras, compuso un largo tratado explicando todos los cálculos de la aritmética mercantil y quintas reglas se acostumbran en un escritorio; cambios, días fijos de los pagos, etc., etc. Quando entró á servir, dexó este tratado en poder de su maestro D. Esteban Carratalá, y en el día no está averiguado su paradero, muerto el dicho Carratalá en Cádiz, ausente Vargas.

El 4 de Agosto de 1782 sentó plaza de guardia marina, y pocos días después dirigió desde la Isla un vexamen en prosa y verso á   —508→   los clérigos de Cádiz, sus condiscípulos y amigos, en que baxo el proyecto de una misión á la luna, pintó el carácter de cada uno y la índole de sus estudios, intercalando mucho de los clásicos latinos y franceses. Es otro de los opúsculos que cuenta dar á luz.

Este mismo año se esperaba en la Isla al conde de Artois y al duque de Borbón, que venían al sitio de Gibraltar, y para cumplimentarlos en la Academia y en el quartel de guardias marinas, compuso, de orden de su capitán D. Miguel Gastón, quatro oracioncitas análogas á las circunstancias, dos en castellano y dos en francés, que debían recitar él y otro compañero.

No llegaron á venir, pero Vargas fué uno de los quatro elegidos para hacerles la guardia en Algeciras, siempre que se embarcasen. Aquí solicitó y obtuvo ser destinado á la flotante Tallapiedra, donde sirvió de edecán é intérprete al príncipe de Nassau, que la mandaba. En ella, y sobre una saca de lana, la antevíspera de su horrorosa catástrofe, dirigió á la Academia Española la carta que debía abrirse, dado que el Elogio de D. Alfonso el Sabio, que poco antes le había enviado, obtuviese el premio.

En efecto, por Octubre del mismo 1782 adjudicó aquel cuerpo literario á su escrito el primer premio de eloquencia, que desde entonces no ha vuelto a conferir. Y como corriese fama que su autor hubiese muerto en las flotantes, y así lo anunció la Gaceta, siendo sólo verdad que se libró de los últimos por una especie de milagro y muy contuso, tardó en saber Vargas su buena suerte hasta que regresó á su patria, después de haberse hallado en el memorable combate naval de aquel año, entre las escuadras combinadas y la inglesa. Este Elogio es el primer opúsculo de Vargas que ha visto la luz pública, con mucha más fortuna que mérito.

No obstante, fué criticado por un oficial de marina (D. Antonio Federici), que, aunque extranjero, era harto hábil en nuestro idioma.

Esto dió margen á que Vargas, en un extenso papel, hiciese la apología de su escrito, presentando unidas las reglas que prescriben los retóricos para semejantes obras, y probando que las guardaba su Elogio. Cuyo héroe, á pesar de la censura, era dignísimo de las alabanzas que le consagró. Lo interesante de la materia, no muy ventilada entre nosotros, en especial en estos   —509→   últimos tiempos, constituye esta apología no inútil, y Vargas la tiene preparada para darla á luz.

En 1783, ya oficial y embarcado para la expedición que se preparaba contra Jamaica, escribió un tratado completo de Aritmética que destinaba al uso de los guardias marinas en su Academia. Por eso lo dirigió al ministro D. Pedro Castejón, quien lo sometió á examen á D. Vicente Tofiño. El Atlas hidrográfico de que ya estaba encargado este sabio, y las no interrumpidas campañas para su formación, le impidieron desempeñar la censura, sobre que Vargas, que lo acompañaba siempre, no le instó, porque unido á aquella vasta empresa, no podía continuar la del curso de Matemáticas que tenía proyectado. Y si bien desde entonces se hayan publicado por varios oficiales de la Armada otros elementos para los Cuerpos que la constituyen, de reconocido mérito y probada utilidad, Vargas piensa dar á luz su tratado, que ya recomendó el Consejo de Castilla para la enseñanza de la juventud española. Porque todavía no lo cree supérfluo ni por demás para los que, no siguiendo carrera alguna determinada, quieran, y deben quererlo todos, instruirse á fondo en esta ciencia.

En el mismo 1783 fué destinado, antes de pedirlo Tofiño para la Comisión del Atlas hidrográfico, á los estudios mayores de la matemática sublime, si bien ya los había cursado, no sirviendo todavía en la Armada, y á su ingreso sufrió un público examen de ellos. De este acto dió el mismo D. Vicente Tofiño una certificación, que siente mucho Vargas no poder ahora exhibir, pues al que conoció la severidad de juicio de aquel sabio Director, harían gran fuerza las expresiones que contiene. Se hallará en la Secretaría de Marina.

Estando el mismo año practicando la Astronomía en el Real Observatorio de Cádiz, lo nombró su defensor un marinero acusado de asesino. Y para satisfacer la duda que nutrían muchísimos, y que nació en la corte, de que Vargas no era el autor de el Elogio de D. Alfonso el Sabio, y porque el seco y descarnado estilo de las defensas militares que le hicieron ver, no le satisfizo, trabaxó una oración en favor de aquel infeliz, a quien salvó del patíbulo. Pero su defensa, que entonces corrió en manos de   —510→   toda la juventud estudiosa, sufrió hartas críticas por inadequada y no conforme á la letra de la Ordenanza. El defensor se defendió mostrando que no había infringido el espíritu de la ley, y ambos alegatos, hace mucho tiempo que los tiene destinados para la prensa.

Por entonces publicó D. Vicente García de la Huerta un romance en elogio de D. Antonio Barceló, en que zahería algo la marina real, con menosprecio de las teóricas sublimes de sus oficiales. Varios de estos criticaron aquella composición, cuyo autor supuso ser de Vargas una de estas críticas, que corrió con aplauso. Vargas, para desengañar á Huerta de que no era suya (la escribió su amigo D. Martín Fernández de Navarrete, que á la sazón cursaba la matemática sublime en Cartagena), dirigió al poeta una cumplida carta haciéndole ver cómo hubiera analizado su poemita, ó en estilo serio, ó de burlas. De este modo le envió una duplicada crítica, concluyendo que, pues ni una ni otra era la que le atribuía, debía estar convencido que tenía otro padre, y dar por no escritas las que acababa de leer. Huerta contestó según su estilo, pero no dirigió la contestación al que le enviara la carta. La qual es otro de los opúsculos que tiene su autor dispuestos para imprimir.

Ya en Cartagena, en 1784, y muy atareado en la execución del Atlas hidrográfico, como uno de los quatro oficiales que se asoció Tofiño para esta vasta empresa, nacieron los Infantes gemelos. Las instancias de sus jefes le impulsaron á escribir abordo y en el espacio de dos mañanas una canción á aquel alumbramiento. Mazarredo se apoderó de ella, y con un soneto de su aljaba, y todo junto, con el nombre de oda, ausente ya Vargas, la envió á la corte. El ministro la presentó al Rey; se mandó imprimir; se divulgó con profusión, y al autor se le escribieron las gracias en nombre de sus Altezas. Este miserable juguete, mucho menos que mediano, mal titulado, y sin su anuencia, fué la segunda obra de Vargas que se mandó imprimir, y con tales auspicios, y la primera en verso, y por fortuna; justa y merecidamente olvidada.

En el mismo año 1784, destinado al Observatorio durante el invierno en que no podían continuarse las operaciones del Atlas,   —511→   escribió Vargas con indecible ardor la Apología de la Literatura española, tercer programa de la Academia. Dirigióla, según estaba prevenido, y el exceso de semejante vigilia lo enfermó, obligándole á ir á reponerse á Sevilla. Nadie obtuvo el premio de aquel programa, y estando en Madrid el año siguiente, supo Vargas que su escrito, por indisculpable negligencia del Secretario de la Academia, no se había sacado del correo. Su pesadumbre fué mortal. Entonces, sin dar la cara, logró llegase á la Academia su Apología, manifestando cómo no era culpa suya no haberse presentado en tiempo hábil. Los académicos Tavira y Jovellanos dieron muchos elogios al escrito; pero como por fortuna ya se había calmado el furor de las apologías nacionales, que tanto cundió en aquella época, no se procedió á calificar la extraviada. De tanto disgusto fué para su autor este percance literario, como en adelante de satisfacción que hubiese sucedido. En el estado de España, estas obras que la engríen y adormecen, nada tienen de útiles; y dado que hubiese de emprenderla, Vargas, si bien confiesa de buena fe que en su edad y circunstancias hizo un esfuerzo, no tenía el caudal de noticias que con treinta años más de registrar archivos pisados de pocos, y bibliotecas públicas y privadas, ha adquirido después. Con todo, no piensa retocar su primitiva labor, ni mucho menos que vea la luz.

En principios de 1786 fué admitido en la Real Academia de la Historia, cuyo casi decano es ya, y la oración que leyó al presentarse, probando la importancia de la historia de la Marina española, y necesidad de que la escribiera un marino, es la obrita que, algo retocada, se imprimió después de orden superior.

Durante sus campañas para el Atlas del Mediterráneo visitó con mucho esfuerzo nuestras islas, y su Descripción histórico-geográfica formó parte del cuidadoso diario que llevaba. Vista por Tofiño la de Iviza, la remitió á la Corte, y vino orden de hacer lo propio en las Baleares. Estas descripciones, leídas en la Academia, fueron aprobadas como artículos del gran Diccionario geográfico en que entendía. Pero el Rey mandó imprimirlas y fué la grata obra de Vargas que vió la luz. En su introducción, dando noticia del estado de nuestra geografía, se incluyó el primer ensayo de estadística de España.

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Como desde la entrada en la Academia fué continua su asistencial, ha tenido no pequeña parte en sus varias tareas. Las solas censuras de libros desempeñadas en los treinta años, formarían algunos tomos. Y como las más fueran reprobando ruines escritos, y estas se fundan muchas, por ejemplo, las de las obras de Masdeu, merecen llamarse disertaciones. En otras tareas de aquel cuerpo tuvo la mayor incumbencia; verbi gracia, en el tomito de reglas directivas para llenar los artículos del citado Diccionario geográfico de España, y en otro Diccionario de todas las voces geográficas, donde en especial las marítimas, y de estas las de los vientos, se trabaxaron con particular escrúpulo. Ambas obras yacen inéditas, como las más de los trabajos académicos.

Desde el citado año de 1785 tuvo Vargas á su cuidado la edición y publicación del Atlas hidrográfico de España, que hasta entonces había ayudado á construir. Continuó solo en la Corte en tan vasta tarea hasta que se erigió el renombrado Depósito Hidrográfico. Para entonces ya estaba concluido y publicado todo el Atlas español europeo, de suerte que al salir de su cuarto á ser público este utilísimo establecimiento, ya constaba de muchísimos millares de estampas de las 50 cartas primeras, y de algunos miles de tomos de quatro obras distintas. Concluido el Atlas del Mediterráneo trabajó Vargas su Derrotero que se imprimió de real orden. A esta obra precede una cumplidísima introducción que abraza; 1.º, la historia de la Geografía, cual quizás no hay otra en castellano; 2.º, la peculiar de España y sus descubrimientos de este género, ya registradas las bibliotecas regias y sus manuscritos; y 3.º, el método observado en la formación de las cartas que se publicaban. Estos trabajos, unidos entre sí, fué la quinta de las obras impresas de Vargas.

La sexta la formó el Viaje al estrecho de Magallanes que se hizo en la fragata Santa Maria de la Cabeza de orden del Rey. En ella registrados los depósitos de arriba, en especial la biblioteca del Escorial, se incluye un epítome de todos los viajes anteriores de propios y extraños; por manera que en este solo volumen se hallan unidos todos los célebres executados en el mar del Sur.

La séptima obra fué el Derrotero del Océano. Como todas las anteriores se publicó de orden y á expensas del Rey, quando salió   —513→   el segundo tomo en carta-magna, del Atlas español. En la introducción de este Derrotero se estampó por la primera vez la verdadera extensión del área de nuestra Península, calculada con datos seguros y merecida escrupulosidad.

La octava obra fué el segundo tomo que comprendía el Último viaje de Magallanes, que completó su descripción. Ambos abundan de cartas y planos, de que cuidó Vargas como de que no faltase noticia alguna en estas obras, que obligasen á consultar otras.

Desocupado de estos encargos de la superioridad, presentó Vargas al Rey un plan razonado para escribir la Historia de la Marina, convidándose á llenarlo. Después lo adicionó con otro que incluía la colección de nuestros viajes marítimos y las vidas de los varones ilustres en la mar, y cómo podían dividirse estas tareas entre Vargas y su amigo Navarrete. Estos planes sufrieron maligna contradicción, y sobre todo se sepultaron con estudio en la Secretaría.

Fué ministro de Estado el conde de Aranda, apasionado amigo y protector de Vargas, y habiendo dado éste espontáneamente los primeros pasos para unir los correos marítimos á la marina real, proyecto en vano suspirado hasta entonces, el bailío D. Antonio Valdés subió al despacho el plan para la Historia de la Marina, y baxó aprobado con elogio, y se dieron las órdenes al intento, si bien muy luego, caído el conde de Aranda, tuvo Vargas la de ir á Cartagena á embarcarse, y quedó interrumpida, y no por la última vez, todavía no empezada, esta vasta y útil obra de que con tanta mengua carece la nación.

Durante el largo período corrido desde que se presentó el plan de arriba hasta que salió aprobado, con extraordinario afán y tesón se ocupó Vargas en formar un Diccionario marítimo de que todavía carece España. Definió y clasificó 14.000 voces á frases navales, que forman diecisiete tomitos, los quales, presentados sucesivamente al Ministerio á propuesta de su autor, fueron corriendo los tres arsenales del rey (cátedras de propiedad de este lenguaje), y con las adiciones y enmiendas de los subinspectores, se fueron devolviendo. No se han impreso, acaso con mal acuerdo, atendida la falta que hace semejante obra que las otras potencias marítimas poseen y manejan muchas en sus idiomas. A la verdad,   —514→   esta ha sido una de las muchas ocasiones en que lo mejor es enemigo de lo bueno. Vargas, con la mira de juntar en uno muchos diccionarios, porque todos son precisos, esto es, por dar el suyo con los vocablos equivalentes del latín, inglés y francés, no le ha dado á luz. De verificarse, con el auxilio de algunas láminas, se llenaría un vacío que, en daño de la juventud y descrédito del cuerpo de la armada, salta á los ojos de todo marino.

Por estos años dispuso imprimir el Consejo, á expensas de las penas de Cámara, el plan de educación que en 1786 mandó formar á una junta de quatro individuos. Vargas fué uno de ellos y el que exclusivamente lo formó, aprobándolo los otros. Este trabajo, aunque no sirvió para su principal objeto, que eran los seminarios de nobles que se habían de erigir en las provincias, ha tenido la fortuna de subir varias veces al despacho quando se ha tratado de casas de educación. De él se sacó lo más para el último reglamento del Seminario de Madrid; dió margen á que varias veces se haya pensado en Vargas para director; y de treinta años á esta parte han sido continuas las consultas que se le han hecho sobre educación nacional, de que dirá algo, aunque le sería mas satisfactorio se consultase la primera Secretaría de Estado, donde están sus contestaciones.

En 1789 fué recibido en la Sociedad Matritense, y el discurso que pronunció á su entrada sobre el origen y utilidad de semejantes establecimientos, que oyó el conde de Floridablanca, se decretó por aclamación que se imprimiera á costa del Cuerpo. En él se dió el primer impulso, que tan feliz resultado tuvo, para que las señoras, recién formadas en Sociedad, se encargaran de las inclusas.

Mientras Vargas creyó que debía asistir á las sesiones de esta corporación, se ocupó mucho en sus tareas, en especial las que tenían por blanco la instrucción de la juventud, y fué de todas las comisiones dirigidas al fomento de las escuelas y enseñanza. El conde de Campomanes creyó darla del método de escribir los elogios académicos en un opusculillo, no digno de su autor, que corre impreso en las Memorias de la Sociedad: Vargas quiso prescribirle reglas más seguras y de mejor gusto, y tomando ocasión de un mezquino elogio del infante D. Gabriel que presentó cierto   —515→   clérigo, leyó en junta pública una disertación acerca de este linaje de panegíricos. Disgustóse el clérigo y otros de su laya, y fué forzoso escribir la apología de lo hecho. No mucho después dexó de concurrir á las tales juntas, viendo lo inútil, quando no perjudicial de sus sesiones, alimento y germen de parcialidades y chismes.

En el mismo año de 1789 entró de académico de honor en la Academia de Bellas Artes, donde se le encomendó el discurso que debía recitar en la junta general para la distribución de premios de aquel trienio. Leyólo por Junio de 1790 á un numerosísimo concurso, y fué sobre el grabado, su origen y progresos en común y en España, y su utilidad, argumento no tratado todavía. Se imprimió en las actas y separado, todo á costa y por disposición de la Academia. En ella ha sido muy asistente, y uno de los jueces que nombró para el concurso á la cátedra de perspectiva que trataba de erigir. También á propuesta de Vargas, siendo celador, se vino al cabo de dar asiento á todos los discípulos de dibuxo, con lo que se logró su quietud, antes solicitada en vano. Y últimamente había propuesto otro sistema de luces, á la par económico que conveniente al orden de aquella numerosa concurrencia.

Por estos años compuso una tragedia titulada Los hijos-dalgo de Asturias, cuyo argumento es el supuesto feudo de las doncellas; ventilando su verdad histórica ó verosimilitud, le antecede una cumplida disertación. Como este drama tiene el fin moral de que un pueblo jamás debe desconfiar de vencer a sus invasores, abunda en máximas de verdadero patriotismo. Vargas, quarto le sea dable, se propone darlo á luz con antelación á otros opúsculos.

Por este tiempo, creada en Madrid cierta Junta para adjudicar un premio á la mejor memoria sobre el método que debía preferirse para enseñar las primeras letras, Junta que se compuso de varios magistrados y un individuo de cada Academia, Vargas fué elegido por la de la Historia, y revisó y censuró los excelentes escritos que concurrieron al premio, que por desgracia de la Nación y sus escuelas, no se llegó á adjudicar.

La Academia Española publicó por quarto programa una declamación contra los abusos introducidos en el castellano. Vargas   —516→   concurrió al premio y no lo obtuvo, ni se adjudicó á otro. Pero juzgando que su obra, con la cumplidísima disertación que la acompañaba y servía de comento, podía ser provechosa á la juventud, la imprimió, sin ocultar al público su fortuna y el origen de su trabajo. Esta es la primera obra suya impresa por su elección, aunque fué ya la duodécima de las que se habían dado á la estampa, y se ha creído tan útil, que á pesar de lo numeroso de la edición, no encuentran exemplares los muchos que los solicitan.

En 1793 salió de Madrid para la guerra con Francia. Embarcado con D. Antonio Escaño, corrió otra vez el Mediterráneo; estuvo en Génova; se alargó á Milán; hallóse en todo lo de Tolón, y desde Liorna, en cuyo puerto se agregó á la escuadra que traxo al Príncipe de Parma, y en tanto que venía, con la oportunidad de cierto dinero que había de llevarse al Papa, consiguió ir á Roma. Registróla con esmero, conducido por su íntimo amigo D. Joseph Nicolás de Azara, siempre con el lápiz ó la pluma en la mano, no acostándose sin copiar en su diario en mejor forma sus apuntes. Este método, observado por Vargas desde que salió á ver mundo, ha producido ya ocho tomitos de viajes terrestres, quizás no indignos (algo retocados) de la luz pública.

En 1795 le llevó á Sevilla el sumo quebranto de su salud, siempre muy achacosa en el mar. Entonces, detenido ocho meses en aquel insigne pueblo, emprendió su descripción y la visita de sus archivos, de cuyas resultas formó un grueso volumen de copias ó extractos. Su viaje artístico por Sevilla, á que incitó á D. Juan Agustín Cean, dió á éste los primeros materiales para su conocido Diccionario de los Artistas Españoles, obra ya de seis tomos, y á que Vargas ha contribuído desde todas partes.

Llamado otra vez al mar, de ayudante Secretario de la escuadra que mandó D. Joseph de Mazarredo, tuvo noticia de una sátira que, según su índole, escribió D. Juan Pablo Forner contra la Declamación de Vargas. Este la contestó como merecía, dirigiendo su escrito á su caro Jovellanos, para corresponder á la fineza con que éste le dedicó su viaje por Rioja. Pero firme en su propósito de no publicar cosa alguna contra autores vivos, jamás quiso acceder á imprimir su opusculillo.

Durante esta campaña compuso su comedia Cámara Baxa de   —517→   Abordo, que también permanece inédita. La piensa dar á luz, porque describe harto bien la vida marinera, tan desemejante de cualquiera otra, y por el fin moral que se propuso de zaherir á los ociosos y celebrar los oficiales adictos á llenar su deber.

No pudiendo resistir el mar, pasó Vargas, harto fatigado del pecho, á Murcia. En una mansión de nueve meses visitó casi todo este reino; vió el famoso pantano de Lorca, formó su plano, observó quanto estuvo á su alcance, registró con esmero los archivos públicos, acopió muchos documentos para la vida de Cascales, de D. Diego de Saabedra Faxardo y otros eruditos de aquel pays, para la del célebre escultor Sarcillo y otros artistas, cuyos apuntes remitió á Cean, como este mimo ha publicado, y de varios modos enriqueció Vargas su colección diplomática, que empezó á formar en Sevilla.

De vuelta en Cartagena, formó con anuencia de la ciudad y en sus Casas Consistoriales, una colección metódica de inscripciones y antigüedades romanas, acaso la única que haya en la Península, y explicando esta colección y dando cuenta de lo que contiene y de las muchas equivocaciones de los que han tratado de estos preciosos restos, tiene una larga Memoria destinada para la Academia de la Historia. Registró los archivos, y juntos los materiales necesarios, tiene escrita la descripción geográfico-histórica de esta célebre ciudad, la de su departamento y dársena y arsenales, que así que le sea dable piensa dar a la imprenta. En un viajecito al intento registró con cuidado el Mar Menor y sus islas; y con su plano y observaciones de todo género presentó años adelante al Almirantazgo un proyecto para utilizarlo en beneficio de la causa pública y fomento de la marinería. Debió tenerse muy en consideración, pero Godoy y los de su valía nada hicieron. Oxalá se haga para bien común.

Pero su tarea principal durante esta temporada fué el registro que, autorizado por el Ministerio, practicó en los archivos de Marina del departamento de Cartagena, con el fin de recolectar documentos de las antiguas galeras, que fuesen útiles á la historia proyectada de la Marina. Auxiliado de varios amanuenses, que se pusieron á su orden, sacó tantas copias ó extractos, que llegaron á 60 tomos en folio, el menor de 200 páginas.

Ocupado en estas varias tareas, y ya Ministro D. Gaspar de Jovellanos, le llamó á la corte en 9797 para reformar la Casa de pajes y darle nuevo sistema y plan de estudios; encargo á que debía seguir otro igual en el Seminario de Nobles, cuya dirección se había de confiar á Vargas, pues le estuvo destinada muchos años antes. En Aranjuez, pues, y á una con los preceptores del Príncipe de Asturias, hoy Fernando VII, llevó Vargas á efecto lo de la Casa de pajes, y se presentó su completo sistema de educación y enseñanzas. En seguida presentó una corta memoria haciendo ver los males que originaba este establecimiento y cómo se podían evitar. Presentó asimismo el plan para el Seminario, que era el ya impreso, con algunas variaciones. Cayó el Ministro que todo lo había aprobado con encomios y nada hubo lugar, no sin gravísimo daño público.

En el mismo año de 1797 fui, elegido por el Ministro de Gracia y Justicia D. Gaspar de Jovellanos, según real orden que se comunicó al Gobernador del Consejo, Conde de Ezpeleta, único censor de los tratados elementales para la educación de la Grandeza, que se propusieron dar á luz varios Ayos de Grandes que entonces entendían en su crianza, los más catedráticos que habían sido en San Fulgencio de Murcia.

Por entonces los primeros personajes que rodeaban á Fernando exigieron de Vargas dispusiese algunas lecciones que pudiese leer con fruto el Príncipe, pues se le mostraba aficionado. Con esta mira compuso la obrita que imprimió en 1808 baxo este título: La instrucción pública único y seguro medio de la prosperidad del Estado. Debían seguirle otros dos discursos, uno en que contrajese aquella doctrina general á España, y otro que prescribiese el sistema de educación, y en qué puntos de la Península y baxo qué reglas convenía verificarlo. Estos dos están en apuntes; pero son muchísimos en número, y no vulgares.

Quando Vargas volvió á presentarse en la Academia de la Historia, ya tan rico de manuscritos y diplomas extraídos de tantos archivos, leyó una disertación dando cuenta por mayor de sus viajes y tareas, deduciendo de todo que la historia nacional estaba por escribir. En este opúsculo se califica con rapidez el mérito y designios de cada quál de nuestros historiadores generales,   —519→   y se da una ligera idea, de lo que soterran nuestros depósitos de papeles. Entonces presentó Vargas lo que de ellos había sacado baxo varios respectos, y regaló para la Academia las medallas y monedas que había adquirido, entre las que había 125 de plata que por su buena conservación se llaman Flor de cuño.

Desocupado de los planes de educación para que fuera traído á Madrid, y juzgándose de asiento en esta capital, y provisto de lo que, necesitaba para las primeras épocas de su Historia de la Marina, la empezó en efecto. Ya en limpio la primera época de los fenicios, segunda vez se interrumpió esta labor por un manejo de los frecuentes entonces. Fué el caso que, aun desgraciado Jovellanos, continuó D. Francisco Saabedra, y con particular empeño, en la idea de que Vargas fuese director del Seminario de Nobles. Urquijo, en los apuros de la buscada enfermedad de este ministro, cuyas veces hacía, codiciando aquel destino para un su paniaguado, intrigó hasta el punto que Vargas fué arrancado de su bufete y de Madrid. Dióse color á esta tropelía encargándole el embarco de los regimientos que en faluchos se debían dirigir desde las costas de Valencia y Cataluña á recuperar la isla de Menorca. El día de Navidad de 1798 se le hizo salir: en Valencia le detuvo algo su Capitán General D. Antonio Cornel, procurando dar cuerpo á su quimérico encargo, y en tanto vió aquella ciudad y con todo escrúpulo sus establecimientos de enseñanza é ilustración. Pasó luego á Tarragona, y en fragatas, y no faluchos, empezó á dirigir cuerpos de infantería á Mallorca, hasta que en la mar cayó uno en poder de los enemigos, y cesó el ridículo proyecto.

Olvidado Vargas con estudio en aquel rincón, procuró sacar fruto de su ocio viajando con la pluma en la mano por las veinticuatro villas que pueblan el hermoso campo de Tarragona, viendo sus fábricas, admirando su agricultura, y remitiendo como siempre á Cean lo concerniente á las Bellas Artes. En Barcelona inspeccionó con esmero quanto tenía relación con lo literario, aumentando sus manuscritos y destinando sus investigaciones á la idea favorita del gran Diccionario geográfico de España, que á varias instancias suyas había vuelto ocupar á la Academia. Si bien en común iban á su diario todos estos apuntes, de algunos   —520→   formó durante su estancia en Cataluña los opúsculos siguientes: 1.º, un largo informe que se le pidió por la vía reservada de Marina acerca del puerto artificial que se estaba construyendo en Tarragona; 2.º, otro informe sobre el puerto natural con que brindaban aquellas costas, harto semejante al de Mahón, en el sitio llamado la Mora y entre Tamarit y Barcelona; 3.º, una disertación manifestando el insigne engaño del arzobispo francés Pedro de Marca, que siguieron varios eruditos, al publicar una inscripción romana muy notable, todavía existente en una roca de los montes de Badalona, que al intento visitó Vargas; 4.º y 5.º, las descripciones circunstanciadas que dirigió á su amigo Jovellanos de los famosos monasterios de Monserrate y Poblet, de su pasmoso contraste en disciplina y tenor de vida, sus antigüedades y bibliotecas, su situación y demás concerniente á dos casas tan célebres y antiguas.

En este tiempo publicó la Academia Española su séptimo programa para la eloquencia, que fué el Elogio de Ambrosio de Morales. Vargas, provisto de tantas noticias inéditas, lo trabaxó con esmero, acompañándole de muchísimas notas y apéndices. Una, entre otras, abraza el extracto y crítica de todos nuestros historiadores generales hacia aquel cordobés; nota que, amplificada sobremanera, la destina para formar por sí una obrita separada, que es harto necesaria, no habiendo de esta materia sino lo esparcido, á veces con irónica concisión, en D. Nicolás Antonio, y lo poco que juntó, sin gran mérito ni exactitud, el marqués de Mondexar y que publicó D. Gregorio Mayans. Del conjunto de lo que remitió Varas á la Academia no tiene más noticia; sí sólo que no se encuentra en su secretaría ni archivo. Pero la vida de Morales y el juicio de sus obras es una de las que tiene á punto para imprimir quando le sea dado; pues también es otro de sus proyectos, por no malograr los copiosos materiales hasta ahora inéditos que posee, dar cronológicamente las vidas de nuestros cronistas, con el análisis de lo que escribieron de historia nacional.

Deseosos los amigos que tenía Vargas en la secretaría de Marina de que saliese de Cataluña, donde no se ocupaba en asuntos propios de su carrera, y sabedores de que en Madrid no le quería el Valido, le propusieron, y aceptó, pasar á nuestras provincias   —521→   septentrionales con la comisión de registrar sus archivos y seguir el acopio de documentos para la historia naval. Sin instrucciones, como sin gratificación alguna para esta empresa, emprendió el 1.º de Mayo de 1800 su viajata. En ella acabó de inspeccionar la Cataluña, visitó el Aragón, y más detenidamente su capital, cuyos cuerpos literarios le abrieron sus puertas, y por su famoso canal se dirigió á Pamplona. Aquí se detuvo algún tanto; dió su primer a ojeada al célebre archivo de la Cámara de Comptos, y por Septiembre empezó en San Sebastián á inspeccionar los de las Provincias Vascongadas.

Allí, y de orden del Director general de la Armada, D. Francisco Gil, se le mandó informar sobre los Colegios de San Telmo, que se habían hecho mixtos de nobles y huérfanos, remitiéndole todas las ordenanzas presentadas, las quales desaprobó, fundando su dictamen en un largo papel en que desenvolvía sus ideas sobre educación pública.

Hasta 1803 se detuvo en Guipúzcoa; visitó ciento diecisiete archivos, incluso el general, y deseando conocer á fondo este pays baxo todos aspectos, no contiene pueblo, ni monte, ni río que no le debiese peculiar examen. Para su geografía, historia y economía política, juntó muchos miles de documentos; de suerte que esas partes unidas, como quiera que son raciocinadas, forman un apreciable índice por mayor de su colección diplomática, que hoy pasa de 284 volúmenes en folio, de los quales, pieza por pieza, tiene un índice muy circunstanciado en otros tantos volúmenes en 8.º

En San Sebastián tuvo noticia de una corredera continua de nueva invención, de que usaba un buque inglés: la hubo á las manos á costa de pasos, aunque furtivamente: la hizo imitar por un platero hábil, y con una disertación científica sobre su forma y utilidad, la remitió al ministro de Marina. Ni se le acusó el recibo, ni puede decir más de un asunto que creyó de no despreciable interés para la Armada y navegantes.

Vuelto á Madrid en virtud de una real orden que le destinaba de nuevo á escribir la Historia de la Marina, no baxo su plan, propuesto, y aprobado por el Rey, sino por otro estrambótico y ridículo que le plugo formar á D. Domingo Grandallana, se ocupó   —522→   Vargas en el cúmulo de atenciones siguientes. En un prolixo discurso dió cuenta á la Academia de todas sus tareas relativas al instituto, y de quán rico de materiales volvía. Por encargo del Ministerio de Estado trabajó los tres informes sobre educación de nuestra juventud y erección de Seminarios de que dexa hecha mención, y por uno de ellos se dispuso la nueva planta del Seminario de Vergara, el único en donde se da esmerada educación.

De resultas de otra conferencia supo la descabellada pretensión de Francia al construir un puente sobre el Vidasoa, y se encargó, y escribió en efecto una cumplidísima memoria que acompañó con un exactísimo plano de este río y de la frontera, y con varios apéndices de documentos inéditos, todo para probar que el Vidasoa nos pertenecía exclusivamente, y la larga serie de sucesos que lo comprobaban. Vió el Rey mismo esta memoria y, con una orden honorífica hasta no más, se devolvió para que se procurase imprimir entre las de la Academia de la historia. En otro tomo presentó asimismo la estadística de Guipúzcoa, como primer fruto de sus viajes en ella, y unas tablas de vitalidades y mortalidades de todos sus pueblos desde 1701 á 1800, á que antecedía un discurso muy sustancial sobre el verdadero estado é intereses de esta provincia. También se devolvió, sumamente elogiado este ensayo, para que procurase que saliera á luz.

Empachado el mismo Grandallana con el enconado pleito y eternas disputas acerca del puerto de Pasages, pidió un informe á Vargas, que acababa de visitarlo. Por no emprender la monstruosa historia de la Marina según le había prescripto D. Domingo, y por utilidad de la causa pública, se consagró Vargas con empeño á esta ímproba tarea, pues si los estudios no producen utilidad, son bien frívolos, si no perjudiciales. No un informe, un grueso in folio le fué forzoso componer, porque en menos no cabía un expediente que pasaba de seiscientos años de no discontinuarse, y del que una sola partícula eran los autos formados en 1771, que excedían de 13.000 fojas: expediente que arredró á todo un Campomanes siendo fiscal, y al ver que ocupaba un carro, lo devolvió al Consejo informándole que sólo se remediaba semejante exceso, quemando por auto judicial unos monumentos tan   —523→   nocivos de las pasiones de los litigantes. Vargas dividió en tres partes su infolio: 1.º Historia de tan caduco proceso, en la que se incluían hasta batallas campales entre los pueblos que pretendían el dominio de aquella preciosa alhaxa. 2.º El juicio de sus derechos, fundamentos y razones, y 3.º Medios de cortar de una vez y para siempre tan escandaloso negocio. Entregado este trabaxo, durmió en la mesa de D. Domingo Grandallana todo el tiempo que gobernó la Marina.

Tampoco había dado muchas públicas señales de vida la Academia de la Historia en los largos años en que fué su Director el Conde de Campomanes. Sucedióle el Duque de Almodóvar, y deseando regenerar este cuerpo, pidió á Vargas una noticia de lo que había sido desde su erección. Vargas leyó y extractó la multitud de sus tomos de actas y quanto encerraba en su Archivo y presentó una cabal Memoria del origen de este Cuerpo literario y causas que impulsaron e n 1738 á crearlo; y pasó una reseña á los 38 proyectos de obras en que se había ocupado sucesivamente, y el estado y mérito que tenían en la actualidad. De resulta de esta inspección formó Vargas las nuevas ordenanzas de la Academia, que aprobó el Rey, y se imprimieron. Y también formó y se imprimió asimismo un reglamento de tareas académicas, obra, una y otra, que rigen todavía sin alteración, y á que se deben las que ha empezado á publicar de nuevo la Academia con tanta aceptación pública. En ella leyó en 1804 una disertación acerca de cierta inscripción romana leyó atribuída á S. Valero tuvo culto público en Vergara por el espacio de muchos siglos; después fué delatada á la Inquisición, y sin forma de proceso mandada destruir; y Vargas, furtivamente, la desenterró y traxo consigo, y presentó á la Academia con su verdadera. explicación y varia fortuna. La Academia aprobó su trabaxo y decretó se imprimiese en uno de los tomos que debía publicar. En seguida, año 1804, eligió por su Director á Vargas, el qual, al tomar posesión de tan honroso puesto, leyó un discurso, obra de ocho días, convidando á la Academia, entre otras cosas, á que diese por quadros cada siglo de nuestra literatura; y por vía de muestra y, ensayo formó el de los siglos XIII y XVII, que presentan raro contraste de esperanza y desesperación. Por este tiempo imprimió la tragedia original Abdalacis y Egilona, que había compuesto anteriormente en Guipúzcoa.

También desempeñó otro informe muy delicado que le pidió el príncipe de la Paz acerca de la restauración de la ciudad de Fuenterrabía, y que Vargas extendió al reino de Navarra, probando sus ventajas, y aun de Aragón, con ciertas variaciones en la división geográfica y otras medidas que propuso, si bien conviniendo en la resistencia que hallaría el proyecto, en especial por la corte de Francia.

Ocupado en estas tareas y en dirigir con sumo entusiasmo todas las de la Academia, se le ocurrió á un alto personaje pedir audiencia á la reina María Luisa. Propuso en ella á S. M. se diese á Vargas la dirección del Seminario de Nobles, en que con la pública utilidad hermanaba el asegurar la educación de sus hijos, que siguiendo la corte por precisión de su destino, de los primeros de palacio, no podían formarse como era menester y el proponente tenía obligación de desear. La reina apoyó el pensamiento, hizo encarecidos elogios de Vargas, le calificó de muy apto para aquel delicado empleo, aseguró que así le constaba al rey, que también le estimaba mucho. Pues las resultas fueron que aquel personaje y otros muchos de su clase salieron desterrados de la corte antes de ocho días. La proscripción empezó por el mismo Vargas, pero no fué con la nota de destierro.

El príncipe de la Paz le comisionó á que pusiese por obra en Guipúzcoa y Navarra lo que propuso en su informe, dejando á su arbitrio que pretextase otras incumbencias, pues aquella importaba tanto disimular. Vargas propuso verificar en Guipúzcoa quanto acerca de Pasages había escrito por la vía de Marina, y que por la de Estado se le encargara la inspección del Archivo de la Cámara de Comptos.

Todo se le encomendó como propuso, y por Mayo de 1805 partió á ponerlo por obra. En Julio lo estaba cumplidamente lo esencial de las fronteras, vencidos todos los obstáculos y sin el menor contratiempo, y entonces se le confirió el empleo de capitán de fragata, á los veintitres años de servicio y á los quince de teniente de navío, ocupados en lo que lleva referido. Pero se le denegó que volviese á su dirección á Madrid, diciéndole se detuviese   —525→   donde le acomodara de aquellas provincias hasta nueva orden. Detúvose, pues, á su pesar hasta concluir la inspección del Archivo de la Cámara de Comptos, del que envió un índice que componía un abultado in folio para noticia de su Academia, y para la colección de Vargas formó otro de documentos importantes, copiados al pie de la letra. Envió también á la Academia una disertación crítica de nuestros genealogistas y su sistema para hacer útiles y verdaderos estos empalagosos escritos. También trabaxó entonces cinco disertaciones sobre nuestras corridas de toros, consideradas baxo todas sus fases, en lo civil, en lo moral, en lo económico-político, su origen, multiplicidad de especies, multitud de males y perjuicios que acarrean, etc., etc. Un epítome de estas disertaciones se leyó en la última junta pública de la Academia, que decretó imprimirla. Y Vargas desea ardientemente restituirse donde pueda dar á luz toda su obra, que considera muy útil y provechosa al común en la actualidad.

Preguntado por el Ministerio de Marina acerca de la Capitanía de puerto de San Sebastián, extendió su respuesta á todas las de la costa cantábrica, manifestando la sinrazón de no estar, según ordenanza, desvaneciendo los pretendidos fueros y reduciendo estos destinos á unidad, cuyas ventajas y verdaderas funciones, aun en lo científico, explayó. Adoptóse su pensamiento y todas estas Capitanías se reduxeron á sistema uniforme, destinando á ellas marinos de profesión.

También envió al ministro de Estado otro informe histórico-político, desvaneciendo de quintas objeciones opuso Guipúzcoa para destruir lo que Vargas había executado en aquella frontera, de cuyas resultas nada se innovó de la nueva planta.

Confinado mientras en un monte en el término de Fuenterrabía, emprendió su poema épico El peso duro, juguete de original argumento, que ya consta de quatro cantos, que por su moralidad piensa imprimir luego que le tenga en su poder. Reprendiendo las preocupaciones y vicios de los dueños que tuvo su brillante héroe desde que salió de una mina del Perú, es un curso de moral en que se ha procurado lo útil y lo dulce.

Otro opúsculo de este género, trabaxado allí, fué una sátira contra los defectos de nuestras españolas, imitando las de Juvenal   —526→   y Boileau. Este juguete, á instancias de amigos, imprimió Vargas de vuelta á Madrid, año 1808, baxo el título de Proclama de un solterón á las que aspiren á su mano, y ha tenido particular aceptación.

Hubo Almirantazgo por tercera vez en España, y Vargas fue llamado á la corte por Junio de 1806 á continuar su malhadada Historia de la Marina. Presentóse en la Academia, y como su vuelta fué por Aragón y se detuvo en Zaragoza para conocer á fondo este gran pueblo, leyó en la Academia, como otras veces, el resumen de quanto había notado digno de mención durante su ausencia, en punto de geografía, bibliotecas y archivos. Dispuso y presidió la junta general de su trienio de dirección, y cumpliendo con el estatuto que él mismo prescribió, presentó una memoria del estado en que había hallado á la Academia y en el que la dexaba, y quáles debían ser, según su dictamen, sus ocupaciones de ilustración en lo sucesivo.

En tanto se imprimió de orden superior la Vida del paladín y marino español, el primer Conde de Buelna Pero Niño, sacando de los archivos de los Grandes, sus descendientes, multitud de noticias inéditas.

En seguida se dió á luz la del Marqués de la Victoria, también formada sobre documentos originales, y con preferencia de sus obras originales.

La interesante de El Conde Pedro Navarro, el inventor de las minas, está á punto de poder imprimirse, haciendo colección con las de arriba, y consta de dos volúmenes; uno de varios y notables sucesos, hasta acabar en un patíbulo; otro de apéndice de documentos originales é inéditos, así acerca de sus acciones como de las empresas de su edad, que aún no están en su verdadera luz.

Del mismo modo, y hasta encuadernada, está la Vida de Don Ugo de Moncada, y también consta de dos volúmenes, uno de sus empresas hasta morir en un combate, año 1528, y el segundo de multitud de documentos históricos de sus mandos, virreynatos y embaxadas, que es instructivo ilustrar.

La Vida del general D. Mateo de Laya está casi concluida; y más ó menos adelantadas la del primer D. Miguel Oquendo, la del segundo D. Alvaro de Bazán, la de Sancho Ordóñez y de Sebastián   —527→   del Cano. El retrato de éste, el del primero y de dos de los Oquendos dexó grabados D. Fernando Selma; fueron sus últimas obras, y de lo mejor que ha salido de su inteligente buril.

Elegido Vargas Censor de la Academia, la presentó una disertación sobre nuestros antiguos cronicones, y baxo qué sistema debía imprimirlos, formando el primer cuerpo de nuestros historiadores. Aprobado su proyecto y ya puesto por obra, hubo lugar la invasión francesa en Madrid, y Vargas prisionero de guerra, casó de ir á la Academia, cegándose á todo trato con el enemigo ni sus sequaces.

En esta triste situación, sentidísimo Mazarredo de su negativa á imitar su depravada conducta, se obstinó con particular tesón en despojarle de sus colecciones de manuscritos, como lo había verificado con la copiosa de D. Martín Navarrete, so color de pertenecer al Estado. Vargas defendió su propiedad, y aunque en vano, le presentó una larguísima memoria, que halló D. Felipe Bausá en la Secretaría de Marina, destinada á probar con los exemplos de todos nuestros literatos, que semejantes colecciones fueron durante sus vidas de los que las formaban, aun quando se colectaran de orden y á expensas del Gobierno. Lo qual no sucedió en las de Vargas, quien de camino desentrañó el origen privado de todas ellas, y baxo el pretexto de lo que se exponía si saliesen de su poder, pasa una reseña á cada uno de los llamados fueros de los bascongados, cuya falsedad y reputación es una pequeña parte de lo que contiene. Aunque no se satisfizo Mazarredo y volvió á instar mandando, no logró sacar de Vargas ni de todos sus manuscritos más que esta Memoria.

Encerrado éste en su quarto alternó sus tareas para poderlas continuar sin fastidio, y á las propias de marina alió otras puramente literarias. Formó en dos gruesos volúmenes un cronicón documentado de los sucesos navales, que le sirviesen de guía á su tiempo para continuar la historia, y si él no, el que tuviera este encargo. Llegan hasta el siglo XVI. Otro cronicón de todos los literatos que habían nacido ó muerto en Madrid, con la mira de corregir ó adicionar á D. Nicolás Antonio, sacado de los libros originales de las parroquias. En la última, y año 1720 estaba, quando le fué forzoso abandonar esta obra y todo lo suyo precipitadamente,   —528→   por no caer otra vez en poder de franceses. La vida de Pedro Mártir de Anglería, que tiene hasta en limpio, lo mismo la de Lucio Marineo Sículo, ambas para hacer juego con la que estaba trabaxando D. Ramón Cabrera, de Antonio de Nebrixa; porque estos tres autores son los padres de nuestra literatura moderna, y los que formaron á fines del sido XV la pasmosa juventud que hizo tan ilustre el siguiente siglo. La vida de don Lorenzo Galíndez Carvajal, la del primer Gregorio López, y otros seis ó siete de nuestros célebres jurisconsultos, á que dió margen haber podido adquirir algunos manuscritos de D. Rafael Floranes, que habían saqueado los franceses de la librería del duque del Infantado. La del primer marqués de Moya, D. Andrés Cabrera, y aparte la de su mujer Doña Beatriz de Bobadilla, ambas también ya en limpio, y que emprendió por su particular mérito y ser padres de un general de marina apóstata de los Dominicos, fray Pedro de Bobadilla, que murió en un naufragio mandando cierta escuadra en 1521. La del insigne purpurado D. Bernardino de Carvajal, que tenía muy adelantada, al paso que otras varias de sujetos notables en todas carreras, de quienes poseía, seguras e inéditas noticias, como de D. Juan de Idiaquez, Diego de Vera, Gonzalo Ayora, Cristóbal Zamudio y muchos que omite, siendo su fin llenar, en quinto alcanzase, este gran vacío de nuestra literatura; y también que una tarea fuese alivio de otra tarea. La vida del Cardenal D. Bernardino tuvo principio en una nota que fué del caso poner en la villa de su sobrino el famoso Diego García de Paredes. Esta hace tiempo está concluída y escrita con el apoyo de multitud de documentos no conocidos hasta hoy. Pero hallando acaso más del ilustre tío, que fué hombre tan señalado y de no menos varia fortuna, en vez de una nota accesoria emprendió Vargas su villa particular. De ella resultó ser precisa la de su tío, el célebre Cardenal de Santo Angel, tan ínclito varón en el siglo XV, y para ella ya tenía acopiado no poco; así, de una sola familia se ilustrarían quatro hombres grandes, ahora muy poco conocidos. ¡Qué multitud no yacen en el mismo abandono de todas las demás!

El designio favorito de educar la juventud llevó á Vargas á escribir en esta época otro opúsculo, y el que más estima de este   —529→   género, acerca de la suma de conocimientos que se pueden y deben dar á todas las clases del Estado cuya carrera no sea precisamente la de los estudios y letras.

También entonces dispuso una memoria fundando en ella la utilidad de que las Cortes fuesen ahora, como era antiguamente nuestra casa real, ambulantes, de modo que cada vez se celebrasen en pueblo distinto, y esto por multitud de poderosas razones que esplaya, de conveniencia pública.

En el corto intervalo que estuvo en Madrid. empezó Vargas á dar á luz su Diario militar para mover á nuestros soldados á la imitación de las virtudes de sus mayores. El éxito correspondió á la buena intención en los treinta y dos números que hasta el día de la fuga de Vargas se pudieron publicar. Tiene otros ochenta y cuatro concluídos, y desea proporcion para completar el año, como se propuso en este periódico, en la razón de notoria utilidad y a caso remedio á muchos males.

Así que Vargas se vió libre de la palabra de honor que había empeñado en Madrid quando lo hicieron prisionero de guerra, se presentó en Cádiz. La Regencia, bien cerciorada de su conducta, declaró de oficio que continuaba en sus comisiones y goces. (Después renovaron y sancionaron esta declaración los dos Consejos de guerra erigidos en el Puerto de Santa María y Madrid para juzgar á los oficiales que baxo cualquier motivo hubieran estado entre franceses). Y por la última Regencia se le mandó, á una con otros sujetos, formar un plan de instrucción general para todo el reyno, cuyo encargo cumplió, y lo estima el más útil de quantos ha tenido. Entregóse al Ministerio llamado del Interior.

Parecería una reticencia estudiada y que se podría interpretar, omitir las ocupaciones de Vargas mientras fué Diputado por Madrid en las Cortes ordinarias. Su principal conato (porque cree que es lo primero á que se debe atender), fué la educación é ilustración de esta Monarquía. Así lo expuso en el primer discurso, que anda impreso. Esto le llevó á la Comisión de instrucción pública, en la que, con leves correcciones, se adoptó el plan citado, que también se imprimió. Por lo mismo propuso un plan de archivo general, que también se dió á luz, y otro de las reformas que, según su entender, se debían practicar en la Armada. Y   —530→   finalmente otro sobre la Carta geográfica de España y su división civil, en que entendía cuando se le envió á Sevilla.

Mientras en esta temporada permaneció en Madrid, fué segunda vez elegido Director de la Real Academia de la Historia, y al tomar posesión pronunció un discurso sobre el estado de la Academia y cómo podría mejorarse. Y otro al entrar por entonces en la Española, instando á que este sabio Cuerpo adoptase su Diccionario náutico por la suma falta que semejante obra hace á la nación.

Ya en Sevilla logró Vargas por el Ministerio de Indias real orden para inspeccionar este archivo general, y atento siempre á la Historia de la Marina y varones ilustres de ella (aunque por el Sr. D. Luis de Salazar, con increíble equivocación, se le manifestó que se le quitaba este encargo), ha copiado á la letra quanto hay relativo á Colón, Magallanes, Elcano, Loaysa, Ojeda y otros navegantes al Pacífico. Consta este acopio ya de quatro volúmenes en folio, que contienen 295 piezas y 2.079 páginas. Tenía empezada la vida de Colón, que ha suspendido porque no puede escribirse con la debida exactitud sin registrar antes el archivo de Veraguas, cuyo actual duque le ha facilitado su índice, y desea, como Vargas, que éste se pueda consagrar á cosa tan digna de un marino español.

En Sevilla ha sido Vargas consultado varias veces por el primer secretario de Estado en puntos pertenecientes á la educación y sobre caminos y canales, lo que ha dado margen á extender cumplidos informes, que alguno se puede graduar de disertación.

Consultado de Madrid, escribió acerca de la educación de un grande que ya había malogrado sus primeros años. Y otro opusculillo mostrando por menor quánto perdía una finca siendo vinculada y quánto pudiera producir libre.

Por encargo de la Academia de la Historia tiene escrito el elogio del célebre marino D. Antonio Escaño. Y para ella la descripción geográfica de la villa de Huelva y las vidas de tres hijos suyos que han sido autores, á saber: el Dr. D. Antonio del Barco, D, Joseph Trigueros y D. Joseph Mora.

Con objeto de presentarlo á la Academia Española, el juicio y análisis de la Araucana, con la vida muy completa de D. Alonso de Ercilla, para la que posee muy raros documentos.

  —531→  

El Capitán general del Departamento de Cádiz pidió dictamen a Vargas sobre las reformas de que creyera capaz la Real Armada, y lo dió con lisura, no disimulando nada de lo que juzgó en la actualidad útil y hacedero.

La Sociedad hispalense propuso un programa acerca del estado de las escuelas de primeras letras y sus mejoras. Vargas escribió una cumplidísima disertación mirando este interesante objeto por todas sus fases. Obtuvo el premio, y se trata de la edición de este escrito por la Sociedad. En cuyo Cuerpo, al tomar posesión de la silla, que fué parte del premio, leyó un discurso en que hizo ver lo que había sido Sevilla, lo que es, y cómo puede regenerarse.

Viendo Vargas había trabajado el plan de educación para la nobleza criada en Seminarios, que á su costa imprimió el Consejo, y el plan de ilustración general para el reyno, que imprimieron las Cortes, y el método y arreglo para las escuelas de primeras letras, que imprime esta Sociedad, por completar sus tareas en este interesantísimo género, que ha más de treinta años que le ocupa y sobre que, por todos los Ministerios y en tan distintas ocasiones se le ha consultado, acaba de formar otro largo escrito acerca de la educación que conviene dar á las señoritas españolas. Lo destina á la prensa, y será lo primero que publique quanto lo permitan sus circunstancias.

A esta ya cansada serie de testimonios de laboriosidad se pudieran añadir muchos tomos de extractos de multitud de autores, así latinos como castellanos, lemosinos y portugueses é italianos, y en inglés y francés, ya inclusos en la colección citada, pero que no son meras copias. Vargas, llevado á leer con la pluma en la mano desde su puericia, conserva lo sustancial de lo mucho que ha leído desde 1772 y el juicio, según el suyo, de cada autor.

También pudiera citar sus correspondencias, seguidas desde luego con ánimo de que algun día fuesen útiles, y por eso se quedaba con minutas de lo suyo. Son por cierto muy dignas de no perecer las que por largos años ha tenido con D. Juan Bautista Muñoz, D. Joseph Nicolás de Azara, el obispo D. Antonio Tavira, el magistrado Bruna y otros literatos, sus últimos amigos D. Gaspar de Jovellanos, D. Joseph Espinosa, que por su fortuna   —532→   viven todavía. Pero ya es tiempo de cerrar tan prolixa enumeración.

Tales han sido en el largo periodo de quarenta y quatro años las pobres tareas de Vargas: 26 ya corren impresas, de las que 22 lo fueron por orden superior. El conjunto de todas sube á 140, volúmenes de toda mena; muchos de seguro para que superabunden de mérito, y por descontado, ninguna suficiente á vincularse la gratitud de la posteridad. Vale que tampoco puede decirse que hayan proporcionado á su autor premio que por qualquier respecto grave al Erario. Ninguno de los títulos que le honran es obra del Gobierno ó efecto de su influxo. Ni aun su constante laboriosidad fue poderosa á librarle de tener que acatar hoy como superiores y más graduados en su carrera, no solamente á todos sus coetáneos, sino que también á crecido número de más modernos. Por fortuna, el amor al estudio, única causa de tan desdeñosa postergación, multiplica los consuelos para llevarla, no sólo con serenidad, sino con alegría. Y si por primera vez un recurso presenta de agravios, es porque á ello executa su honor, y porque, si bien quebrantadísimo de salud, desea no estar ocioso en el Cuerpo en que escogió servir, mientras pueda hacerlo en destino literario poquísimo dotado y de honesta condecoración, no con ánimo de holgar, por emérito que se pueda decir; es, por cierto, para llenar su delicada institución y de paso dar la última mano á tanto como tiene quasi sazonado y que vea la luz lo concluido, por si de ello redunda algo en utilidad á la cara patria, siquiera con el exemplo. Con todo, nada quiere en que se quebrante la justicia ni que redunde en agravio de tercero, ciñéndose á repetir: Si quid novisti rectius istis, candidus imperti; si non, his utere meum.

Cádiz, Mayo... de 1813.

J. de V. y P.

(Minuta ológrafa.)



De tareas ulteriores dan noticia la carta que dirigió á D. Félix Amat y las notas del sobrino de éste, del mismo nombre, que siguen:

  —533→  

«Ilmo. mío: Todavía en Cádiz, y todavía en 1817 y 17 de Noviembre por más señas.- Yo aquel Vargas que quiere á V. S. I. como si lo hubiera parido, y venera á V. S. como si V. S. lo hubiera parido á él, parezco ante usted y digo: Hace un puñado de meses (que de vergüenza no quiero contarlos) que recibí y aprecié a lo sumo una de usted, la cual desde entonces tengo á la vista. ¿Y por qué, le oigo á usted decir, no la contestó al punto el bribón, ingrato, sabiendo que yo no soy tornadizo como otros de mi familia sino de mi casta? ¡Por vida!... Poco á poco, que hablando se entiende la gente. Así lo dice el refrán; pero yo creo que será, hablando un mismo idioma, porque no calo cómo se podrán entender hablando cada uno el suyo un catalán (con perdón de usted) y un persa10. Vamos, Pepito, que se consume mucho papel Y hay mucho que decir. Pidamos la gracia para continuar. Ave María.

Cuando recibí la apreciable de usted con la noticia del cumple sesenta años de su dignidad de gramático, estaba yo por instantes esperando se me cumpliesen cuatro deseos agradables á los dos, y dije para mí: al primero que cuaje contestaré. Ninguno cuajó hasta estos días, y hé aquí la causa de mi silencio, que aun así no queda muy disculpado. Protesto la enmienda para cuando usted me escriba: «Hace sesenta años que senté plaza de Abad». Ello es que hace año y medio que la ciudad de Cádiz fijó carteles como el que usted verá, pues pienso incluirlo si encuentro el que, arrancándolo de una esquina, me enviaron bajo una cubierta de letra desconocida. Rezaba (por si no parece) la oferta de un premio de diez mil reales y una medalla de oro de tres onzas al discurso que mejor engarzara los servicios de Cádiz desde 1808 á 1816. Caí en la tentación, y al término prefijo entregue el mío. Un año justo y cabal se lo han tenido en el buche, siendo así que extrajudicialmente sabía yo era el escogido entre siete, y por eso de día en día esperaba dar á usted la noticia de mi recien-nacido. En fin, hace ocho días vino el síndico personero á decirme esperase de ceremonia una diputación de la ciudad que vendría al   —534→   día siguiente á felicitarme. Sólo eché á usted de menos entre los amigos que me acompañaron á recibirla. Vino, en efecto, y me entregó el oficio, cuya copia acompaño con la contestación breval que de repente fué forzoso darle. Y ya que no pueda enviar á usted el discurso hasta que se imprima, para que usted libe algo del tazón, allá va la copia de un himno que he pujado y es uno de los apéndices. Ruego á usted sea más vivito en censurármelo de lo que yo he sido en contestar á la de usted11.

Falta para orillar este asunto encargarle á usted la conciencia para descargo de la mía, previniéndole que nada de esto lo sepa (¡cuidado!) el Doctor Félix. Nada quiero con tornadizos. Pues él se confesó ex illis, allá se las haya, y con sus jesuítas se lo coma. ¡Fó! Sal á fuera, renegado.

Diré para no tener á usted en el purgatorio de la curiosidad (infierno de las hembras), algo de las otras cosas que esperaba atajasen. Un Seminario de educación para 150 jóvenes en Sanlucar á cargo de la naciente sociedad patriótica, que me hizo su honorario. Prohijada la empresa y tratándose ya del plan, presenté el mío, y por un voto no quedó aprobado desde luego. Hace cuatro meses que se está enmendando (echando á perder en realidad), y el mismo demonio que ha tomado forma humana bajo el hediondo aspecto de un monje jerónimo, tuerto además, que so llama fray Juan de..., está intrigando por que cosa tan buena no haya lugar. Todavía no tengo perdida la esperanza. En otro tiempo dejaría al Doctor Sacristán por mi segundo. ¿Se hizo, jesuíta? ¡Fó! guarda el loco.

He conseguido haya una junta de Señoras que cuide de la Inclusa y niñas pobres, como sucede en Madrid con éxito tan cristiano filosófico. Dentro de breves días estará en ejercicio. y cuando lo esté (si los jesuítas no lo embroman), una escuela para pobres según el método de Lancaster.

Estas son, amigo del alma, mis ocupaciones; pues casi ciego,   —535→   ya es preciso litteris vacare. ¡Me quiero vengar á lo jansenista de los agravios recibidos. ¡Memorias á mis compañeros en sufrirlos, recíbalas usted de Bernoya, y crea y jure le ama sin mojones, etc.- El Dominguero.



Nota del Sr. Torres Aman:

«Con motivo de haberme encargado la corrección tipográfica de su graciosa sátira Proclama de un solterón á las que aspiran á su mano, le notaba algunas voces y expresiones que por anticuadas, oscuras ó formadas de nuevo me parecían lunares que manchaban el fluido y hermoso lenguaje del que á los veintiun años de edad mereció por su elocuente Elogio de D. Alfonso el Sabio ser premiado por la Real Academia Española. En su Declamación sobre los abusos introducidos en la lengua castellana, presentada y no premiada por la Real Academia Española, que con este título imprimió después, añadiéndole una erudita y difusa Disertación, dió una prueba de que había estudiado mucho nuestro hermoso idioma, y que por haber querido dominarle, escribía menos bien al fin de su vida, que siendo joven.

»El erudito Forner le criticó con mucha acrimonia el estilo de la tragedia La Egilona; pero se excedió en la sátira que intituló La corneja sin plumas, acusando á Vargas de plagiario por haberse valido en la mencionada Disertación de más de 400 páginas, de varios pasajes de otros escritores que, reunidos, no formarían sino unas 30 escasas. Dejó el Sr. Vargas muchos manuscritos, los más sin acabar y solamente en apuntes. Entre ellos, la continuación del poema titulado el Peso duro, que imprimió y se tradujo después al francés como la Proclama del solterón, etc. Las Vidas de algunos marinos, á punto ya de imprimir, se las llevó su hermano y heredero.»



Para concluir, de los trabajos parlamentarios y opiniones políticas ofrece idea la picante carta que le enderezó D. Carlos González de Posada, Canónigo de Tarragona y Teniente Vicario general de la Armada, como sigue:

«Nos el Ciudadano en toda la plenitud de sus derechos imprescriptibles, por la gracia de Dios y del sacrosanto código de la Constitución, muerta y sepultada, y resucitada; y subida á los cielos; que tengo la fortuna de ser fanático, hipócrita, egoísta,   —536→   dentista, pancista, tomista, jansenista, sacrista, sopista, ominoso, escandaloso, supersticioso, sedicioso, insidioso, perezoso, odioso, infructuoso; y en estos días al trote, monigote; pegote, cipote, Quij... etc., etc., etc.

»A vos D. José, de Vargas Ponce, del número de la Real Academia Española; honorario de la Real de San Fernando; ex-director de la Real de la Historia; Capitán de fragata cesante de la Real Armada; cronista jubilado de la seráfica orden de la Marina Real (que Dios perdone); diputado en Cortes por juro de heredad, perpetuamente y para siempre jamás; invulnerable y ducentísima parte de la soberanía; individuo nato de todas las Comisiones hechas y por hacer; asistente continuo á todas las sesiones públicas, y hasta en las secretas de Cortes; etc., etc., etc.

»Sepades: que lejos de olvidarme de vuestras gracias, es decir, de vuestra alma (y media más de Mazarreto) todos los días me acuerdo de vos en los mementos de la Misa, que es siempre por los que no la oyen; y además en el Domine non sum dignus, única verdad que digo en las veinte y cuatro horas de misa á misa, suelo añadir ut Poncius memor sit nostri.

»Declaradme por vida vuestra, qué quiere decir liberal, que yo no lo entiendo ni el Sr. Gobernador tampoco. Lárraga, si trata de virtudes, que no lo sé, pero lo supongo, por ser cosa de moral, dirá que la liberalidad es el medio entre los vicios avaricia prodigalidad; pero no es un medio tan fiel que no se incline más á la prodigalidad que á la avaricia. Si por la inversa cayese la balanza hacia ésta, no sería liberalidad. Por consiguiente, siendo los que quitan avaros, y liberales los que dan, no me entra en caletre que sean liberales los Diputados, que dan poco y quitan mucho. Quitar la censura previa, quitar la Inquisición, quitar los diezmos y primicias, quitar los Consejos, quitar las cátedras, quitar los fueros, quitar los privilegios, quitar las bulas, quitar los monjes, las monjas, los frailes, los soldados, las ordenanzas, las juntas patrióticas, quitar los regidoratos perpetuos, los escribanos de Ayuntamiento, quitar los señoríos, el voto de Santiago, las capellanías de sangre, los patronatos, quitar la provisión de vacantes eclesiásticas, la entrada de trigo extranjero, los estancos de tabaco y sal y pólvora y salitre, y esto, y más que no me   —537→   acuerdo, como quítame allá esas pajas. Se proyectó mucho quitar los quitadores de caminos, mas se sobreseyó, porque de toda carne come el lobo...


    Tres séptimos nos quitó,
Bounaparte en un momento,
Un Rey, un Papa, y el uno
De los divinos preceptos.



Si este epigrama no viene al caso, tráigolo yo, que puedo como padre suyo. Los días de correo desde que me levanto de la cama hasta que llega el de Madrid, estoy diciendo á mi capote: 'Veremos qué nos quitan hoy'. Vino Fr. Luciano de Alforja, lego capuchino, á quitarme un diente: y como yo rabio con estas quitanzas, le dije que no era liberal, pues quitaba, y me respondió: 'Si no soy liberal porque quito un diente, ¿cómo lo serán los que nos quitan la cabeza?'. En fin, nuestra nación parece un censo al quitar. Alquitara dirás, Sancho. No puedo comprender cómo se unen las dos ideas de quitador y liberal, averígüelo Vagas.

»Afuera chanzas. Vamos más serios, según lo piden mis muchos años (setenta y cinco y meses tres) y los saltos de mi corazón, y el objeto de esta carta, y el sujeto de este párrafo, querido Vargas, y por muchos motivos segundo Jovellanos mío, desde la instalación de las Cortes hasta ahora cuántos han estado arrectis auribus pendientes de las indicaciones, peticiones y de los votos de usted, todos, todos y hasta este viejo regañón cuyo carácter genial conoce usted, hemos dado gracias á Dios por haber hallado entre doscientos diputados de lo mejor de España, uno que fué original en la invención, facilísimo en la producción, justo, moderado, religioso en la decisión, y á no ser yo enemigo de comparaciones, diría que el mejor de lo mejor. Decía para conmigo admirado: ¡Cuándo dará este hombre una culada! El se mantiene recto. Este no es el Vargas diputado del año 14. No conservó su carácter como lo conservan los personajes de sus tragedias... haec mutatio dexterae Excelsi. Mas puede Dios en Pablos y Agustines. ¡Con qué temblor de mis entrañas leí la inaudita resolución de echar de España los frailes y reemplazarlos con los traidores afrancesados, castigando tan atrozmente á los que la   —538→   defendieron contra Napoleón y honrando altamente á los que se la entregaron; con el vergonzoso aditamento de que las Cortes bamboleaban y necesitaban de estos amigos para su apoyo! ¡Usted conoció el malicioso fin de la falsa filantropía, y disintió! Yo le busco á usted en los diarios y siempre le hallo constante en los buenos principios y aun conforme á mis deseos, que es cuanto se puede decir. ¿Cuanto se puede decir? No, todavía hay mas; toda su vida ha combatido usted la renta de diezmos, hasta vencer en descomunal batalla á Jovellanos en Madrid y al canónigo Posada en la tertulia de Sartine en Tarragona. Sin embargo, contamos á usted entre los sensatos que calcularon las insuperables dificultades y mortales consecuencias de plantificar la abolición, y que descubrieron la falacia del argumento, tan repetido entonces, hasta el fastidio y la náusea, á saber: que sólo el agricultor paga el diezmo, siendo así que lo pagamos cuantos comemos pan y bebemos vino. Pero lo que acabó de fortificar mi opinión de la admirable conducta de usted en las Cortes de este año memorable, fué el ver el nombre de usted con los de aquellos treinta y uno que no quisieron suscribir á la maldad de robar los monasterios. Puede ser que á pesar de la inviolabilidad sufra usted la nota de servilismo ó catolicismo; pero yo sé de cierto que tuvo usted más miramiento al bien del Estado. Paseando en el Born de Barcelona usted y su amigo Azara, supo éste por usted que D. Miguel Cayetano Soler (muerto apedreado por dilapidador de la Iglesia)12 había traído bulas para vender las fincas eclesiásticas, le contestó aquel sabio estadista, consumado político y experimentado ministro, diciendo: 'Mala política, errada máxima. Si matan la cabra no tendrán leche'. Pregunte usted á sus compañeros si Azara fué servil ó católico. A bien que á los más de ellos, con tal que en tres días de antruejo se harten de carne de cabra, no les espanta una cuaresma eterna en que no verán una gota de leche. ¿Hay más? ¡Ah! El porte de usted en estas Cortes presta materia para un buen panegiris, y no puede reducirse á una carta familiar. Convengo con usted en que ya es larga; mas   —539→   su autor estaba de represa y sufría tranquilo la falta de correspondencia epistolar que hacía sus delicias cuando Dios quería, hasta que la gratitud le obligó á romper los diques. Si la persecución instigase á aportillar los de la paciencia, aun en esto ha consolado usted con las comodidades de las cárceles á nuestra afligida y última existencia, ya que no pudo evitar los males que la aquejan. Por todo doy á usted las debidas gracias, y ruego á Dios lo guarde muchos años para consuelo de la Iglesia, de la humanidad y de este su antiguo y más constante arraigo, que de todo lo dicho no espera y menos exige contestación, sino á las postdatas siguientes, que me parecen muy interesantes:

» P. D. 1.ª Debe hacerse colección de las poesías del Sr. Jovellanos, y ellas andan dispersas en la obra de Pons, en la de Sempere Guarinos, en la vida del capitán Cadalso, en Meléndez, en Fr. Diego González, en el censor Cañuelo é inéditas en poder de usted, de Moratín, de Cean, etc. Yo tengo ánimo de publicar las que el autor me dirigió para suplemento del apéndice de Cean; y así, arrimando á él las que se vayan descubriendo y las descubiertas, quedará hecha la colección, luego se harán buenas ediciones para las aulas de poética y aun para las de elocuencia, en que estas obras deben ser preferidas á todas las castellanas. Pido licencia á usted para incorporar en mi suplemento la oda que nuestro amigo dirigió á usted cuando se embarcaba para la jornada de Tolón, de que conservo una buena copia.

«P. D. 2.ª Si es verdad que se nos va á tasar la Cóngrua, tanto para dignidades, tanto para canónigos, tanto para catedrales, tanto para metropolitanas, tanto para colegiatas, harán disparates no contando con las localidades. En Zamora está la libra de pan á seis maravedís ó dos cuartos, y aquí á ocho; en Oviedo, la de carne á cuatro cuartos, y aquí á siete reales, etc.; por consiguiente, será error una regla general para todos. Asimismo nuestras dignidades están sobrecargadas con pensiones, unas más que otras, y sería injusticia que todos cobrásemos igualmente, á no ser que esta renta tasada sea libre ó sin obligaciones más que la residencia.»





  —540→  
Obras que censuró D. José de Vargas Ponce por encargo de la Academia á petición del Consejo real.

——«Resolución de las dudas que ocurren entre los sabios de Europa sobre la pesadez de los cuerpos en varios climas, valor de la hora, figura y magnitud de la tierra, por el Marqués de Algorfa.

——«Historia cronológica del pueblo hebreo».- Traducción.

——«Disertación sobre el descubrimiento de la aguja náutica», por el P. Raimundo Pascual.

——«Historia de Filipinas», escrita por D. Valero Pottó, exjesuíta residente en Italia.

——«Tratado de la seguridad de los Estados por medio de las fortalezas».

——«Historia general de Quito», en tres tomos.

——«Descripción general de la América meridional», por D. José de la Rosa.

——«Retrato geográfico, histórico, apologético de las islas Filipinas, con su apéndice de las islas Palaos ó Carolinas y de las Marianas», por D. Antonio Tormos.

——-«Descripción historial de la provincia y archipiélago de Chiloe», por D. Pedro González de Agüeros.

——«Historia política de los establecimientos ultramarinos de las naciones europeas».

——«La historia fabulosa del distinguido Caballero D. Pelayo, Infanzón de la Vega», por D. Alonso Bernardo Rivero y Larrea.

——«Vida del Mariscal de Landon.- Traducción.

——«Catálogo de los mejores libros y ediciones para formar una biblioteca».

— —«Obras póstumas de Federico II, rey de Prusia».- Traducción.

——«Origen de las leyes, artes, ciencias y sus primeros progresos en los pueblos antiguos».- Traducción.

——«Historia de José Bálsamo, supuesto Conde Cagliostro».- Traducción.

——«Viajes marítimos ingleses».- Traducción.

——«Cartas marruecas», obra póstuma de D. José Cadalso.

  —541→  

——«Del origen, progresos y estado actual de la literatura», por el abate D. Juan Andrés.- Traducción

——«Libro de Cosmografía», anónimo.

——«Soberanía de Cantabria», por Villamil.

——«Historia general de América», por D. Ventura Pascual Ferrer.

——«Historia crítica de Espacia», por el abate Masden.

——«Historia de Indias , por Calvete de Estrella, ms. latino de la Academia.






D. Martín Fernández de Navarrete.

Con no ser de duración considerable el intervalo transcurrido entre la defunción de Vargas Ponce y la de su compañero y biógrafo, la mudanza de costumbres y la relativa tranquilidad que al término se disfrutaba, produjeron apuntamientos útiles á nuestra información. Existe la partida de difunto redactada extensamente; son menos concisas las actas de las Academias; hállanse en la prensa periódica noticias enlazadas con las oficiales. En conjunto enseñan haber ocurrido la muerte de D. Martín en la calle de Valverde, número 26, cuarto segundo, casa de la Academia Española -de la que era á la sazón decano y bibliotecario- el 8 de Octubre de 1814, á las cinco y cuarto de la tarde. El dia siguiente, 9, se verificó la conducción del cadáver desde la iglesia parroquial de San Ildefonso al Camposanto de la Puerta de Fuencarral, y asistieron al cortejo los individuos de las tres Academias con otras muchas personas notables relacionadas con el difunto13.

En la de la Historia se dió cuenta del suceso en Junta del 11, con muestras de profundo sentimiento acreditado por los acuerdos, que fueron: nombrar comisión para dar el pésame á la familia dolorida; asistir al funeral á que invitaba la misma; mandar decir misa solemne de novenario en la iglesia de Santa Cruz,   —542→   distribuyendo esquelas de convite, sin perjuicio de los sufragios de costumbre y escribir elogio, encomendándolo al Director interino D. Marcial Antonio López. El académico D. Valentía Carderera se ofreció á contribuir por su parte á los obsequios, pintando el retrato de Navarrete con vista del que poseía la familia, ofrecimiento generoso que aceptó el Cuerpo con mucho aprecio14.

En juntas posteriores se decidió que costeara la Academia la impresión de la obra póstuma de su Director, Disertación sobre la historia de la náutica, y la colocación en la galería del retrato que había concluído el Sr. Carderera.

Le representa la pintura con uniforme de Consejero y Gran Cruz de Isabel la Católica, expresando la inscripción del marco.

EL EXCMO. SR. D. MARTIN FERNANDEZ DE NAVARRETE, DIRECTOR DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DESDE 1825 HASTA SU MUERTE, ACAECIDA EN 1844.



No cumplió el Sr. López el encargo aceptado de escribir la oración académica, aunque hubiera facilitado su trabajo la necrología que en la Gaceta de Madrid del 12 de Octubre apareció, suscrita por D. Eustaquio Fernández de Navarrete, siendo de notar la declaración relativa al carácter que consignaba el nieto del muerto.

«Aunque dotado de un temperamento nervioso y de genio violento, tenía un alma sin hiel, llena de sensibilidad tan extremada, que nadie podía conocerle sin adorarle.»



A poco tiempo apareció en el Semanario pintoresco español más extenso artículo de D. Luis Villanueva15; después, encabezando el tomo VI de la Colección de documentos inéditos para la Historia de España, Noticia biográfica de D. Martín Fernández de Navarrete y catálogo de sus obras, datada el 15 de Marzo de 1845, con las firmas de D. Miguel Salvó y D. Pedro Sainz de Baranda, editores de la Colección fundada bajo el amparo del nombre que ensalzaban, razonando el propósito de no extenderse   —543→   por la espectación del elogio oficial, si así puede decirse, y ateniéndose, por lo que se advierte, al artículo incluído de atrás por Félix Torres Amat en el apéndice á la Vida del Arzobispo de Palmira16 y á las notas de D. Eustaquio Fernández de Navarrete.

Llegó en esto á la Academia otra memoria redactada en París por M. Duflot de Mofras17, y como el Sr. Morón insertara una nueva en la Galería de españoles célebres contemporáneos editada por Boix, casi á la vez que lo hacía en la Revista científica y literaria D. Manuel del Campo18, desistió sin duda el Sr. López de acabar la que tendría entre manos. El hecho es que al ordenar el Ministro D. Alejandro Olivan19 la tirada por cuenta del Estado de la Biblioteca marítima española, obra inédita de D. Martín, se prescindió de la biografía proyectada al reseñar la historia del manuscrito en discurso preliminar del primer tomo, y al tratar de otros escritos y de la vida del autor en el segundo20, trabajos que tengo entendido se deben á D. Jorge Pérez Lasso de la Vega, oficial mayor de la Secretaría de Marina, y que han servido para compilar los posteriores21, de los que ninguno, en verdad, satisface completamente á los merecimientos de Navarrete. Preciso será, á mi juicio, como relativamente á los de Vargas Ponce he dicho, si han de aquilatarse, si se han de analizar las condiciones que por temperamento, estado, edad ó influencia del medio ambiente que envolvió las cunas del andaluz y del riojano, los diferenciaba dentro de los rasgos generales de semejanza apuntados antes, tener á la vista las calificaciones que de lejos hicieron Humboldt, Prescott, Irving Zach, Mignet, Berthelot, así como los traductores de la Colección de viajes y descubrimientos que   —544→   hicieron por mar los españoles en inglés, italiano y francés, y recoger otros materiales dispersos22.

La partida de defunción de Navarrete es como sigue:

PARTIDA.

Como teniente Cura encargado del despacho parroquial de San Ildefonso de Madrid, en diez de Octubre de mil ochocientos cuarenta y cuatro, mandé dar sepultura de nicho en el cementerio, de la Puerta de Fuencarral, al cadáver del Excmo. Señor Don Martín Fernández de Navarrete, de setenta y nueve años de edad, natural de la villa de Ávalos en la Rioja, hijo de Don Antonio y Doña María Catalina Gimenez de Tejada y Argaiz, ambos difuntos, del Consejo de S. M. y Ministro jubilado del Supremo de la Guerra, viudo de Doña Manuela de la Paz y Gallero, que falleció, a las cinco y cuarto de la tarde del día ocho de los corrientes, en la calle de Valverde, número ventiseis, cuarto segundo, á consecuencia de un catarro crónico pulmonal, según certificación del facultativo Don Mateo Seoane. Hizo testamento en compañía de su esposa Doña Manuela de la Paz y Galtero, en diez y nueve de Diciembre de mil ochocientos veintiseis, ante el escribano de S. M. y del Colegio de esta Córte Don Pedro López y Blanco, en el cual nombraron por albaceas testamentarios a los Señores Don Ignacio Perez de Sarrio, D. Manuel Arbizu y Alava, y D. Francisco Antonio González, con la calidad de in solidum, á cuyo cargo dejaba los sufragios que se habían de celebrar por su alma. Instituyeron por sus únicos y universales herederos a sus cuatro hijos D. Antonio Gervasio, Doña María Micaela, Doña María. Concepción y Doña María Luisa Fernandez de Navarrete y Paz, anulando todas las disposiciones testamentarias anteriores. Fueron testigos de su óbito Andrés Rodríguez y Pedro Sierra, dependientes de esta iglesia.- Y lo firmé.- Pedro Regalado Ruiz. (Parroquia de San Ildefonso, libro 4.º de difuntos, fol. 335.)



  —545→  

ESQUELA DE INVITACIÓN AL FUNERAL.

La REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA ha dispuesto se celebre el día 3 de Noviembre á las diez de la mariana, en la iglesia parroquial de Santa Cruz de esta corte, una Misa de novenario en sufragio del alma de su Director (q. e. p. d.) el EXCMO. SR. D. MARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Caballero de la Orden de San Juan, Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, Comendador de la Legión de Honor de Francia, del extinguido Consejo de España ó Indias, Director del Depósito Hidrográfico, Vocal nato de la Junta del Almirantazgo, Vice-protector de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Bibliotecario y Decano de la Española, individuo del Instituto de Francia, del Histórico de Río Janeiro, de la Academia de San Lucas de Roma, de la de Ciencias de Turín, de la de Berlín, de las Sociedades de Anticuarios de Copenhague y Normandía, de la Filosófica Americana de Filadelfia, de las de Geografía de París y Londres, y de la Económica Matritense, y otras varias del Reino.

Interesada en que se honre por todos los medios posibles la memoria del dignísimo Presidente que acaba de perder, recibirá un favor particular en que usted se sirva favorecerla con su asistencia á este acto religioso.- El duelo se despide en la iglesia. Sr... - (Impreso).



Continuado el registro en el Archivo de la Visita eclesiástica, donde se guardan los libros de los antiguos cementerios, se han encontrado asientos en el llamado General del Norte23. El cadáver de D. José de Vargas Ponce fué depositado en el nicho número 17 del patio nuevo de la izquierda; el de D. Martín Fernández de Navarrete en el nicho número 152, sin mención de patio. Ni uno ni otro de los nichos fueron tomados á perpetuidad, por lo que se tiene casi por seguro en la oficina que los restos habrán ido á parar al osario, y no será posible su identificación.

  —546→  

La visita del cementerio corrobora las presunciones. Hállase cerrado, ruinoso, en la calle de Magallanes, frente á la Glorieta de Quevedo, y su Capilla sirve actualmente de parroquia con título de Nuestra Señora de los Dolores. El camposanto consta de tres patios designados al presente con los nombres de Capilla, Pozo y Hoyo grande. Cada cual tiene numeración particular, uno duplicada, y los nichos que corresponden á los asientos de la Visita eclesiástica han sido destinados posteriormente á otros difuntos24.

Por esto anticipé el parecer de que no se lograrán fácilmente los piadosos deseos de la Academia en punto al reposo definitivo de los que fueron Directores suyos, en el panteón de marinos ilustres. En lo que correspondo á la remembranza podrá, sí, justificadamente, solicitar la colocación en aquel lugar de lápida con ambos nombres, que honrándolos honre á la Armada española.







Madrid, 11 de Mayo de 1894.



 
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