Acto quinto.
El teatro representa una mazmorra. | |
Escena I. | |
PELAYO, LEANDRO. | |
LEANDRO. | En esta cárcel lóbrega, espantosa, |
Donde toda esperanza se nos niega, | |
Donde tiene la muerte en nuestro daño | |
Su mano inevitable ya suspensa, | |
No al fin el hado adverso que nos pierde | |
Enteramente su rigor desplega, | |
Y el alivio, aunque amargo, nos permite | |
De unir nuestro dolor y nuestras quejas. | |
Mas tú entre tanto silencioso escuchas, | |
Y sumergido en tu profunda pena, | |
Ni aún levantas los ojos a tu amigo. | |
¿Acaso el heroísmo, la firmeza | |
Que tantos males superaba un tiempo, | |
En el último trance ya flaquea? | |
PELAYO | ¡Tu amigo desmayar! ¡Ah! tú lo sabes |
Si de tan santa causa en la defensa | |
Esquivé alguna vez riesgo o fatiga. | |
¡Mas mientras dura la mortal pelea, | |
En ocio vil y vergonzoso verme | |
Esperando la muerte como espera | |
La maniatada víctima el cuchillo! | |
LEANDRO. | Cuando el forzoso término se acerca, |
¿Qué vale murmurar contra el camino | |
Que sin recurso a fenecer nos lleva? | |
No, empero, sin venganza al fin morimos, | |
Y ya nuestros amigos... | |
PELAYO. | ¡Ah! pudiera |
Llamarlos con mi vez, darles aliento, | |
¡Al eco ronco de las armas fieras | |
Exaltarme y lidiar! Y si el destino | |
Triunfaba de mi vida en la pelea, | |
Muriera; pero al menos combatiendo | |
Contra esos fieros árabes muriera. | |
Así el fin a mi vida igualaría, | |
Así el poder y dignidad suprema | |
A que ayer me vi alzar se autorizaban; | |
Mas yo preso aquí estoy, y ellos pelean; | |
Ellos mueren con honra, yo en oprobio. | |
LEANDRO. | Basta a tu gloria tu inmortal carrera; |
Y el mundo todo al contemplar tu suerte, | |
Llanto y admiración hará sobre ella. | |
Tú cual Pelayo morirás; mi alma, | |
De ardor sublime y de constancia llena, | |
Se elevará a tu ejemplo, y del destino | |
Sabrá a tu lado resistir la fuerza. | |
Digna de ti será mi última hora; | |
Y cuando en las edades venideras | |
Los hijos de la patria honren tu nombre, | |
También de mí se acordarán sus lenguas | |
«En vida, en muerte acompañó a Pelayo,» | |
Dirán: y mi alabanza será eterna. | |
PELAYO. | ¿Sabes si tienes patria todavía, |
Infeliz? ¿Si a este tiempo, ya deshecha | |
La flaca resistencia de los nuestros, | |
Coronan sus cabezas las almenas | |
En los muros del pueblo?... ¡Oh Dios del mundo. | |
Señor de la victoria y de la guerra, | |
¿Has resuelto otra vez abandonarnos? | |
¿Viven pintadas en tu mente excelsa | |
Las culpas de Vitiza y de Rodrigo, | |
Sin que ya nuestra fe borrarlas pueda? | |
¡Piedad, piedad! Tiempo es aún; perdona. | |
Cuando entregada esta región se vea | |
A la superstición abominable | |
Con que tu nombre el árabe blasfema, | |
¿Será mayor tu gloria?... ¡Ay! que algún día | |
Ha de llegar en que sereno vuelvas | |
Hacia España tus ojos, y mirando | |
Las plagas que tu enojo echó sobre ella, | |
De tan fiero rigor tú mismo llores, | |
Y entonces tarde a la clemencia sea. | |
LEANDRO. | ¿Oyes, Pelayo? La mazmorra se abre, |
(Ruido de puertas.) | |
Llegó el momento de morir. | |
PELAYO. | Que venga: |
Yo a Dios bendigo en él; venga, y acabe | |
La horrible incertidumbre, la impaciencia | |
Que ya no puedo tolerar. | |
Escena II. | |
HORMESINDA, ALVIDA. - DICHOS. | |
PELAYO. | ¿Qué buscas, |
Desventurada? ¿Acaso la fiereza | |
De ese bárbaro atroz aquí te envía | |
Para que a nuestro fin presente seas? | |
HORMESINDA. | No, Pelayo: tu riesgo y mi cariño |
Me hacen volar ansiosa a tu presencia. | |
Vengo a salvarte. | |
PELAYO. | ¡Oh Dios! Con que ¿vencido |
Es también nuestro esfuerzo en esta prueba? | |
HORMESINDA. | Tal vez ya lo será: desde la torre |
Vi con terrible estrépito las puertas | |
Abrirse del alcázar, y furiosos | |
Arrojarse los árabes por ellas. | |
Ya allí el tumulto bélico llegaba, | |
Cuando al ver a Munuza, al ver su diestra | |
Armada del alfanje irresistible | |
Que tantas veces vencedor le hiciera, | |
En aquel primer ímpetu arrollados | |
Los nuestros, de repente titubean; | |
Y aunque siempre luchando, al fin el campo | |
Les es fuerza ceder. La lid se aleja, | |
Y entre los espantosos alaridos | |
Que al batallar horrísono se mezclan, | |
De cuando en cuando el eco se distingue | |
En que Pelayo y Libertad resuenan. | |
Un momento después esos guerreros | |
A quienes nuestra guardia y la defensa | |
De aqueste alcázar encargada ha sido, | |
Casi todos ardiendo a la pelea | |
Se precipitan; los demás al ruego | |
Cediendo y a mis dádivas, nos dejan | |
La senda libre que hasta el mar conduce. | |
Armas allí tenéis; el tiempo vuela; | |
Venid, huyamos; que Hormesinda al menos... | |
¡Ah, perdona estas lágrimas postreras | |
Que un desdichado amor saca a mis ojos! | |
Que Hormesinda en salvarte feliz sea. | |
PELAYO. | ¿Qué pronuncias? ¿Huir? Leandro... |
(En ademán de marchar.) | |
HORMESINDA. | ¿Adónde, |
(Deteniéndole.) | |
Adónde vas, cruel? ¿No ves mi pena, | |
No contemplas tu riesgo? | |
PELAYO. | A la batalla, |
A la victoria voy: ya nos entrega | |
El Dios omnipotente ese tirano, | |
Pues al fin libres combatir nos deja. | |
(Dirigiéndose hacia el sitio del combate) | |
Amigos, alentaos; nuestro es el día, | |
Como fue suyo el de Jerez: mi diestra | |
Victoriosa os conduzca hacia este alcázar, | |
Ella os enseñe a derribar sus puertas, | |
A arder sus techos, derrocar sus muros, | |
A no dejar en él piedra con piedra. | |
(Vanse.) | |
Escena III. | |
HORMESINDA, ALVIDA. | |
HORMESINDA. | ¿Cómo de un frenesí tan desatado |
El ímpetu atajar?... Mas ¿quién me veda | |
Correr también de la batalla al campo, | |
Y entre esos fieros adversarios puesta, | |
Sus golpes recibir? Quizá uno y otro | |
Con sólo mi morir contentos sean. | |
ALVIDA. | ¿Así qué lograrás? Buscar tu daño |
Y aumentar su furor con tu presencia. | |
Ya ni a la sangre ni al amor te fíes: | |
Cuando retumba el eco de la guerra | |
Ellos exhalan sus endebles gritos, | |
Y escuchados no son. | |
HORMESINDA. | Naturaleza, |
Si éste no me conoce por hermana, | |
Y de esposa el cariño aquel me niega, | |
Aún de esposa y de hermana el dulce afecto | |
Para mayor tormento en mí conserva. | |
Ya en tan amarga situación yo debo | |
Al que más infeliz de ellos se vea | |
Acudir, defender... Sé que el destino | |
No me deja elección; sé que la senda, | |
De espinas erizada y de amargura, | |
Por donde al precipicio me despeña, | |
Me es fuerza andarla toda: tú entre tanto | |
Abandona a esta víctima dispuesta | |
Para el golpe fatal... | |
Escena IV. | |
MUNUZA, sin alfanje; ISMAEL, MOROS. - DICHOS. | |
MUNUZA. | Moros cobardes, |
No así me aconsejéis: tras de la mengua | |
De ser vencido, la venganza sola | |
Es el placer que el cielo me reserva. | |
¡Oh confusión! ¿Quién de las manos mías | |
Ha arrancado el alfanje? ¿En dónde quedan | |
Audalla y sus valientes? ¿Por ventura | |
Todos han muerto en la fatal pelea, | |
O todos ya, mirándome caído, | |
De seguir a Munuza se avergüenzan? | |
HORMESINDA. | Tu esposa no: por medio a los contrarios, |
Sin aterrarse de sus armas fieras, | |
Ella te salvará; su tierno pecho | |
Será el escudo en que los golpes hieran | |
Ellos se acordarán de tus piedades... | |
MUNUZA. | ¿Quién te trae ante mí? ¿Por qué renuevas |
En mi mente hostigada la memoria | |
De mi descuido y criminal flaqueza? | |
Ella es ahora mi mayor verdugo; | |
Por ti perdonó un tiempo mi clemencia | |
A esta ciudad rebelde que al instante | |
Debió ser igualada con la tierra. | |
Por ti dejé vivir sus moradores; | |
Por ti, en fin, sin arbitrio, sin defensa | |
En la horrenda traición que me asesina | |
Me miro fenecer. | |
HORMESINDA. | ¡Cómo te ciega |
Tu imprudente furor! No desconozcas | |
La postrera esperanza que te queda | |
Yo soy tu asilo. | |
MUNUZA. | ¿Tú? Cuando mi imperio, |
Cuando mis muertos árabes me vuelvas; | |
Cuando mi gloria... di por tantos bienes | |
Como tu desastrado amor me lleva, | |
Ya ¿qué te resta por hacer? | |
HORMESINDA. | Salvarte: |
Queda en esta mansión de tu grandeza; | |
Yo saldré, yo a las plantas de Pelayo | |
Me arrojaré, le rogaré, y es fuerza | |
Que respete tu vida, o que contigo | |
Perecer a Hormesinda se conceda. | |
MUNUZA. | ¡De Pelayo! ¿Qué dices? Al instante |
Arrástrale, Ismael, a mi presencia. | |
Quiero partirle el corazón yo mismo, | |
(Saca un puñal.) | |
Quiero lanzar al pueblo su cabeza; | |
Decirle: «Ahí le tenéis;» y complacerme | |
Cuando se cubran de terror al verla. | |
HORMESINDA. | No le busquéis. |
MUNUZA. | Corred. |
HORMESINDA. | Él está libre; |
No le busquéis. ¡Oh Dios! quizá se acerca | |
Ya vencedor aquí: cede a su suerte. | |
MUNUZA. | Mas ¿quién fue el temerario que las puertas |
Abrió de su prisión? | |
HORMESINDA. | No lo preguntes. |
MUNUZA. | ¡Ah infeliz! ¿fuiste tú? Muere, perversa, |
(La hiere.) | |
Y que mi mano en el abismo te hunda, | |
Donde tu aleve ingratitud me lleva. | |
HORMESINDA. | (Cayendo en los brazos de ALVIDA.)¡Ay de mí! |
MUNUZA. | Me vengué; corred conmigo |
A encontrarle, a acabar... | |
(Óyese ruido de los cristianos que llegan.) | |
ISMAEL. | Pelayo llega; |
Los cristianos le siguen vencedores: | |
¿Qué resolvéis, señor? La resistencia | |
Es aquí por demás. | |
Escena V. | |
PELAYO, LEANDRO, ALFONSO y demás NOBLES. | |
PELAYO. | Volad, amigos; |
A Hormesinda salvad; Munuza muera. | |
MUNUZA. | Munuza muere, sí; mas por su mano; |
(Se hiere, y señala donde está HORMESINDA.) | |
Mas después de vengarse: mira. | |
(Cae: PELAYO y los cristianos acuden a HORMESINDA, dejando a MUNUZA y a los moros detrás de sí.) | |
PELAYO. | Es ella, |
Y espirando... ¡Ah cruel!... | |
(Mirando a MUNUZA.) | |
Hermana mía | |
Hormesinda, ¿no me oyes? | |
HORMESINDA. | ¡Cuál penetra |
Esa voz amorosa en mis oídos! | |
¡Cómo el rigor de mi agonía templa!... | |
Mi amor no halló perdón... Vino el castigo, | |
¡Y por cuál mano!... Adiós: venciste... reina... | |
Pero tal vez en tus gloriosos días | |
Algún recuerdo esta infeliz te deba.. | |
Esta infeliz... que por ti muere... | |
(Espira.) | |
PELAYO. | ¡Oh cielo! |
¿Está ya tu justicia satisfecha? | |
Españoles, la sangre de Pelayo | |
Bañando está la cuna que sustenta | |
Vuestro imperio naciente y otro duelo | |
Que vano luto y lágrimas espera. | |
Muerto el tirano veis: ya no hay reposo; | |
Siglos y siglos duren las contiendas; | |
Y si un pueblo insolente allá algún día | |
Al carro de su triunfo atar intenta | |
La nación que hoy libramos, nuestros nietos | |
Su independencia así fuertes defiendan, | |
Y la alta gloria y libertad de España | |
Con vuestro heroico ejemplo eternas sean. |