Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

11

Hablo aquí según la opinión vulgar que atribuye al general americano el mérito de no haber subyugado su país después de libertarle de la dominación inglesa. Pero, aun cuando yo conceda sin dificultad alguna a aquel gran personaje todas las virtudes necesarias para este noble heroísmo, estoy muy lejos de creer que las circunstancias de su país le hubiesen puesto nunca en la ocasión de manifestarlo. En una palabra, juzgo que hay otros medios de aplaudirle ,mejores que la comparación que tantas veces se ha hecho de él con Cromwel, con Napoleón, etc., etc.; la cual falla, en mi concepto, por falta de paridad.

 

12

Para este caso, y para el del año anterior cuando la mudanza del primer ministerio, hubiera sido infinitamente mejor que el rey escogiera sus ministros de la mayoría de los diputados. Esto a lo menos era más consecuente al juego y mecanismo de los gobiernos representativos. Pero desgraciadamente la ley constitucional no lo permitía, y este obstáculo produjo siempre gravísimos inconvenientes en nuestra marcha política.

 

13

Sin duda habían caído mucho las Cortes de su opinión primera, cuando los autores de las Semblanzas se atrevieron a publicar su maliciosa galería, y una turba de gente perdida, acaudillada por dos o tres bandoleros, se atrevió a insultar y amenazar en al calle al conde de Toreno y a Martínez de la Rosa. Ni uno ni otro escándalo se hubiera verificado seis meses antes, ni tampoco después, a proceder el Congreso en segunda legislatura con la entereza y tino que debía. Aun el insulto hecho a estos excelentes diputados era por su misma grosería menos extraño y menos sensible; al cabo era un tumulto de borrachos momentáneo y sin consecuencia. Lo que si debió parecer bien doloroso y extraordinario es que del seno mismo de las Cortes saliesen aquellos retratos en que se pintaban como a la vergüenza tantos y tan insignes diputados, se ponían de manifiesto sus secretos, sus flaquezas sus ridiculeces (¿quién hay que no tenga alguna?); en fin, las calumnias que la perversidad les levantaba; todo con un artificio alevoso y pérfido, tanto más criminal cuanto más injurioso. Si esto fue pagado por los fautores de la tiranía, fue por lo menos altamente acogido, saboreado, preconizado: arrancábanselo de las manos unos a otros; leíanse sus artículos en voz alta con risa y algazara, y allí aprendían a despreciar y escarnecer a los hombres que antes, aunque aborrecidos, estimaban. Ningún servicio podía recibir entonces ni más grande ni más oportuno, porque toda institución al principio debe principalmente su apoyo al crédito de los hombres que la fundan y la sostienen: si el concepto de éstos se disminuye y se pierde, ella no tarda mucho tiempo en venir también al suelo.

 

14

Entre éstos se distinguió aquel día muy particularmente el general Zayas, que contribuyó más que nadie a contener el desorden, haciendo ver lo indecente de su conducta así a los soldados como a oficiales. El mal recibimiento que, según se dijo entonces, le hizo el Rey al ir a despedirse, dio fuerza a la sospechas que al instante se concibieron contra la corte, y no dejó duda en que de ella venía el mal.

 

15

La revolución en los años 10, 11 y 12 había sido grande en las leyes, pero no había tocado a las personas. A nadie se perjudicó entonces ni en su seguridad, ni en sus sueldos, ni en sus honores. La revolución de intereses y de personas se hizo en el 10 de mayo de 1814,cuando se quitaron empleos, se desterraron y prendieron individuos. Esta escena funesta se repitió en 1823, y no cesará hasta que un partido, venciendo, se abstenga de proscribir.

 

16

Vigodet, Ciscar, Valdés: tres nombres que al mentarlos no hay español que no se llene de respeto, y que no confiese a boca llenas que si la honradez, el honor y la lealtad se perdiesen en la tierra se hallarían en los pechos de estos tres ilustres y venerables personales como en su más inviolable santuario.

 

17

No a todos los que se quedaron se les puede argüir de flaqueza o de mala voluntad. Buena parte de ellos no pudieron seguir al Gobierno por falta de medios, ya porque en la actualidad carecían de ellos, ya porque fueron saqueados y desbalijados en el río por el populacho de Sevilla, que se amotinó luego que las autoridades y la faena militar salieron de allí.

 

18

Nada había sucedido que interrumpiese la buena armonía que mediaba entre los dos gobiernos, y sobre todo entre las dos naciones; por consiguiente, el pretexto alegado por Acourt era un subterfugio frívolo, y después de repuesto el Rey, hasta ridículo.

 

19

No he querido insistir en la razón trivial y común, alegada por todos los desertores, ya militares, ya políticos, reducida a no quererse comprometer al sacrificar por un ministerio tan inicuo y por unas cortes tan malas. Esto es tan indigno como necio. Las Cortes ¿no acababan aquel año? El Ministerio ¿no se había mudado ya? Por otra parte, ¿quién las ha dicho que el compromiso era ni por los ministros ni por los diputados? Lo era por el honor, por la independencia, por la libertad de su país: cosas que nunca se han tenido por nombres vanos sino por hombres absolutamente faltos de moral pública

 

20

Las fuerzas navales de los españoles eran un navío, dos bergantines y treinta cañoneras; las terrestres apenas llegaban a diez mil hombres de diversas armas, y no todos de buena calidad, y con ellos era preciso cubrir toda la periferia de la isla gaditana, que necesitaba para estar regularmente defendida de otros dos tantos más. Los enemigos bloqueaban el puerto de Cádiz con catorce buques mayores de guerra, amagaban bombear y cañonear la plaza con más de ochenta barcos armados y un ejército de veinte mil hombres dispuestos a atacar las líneas de tierra y a tomarlas por asalto. A esto debe agregarse un repuesto inmenso de municiones de guerra y la abundancia de todo, mientras en Cádiz todo escaseaba, sin haber de dónde ni cómo reponerlo.