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Eran a la sazón gobernadores militares, de Pamplona Don Ramón Sánchez Salvador, de San Sebastián Don Alejandro Odonell, de Cartagena Don Vicente Sancho, de Alicante el coronel De Pablo.
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Quién los pone en la necesidad de cumplir compromisos anteriores tomados con la Rusia cuando la negociación para estorbar la guerra de oriente; quién en la aversión mortal jurada por el gabinete inglés a toda revolución política en favor de la libertad, y que parece es en él una máxima de estado desde la separación de sus colonias; quién, por último, en el anhelo que tanto tiempo ha tiene aquel gobierno de completar la independencia y emancipación de la América española. Esto último ha sido lo más ostensible, así por lo que se deja traslucir en la discusión parlamentaria, como por las pretensiones que se han visto entabladas inmediatamente después de la restauración del poder absoluto. Yo ignoro si el rey de España tendría particularmente ofrecida en este punto alguna cosa con anterioridad para tener favorables a los ministros ingleses. Pero después ha hecho muy bien en negarse a legitimar con su condescendencia la excisión de aquellos dominios, porque es una contradicción bien repugnante querer que el Rey consienta la rebelión de sus vasallos en América, y no consienta con los deseos constitucionales de sus vasallos de España.
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| (Racine, Andromaque, acte quatrième, scene cinquième.) | ||
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Pope, Dunciad, book 4.