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La Academia se fundó en 1713-1714: en el mismo año empezó a trabajarse el Diccionario, y a imprimirse en 1724, cuya fecha llevan la aprobación, la censura y la licencia de impresión. El tomo I es de 1726: el segundo, a que corresponde la palabra cacique, de 1729.

 

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Véase también el señor CANALS, para quien caciquismo y oligarquía no son causa, sino efecto: un producto natural, fatal, inevitable del medio. De aquí su indicación terapéutica: «regenerar el medio español» (t. II, págs. 68, 70, 72).

 

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Vid. Alfredo CALDERÓN, pág. 36: Admitamos que «el pueblo español es un pueblo niño, cándido, incapaz de regirse por sí, necesitado de un complemento de capacidad. ¿Se sigue de aquí necesariamente, como algunos han afirmado, el caciquismo y la oligarquía? No; de la minoridad se sigue sólo la tutela, acción protectora, afectuosa, solícita, sustitutiva en cuanto cabe de la paternidad, desinteresada en quien la ejerce, institución que tiene por finalidad el desarrollo, el provecho, el servicio del pupilo: todo lo que hay de más opuesto al despotismo y la usurpación... No nacen sólo (oligarquía y caciquismo) de la incapacidad de las masas: nacen de la coincidencia de la ineptitud de los más con la perversidad de unos pocos».

 

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Esta cuestión sobre la propiedad y verdad del término «caciques buenos» es ajena a la concepción del señor GIL y ROBLES acerca de la oligarquía como vicio a que se refiere al ser de un gobierno y no al actuar, que puede ser buena y patriótica aunque sea ilegal (tomo II, págs. 146-147).

 

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Conde de TORRE VÉLEZ, en su libro Nuevo régimen local, Madrid, 1902, pág. 49. Véase también el discurso cit. del señor SÁNCHEZ DE TOCA en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de Madrid, apud «Extractos de discusiones habidas en las sesiones ordinarias de dicha Corporación sobre temas de su instituto, t. I, parte primera, Madrid 1899, págs. 58-59, donde sostiene la tesis de que lejos de combatir su acción patriarcal, directiva o gobernadora (del patriciado o autoridades sociales), debe estimarse como uno de los más valiosos elementos de vigorosa constitución social», y que «el caciquismo es precisamente la antítesis del regimiento por autoridades sociales». Cf. el señor FRERA, pág. 423: «... y es (el caciquismo) fundamentalmente egoísta, porque si su finalidad fuese el bien común, no exclusivamente, como es, el bien de los caciques mismos, dejaría de ser caciquismo para convertirse en patriciado, patriarcado u otro género de institución tutelar y legítima».

 

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Fuera de la Información, léase el siguiente recorte de El Imparcial, de Madrid, 20 de junio de 1902: «...El caciquismo artificial que se constituye desde Madrid, entregando a los más audaces y a los menos escrupulosos todas las fuerzas del Estado, ha producido allí (en Castellón) una organización férrea, que ha dividido la provincia en conquistados y conquistadores.

Estos, al menos, tienen a su disposición las autoridades gubernativas, los resortes administrativos, la justicia, la fuerza pública, y con todo ello amenazan a quien osare hacerles frente. El Cosi ha venido a ser el arquetipo del caciquismo provincial y local. Quien estorba sus planes o no sirve sus intereses, si tiene un expediente, lo ve resuelto en su contra o no lo ve nunca despachado; si paga contribución, carga con la suya y con la ajena; si comete una leve falta, se encuentra desde luego empapelado, y, de no pedir misericordia y prometer completa sumisión, empapelado se queda hasta competir con las ciruelas pasas de aquellos riquísimos huertos, y por todas partes no halla sino dificultades y obstáculos para la vida.

Y esta especie de derecho de conquista se ejerce con toda franqueza, cual si fuese la cosa más natural del mundo y los conquistados no compusieran la mayor y más sana parte de aquellas comarcas y poblaciones...»

 

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A propósito de la Información abierta por el Ministerio de la Gobernación, entre Cámaras, Diputaciones y Ayuntamientos sobre el impuesto de consumos, del hecho de no haber contestado más que 260 Corporaciones Municipales de las 9.000 que existen en España, y de la deducción hecha por el ministro de que todos los que han guardado silencio rechazan la idea de suprimir el impuesto, bien porque se hallen a gusto con él o porque no encuentren medio más llevadero de sustituirlo, dice El Liberal (12 de agosto de 1902), indicando que probablemente los 260 Ayuntamientos informantes lo han hecho en contra:

«Entre los nueve mil de España no habrá muchos más de los 260 que en este asunto deban tener voto.

Totalmente descalificados están los siete mil y tantos Concejos rurales, que constituyen la mayor plaga de la nación, para hablar del impuesto de consumos, con el cual sórdidamente trafican. Ese arma del reparto es la predilecta del caciquismo de aldea; la que sirve para granjear votos al diputado cómplice, y la que preferentemente se esgrime en la habitual empresa de catequizar a los electores refractarios y de reventar a los fiscales importunos.

Con ella, alcaldes y secretarios, apoyados siempre por el gobernador, y muy frecuentemente por el juez, tienen el término municipal atraillado y metido en un puño. Al amigo, por rico que sea, se le exime de pago; al adversario o al díscolo, aunque apenas gane para un mendrugo de pan, se le hace pagar por todos.

¡Qué han de pedir jamás los Ayuntamientos rurales la supresión o la sustitución de los consumos! Lo que pedirán, si acaso, es que se refundan todas las otras contribuciones en esa indirecta...».

Esto mismo venía a decir, hacia 1690, ÁLVAREZ OSSORIO de los Ayuntamientos de su tiempo.

 

118

Ensayo histórico-crítico sobre la antigua legislación de los reynos de León y Castilla, primera edición (Madrid, 1808), pág. 66.

 

119

De la Constitución y del Gobierno de los reinos de León y de Castilla, por don Manuel COLMEIRO, t. II, Madrid, 1855, pág. 260.

 

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«Tenemos todas las apariencias y ninguna de las realidades de un pueblo constituido se ley y orden jurídico... Inducid, si podéis, la idea de que la misma justicia está instituida en España para otra cosa que para servir a los amigos y perseguir a los adversarios.» (F. SILVELA, declaraciones en El Liberal, de Madrid, 18 de septiembre 1898.)