La violación de
Lucrecia
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Primera parte
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De la sitiada Ardea,
apresuradamente, |
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impulsado por alas de un infame deseo, |
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abandona Tarquino su ejército romano |
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y lleva hacia Colatio, el mal fuego sin
lumbre, |
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que oculto entre cenizas, acecha ese momento |
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de lanzarse y ceñir con llamas la
cintura |
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de la casta Lucrecia, amor de Colatino. |
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Quizá aguzó el
deseo el nombre de la casta |
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su embotado filo despertó su lujuria, |
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cuando el buen Colatino, quizá
imprudentemente, |
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no dejó de alabar la mezcla rosa y
blanco |
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que fulgía triunfal en su felicidad, |
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donde luces mortales, igual a las del cielo |
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a él sólo se le daban en peculiar
encanto. |
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Pues la noche anterior,
hablando con Tarquino, |
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le había descubierto su tesoro de
dicha, |
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esa inmensa riqueza donada por el cielo, |
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al poseer por siempre a su bella consorte, |
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cotizando su dicha a tan alto valor, |
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que podían los reyes casarse con más
glorias, |
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pero ni rey ni par con dama parecida. |
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¡Oh, clamorosa dicha,
gozada por tan pocos |
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y que apenas se obtiene se esfuma y se
termina, |
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cual plateado rocío fundido en la
mañana |
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con los primeros rayos del resplandor del
sol! |
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¡Oh, plazo que ya expira antes de su
comienzo! |
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La honra y la belleza en los brazos del
dueño |
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son débiles defensas para el pérfido
mundo. |
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La belleza, por serlo, resalta
sin ayudas |
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a los ojos del hombre sin pregonar su fama: |
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¿para qué es necesario hacer su
apología, |
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de una cosa por rara, siempre tan singular? |
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¿por qué Colatino, el público
orador |
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del valor de su joya, que debió
proteger |
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de oídos de raptores por ser su bien
preciado? |
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Tal vez hacer alarde de la
bella Lucrecia, |
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sugestionó a este infame, primer hijo de
rey, |
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que por nuestros sentidos, se tienta al
corazón. |
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O tal vez fue la envidia de prenda tan
valiosa, |
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que sin igual retaba toda ponderación, |
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la que picó en su mente y un súbdito
gozara |
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de un lote tan dorado, que para sí
quisiera. |
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Mas sea lo que fuere, su osado
pensamiento, |
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le instigó con la prisa y sin mediar
razones |
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de honor o de linaje, de asuntos o amistad, |
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olvidándolo todo, se alejó
raudamente, |
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para apagar la brasa que en hígado
ardía. |
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¡Oh falso arder envuelto en helado
pesar, |
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primavera marchita que no envejece nunca! |
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Cuando llegó a Colatio,
este pérfido noble, |
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Fue muy bien recibido por la dama romana, |
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en cuya faz luchaban, virtudes y belleza |
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¿cuál de las dos tendría
mejor reputación? |
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Al loar la virtud la otra enrojecía |
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y si esta se jactaba del rubor, por despecho, |
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la virtud lo borraba con palidez de luna. |
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Mas sabe la belleza, que recibe
su albura |
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de palomas de Venus y acepta el bello reto; |
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la virtud le reclama su carmín a la
otra, |
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pues fue un préstamo dado a las edades de
oro, |
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para servir de escudo a rostros plateados, |
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enseñando su uso al rubor que defiende |
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de todas las vergüenzas, la dulce
palidez. |
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Este blasón tenía
el rostro de Lucrecia |
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el rojo de belleza y el blanco de virtud; |
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respectivos colores de su real poder, |
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probando su derecho desde el Génesis
mismo, |
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mas su ambición le instiga a proseguir la
lucha |
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y son tan soberanas estas dos combatientes |
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que intercambian sus tronos en cada nueva
lid. |
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Esta silente guerra de lirios y
de rosas, |
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Tarquino contemplaba en la faz de Lucrecia. |
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Entre las castas filas sus ojos se aposentan |
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y entre estas combatientes teme verse morir. |
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Ya vencido y cautivo el cobarde se entrega, |
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ante los dos ejércitos. Mas le dejan
partir |
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antes que ver su triunfo, sobre un falso
enemigo. |
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Ahora piensa que el verbo del
elocuente esposo, |
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el pródigo avariento, que tanto la
ensalzó, |
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a pesar de su esfuerzo, no explicó la
hermosura, |
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pues esta, excede en mucho la estéril
narración. |
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Así a las alabanzas de aquel fiel
Colatino, |
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hechizado Tarquino, responde con su mente, |
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sin dejar de mirar con asombrados ojos. |
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Esta santa terrestre por
Satán adorada, |
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sospecha poco o nada del falaz orador |
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que el noble pensamiento rara vez sueña el
mal. |
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Las aves no apresadas no temen a las sombras, |
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por eso confiada le da la bienvenida |
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y acoge con respeto al príncipe de
huésped, |
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cuya interior maldad, no refleja su aspecto. |
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Amparado se encubre en su
elevada estirpe |
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ocultando sus fines entre pliegues reales. |
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Nada en él revelaba su lujuria y
desorden, |
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si acaso la excesiva mirada de sus ojos |
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que abrazándola toda no le
satisfacía, |
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pues, pobre en su riqueza, carece de
abundancia |
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y hastiado de lo mucho aspira siempre a
más. |
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Y ella que no compite con
miradas extrañas, |
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no puede hallar malicia en la osada mirada, |
100 |
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ni leer sus secretos, aun siendo
transparentes, |
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escrito en el cristal de semejante libro |
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y al no usar tentaciones no temía el
anzuelo, |
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ni presentir siquiera en su falsa mirada, |
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ya que sólo veía unos ojos
mirándola. |
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El le cuenta al oído, la
fama de su esposo, |
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adquirida en los llanos de la fértil
Italia |
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y cubre de alabanzas la gloria de su nombre, |
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ilustrando el valor del alto caballero, |
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de sus melladas armas y coronas de triunfo. |
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Ella expresa su gozo, elevando sus manos |
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y agradece en silencio los triunfos del
marido. |
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Con fingidos pretextos que
ocultan sus motives |
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se excusa el vil Tarquino de su impronta
llegada. |
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Ninguna nube indica un tiempo de tormenta |
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en su divino cielo, ni ella presiente nada. |
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Pero al llegar la noche madre de los
terrores- |
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derrama sobre el mundo sus oscuras tinieblas |
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y esconde en su cubil el luminoso día. |
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Para entonces Tarquino,
reclamará un buen lecho, |
120 |
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simulando cansancio y fatigado
espíritu, |
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|
pues después de la cena, alarga sus
historias |
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a la casta Lucrecia, mientras la noche llega. |
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Lucha el sueño de plomo con las aladas
fuerzas. |
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Es hora del reposo, excepto los ladrones |
125 |
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y mentes turbulentas en permanente insomnio. |
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Igual que estos, Tarquino,
medita más que yace, |
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los peligros que encierra obtener su deseo. |
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Su voluntad resuelve conseguir su capricho, |
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débiles fundamentos le aconsejan ser
cauto. |
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|
Desesperado insiste para lograr el
éxito, |
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|
que el premio que le espera aunque la muerte
implique, |
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bien merece el intento, sin reparar en nada. |
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Los que mucho codician se
muestran tan ansiosos |
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por adquirir sus logros, que por lo que no
tienen, |
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disipan y derrochan sus propias pertenencias. |
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Y en espera del más, obtiene siempre el
menos, |
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|
o si en algo mejoran, el fruto de su esfuerzo |
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es tan escaso y pobre, tan lleno de
inquietudes, |
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que arruinan su riqueza, pagando el
interés. |
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|
La esperanza de todos es
mantener la vida |
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con honor y con dicha en la edad del descenso |
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y es preciso lograrlo, salvando los
obstáculos, |
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al exponer los bienes en falsas mutaciones. |
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Por el honor, la vida, en las crueles
batallas, |
145 |
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o el honor por el oro y más cuando este
entraña, |
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|
la muerte de los seres y todo lo perdemos. |
|
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|
Así, nos exponemos y
siempre abandonamos, |
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|
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aquello que tenemos por lo que ya esperamos |
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y hay en la odiosa fiebre de la vil
ambición, |
150 |
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un oculto tormento: El de la mezquindad |
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|
de lo que poseemos, de suerte que olvidarnos |
|
|
|
nuestro bien personal y faltos de
razón, |
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|
reducimos las cosas por querer agrandarlas. |
|
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|
Una suerte gemela,
padecerá Tarquino, |
155 |
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al pignorar su honor por su sed de lujuria, |
|
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|
para satisfacerse, necesaria es su ruina. |
|
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|
¿Dónde hallar la verdad si uno no
cree en sí mismo? |
|
|
|
¿Cómo espera encontrar justicia en
un extraño, |
|
|
|
cuando él mismo se pierde y sin
razón se entrega, |
160 |
|
|
a las lenguas infames y a los días
más tristes? |
|
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|
Ahora el tiempo ha robado la
vacilante noche, |
|
|
|
donde un sueño pesado hace entornar los
ojos. |
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|
|
Ninguna luz de estrella le presta claridad. |
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Sólo se escucha al lobo y el grito de los
buhos, |
165 |
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|
Ha llegado el momento de poder sorprender |
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|
al cordero inocente. Duerme la mente en paz |
|
|
|
mientras el ladrón vela sus armas de
matar. |
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|
|
|
Tarquino, lujurioso, abandona
su lecho, |
|
|
|
sobre su brazo lanza bruscamente su manto |
170 |
|
|
y se agita febril de deseo y temor. |
|
|
|
El deseo le halaga y el temor le recela, |
|
|
|
pero el honesto miedo, al conjuro del otro, |
|
|
|
no le instiga ni apremia para que se retire, |
|
|
|
batido en la violencia del más loco
deseo. |
175 |
|
|
|
Golpea con su espada un duro
pedernal, |
|
|
|
para hacer salir lumbre de la gélida
piedra. |
|
|
|
De esta manera enciende una antorcha de tea, |
|
|
|
cual estrella polar de sus lascivos ojos. |
|
|
|
Deliberadamente le dice a sí a la
llama: |
180 |
|
|
«Como he logrado el fuego en esta
fría piedra, |
|
|
|
forzare a que Lucrecia se rinda ante mi
fuerza.» |
|
|
|
|
Pálido de temores medita
en ese instante |
|
|
|
los peligros que encierra, su detestable
empresa |
|
|
|
y en su interior discute los males venideros, |
185 |
|
|
que pueden por desgracia acarrear sus actos. |
|
|
|
Mas arroja temores y sus ojos desprecian |
|
|
|
la indefensa armadura de su voraz lujuria |
|
|
|
y censura en justicia su injusto pensamiento. |
|
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|
|
¡Oh, mi brillante
antorcha, no le preste la luz |
190 |
|
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al rostro de Lucrecia, cuya luz te supera! |
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|
|
¡Y, morid pensamientos sacrílegos que
manchan |
|
|
|
con vuestras impurezas, aquello que es
divino! |
|
|
|
¡Ofreced puro incienso, en su sagrada
ermita |
|
|
|
y dejad que los hombres aborrezcan la
acción, |
195 |
|
|
que empaña la modesta túnica del
amor! |
|
|
|
|
¡Oh, vergüenza del
arma y de los caballeros! |
|
|
|
¡Oh, deshonor innoble del familiar
sepulcro! |
|
|
|
¡Impiedad que encarcela a sus horribles
daños! |
|
|
|
¡Un hombre tan marcial, esclavo de este
amor! |
200 |
|
|
El valor verdadero debiera ser respeto. |
|
|
|
Mas mi acto es tan vil, mi condición tan
baja, |
|
|
|
que quedará grabada para siempre en mi
rostro. |
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|
|
|
¡Moriré y el
escándalo ha de sobrevivirme, |
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|
|
hiriendo la mirada que vea mi armadura! |
205 |
|
|
Inventará el heraldo la barra
degradante, |
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|
que atestigüe el exceso de mi propio
delirio |
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|
|
y mis hijos y nietos, también
avergonzados, |
|
|
|
maldecirán mis huesos para salvar su
alma, |
|
|
|
al desear que el padre nunca hubiera
existido. |
210 |
|
|
|
¿Mas qué gano si
obtengo aquello que deseo? |
|
|
|
Soñar, un soplo, espuma de un mal furtivo
gozo. |
|
|
|
¿Por gozar un minuto, llorar una
semana? |
|
|
|
¿Vender la eternidad por lograr un
juguete? |
|
|
|
Por un dulce racimo ¿quién a ruina
una viña? |
215 |
|
|
¿Qué loco pordiosero, por tocar la
corona, |
|
|
|
se expondría a morir por el peso del
cetro? |
|
|
|
|
Si viera Colatino en
sueños mi intención |
|
|
|
¿no se despertará y en una rabia
loca, |
|
|
|
correrá a este lugar a prevenir mis
actos, |
220 |
|
|
este asedio constante de su buen matrimonio, |
|
|
|
este borrón de imberbe, percance de
cordura, |
|
|
|
virtud agonizante, superviviente mancha, |
|
|
|
cuyo crimen arrastra una deshonra eterna? |
|
|
|
|
¡Oh! ¿Qué
excusa podrá imaginar mi falta, |
225 |
|
|
cuando en justicia acuses de tan oscura
acción? |
|
|
|
¿Será muda mi lengua? ¿Mis
piernas temblaran? |
|
|
|
¿Se quedará al fin ciego mi falso
corazón? |
|
|
|
Cuando la culpa es grande, el temor es mayor |
|
|
|
y llevado a ese extremo ni lucha ni se
esconde, |
230 |
|
|
sino que de terror muere, como un cobarde. |
|
|
|
|
Si Colatino mata a mi padre o
mi hijo |
|
|
|
o tiende una emboscada para buscar mi muerte, |
|
|
|
si no fuera mi amigo, quizás este
deseo |
|
|
|
de ultrajar a su esposa, tendría alguna
excusa; |
235 |
|
|
quizás en la vergüenza o lavar las
ofensas. |
|
|
|
Pero como es pariente y mi preciado amigo |
|
|
|
la vergüenza y la falta no encontrarán
excusas. |
|
|
|
|
Que vergüenza si el hecho
llegara a conocerse, |
|
|
|
es vil, pero no existe, el odio si se ama. |
240 |
|
|
Imploraré su amor, sabiendo que es de
otro, |
|
|
|
mas lo peor sería que ella me
rechazara. |
|
|
|
Mi voluntad es fuerte, mas mi razón es
débil. |
|
|
|
Quien teme una sentencia o el refrán de un
anciano, |
|
|
|
se deja intimidar por un cuadro pintado. |
245 |
|
|
|
Irreprensiblemente, mantiene la
disputa, |
|
|
|
con la fría conciencia y al ardiente
pasión, |
|
|
|
hasta que al fin despide los buenos
pensamientos |
|
|
|
y estimula en su uso lo peor de su mente, |
|
|
|
la cual en un instante, confunde y aniquila, |
250 |
|
|
los impulsos honestos y van tan en vanguardia |
|
|
|
que hasta lo vil parece una acción
virtuosa. |
|
|
|
|
Y se dice a sí mismo:
«Ella fue afectuosa |
|
|
|
y ha mirado en mis ojos buscando las
noticias, |
|
|
|
de algún nuevo desastre de la
facción guerrera, |
255 |
|
|
en la que bravamente luchaba Colotino. |
|
|
|
¡Oh, cómo su terror la hizo
ruborizarse! |
|
|
|
Primero, como rosas, volcadas sobre lino |
|
|
|
y luego como el blanco del lino sin las
rosas. |
|
|
|
|
Y ¡cómo fue su
mano en la mía encerrada, |
260 |
|
|
que me obligó a temblar como temblaba
ella! |
|
|
|
Esto la entristeció y se aferró
más fuerte, |
|
|
|
hasta que se enteró del bien del buen
esposo. |
|
|
|
Entonces. sonreía, tan dulce y tan
alegre, |
|
|
|
que si el propio Narciso así la hubiera
visto, |
265 |
|
|
nunca se hubiera ahogado por amor así
mismo. |
|
|
|
|
¿Por qué voy a la
caza de pretextos o excusas? |
|
|
|
El orador es mudo si litiga belleza |
|
|
|
y al pobre desgraciado le remuerden sus
faltas. |
|
|
|
El amor no prospera si el alma tiene sombras. |
270 |
|
|
La pasión me conduce por ser mi
capitán |
|
|
|
y si está desplegado el alegre
estandarte, |
|
|
|
el más cobarde lucha sin rendirse
jamás. |
|
|
|
|
¡Fuera, pues, pueril
miedo! ¡Muere vacilación! |
|
|
|
¡La razón y el respeto escoltan a los
viejos! |
275 |
|
|
Mi corazón, jamás, irá contra
mis ojos. |
|
|
|
Meditar lo pensado es trabajo de sabios, |
|
|
|
mi papel es del joven que en escena los tira. |
|
|
|
El deseo es mi guía. La belleza mi
premio. |
|
|
|
¿Quién teme, pues, hundirse, mirando
su tesoro?» |
280 |
|
|
|
Como el trigo se ahoga entre
las malas hierbas, |
|
|
|
la quietud se sofoca si media la lujuria. |
|
|
|
Se desliza este príncipe con el oído
atento, |
|
|
|
con su esperanza infama y recelo febril. |
|
|
|
Ambos son servidores de la vil injusticia, |
285 |
|
|
que le turban con tantas, contrarias
persuasiones, |
|
|
|
que ora proyecta un pacto y luego una
invasión. |
|
|
|
|
Mas dentro de su mente,
sólo existe Lucrecia |
|
|
|
y en aquel mismo trono, se sienta Colatino. |
|
|
|
Con uno de sus ojos adora a la más
bella |
290 |
|
|
y con el otro admira la fuerza del guerrero, |
|
|
|
mas este no se inclina por atender razones |
|
|
|
y trata de atraer al noble corazón, |
|
|
|
el cual ya corrompido toma el peor partido. |
|
|
|
|
Y entonces estimula sus
serviles poderes, |
295 |
|
|
los cuales halagados por su jocundo jefe, |
|
|
|
le llenan de lujuria, como el reloj de horas |
|
|
|
y creen en la audacia que el capitán le
inspira, |
|
|
|
pagando un homenaje más servil del que
deben. |
|
|
|
Locamente guiado por su infame deseo |
300 |
|
|
va el príncipe romano al lecho de
Lucrecia. |
|
|
|
|
Los cerrojos que existen, entre
alcoba y deseo, |
|
|
|
forzados por su ira, retiran sus escudos, |
|
|
|
pero al dejarle paso critican su maldad |
|
|
|
con su rechinamiento. Apenas reflexiona: |
305 |
|
|
Los cerrojos chirrían advirtiendo mi
paso, |
|
|
|
nocturnas comadrejas, chillan cuando me ven, |
|
|
|
me asustan, mas no sabe, que doy pavor al
miedo. |
|
|
|
|
Cada vez que una puerta le
franquea la entrada, |
|
|
|
a través de rendijas, de puertas y
balcones, |
310 |
|
|
quiere el viento apagar su antorcha y
detenerle |
|
|
|
y le sopla en los ojos el humo que despide |
|
|
|
tratando de que muera la claridad que
guía. |
|
|
|
Su ardiente corazón, abrasado en
deseos, |
|
|
|
aviva con un soplo la luz de aquella
antorcha. |
315 |
|
|
|
Con la luz reanimada, acierta a
descubrir, |
|
|
|
un guante de Lucrecia, donde prende una
aguja, |
|
|
|
lo coge de la estera en que está
abandonado |
|
|
|
y al tomarlo, la aguja, le aguijonea un dedo, |
|
|
|
como para decirle: «Este guante no usa |
320 |
|
|
de juegos tan lascivos, vuelve atrás
raudamente |
|
|
|
ya ves que somos castos, por ser de la
señora.» |
|
|
|
|
Los frágiles
obstáculos no logran detenerle, |
|
|
|
e interpreta el reproche en el peor sentido: |
|
|
|
Puertas, vientos y guantes apenas le retardan |
325 |
|
|
y tal como accidentes que le prueban, los
toma. |
|
|
|
O el resorte que impulsa la hora del
cuadrante |
|
|
|
y retardan el tiempo que miden con su marcha, |
|
|
|
porque cada minuto quede en paz con su hora. |
|
|
|
|
¡Bah! dice, estos
obstáculos son para mi aventura, |
330 |
|
|
como fugaz helada en primavera, |
|
|
|
para añadir encanto a los hermosos
días |
|
|
|
y ofrecer a las aves la razón de su
canto. |
|
|
|
Paga con interés, la fatiga, sus
prendas. |
|
|
|
Las rocas, vendavales, piratas y mal tiempo, |
335 |
|
|
son terror del que merca, su tesoro a su
patria |
|
|
|
|
Llega en este momento, al
umbral de la alcoba, |
|
|
|
que cierra a cal y canto el cielo de su
mente. |
|
|
|
Mas sólo hay un cerrojo que le impide la
entrada |
|
|
|
y separa en su busca el deseado objeto. |
340 |
|
|
La impiedad le enajena a tal punto su alma, |
|
|
|
que por lograr su infamia, incluso reza al
cielo, |
|
|
|
como si el cielo fuera cómplice de su
crimen. |
|
|
|
|
Mas en medio de aquella,
plegaria infructuosa, |
|
|
|
después de haber pedido la mediación
divina, |
345 |
|
|
que le otorgue a Lucrecia para gozar su
infamia |
|
|
|
y que en este momento los hados le consuelen, |
|
|
|
se detiene y exclama: «¡Difícil
es mi empresa! |
|
|
|
los poderes que invoco, me repudian el hecho. |
|
|
|
¿cómo podrán estar a mi lado
en el acto? |
350 |
|
|
|
Sean, pues, mis estrellas, mi
amor y mi fortuna. |
|
|
|
Mi voluntad se apoya en mi resolución. |
|
|
|
El pensamiento es sueño, si no prueba su
efecto. |
|
|
|
El pecado más negro, la absolución
lo limpia. |
|
|
|
El hielo del temor el amor lo derrite. |
355 |
|
|
Ciego se encuentra el cielo, la noche
tenebrosa |
|
|
|
cubrirá la vergüenza, tras el dulce
deleite.» |
|
|
|
|
Con su mano culpable, salta el
leve pestillo |
|
|
|
y abre con su rodilla de par en par la
puerta. |
|
|
|
La paloma ante el búho, duerme
profundamente. |
360 |
|
|
La traición, así obra, cuando no es
descubierta. |
|
|
|
Quien descubre la sierpe se aparta de su
lado, |
|
|
|
mas ella nada teme en su dormir profundo, |
|
|
|
yaciendo a la merced de la mortal punzada. |
|
|
|
|
Ya dentro de la alcoba el vil
se precipita |
365 |
|
|
y contempla aquel lecho, puro e inmaculado. |
|
|
|
Corridas las cortinas, ronda a su alrededor, |
|
|
|
sus insaciables ojos en sus órbitas
giran. |
|
|
|
Su alma se alucina por su enorme
traición, |
|
|
|
que da en seguida orden a la traidora mano, |
370 |
|
|
para apartar la nube que esconde al bello
sol. |
|
|
|
|
Igual que el reluciente sol de
rayos de fuego, |
|
|
|
que supera las nubes y ciega nuestros ojos, |
|
|
|
corridas las cortinas, los ojos de Tarquino, |
|
|
|
parpadean cegados por una luz mayor. |
375 |
|
|
Quizás el resplandor que emana ella
dormida, |
|
|
|
ofusca su mirada o un resto de pudor, |
|
|
|
mas están tan cerrados que al abrirlos se
nublan. |
|
|
|
|
¡Si se quedaran ciegos en
su oscura prisión! |
|
|
|
Quizás hubiera visto el fin de su
maldad |
380 |
|
|
y hubiera Colatino, reposado a su lado |
|
|
|
tranquilo y confiado en su honorable lecho. |
|
|
|
Pero es preciso abrirlos y matar esta
unión |
|
|
|
y que la santa esposa abandone su dicha, |
|
|
|
su alegría, su vida y su goce del
mundo. |
385 |
|
|
|
En su mano de lirio, descansa
su mejilla, |
|
|
|
como impidiendo el beso de la legal almohada, |
|
|
|
que airada ante el desprecio, se divide en dos
partes, |
|
|
|
buscando en las orillas la gloria que le
falta. |
|
|
|
Entre las dos colinas sepulta su cabeza |
390 |
|
|
y tal así se ofrece, cual virtuosa
estatua, |
|
|
|
al libertino ojo del profano Tarquino. |
|
|
|
|
Su otra mano se posa, fuera del
dulce lecho, |
|
|
|
sobre la colcha verde y su albura perfecta |
|
|
|
es una margarita de Abril sobre la hierba, |
395 |
|
|
con el sudor perlado, cual rocío
nocturno. |
|
|
|
Son sus ojos, caléndulas, cerradas a la
luz |
|
|
|
y engastados en sombras, confiados reposan, |
|
|
|
hasta que en su abertura se adorne el nuevo
día. |
|
|
|
|
Sus dorados cabellos, jugaban
con su aliento. |
400 |
|
|
¡Oh, castidad lasciva! ¿Apasionada
casta! |
|
|
|
Tal lucía la vida sobre el mapa mortal |
|
|
|
y la sombría muerte, sobre el último
aliento. |
|
|
|
En su tranquilo sueño, las dos eran
hermosas, |
|
|
|
como si no existiera rivalidad alguna |
405 |
|
|
y la vida y la muerte, vivieran hermanadas. |
|
|
|
|
Sus senos como globos de marfil
azulados, |
|
|
|
inmaculados mundos, aun sin conquistar, |
|
|
|
no saben de otro yugo, que el de su buen
señor |
|
|
|
y bajo juramento, le eran fidelísimos. |
410 |
|
|
Estos mundos engendran la ambición de
Tarquino |
|
|
|
y usurpador se acerca su instinto criminal |
|
|
|
a derrocar del trono a su fiel propietario. |
|
|
|
|
¿Qué podía
mirar, que mitigue el deseo? |
|
|
|
¿Cómo amainar su anhelo, sin
codiciar el mal? |
415 |
|
|
Todo cuanto contempla le produce delirio |
|
|
|
y su voraz mirada se ceba con sus ansias. |
|
|
|
Hay más que admiración en aquello
que admira: |
|
|
|
Las azuladas venas, el cutis de alabastro, |
|
|
|
sus hoyuelos de nieve y el coral en sus
labios. |
420 |
|
|
|
Como el león furioso que
juega con su presa, |
|
|
|
cuando el hambre se calma con la fácil
conquista, |
|
|
|
así, Tarquino, goza, ante el alma
dormida |
|
|
|
y su feroz deseo se calma con la vista |
|
|
|
aunque no se contiene, porque estando a su
lado, |
425 |
|
|
sus ojos que demoran su propia
rebelión, |
|
|
|
excitan a su sangre a un tumulto mayor. |
|
|
|
|
Estímulos esclavos del
mísero pillaje, |
|
|
|
cual vasallos curtidos por brutales proezas. |
|
|
|
Asesinos que gozan con toda violación, |
430 |
|
|
sin respetar el llanto de niños ni de
madres, |
|
|
|
se inflaman con su orgullo esperando el
ataque: |
|
|
|
Su corazón latiendo, da la señal de
alarma, |
|
|
|
advirtiendo cautelas en la fogosa carga. |
|
|
|
|
El latir de su pecho ilumina
sus ojos |
435 |
|
|
y su ardiente mirada es guía de su
mano. |
|
|
|
Orgullosos los dedos de tanta dignidad, |
|
|
|
humeantes de orgullo, toman sus puesto
armado, |
|
|
|
en el desnudo pecho del dulce territorio. |
|
|
|
La mano va escalando las venas hacia el seno, |
440 |
|
|
que pálidas se esfuman por las erguidas
torres. |
|
|
|
|
Las venas se dirigen al
tranquilo aposento, |
|
|
|
donde duerme y reposa su dueña y
soberana, |
|
|
|
advirtiéndole al punto del inminente
asedio. |
|
|
|
Asustada la dama por los confusos gritos, |
445 |
|
|
bruscamente despierta con asombrados ojos |
|
|
|
y al tratar de mirar el confuso tumulto |
|
|
|
se sienten deslumbrados por la humeante
antorcha. |
|
|
|
|
Figurarse a Lucrecia en la
profunda noche, |
|
|
|
arrancada del sueño por la horrible
visión, |
450 |
|
|
de un lúgubre fantasma sin saber si es
real, |
|
|
|
cuyo horroroso aspecto le hace temblar el
alma. |
|
|
|
¡Qué terror! Pero ella aun siente
más terror, |
|
|
|
pues, salida del sueño, claramente
distingue, |
|
|
|
la aparición que vuelve su sueño
realidad. |
455 |
|
|
|
Confundida y envuelta por miles
de temores, |
|
|
|
como un pájaro herido por la certera
muerte, |
|
|
|
no se atreve a mirar mas ve en su parpadeo, |
|
|
|
los terribles espectros que raudamente pasan. |
|
|
|
Piensa que estas visiones, son sueños del
cerebro, |
460 |
|
|
furioso al ver que el ojo se oculta de la
luz, |
|
|
|
castigando su sombra con visiones peores. |
|
|
|
|
La mano de él, que aun
yace, sobre el pálido seno. |
|
|
|
¡Rudo ariete que arroya, semejante
muralla! |
|
|
|
Nota su corazón. ¡Pobre esclavo
asustado! |
465 |
|
|
Que herido ya de muerte, se levanta y
derrumba, |
|
|
|
golpeando la mano que saquea su cielo. |
|
|
|
Tarquino hierve en rabia sin la menor piedad, |
|
|
|
tratando de abrir brecha en la dulce ciudad. |
|
|
|
|
Primero a trompetazos, comienza
con su lengua, |
470 |
|
|
a hablar en son de paz a su tímida
amiga, |
|
|
|
la cual bajo la sábana, asoma su
mentón |
|
|
|
de albura y se pregunta la razón de este
ataque. |
|
|
|
El le explica las causas, con gestos, sin
palabras, |
|
|
|
mas ella le suplica que no existe
razón, |
475 |
|
|
ni motivo que albergue el color de su
daño. |
|
|
|
|
Tarquino le replica: «El
color de tu cara, |
|
|
|
que aun colérico hace palidecer al
lirio |
|
|
|
y enrojecer la rosa púrpura de
vergüenza, |
|
|
|
abogarán por mí y mi historia de
amor. |
480 |
|
|
Bajo ese colorido he venido a escalar |
|
|
|
tu inconquistable torre; tuya, pues, es la
culpa, |
|
|
|
ya que han sido tus ojos los que a mí te
entregaron. |
|
|
|
|
Y quiero anticiparme si quieres
engañarme: |
|
|
|
Tu belleza es la trampa que ha tendido este
lazo, |
485 |
|
|
en la que tú, paciente, debes ceder al
acto, |
|
|
|
te eligió mi deseo a este gozo
terrestre, |
|
|
|
al que con mi gran fuerza, traté de
dominar, |
|
|
|
pero cuando el reproche y la razón lo
matan, |
|
|
|
la luz de tu belleza, le daba nueva vida. |
490 |
|
|
|
También veo los males
que ha de causar mi empresa |
|
|
|
y sé que las espinas defienden a las
rosas. |
|
|
|
Un aguijón defiende el robo de la miel |
|
|
|
y esto bien lo comprende la voz de mi
prudencia. |
|
|
|
Pero el deseo es sordo y no escucha el
consejo, |
495 |
|
|
pues sólo tiene ojos para ver tu
hermosura |
|
|
|
y al ver tanta belleza, va contra toda ley. |
|
|
|
|
Aun en mi propia alma, esto lo
he debatido |
|
|
|
y el daño y la vergüenza y el dolor
que ello engendra; |
|
|
|
pero nada controla mi curso de pasión, |
500 |
|
|
ni ha de parar la furia de su ciega salida. |
|
|
|
Lágrimas de pesar, seguirán a este
acto, |
|
|
|
mil reproches, desdenes y enemistad mortal, |
|
|
|
sin embargo, yo insisto en abrazar mi
infamia.» |
|
|
|
|
Dicho esto, va y blande, su
romano jastial, |
505 |
|
|
como un halcón que extiende en el aire sus
alas, |
|
|
|
cubriendo así a la presa con la sombra del
vuelo. |
|
|
|
Su pico la amenaza si trata de elevarse |
|
|
|
y ella bajo el insulto de su espada romana, |
|
|
|
oyendo lo que dice, se siente inofensiva, |
510 |
|
|
como cuando las aves son presa del azor.. |
|
|
|
|
«¡Lucrecia!»
exclama, loco, «te gozaré esta noche |
|
|
|
y si tú me rechazas, me abrirá ese
camino, |
|
|
|
mi fuerza, que en tu lecho, trata de
destruirte, |
|
|
|
tras lo cual, mataré a tu mísero
esclavo, |
515 |
|
|
para quitarte vida y honra al mismo tiempo. |
|
|
|
Después, le dejaré, en tus brazos
inertes, |
|
|
|
jurando darle muerte, cuando le vi abrazarte. |
|
|
|
|
De esta forma tu esposo, si es
que aun sobrevive, |
|
|
|
será objeto de mofa de todo ser
viviente. |
520 |
|
|
Tus deudos, de vergüenza, no mirarán
de frente |
|
|
|
y todo tu linaje tendrá un nombre
bastardo, |
|
|
|
mientras que tú, la autora, de tu propia
deshonra, |
|
|
|
verás que tu delito será citado en
rimas |
|
|
|
y cantado por siempre por los niños a
coro. |
525 |
|
|
|
Mas si cedes, te juro, ser tu
amante secreto |
|
|
|
y una falta ocultada es sólo un
pensamiento |
|
|
|
y si un pequeño daño, alcanza un
buen final, |
|
|
|
es en cualquier política un empeño
legal. |
|
|
|
Cuántas veces, la hierba venenosa, se
mezcla |
530 |
|
|
con un compuesto puro, y una vez aplicada |
|
|
|
la ponzoña en su efecto, por el se
purifica. |
|
|
|
|
Así, pues, por el bien,
de tu esposo y tus hijos, |
|
|
|
escúchame este ruego: no legues a tu
dote, |
|
|
|
la vergüenza que ellos, jamás
podrán borrar, |
535 |
|
|
la mancilla que nunca podrá ser
olvidada, |
|
|
|
cual marca del esclavo o cruz de nacimiento, |
|
|
|
pues la señal del hombre, si la lleva al
nacer, |
|
|
|
son faltas de Natura, no de su propia
infamia.» |
|
|
|
|
Segunda parte
|
|
A este punto, sus ojos, son los
del basilisco. |
540 |
|
|
Se yergue vacilante y hace una breve pausa, |
|
|
|
en tanto, ella, retrato de la piedad más
pura, |
|
|
|
como una corza, presa, en las garras de un
grifo, |
|
|
|
implora en un desierto, donde no existen
leyes, |
|
|
|
al infame que ignora la piadosa clemencia |
545 |
|
|
y no obedece más que su voz
traicionera. |
|
|
|
|
Mas si una nube negra amenaza
este mundo |
|
|
|
y oculta entre su sombras los picos de las
cumbres, |
|
|
|
surge una suave brisa del vientre de la
tierra |
|
|
|
que arroja de las cimas el tenebroso humo, |
550 |
|
|
e impide al dividirlos su eminente
caída. |
|
|
|
Así, su nerviosismo, retrasa sus
palabras, |
|
|
|
mientras Orfeo toca y Plutón parpadea. |
|
|
|
|
Mas el gato nocturno en esto se
entretiene |
|
|
|
con el débil ratón debajo de su
pata. |
555 |
|
|
La insoportable escena calma su sed de
buitre, |
|
|
|
sima voraz que queda vacía en la
abundancia. |
|
|
|
Oye dulces plegarias que el corazón no
admite |
|
|
|
el permisible acceso a la más leve
súplica. |
|
|
|
La lujuria es impía y el llanto la
endurece. |
560 |
|
|
|
Los implorantes ojos de
Lucrecia se fijan, |
|
|
|
en los pliegues austeros del rostro de
Tarquino. |
|
|
|
Su modesta elocuencia se mezcla con suspiros, |
|
|
|
la cual da más encanto a su breve
oratoria. |
|
|
|
Confunde con frecuencia los tiempos y el
lugar |
565 |
|
|
y en medio de una frase, se interrumpe su voz |
|
|
|
y vuelve a repetir de nuevo su oratoria. |
|
|
|
|
La mujer le conjura al poderoso
Júpiter, |
|
|
|
al linaje, al honor y al voto de amistad, |
|
|
|
al repentino llanto y al amor de su esposo |
570 |
|
|
a las leyes humanas y a la fe más
común. |
|
|
|
Por el Cielo y la Tierra, por el poder de
ambos, |
|
|
|
que por Dios se retire a su prestado lecho |
|
|
|
y que pueda su honor calmar este delirio. |
|
|
|
|
Aun le dice Lucrecia: «No
pagues tu hospedaje, |
575 |
|
|
con un acto tan negro como el que te has
propuesto, |
|
|
|
ni embarres a la fuente que te dio de beber, |
|
|
|
ni rompas lo que nunca tendrá
restauración. |
|
|
|
Renuncia a tu propósito, antes de usar tu
flecha, |
|
|
|
que no es buen cazador, aquel que tiende el
arco |
580 |
|
|
para herir una gama si está el coto
cerrado. |
|
|
|
|
Si mi esposo es tu amigo,
abstente de tocarme, |
|
|
|
tu fuerza hará tu bien si logras
dominarte: |
|
|
|
Yo soy frágil y débil, no me tiendas
tu lazo; |
|
|
|
que tu rostro es sincero, por Dios, no me
defraudes. |
585 |
|
|
A torrentes mi aliento se esfuerza por huir. |
|
|
|
Si alguna vez un hombre, se conmovió ante
el llanto, |
|
|
|
yo lo haré con mis lágrimas,
suspiros y lamentos. |
|
|
|
|
Reunidos todos ellos en
turbulento océano, |
|
|
|
baten tu corazón que te advierte el
naufragio |
590 |
|
|
y trata de ablandarlo con sus olas continuas, |
|
|
|
pues, las piedras dispersas, se convierten en
agua. |
|
|
|
¡Oh, si no eres más duro que el mismo
pedernal, |
|
|
|
fúndete ante mis lágrimas y
sé caritativo! |
|
|
|
Que la piedad traspasa cualquier puerta de
hierro. |
595 |
|
|
|
Te creía Tarquino y en
mi hogar te hospedé. |
|
|
|
¿Usurpaste sus formas para así
deshonrarlo? |
|
|
|
Me quejo ante la corte celestial y su Dios, |
|
|
|
de que dañas su honor y principesco
nombre. |
|
|
|
No eres lo que aparentas y si tú eres el
mismo, |
600 |
|
|
no aparentas quien eres, un dios, un
soberano, |
|
|
|
pues los reyes y dioses, gobiernan sobre
todo. |
|
|
|
|
¡Cómo se
extenderá tu infamia en la vejez, |
|
|
|
si florecen tus vicios antes de ser maduro! |
|
|
|
Si por un mal capricho cometes un ultraje, |
605 |
|
|
¿cuál será tu osadía
cuando al fin te coronen? |
|
|
|
Recuerda que ninguna acción si es
deshonrosa, |
|
|
|
si la hace un mal vasallo, jamás
podrá borrarse |
|
|
|
y el mal que hacen los reyes no se puede
enterrar. |
|
|
|
|
Te amaré en este acto,
tan sólo por temor |
610 |
|
|
y un monarca feliz, por amor se respeta, |
|
|
|
has de ser transigente con el vil ofensor, |
|
|
|
cuando te culpen reo de parecido ultraje. |
|
|
|
Sólo por este miedo te debes retirar, |
|
|
|
que un príncipe es espejo, escuela y el
buen libro |
615 |
|
|
donde el súbdito aprende a leer y ser
hombre. |
|
|
|
|
¿Y has de ser tú
la escuela que enseñe la lujuria |
|
|
|
y permitas lecturas de tus infames actos? |
|
|
|
¿Has de ser el espejo que al verte nos
descubra |
|
|
|
la fuerza del pecado y el aval de la culpa |
620 |
|
|
y que en tu nombre tenga el de honor
disculpa? |
|
|
|
Prefieres el desprecio al inmortal elogio |
|
|
|
y hacer de tu prestigio una vieja alcahueta. |
|
|
|
|
¿Tienes poder? En nombre
del Dios que te lo ha dado, |
|
|
|
guía a tu corazón por senderos de
paz, |
625 |
|
|
no desvaines tu espada en pro de la
ignominia, |
|
|
|
que te ha sido prestado para otros
menesteres. |
|
|
|
¿Cómo podrás cumplir tus
deberes reales, |
|
|
|
si el pecado te acusa de haber sido modelo |
|
|
|
donde aprendió a pecar y tú fuiste
su guía? |
630 |
|
|
|
Medita solamente que circo vil
sería, |
|
|
|
contemplar tu presente en otro ser humano. |
|
|
|
Las faltas de los hombres rara vez se les
muestran; |
|
|
|
que ahogan parcialmente su propios atropellos |
|
|
|
y esta falta sería en tu juicio,
sentencia |
635 |
|
|
mortal para tu hermano. ¡Arropados de
infamias |
|
|
|
están los que desvían sus ojos de
sus yerros! |
|
|
|
|
A ti, claman mis manos, al
cielo levantadas, |
|
|
|
no a tu voraz lujuria confidente y osada: |
|
|
|
Imploro el llamamiento de tu real destierro. |
640 |
|
|
Déjale que regrese y olvida tus
infamias, |
|
|
|
que tu honor verdadero aplastará el
deseo |
|
|
|
y limpiando la niebla que te cubre los ojos, |
|
|
|
al ver tu situación, te apiadarás de
mí.» |
|
|
|
|
«¡Termina!»
exclama él, «mi indomable marea |
645 |
|
|
se crece en los obstáculos y nunca
retrocede. |
|
|
|
La luz débil se extingue, mas la hoguera
persiste |
|
|
|
y hasta el cielo se encarga de acrecentar su
llama: |
|
|
|
Los arroyos le pagan a su salado rey, |
|
|
|
dándole el agua dulce, una deuda
diaria. |
650 |
|
|
Aumentan su caudal, mas no alteran su
gusto.» |
|
|
|
|
«¡Tú
eres!» ella exclama, «un mar rey soberano. |
|
|
|
Mira como descargan en tus olas sin
límites, |
|
|
|
lujuria, deshonor, vergüenza y mal
gobierno, |
|
|
|
intentando manchar tu océano de
sangre. |
655 |
|
|
Si estos males menores trastornan tu virtud, |
|
|
|
se encerrará tu mar en un seno de lodo |
|
|
|
y ya jamás el lodo podrá en ti
disiparse. |
|
|
|
|
Reinarán tus esclavos y
tú serás su siervo, |
|
|
|
hundirán tu nobleza dignificando al
vil, |
660 |
|
|
tú infundirás su vida y ellos
serán tu tumba. |
|
|
|
Tú serás su vergüenza y ellos
tu propio orgullo. |
|
|
|
Las cosas más pueriles no ocultan la
grandeza. |
|
|
|
El cedro no se comba ante el pequeño
arbusto, |
|
|
|
que este se seca y muere en la raíz del
cedro. |
665 |
|
|
|
Deja pues, que tu mente, sierva
de tu poder...» |
|
|
|
«¡Basta ya!» grita él,
ciego, «por Dios que no te escucho, |
|
|
|
cede ante mi deseo o mi odio brutal |
|
|
|
de pasión revestido, desgarrará tus
carnes |
|
|
|
y una vez que lo haga, te llevaré en mis
brazos |
670 |
|
|
al miserable lecho de tu humilde lacayo, |
|
|
|
para hacerlo tu amante en tu infame
destino.» |
|
|
|
|
Después, pone su pie
sobre la roja antorcha, |
|
|
|
que la luz y el obsceno son eternos rivales, |
|
|
|
y el crimen si se oculta en la cegada noche, |
675 |
|
|
suele ser más tiránico cuando es
menos visible. |
|
|
|
Toma el lobo a su presa. La fiel cordera
grita, |
|
|
|
hasta que con su lana ahoga sus lamentos, |
|
|
|
sepultando sus gritos entre sus dulces
labios. |
|
|
|
|
La sábana camera con su
albura la cubre. |
680 |
|
|
El trata de afisiar sus piadosos lamentos, |
|
|
|
refrescando su rostro en las lágrimas
castas |
|
|
|
de tan púdicos ojos, rojos por el
dolor. |
|
|
|
¡Qué la lujuria infame manche lecho
tan puro! |
|
|
|
Si con llanto pudiera limpiar aquellas
manchas, |
685 |
|
|
Lucrecia, eternamente, estaría
llorando. |
|
|
|
|
Ella perdió una cosa
más rica que la vida |
|
|
|
y él quisiera perder la infamia que ha
ganado |
|
|
|
y este pacto forzado, engendra nueva lucha |
|
|
|
y a este fugaz placer, meses de gran dolor |
690 |
|
|
y el deseo se torna en un frío
desdén |
|
|
|
al quedar la pureza, despojada de todo. |
|
|
|
La ladrona lujuria es más pobre que
nunca. |
|
|
|
|
Como el saciado galgo o el
halcón satisfecho, |
|
|
|
incapaz por su olfato o inútil para el
vuelo, |
695 |
|
|
persiguen lentamente o dejan escapar, |
|
|
|
la presa que a su instinto le parece un
deleite, |
|
|
|
así, está el mal talante, del
saciado Tarquino. |
|
|
|
El manjar delicioso se le está
indigestando |
|
|
|
y su torpe vivencia devora su deseo. |
700 |
|
|
|
¡Oh, crimen repugnante de
cavernosa mente, |
|
|
|
que sumerge y ahoga el apacible sueño! |
|
|
|
El apetito ebrio vomita lo ingerido, |
|
|
|
antes que considere su propia repugnancia. |
|
|
|
Mientras lujuria impera, ninguna
exclamación, |
705 |
|
|
dominará su ardor ni reprime el deseo, |
|
|
|
hasta que su insistencia caiga como un
rocín. |
|
|
|
|
Con lacias y con flacas y
pálidas mejillas, |
|
|
|
ojos y ceño grave y el paso
quebradizo, |
|
|
|
agotado el deseo, contenido y humilde, |
710 |
|
|
como un pobre mendigo se queja de su estado. |
|
|
|
Mientras se jacta el cuerpo, la virtud y el
deseo, |
|
|
|
luchan y se rebelan, mas si el vil se
derrumba |
|
|
|
el rebelde culpable suplica su perdón. |
|
|
|
|
Esto es lo que sucede a este
noble romano, |
715 |
|
|
que gastó con su ardor el logro de su
intento, |
|
|
|
porque ahora pronuncia, contra sí esta
sentencia: |
|
|
|
De aquí a la eternidad me hallo
deshonrado |
|
|
|
y el templo de mi alma se haya profanado |
|
|
|
y en sus ruinas congrega legiones de
inquietudes, |
720 |
|
|
que inquieren ¿cómo está? la
ultrajada princesa. |
|
|
|
|
Ella dice: «Mis
súbditos en mala insurrección |
|
|
|
han echado por tierra el curso sacrosanto |
|
|
|
y por su mortal falta, reducido a servicio |
|
|
|
a su inmortalidad, haciendo de ella esclava |
725 |
|
|
de una muerte viviente y una pena perpetua; |
|
|
|
a quien con su presencia, siempre tuvo
ganados, |
|
|
|
su voluntad imponen antes que su
mandato.» |
|
|
|
|
Con estos pensamientos a
través de la noche, |
|
|
|
es cautiva vendida que perdió en la
ganancia, |
730 |
|
|
arrastrando la herida que nunca
sanará, |
|
|
|
la cicatriz eterna que ya no admite cura, |
|
|
|
que a su víctima deja vencida en el
dolor. |
|
|
|
Ella soporta el peso, que él, dejó a
sus espaldas |
|
|
|
y la carga por siempre de un alma pecadora. |
735 |
|
|
|
Como un perro ladrón
abandona la estancia |
|
|
|
y ella como una oveja, queda allí
palpitante, |
|
|
|
él refunfuña y odia el acto y su
pecado |
|
|
|
y ella loca desgarra con su uñas sus
carnes. |
|
|
|
El huye horrorizado con un sudor culpable, |
740 |
|
|
ella está maldiciendo tan horrorosa
noche, |
|
|
|
él corre y se reprocha tras el fugaz
deleite. |
|
|
|
|
El parte de la alcoba cual reo
penitente |
|
|
|
y ella se queda aislada, náufraga y sin
consuelo, |
|
|
|
él en su prisa anhela la luz de la
mañana |
745 |
|
|
y ella ruega no ver, jamás, la luz y
dice: |
|
|
|
«Porqué el día descubre las
faltas de la noche |
|
|
|
y mis ojos sinceros, no han aprendido nunca, |
|
|
|
a encubrir las afrentas con su astuta mirada. |
|
|
|
|
Ellos creen que otros ojos, no
verán otra cosa, |
750 |
|
|
que la misma desgracia que ellos mismos
contemplan |
|
|
|
y quieren siempre estar yaciendo entre
tinieblas |
|
|
|
y así guardar oculto su secreto
pecado. |
|
|
|
Por que si están llorando revelan su
ultraje |
|
|
|
y como el agua roe el acero, en mi cara, |
755 |
|
|
grabarán sin remedio la vergüenza que
siento.» |
|
|
|
|
Así se queda ella contra
la paz y el sueño |
|
|
|
y condena sus ojos a una eterna ceguera. |
|
|
|
Llama a su corazón, golpeándose el
pecho, |
|
|
|
para que salga a fuera, donde pueda
encontrar, |
760 |
|
|
algún seno más puro donde guardar su
alma. |
|
|
|
Frenética de pena, exhala así su
mal |
|
|
|
contra la indiscreción de la invisible
noche. |
|
|
|
|
«¡Oh, noche
criminal, imagen del infierno! |
|
|
|
¡Sombrío protocolo, notario de
vergüenza! |
765 |
|
|
¡Escena de tragedias y crímenes
horribles! |
|
|
|
¡Encubridor del caos y aya del pecado! |
|
|
|
¡Ciega y turbia alcahueta! ¡Albergue
de la furia! |
|
|
|
¡Vil socavón de muerte!
¡Silente delatora |
|
|
|
con la muda traición y el raptor de
virtudes! |
770 |
|
|
|
¡Odiada y negra noche,
vaporosa y brumosa! |
|
|
|
Ya que eres la culpable de mi incurable
crimen, |
|
|
|
reúne tus tinieblas y busca el nuevo
alba |
|
|
|
y haz guerra contra el curso del ordenado
tiempo |
|
|
|
y si tienes poder, para que el sol escale |
775 |
|
|
hasta su mediodía antes de que
aparezca, |
|
|
|
teje con negras nubes el oro de su testa. |
|
|
|
|
Corrompe la humedad el aire
matutino |
|
|
|
y sus inhalaciones hace ponerse enfermo |
|
|
|
a la pureza viva y al soberano sol, |
780 |
|
|
antes que alcance el astro su meridiana
cúspide |
|
|
|
y ponga en sus vapores las brumas más
espesas, |
|
|
|
y en sus filas veladas se ahogue la luz del
sol, |
|
|
|
y en vez de mediodía sea una noche
eterna. |
|
|
|
|
Fuera Tarquino, Noche, en lugar
de su hijo, |
785 |
|
|
mancharía a la reina de plateadas
luces, |
|
|
|
sus lucidas doncellas, también por
él violadas, |
|
|
|
no osarían mostrarse al seno de la
Noche. |
|
|
|
De este modo tendría mi dolor
compañero |
|
|
|
y un amigo en la pena, comparte los dolores, |
790 |
|
|
que orando el peregrino hace breve el
camino.- |
|
|
|
|
Ahora no tengo a nadie que se
azore conmigo, |
|
|
|
que se cruce de brazos e incline al cabeza, |
|
|
|
que se tape la cara y oculte su
vergüenza; |
|
|
|
sino que debo sola sentarme a padecer, |
795 |
|
|
sazonando la tierra con mis salados llantos, |
|
|
|
mezclando mis palabras con lágrimas y
penas. |
|
|
|
Sepulcral monumento de mi eterno lamento. |
|
|
|
|
¡Oh, noche horno del odio
y de espesos vapores, |
|
|
|
que este celoso día no contemple mi
cara |
800 |
|
|
y que tu negro manto que todo lo oscurece |
|
|
|
oculte el impudor que me ha desfigurado! |
|
|
|
¡Conserva firme el acto de tu poder
sombrío, |
|
|
|
porque todas las faltas hechas en tu reinado, |
|
|
|
puedan quedar a un tiempo en tu sombra
enterradas! |
805 |
|
|
|
¡Que el día no me
tome con sus resoluciones! |
|
|
|
Que la luz en mi frente me mostrará
grabada, |
|
|
|
la historia de mi dulce castidad derrotada, |
|
|
|
el roto juramento del sacro matrimonio |
|
|
|
y hasta el torpe iletrado, incapaz de leer |
810 |
|
|
lo escrito en esos libros para su
aprendizaje, |
|
|
|
descubrirá mi sucia violación en mis
ojos. |
|
|
|
|
El aya al dulce niño le
contará mi historia |
|
|
|
y espantará su llanto nombrándole a
Tarquino. |
|
|
|
El orador corriente, para ataviar su verbo, |
815 |
|
|
asociará mi oprobio con el vil de
Tarquino. |
|
|
|
Y el juglar en las fiestas cantando mi
infortunio, |
|
|
|
cautivará al oyente con mágica
palabra: |
|
|
|
Como el vil me ultrajó y yo al fiel
Colatino. |
|
|
|
|
Deja que mi buen nombre, mi
impalpable prestigio, |
820 |
|
|
quede sin mancha en nombre de mi amor,
Colatino: |
|
|
|
Si mi honor se convierte en tema de disputa, |
|
|
|
llegará lo podrido a otro tronco
distinto |
|
|
|
y un injusto reproche le asignarán a
él, |
|
|
|
siendo tan inocente de este pecado
mío, |
825 |
|
|
como yo era de pura, para el fiel Colatino. |
|
|
|
|
¡Oh, mi oculta esperanza!
¡Invisible desgracia! |
|
|
|
¡Llaga que no se siente! ¡Intima
cicatriz! |
|
|
|
La vergüenza en la frente, mi Colatino
lleva, |
|
|
|
y Tarquino podrá leer desde bien
lejos, |
830 |
|
|
que fue herido en la paz y no lo fue en la
guerra. |
|
|
|
¡Cuántos seres soportan los
vergonzosos golpes |
|
|
|
que sólo saben ellos y el vil que los ha
dado! |
|
|
|
|
Si tu honor, Colatine, radicaba
en mi honra |
|
|
|
de mí, en violento asalto, ha sido
arrebatado. |
835 |
|
|
Mi miel está perdida y yo abeja
holgazana |
|
|
|
en mi panal no guardo el fruto del verano, |
|
|
|
robado y saqueado por injuriante hurto. |
|
|
|
En tu frágil colmena se ha metido una
avispa, |
|
|
|
consumiendo la miel que par ti guardaba. |
840 |
|
|
|
Aun así soy culpable de
tu honor naufragando, |
|
|
|
sin embargo, en tu honor, agasajé a
Tarquino |
|
|
|
-viniendo de tu parte no podía
negarme- |
|
|
|
pues desdeñarlo fuera de mala
educación. |
|
|
|
Además se quejaba del cansado viaje |
845 |
|
|
y hablaba de virtud. ¡Oh, maldad
imprevista, |
|
|
|
cuando ella es profanada por semejante
diablo! |
|
|
|
|
¿Por qué invade
el gusano el virginal capullo? |
|
|
|
¿O incuban los cuclillos en nido de
gorrión? |
|
|
|
¿O envenenan con fango los sapos a las
fuentes? |
850 |
|
|
¿O el dictador se oculta en el pecho
más noble? |
|
|
|
¿Por qué violan los reyes sus
propias ordenanzas? |
|
|
|
Será que lo perfecto nunca es tan
absoluto, |
|
|
|
que no admita impurezas o algo lo contamine. |
|
|
|
|
El anciano que guarda en su
cofre su oro, |
855 |
|
|
plagado de calambres, de gota y de dolores |
|
|
|
y apenas tiene ojos para ver su tesoro, |
|
|
|
que semejante a Tántalo siempre está
desmayado |
|
|
|
y es inútil granero su ambiciosa
cosecha, |
|
|
|
no alcanzará otro gozo con su inmensa
ganancia |
860 |
|
|
que saber que no hay oro que cure sus
dolencias |
|
|
|
|
Así pues, la riqueza, ya
de nada le sirve |
|
|
|
y la deja al cuidado del ojo de sus hijos, |
|
|
|
los cuales, abusando, piensan
rápidamente |
|
|
|
que su padre era débil y ellos mucho
más fuertes, |
865 |
|
|
para guardar sin prisa su bendita fortuna. |
|
|
|
El deseado dulce, en ácido se torna, |
|
|
|
desde el mismo momento que lo llamamos
nuestro. |
|
|
|
|
Impetuosas ráfagas van
con la primavera, |
|
|
|
hierbas malignas, mezclan, sus raíces con
flores, |
870 |
|
|
suele silbar la víbora donde cantan los
pájaros, |
|
|
|
lo que engendra virtud, la iniquidad devora. |
|
|
|
No poseemos bienes que al fin nos
pertenezcan, |
|
|
|
pues el fatal azar o la oportunidad |
|
|
|
acaba con su vida o altera sus valores. |
875 |
|
|
|
¡Oportunidad! ¡Oh!
¡Enorme es tu pecado! |
|
|
|
Tú eres la que ejecuta la traición
del traidor, |
|
|
|
tú guías a los lobos que atrapan los
corderos |
|
|
|
y al que piensa el delito le das hora y
lugar, |
|
|
|
tú maltratas la ley, la razón y el
derecho |
880 |
|
|
y en tu soberbia celda, donde nadie lo ve, |
|
|
|
escondes el pecado que atrapa al alma
incauta. |
|
|
|
|
Haces a la vestal violar su
juramento, |
|
|
|
avivando la llama de su temperatura, |
|
|
|
ahogas la honradez y matas la verdad. |
885 |
|
|
¡Provocadora indigna! ¡Conocida
alcahueta! |
|
|
|
Tú siembras el escándalo y rompes el
elogio. |
|
|
|
¡Corruptora traidora, ladrona desleal, |
|
|
|
tu miel se vuelve hiel y tu risa dolencia! |
|
|
|
|
Tus secretos placeres
conviertes en venganza, |
890 |
|
|
tus festines privados en públicos
ayunos, |
|
|
|
tus lisonjeros títulos en despreciables
nombres, |
|
|
|
tu azucarada lengua en amargo sabor, |
|
|
|
tu vanidad violenta no puede persistir. |
|
|
|
¿Cómo puede ocurrir, vil
Oportunidad, |
895 |
|
|
que siendo tan nociva tanta gente te busque? |
|
|
|
|
¿Cuándo
serás amiga del suplicante humilde |
|
|
|
y le lleve tu mano donde está lo que
pide? |
|
|
|
¿Cuándo darás la hora del fin
de las penurias? |
|
|
|
¿O liberas el alma del pobre
encadenado? |
900 |
|
|
¿O dará al enfermo el bálsamo
que sane? |
|
|
|
El pobre, el impedido, están clamando |
|
|
|
tu ayuda, mas no encuentran esa Oportunidad. |
|
|
|
|
El paciente se muere mientras
duerme el doctor, |
|
|
|
el huérfano desmaya y el opresor se
sacia, |
905 |
|
|
la lujuria está en fiesta mientras llora la
viuda, |
|
|
|
la prudencia se goza mientras la pus se
extiende. |
|
|
|
No concedes tu tiempo a la
filantropía, |
|
|
|
la cólera, la envidia, el rapto, el
asesino, |
|
|
|
escoltan como pajes tus horas más
atroces. |
910 |
|
|
|
Si virtud y verdad necesitan de
ti, |
|
|
|
siempre existen mil peros para obtener tu
apoyo: |
|
|
|
Te compran los favores mas no paga el pecado, |
|
|
|
que se lleva de balde hasta tu complacencia, |
|
|
|
de oírle y concederle aquello que te
pida. |
915 |
|
|
Mi pobre Colatino, pudiera haber llegado |
|
|
|
en vez de ser Tarquino, mas tú le
retuviste. |
|
|
|
|
Por eso eres culpable de
asesinato y robo, |
|
|
|
culpable de perjurio, culpable de soborno, |
|
|
|
culpable de traición, falsedad e
impostura, |
920 |
|
|
culpable de ese odio llamado vil incesto |
|
|
|
y culpable, también, tu propia
inclinación |
|
|
|
de todo asesinato pasado o venidero, |
|
|
|
desde la Creación hasta el Juicio
Final. |
|
|
|
|
Tiempo desfigurado, compinche
de la Noche, |
925 |
|
|
ágil sutil correo del horrible
cuidado, |
|
|
|
devorador de imberbes, doble falso del gozo, |
|
|
|
vil asno del pecado, la trampa y la virtud, |
|
|
|
que proteges la muerte y matas lo que existe. |
|
|
|
¡Oh, vil Tiempo, escúchame, injurioso
y traidor! |
930 |
|
|
Sé reo de mi muerte por serlo de mi
crimen. |
|
|
|
|
¿Por qué.
Oportunidad, esclava, has traicionado, |
|
|
|
las horas que me diste para el feliz descanso |
|
|
|
y destrozas mi dicha y me has encadenado |
|
|
|
a una fecha sin tiempo y a este dolor
perpetuo? |
935 |
|
|
Debe el Tiempo inmolar los odios enemigos, |
|
|
|
destruir los errores que engendra la
opinión |
|
|
|
y no gastar la dote de mi lecho
legítimo. |
|
|
|
|
Es la gloria del Tiempo calmar
enemistades, |
|
|
|
revelar falsedades y a la verdad dar brillo, |
940 |
|
|
dar el sello del Tiempo a las cosas más
viejas, |
|
|
|
ser celador de día y de noche
guardián, |
|
|
|
maltratar al injusto hasta que entre en
razón, |
|
|
|
arruinar los palacios reales con sus horas |
|
|
|
y cubrir con su polvo las torres más
doradas. |
945 |
|
|
|
Llenar los monumentos de
carcoma y de ruina, |
|
|
|
alimentar olvidos con todos los ocasos, |
|
|
|
borrar antiguos textos y variar su lectura, |
|
|
|
desplumar a los cuervos de sus alas más
viejas, |
|
|
|
secar al viejo roble y nutrir sus
raíces, |
950 |
|
|
llenar de orín el hierro forjado más
antiguo |
|
|
|
y hacer girar la rueda de la veloz Fortuna. |
|
|
|
|
Mostrar a las abuelas las hijas
de sus hijas, |
|
|
|
hacer del niño un hombre y hacer del hombre
un niño, |
|
|
|
matar al fiero tigre que vive de la muerte, |
955 |
|
|
domar al unicornio y al salvaje león, |
|
|
|
mofarse del astuto y dejarlo timado, |
|
|
|
gozar al labrador con la buena cosecha, |
|
|
|
y destruir las piedras con la lluvia más
fina. |
|
|
|
|
¿Por qué causas
el mal en tu peregrinaje, |
960 |
|
|
si no puedes volver atrás y repararlo? |
|
|
|
Ceder sólo un minuto en el tiempo de un
siglo, |
|
|
|
te donaría miles y miles de amistades, |
|
|
|
dando prudencia al banco que presta al mal
deudor. |
|
|
|
¡Vuelve atrás una hora de esta
terrible noche, |
965 |
|
|
para en esta tormenta, evitar el naufragio! |
|
|
|
|
Tú, lacayo inmortal de
la perennidad |
|
|
|
a Tarquino en su fuga, detén con un
percance; |
|
|
|
inventa más allá de cualquier duda
oculta, |
|
|
|
algo por lo que jure contra esta noche
infame, |
970 |
|
|
deja que espectros cieguen sus impúdicos
ojos |
|
|
|
y que el cruel pensamiento de su villana
acción |
|
|
|
transforme cada árbol en un demonio
informe. |
|
|
|
|
Atiende su descanso con agobios
constantes, |
|
|
|
aflígele en su cama con postrados
gemidos, |
975 |
|
|
abrúmale las horas con accidentes
graves |
|
|
|
y cuando gima y clame no escuches sus
lamentos, |
|
|
|
lapídale hasta el alma con las piedras
más duras |
|
|
|
y las tiernas mujeres le pierdan con su amor |
|
|
|
y le traten lo mismo que al tigre más
salvaje. |
980 |
|
|
|
Haz que el mismo se arranque
sus rizados cabellos, |
|
|
|
haz que sus ojos odien al mirarse a sí
mismo, |
|
|
|
haz que se desespere del alivio del tiempo, |
|
|
|
haz que como un esclavo viva con su miseria, |
|
|
|
haz que pida y que implore las sobras del
mendigo |
985 |
|
|
haz que vea al más pobre que vive de
limosnas, |
|
|
|
negarle con desdén los mendrugos que
tira. |
|
|
|
|
Haz que sus más amigos
sean sus enemigos |
|
|
|
y a los alegres locos mofarse cuando pasa. |
|
|
|
Haz que note que es lento el paso de las
horas, |
990 |
|
|
cuando el dolor aprieta y que ágiles y
cortos |
|
|
|
sus tiempos de locura, sus horas de placer |
|
|
|
y así que tenga siempre, su crimen
innombrable, |
|
|
|
tiempo para el lamento de haberlo derrochado. |
|
|
|
|
¡Oh, Tiempo, eres tutor,
de lo bueno y lo malo, |
995 |
|
|
enséñame a insultar a tu alumno del
crimen! |
|
|
|
¡Deja que ante su sombra pierda el juicio el
ladrón |
|
|
|
y él busque a cada instante la hora del
suicidio! |
|
|
|
Sus manos miserables deben ser su verdugo, |
|
|
|
porque, ¿quién es tan vil que quiera
hacerse cargo |
1000 |
|
|
de ser ejecutor de tan infame esclavo? |
|
|
|
|
El es tan miserable que aun
viniendo de un rey, |
|
|
|
mancha sus esperanzas con sus viciosos actos: |
|
|
|
Cuanto más en el hombre, más poder
tiene aquello, |
|
|
|
que conquista su odio o su veneración. |
1005 |
|
|
Cuanto más jerarquía, mayor es el
escándalo, |
|
|
|
si el cielo está nublado la luna no se
ve, |
|
|
|
mas la estrella pequeña se oculta donde
quiere. |
|
|
|
|
Puede bañar el cuervo
sus alas en el fango |
|
|
|
y al volar con su lodo, pasar sin ser notado, |
1010 |
|
|
mas si el cisne en su albura deseara lo
mismo, |
|
|
|
la mancha quedaría en sus alas de
plata. |
|
|
|
Ciega noche es el paje y el rey glorioso
día, |
|
|
|
cuando vuela el mosquito no se nota su vuelo, |
|
|
|
pero todos los ojos se fijan en las
águilas. |
1015 |
|
|
|
¡Fuera inútil
palabra, servidoras de tontos! |
|
|
|
¡Sones defectuosos, debilitados
árbitros! |
|
|
|
Ocupad vuestro tiempo en aulas y senados, |
|
|
|
discutid donde estúpidos se divierten
hablando. |
|
|
|
Al temor del cliente servir de mediadoras. |
1020 |
|
|
Para mí estas razones, me son polvo de
paja, |
|
|
|
pues mi caso está fuera del amparo
legal. |
|
|
|
|
En vano insulto a coro a la
Oportunidad, |
|
|
|
al Tiempo, al vil Tarquino, a la lúgubre
Noche, |
|
|
|
en vano armo estos pleitos contra mi propia
infamia, |
1025 |
|
|
en vano he rechazado mi confirmada pena, |
|
|
|
este humo de palabras, no me hace ningún
bien |
|
|
|
y el único remedio que puede darme
cura, |
|
|
|
es derramar mi sangre odiosa y corrompida. |
|
|
|
|
¡Oh, mano! ¿Por
qué tiemblas oyendo este decreto? |
1030 |
|
|
Hónrate con librarte de esta infame
vergüenza, |
|
|
|
pues, si muero, mi orgullo, contigo
vivirá, |
|
|
|
mas si a esto sobrevivo, vivirás en mi
infamia. |
|
|
|
Puesto que no pudiste defender a tu
dueña |
|
|
|
temiendo desgarrar al criminal rival, |
1035 |
|
|
mátate y mátala, por así
haber cedido.» |
|
|
|
|
Tercera parte
|
|
Después, salta del lecho
donde estaba tendida |
|
|
|
y busca una herramienta que pueda darle
muerte, |
|
|
|
mas la casa no alberga agentes criminales |
|
|
|
que abran un largo paso a su
respiración, |
1040 |
|
|
que se esfuma en su boca ya allí se
desvanece, |
|
|
|
como el humo del Etna se consume en el aire |
|
|
|
o como el que se escapa de un cañón
preparado. |
|
|
|
|
«En vano» exclama
ella «vivo y en vano busco |
|
|
|
algún medio feliz que acabe con mis
penas, |
1045 |
|
|
temía que el cuchillo de Tarquín me
hiriera, |
|
|
|
sin embargo, no temo buscar algo que mate. |
|
|
|
Cuando tenía miedo era una fiel
esposa, |
|
|
|
lo que ahora no soy ni ya podré ser
nunca. |
|
|
|
Tarquino me ha robado la dicha de mi estado. |
1050 |
|
|
|
¡Ahora está
perdida mi razón de vivir, |
|
|
|
por lo tanto no tengo, ningún miedo a
morir! |
|
|
|
¡Y si limpia la muerte, la mancha, doy al
menos, |
|
|
|
galón de más honor a la honra de mi
ropa! |
|
|
|
Una vida muriente y una viviente infamia, |
1055 |
|
|
irremediable ayuda: Después de hurtado el
oro |
|
|
|
quema el cofre inocente que guarda sus
valores. |
|
|
|
|
Bien, mi buen Colatino, nunca
conocerás |
|
|
|
el sabor corrompido de mi violada honra, |
|
|
|
no dañaré tu amor de esta forma
injuriosa, |
1060 |
|
|
no podría dañarte con falsos
juramentos; |
|
|
|
el injerto bastardo, no llegará a ser
flor, |
|
|
|
quien pudrió tu raíz nunca
dirá ostentoso |
|
|
|
que eres el tierno padre de su malvado fruto. |
|
|
|
|
Ni de ti a de mofarse en su
secreta mente, |
1065 |
|
|
ni hará alarde de ello entre sus
camaradas, |
|
|
|
porque debes saber que nunca me he vendido, |
|
|
|
sino que fui forzada fuera de tu aposento. |
|
|
|
En cuanto a mí, soy dueña, de mi
propio destino |
|
|
|
y mi pecado nunca me será perdonado, |
1070 |
|
|
pagando con mi vida el precio de la ofensa. |
|
|
|
|
No te envenenaré con mi
asquerosa infamia, |
|
|
|
ni cubriré mi falta con excusas
banales, |
|
|
|
ni pintaré de negro mi alfombra de
pecado, |
|
|
|
para ocultar el hecho de esta pérfida
noche. |
1075 |
|
|
Y aunque yo diga todo, mis ojos son esclusas, |
|
|
|
bajando como fuentes del monte hacia los
valles, |
|
|
|
querrán con sus corrientes purificar mi
historia.» |
|
|
|
|
Con esto Filomena, concluye su
lamento, |
|
|
|
el gorjeo armonioso de su dolor nocturno, |
1080 |
|
|
mientras baja la noche con paso lento y
triste, |
|
|
|
hacia el infierno, cuando: La sonrosada
aurora, |
|
|
|
a los ojos más bellos que han de tomarla a
préstamo, |
|
|
|
da luz, mientras Lucrecia, se avergüenza al
mirarse, |
|
|
|
y quisiera seguir enclaustrada en la noche. |
1085 |
|
|
|
Revela, espía, el
día, por cualquier hendidura, |
|
|
|
como indicando el sitio donde sentada llora. |
|
|
|
En medio de su llanto, exclama: «Ojo de
ojos, |
|
|
|
que espías mi ventana. Cesa en tu
espionaje, |
|
|
|
molesta con tus rayos a los que están
dormidos, |
1090 |
|
|
mas no marques mi frente con tu luz
penetrante, |
|
|
|
que el día no es culpable de las faltas
nocturnas.» |
|
|
|
|
Así, en loca disputa con
todo lo que mira: |
|
|
|
El dolor como un niño es chinche y
caprichoso |
|
|
|
y cuando quiere algo con nada se conforma, |
1095 |
|
|
los crónicos dolores, no los que son
recientes, |
|
|
|
el tiempo los mitiga, mas lo recientes,
bravos, |
|
|
|
cual nadador novel, que siempre se zambulle, |
|
|
|
se ahoga por su exceso y falta de costumbre. |
|
|
|
|
De este modo, Lucrecia,
sumergida en su mar, |
1100 |
|
|
emprende una disputa con todo lo que observa |
|
|
|
y todo mal, compara, con su propio dolor, |
|
|
|
sin que nada remedie la fuerza de su ira. |
|
|
|
Si uno desaparece el nuevo le remplaza: |
|
|
|
A veces su dolor no encuentra las palabras |
1105 |
|
|
y otras veces airado da un mitin excesivo. |
|
|
|
|
Los pájaros que entonan
su gozo matinal, |
|
|
|
exasperan su llanto con su dulce cantar, |
|
|
|
pues hiere el regocijo al alma atormentada. |
|
|
|
Los espíritus tristes, mueren con la
alegría |
1110 |
|
|
y el dolor sólo quiere dolor de
compañía, |
|
|
|
que el pesar verdadero halla un buen
alimento, |
|
|
|
cuando al fin simpatiza con un dolor gemelo. |
|
|
|
|
«Es doble muerte
ahogarse, cuando se ve la playa. |
|
|
|
Mil veces más ayuno mirando el
alimento. |
1115 |
|
|
Ver el remedio hace la herida más
doliente. |
|
|
|
Sufre más una pena, si el alivio la
mira. |
|
|
|
Loa dolores profundos son pausada corriente, |
|
|
|
mas si encuentran obstáculos desbordan sus
riberas. |
|
|
|
La desgracia exaltada no tiene ley ni
límite. |
1120 |
|
|
|
¡Oh, pájaros
burlones! ¡Sepultad vuestros trinos, |
|
|
|
en la gruta latiente del emplumado pecho |
|
|
|
y para mis oídos ser sordos y ser
mudos, |
|
|
|
mi angustia intermitente, no desea
intervalos, |
|
|
|
una anfitriona triste no soporta sus fiestas; |
1125 |
|
|
deleitad con los trinos los oídos que
gozan, |
|
|
|
que la melancolía es acorde del
llanto. |
|
|
|
|
Ven, Filomena, tú, que
cantas violación, |
|
|
|
construye tu enramada en mi revuelto pelo, |
|
|
|
como la tierra húmeda solloza ante su
agobio, |
1130 |
|
|
así, en el triste acorde, yo,
verteré una lágrima. |
|
|
|
Sostendré el diapasón con mis hondos
gemidos |
|
|
|
y diré en mi cantar el nombre de
Tarquino, |
|
|
|
mientras que tú, maestra, dirás el
de Tereo. |
|
|
|
|
Contra una aguda espina,
tú cantarás tu parte, |
1135 |
|
|
por mantener más vivos tus inmensos
dolores. |
|
|
|
Trataré de imitarte. Contra mi
corazón, |
|
|
|
yo me pondré un puñal, para asustar
mis ojos, |
|
|
|
así, si pestañean, caerán y
morirán. |
|
|
|
Estos medios cual trastes, afinaran las
cuerdas |
1140 |
|
|
de nuestros corazones, para el dolor real. |
|
|
|
|
Y tú, pájaro
pobre, que no trinas de día, |
|
|
|
temeroso de que otros te oigan y contemplen, |
|
|
|
buscaremos un sitios aislado del camino, |
|
|
|
que no conoce el hielo ni el ardiente calor, |
1145 |
|
|
y allí le enseñaremos a las bestias
feroces, |
|
|
|
las tonadas que cambien su fiel naturaleza. |
|
|
|
Si el hombre es una bestia, que ellas lleven su
alma.» |
|
|
|
|
Como el pobre venado que
asustado contempla, |
|
|
|
con su instinto, el camino, por donde debe
huir, |
1150 |
|
|
o como quien se pierde en medio de la selva |
|
|
|
y no pueden sus medios encontrar la salida, |
|
|
|
así, Lucrecia, tiene, con ella este
debate. |
|
|
|
dudando si es mejor la vida que la muerte |
|
|
|
cuando es tan vil la vida y la muerte
deshonra. |
1155 |
|
|
|
«¿Matarme?»
dice ella, «mas esto no sería, |
|
|
|
sino contaminar con mi cuerpo mi alma? |
|
|
|
Quien pierde algo, soporta, con paciencia su
pérdida, |
|
|
|
mientras quien pierde todo la confusión le
traga. |
|
|
|
Actúa cruel la madre que teniendo dos
niños, |
1160 |
|
|
si la muerte le quita a uno de los dos, |
|
|
|
quiere matar al otro por no criar ninguno. |
|
|
|
|
¿Cuál era
más querido de mi cuerpo o mi alma, |
|
|
|
cuando el uno era puro y el otro era divino? |
|
|
|
¿El amor de cual de ellos yo sentía
más cerca |
1165 |
|
|
si ambos los guardaba para el cielo y mi
esposo? |
|
|
|
Cuando al pino se arranca su arrugada corteza |
|
|
|
sus hojas se marchitan y se pierde su savia. |
|
|
|
Lo mismo está mi alma por robar su
corteza. |
|
|
|
|
Saqueada su casa, su inquietud
alterada, |
1170 |
|
|
su mansión abatida por el reptil
rival, |
|
|
|
su templo profanado, manchado y saqueado, |
|
|
|
desvergonzadamente cubierto por la infamia: |
|
|
|
que no se diga nunca que es impío, si
hago |
|
|
|
en esta fortaleza un agujero nuevo, |
1175 |
|
|
por donde pueda salir mi atormentada alma. |
|
|
|
|
Mas antes de morir,
hablaré con mi esposo, |
|
|
|
para darle razones de mi imprevista muerte, |
|
|
|
y que en mi triste hora, al oírme me
jure, |
|
|
|
venganza en el villano que detuvo mi aliento. |
1180 |
|
|
Legaré al vil Tarquino mi sangre
corrompida |
|
|
|
que al ver a su verdugo, le arrancará las
venas |
|
|
|
y con ella el legado escribiré cual
deuda. |
|
|
|
|
Mi honor lo legaré al
piadoso puñal, |
|
|
|
que hiera el deshonrado cuerpo que me
atormenta |
1185 |
|
|
que es honroso acabar con mi propia deshonra. |
|
|
|
Morirá la deshonra y el honor
vivirá, |
|
|
|
así, de las cenizas de mi propia
vergüenza, |
|
|
|
se engendrará mi fama, matando al
menosprecio |
|
|
|
y muerta mi venganza, renacerá mi
honor. |
1190 |
|
|
|
¡Oh querido señor!
De la joya perdida, |
|
|
|
de la valiosa joya ¿qué puedo a ti
legarte? |
|
|
|
Mi conclusión, amor, será tu
ostentación |
|
|
|
por cuyo ejemplo debes, ejecutar venganza. |
|
|
|
Aprende en mí del trato que has de dar a
Tarquino. |
1195 |
|
|
Yo, tu amiga, al matarme, mato en mí a tu
enemiga |
|
|
|
y tú debes tratar igual al vil
Tarquino. |
|
|
|
|
Ese breve resumen cumple mi
voluntad: |
|
|
|
Sea mi alma y cuerpo del cielo y de la
tierra, |
|
|
|
toma tú, esposo mío, mi gran
resolución; |
1200 |
|
|
mi honor será el puñal que cause mi
herida. |
|
|
|
Mi vergüenza de aquel que me causo el
oprobio |
|
|
|
y todo lo que viva, de mi gloria ha de darse, |
|
|
|
a todos los que viven y me siguen honrando. |
|
|
|
|
Velarás, Colatino, mi
postrer voluntad |
1205 |
|
|
¡y verás como fui por sorpresa
entregada! |
|
|
|
Mi sangre lavará de mí toda
calumnia |
|
|
|
y al final de mi vida me dará la
pureza. |
|
|
|
No temas, corazón, y di: "llévese a
cabo" |
|
|
|
sométete a mi mano y esta te
vencerá |
1210 |
|
|
y una vez los dos muertos seremos
victoriosos.» |
|
|
|
|
Cuando este plan de muerte se
pacta y se ha fijado |
|
|
|
se enjuga de sus ojos unas perlas saladas, |
|
|
|
con destemplada voz llama a su fiel criada, |
|
|
|
que en ágil obediencia rauda acude a su
lado, |
1215 |
|
|
que el deber tiene alas y pluma el
pensamiento. |
|
|
|
La cara de Lucrecia, es para la criada, |
|
|
|
como un prado de invierno derritiendo su
nieve. |
|
|
|
|
Formal le da a su dama un claro
«buenos días» |
|
|
|
con voz leve y calmada propia de su modestia |
1220 |
|
|
y adopta una tristeza que acompaña el
dolor, |
|
|
|
de su propia señora, cuya cara se
viste |
|
|
|
de pesar, mas no osa, preguntar a su
dueña, |
|
|
|
porqué se han eclipsado los ojos de su
cara |
|
|
|
ni porqué sus mejillas son ríos de
dolor. |
1225 |
|
|
|
Y así, como la tierra,
llora al ponerse el sol |
|
|
|
y la flor se humedece con un ojo turbado, |
|
|
|
comienza la doncella a mojar con sus
lágrimas, |
|
|
|
sus irritados ojos, llenos de
simpatía, |
|
|
|
de los soles que ha puesto el cielo en su
señora, |
1230 |
|
|
los cuales apagados, se extienden por el mar, |
|
|
|
esto le hace llorar como una noche
húmeda. |
|
|
|
|
Por un breve momento permanecen
las dos, |
|
|
|
cual puentes marfileños, que llenaran
cisternas |
|
|
|
de coral. Una llora en justicia y la otra |
1235 |
|
|
con su llanto acompaña el dolor de su
dueña, |
|
|
|
que ambas son de ese sexo que el llanto
necesita. |
|
|
|
Intuitivas se afligen de ajenas aflicciones |
|
|
|
y se inundan sus ojos o el corazón se
rompe. |
|
|
|
|
Tiene el hombre, de
mármol el alma y la mujer |
1240 |
|
|
de cera y se modulan, tal como el mármol
quiere |
|
|
|
débiles, oprimidas, reciben la
impresión |
|
|
|
por fuerza o por engaño, o por la
habilidad. |
|
|
|
No se las llame entonces, autoras de su mal, |
|
|
|
que, no hay malignidad, en la cera estampada, |
1245 |
|
|
con la cara y figura del propio
Satanás. |
|
|
|
|
Su suavidad parece una verde
campiña, |
|
|
|
abierta al más humilde gusano que se
arrastre, |
|
|
|
en los hombres se ocultan como en la espesa
selva, |
|
|
|
vicios que están durmiendo en
lúgubres cavernas. |
1250 |
|
|
A través de un aumento, un punto se hace un
globo, |
|
|
|
el hombre disimula con su gesto sus
crímenes |
|
|
|
y el rostro femenino es libro de sus faltas. |
|
|
|
|
Que nadie se rebele contra la
flor marchita, |
|
|
|
sí, contra el crudo invierno que maltrata
la flor. |
1255 |
|
|
Aquello que devora, nunca lo devorado, |
|
|
|
merece ser culpable. ¡nadie acuse las
faltas |
|
|
|
de la infeliz mujer cuando esta es deshonrada |
|
|
|
por el viril abuso! Esos reos culpables |
|
|
|
que hacen del seso débil esclavas de su
ofensa. |
1260 |
|
|
|
Precedente es el caso de la
infeliz Lucrecia, |
|
|
|
asaltada en la noche por viles amenazas, |
|
|
|
de una inmediata muerte y de que esta
vergüenza |
|
|
|
traería a su esposo un daño
irreparable. |
|
|
|
Estos peligros crean su propia resistencia, |
1265 |
|
|
cuando un miedo mortal le invadió todo el
cuerpo. |
|
|
|
¿Quién no puede abusar de un cuerpo
recién muerto? |
|
|
|
|
La benigna paciencia hace
hablar a Lucrecia, |
|
|
|
marchando hacia la humilde que imita su
dolor: |
|
|
|
«Hija mía» ella exclama
«¿por qué viertes tus lágrimas, |
1270 |
|
|
que caen como la lluvia por tus blancas
mejillas? |
|
|
|
Si tu llanto es por este dolor que me
compete, |
|
|
|
sabe, gentil doncella, que no ayuda a mi
enfado, |
|
|
|
pues si ayudara el llanto, bien me habría
hecho el mío. |
|
|
|
|
Pero dime, muchacha,
¿cuándo partió de aquí |
1275 |
|
|
-y aquí lanza un suspiro- el
príncipe Tarquino?» |
|
|
|
«Antes de levantarme» responde la
criada. |
|
|
|
«Mi indolente pereza es también
reprobable, |
|
|
|
sin embargo, bien puedo, disculpar esta
falta, |
|
|
|
diciendo que salí antes de amanecer |
1280 |
|
|
y antes de levantarme ya no estaba Tarquino. |
|
|
|
|
Mas, señora, si dejas a
vuestra fiel criada |
|
|
|
implicarse y saber de vuestra
pesadumbre...» |
|
|
|
«¡Calla!» exclama Lucrecia.
«Si la pongo al corriente |
|
|
|
de mi historia, con ello, no rebajo mi pena, |
1285 |
|
|
que es más grande y extensa que todas las
palabras, |
|
|
|
que esta honda tortura puede llamarse
infierno, |
|
|
|
cuando no hay oraciones que mi dolor
describan. |
|
|
|
|
Traerme, aquí al
tormento, papel, tintero y pluma, |
|
|
|
mas, olvida el encargo, que tengo aquí de
todo |
1290 |
|
|
¿Qué quería decir? Al siervo
de mi esposo |
|
|
|
dile que se disponga su inmediata salida |
|
|
|
y que lleve esta carta a mi dueño y
señor. |
|
|
|
Ordena que la lleve con ágil
prontitud. |
|
|
|
La carta lo requiere y pronto estará
escrita.» |
1295 |
|
|
|
Al partir la doncella se
dispone a escribir, |
|
|
|
al comienzo dudando su pluma en el papel. |
|
|
|
El honor y el orgullo riñen en fuera
lid. |
|
|
|
Lo escrito con razón, la reflexión
lo borra; |
|
|
|
demasiada finura, esto es cruel y brutal; |
1300 |
|
|
cual una muchedumbre en la cruz de salida |
|
|
|
duda su pensamiento quien ha de ser primero. |
|
|
|
|
Por fin comienza y pone:
«Digno y magno señor, |
|
|
|
de esta indigna mujer que te quiere y saluda. |
|
|
|
¡Qué Dios esté contigo!
Concédeme el favor, |
1305 |
|
|
amor, si quieres ver, a tu amada Lucrecia, |
|
|
|
de ponerte en camino para venir a verme. |
|
|
|
Así, a ti me encomiendo, desde tu casa en
duelo, |
|
|
|
que mi dolor es grande y mis palabras
breves.» |
|
|
|
|
Después dobla el mensaje
de su inmenso dolor, |
1310 |
|
|
insegura expresión de su dolor real. |
|
|
|
Por el breve resumen, Colatino, sabrá, |
|
|
|
su pena, pero nunca, su verdadero alcance. |
|
|
|
Ella no se ha atrevido a revelar su infamia, |
|
|
|
para que a él no le alcance lo grave de su
falta, |
1315 |
|
|
antes de que su sangre lave su propio honor. |
|
|
|
|
La vida y la energía de
su exasperación, |
|
|
|
ella va almacenando para cuando él la
escuche, |
|
|
|
cuando con sus lamentos, quiere adornar la
gracia, |
|
|
|
de su propia desgracia y así poder
limpiarla, |
1320 |
|
|
de sospechas que el mundo abrigue sobre ella. |
|
|
|
Para evitar la mancha, no emborrona el papel, |
|
|
|
hasta que con palabras busque su
comprensión. |
|
|
|
|
Ver una triste escena, conmueve
más que oírla, |
|
|
|
pues el ojo interpreta a sus propios
oídos, |
1325 |
|
|
la triste pesadumbre que con su luz observa.. |
|
|
|
Cuando cada sentido responde de su parte, |
|
|
|
el oído no escucha del dolor más que
parte. |
|
|
|
Poco ruido hace el agua que corre por el vado |
|
|
|
y el discurso, El daño, levanta
tempestades. |
1330 |
|
|
|
Una vez que ha sellado su carta
en ella escribe: |
|
|
|
«Con la mayor urgencia. A mi señor.
Ardea.» |
|
|
|
Llegado el mensajero le entrega la misiva, |
|
|
|
ordenándole al mozo que se apresure
tanto, |
|
|
|
como el ave tardía cuando presiente el
Norte, |
1335 |
|
|
mas esta rapidez aun le parece lenta. |
|
|
|
Las acciones extremas son siempre radicales. |
|
|
|
|
El rústico cliente se
inclina ante su dueña, |
|
|
|
ruboroso y cortés y con sus ojos
fijos, |
|
|
|
recibe la misiva sin decir sí, ni no, |
1340 |
|
|
y parte a toda prisa con su ingenua
inocencia. |
|
|
|
Mas aquellos que ocultan en su pecho una
falta, |
|
|
|
imaginan que advierte cada ojo su mancha, |
|
|
|
por esto, ella imagina, el rubor del
sirviente. |
|
|
|
|
Cuando ¡cándido
siervo! Más lo sabe, se turba |
1345 |
|
|
por falta de entereza y audacia temeraria; |
|
|
|
semejantes criaturas mantienen un respeto, |
|
|
|
que hablan bien de sus actos. Otros son
descarados |
|
|
|
que prometen la prisa y luego se demoran. |
|
|
|
Modelo de carácter de virtudes
pasadas, |
1350 |
|
|
al siervo contrataban por su honesta mirada. |
|
|
|
|
Su instinto del deber enciende
su recelo, |
|
|
|
lo cual en rojo fuego enciende sus miradas, |
|
|
|
ella piensa que el mozo, sabe lo de Tarquino, |
|
|
|
y ansiosamente observa sus enrojecimientos. |
1355 |
|
|
Mas su honesta mirada, más aun la
confunde. |
|
|
|
Cuanto más presentía la sangre en
sus mejillas, |
|
|
|
tanto más sospechaba de que él sabe
su falta. |
|
|
|
|
Queda un tiempo, Lucrecia,
esperando el retorno |
|
|
|
y sin embargo, el siervo, acaba de alejarse. |
1360 |
|
|
El fatigoso tiempo, no sabe entretener, |
|
|
|
pues agotó su llanto, sollozos y
suspiros. |
|
|
|
El dolor se consume y el gemido descansa, |
|
|
|
así, poquito a poca, aplaca sus
querellas, |
|
|
|
buscando un nuevo medio de
desesperación. |
1365 |
|
|
|
Le viene a la memoria un lugar
donde cuelga, |
|
|
|
un cuadro que es la estampa de la Troya de
Príamo. |
|
|
|
Frente a ella, pintada, el poder de la
Grecia, |
|
|
|
destruye la ciudad por el rapto de Helena |
|
|
|
y amenaza su enojo a la orgullosa
Ilión. |
1370 |
|
|
El pintor representa a una ciudad que altiva, |
|
|
|
ve como hasta los cielos besan sus nobles
torres. |
|
|
|
|
A mil dolientes cosas, el arte,
desdeñando |
|
|
|
la fiel Naturaleza, le dio una inerte vida. |
|
|
|
Mas de una gota seca representa una
lágrima, |
1375 |
|
|
vertida por la esposa sobre el marido muerto. |
|
|
|
Humeaba la sangre, por afán del
pintor, |
|
|
|
y e ojo de los muertos con su luz cenicienta, |
|
|
|
eran como carbones en la noche
monótona. |
|
|
|
|
De verlo, hubierais visto, al
labrador primero |
1380 |
|
|
bañado en su sudor y cubierto de polvo |
|
|
|
y en las torres de Troya, también
aparecían |
|
|
|
los ojos de los hombres, vivos, por las
troneras, |
|
|
|
contemplando a los griegos con escaso deseo. |
|
|
|
Tal arte se veía en esta bella obra, |
1385 |
|
|
que aun de lejos se observa la tristeza en los
ojos. |
|
|
|
|
Se veía en los jefes su
porte y majestad. |
|
|
|
Podríais ver triunfantes sus rostros
vencedores, |
|
|
|
en los ágiles jóvenes sus gestos y
destreza, |
|
|
|
mientras aquí y allí el pintor
insertaba |
1390 |
|
|
los pálidos cobardes con paso
vacilante. |
|
|
|
A rudos campesinos, tanto se asemejaban, |
|
|
|
que uno jura al mirarlos verles estremecer. |
|
|
|
|
Entre Ajas y el Ulises,
¡oh!,cuánta exactitud, |
|
|
|
de rasgos y carácter podían
apreciarse. |
1395 |
|
|
Ambos rostros revelan la expresión de sus
almas |
|
|
|
y sus rostros perfectos la magnitud del ser. |
|
|
|
En los ojos de Ajax, el rigor y al ira |
|
|
|
y en la suave mirada, de Ulises, el tranquilo |
|
|
|
domino de sí mismo y gran
observación. |
1400 |
|
|
|
También el grave
Néstor, arengando a su tropa |
|
|
|
e incitando a los griegos al fragor del
combate, |
|
|
|
con sus graves y sobrios ademanes de mano, |
|
|
|
que encantaba la vista llamando la
atención. |
|
|
|
Al hablar se observaba su barba plateada, |
1405 |
|
|
ir arriba y abajo, mientras que de sus
labios, |
|
|
|
su aliento en espiral subía hacia la
altura. |
|
|
|
|
En torno suyo había mil
rostros boquiabiertos, |
|
|
|
que devorar parecen su sensato consejo. |
|
|
|
Tal atención prestaban con sus variados
gestos |
1410 |
|
|
cual si alguna sirena su oído
sedujera. |
|
|
|
Eran altos y bajos y el pintor fue tan
hábil, |
|
|
|
que las testas de muchos parecían
dispuestas |
|
|
|
a saltar aun más alto, burlando al que los
mira. |
|
|
|
|
Aquí una mano de hombre
en la cabeza de otro, |
1415 |
|
|
en sombras su nariz por causa del vecino, |
|
|
|
aquí, otro, apretujado, retrocediendo
rojo, |
|
|
|
otro que casi ahogado expresa sus enojos |
|
|
|
y en sus cóleras muestran tales signos de
ira, |
|
|
|
que si a perder no fueran, las palabras de
Néstor, |
1420 |
|
|
con airadas espadas en lid se
enzarzarían. |
|
|
|
|
Cuarta parte
|
|
Había mucho campo para
la fantasía, |
|
|
|
concepción ilusoria tan completa y tan
grata, |
|
|
|
que para ver a Aquiles, bastaba ver su lanza, |
|
|
|
en una mano asida. Al fondo, él,
Aquiles, |
1425 |
|
|
se conserva invisible, salvo para los ojos |
|
|
|
de la mente: Un pie, un rostro, una pierna, |
|
|
|
una cabeza basta para el que quiere ver. |
|
|
|
|
En los muros de Troya,
fuertemente sitiada, |
|
|
|
el arrojado Néstor se dirige hacia el
campo. |
1430 |
|
|
Se ven madres troyanas compartiendo la dicha, |
|
|
|
de ver como sus hijos blanden armas
brillantes |
|
|
|
y agregan a su fe una extraña aptitud. |
|
|
|
Que a través de su gozo, parecen los
objetos, |
|
|
|
más que manchas brillantes, el miedo al
opresor. |
1435 |
|
|
|
Desde la gran Dardania, donde
está la batalla, |
|
|
|
a las rojas riberas del Simois va la sangre, |
|
|
|
cual olas hacia el mar, imitando la lucha, |
|
|
|
mediante ondulaciones, sus filas comenzaban |
|
|
|
a llegar a la orilla carcomida y entonces |
1440 |
|
|
de nuevo se retiran buscando más
refuerzos |
|
|
|
y volver a volcarse con su espuma en el
Simois. |
|
|
|
|
A esta buena pintura, llega la
infiel Lucrecia, |
|
|
|
para buscar un rostro que al suyo se compare. |
|
|
|
Ve entre todos algunos que imitan a sus
penas, |
1445 |
|
|
mas ninguno que albergue su gran
desolación. |
|
|
|
Y cuando estaba a punto de dejarlo, ve a
Hecuba, |
|
|
|
mirando con sus ojos las heridas de
Príamo, |
|
|
|
sangrante bajo el pie del orgulloso Pirro. |
|
|
|
|
En ella ha desecado el pintor
tanta ruina, |
1450 |
|
|
la belleza perdida y el don de la zozobra. |
|
|
|
Sus pálidas mejillas de surcos se
revisten; |
|
|
|
de todo lo que era no queda parecido, |
|
|
|
en sus venas la sangre que era azul hoy es
negra. |
|
|
|
Secan sus primaveras los resecos canales |
1455 |
|
|
y se muestra la vida presa en su cuerpo
muerto. |
|
|
|
|
Pone sobre esta sombra,
Lucrecia su mirada |
|
|
|
y su dolor adapta al de la vieja reina, |
|
|
|
que nada le responde. Sólo quiere
llorar |
|
|
|
y con voces amargas maldice a sus rivales. |
1460 |
|
|
El pintor no era un Dios, para otorgarle el
habla |
|
|
|
y Lucrecia le jura que ha sido traicionada, |
|
|
|
dándole un gran dolor y negándole el
habla. |
|
|
|
|
«Pobre instrumento»
dice Lucrecia «que no suena. |
|
|
|
Tu dolor templaré con mi quejosa
lengua |
1465 |
|
|
y regaré con bálsamo las heridas de
Príamo |
|
|
|
e insultaré al vil Pirro que tanto mal te
ha hecho. |
|
|
|
Sofocará mi llanto, el fuego en que arde
Troya |
|
|
|
y con mi fiel cuchillo arrancaré los
ojos |
|
|
|
de los airados griegos, que son tus enemigos. |
1470 |
|
|
|
Muéstrame la ramera que
originó esta guerra, |
|
|
|
para que con mis uñas desgarre su
belleza. |
|
|
|
Tu ardor, ocasionó, imprudente Paris |
|
|
|
la ira que nos muestra esta incendiada Troya. |
|
|
|
Tus ojos provocaron el fuego arrasador |
1475 |
|
|
y en la ciudad de Troya, por culpa de tus
ojos, |
|
|
|
los padres y las madres y los hijos se
mueren. |
|
|
|
|
¿Por qué el
placer de uno, se torna casi siempre, |
|
|
|
en un mal general y desgracia de tantos? |
|
|
|
Que el pecado de uno recaiga solamente |
1480 |
|
|
sobre la testa infame del malvado infractor |
|
|
|
y las almas sin culpa se libren del culpable. |
|
|
|
Por el crimen de uno ¿por qué han de
pagar tantos |
|
|
|
y han de sufrir las penas que el mal de uno
causó? |
|
|
|
|
Aquí, Hécuba
llora, aquí, se muere Príamo, |
1485 |
|
|
aquí, se esfuma Héctor, aquí,
desmaya Troilo, |
|
|
|
aquí, yacen amigos, bañados con su
sangre |
|
|
|
y un amigo a otro inflige insensatas heridas |
|
|
|
y un hombre lujurioso estas vidas destruye. |
|
|
|
Si hubiese ahogado Príamo el deseo del
hijo, |
1490 |
|
|
Troya hubiese brillado con fama y no con
fuego.» |
|
|
|
|
Aquí, llora Lucrecia,
las desdichas de Troya, |
|
|
|
porque su gran dolor cual pesada campana, |
|
|
|
una vez que ya suena su corazón la
impulsa |
|
|
|
y esta pequeña fuerza es el tañido
fúnebre. |
1495 |
|
|
Así, Lucrecia hinchada, tristes cuentos
narraba |
|
|
|
y a las melancolías y a las penas
pintadas, |
|
|
|
le presta sus palabras a cambio de
indulgencia. |
|
|
|
|
Con sus ojos recorre la pintura
completa |
|
|
|
y se consume al ver algún desamparado. |
1500 |
|
|
Por fin ve una infeliz y encadenada imagen, |
|
|
|
que unos pastores frigios miran con
compasión. |
|
|
|
Su rostro aunque turbado, revela su
alegría. |
|
|
|
Va hacia Troya la imagen con los rudos
pastores, |
|
|
|
tan dócil que parece despreciar sus
dolores. |
1505 |
|
|
|
En él, busca el pintor,
esconder con su arte, |
|
|
|
lo simulado y darle un aspecto inocente, |
|
|
|
de modesta mirada y resignados ojos. |
|
|
|
Parece dar su frente, bienvenida al dolor, |
|
|
|
de tal modo se rosa la inocencia en su cara |
1510 |
|
|
que el ruboroso ojo no adivina la culpa, |
|
|
|
ni el pálido temor que albergan los
traidores. |
|
|
|
|
Por el contrario, como
Satán bien acabado, |
|
|
|
presumía su aspecto de tanta
honestidad |
|
|
|
y tan bien ocultaba su secreta maldad, |
1515 |
|
|
que ni los mismos celos hubiesen recelado |
|
|
|
que el ingenio escondido y el perjurio,
pudieran, |
|
|
|
cubrir tan bello día con al oscura
tormenta |
|
|
|
o manchar de pecado el celestial paisaje. |
|
|
|
|
El hábil artesano,
trazó al dulce imagen |
1520 |
|
|
de Sinón el perjuro, cuyo dulce
relato, |
|
|
|
perdería más tarde al
bonachón de Príamo. |
|
|
|
Palabras como fuego que quemaron la gloria |
|
|
|
de la Ilión, con lo cual, el cielo se
afligió. |
|
|
|
Las estrellas saldrían de sus puestos
inmóviles, |
1525 |
|
|
al romperse el espejo que reflejó sus
caras. |
|
|
|
|
Contempló con cuidado,
Lucrecia, el bello cuadro |
|
|
|
y culpó al buen pintor por su
sabiduría, |
|
|
|
por que algo en la imagen de Sinón no era
cierto, |
|
|
|
ya que tanta hermosura, tanta maldad pensara |
1530 |
|
|
y volvió a contemplarlo y al contemplarlo
más, |
|
|
|
vio en el blanco semblante tal signo de
honradez, |
|
|
|
que está, ya convencida, que la pintura
miente. |
|
|
|
|
«No puede ser»
exclama «que tanta falsedad»- |
|
|
|
Deber, hubiera dicho: «Aceche en tal
mirada.» |
1535 |
|
|
Mas le viene a la mente la imagen de Tarquino |
|
|
|
y en su mente el «aceche» se precede
de un «no» |
|
|
|
luego no puede ser. Entonces deja todo |
|
|
|
y cambia a sí la frase: «No puede
ser, parece |
|
|
|
que en su rostro se alberga un espíritu
malo. |
1540 |
|
|
|
Pues tan bien como aquí
se ha pintado a Sinón, |
|
|
|
tan digno en su dolor, sumiso y abrumado, |
|
|
|
como desfalleciente de pesar y trabajo. |
|
|
|
A mí, llegó Tarquino, tratando de
engañarme |
|
|
|
con su honrada fachada, pero ya carcomido |
1545 |
|
|
por el vicio. Tal Príamo apreciaba a
Sinón, |
|
|
|
aprecié yo a Tarquino y sucumbió mi
Troya. |
|
|
|
|
¡Mirad, que atento,
Príamo, escucha mientras llora, |
|
|
|
al ver las falsas lágrimas que derrama
Sinón! |
|
|
|
¿Cómo siendo tan viejo no eres aun
más sensato? |
1550 |
|
|
Al verter cada lágrima, vierte un troyano
sangre. |
|
|
|
Que sus ojos no vierten, lágrimas, sino
fuego. |
|
|
|
Estas perlas tan claras que tu piedad
despiertan, |
|
|
|
globos son que no apagan de tu ciudad el
fuego. |
|
|
|
|
Tales demonios roban del
infiero artilugios |
1555 |
|
|
sin luces y en su fuego, Sinón, tiembla de
frío |
|
|
|
y en ese helado fuego al falso hirviendo
alberga. |
|
|
|
Y esta contradicción solamente
aparece, |
|
|
|
por seducir al necio y hacerle más
osado. |
|
|
|
El llanto de Sinón, atrae la fe de
Príamo |
1560 |
|
|
y aquel con agua quema la Troya del
incauto.» |
|
|
|
|
Aquí se ve asaltada por
tal ira y pasión, |
|
|
|
que la paciencia deja derrotada su pecho. |
|
|
|
Desgarra con sus uñas al impío
Sinón, |
|
|
|
habida cuenta que, él, es el malvado
huésped |
1565 |
|
|
y cuya acción la hizo detestarse a
sí misma. |
|
|
|
Mas tarde, sonriendo, depone su aptitud: |
|
|
|
«Necia» dice «la herida no puede
hacerle daño.» |
|
|
|
|
Así mengua y se crece su
río de pesares |
|
|
|
y el tiempo gasta al tiempo con sus llantos y
quejas. |
1570 |
|
|
Ora busca la noche ora la luz del día, |
|
|
|
mas juzga que las dos se atrasan en su
ánimo. |
|
|
|
Un segundo es un siglo cuando hay un gran
dolor. |
|
|
|
Aunque pesa el dolor, rara vez coge el
sueño |
|
|
|
y quien vela contempla que lento pasa el
tiempo. |
1575 |
|
|
|
Durante todo el rato
distraía su mente |
|
|
|
mirando y remirando las pintadas
imágenes. |
|
|
|
Olvidaba el sentido de su propio dolor |
|
|
|
imaginado enormes las desgracias ajenas, |
|
|
|
distraía sus penas con la terrible
escena. |
1580 |
|
|
Hay seres que se alivian aunque nunca se
curan, |
|
|
|
cuando piensan que otros también pasan sus
penas. |
|
|
|
|
Vuelve en ese momento el raudo
mensajero. |
|
|
|
A su señor y a otros, por delante
acompaña. |
|
|
|
Ve el esposo a Lucrecia largamente enlutada |
1585 |
|
|
y en torno de sus ojos por el llanto
arruinados, |
|
|
|
unos aros azules igual al arco iris. |
|
|
|
Estos ríos de hiel en el oscuro cauce, |
|
|
|
serán nuevas tormentas sobre las ya
pasadas. |
|
|
|
|
Cuando esto ve el esposo, con
cara preocupada |
1590 |
|
|
intrigado la mira. Los ojos aunque hundidos |
|
|
|
en lágrimas, miraban, duros y
enrojecidos. |
|
|
|
Su viveza está muerta por las
preocupaciones |
|
|
|
y él no tiene valor para indagar la
causa. |
|
|
|
Enfrentados de pie, como viejos amigos, |
1595 |
|
|
lejos de sus hogares, preguntan por su
suerte. |
|
|
|
|
Por fin, toma su mano,
pálida y desmayada |
|
|
|
y comienza a decir: «¿Qué
depravado evento |
|
|
|
sobre ti, ha recaído, que estás tan
temblorosa? |
|
|
|
Dulce amor, ¿qué dolor empaña
tu hermosura? |
1600 |
|
|
¿Por qué has sido llevada sin querer
a estos males? |
|
|
|
Desvela pues amada tu triste pesadumbre |
|
|
|
y cuenta tu amargura para darle
remedio.» |
|
|
|
|
Tres veces, con suspiros,
intenta hablar su pena, |
|
|
|
antes de conseguir una sola palabra. |
1605 |
|
|
Ungida ella contesta a la voz de su esposo |
|
|
|
y humilde se prepara a darle a conocer |
|
|
|
que su honor está reo de su cruel
enemigo, |
|
|
|
en tanto Colatino, con los demás
señores, |
|
|
|
con atención anhelan escuchar el
relato. |
1610 |
|
|
|
Y aquel pálido cisne en
su acuoso nido, |
|
|
|
comienza el canto fúnebre de
inequívoco fin: |
|
|
|
«Pocas palabras» dice «le van
mejor al crimen, |
|
|
|
que hallar alguna excusa que pueda repararlo. |
|
|
|
En mí, hay más dolores que palabras
me pesan |
1615 |
|
|
y mis quejas irían sin norte en la
distancia, |
|
|
|
si todas las narrara con mi cansada lengua. |
|
|
|
|
Sea, pues, esto todo, lo que
deba decirse: |
|
|
|
Mi fiel querido esposo, en la paz de tu
lecho, |
|
|
|
se introduzco un extraño y en tu almohada
yació, |
1620 |
|
|
mientras tú, no podías, reposar en
su albura. |
|
|
|
El resto de la infamia que imaginarte puedes, |
|
|
|
le fue impuesto a la fuerza a mi fragilidad. |
|
|
|
Desde entonces, Lucrecia, tu esposa, ya no es
libre. |
|
|
|
|
En el silencio horrible, en
mitad de la noche, |
1625 |
|
|
entró en mi habitación armado de su
espada |
|
|
|
-parecía un demonio quemándose en
sus llamas- |
|
|
|
y quedamente dijo: "Despierta ya, romana, |
|
|
|
y sírvele a mi amor o tendrás mi
venganza, |
|
|
|
en la infamia que a todos infligiré esta
noche, |
1630 |
|
|
si te opones al acto de mi ardiente
pasión." |
|
|
|
|
"A tu mejor sirviente, al
favorito" dijo |
|
|
|
"sino pliegas tu orgullo a mi fuerte deseo |
|
|
|
mataré en este instante y tú
tendrás su suerte |
|
|
|
y juraré que estabais desnudos
cometiendo |
1635 |
|
|
el acto de lujuria y en justicia maté |
|
|
|
a los fornicadores. Esta acción me
dará |
|
|
|
un inmenso renombre y a ti tu deshonor." |
|
|
|
|
Sobresaltada puse mi grito por
los cielos |
|
|
|
y él en mi corazón la punta de su
espada, |
1640 |
|
|
jurándome, que a menos, fuera en todo
paciente |
|
|
|
al alba no estaría para decir palabra. |
|
|
|
Así con mi deshora quedaría
marcada. |
|
|
|
Jamás se olvidará ¡oh!
poderosa Roma, |
|
|
|
a la infiel de Lucrecia, muerta junto a su
esclavo. |
1645 |
|
|
|
Mi rival era fuerte y yo
frágil y débil, |
|
|
|
más débil por efectos de mi fuerte
terror. |
|
|
|
Aquel sangriento juez hizo callar mi lengua, |
|
|
|
no queriendo escuchar súplicas de
justicia, |
|
|
|
y llegó en su locura ciegamente a
jurar |
1650 |
|
|
que mi pobre belleza, fue el ladrón de sus
ojos, |
|
|
|
y cuando al juez se roba, el prisionero paga. |
|
|
|
|
¡Enseñadme a
tramar la red de mi disculpa! |
|
|
|
O, al menos encontrar un humilde refugio, |
|
|
|
donde piense en mi sangre, por el vil
mancillada, |
1655 |
|
|
aunque mi alma esté pura e inmaculada. |
|
|
|
Que al no plegarse el alma, él no pudo
llevarla |
|
|
|
a pecadores goces y sigue estando pura, |
|
|
|
en su encierro infernal pero viva y
latiendo.» |
|
|
|
|
¡Mirad al comerciante que
ha vendido su honra! |
1660 |
|
|
Con la cabeza gacha y con la voz ahogada, |
|
|
|
con la mirada triste y los brazos en cruz. |
|
|
|
De sus pálidos labios empiezan a
brotar, |
|
|
|
el dolor que moroso retarda su respuesta. |
|
|
|
Mas el náufrago lucha sabiéndose
perdido, |
1665 |
|
|
cuando exhala su aliento el aire que
expulsó. |
|
|
|
|
Tal como la riada, ruge al ojo
del Puente |
|
|
|
y escapa a la mirada que observa su
corriente, |
|
|
|
pero en el remolino se encrespa con orgullo |
|
|
|
y brama contra el cauce que la obliga a
correr, |
1670 |
|
|
impulsada hacia arriba, adelante y
atrás. |
|
|
|
El pesar del esposo se transforma en la
sierra |
|
|
|
que adelante y atrás empuja su rencor. |
|
|
|
|
Muda de tanta pena, ve en su
mísero esposo |
|
|
|
el dolor y el tardío frenesí
despertado. |
1675 |
|
|
«¡Oh, señor, tu tormento a mi
tormento presta |
|
|
|
vigor! Ningún diluvio se amaina con la
lluvia |
|
|
|
y mi dolor me mata si te veo sufrir, |
|
|
|
por que el tuyo es más fuerte y debiera
bastar |
|
|
|
para ahogar el dolor, un par de ojos
llorosos. |
1680 |
|
|
|
Por aquello que tanto
consiguió enamorarte, |
|
|
|
por la que fue tu esposa, Lucrecia: ¡Oh,
escúchame! |
|
|
|
Rápidamente busca vengarte en mi
enemigo, |
|
|
|
en el tuyo y el suyo y piensa que defiendes, |
|
|
|
una causa pasada. Que tu ayuda me llega, |
1685 |
|
|
cuando ya no me sirve, aunque muera el
traidor. |
|
|
|
La justicia remisa, nutre la iniquidad. |
|
|
|
|
Mas antes de deciros su
nombre», dice ella, |
|
|
|
dirigiéndose a aquellos que están
con Colatino, |
|
|
|
«juraréis ante mí la honorable
promesa |
1690 |
|
|
de conseguir vengar el deshonor causado. |
|
|
|
Suprimir la injusticia con armas vengadoras, |
|
|
|
pues meritorio y bello designio es del que
jure, |
|
|
|
el reparar la ofensa hecha a una pobre
dama.» |
|
|
|
|
Ante esta petición con
noble y doble ánimo, |
1695 |
|
|
cada señor presente prestó su
juramento, |
|
|
|
impuesto por las leyes de la
caballería, |
|
|
|
anhelando saber el nombre del infame. |
|
|
|
Mas ella que no ha dicho toda su triste
historia, |
|
|
|
la protesta detiene. «¡Decidme!»
exclama ella, |
1700 |
|
|
«¿cuánta mancha será
lavada de mi ofensa? |
|
|
|
|
¿De qué especie
es mi falta y cuál es mi delito |
|
|
|
si forzada me vi por la cruel circunstancia? |
|
|
|
¿Se absolverá mi alma pura, de tanta
mancha? |
|
|
|
¿puede mi honor manchado con algo
enaltecerse? |
1705 |
|
|
¿Hay cláusulas legales que disculpen
mi falta? |
|
|
|
La fuente envenenada por sí mismo se
aclara |
|
|
|
¿por qué no puede ella lavar su
propia mancha?» |
|
|
|
|
A la vez comenzaron todos a
replicar, |
|
|
|
que las manchas del cuerpo las borra un alma
pura. |
1710 |
|
|
Lucrecia se sonríe, tristemente y
desvía |
|
|
|
su rostro que es la estampa del más vivo
dolor |
|
|
|
y del duro infortunio grabado con sus
lágrimas. |
|
|
|
«No, no» dice «no habrá,
dama que en el futuro, |
|
|
|
use de mis disculpas para su
absolución.» |
1715 |
|
|
|
Suspira, cual si fuera a perder
hasta el alma |
|
|
|
y nombra al vil Tarquino. «¡El,
él!» grita y solloza. |
|
|
|
Pero su pobre legua no dice más que
«él», |
|
|
|
hasta que con tropiezos y muchas dilaciones, |
|
|
|
recordando suspiros y esfuerzos dolorosos |
1720 |
|
|
exclama: «¡El, él, nobles
señores, él ha sido, |
|
|
|
quien induce mi mano a afligirme esta
herida.» |
|
|
|
|
Después de hablar
envaina, en su pecho inocente, |
|
|
|
un puñal que a su vez desvainó a su
alma. |
|
|
|
Libera el tajo a esta de la honda zozobra, |
1725 |
|
|
reinante en la asquerosa prisión en que
vivía. |
|
|
|
Sus contritos suspiros a las nubes elevan |
|
|
|
a su espíritu alado, que escapa por la
herida |
|
|
|
en el último instante de un sino
concluido. |
|
|
|
|
Ante el terrible acto quedan
petrificados |
1730 |
|
|
el pobre Colatino y el séquito
presente. |
|
|
|
El padre de Lucrecia al ver que se desangra |
|
|
|
se arroja sobre el cuerpo de la pobre
suicida. |
|
|
|
De la fuente escarlata, saca Bruto temblando, |
|
|
|
el cuchillo mortal que al dejar las heridas, |
1735 |
|
|
perseguirá la sangre con su inútil
justicia. |
|
|
|
|
Al salir de su pecho la sangre
a borbotones, |
|
|
|
se divide en dos lentas corrientes
carmesí, |
|
|
|
que encierran a su cuerpo en un círculo
igual |
|
|
|
a una isla asaltada, que se extiende desnuda |
1740 |
|
|
y despoblada en medio de horrenda
inundación. |
|
|
|
Su sangre pura y roja aun permanecía, |
|
|
|
mas la que mancillara, Tarquino, se hace
negra. |
|
|
|
|
Ahora, sobre la fúnebre,
azul y helada cara, |
|
|
|
en la sangre más negra hay un halo
acuoso, |
1745 |
|
|
que parece llorar sobre el manchado espacio. |
|
|
|
Desde entonces llorando las penas de
Lucrecia, |
|
|
|
la sangre putrefacta muestra signos de agua, |
|
|
|
mientras la sangre limpia aun permanece roja, |
|
|
|
como ruborizándose de la que está
podrida. |
1750 |
|
|
|
«Hija mía
querida» dice el pobre Lucrecio, |
|
|
|
«la vida que has matado, también era
mi vida. |
|
|
|
Si en la imagen de un hijo está la de su
padre, |
|
|
|
¿qué será de mi vida si no
vive Lucrecia? |
|
|
|
No emanaste de mí para un final tan
triste. |
1755 |
|
|
Si los hijos se mueren antes que el viejo
padre |
|
|
|
¿quiénes son los retoños y
quiénes los maduros? |
|
|
|
|
Pobre espejo quebrado,
cuántas veces has visto |
|
|
|
en tu dulce semblante mi renacida edad |
|
|
|
y pasar de ser joven a empañado por
viejo, |
1760 |
|
|
en descarnada muerte que el tiempo ha
desgastado. |
|
|
|
¡De tus dulces mejillas arrancaron mi
imagen, |
|
|
|
rompiendo la belleza que había en el
cristal, |
|
|
|
para que nunca vea aquello que yo fui! |
|
|
|
|
¡Tiempo detén tu
cauce y acaba tu existencia |
1765 |
|
|
puesto que ya no están los que me
sobrevivan! |
|
|
|
¿Por qué gana la muerte al
más fuerte en su lucha |
|
|
|
dejándole vivir al vacilante y
débil? |
|
|
|
La abeja vieja muere en función de las
jóvenes. |
|
|
|
¡Vive, dulce Lucrecia, vive de nuevo y
mira |
1770 |
|
|
como muere tu padre antes de ver que
mueres!» |
|
|
|
|
Entonces, Colatino, despierta
de su sueño |
|
|
|
y le pide a Lucrecio su lugar de dolor, |
|
|
|
sobre la sangre fría del cuerpo de
Lucrecia |
|
|
|
y al caer desmayado por el terror vencido, |
1775 |
|
|
también parece muerto, tendido junto a
ella, |
|
|
|
hasta que su energía le ordena
levantarse |
|
|
|
y vivir solamente para vengar su muerte. |
|
|
|
|
Tan honda turbación ha
calado en su alma |
|
|
|
y a impuesto un mudo freno al dolor de su
lengua, |
1780 |
|
|
la cual enloquecida, regida por la rabia, |
|
|
|
ha impedido al esposo desahogarse en
palabras. |
|
|
|
Trata de decir algo, mas los labios no emiten |
|
|
|
palabras. Tal pesar ayuda al corazón, |
|
|
|
mas nadie entendería el silente
diálogo. |
1785 |
|
|
|
Sólo pronuncia claro el
nombre de Tarquino, |
|
|
|
solamente entre dientes, como si lo mordiera. |
|
|
|
Esta gran tempestad hasta acabar en lluvia, |
|
|
|
retiene su pesar sólo para aumentarlo, |
|
|
|
al fin llueve y se calma el viento laborioso. |
1790 |
|
|
Luego el hijo y el padre lloran la misma
pena, |
|
|
|
a cual más por la hija, a cual más
por la esposa. |
|
|
|
|
Uno la llama suya. Suya la
llama el otro |
|
|
|
aunque ninguno puede poseer lo que pide. |
|
|
|
El padre dice: «Es mía.»
«Oh, mía solamente», |
1795 |
|
|
le replica el esposo. «Por Dios no me
arrebates |
|
|
|
ser dueño de esta pena. Que no haya ni un
doliente, |
|
|
|
que llore por mi esposa, pues mía
sólo era |
|
|
|
y sólo Colatino llorará por su
esposa.» |
|
|
|
|
«¡Oh, Dios!»
dice Lucrecio, «yo le engendré la vida |
1800 |
|
|
que demasiado pronto y tarde
derramó!» |
|
|
|
«Dolor» dice el esposo «era mi
dulce esposa, |
|
|
|
tan mía, que la vida, que se quitó
era mía.» |
|
|
|
«Mi hija» más «mi
esposa» en un clamor llenaban |
|
|
|
el aire, que ahora dueño, de la infeliz
Lucrecia, |
1805 |
|
|
contestaba con ecos: «Mi hija»
más «mi esposa». |
|
|
|
|
Bruto que del costado, de ella
arrancó el cuchillo, |
|
|
|
al verles tan rivales de los mismos dolores, |
|
|
|
comenzó a revestir su espíritu de
orgullo |
|
|
|
sepultando en la herida su aparente dislate. |
1810 |
|
|
El era entre su pueblo, un romano estimado, |
|
|
|
como el bufón deforme, suele serlo del
rey, |
|
|
|
que sólo aprecia chistes y tontas
ocurrencias. |
|
|
|
|
Pero ahora deja a un lado su
hábito intrascendente, |
|
|
|
donde encuentra cobijo su gran
sabiduría, |
1815 |
|
|
usando su talento, largo tiempo escondido, |
|
|
|
para calmar el llanto del pobre Colatino. |
|
|
|
«Tú, ultrajado romano.
¡Levántate, señor! |
|
|
|
Permite que este frívolo que tonto se
supone |
|
|
|
llevar al tribunal su experiencia y talento. |
1820 |
|
|
|
Dime buen Colatino:
¿Cura el dolor, dolor? |
|
|
|
¿Heridas y aflicciones se ayudan
mutuamente? |
|
|
|
¿Venganza es lapidarse por el infame
acto, |
|
|
|
causante de que ella, tu esposa, se desangre? |
|
|
|
Infantil aptitud es voluntad de
débiles. |
1825 |
|
|
Tu desgraciada esposa las cosas
confundió |
|
|
|
al matarse a sí misma y no al vil
enemigo. |
|
|
|
|
¡Oh, valiente romano! No
ahogues tu corazón |
|
|
|
en el suave rocío de inútiles
lamentos. |
|
|
|
Inclínate conmigo y haz tu parte del
ruego, |
1830 |
|
|
de invocar que despierten, nuestros dioses
romanos, |
|
|
|
de tal modo que vean el repugnante acto. |
|
|
|
Puesto que nuestra Roma, con ello se
deshonra, |
|
|
|
limpiemos nuestras calles, con nuestros fuertes
brazos. |
|
|
|
|
¡Y por el Capitolio que
todos adoramos, |
1835 |
|
|
por esta casta sangre vertida
inútilmente, |
|
|
|
por este bello sol, reserva de cosechas, |
|
|
|
por todos los derechos que Roma nos procura, |
|
|
|
por la fe de Lucrecia que hace poco lloraba |
|
|
|
su desdicha; por este, cuchillo
ensangrentado, |
1840 |
|
|
vengaremos la muerte de tu querida
esposa!» |
|
|
|
|
Dicho esto, su mano, le
golpeó en el pecho, |
|
|
|
besó el fatal cuchillo, para ofrendar su
voto, |
|
|
|
y a su proclama urge se unan los
demás, |
|
|
|
que admirados, aprueban, sus sentidas
palabras. |
1845 |
|
|
Luego todos postrando las rodillas en tierra |
|
|
|
y el hondo juramento que Bruto
profirió, |
|
|
|
de nuevo lo pronuncian y todos con él
juran. |
|
|
|
|
Cuando todos juraron el
compartido fallo, |
|
|
|
sacaron del lugar a la bella Lucrecia, |
1850 |
|
|
para mostrar su cuerpo sangrante a toda Roma |
|
|
|
y proclamar así la afrenta de
Tarquino, |
|
|
|
lo cual, una vez hecho con rauda diligencia, |
|
|
|
hizo que los romanos castiguen entre
aplausos, |
|
|
|
al infame Tarquino, al exilio perpetuo. |
1855 |
|
|
|
FIN DEL POEMA «La violación de Lucrecia»
|