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1

Discurso pronunciado por el autor en el teatro Pignatelli en Zaragoza, el día 13 de Febrero de 1906.

Este volúmen le forman los tres últimos discursos que pronunciara el malogrado autor, especie de trilogía, en la que se resumen y descansan las últimas actuaciones políticas en que tomara parte directa con su verbo inflamado y elocuente. Es el primero de los discursos, como más arriba decimos, el pronunciado, juntamente con los «Siete criterios de Gobierno», que forma volúmen aparte, con motivo de la Asamblea municipal republicana, en Zaragoza. El segundo, el pronunciado en el Frontón Central, de Madrid; el tercero, el informe acerca del proyecto de ley sobre el terrorismo.

 

2

Asamblea Nacional de Productores y su mitin preliminar, celebrados en Zaragoza en Febrero de 1899.

 

3

La dinastía nos ha perdido más del 98 por 100 del territorio nacional, sin compensarlo, como Inglaterra, con nuevas adquisiciones. Al ceñir la corona Carlos III, se encontró todavía con 28 millones de kilómetros cuadrados de territorio; cuando se coronó el último Borbón, esos territorios habían descendido, se habían reducido á medio millón. ¡Y es de presumir, que siguiendo las cosas como hasta aquí, el territorio seguirá menguando y encogiéndose, y cabalmente por donde vale algo, por el litoral!

 

4

¡Manos! ¡Manos! -Un nuevo Guillermo el Taciturno es lo que debemos desear al frente del Estado español. Como los yernos del Cid, hemos sido los españoles unas «lenguas sin manos». Y no volveremos á tener patria, sino á condición de que hagamos de nuestra política como una gran Cartuja; ¡el santo imperio del Silencio, que Carlyle levantaba por encima de las estrellas, y al cual ha debido su poderío la nación británica! -El País, 26 de Abril de 1903.

 

5

Discurso pronunciado por D. Joaquín Costa, en el Frontón Central de Madrid, el día 12 de Abril de 1903, tomado taquigráficamente por D. Julio Romero, redactor de El Imparcial en París.

 

6

Programa político. -El Liberal, de Madrid, en su número del día 10 de Septiembre de 1904, dice y reproduce lo siguiente: «Entre los objetos mandados á la tómbola, abierta el día 3, en el local de la Sociedad Fraternidad Republicana, de Barcelona, figura una tarjeta postal, con autógrafo, del Sr. Costa, en que el publicista aragonés insinúa algo de transcendencia, que no sonaba en el programa del Alto Aragón ni en el del Ateneo: la reforma paralela, acaso la refundición parcial de Normales y de Seminarios. Aguardaremos el desarrollo de este pensamiento. Mientras tanto, he aquí el texto del breve cuanto substancioso documento, según nos ha sido transmitido por telégrafo: «Patriciado natural, autoridades sociales, pero no caciquismo; selfgovernment, gobierno del pueblo por el pueblo, pero no parlamentarismo; ejército y guardia civil, pero no militarismo; muchos y grandes capitales, pero no capitalismo; libertad de comercio, pero no vampirismo; religión y clero, pero no clericalismo... Doble llave á los sepulcros de Torquemada y de Calomarde, para que no vuelvan con sus «purificaciones» á impurificar y pudrir á España. «Pocas cosas urgen aquí tanto como mejorar la dirección espiritual de las localidades chicas y medianas, mejorando el personal de maestros y de curas y haciendo de ellos dos sumandos, en vez de ser lo que ahora, un sustraendo y un minuendo. -Joaquín Costa.

 

7

¿Víspera o día siguiente? -Decía, hacia el año 1960, un repúblico y economista castellano, Álvarez Osorio, que «mucho mal suele ser víspera de mucho bien». Hubo en 1898 cándidos españoles que alentaron la esperanza de que así sucedería en España. Por desgracia, el aforismo ha fallado, y nos hemos quedado con la esperanza. Hasta se diría que habíamos salido de Guatemala para entrar en Guatepeor, como dicen nuestros bien humorados primos los hispano-americanos.

Acaso, sin embargo, la sentencia no sea definitiva: los republicanos acaban de entablar recurso de apelación contra ella. Pudiera suceder que este desolado quinquenio de 1898 á 1903 no sea, como parece, el día siguiente de Santiago de Cuba, sino una mera continuación suya, víspera de la caída del régimen, aurora de una revolución creadora en que se engendre dichosamente la España nueva.

La historia dirá; y poco ha de vivir quien no lo vea. -Joaquín Costa.

 

8

Terminado el acto objeto de este discurso, el pueblo madrileño acompañó al orador, rodeando el coche que le conducía, hasta su domicilio; una vez en él, el público, que le aclamaba, obligó con su permanencia y aplauso á que el Sr. Costa saliese á uno de sus balcones; de lo allí ocurrido da sucinta cuenta un cronista en Heraldo de Madrid, el 8 de Febrero de 1911, de esta manera: «Costa, tribuno. -La noche triste. -La oratoria de Costa fué de una hermosa estirpe clásica. Recia, majestuosa y varonil. Tenía su figura todas las cualidades que asigna Quintiliano al orador tipo: buen talante, cabeza venerable, erguida, modales vehementísimos y voz recia y sonora, de profeta. Viéndole, arrebatado ó iracundo, roja la faz y luminosa mirada, alzar entrambas manos temblorosas ante el pueblo atónito; oyendo aquella voz tonante, crepitante, como la de un profeta bíblico, sollozar ó rugir ante la patria en ruinas, la emoción del oyente evocaba perfiles griegos ó romanos, días de Convención francesa, las cúspides más altas de la oratoria. No fué el verbo de Costa populachero ni dogmático, ni toleraba en sus grandiosos desbordamientos cauces de Parlamento ó de Academia; fué la palabra del tribuno, el apóstrofe ó el sollozo humano, la vibración genial de un alma que, como la de Esquines ó Cicerón, como la de los Gracos ó la de San Pablo, como la de Mirabeau ó la de Barnave, sentía todos los dolores y albergaba todas las cóleras de la patria. Fué en el frontón Central su último apostolado á la multitud. Habían perorado ilustres oradores del Parlamento; estaba el pueblo en vibración y aguardaba con sed la voz de Costa. Vimos, erguida y arrogante, la genial cabeza; los ojos volteábanse como los de un león; las recias manos se cerraban en dos puños potentes de gladiador ó atleta, y de aquel manantial viril, de aquella poderosa y firme figura, salió una voz quebrada por la ira: «¡Ciudadanos!»... ¡Ciudadanos! Así fué la salutación del Pritaneo y de la Ágora, del Foro y de la Convención francesa. ¡Ciudadanos! Así nos quiso él, posesores de la ciudad y del derecho, fiscales de traiciones y de injusticias centinelas de la cultura y de la patria. A la salida de aquel mitin memorable, el pueblo llevó en triunfo á Costa. Rodeándole fuimos el coche entre aclamaciones frenéticas y aplausos que retemblaban en las calles, hasta llegar á aquel paseo de Atocha, donde, desde un balcón, saludó por postrera vez al pueblo. Era una noche clara y tibia, con suavidad de primavera y luna clara, de poema ó de madrigal. Negro estaba el paseo de multitud; blanco por la blancura de hostia de la Luna. Los grupos, descubiertos, tenían los sombreros en la mano, como en recogimiento de misa. Costa salió al balcón entre la luna clara. Hubo un silencio memorable; sintióse el jadear de un tren, y la voz del tribuno, sollozante de cólera y dolor, cayó como óleo santo sobre el pueblo. Aquella inolvidable arenga restallaba con sus chasquidos de fuerte látigo pidiendo un ejemplar castigo para los delincuentes de la débâcle. Costa evocaba las colonias, sus fértiles riquezas y nuestro despojo, los días de repatriación de los soldados y la hora de dolor y de ignominia, en que se arrió nuestra bandera. Cuando acabó, ninguno tuvo fuerzas para aplaudir. Tal era la emoción y tan profunda; tan amargo el dolor y tan vergonzante la ira. Aquella fué la «noche triste». Y esta noche de hoy, esta noche que nos sorprende huérfanos del maestro y de su sombra, será no más que aquel «remember», no más que aquella evocación de aquella luna bella y fría, de aquel pueblo callado y vergonzante, de aquel hombre que, todo alma, se consumió de amor entre una multitud cobarde y una luna tan fría como el Misterio... -Cristóbal de Castro.»

 

9

Discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados por el Sr. Costa el 25 de Mayo de 1908, tomado taquigráficamente y no corregido por el orador.

 

10

Heraldo de Madrid, El Imparcial, La Correspondencia y la multitud de periódicos, publicaron sendos