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21

Luis Alfonso, Murillo, Barcelona, Biblioteca Arte y Letras, 1886, pág. 240.

 

22

Carta recogida en Albert Savine, Les étapes d'un naturaliste. Impressions et critiques, París, E. Giraud, 1885, pág. 299. (La traducción al castellano es mía).

 

23

F. Miquel y Badía, «Pedro Sánchez, novela por don José M. de Pereda. (I)», Diario de Barcelona, 12 de marzo de 1884, pág. 3.159.

 

24

Ibidem, pág. 3.161.

 

25

«El [escritor] naturalista debe andar siempre a caza de lances tremendos para componer sus historias [...]» (Juan Valera, Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas, IX, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1949 (segunda ed.), vol. II, pág. 692).

 

26

Véase, en efecto, los elogios contenidos en: Sergio Beser, Leopoldo Alas, crítico literario, Madrid, Gredos, 1968, pág. 61 y José Carlos Mainer, «Rafael Altamira y la crítica literaria finisecular», en Armando Alberola, ed., Estudios sobre Rafael Altamira, Alicante, Instituto Juan Gil-Albert-Capa, 1988, especialmente págs. 153-156. Y como fuente de datos ineludibles para pulsar las ideas literarias del último tercio del XIX consúltese, sobre todo: J. M. González Herrán, «Estudio introductorio», en op. cit., en nota 2, págs. 40-41, e Yvan Lissorgues, «Hacia una estética de la novela realista (1860-1897)», en Paul Aubert, ed., La novela en España (siglos XIX-XX), Madrid, Casa de Velázquez, 2001, págs. 54, 58, 61, 63, 66-67 y 68-69. Personalmente he estudiado este ensayo de Altamira -o manejado textos suyos en: De Galdós a Robbe-Grillet, Madrid, Taurus, 1972, págs. 19-26. En segundo lugar, en «Las ideas de Rafael Altamira sobre el naturalismo», parte II de mi tesis doctoral (inédita) El realismo en la novela de José María de Pereda. Historia de una frustración literaria, Universidad de Barcelona, 1974, págs. 164-364. Y, por último, en el artículo «El naturalismo en España: unas páginas juveniles de Rafael Altamira», Ínsula, núm. 514, octubre de 1989, págs. 14-15. Cumple asimismo recordar como estudio imprescindible del ideario crítico de nuestro autor el trabajo de José María Martínez Cachero «Rafael Altamira, crítico literario», en Homenaje a Rafael Altamira en su centenario (1866-1966), Universidad de Oviedo, 1967, págs. 11-22.

 

27

Confiesa a ese propósito Altamira que «He procurado leer y penetrarme de todo lo que se ha dicho sobre el Realismo [entre nosotros], y confieso que apenas dos o tres trabajos tienen método y estudio. Casi todos son observaciones al correr de la pluma [...]; y de aquí, que si en sus partes hay algo bueno y verdadero, mucho es hojarasca perdida e ideas que [...] no tienen enlace con el resto». Para finalizar así: «Hay otra cosa; y es la poca fijeza de términos que se observa. Como después se dice con más detalle, estamos próximos a combatir por nombres en vez de por ideas, lo que ocurre muy a menudo, por no precisar los términos que se discuten» («El realismo», LII, núm. 173, 24 de abril de 1886, pág. 262).

 

28

Comenta por ejemplo nuestro crítico que los paliques son «ocurrencias del momento [...] que llevan en sí el jugo todo de un espíritu pensador, la condición sugestiva de lo que tiene fuerza intelectual», siendo para «la historia [...] moral» de Clarín «fuente insustituible» («Leopoldo Alas. Fragmentos de un estudio. I. El literato», en Cosas del día, Valencia, F. Sempere, s. a. [1907], pág. 86).

 

29

Rafael Altamira, «Advertencia», op. cit., en nota 9, Madrid, Librería de José Jorro, 1893, pág. XV.

 

30

Vicente Ramos, Rafael Altamira, Madrid-Barcelona, Alfaguara, 1968, pág. 50. Y José Enrique Rodó, Obras completas, ed. de E. Rodríguez Monegal, Madrid, Aguilar,1867 (segunda ed.), pág. 1.360. Véanse también los elogios de Altamira hacia el creador de la Institución Libre de Enseñanza contenidos en el prólogo y el apartado «Giner y sus discípulas» del hermoso libro Giner de los Ríos educador, escrito -confiesa nuestro autor- «como un desahogo del alma herida» (Valencia, Prometeo, s. a. [1915], págs. 3 y 9-18).

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